jueves, 31 de agosto de 2017

Un Padrenuestro por Sabino Arana (y 2)


«Hace ya varios años que no rezo sino en latín dicha oración y las otras principales, por no hacerlo en la lengua de la nación que a mi patria tiene subyugada, ni en un euzkera que habría de chocar.» (Sabino Arana)

El primer Padre nuestro en 'basque',
en el claustro del Pater Noster de Jerusalén

El Padrenuestro se venía rezando y cantando en vascuence desde siglos, en los distintos dialectos y variantes, algunas realmente hermosas y casi perfectas. Pero ¡qué horror! con palabrotas como ceru (cielo), santifica(tu) (santificado), erreinu (reino), borondate (voluntad),  lurr (tierra), parcatu (perdonar), tentacio (tentación), libradu (librar) e incluso amén, o amén Jesús [1].
Es verdad que todas y cada una de esas palabras espurias en el vascuence, según Sabino, eran rigurosamente latinas eclesiásticas, pues del latín se había traducido la oración. A él, sin embargo, lo que le obsesionaba era cualquier parecido con su lengua propia materna, la española o castellana.
Alguno dirá que el Padrenuestro se rezaba a Dios, no a Sabino Arana. De acuerdo; pero eso habría que decírselo a éste, si era capaz de captar la diferencia. De hecho, él mismo con Dios y con la Virgen se entendía en latín directamente  [2]:
«Hace ya varios años que no rezo sino en latín dicha oración [el Avemaría] y las otras principales, por no hacerlo en la lengua de la nación que a mi patria tiene subyugada, ni en un euzkera que habría de chocar
Esto último quiere decir que tampoco se permitía ofender a Dios y a la Virgen rezándoles en mal vascuence, como era el usual; y el buen vascuence de Sabino tenía ese problema: que chocaba. Tan bueno, tan bueno, que, aun suponiendo que en el cielo se entendiera, aquí abajo era todo suyo, y de nadie más, y en las preces colectivas (como el Rosario) los compañeros de rezo se le volvían extrañados, como si oyesen a un moro o a un majara.
De pronto salta el proyecto de llevar el Padrenuestro en vascuence a Jerusalén, y Sabino Arana, el que sólo lo rezaba en latín, ve la ocasión calva de plasmarlo genuino, a su manera [3]:
«Tan pronto como tuve noticia del acuerdo, interesóme vivamente el que llegase a ejecutarse con acierto. Y ello por dos afectos distintos: por mi afecto a la Religión Santa que profesamos…, y por mi afecto a la lengua de mi raza, a la desdichadísima lengua que, perseguida con saña por los enemigos del pueblo vasco, ni en los mismos vascos que la hablan y escriben encuentra defensa, sino que por ellos también es duramente maltratada.
Impulsado por este doble sentimiento, propúseme contribuir a la feliz realización del proyecto en la medida que mis fuerzas alcanzaran y me permitiera mi carácter, naturalmente retraído y refractario a entrometerme donde a uno no le llaman
 Este último desplante parece indicar que, en efecto, a él nadie la llamó ni invitó a proponer lo que todo el mundo se temía: un Padrenuestro por Sabino Arana, irreconocible hasta para Jesucristo, y desde luego chocante, cuando no hilarante, para los fieles.
Sin embargo, aquel carácter retraído de nuestro hombre por una vez cedió a su doble sentimiento, religioso y civil, y se atrevió de tal manera que en pocos días tenía en limpio, no sólo un texto en vascuence tridestilado, sino un Aita gurea censurado y ajustado al ideario vizcaitarra y religioso del autor. A tal efecto, en la oración dominical se escamoteaba el ‘Reino de Dios’ –concepto extraño a la idiosincrasia vascongada–; se censuraba y corregía la Vulgata (e indirectamente el original griego), donde dice ne nos inducas, ‘no nos induzcas o lleves a tentación’; se alteraba la cosmo-toponimia sagrada en lo relativo al cielo y la tierra; en fin, la nueva versión se adornaba con todo un comentario exegético salpimentado de «conceptos nuevos y originales»  (ipse dixit), sobre lo que se pide y deja de pedir en el Padrenuestro, y en qué orden.
Si Arana era sincero al declararse refractario a entrometerse, gran repugnancia tuvo que vencer para meterse en camisa de tantas varas, con el texto más y mejor comentado de todo el Nuevo Testamento, un indocumentado como él mismo se reconoce. Leyéndole viene a la memoria a cada paso la anécdota de Apeles, con la expresión, ne sutor ultra crepidam (‘Zapatero, a tus zapatos’) [4]. Toda traducción debe partir de un análisis del texto, pues claro que sí; pero no hasta reducirlo a pretexto para largar el traductor su ideario propio, y menos como un pedante ‘ultracrepidario’.
El Padrenuestro por Sabino Arana en su euzkera creativo (1902) tuvo poco recorrido. Destinado a Jerusalén, para representar allí a la lengua más vieja, más perfecta y más sabia de toda la humanidad, que en mudo concierto políglota recita, en el Monte Olivete, la más universal de las plegarias, puede decirse que aquel parto sabiniano ni siquiera salió de Bilbao, y pronto fue un fósil de museo.
Lo que él quiso imponer como restauración lingüística, junto con su Avemaría y Gloria, para repetición soñolienta en los rosarios del caserío vascongado hasta el fin de los tiempos, ahí queda,  para pasmo o hilaridad de curiosos de la filología vasca. Me remito al estudio magistral de Inés Pagola, sobre neolengua sabiniana [5].
Aun así, la pretensión de dar con la fórmula euscariana exacta del Padrenuestro, y ponerla a disposición de la raza y nación vasca de forma desinteresada, tendría cierta orla de grandeza. Lejos de eso, lo que el propio Sabino pone sobre el tapete desde el principio hasta el final de su trabajo es un ajuste de cuentas personal con Resurrección María de Azkue, que se le había adelantado con un arreglo de la misma oración en vascuence. Y ahora el Padrenuestro de Azkue tomaba las de Jerusalén.  Desde aquí en adelante, pero siempre en notas fuera de texto, la versión de Azkue será para Sabino la alternativa siempre rechazable[6].
Por eso no vamos a perder el tiempo siguiendo al maestro paso a paso en su versión de los ‘artículos’ de la oración cristiana, mero pretexto para denigrar a cuantos  vascos y españoles le precedieron en la tarea, a él, el demiurgo del vascuence [7].
«Trabajo… desprovisto ciertamente de mérito» –reza la Advertencia preliminar–. «Excuso declarar que está muy lejos de mis intenciones la pretensión de que la forma que yo propongo sea preferida a otras que puedan presentarse».
Muletilla retórica, modestia falsa, adobo de la presunción que impregna todo el libelo. Porque en definitiva eso es el producto: otro libelo suyo racista y antiespañol, esta vez a cuento del rezo y explotando el Padrenuestro. La depuración que aplica al texto sagrado, aunque pretexta rechazar todo préstamo, incluso del latín, en ejercicio de racismo lingüístico, de hecho siempre enfila a los parecidos con el castellano, tanto en léxico como en gramática [8].
