viernes, 16 de junio de 2017

Carranque (Toledo): una excursión al enigma




El 24 de mayo, miércoles,  los de La ONCE hicimos una excursión de jornada completa. Por la mañana, al Parque Arqueológico  de Carranque, hispano-romano.
La inclusión en programa de este yacimiento me pilló de sorpresa. Casualidad, días antes me había llegado un libro que me tiene en vilo: Peter Brown, Through the Eye of a Needle (Princeton, 2012), donde no falta la mención de esta villa rústica de Carranque, en el contexto general del ensayo: ‘Riqueza, Caída de Roma y Construcción del Cristianismo en Occidente (350-550)’ [1]. A lo que iba: Brown a su bola, habla de Carranque. Desde su descubrimiento fortuito (1983) y primeros trabajos en los años 80 del siglo pasado, Carranque se ha hecho referencia obligada en cualquier estudio serio sobre socioeconomía de una época que cambió a Europa y el mundo.
El lugar, equidistante de Madrid y Toledo (35 km), se extiende a lo largo de 1 km por una terraza en la margen derecha del Guadarrama arenoso –su nombre árabe lo dice, río rambla, y aquí se ve–, que se cruza por un buen puente colgante. Es un cruce de cañadas y antiguos caminos mesetarios, pero sin pistas de ciudad en las inmediaciones, en el centro geográfico de la Hispania [2].

En el Centro de Interpretación y recepción, nuestra joven guía se presenta como Julia. Breve saludo con perorata introductoria, y en marcha todos hacia los tres puntos o etapas de la visita: 1) enigmático complejo basilical o palacio; 2) enigmático ninfeo o mausoleo; 3) enigmática villa de un enigmático Materno. Todo ello en un recorrido de 1 km. aproximadamente.
No es un yacimiento cualquiera, una de tantas fincas rusticas con su chalé o villa, sus suelos de mosaico, sus dependencias; no. Mucho más que eso, es un conjunto asombroso por su incongruencia, sea cual sea la interpretación que se le quiera dar.

Fue propiedad de alguien muy rico, y para entenderla en su dimensión histórica el libro de Brown es oportuno. O al revés: la visita al dominio del acaudalado sujeto, llamado familiarmente Materno, sirve de ilustración práctica para la lectura de ese gran libro, que estudia la paradoja más estupenda en relación con la riqueza, que tuvo lugar con la cristianización del mundo romano.
Pero ese es otro tema. Primero toca recorrer el Parque. Y aunque esto nos llevó su tiempo real, aquí lo ventilamos en un pispás virtual, para llegar cuanto antes a la reflexión.
1. Basílica

La excavación descubre una planta rectangular basilical. De las hileras de columnas, hay sólo una pareja puestas de pie, de exquisito mármol blanco, traídas de Oriente. Una de ellas lleva marca ostensible de apropiación, en árabe magrebí.
En estos lugares por lo general sólo queda la huella de la planta. Todo lo demás fue saqueado por visigodos, árabes y cristianos, reciclado en buena parte, y hundido el resto desapareció. Así que para la reconstrucción en alzado hay que echarle imaginación, con ayuda de residuos dispersos aquí y allá.

Aquí sin embargo queda en pie una cabecera de piedra alternando con hiladas de ladrillo, último resto de una iglesia conservada al menos desde desde la alta Edad Media hasta el siglo XX. No hace falta ponderar la importancia de esa reliquia vertical, aunque no resuelva el enigma de lo que hubo encima de este plano. Las imágenes adjuntas son reconstrucciones ideales de un documental que se ofrece en el Centro de Interpretación, y corresponden al exterior e interior del edificio.




En la basílica –el cartel explicativo prefiere ‘edificio palacial’–, Anatolia, Levante, Egipto, Túnez, Grecia, porfiaron por aportar mármoles varios y raros de sus canteras, sin contar las españolas. La variedad y exotismo petrológico de piezas decorativas o suntuarias en Carranque es de museo, algo inusual en el occidente romano.

