jueves, 22 de marzo de 2012

El ombligo de Adán




El ombligo de Adán y el de Eva, para ser más exactos. Y más correctos.
 El otro día Santiago González escribía en su Blog:

«Hemos pasado de odiar el franquismo a llamar ‘franquista’ a todo lo que odiamos.»

A lo que puse esta glosa:

«Con el ‘fascismo’ pasa igual. Los nacionalistas periféricos deberían mirarse más al espejo y menos al ombligo.»

A los diez minutos, el remero Euskalmeteco muy amablemente me hacía este recordatorio:

«Estimado Belosticalle, creo que se denomina onfaloscopía
quizá merezca un estudio erudito de los suyos.»

Respondí que, tanto como un estudio, no tengo hecho ninguno,  ni siquiera erudito, pero que la onfaloscopia no era extraña a mi bitácora

«¿Por qué somos el pueblo más onfalóscopo del planeta? Una vez más, Caro Baroja tenía razón.
(¿Qué qué quiere decir onfalóscopo? El que practica la onfaloscopia. La palabra lo dice: del griego ómfalos, ombligo, y skopein, observar. Podríamos anteponer el prefijo auto-, para indicar que el ombligo que contemplamos los vascos con fruición y embeleso es el nuestro propio. Preocupante.)»

Euskalmeteco me remitía a cierto “Word_log: Diccionario  Desenfadado de Neologismos y otras Entidades Lexicográficas”. Una posada tentadora en principio, pero que sólo aguantó un par de meses de 2006, hace una eternidad.
Allí un BelAtreides/Xavier Roig escribía:

«ONFALOSCOPIA: [del gr. omphalos (ombligo) y scopia (acción de ver)] f. Arte o manía de contemplarse el ombligo, en sentido figurado y/o (¿por qué no?) literal. 
[…]
No encuentro en el DRAE términos con la preformante ónfalo u ómfalo, lo cual es empobrecedor. El inglés cuenta cuando menos con omphalism (centralización en el gobierno [sic]), omphalic

No puedo estar más de acuerdo: la Real Academia Española debería desenvararse más para lo bueno, a ejemplo de la soltura anglosajona. Por algo la lengua inglesa no goza ni padece de Academia propia, bastándole con tener buenos hablantes y escritores cultísimos que la manejan a la perfección.

Ombligo y razón suficiente
A todo esto, yo venía a poner hoy la primera piedra del estudio sugerido. Y tomando como siempre suelo las cosas ab ovo, desde el principio, debo empezar por los Primeros Padres.
Si la onfaloscopia es un defecto o vicio, de algún modo tiene que estar ligado al pecado original. Somos concupiscentes, soberbios, envidiosos etc. porque Adán lo fue primero. Ahora bien, ni como vicio ni como virtud o hábito indiferente, ¿pudo el primer Hombre contemplarse su propia cicatriz umbilical? ¿Acaso Adán y Eva gastaron ombligo?
Si se averiguara que la primera pareja fueron dos tripas lisas carentes de ombligo, el corolario sería que la onfaloscopia no es pecado. Aunque sólo fuese por ese alivio de conciencia, vale la pena estudiarlo.
Dejando de lado bibliografía moderna, tipo Adam’s Navel, de Michael Sims (2003), el gran paleontólogo y erudito Stephen Jay Gould exhumó un viejo libro escrito en 1857 por un naturalista de lo más obtuso, Philip H. Gosse; libro titulado precisamente Omphalos. ¿El Ombligo? Sí, pero no. El título completo es Omphalos: Un intento de soltar el nudo geológico. He ahí el ‘nudo’, el ombligo como nudo gordiano, que Gosse va a cortar, más que desatar.
¿Y qué pinta el ombligo en un libro de paleontología y geología? Razonable pregunta. La tesis del libro, en caricatura de Gould, es que «Dios puso los fósiles en las rocas para engañar a los geólogos». Ellos ven los estratos, con sus correspondientes fósiles, y la lógica humana les hace ver evolución donde no la hay, porque Dios hizo el mundo ‘como si’, imitando una evolución de formas, aunque todas las creó al mismo tiempo.
Y ahí entra en juego el ombligo de Adán. Dos veces (pp. 89-90 y p. 334) lo pone como ejemplo de su ‘evolución instantánea’: Dios formó al primer hombre como adulto, pero con todas las trazas del desarrollo propio de su especie. Por tanto, incluyendo la cicatriz umbilical, testimonio de una vida fetal digamos implícita. (Es lo que él bautiza procronismo, acto previo a la temporalidad propiamente dicha o diacronismo.)
Gosse, en vez de hacer como que demuestra lo que sólo afirma, con igual o mayor razón pudo argüir que Adán tuvo ombligo porque así lo pintaron siempre los mejores artistas, trabajando para gentes de Iglesia. Y en efecto, cita largamente al clásico médico inglés Sir Thomas Browne, que en su divertida miscelánea Pseudodoxia Epidemica (1646), hablando de pinturas, tocó el tema umbilical y pictórico, para defender lo contrario que Gosse: Rafael, Miguel Ángel y demás erraron pintando a los Primeros Padres con un aditamento impropio de la sabiduría de Dios, que no hace cosas inútiles ni superfluas. (¡Ya! ¿y las tetillas varoniles, Sir Thomas?). Ya en otra obra anterior, la célebre Religio Medici (1634), el autor se había referido a Adán como «el hombre sin ombligo». [1]
Según eso, arrojado el nuevo hueso a la palestra científica, los mastines del pensamiento se dividieron como siempre en dos bandos a muerte: umbilicistas y antiumbilicistas (de umbilicus, ombligo en latín): partidarios los unos del ombligo universal, y los contrarios haciendo excepción de tal accidente en el Protoplasto y su Costilla.
Pero como es sabido, los humanos casi siempre se unen ‘contra’ algo. Lo que quiere decir que los umbilicistas, a su vez, se dividieron en escuelas rivales:
1. Umbilicistas radicales. Para éstos, Adán gastó ombligo desde que fue formado, cuando el Divino Alfarero dio el último toque a su obra imprimiéndole el pulgar en el abdomen; y lo mismo a Eva. A su imagen y semejanza. (Lo cual, de paso, implica que el propio Dios tiene ombligo. Y por la misma lógica, que Él es hermafrodita, porque «a semejanza de Dios le creó, macho y hembra».)
2. Umbilicistas moderados. Formado Adán sin ombligo, y lo mismo Eva, la primera pareja lo adquirió como estigma de su pecado; bien en el instante mismo de la caída (co-umbilicistas), o bien como maldición posterior (post-umbilicistas). Los primeros (también llamados umbilicistas simultáneos) arguyen incluso que cuando el Génesis habla de que Adán y Eva «se dieron cuenta de su desnudez», se refería a dicha neoplasia abdominal, pues la desnudez genital ya la conocían.
 En definitiva, el cuadro de opiniones quedaría así:


