En Antioquía. Tecla de nuevo condenada
26- 27. Pablo devolvió a Onesíforo con toda su familia a Iconio, y llevando a Tecla consigo se puso en Antioquía. Nada más entrar, un alto magistrado sirio llamado Alejandro, pájaro de mucha cuenta en la ciudad, miró a Tecla con buenos ojos y hacía propuestas a Pablo con dinero y regalos:
– No sé de qué mujer me hablas, no es cosa mía.
El sirio, apasionado, la rodeó con sus brazos en plena calle, mientras ella, sin poderlo soportar y para que Pablo le oyese, gritaba con amargura:
– No fuerces a esta forastera, no fuerces a la sierva de Dios. Soy una mujer de la nobleza de Iconio, desterrada de allí por no haberme querido casar con Támiris.
Y agarrando a Alejandro por la clámide se la desgarró, le arrancó de la cabeza la corona y le puso en ridículo. Agitado doblemente por el amor y la humillación, la llevó ante el presidente, que al reconocer Tecla su acción la condenó a las fieras. La sentencia horrorizó a las damas presentes, que gritaron a coro: «¡Muy mal! ¡Valiente injusticia!»
Este episodio y su consecuencia, incongruente todo ello a primera vista, tiene explicación, y según mis mejores fuentes es más ‘auténtico’ y verosímil que el anterior de la quema en el teatro. Este Alejandro era un alto sacerdote con sus insignias (capa especial, corona), reconocibles para cualquiera, y desde luego para Tecla. Las libertades que él se permite con ella no eran extraordinarias para con las mujeres ambulantes de vida alegre, artistas o cortesanas. Un sacerdote pagano, fuese de la Gran Diosa Siria o de otra cualquiera, tenía familiaridad con la prostitución sagrada, que incluso mujeres honestas practicaban por devoción. Y en fin, aparte que todavía no se había promulgado la ley del ‘sí es sí’, el problema se lo busca Tecla, no sólo con su avío hombruno, sino porque al ver que Pablo se hace el loco, en un ataque de celos se pone violenta y la emprende con el pretendiente, en flagrante sacrilegio y crimen de lesa majestad, porque todo indica que el mismo Alejandro era el representante local del culto al Emperador. De ahí la condena terrible. Todo ello con la solidaridad de un mujerío que en esta historia sirve de coro de tragedia. ¡Ah!, y con un Pablo desaparecido.
Pasamos al clímax de la novela, previo al desenlace. Siempre en eclipse total de Pablo, entra en escena otra mujer: Trifena, la aristócrata; o incluso ‘la reina’. ¿Fantasía? En la Epístola a los Romanos (16: 12) mandaba saludos a Trifena y Trifosa, «las destajistas en Cristo», dos colaboradoras incansables, probablemente de Éfeso. Nombres que aparecen también en inscripciones relacionadas con la familia imperial, lo que recuerda a «los santos de la casa del César» que mandan saludos con Pablo en la Epístola a Filipenses, 4: 22. Pero esta Trifena se ha identificado con la histórica Antonia Trifena, ex reina consorte del Ponto, prima del emperador Claudio y retirada con todos los honores en Antioquía. Dama tan importante, que su desmayo es suficiente para detener los sagrados juegos y anular el proceso. «No vaya a ser, amigo Alejandro, que por culpa tuya en esa idiotez de menor cuantía entre Tecla y tú le llegue una protesta de Trifena a su imperial familia, y a los dos se nos caiga el pelo…» (El apócrifo es mío).
Aquí la reina aparece como protectora de Tecla desamparada, y finalmente su madre adoptiva. Heredera universal de Trifena, Tecla la rica será libre socialmente para cumplir su deseo de ser igual a su amado Pablo en virginidad y en los poderes de bautizar y predicar que, finalmente, ella le arranca.
Trifena, protectora de Tecla. El desfile con las fieras
27-29. Tecla solicitó al presidente garantía de su pureza hasta su lucha con las fieras. Una mujer rica llamada Trifena, que había perdido a su hija, la tomó en custodia y la retuvo para consuelo.
Al desfile de las fieras, ataron a Tecla a una leona feroz, mientras Trifena le seguía en el cortejo. ¡Qué espectáculo! Tecla cabalgando la leona, y ésta lamiéndole los pies, todo el público fuera de sí. “Sacrílega”, ponía en su cartel. Desde el graderío, las mujeres con sus criaturas gritaban:
– Dios, qué injusticia se está cometiendo en esta ciudad.