Apendicitis aguda  
Ya dije que el ‘análisis y corrección’ del Padrenuestro ocupa sólo la cuarta parte del opúsculo, dedicado el resto a Apéndices que hoy toca conocer, en tres secciones:
I. Corrección del Padrenuestro en los diferentes dialectos del vascuence, y corrección del Avemaría y Gloria.
II. Apéndices relativos a la Censura Eclesiástica del opúsculo:
1. Mi instancia al Prelado  (Bilbao, 27-02-1902)
2. Oficio-respuesta del Prelado (Vitoria, 13-03-1902)
3. Interpretación del Oficio
4. Explicación de las frases anotadas por la censura
5. Concepto originales del opúsculo no anotados por la censura
III. Apéndice de Historia de este Opúsculo.
Significativamente, en los Apéndices II desarrolla cosas no expresadas en el opúsculo, o expresadas con disimulo y tan de pasada que no llamaron la atención del censor eclesiástico. La astucia se corona con la noticia de que, antes de enviar el trabajo a sus primeros destinatarios –el Obispado de Vitoria y el Centro Vasco–, Arana tomó la precaución de avisar a varios amigos suyos sobre el impacto negativo y respuesta crítica  que él esperaba de la autoridad eclesiástica. Precavido el hombre. ¿Frente a quién, si era sólo cuestión de traducir una oración devota? Vamos a verlo.
El censor de su censura
Sabino Arana, como buen católico practicante, no eludió la obligación de someter su trabajo sobre el Padrenuestro a la autoridad diocesano para su visto bueno. La carta que dirige al obispo de Vitoria (Apéndice II-1) tuvo respuesta del mismo, otorgando la licencia para publicar, aunque añadiendo de parte del censor alguna restricción y varias enmiendas de menor cuantía (Apéndice II-2).
El obispo era don Ramón Fernández de Piérola y López de Luzuriaga (1829-1904), navarro, que sin saber vascuence era «el primer Obispo bascón de origen de la diócesis de Vitoria; por tanto, hijo de la Euskal-erria» [9].
Monseñor Piérola no podía ser ajeno a la pretensión de Arana, de poner como pica en Flandes su Padrenuestro en Jerusalén. A este prelado, al que desprecia cordialmente, se dirige Sabino  con expresiones de sumisión untuosa que parecen de burla, porque lo son. El obispo designa a un censor, «respetable y para mí incógnito», dirá Sabino. Y para mí también, que sin buscarlo en el Archivo diocesano me da, como a él, que pudo ser el propio Azkue.  Zer parea, brava pareja, tal para cual.  
En cualquier autor y obra normal, el trámite censorio transcurría normalmente y se cerraba con la normalidad discreta del acatamiento. Con Sabino Arana todo tenía que ser distinto, anormal y con ruido. Con ‘amigos avisados previamente’. Y como quiera que la Censura en general –también la eclesiástica– no suele polemizar con sus censurados, nuestro hombre se despachó a gusto en cinco apéndices, nada menos.
Cinco apéndices, para airear en público la razón de Sabino, siempre victoriosa frente a las sinrazones de una censura que, ya de entrada, no era vasca (Apéndice II-3). Una censura que, mientras tacha aquí y allá al autor vasco donde no debe, en cambio le pasa en silencio puntos donde ese autor, con audaces novedades, aspira a una originalidad doctrinal polémica. Aquí el silencio censorio es para Sabino una ofensa personal, un quitarle importancia a su talento (Apéndice II-5).
Lejos de mí ponerme de parte de cualquiera censura, ni siquiera como abogado del Diablo. Sabino en cambio sí que aceptaba, o decía aceptar y acatar la censura eclesiástica, siempre que fuese correcta, es decir, en todo concorde con la verdad sabiniana. Él mismo, en su terreno, siempre  tuvo alma de censor, y de tal ejerció sobre su prensa y su partido católico nacionalista.
Desde esa mentalidad de censor no censurable, los apéndices 1 y 2 airean al público el texto de las dos cartas cruzadas entre Arana y el Obispo. Cosa como digo inusual, y nada elegante en lo de transcribir la respuesta, sólo para reírse de ella:
«Sometido a la Censura el adjunto opúsculo…, y no hallándose en el, al parecer, cosa alguna contra la fe y moral cristianas, salvas pequeñas inexactitudes y erratas que, para ser más fácilmente vistas, se han anotado y enmendado al margen y pie de las páginas…: autorizamos a Vd. para que lo imprima y publique.
Mas, de conformidad con el dictamen del ilustrado censor que ha examinado la mencionada obrita de Vd., teniendo en cuenta que la nueva versión bascongada del Pater Noster contiene palabras nuevas, cuyo valor y propiedad podrán ser discutidos por los gramáticos, pero que, según parece no están todavía al alcance de la generalidad de los fieles; y considerando que la más sagrada… de las oraciones no se somete con justicia y sin peligros a ser materia de primeros ensayos de reforma de la lengua, a menos a vista del pueblo sencillo y fiel; por lo tanto me permito expresar a Vd. del modo más eficaz mi deseo de que la indicada versión no traspase las puertas de una Academia, o límites de una Junta, o círculo de entendidos filósofos, esperando con segura confianza en la ejemplar sumisión de Vd. que satisfará plenamente mis indicaciones.
Dios guarde a Vd. muchos años. Vitoria 13 de marzo de 1902. El Obispo de Vitoria.»
Si la «segura confianza» de don Ramón era algo más que fórmula cortés, poco debía de conocer Su Ilustrísima a «el que suscribe, miembro de esta grey vasca encomendada a vuestro solícito cuidado» etc. etc. «Vos, puesto por el Espíritu Santo para regir y gobernar esta Diócesis, decidiréis lo más acepto a Dios y provechoso para las almas», sí, señor Obispo; pero dejadlo de mi cuenta, viene a decir Sabino:
      «Como quiera que el documento eclesiástico que queda transcripto consiste en decisiones de práctica aplicación, y dado que el primero a quien interesa y para cuyo gobierno ha sido dictado soy yo, como autor del opúsculo, yo también soy el primer fiel obligado a interpretarlo para conocer qué cosas son las que en él se me prohíben y cuáles las que por él se me autorizan…»
Así empieza el ‘Preámbulo’ del Apéndice III sobre ‘Interpretación del Oficio’; donde
«cúmpleme sólo declarar, e ingenuamente lo hago, que si algún día la Autoridad Eclesiástica desautorizase, o, más preciso y claramente dicho, de un modo concreto negase acierto a esta mi interpretación, ya en su totalidad, ya en alguno o algunos de sus puntos, desde este momento retiro y doy por no escrito todo cuanto así califique de inexacto dicha Autoridad.»