 Vemos, pues, que el debate no es nuevo, aunque tampoco puedo precisar desde cuándo los intelectuales se picaron de esa sutileza. En toda la Patrología no he tenido suerte de ver ni rastro del problema.
Sólo como curiosidad: san Jerónimo, en carta a su amiga y alumna la joven Eustoquio, le explica que la Biblia usa eufemismos diferentes para nombrar los genitales. Así ombligo en algunos textos sería el sexo de la mujer, como polo de atracción sexual. Allá los psicoanalistas. [2]
       Tampoco en el Talmud veo nada. Consulto el ‘Preuss’, por supuesto. Si calla, es que no hay nada que contar. Pero tampoco nos vamos de vacío, veamos:

1. Muy importante: el hebreo bíblico distingue entre el ombligo anatómico (shor) y el ombligo como centro de algo ( abbur), ‘ombligo del país’, ‘Bilbao, ombligo del mundo’. [3]

2. En el Abboth de Rabí Nathán hay un texto que alinea este sabio entre los umbilicistas. Comparando macrocosmos y microcosmos –el Mundo con sus componentes y el cuerpo de Adán– dice que las depresiones y concavidades terrestres tienen su correspondencia en el ombligo del primer Hombre. [4]

3. Esto indica que la forma ‘normal’ de ombligo humano es la cóncava. De ahí que los poetas judíos en desvarío amoroso, al llegarle su turno al ombligo de la mujer amada, «lo comparan a una botella de vino» (¡?) [5]

 Tomadura de pelo
        No hace mucho, a propósito de los niños ‘Cambiazos’, me refería aquí mismo a disertaciones académicas de los siglos XVII-XVIII, a menudo sobre temas  esotéricos, truculentos, humorísticos y en todo caso divertidos; como eso mismo del trueco de bebés, las estatuas parlantes o las travesuras de los duendes mineros.
       No he visto ninguna a nuestro propósito. El único impreso que en principio tomé por una de esas tesis me ha salido rana. Christian Reinhards fue médico y jurista germano-polaco, que con el tiempo será abogado de Corte en el Principado de Sagan, en Schlessen. De momento, en agosto de 1731, escribe en Camenz (Polonia), Investigación de la cuestión: ¿Si nuestros Primeros Padres Adán y Eva tuvieron ombligo? [6].  

        Con ese título, me figuré que me daría el trabajo hecho. Nada de nada. Es un simple panfleto de 20 páginas  sin la menor gracia, resumiendo conocimientos anatómicos, más algún consejo de higiene puerperal. El título es sólo un gancho. Ya mosquea el autor cuando advierte al principio que «si alguien piensa que bromeo, sepa que no me voy a enfadar por ello».
       Para él, los inquilinos del Paraíso fueron anónfalos, sin ombligo, ya que tampoco tuvieron cordón umbilical. Él da su opinión sin acritud, allá cada uno, pues no piensa enredarse «en otra Guerra de los Cien Años», ni perder tiempo en algo tan claro, así le quemen como a hereje: «¡Al infierno! Hinab zur Höll, hinab zum Satanas!»
       La conclusión es desoladora: el primer hombre que estrenó ombligo fue Caín. Así lo recuerda el impresor del panfleto en unos versos estrambóticos, de intención moralizante. Una tomadura de pelo.


       El caso de Eva

       Llama la atención que, en un problema donde lo estético y lo erótico pesan tanto o más que lo teológico, todos mis sesudos varones miran al ombligo de Adán, y ni uno repara en Eva. Se comportan como unos antiguos, dando por supuesto que la mujer corre la suerte del marido.