2. Mausoleo (o Ninfeo)
A corta distancia quedan los restos de una edificación baja isométrica, de interpretación difícil. Para unos, un monumento sepulcral a manera de martyrium, o bien un ninfeo o fuente monumental.
3. La Villa de Materno

Es la parte más explícita y significativa del yacimiento arqueológico. Aquí la reconstrucción vertical es más fiable, porque el pavimento de mosaicos, muy bien conservados en una veintena de habitáculos, habla por sí solo. Con la particularidad de que da a conocer el nombre familiar del propietario, Maternus, así como del taller de los artistas musivos.
«La villa se edificó sobre los restos de construcciones anteriores, del siglo I d. C., aunque la mayor parte de las ruinas corresponde a creación de nueva planta, [resultado de un sólo momento constructivo] … El principal edificio descubierto es la mansión señorial o lugar de residencia del propietario, Materno
Se trata de una estructura de planta aproximadamente cuadrada, de unos 35 m de lado: dimensiones moderadas, en comparación con las plantas de otros edificios de la misma época y ambiente. La planta se ordena en torno a un patio central o peristilo (1) con el eje que une un pórtico (2) y puerta de entrada a un vestíbulo circular (3), pasando por el patio, hasta la habitación principal del fondo, con el triclinio (4)… Cuenta con dos grandes estancias de recepción –un oecus (5) y el triclinio–, varios dormitorios, antesalas, corredores y estancias de paso...
La casa tenía todo tipo de comodidades: agua corriente, con sistema de canalización y desagüe, amplios espacios bien aireados e iluminados, jardines en el exterior, y al interior un patio ajardinado…; calefacción por medio de hipocaustos independientes, que permitían calentar cada una de sus partes; habitaciones ricamente decoradas con suelos de mosaico, paredes con incrustaciones de taracea de mármol o pintadas a la encáustica, columnas y estatuas de mármol y, en el interior de un ábside, una fontana cuyas aguas vertían hacia el patio de la casa.
Un pequeño corredor comunicaba las áreas de servicio –cocina, hornos para calefacción, almacenes–situadas al exterior…
 En un ángulo de la construcción se encontraba el dormitorio o cubículo principal (6), decorado con singular mosaico que representaba a la señora de la casa en un medallón, como dama ricamente vestida, rodeada de escenas mitológicas de carácter amatorio: el baño de Diana, atendida por sus servidores, con Acteón al fondo comenzando su metamorfosis; Hilas, arrastrado a las profundidades de las aguas por dos ninfas; Píramo convertido en morera, mientras Tisbe huye de la leona; un amorcillo a caballo asediando a un ninfa, tal vez Amimone. A la entrada de la habitación, una cartela con inscripción nos ha permitido saber los nombres del propietario y del artista que pintó los mosaicos: EX OFICINA MAS –NI / PINGIT HIRINUS / VTERE FELIX MATERNE / HUNC CUBICVLUM, en un latín que podría traducirse: “Del taller de Mas...no, lo pintó Hirinio. Que disfrutes, Materno, de este dormitorio”.
Otra ala del edificio se organiza en torno a la gran sala o oecus de recepción (5), donde apareció un fragmento de rica mesa de pórfido… Se trata de una bellísima pieza a la que se accedía desde el peristilo… Al fondo, un ábside poligonal ligeramente sobreelevado por dos escalones… Esta habitación estaba pavimentada con uno de los más importantes mosaicos romanos hallados hasta la fecha (1991) en España, por su temática, su novedad artística y excelente conservación. Se ordena en torno a gran panel (6 m2) con figuras mitológicas: Marte en pie con escudo y lanza, agresivo. Junto a él su amiga Venus le indica con la mano la lucha de Adonis desnudo a pie firme con un gran jabalí. En la parte baja del cuadro, dos perros con sus nombres: Leander, Titurus.
El ala principal, en la parte más elevada del terreno, con habitaciones amplias…, tenía dos cubículos en los extremos y dos estancias de forma hexagonal de lados curvos –probablemente bibliotecas (7)–que flanqueaban la principal habitación de la casa: el triclinio o comedor (4), de planta redondeada, que debió estar cubierto con bóveda y calafateado por un sistema de hipocausto. Decoraba su suelo interesantísimo mosaico, de gran calidad técnica, que su autor firmó junto al umbral de la habitación, cuyo centro presenta un cuadro figurado con la devolución de Briseida a Aquiles, al que Ulises tiende la espada animándole a volver al combate (según la Ilíada).