Tampoco aquí vamos a seguirle en su ejercicio de deconstrucción de una Censura eclesiástica que no daba pie con bola. Sólo como muestra de la ‘ingenuidad’ sabiniana, veamos cómo ‘interpreta’  la restricción (de carácter pastoral) «a la nueva versión vascongada del Pater Noster»,  que «del modo más eficaz» y «con segura confianza» le encarecía el obispo.
«4ª.– Puede divulgarse entre los fieles en general, pero con las siguientes limitaciones:
a) Al enseñárseles por primera vez (esto es, cuando son niños) lo que han de orar, no se les enseñará dicha versión corregida en lugar de la vulgar y corriente, mientras la fácil comprensión de aquélla no esté al alcance de la generalidad de los fieles del lugar de que se trate, ya instruidos en la Doctrina Cristiana.
b) A los que sepan y empleen la versión hoy vulgar y corriente no se les obligará por los superiores a sustituirla con la citada corregida, ni nadie podrá difundir entre ellos ésta sin acompañarla de la explicación de las formas nuevas que contenga, ni, por tanto, podrá usarse para capitular los rezos en los actos del público culto mientras la fácil comprensión de la versión que nos ocupa no esté al alcance de la generalidad de los fieles que en aquellos actos intervengan.
De toda la ingenua interpretación, quedémonos con lo subrayado: en la catequesis vasca, el nuevo padrenuestro irá siempre acompañado del ‘Análisis’ o comentario, que no sólo trata de gramática sino también y mucho más de política y propaganda nacionalista. Catecismo sí, pero con mitin.
Respecto a lo principal para Sabino –su ‘Padrenuestro por Sabino Arana’ consagrado en Jerusalén–, así lo interpreta:
«¿Puede inscribirse esta versión del Pater Noster en el claustro del Convento de Carmelitas Descalzas de Jerusalén, a modo de pío homenaje y de monumento para la Historia?
Sí: porque este caso no cae dentro de las limitaciones comprendidas en el párrafo 4.º de la interpretación expuesta.»  
«La interpretación expuesta» es la que el censurado hace de la censura episcopal, como se le antoja. A nuestro hombre le tiene sin cuidado la reserva de su obispo, que viene a decir: en religión, los experimentos lingüísticos, con gaseosa. El Padrenuestro no es la pieza indicada para «primeros ensayos de reforma de la lengua» con vistas al público. Si el deseo expreso de D. Ramón era que la versión de Arana no saliese de las puertas de una Academia o los límites de una Junta o círculo de entendidos, ¿cómo podía entenderse que le parecía bien su colocación en un lugar santo tan insigne, «a modo de monumento para la Historia»?
Tan endeble es el sofisma, que el autor lo apuntala con unas ‘Notas’, siempre para poner las cosas peor: aleccionando él a la Censura Eclesiástica hasta dónde puede ésta llegar, y ni un paso más:
«Tan pronto como dirigí mi instancia al Obispo, previne a varios amigos de que, para mí, era indudable se otorgaría la licencia eclesiástica…, pero que probablemente se haría una salvedad, … de recomendar no se dé al pueblo en lugar de la usual. Pero así que lo dije caí en la cuenta de lo infundado de mis temores…, discurriendo como en estas tres notas que paso a exponer:
1.ª – La Censura Eclesiástica de libros suele y debe limitarse a sólo decir si éstos contienen o no algo contrario a la fe o a la moral cristianas… Luego viene el exceptuar ciertos libros en sí buenos…; por ejemplo, el Antiguo Testamento… a personas desprovistas de criterio…; pero estas excepciones no son de la competencia de la Censura Eclesiástica…, sino de la particular dirección espiritual de cada uno.»
Aquí Arana (siquiera por una vez) yerra. Las fórmulas de oración, incluso las no litúrgicas y de devoción privada, requerían visado eclesiástico, no sólo en cuanto a dogma y moral, también para evitar extravagancias. Y este era el caso de Sabino con su  Padrenuestro. Tan excéntrico, que no podía ir a Palestina (ni a ninguna parte) sin el inseparable comentario del traductor, que así lo reconoce: «la escueta versión… aseguraba yo que sería ininteligible por sí sola». Y estamos hablando de la oración cristiana por excelencia, la que todo el mundo conoce y entiende en su lengua – también en la vasca, hasta que Sabino vino y la lió.
Pero él, erre que erre:
«2.ª – En el caso presente… tendremos divididos a los fieles euzkeldunes en dos grupos: en uno, los que lleguen a comprenderla; en el otro, los que no la entiendan…
Respecto a los del segundo grupo, nada tendría que decir la Censura para evitar sean obligados a aprender la versión que nos ocupa, porque … ley consuetudinaria y escrita de la Iglesia Universal es la que manda que al hombre se le enseñe en la lengua que posea lo que ha de creer y lo que ha de practicar
Aunque estamos en ‘nota’, ésta a su vez pide ser anotada, e incluso sub-anotada:
«Entre paréntesis: ¿Se tiene con el vasco, pueblo europeo y en este siglo XX, la consideración que se guarda con el indio de la América o del África (sic)...? ¡Cuántos deseos tengo hace muchos años de tratar detenida y severamente este asunto! Si Dios lo quiere, alguna vez será. [Se refiere a la predicación en vascuence a los que lo hablan.]»
Si no se enseña en eusquera, mal; pero si se enseña en mal eusquera, casi peor. A esto cabría preguntar, de dónde sacaba él que su destilado de laboratorio mejoraba el vascuence real, el que él llama con desprecio ‘eusquera usual o vulgar’, el mismo en que rezaba la gente.
La tercera nota es un ejercicio de retorcimiento para –también en subnota, que es donde más lucen las verdades sabinianas– denunciar a la Iglesia, que toleró la corrupción del euzquera con invasión de tecnicismos exóticos: «erlijiñoe (religión), elexa (iglesia), kristiño o kristau (cristiano), meza, sermoe (misa y sermón), konfesiñoe, komuniñoe (confesión y comunión), batismu, abade, sakramentu, zeru, infernu, kurutza, trinidade y otros varios cientos.» La misma Iglesia «bien puede permitir que… trabajemos los vascos por ir depurando nuestra lengua de los elementos exóticos que como parásitos insaciables la corrompen y exterminan».
Al niño vascongado no hay que enseñarle que la tercera persona de la Santísima Trinidad se llama Espíritu Santu(b)a, sino corregir el catecismo y llamar a esa persona divina Goteuna, que dice lo mismo, pero en sabiniano. Al niño qué más le da; lo que le echen. Luego de mayor, ya veremos.
[Curioso: la religión, más que la política, fue para el religioso Sabino jardín donde sembrar neologismos a troche y moche. Algún día nos divertimos repasando la jerigonza religiosa sabiniana.]
Recordemos cómo el obispo Piérola había advertido al autor de unas «pequeñas  inexactitudes y erratas» que se le enmendaban. ¿Enmendarle a él? Un Apéndice II-4 se titula ‘Explicación de las frases anotadas por la Censura’.