       Si me es lícito opinar –y sin que salga de la pantalla de este blog–aun admitiendo que Adán no necesitó el ombligo para nada, de doña Eva no me atrevo a decir lo mismo.

       Desde mi mesa de trabajo, mirando por encima del ordenador, en la pared de enfrente tengo colgado un díptico de la Primera Pareja, según Durero. Eva sin el ombliguito queda horrorosa. Y si un pobre mortal como yo es capaz de apreciarlo, mucho más el Creador. A la Sabiduría infinita no se les ocultaba lo humillante que habría sido para la Madre común carecer de ese toque y acabado que hace el orgullo de sus hijas. Conociendo además la condición femenina, bien sabía Dios que, de no darle un ombligo a Eva, ella misma se lo habría pintado en el punto exacto, sin titubeos, como quien se pinta un lunar.

       Y aquí cumplo, aquí me planto; como el autor de mi panfleto:

       Und bis dahin geht unsre Plifcht,
       Und weiter nicht.

_________________________
[1] Pseud. epid., 5, 5; ed. S. Wilkin, London, 1835, vol. 3, pp. 99 y s.
[2] Epist. 22, 11; PL 22: 401. A la inteligente hija de santa Paula debió de parecerle edificante y muy interesante.
[3] Cfr. Ezequiel 38:12. En esta acepción hablé del ónfalo de Delfos, a propósito de ‘Oráculos’
[4] ‘Abboth R. Nathan. A, cap. 31.
[5] Julius Preuss, Biblical and Talmudic Medicine. J. Aronson, 1994, p. 59.
[6] Christian Tobias Ephraim, Untersuchung der Frage : Ob unsere ersten Urältern, Adam und Eva, einen Nabel gehabt? S. l. (Camenz), 1731, x + 20 pp.



viernes, 16 de marzo de 2012

“Yo te perdono”




«ETA debe reconocer el daño causado, pero no pedir perdón»
       La derecha es insaciable. Oigamos esto que decía a El País, hace cinco meses, un tal Paul Ríos, uno de los marmitones de la ‘Paz al Currin’:

«Hace cinco años decían que ETA tenía que declarar el final definitivo de la violencia. Ahora es la disolución, mañana será la entrega de armas, luego que pidan perdón, que paguen las indemnizaciones.
La derecha tiene una insatisfacción absoluta porque le han quitado el juguete de las manos.»