Esta gran habitación, al igual que el oecus, requería espacio amplio para invitados. El arquitecto creó una especie de antesala con exedra (8), donde vertía el agua de una pequeña fontana que mojaba el suelo. El mosaico que la ornamenta presenta un busto de Océano, con grandes barbas onduladas que representan las ondas del mar, rodeado de peces y animales marinos.
Las estancias referidas son las principales, como residencia para el propietario y familia. Pese a su lujo y amplitud, este edificio no podría albergar cómodamente a más de veinte personas...»

Esta descripción resume un texto ya un poco anticuado (1991), pero muy entrañable para nosotros, los de la ONCE, por su autor: Dimas Fernández-Galiano, hijo (1951-2015). Su padre fue nuestro catedrático de Microbiología, como figura en la ‘orla’ de curso publicada en la entrada anterior. Persona amable y abierta, ‘Don Dimas’ había transmitido a este vástago, junto con el parecido físico, su buen carácter y don de gentes, aunque no la adicción a los protozoos parásitos del hombre, que en la Real Academia de Medicina le llevó a él mismo a ocupar hasta su muerte (2002) el sillón que fue de su difunto padre, y antes del Nobel D. Santiago Ramón y Cajal.
Yo supe por Don Dimas padre que su ‘Dimitas’ iba para la cosa clásica pero, después de tantos años, desconocía su fama como arqueólogo y especialista internacional en mosaicos antiguos. Y lo que menos pude imaginar fue que, habiendo sido de joven el gran investigador de este yacimiento de Carranque y el creador de su Parque Arqueológico, falleció hace dos años prematuramente. Qué fabuloso habría sido para nuestro grupo haberle tenido como guía de super lujo –sin hacer de menos a Julia, por supuesto–, y hasta haberle provocado un poco, como él también hacía a su manera, con propuestas audaces.
Recorrida y admirada la villa, es la hora de los interrogantes:
1. ¿Qué relación tuvieron entre sí los tres elementos visitados, si es que formaron parte de un gran fundo?
2. ¿Qué puede decirse de la personalidad del dueño de la villa, o del potentado, si era suya la propiedad entera como conjunto monumental?
3. ¿Fue una finca rigurosamente rústica, o bien suburbana, y en tal caso, de qué ciudad?
A todas tres preguntas, Fernández-Galiano dio una respuesta global. El conjunto que hoy conforma el yacimiento de Carranque tuvo por dueño y contiene la tumba de un personaje histórico: el magnate hispano romano Materno Cinegio (m. 388), prefecto pretoriano de Oriente por el emperador Teodosio I el Grande (379-395) y, en pareja con éste, cónsul de Roma al final de su vida.
¿Quién fue Materno Cinegio?
Materno Cinegio ya nos visitó en este blog, hace justo un par de años (‘Terror negro, piqueta blanca’), a propósito de las destrucciones de monumentos antiguos e ‘ídolos’ por los bárbaros del DAESH, en Palmira y otros yacimientos. En Palmira precisamente, quince siglos antes, Cinegio llevó a cabo la demolición del templo de la diosa Allat.

La comparación de aquella barbarie antigua y esta moderna es automática, con dos diferencias notables. Los fanáticos cristianos del siglo IV destruían ídolos y templos ‘en activo’, con adoradores, a los que creían ‘salvar’ y sacar de su error quitándoles tentaciones de idolatría. El fanatismo del ‘califato’ islamita destruye objetos arqueológicos que nadie adora, sin mirar por nada más que su propia arrogancia, porque sí; y lo hace en pleno siglo XXI. El fanatismo cristiano se cebó en objetos, sin hacer carne en las personas, como es el caso del yihadismo islámico, que degolló al director de antigüedades de Palmira y convirtió el antiguo teatro árabe-romano en teatro de ejecuciones sumarísimas sin causa.
Excelente ocasión, esta visita, para conocer mejor al supuesto anfitrión, el escurridizo Materno Cinegio, y especular o fantasear sobre él. Porque aquí en Carranque hay tema para una gran novela histórica. De haber estado esta ‘Villa de Maternus’ en Gran Bretaña, y no en España, esa novela ya estaría circulando por el mundo en inglés como un best-seller traducido al español. Precisamente a Fernández-Galiano, por su teoría de ‘Maternus = Maternus Cynegius’, se le ha  reprochado haber escrito el embrión de esa novela, excediéndose de la contención propia del investigador científico.
¿Quién fue Cinegio? Un hombre de Teodosio, al servicio leal de su política. Política civil y religiosa, aunque para la Historia vulgar Cinegio ha quedado como una especie de Gran Inquisidor avant la lettre, católico intolerante frente a paganos, judíos y herejes.
Como es sabido, por el Edicto de Milán (313) el emperador Constantino I con su colega Licinio declara el Cristianismo religión permitida, poniendo fin a las persecuciones de cristianos. El propio Constantino se hizo bautizar, aunque sólo en trance de muerte, para ir derecho al cielo (337). Su cadáver fue trasladado a Constantinopla y enterrado en su basílica funeraria de los Santos Apóstoles.
Desaparecido él, la libertad religiosa se mantiene, incluido el breve episodio de restauración pagana bajo Juliano II ‘el Apóstata’, sobrino de Constantino (360-363). El paganismo convive con la nueva religión en auge, mientras el judaísmo era tolerado.