Insisto, en censuras ni entro ni salgo, no me van, punto. Sólo observo cómo el humilde y siempre sumiso hijo de la Iglesia se defiende, no sin maña, con lugares comunes de la Escritura, para hacer escarnio de su censor diocesano, y de rebote, del obispo:
«Síguese de lo dicho que la anotación que la Censura ha puesto a mi citada frase [sobre la Inmaculada Concepción de María] es semejante a las que la Iglesia hace a los textos sagrados: es por tanto explicativa, no correctiva. Muy lejos estaba yo de figurarme que mi pobre opúsculo merecería la honra de ser anotado por la Autoridad Eclesiástica como lo han sido los mismos Evangelios
Alguno preguntará: ¿Y a que venía, en un análisis correctivo del Padrenuestro, meterse en dibujos con la Inmaculada? Hay respuesta, pero algo fuerte para escrita y no conviene ser grosero. Siga esta pista el discreto lector: “tocar – pelotas – obispo”. Pues eso.
El Apéndice II-5: Conceptos originales no anotados por la Censura
Este Apéndice 5º es la guinda de todo el pastel. El Apéndice II-4 ha puesto en evidencia que Sabino no acude a la censura eclesiástica como garantía de ortodoxia para sus lectores. Él es la Ortodoxia y su intérprete. Y como tal define que la Autoridad eclesiástica impuesta a las provincias vascas no es fiable. Pero, en fin, discrepar de la censura es legítimo y hasta normal. Lo raro es que el censurado voluntario de buena fe proteste porque el censor no le ha censurado debidamente sus originalidades; o dicho de otro modo, haciendo caso omiso de sus provocaciones.
Eran tiempos cuando ninguna recomendación mejor para un autor que prohibirle la Iglesia un libro; o ya el colmo de la publicidad, meter en el Índice sus Opera omnia. ¿Iba por ahí la cosa? Pienso que no, aunque con Sabino Arana, a saber. Él mismo dijo a sus amigos que  esperaba la licencia eclesiástica con reparos. Un desconocido como él difícilmente podía aspirar a los honores de la prohibición formal, que de haberse producido tampoco habría quedado sin réplica y escándalo. Feliz se habría visto con un tirón de orejas censorio, algo así: «El autor nos sorprende con otra idea brillante de las suyas, pero que por su novedad y audacia debe moderarse, por el escándalo de los simples».
¿Exagero? Que lo diga el propio Sabino:
« Contiénense en mi opúsculo ciertos conceptos que, por lo nuevos y originales… me temí serían anotados por la Censura, y así se lo previne a varios amigos antes de recibir el oficio de Vitoria. … Unos, por envolver censuras no leves a la conducta observada en cierto orden por la Autoridad de la Iglesia; los otros, por interpretar la oración dominical … de un modo como hasta ahora, que yo sepa, no ha sido por nadie interpretada.» (Subrayados míos.)
Muchos fieles a lo largo de la Historia han pronunciado censuras graves y gravísimas sobre la conducta de los pastores de la Iglesia. La simonía, el concubinato, la mundanidad, el abandono de la grey, eran faltas graves «en cierto orden». No en el que molesta a Sabino, que se cifra en haber tolerado la corrupción del vascuence con extranjerismos en la catequesis, la predicación y el rezo. El Obispo de Vitoria no sabía vascuence –ni tenía por qué: era de Otiñano (Torralba del Río), pegando a Álava–, y quizá por eso, como censor, no se fijó en lo que Sabino (previo aviso a sus amigos) esperaba ser censurado.
Veamos lo de los «conceptos nuevos» que Arana se atribuye.
«1º.  Critico duramente la fórmula Dios te salve, con que en español se saluda a la Madre de Dios en el Ave-María  y en la Salve, y en la de Jaungoikuak gorde zagizala (que Dios te guarde), con que al euzkera ha sido aquella traducida en la Salve.
2º. Critico también… la frase latina ne nos inducas in tentationem, porque el inducere significa lo que el castellano inducir, llevar, mover… Sabido es, en efecto, que no es Dios quien nos lleva a la tentación, sino el demonio, el mundo o la carne… ¿No podría también traslucirse, a través de esta crítica de la forma latina del Pater Noster, una censura a la Autoridad de la Iglesia Universal, que ha tolerado una inexactitud tan manifiesta… ?
3º. Afirmo en mi opúsculo que el Pater Noster se compone de una invocación, tres expresiones de amor y cuatro peticiones. Pues bien: los seis autores que conozco concuerdan en afirmar, por su parte, que el P. N. consta de una invocación y siete peticiones…  Habiéndome apartado así de la opinión que debe de ser la general y corriente en la Iglesia, supuse que la mía sería anotada…»
Y aquí larga una paráfrasis personal del Padrenuestro, para negar que las expresiones Santificado sea tu nombre, Realícese [sic]  tu reino y Cúmplase tu voluntad lo mismo en la tierra que en el cielo», «sublimes expansiones del pecho que ama a Dios con vehemencia, puedan confundirse con llamas peticiones’… No son peticiones, no: son expresiones de amor, son actos de adoración, son cantos de alabanza.» Etc. etc.
Pero a todo esto, quizá lo más curioso es el ejemplo aclaratorio que pone, con un diálogo entre un vasallo y su rey:
«Supongamos que un vasallo se dirige a su rey y le dice:
“¡Oh Rey nuestro! Ruégote hagas que seas reconocido como rey por todas las naciones que caen al oriente de tus dominios; ruégote que las rijas y gobiernes tú; ruégote hagas que sea tu voluntad la soberana en ellas”.
Es seguro que el rey le miraría asombrado, primeramente, a su súbdito, como quien contempla a un demente, para después decirle:
“¡Oye, buen vasallo mío! Tu rey sabe bien lo que debe hacer: si no somete a esas naciones, es porque no le place; cuando le plazca, lo hará; pero no necesita del consejo de sus súbditos para saber lo que debe hacerse. Vete en paz”.
Por el contrario, si aquel buen hombre se dirige a su rey diciéndole…»  
Este ponerse Sabino en el lugar de Dios, para decidir cómo tiene Dios que gobernar su mundo, es muy propio de él, y aquí es el nervio de toda su interpretación del Padrenuestro, más allá de su simple traducción a un euzquera grato a Sabino, y por ende grato a Dios.
Pues bien, una de las enmiendas más disparatadas que nuestro hombre hace al Padrenuestro es quitar la palabra ofensiva regnum  (OC, pág. 1889):
«Otra corrección necesaria es la de erreinu (reino), que evidentemente es el español reino euskerizado [sic!]. En euzkera, en efecto, no hay voz usual para significar reino, como tampoco rey ni monarquía. Bizkaya no la ha necesitado para sí, pues sólo tuvo jaun (señor), el cual lejos de ser señor y dueño de Bizkaya, era jurídicamente servidor suyo… En otros estados vascos hubo reyes; mas, como institución exótica, al euzkera plugo servirse de vocablo también exótico para designarlos: errege (rey), del ablativo latino rege, que se pronunciaba regue, y no reje como hoy se pronuncia por los españoles.»  
