domingo, 30 de diciembre de 2018

Soneto con dilema final




¡Vaya! Según el mapa y calendario
(y por el vejestorio que aquí asienta),
parece que ya estoy en Valnoventa:
parada y fonda al túnel Centenario.

Allí entran pocos, y esos en precario;
y como el sol ni luce ni calienta,
los más excusan abultar la cuenta
por la puerta excusada del osario.

Década ratonera, red, garlito
de exclusiva admisión y éxodo raro,
¿a dónde, si aquí hay poco, y nada afuera?

Lo que no tuve ayer, tengo por claro,
no es para mí, ni acá, ni allende el hito
donde Godot no está, ni se le espera.

[O bien, para personas de más fe y esperanza: donde sólo Godot, si acaso, espera.]

Cumplir años: lo que de críos tanto nos importaba –por lo de hacernos mayores, y por los regalos–, pronto se hizo rutina. Rutina sólo rota por ciertas inflexiones en la curva biológica, acreditadas por la filosofía popular: “de los cuarenta para arriba, no te mojes la barriga”, y consejos por el estilo.
Jalonar la vida humana por décadas tiene su sentido. Lo tiene incluso literario, desde que Yahveh, para después del Diluvio, puso límite a esa vida en los 120 años (Génesis, 6: 3). Aunque luego se le olvidó. Los patriarcas posdiluvianos, hijos de Sem, no tan longevos como los de antes del Diluvio, todavía vivieron todos entre los 500 y 200 años (Génesis, 10: 10-12). Teraj, el padre de Abraham, superó en 5 años los dos siglos (ibíd., v. 32), y su hijo, el ‘padre de los creyentes’, murió «en buena ancianidad, viejo y lleno de días», a sus 175 años (Gén., 25: 7), tras enviudar de la vieja y poco fecunda Sara, para casarse de nuevo con Quetura, en la que tuvo hasta seis hijos varones.
En esta breve vida humana hay una década especial: la que completa el centenario, en la que entran relativamente pocos, y de la que muy contados salen vivos, no digamos en condiciones aceptables. Cuando uno entra en ella, es disculpable  que el pobre diablo se meta a filósofo.
Pero filosofar, ¿sobre qué? ¿Sobre la vida misma? Eso está archifilosofado: Nuestras vidas son los ríos, / que van a dar a la mar, / que es el morir. Punto final. ¿Sobre el sentido de la vida? Pues lo dicho: corrientes pequeñas que pierden su identidad en el Océano inmenso.  
La vida es para vivida con naturalidad, con curiosidad, con respeto a sí y al prójimo, mientras sea vida que valga la pena, y cuando no, dejarla. Para lo que no veo la vida es para convertirla en ‘existencia’ metafísica, a modo de rompecabezas insoluble.  No me van los aspavientos filosóficos de mi paisano Miguel de Unamuno, con su sentimiento trágico de la vida, como desesperado por no ser inmortal. Histrionismos, los menos, Don Miguel, en filosofía. Sentimiento trágico. ¿Por qué no cómico? Más divertido.
Volviendo a las décadas vitales. La más importante, la primera, en que se forma y desarrolla la personalidad mediante una lógica que opera sobre todo con mitos. Incluidos los automitos, por supuesto. No es un pensamiento absurdo; al contrario, tiene sus reglas y tablas de verdad, herramienta eficaz para un objetivo sano: crearse un espacio de seguridad en un mundo ambiente desconocido, lleno de sorpresas y sustos. Tan eficaz ese pensamiento primario, que muchos individuos, grupos y sociedades han vivido y viven de las rentas de esa primera década mítica, que es la de la primera educación.
De aquella etapa recuerdo tantas cosas ... Mi relación con los grandes mitos. Mitos externos, como Dios, el Diablo, los Reyes Magos o los espíritus. También automitos: la convicción muy temprana de que mi vida sería larga. ‘Vida larga’ eran entonces unos 60-70 años. Pero es que llegué a creerme que en ese tiempo sería el fin del mundo, y con cierta frecuencia soñaba el mismo sueño de asistir  al Juicio Final: un anfiteatro donde los curiosos entrábamos y salíamos arriba, en las gradas del gallinero, a escuchar las sentencias de vidas ajenas.
En la II Carta a los Corintios hay un texto notable que dice así (13: 11):
«Cuando fui niño, hablaba como niño, pensaba como niño, discurría como niño. Cuando me hice hombre, me dejé de niñerías.»
Notable digo, porque tiene todos los visos de ser un interpolado apócrifo [1]. Pablo no puede ir contra el Cristo, que pone como condición «volverse niño para entrar en el Reino de Dios» (Mateo, 18: 3).
Pues bien, en ese dilema estoy con el pseudo Pablo. En mi segunda década de los 10-20 años, el pensamiento mítico dejó de funcionar. Y del buen Dios, lo único que tuve entonces contra Él fue que dejara de existir para mí: «Elí, Eli, lama sabactaní?» (Mateo, 27: 46) Sentirse huérfano de padre, como cualquier otro ser del universo –como las presas devoradas cada día sin compasión por sus depredadores, o como los huéspedes por sus parásitos–, fue duro, aunque no traumático. Era como entrar en razón, sin dejar del todo los mitos.
Que Dios es mito, lo repitió hasta la saciedad Aristóteles. Y los monjes cristianos medievales copia que te copia al Filósofo, sin entender nada. ¿Existe Dios? A falta de evidencia, algunos trataron de demostrarlo. La Suma Teológica de santo Tomás de Aquino –o de quien sea el mamotreto [2]– es hoy una referencia obsoleta, donde Dios existe porque así le llamamos, para explicar lo que ni siquiera entendemos: Et hunc dicimus deum. Nominalismo puro y duro, flatus vocis. Y por cinco vías, nada menos. Cosas del filosofar. San Anselmo, aquel filósofo niño, se saltó el silogismo por la vía más corta: Dios existe, porque no tiene más remedio que existir. Porque sin Él, lo absoluto y lo perfecto faltaría. Tiene que existir, porque sin el mito de Dios, el mundo sería ateo.
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1. Cfr. Senén Vidal, Las Cartas originales de Pablo. Trotta, 1996, págs. 208-209.
2. La ratio dubitandi es el esfuerzo que hizo su cofrade dominico Natal Alejandro, tratando de probar en su Historia Eclesiástica, contra no sé quién, que el autor de la Suma fue Santo Tomás.