Sin embargo, antes de cerrarse el mismo siglo IV, Teodosio I el Grande (379-395), que se hizo amo de todo el Imperio, da un paso al frente declarando el Cristianismo única religión oficial o reconocida (381). Para entonces ya estaban prohibidos los sacrificios paganos, al menos en público y de día. Ahora se cierran sus templos y se les retira la subvención. Por supuesto, las religiones tradicionales no se extinguieron por decreto, y muchos personajes importantes, incluso senadores,  proclamaron su adhesión al viejo culto romano.
La aplicación de la nueva política religiosa no fue coherente ni uniforme, dependiendo de los funcionarios ejecutores y de la presión del clero cristiano, según lugares. Por ejemplo, el Código Teodosiano (CTh, 16, 10, 8) recoge una ley de 382 ordenando dejar abierto un gran templo de Edesa, «por el mérito artístico de sus esculturas, no por su divinidad»; como quien dice un museo.
La cosa se puso más fea desde 384, cuando Teodosio nombra prefecto pretoriano para Oriente a Materno Cinegio. Poco después, el retórico pagano Libanio de Antioquía –al que también conocimos en el mismo artículo–, muy estimado de Teodosio, dirige al emperador su Discurso por los Templos, denunciando excesos destructivos de santuarios rurales a instigación de monjes, con la anuencia de «cierto agente imperial, que en esto se comportaba como enemigo de su propia patria».
Libanio calla el nombre del individuo y tampoco da el de su mujer, una anti pagana fanatizada por el clero y los monjes, dueña de la voluntad del marido. Sin embargo, otras fuentes, como el historiador pagano Zósimo (Historia Nueva, 4) sí que apuntan expresamente a nuestro hombre:
«Teodosio había enviado a su prefecto Cinegio para prohibir todo culto de los dioses y cerrar sus templos… Éste cumplió, cerrando templos por todo el Oriente, Egipto y Alejandría, y prohibió todos los antiguos sacrificios y ritos. De las calamidades que el imperio romano padeció desde entonces, los hechos hablarán por sí mismos.»
Como en relación directa de causa a efecto, y prueba del enfado de las divinidades por la deriva cristiana, Zósimo despotrica contra el reinado de Teodosio, «en cuyos tiempos ningún acto de virtud merecía aplauso, mientras el derroche y desenfreno de todo género crecía de día en día sin límite».
Zósimo, como Libanio, trata mal al prefecto por aquella persecución a la inversa, de cristianos a gentiles; pero ambos hacen constar que detrás de él hubo muñidores y gente dura, en especial el obispo Marcelo de Apamea. Por el contrario, el historiador eclesiástico Teodoreto, sin nombrar a Cinegio, aplaude el celo religioso de Marcelo – «el primer obispo que puso en pie de ejecución el edicto de Teodosio»–, con apoyo armado del prefecto, pero sobre todo con visto bueno y ayuda sobrenatural.