       Esto era hace cinco meses. El ‘mañana’ quedó atrás, y en efecto, mucha gente sigue insatisfecha. Bien porque, como dice este señor, son de derechas. O quizá porque en efecto hay cuentas todavía pendientes, perdones, indemnizaciones etc. En suma, porque ETA sigue estando ahí, y no hay forma de darle carpetazo, por buena voluntad que se ponga.
       A todo esto, en el párrafo ha salido a relucir la palabra ‘perdón’. Pues vamos con el perdón.
       Ríos no quiere o no queríaque ETA pida perdón; y menos como exigencia. ¿Razón? Porque el perdón es humillante. Y añade: «humillante para ETA, pero también para las víctimas».
       ¿Es esa una razón? Si Ríos y yo hablamos la misma lengua, estaremos de acuerdo en que quien comete un acto degradante, él solito se humilla a sí mismo. El asesino es un humillado. Auto-humillado, para ser exactos.
       Por tanto, todo lo que contribuya a salir de esa degradación, lejos de humillarle le honra. ¿Entonces?
       Lo que ocurre es que tal vez ETA no cree haber hecho nada degradante. Y entonces sí, hacerles pedir perdón por algo que para ellos no es degradante, sino todo lo contrario, es noble, eso es humillarles. Y lo mismo a las víctimas: invitándoles a perdonar como villanos a quienes en realidad son héroes, se las rebaja y humilla.
       Repasando declaraciones como esta, y concretamente ese modo tan retorcido de asociar humillación a una cosa tan noble como el perdón y la compasión, me preguntaba dónde hemos visto todos un ejemplo de aberración moral tan monstruosa. 
       Y efectivamente, en La lista de Schindler hay una escena de lo más dura y repulsiva –para mayor mérito de una interpretación magistral–, cuando el capitán de las SS y comandante de un campo de concentración, Amon Göth, hasta entonces mero ángel de la muerte, de pronto descubre que su poder es más diabólico si se da el capricho de ser también perdonavidas. «Yo te perdono». El actor Ralph Fiennes borda el papel repitiendo la frase hasta hacerse odioso, sobre todo cuando la ensaya ante el espejo, como perdonándose y absolviéndose a sí mismo, sin pudor ni arrepentimiento.
       Administrar la vida y la muerte es privilegio que se otorga el terrorista, que a diferencia del militar, elige y consagra a sus víctimas para el sacrificio. Y claro, visto así el perdón, no cabe duda de que para un etarra, como para un nazi, después de haber sido un dios, rebajarse a pedir perdón a sus ‘perdonados’ (los que él pudo matar y no lo hizo, porque no le dio la divina gana), eso tiene que ser una humillación insufrible.
       Paul Ríos lo entiende de maravilla. Y ahora, rebobinada la película de Spielberg, entiendo la moral y la lógica también de otros personajes y personajillos, los correveidiles y facilitadores de la ‘fase resolutiva del conflicto’ .
       Esto del ‘perdón’, para el caso de ETA, suele darse como una exigencia del Código Penal. Y no es así exactamente. Es exigible sólo a efectos de acogerse voluntariamente a ciertos beneficios penitenciarios, que precisamente por ese carácter de favor legal admiten condiciones también legales. Y con razón, pues todo ello va en el espíritu de ayuda a la reinserción social del reo, según indicios razonables.
       Los procedimientos siempre son discutibles, y la petición de perdón también. Si cubre las expectativas, vale; si no, pues se cambia, y punto. Yo no la pondría como exigible, ya que hay situaciones muy especiales. Aparte de que tampoco la parte ofendida tiene obligación de perdonar, y hasta puede que de antemano haya declarado que nunca perdonará la ofensa. Bien entendido que, aun en tal caso, pedir perdón será exponerse a un desaire. Pero no es ninguna humillación, diga lo que quiera Paul Ríos.
       De todas formas, hasta una mentalidad así de tortuosa entiende que suena fuerte ir por ahí diciendo que los asesinos se pueden reintegrar sin gesto alguno de acercamiento a sus damnificados. Por eso el mismo Ríos, por ejemplo, admite que, sin pedir perdón, ETA debe reconocer el daño causado. ¿Qué significa esto?
       Reconocer el daño causado puede ser una obviedad. El asesino convicto y confeso no puede negar que mató. Por tanto, no parece tratarse de ese reconocimiento de lo que está a la vista de cualquiera.
       El reconocimiento de daño causado se refiere sin duda a una conciencia sobrevenida, un caer en cuenta en algo que antes no se veía, o se veía de otro modo. En suma, lo que dice la palabra griega metánoia, cambio de mente. Dicho por otros nombres: poenitentia en latín; en castellano, arrepentimiento. Donde antes el terrorista sólo veía un daño colateral ajeno a su responsabilidad, ahora lo ve de otro modo y asume el deber de reconocerlo. Reconocer y confesar que algo que antes se dio como no culposo, ahora resulta que estuvo mal hecho.
       En todo caso, ante tanto aplomo y frescura es inevitable preguntar, con qué autoridad ciertas personas deciden lo que debe hacerse y lo que no. Como si no hubiera leyes. Para lo del perdón, ya hemos visto, el pretexto era la ‘humillación’. ¿Y ahora?
       El problema es que esta interpretación del ‘reconocimiento de daño’ es mía, no del Sr. Ríos. Y mucho me temo que no le satisfaga, pues por este hilo sale demasiado ovillo para su propósito, que es aligerarle a ETA el paquete.
       Funambulismo puro. Todo es hacer equilibrios para eludir responsabilidad, y con ella la obligación de reparar el daño, incluso pecuniariamente, e incluso mediando perdón del agravio y daño moral. De ahí ese engolamiento en la expresión, generalizando: «ETA debe reconocer». Cada asesino en particular habrá cumplido con un «¡vaya!, pues y cómo lo siento, no era mi intención, nada personal, estamos en paz y que ustedes se alivien».
       Pero los abogados del diablo todavía nos van a sorprender sacando de la chistera otro conejito: la religión. Tanto el perdón como su correlato el arrepentimiento, no tienen cabida en esta fase de liquidación del ‘conflicto’, porque son conceptos religiosos, que nada pintan en una sociedad y ordenamiento laicos.
       ¿Es eso cierto? ¿Vale como argumento? En otro artículo le damos un repaso.


lunes, 12 de marzo de 2012

Тюльпан


Anteayer he visto, de casualidad, esta película de Sergei Dvortsevoy (Tulpan, 2008). En principio la tomé por un documental improvisado. Luego he visto que, en efecto, el director se formó como documentalista, y el oficio se le nota a cada paso. Llegué al final sin saber si el magro reparto incluía algún actor profesional. Ninguno aparece en los iconostasios de Internet.
Profesionales desde luego no son los numerosos comparsas, algunos con intervenciones casi de actor secundario. Me refiero a los animales. Porque Tulpan es un idilio (a la manera de Teócrito y Mosco), una égloga o bucólica virgiliana, donde los humanos no son ni significan nada fuera del entorno natural, el paisaje y los animales que les dan sentido.

Humorismo
La buena creación pastoril casi siempre incluye un ingrediente de humor intrínseco. Esta comedia sentimental rezuma humor. Empezando por la paradoja del protagonista, Asa, un joven marino de trinquete, recién licenciado de la flota, que todavía con su uniforme y maleta del buque Сахалин vuelve a su tierra, decidido a navegar en la mar de arena por el resto de su vida.
Las películas documentales sobre la vida humana en lugares inhóspitos muchas veces dejan el regusto de lo trágico. Ésta no. Aunque nos sitúa en Bekpat Dala, la ‘Estepa del Hambre’, al sur de Kazajstán, ni por un momento es sombría. Humor y optimismo. Un optimismo algo conformista y hasta convencional, es la verdad. Tal vez sea la sabiduría acumulada de siglos sobreviviendo en la estepa. Un espacio donde sentido común y supervivencia van de la mano, si es que no son la misma cosa.
El argumento, por así llamarlo, es de lo más simple, un pretexto para contar la verdadera historia: la paradoja de otro género de existencia eterna que se extingue sin pena ni gloria, diluida en la globalización. Diluida y, lo que es peor, previamente humillada y banalizada. Esto también forma parte del mensaje humorístico, donde los únicos restos de la cultura material ancestral se reducen a la yurta y al gorro mongol, que los varones se calan para la faena. Todas las demás prendas de vestir proceden del baratillo internacional. ¿Y el azor? ¿Dónde está el ave que, siempre nos han dicho y nos lo han mostrado en auténticos documentales, siempre llevó consigo el caballero de las estepas centrales, patria de la nobilísima cetrería? Aquí, de aves domésticas, ni gallinas; y de presa, sólo los buitres en el cielo, oteando reses muertas.