jueves, 13 de diciembre de 2018

¡Por fin!, en el Índice de Asedio al Euskera


Perugino (1448 – 1523): Las Llaves del Reino (del Vascuence)
Existe todo un género literario sobre el “qué se dice de nosotros”. Es natural que nos importe o nos preocupe la opinión ajena, como individuos. Hasta Jesucristo –del que se supone que tendría una idea clara sobre su propio ser– preguntó una vez a sus discípulos qué decía la gente de él;  (y por supuesto, qué se cuchicheaban entre ellos acerca de su rabino). El individuo como tema de opinión es incuestionable: es una categoría natural.
Cuando el “qué dicen de nosotros” se refiere a un grupo, la cosa cambia. El grupo puede ser categoría artificial, y los grupos sociales son artificiales de algún modo. Pero es que, además, la pregunta ni siquiera la hace el grupo, sino un particular que se arroga la representación de lo que él entiende por el grupo. Da lo mismo si se distancia y omite el ‘nosotros’, en apariencia de objetividad.  “¿Qué dicen de los vascos?”, o “¿Qué dicen de nosotros, los vascos?”, al efecto es la misma pregunta.
Pongo el ejemplo de los vascos, porque dentro del género literario ‘qué dicen de’ es toda una especialidad. Hay que ver cuánto les preocupa a ciertos vascos –una minoría exigua, aunque machacona– lo que de los vascos y de ‘lo vasco’ dicen los que ellos consideran no vascos o antivascos. Retorcido, ¿verdad? Un ejemplo.
He topado con un libro, Asedio al Euskera, de Joan Mari Torrealday (Txertoa, 2018), y me llama la atención la cubierta: una gran mira telescópica asestada a la K del EUSKERA. Una estética en la mejor tradición de otras miras letales, pintadas en las paredes de estos pagos, donde ETA ‘asedió’ a su manera a quienes le pareció que sobraban en este país suyo. Por favor, su merced Torrealday: no bromas macabras. Asedio no es lo mismo que tiro al blanco. Su portada no puede ser más siniestra y de mal gusto, para un libro donde  se denuncia «la famosa doctrina, ‘todo es ETA’» (pág. 17).
Quiero decir con esto que el libro por fuera no me cayó bien, es lo de menos. Por dentro no diré lo mismo, porque si bien la gracieta de la mira venatoria se repite en cada capítulo (del 1 al 6), no hay más que una antología de textos ajenos. Nombres históricos junto a otros modernos. De estos, muchos me suenan o les conozco, y algunos tengo por amigos... De pronto, ¡anda, pero si esto lo escribí yo!... Pues qué bien. Jon Juaristi, Fernando Savater, Santiago González, Mikel Azurmendi, Fernando García de Cortázar … Por limitarme a varios cuya amistad me honra, y a quienes todo el mundo conoce, ¿cómo podría molestar a mi ego el que un celador de la política lingüística vasca me meta en su saco con tan ilustres discrepantes?
Por lo demás, lástima de compra, ni siquiera como antología es bueno este batiburrillo de textos compilados ad hominem, con más torpeza y mala baba que criterio. Que tampoco es libro nuevo. El mismo autor en 1998 publicó El libro negro del Euskera, «el hermano menor de este». ¡Pero si nació antes! Bueno, menor en volumen y en precio. En La mira telescó …, que me diga, en El asedio al Euskera, «el 61 % de los materiales son posteriores a 1978». Ojo a la fecha, porque el mensaje es claro: tras el franquismo y con la restitución de la democracia, nada ha cambiado para esa lengua, siempre a la defensiva de un frente enemigo.
Antes de entrar en la pequeña parte que me toca de ése que Torrealday llama «mi libro», me pregunto cómo se atreve a llamarlo suyo. Textos de cortipega, articulados en varios capítulos, según el tipo de ofensa que les imputa el  compilador, que como buen parásito ni se molesta en comentar lo que copia o en presentar a sus copiados. ¿Para qué, si aquí nos conocemos todos? Es toda la monserga de este inquisidor en las magras  introducciones a sus capítulos, donde sólo unos pocos favoritos de sus filias y fobias tiene entrada, siempre previo peaje de sus textos. Un ligero cálculo sobre el contenido me da lo siguiente (en páginas):