Ayuda necesaria, porque había templos tan robustos que no se podía con ellos. El de Zeus-Belo en Apamea, sin ir más lejos, pues Marcelo empezó la monda por su propia sede diocesana. Muchos templos fueron incautados para el culto cristiano, y este de Apamea habría hecho una soberbia catedral. Pero tenía un inconveniente insuperable para el obispo: allí funcionó un oráculo prestigioso; y era sabido que en cada oráculo pagano el emisor era un diablo residente.
He aquí la sabrosa historieta (Historia religiosa, 5, 21):
«Al efecto, se presentó en Apamea el Prefecto de Oriente con dos tribunos y su tropa, que impuso respeto a la turba y la mantuvo en calma. Pero el intento de derribar aquel templo magnífico de Júpiter fracasó, por la solidez de sus sillares, trabados además con hierro y plomo.
Cuando el santo Marcelo vio que el prefecto no se atrevía con la empresa, le despacho a ocuparse de la obra destructiva en las demás ciudades, mientras él mismo se quedaba a Dios rogando y con el mazo dando en Apamea.
A la mañana siguiente se presentó sin ser llamado un espontáneo, que no era arquitecto ni cosa del oficio, sino un simple faquín que cargaba a cuestas las piedras y maderos.
–Obispo, por el salario de dos obreros, te prometo derribar el templo sin problema.
Accedió encantado el buen Marcelo, y esta fue la maña del individuo. El templo era períptero, es decir, rodeado por sus cuatro lados de pórticos de columnas enormes, en proporción con el edificio, cada una de 16 codos de perímetro, todas de piedra durísima a prueba de herramientas. Lo que el hombre hizo fue  debilitarlas, rebajando a golpes en derredor un surco en anillo bastante profundo, mientras mantenía apuntalado el arquitrabe con postes de madera. Debilitadas así tres de las columnas, pegó fuego a los puntales.»
Asombroso el ‘huevo de Colón’ del desconocido, que debía de ser un ángel en figura humana, como entonces solían andar muchos por el mundo. Sin embargo, donde había sitio para ángeles también cabían diablos, distinguibles por su color, o por sus horas de trabajo. Sigamos a  Teodoreto:
«En estas que se aparece un demonio negro, que impedía al fuego consumir la madera. Varias veces se repitió el intento, y visto el fracaso se notificó al obispo, que estaba echando la siesta de mediodía…»
¡Conque ‘demonio meridiano’! El moreno de Apamea, el oráculo que hablaba por boca de la estatua de Zeus, era un diablo de los de ese turno laboral, activo desde la hora sexta (de ahí viene la españolísima siesta) hasta nona, con el buen obispo Marcelo a la bartola. Emocionante:
«Despertado Marcelo corre a la iglesia, manda llenar un cubo de agua, que deposita  sobre el altar, e inclinando la cabeza hasta el suelo pide al Todopoderoso que no ceda al abuso diabólico y haga una demostración de fuerza, pues sin eso los infieles pasarían a mayores. Luego persignó el agua con la cruz y pasó el cubo a uno de sus diáconos, el entusiasta Equicio, con instrucción para salpicar con el agua bendita al demonio y verter el resto sobre el fuego. El demonio huyó despavorido, y el fuego, en contacto con su mortal enemiga el agua, como si hubiese sido aceite, prendió en la madera, y consumidos los postes, las columnas se vinieron abajo, arrastrando en su caída otras doce, y con ellas toda el ala del templo, con estrépito que se oyó en toda la ciudad, corriendo todo el mundo al espectáculo.
De modo similar, otros templos fueron destruidos por este santo obispo, … que finalmente alcanzó la corona del martirio y del que tantas maravillas podría relatar, aunque me da reparo hacerlo ahora, por no aburrir a mis lectores. Cambio, pues, de argumento.»
Y pasa a hablar del patriarca de Alejandría, Teófilo, y su campaña contra el Serapeo, que una década después llevará al asesinato de Hipacia. (Véase Rebobinando ‘Ágora’).
Si esta trufa del pío Teodoreto no nos convence, tenemos otra diferente sobre lo mismo, recogida por el historiador bizantino Sozomeno (Historia eclesiástica, 7, 15). Tras referir los disturbios de Alejandría, que llevaron a la toma del Serapeo por los cristianos y su transformación en iglesia, pasa a Siria y habla de la resistencia pagana en  Apamea:
«Los habitantes de esta ciudad armaron repetidas veces a gente de Galilea y campesinos del Líbano en defensa de sus templos. Finalmente llevaron su audacia al extremo de asesinar a un obispo llamado Marcelo.
Este obispo había ordenado la demolición de todos los templos en ciudades y aldeas, dando por supuesto que sin eso no era fácil convertirles del paganismo. Enterado de que en Aulón, distrito de Apamea, había un templo vastísimo, allí que se presenta con un destacamento de soldados y gladiadores. Él mismo se mantuvo a distancia segura del campo de batalla, pues padecía de la gota y no estaba en condiciones de combatir ni correr. Mientras soldados y gladiadores estaban ocupados en el ataque al templo, algunos paganos advierten que el obispo está indefenso, y cayendo sobre él le secuestraron y quemaron vivo.