Tras el desfile, Trifena se llevó a Tecla a su casa, pues su difunta hija Falconilla le había dicho en sueños: «Madre, cámbiame por Tecla, la forastera abandonada, para que rece por mí y yo pase al lugar de los justos.» Trifena estaba triste, porque al día siguiente era la lucha de Tecla con las fieras, y al mismo tiempo la quería como a hija. Al contarle su sueño, Tecla exclamó:
– Dios hijo del Altísimo que estás en el cielo, dale lo que desea, si es tu voluntad que su hija Falconilla viva por siempre.
Con esto no hizo sino aumentar la pena de Trifena, ante la idea de tanta hermosura arrojada a las fieras.
El combate con las fieras. Bautismo de Tecla
30-35. La del alba sería cuando llegó Alejandro para llevársela, pues él era quien daba las cacerías:
– El presidente ya ha tomado asiento y la turba se nos revuelve. Debo llevar a la teriómaca, entrégamela.
Lejos de eso, Trifena se puso a gritar, tanto que le hizo salir corriendo:
– Esta casa está de luto doble por Falconilla, y nadie me echa una mano: ni mi hija muerta, ni mi pariente, pues estoy viuda. ¡Dios de Tecla mi hija, ayúdala!
El presidente envió soldados para conducir a Tecla. Trifena no quiso abandonarla, y ella misma la llevaba de la mano mientras decía:
– Yo llevé a mi hija Falconilla a la sepultura, y ahora te llevo a ti la teriomaquia.
Tecla se echó a llorar con amargura y entre gemidos suplicaba:
– Señor Dios, mi seguro y mi refugio, tú que me libraste del fuego, dale a Trifena su recompensa por haberme tenido lástima y guardado pura.
El tumulto iba a más. La fieras rugían, la turba vociferaba, las mujeres desde su localidad daban gritos. «¡Traed a la sacrílega!», decía la plebe. Ellas replicaban: «¡Al traste la ciudad, por este atropello! Acaba con nosotras todas, procónsul. ¡Triste espectáculo! ¡Injusta sentencia!»
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Pasión de Tecla - Jerónimo Wierix |
Arrancan a Tecla de las manos de Trifena, la desnudan, ella se pone el faldellín, es arrojada al estadio, y tras ella leones y osos. Una leona feroz corre hacia ella y se le echa a los pies. La turba mujeril aclama. Una osa ataca a Tecla, pero la leona se levanta contra ella y la despedaza. Ahora es un león entrenado contra el hombre, propiedad de Alejandro, el que la ataca. Pero la leona se abraza con el león y juntos mueren. Lo lamentan más las mujeres, pues ha muerto la leona protectora de Tecla.
Sueltan ahora fieras a barullo, mientras ella firme tiende los brazos y reza. Acabada su plegaria se vuelve y ve un estanque grande lleno de agua. «Es la hora del baño», se dijo, presta a zambullirse con estas palabras:
–En mi último día, yo me bautizo en el nombre de Jesucristo.
Las mujeres, y todo el público con ellas, llorando le decían:
–¡Cuidado, no te arrojes al agua!
Tanto así, que hasta el presidente se echó a llorar, porque en el estanque había leones marinos prestos a devorar tanta hermosura. Pero ella se zambulló en el nombre de Jesucristo. Brilló un relámpago, y al punto las bestias flotaban muertas en el estanque. Una nube de fuego envolvía a Tecla, haciéndola intocable para las fieras e invisible su desnudez.
Soltaron otras fieras más temibles aún, entre los aullidos del público femenino, las unas arrojando hojas, las otras nardo, otras canela y hierbas aromáticas, saturando el aire de perfumes. Las fieras, como adormecidas, ni la tocaban. Hasta que chasqueado el padrino de la fiesta, Alejandro, dijo al presidente:
–Tengo unos toros muy bravos. Ensoguemos con ellos a la luchadora.
–Como gustes– le autorizó sin entusiasmo.
Sujeta por los pies en medio de los toros, aplicaron a éstos en sus partes hierros candentes para que agitados al máximo la mataran. Los bichos pegaban brincos y el calor prendió fuego a las sogas, quedando ella como sin ataduras.
Tecla se salva y muda su suerte
36-39. Trifena, en pie junto la puerta, al ver a las bestias desmandadas y sueltas, imaginando a Tecla descuartizada se desmayó.