Ruidos y sonidos
La banda sonora es excelente, porque es esencial. Estereoscópica envolvente, para buenos auriculares. Es una mezcla de ruidos y sonidos, voces animales y humanas, música y canciones. Los personajes hablan en kazako o en ruso, indistintamente, porque son bilingües, con el ruso como lengua ‘culta’. Así por ejemplo, cuando discuten lo hacen en ruso. No sé cómo lo verán nuestros euskaldunizadores.
Los cantares tradicionales son auténticas cantigas, de tonalidad y cadencia extrañamente familiar. Los balidos, rebuznos, relinchos, son parte de una conversación inacabable, impresión de emociones animales primarias, hambre y sed, dolor de parto, apetito de cópula. Cópulas utilitarias, peaje de una vida con pretensiones de perpetuidad. Hasta el galápago que sirve de juguete al niño pequeño, con toda su mudez de quelonio, todavía emplea su caparazón al caer al suelo, para dejar huella sonora.
Otro toque sonoro cargado de intención son los tres pitidos que preceden a los noticiarios. El chico mayorcito, Beke, es un adicto de la radio, a la que dedica todo su tiempo libre. Al final de cada sesión guarda el aparato en un armario verde con una inscripción cursiva pintada a mano con pintura blanca:

Геологоразведечная экспедиция Л/4

Un recuerdo de las campañas de prospección geológica, que el muchacho conoce al dedillo –me da que él será geólogo, si un día puede dejar de ser pastor–, en busca sobre todo de uranio y recursos hídricos.
En el cuerpo inmenso de la Madre Estepa, la radio es el cordón umbilical que une y mantiene vivo al pequeño mundo exterior de la cultura, la noticia y la propaganda. Luego el chaval regurgita la lección aprendida, recitándola a la hora de comer o tomar el te en familia. La radio también da música, y por un instante el final de la habanera de ‘Carmen’ sale de una yurta perdida en el Asia profunda. Y a fe que no desentona de las melodías autóctonas del repertorio de la niña Maha. (A quien no se oye en cambio es a Borodin, ni se le espera.)




       ¿Argumento?
No hay miedo de reventar la película. No es de las de contar, es de ver. Cine en estado puro. Bien, pues si me he enterado, la historia es como sigue:
El joven Asa, licenciado de la Marina Rusa, vuelve a su tierra y de momento es huésped en casa de su hermana mayor, Samal, casada con Ondas, un pastor asalariado de un terrateniente, y madre de dos niños y una niña, Beke, Nuka y Maha. La historia ocurre durante el nomadismo anual de primavera-verano, en la zona asignada por el «camarada patrón», un área inmensa pero de poco provecho.
La idea del ex marino es bien sencilla: ser feliz dueño de hacienda propia para mantener familia. Pero como en las tragedias, y como en los cuentos infantiles, una condición inexorable se interpone: casarse es lo primero, porque sin mujer no hay empleo. Y el cuñado está de acuerdo: el recién venido, que de ganado no entiende ni papa, es un huésped que ya apesta.
Porque además resulta que las cosas no van bien. Demasiados malpartos entre las ovejas. Impresiona el verismo documental del pastor partero, en relación amorosa con la pobre primeriza exhausta, arrancándole del vientre la cría para resucitarla con un boca a boca… No es agradable, desde luego, aunque sí menos visto y menos cruel  que la cadena trófica que nos recitan cada día las cámaras de National Geographic. Saben a qué me refiero; aquello de la vieja dama que se tragó primero una mosca, luego una araña, un gorrión, un gato, un perro… ¿Y todo para qué?:

She swallowed the dog to catch the cat,
She swallowed the cat to catch the bird,
She swallowed the bird to catch the spider,
She swallowed the spider to catch the fly.

Odio de corazón los recordatorios morosos del menú de la Madre Naturaleza devorando a sus hijos, para que ellos en sus entrañas se coman unos a otros. 
       A todo esto, aparece una moto con un veterinario ambulante. Muy cómico el hombre cuando, con el mismo aire experto que ostentaron sus abuelos, los chamanes de la horda, despacha la consulta: «es hambre». Habría que cambiar de pastos, lo que ordene el patrón.