Los criminales quedaron en la sombra, pero tiempo más tarde se les identificó, y los hijos del obispo Marcelo decidieron vengarle. Pero el concejo provincial no se lo permitió, declarando que no era justo, pues los amigos y parientes de un mártir más bien debían dar gracias a Dios por haberle juzgado digno de morir por tan buena causa.»


En esta versión de Sozomeno, Cinegio no interviene para nada, y en la de Teodoreto ni siquiera fue testigo del derribo del monumento apamiense. En ambos casos, el promotor es san Marcelo. Hay quienes piensan que, en Siria como en Alejandría –una y otra bajo la potestad del prefecto–, el obispo local con su tropa de monjes de choque fue el responsable de los excesos, y que la mala fama de Cinegio como el gran  ‘rompe-templos’ paganos es injusta. Él era político de carrera y de confianza, y como tal le tocó ejecutar una política religiosa emanada del interés imperial, siempre sinuosa y sin mucho margen para contemplaciones de tipo cultural o estético. Las razones para verlo así se hallan en el Código Teodosiano, donde son muchas las leyes relacionadas con Cinegio y su función como prefecto de Oriente, todas ellas con su nombre y fechas.
¿Materno Cinegio, español?
No voy de abogado ni de fiscal de Cinegio, personaje mal conocido y de origen oscuro. «Enemigo de su propia patria»: este reproche de Libanio indica que Materno Cinegio era nativo de Antioquía, o al menos de aquella región de Levante. ¿Luego no era español? Y si Cinegio no era español, a Dimas Fernández-Galiano se le caían los palos del sombrajo en su hipótesis de que fue el Maternus dueño de la Villa de Carranque.
Sin embargo, hay argumentos de peso para meter a Cinegio en el «círculo hispano» de los hombres de Teodosio I, español él mismo de Coca. Aquí mismo, en la basílica de  Carranque, hay columnas con la marca del emperador, como si fueran regalo suyo. Son piezas de mármol único, lo mismo que otras muchas variedades de piedras de construcción y ornato encontradas aquí, traídas todas de Oriente. En la propia villa, en la gran sala de recepción, se halló un fragmento de mesa de pórfido oriental, un material reservado a personajes de alto rango romano. Recordemos también: el último año de la vida de Materno Cinegio, el emperador Teodosio le asocia consigo en el consulado… Todo apunta a una relación cuasi familiar entre los dos.
Pero pongamos que Libanio de Antioquía lleva razón, y que Cinegio era de por allí. Bien, ¿y qué? Ayer como hoy, los hijos de funcionarios y militares nacían donde les tocaba, según el destino paterno, sin perjuicio de sus raíces familiares. El lobby hispano de Teodosio se refiere a españoles oriundos, no nativos necesariamente, y algunos de ellos emparentados.
Por otra parte, conocemos a la mujer y viuda de Cinegio, de nombre Acantia y tan aborrecida por Libanio, la cual sin duda era española; y ella sí que fue un asidero para Fernández-Galiano. Hasta puede que conozcamos su rostro en retrato de mosaico, si ella es la dama del medallón que preside el cubículo principal de la villa de Materno. Con aureola como de santa, por cierto.
Existe un texto anónimo conocido como Consularia Constantinopolitana, almanaque de fastos y sucesos tardo imperiales, donde figura este obituario [5]:
(Año 388) Teodosio Augusto y Cinegio cónsul:

1. En el consulado de estos falleció Cinegio, prefecto de Oriente, durante su consulado constantinopolitano. Éste devolvió a su estado antiguo todas las provincias, venidas a menos por prolongada decadencia y penetró hasta Egipto, donde derribó los ídolos gentiles. De allí, con gran sentimiento popular de toda la ciudad, su cuerpo fue llevado a los Apóstoles, el 19 de marzo; y un año después su matrona Acantia lo trasladó a las Españas, por tierra.
Este acto de repatriación no implica caída en desgracia, ni mucho menos. El año 393 el mismo Teodosio I nombraba procónsul de la provincia de África a un individuo de rango senatorial (vir illustris) llamado Emilio Floro Paterno, el cual tuvo un hijo al que llamó… ¿lo adivinan?... ¡Cinegio! Como el abuelo, pues casi con seguridad Paterno era el hijo de Materno Cinegio y de Acantia [6].
El mismo Paterno, en otro matrimonio, tuvo una hija y una nieta llamada Flora. El año 395 Paterno se encuentra en la corte de Teodosio en Milán, como ‘conde de las sacras larguezas’ (comes sacrarum largitionum), el mismo cargo que había ocupado nuestro Materno Cinegio antes de ascender a la prefectura.
Por cierto, Paterno tuvo un pique con el obispo de Milán, san Ambrosio. Por lo visto quería casar a la nieta Flora con el hijo Cinegio, a lo que el obispo se oponía, por ser tío y sobrina en tercer grado. Probablemente hubo dispensa, porque lo cierto es que Flora, ya viuda y viviendo en Nola (Italia), tenía un hijo también llamado Cinegio, que se murió y lo enterró en la basílica de San Félix, procurando que estuviese lo más cerca posible de la tumba del mártir.
Este detalle la haría famosa, porque el obispo san Paulino de Nola, amigo y tal vez pariente suyo, habló del tema con su colega y amigo san Agustín de Hipona, el cual escribió un ensayo muy curioso –Cómo cuidar de los difuntos– sobre los enterramientos cristianos, alabando unas costumbres y criticando otras, en especial las pompas fúnebres, «que tienen más de consuelo y ostentación de los vivos que de favor a los muertos».
¿Qué significa el lugar arqueológico de Carranque?
La evidencia acumulada hasta aquí apoya bastante la hipótesis de Fernández-Galiano. Esta tierra habría sido propiedad de Materno Cinegio, o quizá mejor de su viuda Acantia. Aun así, el enigma de Carranque subsiste. A menos que nuevas campañas saquen a luz alguna revelación, es de temer que los arqueólogos no lleguen a conclusiones definitivas. Y aquí harían su presa los noveladores.
No soy profesional en ninguna de ambas especialidades. Tengo, pues, más libertad que un Dimas Fernández-Galiano para darle un destino y significado  a este conjunto. Por otra parte, soy receloso con la novela ‘histórica’.
En fin, como nada arriesgo en ello –salvo tal vez hacer un poco el ridículo, según quien lea esta oscura página–, y siendo por añadidura de Bilbao, me puedo permitir pensar en negro sobre blanco la idea que saqué de la visita a Carranque.
Mi hipótesis de trabajo es que todo este complejo representa el gesto de una viuda, buena católica, de altísima alcurnia senatorial y posiblemente parienta de Teodosio. La cual, harta de su experiencia oriental al lado del marido, entre gentes dadas al enredo a la bizantina, vuelve a su España trayendo consigo, más que hipotéticas rapiñas, el archivo de sus recuerdos.
Mujer muy preocupada por los despojos humanos, que deben conservarse aseados y presentables para la Trompeta del Juicio, trae consigo los del marido, y con su fortuna personal y la ayuda espléndida de Teodosio levanta aquí una basílica, imitación aproximada de los Apóstoles de Constantinopla, de la que vemos la planta, más dos columnas de mármol y un lienzo de pared del ángulo NO, de aparejo bizantino, con hiladas de ladrillo alternado con la piedra.
Basílica de Carranque
Cuando digo basílica quiero decir iglesia basilical, no edificio civil, y menos palacio. La iglesia (1) nada grande sería en cruz griega (18 x 18 m) con sacristían a ambos lados del ábside. Precedía un nártex o galilea transversal (2) y un atrio (3) o patio de columnas (35 x 23 m, incluido el ancho a cielo abierto, 12 m ) con su pórtico (4). El eje conjunto (66 m) sigue dirección NO, cuando todavía no era general la orientación de los templos. El ángulo SO, a la izquiera del pórtico, dibuja la planta de un baptisterio (5). Los edificios adosados a la izquierda del atrio podrían corresponder a un monasterio (6).