Y aquí lo bueno:
«Pero ¿será preciso inventar voz para traducir el regnum del Pater Noster? En manera alguna. Lo que en dicha oración quiere decirse es… adveniat regnum tuum equivale a adveniat dominatio tua. Ahora bien: hay en el euzkera usual una voz que expresa dominio, poder, y es al, simplicísima y verdaderamente primitiva voz».
Dejemos aparte si al (ahal) traduce bien o mal el latino  dominatio. Por mucho que Sabino se ponga, zeure ala no refleja ni remotamente tu reino. Que es lo que dice el Padrenuestro, y lo que él debe traducir: regnum basileia, en griego; o, si lo prefiere en arameo, malkut–, reino [9]. Traducirlo, y si no hay palabra en su vascuence, pedirla prestada. No escamotearlo, anteponiendo un prejuicio político seudo-histórico a la honesta traducción de un concepto fundamental en el Evangelio: el ‘Reino de Dios’. Donde la ‘buena noticia’, el evangelium, es precisamente que el Reino de Dios está llegando. Erreinu es perfecto, y además no es español eusquerizado –como delira nuestro hispanófobo–, es puro romance vasco-latino [10].
O sea que primero enmienda la plana a Jesucristo que predica el Evangelio del Reino, porque en vasco no hay reino que venga ni que vaya, y luego ejemplifica a cuenta de un reino con rey y vasallo, discutiendo si galgos o podencos, si ‘Venga a nosotros tu Reino’ es petición o mero deseo.
Sabino ha traído a media docena de autores de catecismos, tanto españoles como franceses, para mostrar que todos ellos enseñan que el Padrenuestro contiene siete peticiones. Lo cual es falso, según él, porque «es para mí evidente» –dice–, las tres primeras peticiones no son tales:
«Los citados autores (me sonroja el tener que discutir su opinión) se fijaron, sin duda en lo material de la forma gramatical…, y pasóseles desapercibido su verdadero sentido, equivocando su interpretación.»  
¿Qué clase de censores tenía el obispado de Vitoria, que dejaron pasar tanto despropósito? Sin negar que la censura fue benévola –como que sabían que el parto sabiniano no iría a Jerusalén–, téngase en cuenta que Arana se despacha  a caño libre a posteriori.  Si el autor en su escrito sometido a censura se hubiese expresado con esta petulancia de los Apéndices, no quepa duda, habría recibido un toque de atención. Pero en vano buscaremos allí esta ‘originalidad’ sabiniana, porque astutamente el Padrenuestro se ha analizado por ‘artículos’ –como si fuese el Credo–, no al modo tradicional, por ‘peticiones’.
Por lo demás, todos los autores que cita, mejor dicho, toda la tradición cristiana distingue perfectamente en esa oración dos tipos de peticiones muy diferentes, todas dirigidas al Padre celestial: lo que el hombre le pide en relación a Él y su Reino en este mundo, y lo que el hombre pide para sí y su sustento. Que a Sabino se le antoje que las primeras no son peticiones, sino efusiones o deseos entre signos de admiración, allá él; pero si quiso hacerse notar de original debió expresarlo por escrito en su opúsculo, y no en una capilla de amiguetes.
Y ahora atención, que viene la traca.
El Cuarto Concepto Nuevo
Para Sabino, el orante del Padrenuestro ha gastado media oración en saludar a Jaingo, o como se llame ‘El de Arriba’ vasco-sabiniano, y en algo parecido a un triple Gora Euzkadi Jaungoikoarentzat! (¡Arriba Euzkadi para el Señor de Arriba!), donde no se pide nada, sólo se desea. Cumplido el trámite, a pedir tocan. ¿Pedir, qué?
El pan nuestro de cada día. Se entiende bien: el pan-pan, el puchero diario... Porque eso es el ‘pan’, ¿no?... ¡Y unas «chuletas sabinianas»! [10] Esa miseria de alimento corporal es lo que se ha venido entendiendo y pidiendo hasta el advenimiento del maestro Arana Goiri, que pasa a demostrar cómo el pan nutricio es pura metáfora, para designar la gracia santificante divina, y no aquel otro pan vulgar. ¡Y no se lo han censurado, no hay derecho!
La verdad es que Sabino vuelve a hacer trampa. En su ‘Análisis y corrección’ no ha dicho tal cosa, sólo ha deslizado un expresión inocua (que tampoco viene a cuento):
« … y es lo cierto que todos los días nos envía Dios la gracia necesaria para nuestra santificación… Quiere, sí, que, no obstante su infinita Caridad para con nosotros, se la pidamos cada día.»
De todo el Testamento Nuevo de la Biblia, el Padrenuestro es el texto más analizado y el más veces comentado, sin que nadie jamás haya puesto en duda que en él se pide la venida del Reino de Dios junto con el Pan del Día. Tal vez el nuevo padre de la Iglesia, Sabino Arana, en algunos ejercicios espirituales, ha oído campanas [11] :
«Es seguro que con PAN Jesús significó sólo el alimento espiritual. Dos pruebas presentaré en apoyo de esta proposición: 1.ª Al siervo de Dios no le preocupa el sustento del cuerpo. 2.º Al siervo de Dios no debe preocuparle el sustento del cuerpo (cfr. Mateo, 6: 25-34). En otro lugar del Pater Noster está la petición relativa al cuerpo… Esta petición es libera nos a malo… Y adviértase que no son bienes los que se piden, sino preservación de males» Y se anota: « En el oficio ordinario de la Misa clasifícanse los males…»
Hay que reconocerlo, como exegeta o expositor bíblico, Arana Goiri es un desastre. Para él, el texto no dice lo que dice y donde lo dice, sino lo que debe decir según la lógica de Sabino. Los datos y los hechos han de ceder ante sus ideas, sobre todo si alcanzan el grado de convicción personal, y no digamos si son para él evidentes:  
«A pesar de que en todos los pocos autores que yo conocía había visto… , no podía concebir cómo un cristiano…, ni podía admitir que en una oración dictada por el mismo Jesucristo se trastornase el orden lógico… Abrigaba yo la firme convicción de que no era esto así, sino que…».
«De modo que las cuatro peticiones del Pater Noster son:
1ª. Danos hoy también la gracia actual y la gracia santificante, el fruto de ésta y la gracia de la perseverancia (! Danos hoy el pan de cada día).
2ª. Perdónanos nuestros pecados y la pena temporal que por ellos adeudamos (!).
3ª. En la tentación (¡las hermosas chuletas en día de abstinencia!) danos gracia especial para sostenernos en tu servicio [Sabino Arana ha criticado duramente y rechazado la expresión latina, ne nos inducas in tentationem, que traduce bien el original griego, equivalente a «no nos pongas a prueba», o no nos compliques la vida].
4ª. Líbranos de todo mal, principalmente del alma, mas también del cuerpo [12].