Misteriosa Tulipán
Con todo, el problema de base sigue en pie, casarse. La única moza a tiro (un tiro nada corto, de unos 500 km a la redonda) es Tulipán, hija de un matrimonio tal vez peldaño y medio por encima de Ondas y familia, en la escala social. Por ejemplo, gastan tapices y, sobre todo, espacios de intimidad a base de cortinas.
Es una diferencia finita para un joven voluntarioso como el marinero, y de su experiencia mundana. Sólo que hay una pega: la presunta novia no tiene vocación de pastora y piensa en estudiar.
Graciosísimas las dos visitas a la yurta de esta familia sin nombre propio, la chica acechando tras su cortina. Asa se ha puesto sus galas de marinero, con la pasamanería que le acerque lo más posible a la estampa de un almirante. La embajada la dirige el cuñado;  pero el candidato, para darse valor, lleva también como casamentero a su amigo Boni, un vivalavirgen optimista, que a falta de alfombra mágica hace los repartos por todo el desierto con un viejo tractor no menos mágico. En la cabina lleva él sus ideales en forma de revistas urbanas y recortes de pin-ups, cuyas medidas conoce al dedillo. Él mismo es un urbanita vocacional, devoto de los vicios que sólo la gran ciudad ofrece, aunque los suyos propios no parecen muchos ni graves. Aparte de fumar de vez en cuando un puro algo sospechoso, mirar estampas eróticas y echar un trago, su golosina le ha costado cambiar su dentadura natural por otra de oro macizo, buen pretexto para reír lo que se pueda.

Un golpe de lo más chistoso, en la primera entrevista, cuando Odas en nombre del pretendiente, y como captatio benevolentiae, presenta a los padres de Tulipán una lámpara eléctrica preciosa para vista de día. Sin otra utilidad. Porque, excusado decirlo, en la yurta no hay corriente.
Ahora bien, como el espectador ya adivina desde el principio, la embajada fracasa. Lo que no habríamos adivinado jamás es el pretexto que pone la niña: Asa le disgusta por sus orejas, demasiado grandes y mal plantadas, como soplillos.
Aquí el amigo al quite, saca una revista con la foto del príncipe Carlos y lady Di a toda página, para demostrar por el método geométrico de la yuxtaposición de figuras que Carlos tiene los pabellones auriculares iguales que Asa, orejones  prince-size. ¡Y es un príncipe! Como si nada. Lo malo es que el marinero sale con una preocupación que no tenía: sus orejas. Tratará de paliar el defecto aplastándolas contra el cráneo con una cinta.
A todo esto, la madre de Tulipa no abre la boca, sin duda para que no le entre ninguna de las moscas que planean sobre su mantel, y que ella espanta sin cesar.
Asa intentará un par de veces la negociación directa con la bella invisible, a la puerta cerrada de la cuadra, pasándole requiebros por las rendijas, mostrándole una costumbre marinera. Por lo visto, cada recluta dibuja en el cuello vuelto de la casaca de su uniforme aquello que más desea. Asa trajo del barco su sueño de ser pastor, un dibujo infantil idealizado de la estepa. Dibujo en el que luego incluye un enorme tulipán.
Tanta pesadez colma la paciencia de la madre, que pala en ristre acomete al moscón. Asa derriba la puerta de la cuadra, sólo para descubrir  que su retórica ha sido vana, pues la amada no estaba allí. En su lugar sólo está la cabra, bellísima por cierto, y mucho más sensible que la dueña, dónde va a parar. «¿Debo casarme con una oveja?», había llegado a decir en su despecho el marinero. «Con una oveja no, desde luego», parece decirle la cabra, que compadecida del galán se le acerca amorosamente y le cubre de besos.
En fin, lo inevitable no se puede evitar, ni siquiera en la Estepa del Hambre. Asa se va. Pero de pronto un balido quejumbroso despierta al pastor que lleva dentro. La misma intervención mayéutica y neumática, en una secuencia de ocho interminables minutos, será el examen práctico, la habilitación y licenciatura para ejercer la carrera del pastoreo. Ocho minutos largos, una toma, se dice pronto. Semejante hazaña inspiró el apodo del filme en los festivales donde ha sido premiada (Toronto, Cannes): «La película ‘El parto de la oveja’». Ríanse, pero pónganse en el caso: ¿es que todo el mundo ha visto cómo vienen al mundo los corderitos que nos comemos asados al horno?

Cine sin rebeldía
El mongol que pinta el etnógrafo Dvortsevoy es un ser como fuera del tiempo, para quien el Zar, Stalin o el actual Presidente son sólo nombres. No es un converso ni un liberado del comunismo, porque seguramente nunca ha sentido qué es eso.
Familia real o ideal, tampoco importa demasiado. Creíble, y basta. Una familia conservadora muy unida,  con una unión que se materializa en pequeños ritos. Un ejemplo.  A lo que parece, no hay piojos (¿la censura, tal vez?), pero en su defecto sirven las espinillas. Tendido el padrazo en el suelo, su hijo Beke a caballo sobre su grupa le hace la espalda:

–«¡Mira, la que ha salido!».

Un Demodex de tamaño muy superior al normal es paseado en el extremo del dedo índice ante los ojos, primero de un Odas halagado en su propia potencia sebácea, luego del resto de la familia.
Aunque uno no haya estado nunca en una yurta real, vista la película se hace idea viva. Lo que haya de invención no lo sé, porque como digo no se nota. Leo, por ejemplo, que el rodaje de la película se complicó mucho por la peste de arácnidos y ofidios venenosos que invaden la estepa en primavera. En algo se iría un presupuesto estimado en más de 2 millones de euros, que la verdad, no lucen por ninguna parte.
Aun así, lamenta el autor-director que su obra no ha gustado al gobierno de su país. Los forasteros y la sinécdoque, ya se sabe, pueden imaginar que todo Kazajstán es así de atrasado. ¿Atrasado? Quede tranquilo Nazarbayev y el gobierno que preside. Es de dominio público que en invierno la media de su país es de -13º, que las familias aprovechan para recogerse confortablemente en los poblados, a reparar las yurtas y mandar a los niños a la escuela. Aunque soy extranjero, bien se me alcanza que todo un gran país formado por gentes como las de Tulpan a tiempo completo , ni con el argumento ontológico de San Anselmo es posible.
Me quedo pues, con una alegoría hermosa y un espectáculo entretenido, sin complicaciones. Abajo tiene quien esto lea un espacio todo suyo, para hacerme la caridad de avisarme si sólo soy un tonto simple de buen conformar.