Portada, Bibliografía, Índice: 8 páginas.
Texto propio: 63
Textos ajenos: 331

Un 19 % de texto propio. Una quinta parte que de hecho no pasa de la mitad (10 %), pues aun esas páginas de Torrealday en primera persona están igualmente plagadas de citas. Por ejemplo, en el capítulo 3. Franquismo, el gasto se lo hacen Dionisio Ridruejo con Luis Antonio de Vega; y en el apartado 4.3. Cultura Vasca en el Estado de las Autonomías, la fiesta corre de cuenta de Matías Múgica y Jon Juaristi. Y aun ese 10 % de propiedad intelectual que, siendo generosos, se le puede reconocer, se queda en menos, porque esos textos ‘propios’ van impresos en cuerpo más grande y mayor interlineado. A cara de perro, el aporte de materia gris del compilador de «mi libro» no llega ni al 7 por ciento. A su lado, el Doctor ‘Mitesis’ pasa por escritor original.
Porque esa es otra. Hasta qué punto es de recibo que un Fulanoalday publique y venda como suyo un libro a base de textos ajenos, no como simples citas en el contexto de un discurso propio, sino como la sustancia de ‘su’ libro, sin autorización de los verdaderos autores, atropellando el derecho de propiedad intelectual. ‘Asediar al Euskera’, tal como lo entiende el euskotalibán, convierte cualquier escrito que toque a su ‘lengua propia’, y a él no le guste,  en bien mostrenco, deformable y manipulable mediante la técnica del recorte contextual, sin puntos suspensivos ni pista que valga.
Así cualquiera compone libros. Publicarlos es otra cosa, porque no todo el mundo tiene acceso a las subvenciones. O sea, doble parásito este francotirador, que primero expolia y luego tira con pólvora del Rey, es decir con nuestro dinero. Y poner a los autores en bloque, juntos y revueltos en pelotón de fusilamiento como enemigos del eusquera, es marcarlos en lista para el ostracismo en la Euskal Herria ortodoxa. De la ultra-ortodoxa… ¡Ah, que esta última ya no! ¡Que ETA ya no mata!... Mil perdones. En efecto, escribe (pág. 175):
«He mencionado la palabra ‘lista’. Maldición. Cuando publiqué El libro negro del euskera en 1998, Jon Juaristi lo calificó de libelo, y a mí de confeccionar listas de nombres para el linchamiento a cargo de ETA. Constato que, diecisiete años más tarde, Juaristi sigue en las mismas. [...] ¿Listas? ¿Listas para qué y para quien en 2016
Como en el cine procesal, “No hay más preguntas, señoría”. Queda entendido que antes del 2016 tuvo sentido hablar de listas ‘para alguien y para algo’. ETA no mata ya. Pero mataba, amigo Torre (aunque usted no lo sabía) a mansalva, cuando usted consiguió publicar su libro o libelo, donde algunos se vieron en la mira de ETA. ¿Listas para qué y para quién? No se haga el bobo, esta mierda de libros que antes fueron guías para  sacudidores del árbol, hoy son las mismas guías para repartidores de nueces.
Trabajo sucio, pero bien remunerado. El compilador de aquel Libro negro de 1998, «el hermano pequeño de esta obra» (¡y dale!), está contento de su criatura. Es humano y disculpable, aunque aquello era sólo una masa informe de citas sin estructura: «un contínuum indiferenciado», reconoce él en piadoso eufemismo (pág. 16). Que, por cierto, no sería mala traducción del tohu-bohu o caos del Génesis. Con todo, el padre tan feliz, porque (pág. 389)
«las numerosas reimpresiones que el libro ha conocido hasta el día de hoy dan testimonio del éxito y de la aceptación social que ha logrado»  
Hombre, no pasarse de optimista. Cabe otra explicación más simple para un éxito casero de este tipo. Piense también en compradores como yo... Pero bueno, yo he venido a hablar de mi libro. Digo, de lo que Torrealday se ha servido tomarme por las buenas para llenar casi página y media de esta nueva obra. Se trata de un artículo del Blog Bellosticalle (sic): ‘La cópula de ETA’, de 3 de febrero de 2011.
A propósito de blogs como cotos de caza, dice nuestro sabueso furtivo Torrealday (pág. 16):
«También he husmeado en las redes sociales y en los blogs, pero, salvo algunas excepciones (Jomra, Alots, Gezuraga y alguno más), no he encontrado materiales de calidad.»
De esas excepciones calificadas nada veo en la antología de Torre. Tampoco de los otros blogs sin calidad, salvo este donde escribo. Se me escapa el motivo de tan singular visitación, mientras exclamo con Santa Isabel: «¿De dónde a mí…?» (Pues, en efecto, aquello lo escribí de víspera, el día de la Candelaria.)