“Historia de este opúsculo”
Todavía queda por desollar el rabo, otra forma de llamar a un apéndice caudal. En él da el propio autor su versión sobre las circunstancias que concurrieron en la gestación de  su obrita y propuesta de padrenuestro, y la mala pasada que se le jugó, según él. Es un remate bronco, donde Sabino Arana vuelca su despecho porque su texto, no es que no se haya colocado en el Claustro carmelitano de Jerusalén, es que ni siquiera se tuvo en cuenta para ese destino.
Recordemos: la Peregrinación vascongada (1902) organizada por el Patronato Obrero de Bilbao y dirigida por José Mª de Urquijo, tuvo la idea de llevar a Jerusalén un texto del Padrenuestro en vascuence usual, retocado por don Resu Mª de Azkue. Arana sostiene, por el contrario, que la iniciativa del Padrenuestro en vasco salió del Centro Vasco de Bilbao (25 de enero 1902), que organizó una colecta para confeccionar una placa artística en bronce con el texto, pero no en su forma usual, sino en versión totalmente ‘corregida’ por Sabino Arana, que así quedaba encargado del trabajo. Cosa que, según él, le disgustó, porque habría preferido un concurso abierto. O por decirlo mejor, un duelo entre él y Azkue, que en su día le derrotó (junto con Miguel de Unamuno) en las oposiciones a la primera cátedra de Vascuence en el Instituto de Bilbao.
Con disgusto o sin él, por la formalidad, Sabino presenta gustoso su Padrenuestro ‘corregido’ –eufemismo, por ‘rehecho’–, en la convicción aparente de que será el que los peregrinos del Patronato, por encargo del Centro Vasco, lleven a Jerusalén y dejen colocado como versión canónica de la oración cristiana. De hecho, el autor se la dedica al Centro Vasco, que tendrá el honor de estrenarla rezando por vez primera en veinte siglos  el Padrenuestro en eusquera puro, como debe ser.
Aquí sólo asomaremos el busto sin meternos por este apéndice caudal, accesible a cualquiera en la Red, y que cada cual saque sus conclusiones. Para entonces, Sabino Arana era un enfermo incurable, y eso impone a la hora de criticar a un hombre, aunque el nuestro hizo gala de voluntad, tozudez y carácter, hasta el último momento. Tanto era así, que cuando escribe este último apéndice se encontraba hospedado en la cárcel de Larrínaga, a espera de juicio,  por aquel telegrama que intentó enviar al Presidente de los Estados Unidos, Theodor Roosevelt Jr. (26 de mayo 1902), felicitándole por haber concedido la independencia a Cuba.

El Patronato Obrero y el Centro Vasco se llevaban bien, y Azkue tenía vara alta en uno y otro. Pero en esto del Pater Noster vasco a Jerusalén alguien del Centro debió de enredar, a ver si colaba la versión de Sabino. Versión que, por cierto, nadie conocía en las fechas de los acuerdos iniciales. El propio Sabino acepta el trabajo como un encargo personal del Centro, y en correspondencia se lo dedica: «A ustedes toca la gloria de ser los primeros en recitar el padrenuestro en éuscaro puro».

Conocida la nueva empresa hercúlea del «Jefe de los Bizkaitarras», muchos se pusieron en lo peor, y no faltarían avisos al Obispado, de que en vez del Aita gurea de siempre, en el claustro carmelitano del Pater Noster podía campear un jeroglífico.
El primero que se vio en un brete fue don José María de Gorostiza (1854-1916), que bastantes quebraderos tenía en su grande cabeza, como médico municipal jefe de la salud pública de la Villa, presidente de la sociedad Euscal Erria y presidente también del comprometido Centro Vasco, recién reabierto en 1902, tras cerrojazo gubernativo (septiembre 1899). Aquel caballero de la copla [17],
Don José,
médico chiquito,
cabezota grande,
tripas de guaté.
Don José, bilbaino de entonces, de vascuence lo justo y algo menos, por su profesión de médico, siempre curando a maquetos más mirados por la salud que por los derechos lingüísticos, no como ahora.
Don José, por agentes comisionados del Centro Vasco, apremió a Sabino para que de una vez entregara su Pater Noster vascongado, porque así se lo urgía su buen amigo Urquijo. Sabino Arana se resistió cuanto pudo, porque tenía su trabajo en la imprenta. ¿Tan difícil era sentarse ante una hoja de papel y en menos de un minuto escribir el Padrenuestro? La atmósfera empezó a ponerse rara para Gorostiza (Artículos, pág. 225-226):
«Indicóme que les bastaba con la versión escueta, desprovista de los razonamientos. Le repliqué que no podía entregarla sin éstos, porque estaba seguro de que, si alguien la veía aislada, la rechazaría inmediatamente, por lo radical que era la reforma…»
Apremiado Sabino comprendió que su bomba tenía poca mecha y se avino a que las comisionados pasasen por la imprenta y se llevasen la página ya tirada con el texto para la inscripción. Pero un día después, en encuentro fortuito con el mismo director del Centro Vasco, éste le salió con que el Patriarca de Alejandría tenía que conceder la licencia. «Y el obispo de Vitoria, ¿no puede despacharla?»
Arana nunca tuvo aprecio al obispo, pero no a éste, a ninguno en general. Con los curas era otra cosa, al menos con los adictos. Sabino Arana, en frase feliz de Jon Juaristi, tenía más de presbiteriano que de episcopaliano. De todos modos, debía de saber que cada obispo manda en su diócesis, y Vitoria no es Alejandría. Y una cosa era dar licencia para imprimir y publicar un folleto, otra muy distinta autorizar la fijación de un texto sagrado en lugar sagrado. El pobre don José no se atrevió a decirle lo que seguramente ya para entonces se sabía: que el obispo de Vitoria no estaba para nada de acuerdo con enviar a Jerusalén un padrenuestro desconocido, y encima incomprensible sin intérprete para los propios vascohablantes.
Sabino, por su parte, ve perdida la partida: «Desde entonces comprendí que no era ya necesario se activara la impresión del opúsculo». Con todo, insiste en que se envíe el trabajo completo:
«… entregué al comisionado Sr. Azurmendi los dos ejemplares que me demandaba (!). Dicho señor se apresuró a hacer enviar uno a Tierra Santa, para que sustituyera a la escueta versión antes remitida, de la cual aseguraba yo que sería initeligible por sí sola
Ya sin prisas, pide y obtiene la licencia eclesiástica de Vitoria para su opúsculo. Ya conocemos el sentido de la misma y la interpretación libre de Sabino, que al punto se pone « a escribir los Apéndices relativos a aquel documento, para agregarlos al opúsculo. Esto último sin licencia eclesiástica, bien entendido. ¿Para qué?