– ¡La reina Trifena ha muerto!– gritaban los de su cortejo.
El presidente hizo parar el espectáculo.
– ¿Quién eres tú realmente, y que llevas alrededor, que ninguna fiera te ha tocado?
– Yo soy sierva del Dios vivo, y la protección que me rodea es mi fe en el Hijo de Dios. El que no crea en él no tendrá vida eterna, morirá para siempre.
El presidente mandó traerle su ropa:
–Puedes vestirte.
–El que me ha vestido estando desnuda entre las fieras, él me revestirá de salvación el día del juicio.
Una vez vestida, el presidente dictó un decreto: «Os dejo libre a Tecla, la sierva pía del Dios.» La ciudad entera retumbó cuando el mujerío, como una sola voz, alabó a Dios.
Trifena, al frente de la muchedumbre, fue al encuentro de Tecla y le dió un abrazo:
– Ahora creo que los muertos resucitan, ahora creo que mi hija vive. Entra en mi casa, que te voy a hacer mi heredera universal. Así lo hizo Tecla, y descansó en la casa ocho días enseñando la palabra de Dios, de modo que Trifena creyó, y con ella la mayor parte de la servidumbre, con gran alegría de toda la casa.
Visita de despedida a Pablo. Tecla predicadora. Su dichosa muerte
40-42. A todo esto, Tecla deseaba a Pablo y le buscaba enviando gente por todas partes. Al tener noticia de que estaba en Mira, se ajustó el vestido y se hizo sisar la túnica al estilo varonil, y tomando consigo un cortejo de muchachos y muchachas partió para Mira.
Allí encontró a Pablo predicando la palabra de Dios. Tecla se le acercó por detrás, y al verla de pronto Pablo quedó sorprendido, y más con tango golpe de gente, recelando si habría caído en alguna tentación, o si acaso le traía algún problema. Ella se dio cuenta y le dijo:
– He tomado el bautismo, Pablo. El que colaboró contigo para el evangelio, también conmigo colaboró para mi lavatorio.
Tranquilizado Pablo la tomó de la mano y la metió en casa de Hermeyo, donde le escuchó todo su relato, que a él le produjo gran admiración, y a los oyentes confirmación en la fe. Todos rezaron por Trifena, agradecidos a su beneficencia, pues había hecho llegar a Tecla mucha ropa y moneda fuerte, de modo que pudo entregar a Pablo lo bastante para la atención de los pobres.
Tecla se puso en pie y dijo a Pablo:
– Me voy a Iconio.
–Ve allá y enseña la palabra de Dios.
Con esto partió para Iconio, y entrando en casa de Onesíforo se postró en el suelo, allí donde Pablo estuvo sentado enseñando, y lloró.
Luego supo que Támiris, su prometido, había muerto, pero que su propia madre Teoclia estaba viva, así que la hizo llamar y le dijo:
–Teoclia, madre mía, ¿puedes creer que vive el Señor en los cielos? Porque si deseas riqueza, el Señor te la dará por mi mano; y si lo que deseas es a tu hija, aquí me tienes. Pero Teoclia, insensible el corazón, le oyó como quien oye llover.
Arregladas así sus cosas partió para Seleucia, y tras haber iluminado a muchos con la palabra de dios, descansó soñando cosas bellas.
Así más o menos concluye el relato. No se dice ni cómo ni cuándo pasó a mejor vida. Sin atarme a la letra, he procurado ser fiel al fondo y a la forma.
«Pues valiente novela», pensarán algunos. Yo no he dicho que los Hechos de Tecla sean una gran obra, ni siquiera en el ámbito de la literatura cristiana, que ya es bajar listón. La secuencia circense, por ejemplo, no da para un buen guión de cine de romanos. Ser pionera la novela, y tan antigua, es todo su mérito, que no es poco. Por eso precisamente, porque no es ninguna obra maestra, el texto ha variado tanto, según la variedad de gustos.
La conjura de los médicos. Tecla emparedada
Variedad de gustos: valga de ilustración el final de la leyenda de Tecla, tal como lo recogió el santoral bizantino (siglo X) como versión oficial en las Iglesias Ortodoxas. La Vida de Santa Tecla sigue el argumento de los apócrifos Hechos de Pablo y Tecla, amplificando aquí y allá detalles y motivos psicológicos y devotos, para terminar sustituyendo la noticia escueta y trivial de la koimésis o ‘muerte/sueño’ por un episodio novelesco. Episodio que no se inventa entonces, pues ya venía tradición antigua, procedente del santuario de Tecla en Seleucia de Isauria (siglos IV/V).