lunes, 5 de marzo de 2012

Forsaco



Una característica de la Izquierda Abertzale ha sido y es el adanismo.  Incluso cuando plantean el desenlace o salida de una larga historia, como es la suya en o con ETA, ellos son adamitas por principio. Adamitas hasta de sí mismos. Con ellos se abre cada mañana un nuevo escenario, y todo valor universal se redefine: razón, justicia, democracia, el bien y el mal. Con ellos siempre se parte de cero, ellos son el cero absoluto. Desde esa premisa ejercen su magisterio infalible. 
Infalible, hasta en la autocrítica. Ahora la IA reconoce errores –errores de ETA, más que suyos, todo sea dicho– y hasta renuncia a su bien ganada victoria, en aras  de una reconciliación sin vencedores ni vencidos. ¿No es eso hacer autocrítica? Un gesto de condolencia, un «lo siento», queda bien. Socializado el sufrimiento, toca ahora socializar la reconciliación.


Socializar
Al nacionalismo sabiniano le dio por inventar palabras con su sentido propio: jeltzale, aberri, ikurriña, lendakari... Medio diccionario vasco es suyo.
El nuevo nacionalismo batasuno no suele crear neologismos, le basta en plan Humpty-Dumpty crear acepciones.  Así,  poco a poco, ese mundo se va haciendo con un léxico nada rico en verdad, pero que desde el primer párrafo permite identificar cualquier discurso suyo: escenario, mesa (para «sentarse a la mesa» o «poner sobre» ella algo), diálogo y negociación, parámetros, dar pasos, la pelota en el tejado, conflicto y fase resolutiva, lucha armada, represión,  presos políticos, fascismo…
«Poner sobre la mesa». Una ‘parabellum’, por ejemplo. Cuántas veces se ha oído aquello de «cuando José Miguel Beñaran, ‘Argala’, puso su pistola sobre la mesa de diálogo…» Acojona, ¿eh? Y eso es lo que cuenta, el gesto jaquetón, el empaque del rito, como en el western. (Lo insustancial es quitarle hierro, como hace ahora la IA, como que «aquella era la prueba de que ETA estaba dispuesta a dejar las armas allí mismo, si se llegaba a un consenso» . ¡Por favor, un respeto a la estética, aunque sea la de lo feo!
Otro artículo muy de poner sobre la mesa son los muertos. Ahora, en la etapa posviolenta, la consigna es socializar el luto: «¿Tus muertos? Pues aquí los míos, hagamos cuentas».

Equidistando
La equidistancia está mal vista. Con todo, acepto el envite. Yo también voy a buscar la equidistancia, definiendo primero el campo: ética o política.
La equidistancia en el oportunismo político no plantea dificultad alguna. Es amoral. Las reglas son simples: ‘Antón pirulero’ y ‘a quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga’.  No; yo me atrevo aquí con la otra equidistancia, la ética pura y dura. Se es, o no se es un canalla, al margen de que el otro lo sea igual, o más. Tu honradez es sólo tuya, no depende para nada de la ajena.
¿Y qué pasa? Que nuestros adamitas redefinen la ética. Por lo visto, para ellos la ética absoluta pertenece a la esfera de ¡la Religión! La ética que a ellos les vale es la de su mundo, la relativa, la del «y tú», o «tú más». En eso consiste su reconciliación socializada.
Yo venía dispuesto a admitir como hipótesis rigurosa de trabajo que también existe la violencia injusta contra el crimen. Esa que ellos tanto jalean, como si el estado de gracia y de justicia fuese un balance mercantil, entre ETA y el Estado. Siempre como hipótesis, pero en serio, yo admito que todas las víctimas de agresión injusta son equivalentes, dignas por igual de consideración y reparación. ¿Lo admiten ellos? Yo diría que no, viendo cómo proceden.
Hasta ahora han ignorado por principio la dignidad de las víctimas de ETA. «No toca», decían. «Condenando no se arregla nada». De pronto, la consigna es que sí, que por narices nos tenemos que reconciliar. Pero aun ahora, el buen patriota de izquierda, antes de dar un pésame por una víctima de ETA, primero comentará en voz alta si lucía uniforme, placa policial; si ostentaba cargo público, liderazgo político; si escribía, en qué periódicos, si… «¿Lo ven? Era parte en el conflicto».
A falta de esos indicios escandalosos, al que sólo parece un simple cadáver de a pie, un pobre diablo colateral, todavía se le hurgará en los bolsillos, cualquier cosa vale, un papelito, qué ideas tenía, de qué pie cojeaba, cuál fue su «algo habrá hecho».
Todas las justificaciones del Holocausto, sin excepción, incluyen esa penosa tarea.