“Colocación del Pater Noster en Jerusalén. Misterios”
«Partió el 1.º de Abril la peregrinación que había de ser portadora del piadoso homenaje: aquella peregrinación que, llamándose vasca, dio ingreso a muchos sacerdotes extraños a esta diócesis y a muchas personas legas que no conocían nuestro país sino por el mapa; aquella peregrinación que se dijo sería e obreros y sólo se compuso de personas de distinguida posición; aquella peregrina peregrinación, en fin, que salió de aquí llamándose vasca y, no bien hubo caminado algunos kilómetros, comenzó a llamarse española y con este nombre fue recibida en Palestina y Egipto.»
De una peregrinación así poco cabía esperar «que la versión del P. N. favorita habría de ser la del jefe de los bizkaitarras. ¡Quién, sin embargo, podía sospechar lo contrario sin datos más positivos!» Total, que Arana se pasó todo el mes de abril leyendo los telegramas de los ‘peregrinos’ peregrinos, a ver si hablaban de lo suyo: «el dichoso Pater Noster», lo llama.
«Pero salieron de Jerusalén el 22 sin que la lápida (sic) estuviese concluida… Y llegaron así, en efecto, el 12 de mayo, al país de su procedencia, al entrar en la cual la peregrinación, con sorprendente metamorfosis, adoptó de nuevo el nombre de vasca»
Y pasó abril y entró mayo, luego junio, julio… A todo esto, el lobby sabiniano en el Centro Vasco y fuera de él, en ascuas apremiando al director:
«La Patria, en su número de 13 de julio, hacía esta pregunta: “¿Quién es el autor del Padre Nuestro en vascuence que se encargó colocar en Jerusalén?”. Continuaba el misterio.»   
«Y las apuestas, sube que te sube», debió añadir un Arana a punto de estallido, con el último apéndice de su panfleto pendiente de desenlace. Finalmente el 17 de julio decide salir de dudas escribiendo a Urquijo:
«“Muy Sr. mío y de mi consideración: No habiéndome enterado hasta la fecha de cual sea el Pater Noster euzkérico colocado en .. Jerusalén…, agradeceré a usted vivamente se sirva decirme a la brevedad posible qué es lo que se sabe acerca del particular…
Reciba V. el testimonio de mi más distinguida consideración, que le reitero como seguro servidor en Jel.”
Al día siguiente recibí del Sr. Urquijo la siguiente carta:
“Muy Sr. mío de mi consideración: Anoche recibí su atenta carta…; y creo que lo mejor que puedo hacer es remitir a V. esta fotografía (que le agradeceré me devuelva, por ser el único ejemplar que poseo) que hace tiempo recibí de alla… Aunque no poseo el vascuence, creo que en la confección de la obra han incurrido en varias equivocaciones… me reitero suyo, etc.”
Aquel mismo día devolví la fotografía al Sr. Urquijo, con la siguiente carta:
Cárcel de Bilbao, 18-VII-1902… Devuelvo a V. la adjunta fotografía… Estaba yo en la creencia de que la Junta del Centro Vasco se proponía ejecutar su ratificado acuerdo de colocar mi versión euzkérica del Pater Noster con preferencia a las otras. Mas, por lo visto, usted creyo más acertado modificar ese acuerdo y dejó de enviar mi versión…, o la envió juntamente con otras, dejando la elección al arbitrio de alguna otra persona.
Es lo cierto que la traducción que aparece en el mosaico fotografiado se ha hecho teniendo a la vista la mía, pues de ésta se ha copiado una corrección gramatical y un vocablo nuevo. Por lo demás, la versión favorecida es la corriente en el uso vulgar, con ortografía… y formas verbales del Sr. Azkue. Fuera de esto, no hallo las equivocaciones que V. indica.
Gracias por la prontitud…, y disponga como siempre de su atto. servidor en Jel”»
Acto seguido, Sabino pasa a demostrar en qué le han copiado. Y no sólo eso, también que se ha engañado a la opinión pública con una estafa, dedicando la colecta de una suscripción para un fin distinto del anunciado. Todo ello con pruebas documentarias. Penoso.
Penoso, sí; pero también hay en todo esto un golpe cómico que no se aprecia a primera vista. José María de Urquijo, aunque no sabía el vascuence como su hermano Julio –uno de los cofundadores de la Real Academia de la Lengua Vasca (Euskaltzaindia)–, sin duda se sabía el padrenuestro usual en vasco, y por eso le pareció que el texto de Jerusalén tenía faltas. ¡Y qué faltas!, copiadas de la corrección sabiniana. O sea, eu no sólo no se puso el texto de nuestro hombre, sino que se faltó a la primera regla impuesta por él desde el principio: o todo, o nada. ¿Cómo podía él aguantar un texto ajeno con dos o tres arreglos propios?
Por lo visto, el bueno de Azkue cometió la torpeza de hacer esas concesiones a su rival, admitiendo aquellas ‘mejoras’ sabinianas. Garrafal.
Sabino Arana se despacha con una de sus típicas ‘notas’, que cito porque en ella figura una expresión muy repetida en estos tiempos y desde la transición democrática por lo amigos de imponer el vascuence a todo trance: todo es por «el bien del eusquera».
«Nota.– Ya se comprenderá que yo no me quejo de que se me copie sin advertirlo..., pues que, como quiera que mis trabajos euzkeralógicos van encaminados al bien del euzkera, he de congratularme… de que el fruto de mis labores sea… aceptado por los demás, de cualquier modo que se haga… Creo, sin embargo, que al menos por delicadeza, debieran haberse respetado los deseos que expresé en mi Advertencia diciendo: “y es mi deseo que, en cualquier caso, no se acepten como buenas algunas formas de mi corrección, como se rechacen otras”.
Pero no me sorprende que se haya hecho caso omiso de mi deseo, pues en mis relaciones con el Sr. Azkue, he tenido ocasión de conocer su carácter. Quizás para él la delicadeza no se cuente entre las virtudes…»
Y aquí se enreda en criticar con lupa la versión de Azkue.
«De modo que, en conclusión, en tres puntos corrige el uso vulgar la versión colocada en Jerusalén, y en los tres con gran desventaja, estropeando la oración más de lo que antes la teníamos.»

El hombre ni siquiera se da el consuelo de que una enmienda suya quedó en Jerusalén, para decir  ‘Santificado sea tu nombre’:
Donetsia izan bedi zure izena
Esa quedó en Jerusalén y allí sigue, pues aunque varias inscripciones se han cambiado, y entre ellas la vasca, en esta sólo los azulejos con la tipografía y el reparto del texto al final. El Pater ‘Basque’, el «dichoso Pater Noster» sigue igual. Con aquel Arren final en vez del Amén.  
De todas las versiones reunidas en tan devoto lugar, pocas podrán contarnos una historia tan movida y tan rocambolesca como la vasca, gracias a Sabino. Algo sabía yo de ella, pero me ha intrigado al leer la biografía de Urquijo, a quien por aquellos años empezaba a seguir mi abuelo, un obrero de verdad. Muchos años colaboraron y fueron amigos por encima de algunas diferencias, hasta la muerte trágica de don José, detenido en San Sebastián y asesinado por elementos de la II República (septiembre de 1936).