Final interesante como ejemplo de amplificación legendaria localista, en promoción de Tecla sanadora. Interesante también por la intención de poner un desenlace literalmente ‘cerrado’ y definitivo a lo que podría ser un ‘ciclo de Santa Tecla’, saga inagotable como de las Mil y Una Noches. Con eso además se aseguraba para Seleucia la posesión del cuerpo de Tecla, frente a otras supuestas tumbas de peregrinación y recaudación limosnera.
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Seleucia Isaurse losa: Basílica hipogea y Gruta de Sta. Tecla - turkisharchaeonews.net |
El relato parte del último encuentro de Tecla con su madre Teoclía en Iconio. Volvamos allá. Al parecer, cuando Tecla se fugó la primera vez tras de Pablo abandonando a su madre viuda, quien se hizo cargo de ella fue Támiris, el novio chasqueado. Ahora el motivo de la visita de Tecla era convertirles y bautizarles a los dos, o al menos a la madre; pero se encontró con que Támiris ya no era problema, pues había muerto. El problema ahora se llamó Teoclía, que por la descripción que hace el texto griego diríase que padecía de Alzheimer o demencia senil. Tecla la tomó κατὰ σχολήν (para la escuela), que yo entiendo como alumna o catecúmena, y no ‘para que descansara’ (que también). No se olvide que Tecla era profesora titular de doctrina cristiana, licenciada por Pablo.
«Vio Tecla que con su madre no adelantaba nada. Procurando salvarla, comprendió que bautizarla era como lavar a un etíope, de modo que se limitó a sellarle todo el cuerpo con el signo de la cruz. Hecho lo cual partió de Iconio, y cerca de Dafne entró en el mismo sepulcro donde había encontrado a Pablo con Onesíforo. Allí estuvo llorando a Dios, y de allí pasó a Seleucia, pero luego salió de la ciudad a una milla de distancia, temerosa de los habitantes idólatras. Y aprovechando el resplandor de una nube luminosa para encontrar su camino subió al monte que llaman Calamón o Rodión. Allí dio con una cueva que por largo tiempo le sirvió de morada. En todo aquel tiempo el enemigo le movió muchas y graves tentaciones, pero gracias a Dios las venció todas. Corrió la fama de su virtud y muchas mujeres nobles la visitaban, a disfrutar y sacar provecho de su conversación.
Mas no sólo sabía curar las almas, también los cuerpos, no por el arte médica, sino por virtud admirable y eficacísima. Y al saberse en la ciudad que sanaba, y que lo hacía gratis, le llevaban toda clase de enfermos. De no verlo, no creerlo: con sólo acercarse a la entrada de la cueva, las enfermedades salían huyendo como asustadas de su gran enemiga. Y lo mismo los agitados por demonio malignos.
Esto, que a todo el mundo admiraba y alegraba, para los médicos de Seleucia era un insulto y una competencia desleal que les privaba de sus ingresos. Llenos de envidia y rabia traman un plan diabólico:
– Esa virgen es sacerdotisa de Diana la Grande y protegida suya por lo bien que guarda la virginidad. Cuanto le pide, se lo concede. Pues si todo su negocio es de castidad, con un equipo selecto de sinvergüenzas, adultos y adolescentes, bien pagados y bien bebidos, problema resuelto.
Reúnen el personal, llegan a la cueva y llaman a la puerta. A todo esto, Tecla ya tenía aviso del cielo, qué ralea de gente le visitaba.
– Hijos, ¿qué queréis?
– ¿Vive aquí la llamada Tecla?
– ¿Para qué la quereís?
– ¿Para qué? Para dormir con ella.
– Yo soy Tecla, pobre vieja servidora de Jesucristo. No intentéis nada contra mí, pues será inútil.
Si la santa les abrió la puerta, o si ellos la forzaron, de pronto Tecla se vio sujeta por muchas manos y acosada por una jauría de perros. Sin perder la calma:
– Aguardad, hijos, ahora vais a ver el poder de Dios.
Elevó una plegaria, y una voz del cielo le dio respuesta. En la pared de roca se había habierto un hueco, lo justo para acomodar su cuerpecillo. Una vez dentro, la peña se cerró sin quedar rastro de juntura.»