Lástima de margaritas … (Mateo 7: 6)
‘La cópula de ETA’ fue un artículo de humor satírico, sobre una situación real: el habla vascuence unificada (o batua) repite mucho eta, hasta el punto de llamar la atención del forastero:
– Oigo hablar en vuestra lengua propia, y no falla: todo el tiempo, ETA por aquí, ETA por allá, y a veces a pares: ‘ETA… ETA…’ ¿Es que los vascos no tenéis otro tema de conversación?
La repetidísima eta vasca no es más que la conjunción copulativa, igual de repetida en cualquier otra lengua. Por ejemplo, en latín et, de donde vienen las formas romances e/y, como también las vascas ta/eta, en relación todas con el griego τέ, τα etc. Por eso en el artículo preguntaba yo (y sigo preguntándome, no crean) si la Real Academia de la Lengua Vasca, disponiendo de dos variantes de la misma copulativa (ta/eta), hizo bien eligiendo la larga, cuando por ley general del lenguaje ese tipo de palabras suelen ser cortas: las llamadas partículas gramaticales. La propia ETA, para su nombre vasco, Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi Y Liberación), adoptó la forma breve ta [*].
«¿Fue acertada la opción de la Real Academia Vasca? Yo diría que no fue prudente. Desde entonces, el habla de los vascos se colmó de ETAS. O lo que es lo mismo, la relación entre el euskera y esa palabreja es muy, pero que muy anterior a la última y denostada declaración del lendacari López, afirmando que sin ETA el vascuence saldría ganando. Y vaya que sí. Porque para los etarras fue como tocarles la lotería, una propaganda gratuita a todas horas.»
Por la misma pauta seguía la broma, digamos, filológica. Humor y broma fuera de lugar, pues sobre lo vasco, risas las justas, y para ésas ya tenemos la ETB, que hasta se pasan. Conque bromas fuera, el Gran Inquisidor Torquemalday, metido también a Gran Censor Torretijeras, corta por lo sano y mutila sin piedad mi criatura. Y así desgraciada, le encasqueta el epígrafe ETA-ETA-ETA, y me la coloca… fuera de lugar.
Sí, porque teniendo esta Santo Oficio vascongado un calabozo 5. Todo es ETA, va y me encierra en el 4.5. La política lingüística. Ni con calzador. Mi texto mutilado (tampoco el completo) no roza siquiera este tema. Sobre el rechazo de Belosticalle a la política lingüística en la Comunidad Vasca, tiene Torrealday material para llenar todo un capítulo. Sugerencia de la casa: ‘La doma blanda’  (10 de junio 2013).
Así no, amigo TorreAlday. Y me asombra, en todo un Real Académico de Euskaltzaindia, esa incapacidad para distinguir un género literario, una forma y un contenido. Mi artículo será más o menos malo, pero usted no es quién para volverlo del revés, y hacer de Belosticalle su muñeco de ventrílocuo. ¿Que en el vascuence hablado de hoy ‘todo es ETA’? I only tried being sarcastic, pero usted sea consecuente y métame en su Quinta Galería, la 5. Todo es ETA. Otro día lo hablamos.
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[*] Mi artículo pone que ETA se crea en 1969. Debí decir 1966, refiriéndome por supuesto a la ETA Berri o ‘ETA la Nueva’, porque la fundación de ETA se remonta a 1958.