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Notas:
[1] http://www.euskomedia.org/cancionero/986. Cfr. José A. Arana Martija, ‘Sobre el Aita Gurea de Jerusalén’. SANCHO EL SABIO, 24 (2006): 165-190. El artículo ofrece al final una colección de 24
[2] ‘Análisis y corrección…’, Revista, pág. 193.
[3] Ibíd.
[4]  Val. Máx., Fact. et dict. memorabil., 8, 12; Plinio, Hist. Nat., 35, 10, 16. El pintor Apeles de Coos solía exponer sus obras nuevas para aprovecharse de los comentarios del público. Una vez un zapatero le hizo notar un fallo en el diseño de una sandalia (crepida), que el pintor hubo de reconocer y corrigió. Al día siguiente, el mismo zapatero, dio el visto bueno a la sandalia, pero animado por el éxito pasó más arriba y criticó la rodilla del mismo personaje. «¡Zapatero, a tus zapatos!”, replicó Apeles.  –ne supra crepidam sutor iudicaret (el juicio de un zapatero debía quedar a la altura del calzado.
[5] Inés Pagola Hernández, Neologismos en la obra de Sabino Arana Goiri.  Real Academia de la Lengua Vasca/Euskalzaindia (Iker-18), Bilbao, 2005; xxxiv + 451 págs.
[6]  Análisis y corrección, Art. I, nota 1. Obras completas, pág. 1883.
[7] «En Arana Goiri, fuera de casos aislados…, el empleo de neologismos que no son suyos es involuntario. En nuestra opinión, este aislamiento deriva de la conciencia de poseer un sistema original y propio…».
[8] I. Pagola, o. cit. Introd.: «Este radicalismo, derivado de la convicción de que la pureza de raza y la pureza del idioma están ínsitas en la idea de la nación vasca, no tiene precedentes en la historia de la lengua. La tradición purista anterior, preocupada sobre todo por dotar al euskera de los neologismos necesarios para hacer frente a las modernas necesidades evitando así tener que recurrir a nuevos préstamos, no parece inquietarse por las voces de origen extraño que tienen carta de naturaleza en la lengua.» Pero eso fue antes. A la sazón, el ‘contaminante’ a depurar era el castellano: «La caractéristica fundamental de toda la época… es la conciencia de la singularidad del euskera, unida a la obsesión por evitar toda semejanza entre esta lengua y las demás que, en nuestro caso, se reducen a una sola.» Método aberrante, que fue tirar las piedras al tejado propio: «Los peligros que entraña someter a una lengua a la comparación constante con los parámetros de otra, aunque sólo sea para evitarlos, son evidentes. Contra lo que se pretendía, el euskera deja de ser dueño de sí mismo para subordinarse al castellano.» No cabía esperar otra cosa, en la mentalidad de quienes, en el mejor de los casos, fueron bilingües perfectos en vascuence y en español (o francés), pero en la mayoría conversos al eusquera desde el otro idioma, el único suyo materno. Era el caso de Sabino Arana, autodidacta teórico y preceptista incapaz de hablar y escribir con soltura ‘su’ lengua, que para él siempre fue penoso ejercicio de traducción de lo pensado en puro castellano.
[9] Euskal-Erria / Revista Bascongada, … p. 93. Necrológica tomada de El Heraldo Alavés. Biografía por Iñaki Alfaro… Diput. Foral de Álava, 2000.  Ramón Fernández de Piérola y López de Luzuriaga.
[10] «Jesucristo pronunció en hebreo la oración que nos ocupa» (p. 1885). En arameo, más bien. La oración «que nos ocupa» (sic) fue pronunciada en arameo occidental vulgar y corriente, una lengua pobre pero claro, en contraste con el euzkera imaginario de Sabino. Todavía sobrevive en Ma‘alula (cerca de Damasco, Siria) una comunidad cristiana que cree hablar el mismo dialecto de Jesús. Allí se recita el Padrenuestro ‘original’ a los turistas y se ofrecen grabaciones del mismo, como recuerdo.
[11] «La Vulgata latina… debe ser el tipo y norma a que se amolden [sic] en la versión todas las lenguas, en cuanto que la latina es la usada con carácter oficial por la Iglesia» (OC, pág. 1885). Sin embargo, en el padrenuestro vascuence vulgar y otras oraciones y fórmulas rituales Arana ve castellanismos en las voces tomadas del latín.
[12] Me estoy refiriendo al ejemplo que pone Sabino para explicar al vulgo su idea de lo que es tentación: «cuando uno, en día de vigilia, tiene ante sus ojos unas hermosas chuletas que están diciendo ‘comedme’»… (pág. 155 Artículos)
[13] El adjetivo en ton arton ton epiousion, que la Vulgata traduce por quotidianum (en Lucas, 11:3) y supersubstantialem (en Mateo, 6:11). La Vetus Latina en ambos casos quotidianum. A san Jerónimo se le criticó, sobre todo en Roma, por abrir con ese término la espita al alegorismo origeniano. Traducir epiousios como sobresustancial fue un error de largo recorrido; cfr. http://cdn.theologicalstudies.net/4/4.3/4.3.6.pdf John Henning, ‘Our daily bread’. Theological Studies, pp. 445 y ss.: «Por más de 1.000 años, la interpretación espiritual o eucarística desplazó a todas las demás».  Arameo (Mat. 6:11): Et lehem huqqenu ten lanu = el pan de nuestra ración danos.
[14] Arana no tiene en cuenta para nada que el texto original dice, más probablemente, “libranos del malo» (del malvado, el demonio).
[15]  «Pero el acuerdo, así que me enteré de él, me contrarió sobremanera, pues a nadie pueden serle gratos los laureles sin antes haber alcanzado la victoria» (Artículos, pág. 225). Victoria de Sabino, por supuesto, donde «… era probable que, fuera de dicho señor [Azkue] y de mí, no presentase nadie corrección alguna...». No fue así, pues como supo más tarde, terció al menos el poeta y artista vizcaíno Felipe Arrese (1841-1906), cuya versión del Padrenuestro  juzgará Sabino, pese a sus defectos, netamente superior a la de Azkue (ibíd., pág.  236-237).
[16] Análisis y corrección del Pater Noster del euzkera usual.  (Sin nombre de autor, lugar ni fecha. Tirada aparte del artículo en Euzkadi (1902) URL http://www.liburuklik.euskadi.eus/handle/10771/24832
También: Artículos publicados en la 1.ª época de ‘Euzkadi’, Revista de Ciencias, Bellas Artes y Letras de Bilbao, por Arana-Goiri’tarr Sabin. Bilbao, Eléxpuru Hnos., 1908. (Cito por Artículos Euzkadi). https://searchworks.stanford.edu/view/11821534
[17] Juan  Gondra, ‘José María de Gorostiza y Onzoño y el Boletín municipal de Estadística Sanitaria’. Servicios de Sanidad. Bilbao, enero 2008, pág. 42.