Religión
Pero, como digo, el último hallazgo del eusko-Humpty Dumpty es la exclusión del arrepentimiento, por su naturaleza ‘religiosa’.
¡Si sabrá de eso don Patxi Zabaleta! Por su boca, «Aralar asegura que el arrepentimiento que se exige a ETA es ‘religioso’»:

«No puede exigirse a los presos etarras que se arrepientan para acceder a beneficios penitenciarios, puesto que el arrepentimiento es un "concepto religioso"
El concepto de arrepentimiento es una cuestión de índole personal, individual, que no se puede transferir a la legislación… En la normativa, no existe ese concepto; porque no puede existir, porque es un concepto religioso… La objetividad legal exige que las cosas puedan ser comprobadas, y un arrepentimiento no puede ser comprobado nunca.»

¿En qué quedamos? ¿Por religioso, o por incomprobable? ¡Pero si da igual!:

1. Por sus estudios del seminario, el Sr. Zabaleta debe saber que ‘religioso’ no es lo mismo que teológico o sobrenatural. La ‘religión’ (religio), como la ‘piedad’ (pietas), entra perfectamente en la esfera secular, pues en definitiva es un concepto asociado a la naturaleza social del hombre. Por eso la sociedad civil y secular exige compromisos religiosos con el nombre genérico de ‘juramento’. No el del Catecismo de Astete, por supuesto, ni el de Scarlett O'Hara–«poner a Dios por testigo» etc. –; pero eso ya lo sabe Zabaleta. Por lo civil, un juramento no es más que un compromiso serio con la verdad. Y la verdad es lo más religioso que hay bajo la bóveda celeste.
2. Vamos ahora con lo otro: lo del arrepentimiento imposible de comprobar. A mí me da que también aquí le ayudan poco las nociones del seminario. Arrepentimiento se dice de muchas cosas, muy diferentes. A menudo se confunde con ‘contrición’, ‘dolor de corazón’ o mero pesar por el mal hecho o por sus consecuencias. Aquí no se trata de eso, sino del estado de ánimo que lleva al propósito de enmienda, la decisión firme de no reincidir.
¿Incomprobable? Como cualquier otro compromiso. ¿Qué diferencia hay entre «haré esto» y «no haré lo otro»? Cierto que hay hábitos que tocan a la ‘flaqueza humana’ –los pecados capitales, en general–, donde la reincidencia es más previsible o probable. No parece que sea el caso del  terrorista ‘arrepentido’, que decide dejarlo y colaborar con la Justicia. Parece que bastantes terroristas de hecho están arrepentidos en ese sentido, a falta sólo de que la disciplina de omertà se relaje. Figúrese,  yo creo mucho más en la reinserción de esas personas, que en la renuncia a la violencia de ETA/Batasuna, Bildu o Amaiur, por oportunismo, al calentón de las urnas. ¿No le ocurre lo mismo al Sr. Zabaleta?

Abrenuntio
La IA, tan criada a los pechos de la religión y al calor de sacristías, se ha quedado del cristianismo con la caricatura, y ha desechado lo más noble. La caricatura es el casuismo jesuítico que les lleva a la autojustificación del fariseo, complacido consigo mismo. Repudian en cambio el compromiso responsable: «No se puede servir a dos señores». Dicen que es religioso y no comprobable.
La iniciación bautismal, como bien sabe mucha Izquierda Abertzale, incluye una renuncia definitiva e irreversible a Satanás, sus obras y sus pompas. La renuncia del neófito (o sus padrinos) se complementa con un exorcismo.
Esto viene de muy antiguo. Y la pedagogía misionera a veces aconsejaba atar bien los cabos. A los germanos paganos, por ejemplo, el Diablo no les decía nada, no eran clientes suyos. Otra cosa era su vieja trinidad nacional, formada por Wotan (Odin), Thunar (Thor) y Fro (Freyr). ¡Renunciar a Thor, que les daba las las victorias! No había más remedio.
Copio de una fórmula de las más antiguas, de tiempos del Apóstol de Alemania, san Bonifacio (siglo VIII). Más antigua que las latinas conservadas. Aunque está en viejo bajo alemán se entiende perfectamente. El verbo ‘renunciar’ es casi como el inglés forsake;  ‘sociedad’ es gelde (como Gilde,  guild), ‘obra’ es wercu (como Werke, work), ‘palabra’ es wordu (como Wort o word). Con eso, a renunciar se ha dicho:

–Forsakhis du Diabolae? (¿Renuncias tú al Diablo?)
–Ec forsakho Diabolae (Yo renuncio al Diablo)
–End allum Diabol gelde? (¿Y a toda la sociedad del Diablo?)
–End ec forsakho allum Diabol gelde (Y yo renuncio a toda sociedad del Diablo)
–End allum Diaboles wercum? (¿Y a toda obra del Diablo?)
End ec forsakho allum Diaboles wercum end wordum: Thunar, ende Woden, ende Saxnote.
–Forsakhis du…?
–Forsakho…

A mí la fórmula me gusta. Secularizada, por su puesto. Y ese verbo,  forsacar. Basta de melindres y camelos, eso es lo que hay que oír, algo entendible y creíble:

–Forsaco a ETA. ¡Forsaco! ¡¡¡FORSACO!!!

__________________________
[Crédito de figura: Travis Louie]