No sé qué ceño pondría ‘Dimitas’ si, en su ya eterno descanso bien merecido, le llega noticia de mis disparates. Yo en cambio estoy de acuerdo con él en que ésta basílica es una de las más antiguas de España, si no la primera.
¿Y la Villa? Si la basílica era un remedo de los XII Apóstoles, la villa pudo ser la reconstrucción que la viuda desconsolada hizo de la que fue su primer hogar con su esposo en Oriente, en Antioquía tal vez. Los mosaicos se ejecutaron aquí, pero siguiendo modelos orientales. Por ejemplo, la fábula de Píramo y Tisbe –dicen los expertos– es típica oriental, y apenas vista en mosaicos de Occidente.
–¿Y el erotismo pagano de las escenas? ¿Cómo es posible que unos fanáticos católicos como eran ese matrimonio toleraran esa inmundicia en su casa, en su propia alcoba?
¡Por favor! Lo primero, ese fanatismo pudo ser habladurías de paganos, molestos con el prefecto. En todo caso, las fábulas y mitos, las Metamorfosis, las escenas de la Ilíada, entre cristianos cultos era literatura, como se ve en un autor tan severo como san Jerónimo, que las saca a cuento hasta cuando comenta la Biblia. En las recepciones y convites, los mosaicos del pavimento y las pinturas de las paredes solían ser temas de conversación y lucimiento. Por otra parte, la villa de unos recién casados pudo ser comprada o heredada tal cual, y no había motivo para cambiar el decorado.
En fin, supongamos que la dama del cubículo es la mismísima Doña Acantia. De joven, se entiende, aunque podía serlo todavía cuando fallece Cinegio.  Como hemos visto, en el mosaico ella luce una aureola redonda en torno a su cabeza. La aureola entonces no estaba reservada a los santos –también podían llevarla retratos de personas vivas–, pero algo tenía que ver con la santidad. En este caso podría indicar que la mujer se consagró a la piedad y el retiro, como viuda consagrada o monja en casa, al cuidado de la tumba y la buena memoria de un esposo del que estuvo enamorada. Y quién sabe si tanta basílica no sería un modo de promocionarle como candidato a la santidad, por los servicios prestados a la Iglesia.
Todo esto ya no es Arqueología, tampoco Historia. Es sólo imaginación, novelería mía. Pero es, por encima de todo, recuerdo de una excursión gratísima con mis colegas de la ONCE a un lugar que vale la visita. No se pierdan este gran Parque Arqueológico. Ya saben, en Carranque, junto al Guadarrama. Es el orgullo del pueblo y de su Excelentísimo Ayuntamiento.
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[1] Por el ojo de una aguja, Barcelona, Acantilado, 2016. Sobre el ojo de la aguja y lo que pasa por él ya dije algo aquí mismo.
[2] Antes llamado Santa María de Abajo o también Carranque de Yuso,  a una legua del pueblo de Carranque –antes Carranque de Suso (o de arriba).
[3] Recomendable como libro no sólo bien documentado, sino bien construido y escrito; asequible también en traducción española. En mi opinión, para la información sobran la mitad de paginas o tal vez dos tercios. Pero es que el autor quiere dejar una obra de arte literaria, y eso es otro género, allá cada cual. El libro se deja leer con fruición.
[4] Echar la culpa del mal gobierno a la mujer del que manda es en parte un tópico, que en este caso se repetirá con el hijo y sucesor de Teodosio, el abúlico Arcadio,  manipulado por su mujer Elia Eudoxia en la firma del decreto para el derribo de templos paganos (399). También esta fue dirigida espiritual de un monje, san Pansofio, luego obispo de Nicomedia.
[5] (Anno 388) Theodosio Augusto et Cynegio consule:
(1) His coss. defunctus est Cynegius praefectus Orientis in consulatu suo Constantinopolim (sic). hic universas provincias longi temporis labe deceptas in statum pristinum revocavit et usque ad Aegyptum penetravit et simulacra gentium evertit. unde cum magno fletu totius populi civitatis deductum est corpus eius ad Apostolos dia XIIII Kal. April. et post annum transtulit eum matrona eius Achantia (sic, pro Acanthia) ad Hispanias pedestre (adverbial, como en griego pezêi, ‘a pie’). El texto no deja claro si Cinegio murió en Egipto o más bien en el viaje a la metróplis. Cfr. Consularia Constantinopolitana und verwandte Quellen. Edic., traduc. y coment. de Maria Becker & al., F. Schöningh, Paderborn, 2016, pág. 50; ver comentario, págs.137-139, con referencia a la Villa de Carranque.
[6] Paula Rose, A Commentary on Augustine’s ‘De Cura pro Mortuis Gerenda’. Brill, 2013, págs. 19 y sigs.

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