Los agresores, estupefactos y mudos, sólo tenían entre los dedos la toquilla que la santa les había dejado para recuerdo. Muchos de aquellos desalmados se convirtieron y la toquilla de santa Tecla se conservó como preciosa reliquia en su templo de Seleucia.
La virgen Tecla fue llevada al martirio a edad de 18 años. El resto de la vida lo pasó en en la montaña, otros 72 años. total en el curso del nonagésimo.Vivió 90 años.
Tecla la Protomártir, aunque no murió en la arena. ¿Récord absoluto frente a Esteban, martirizado el año 34? O mejor, la Protomártir femenina. La primera mujer que tuvo licencia de Bautizar y Enseñar. ¿Y de decir Misa? Bueno, tampoco se lo propuso.
Los Padres de la Iglesia le dedicaron muchos elogios. De todos ellos, he aquí el de san Gregorio de Nacianzo, llamado ‘el Teólogo’ (Oración 24, 10), y algunas de sus oyentes tomarían nota:
«Dios libró a Tecla de un esposo tirano y de una más tirana madre»
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1. Los años de la Era de Cristo se contaban en Florencia por el ‘estilo Encarnación’, desde la fiesta de la Anunciación (25 de marzo), y así la aparición de la peste en Pisa en enero se contaba allí como de 1347. En cambio la corte papal de Aviñón contaba por el ‘estilo Navidad’, empezando el año el 25 de diciembre, y así el mismo enero era de 1348, como vamos a ver enseguida.
2. Chirurgia Magna Guidonis de Gauliaco. (Edic. de Laurent Joubert), Tratado 2, Doctr. 2, cap. 5; en la edic. de Lion, 1585, págs. 104-106.; cfr. del mismo L Joubert, en francés: La grande chirurgie de M. Gui de Chauliac. Lyon 1579, pp. 178 ss.; La grande chirurgie de Guy de Chauliac ... : composée en l'an 1363... : avec des notes, une introduction… Edic. de Édouard Nicaise. Paris, 1890. pp. 167-173 (anotado). Edición moderna del texto latino: Michael R. McVaugh, Guigonis de Caulhiaco (Guy de Chauliac) Inventarium sive Chirurgia Magna, Vol. 1 Text. Brill, 1997, pp. 117-120.
3. Santa María la Nueva: Novella, en italiano, nombre como predestinado para un libro de novelas.
4. Tertuliano, Del Bautismo, c. 17. El autor escribe h. 190 de JC, y si la obra que cita y parece ser los Hechos de Tecla y Pablo se compuso h. 160-170, para él no era muy antiguo, y su fino olfato captó el fraude y averiguó el falsario. San Jerónimo (Varones ilustres) lo menciona y dice que la acusación se hizo ‘ante Juan’ el apóstol, cosa nada probable. Por ello parece más juicioso pensar que su fuente de información hablaría de Iconio, patria de Tecla y foco de su culto Tecla.
5. Theresa Angert-Quilter, A Commentary on the Shorter Text of the Acts of Thecla and its New Testament Parallels. Australian Catholic University, Fac. Theol. & Philos., 2014, 466 págs. Tesis Doctoral; pág. 5, nota 9.
6. La noticia proviene de Focio, que en su Biblioteca menciona la colección como biblíon (libro de poca monta), y su título, «las llamadas Andanzas de los Apóstoles» (ai legómenai tôn apostólon períodoi). Cfr. Jeremy W. Barrier, The Acts of Paul and Thecla: A Critical Introduction and Commentary. Mohr Siebeck, 2009. Jan N. Bremmer, The Apocryphal Acts of Paul and Thecla. Peeters Publishers, 1996. Los apócrifos Hechos de Pablo se desarrollan en tres episodios, de los cuales los Hechos de Tecla constituyen el segundo en la tradición manuscrita más amplia, en griego pero también en copto.
7. Aun situando este escrito en el ciclo de los ‘Hechos de Pablo’, y aunque el libro canónico Hechos de los Apóstoles lleva prólogo a nombre de Lucas, no hay base para atribuir a este compañero de Pablo todo lo que le concierne. Para nosotros, los Hechos de Tecla son obra anónima en sus dos formas breve y larga. Cfr. A.-Q Comment, o cit., pág. 3.
8. Mateo, 9: 12.
9. 1 Corintios, 7: 6-9.
10. Contra las herejías, 47.
11. 1 Corintios, 9: 4-6.
12. Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina é italiana. Madrid, Vda. de Ibarra, 1786, 1: 39.