jueves, 29 de enero de 2015

Qué dijo Mahoma (1)





«El Islam ofrece dos caminos seguros para guía de la humanidad: Uno de ellos es el Corán con sus versículos manifiestos. El otro camino, consistente con el primero, es lo que nosotros llamamos la Sunna o Hadîth.»
Así empieza el prólogo de una edición moderna del Hadith, esa senda alternativa, aunque consistente con el Corán y no menos fiable, pues la meta es una misma: la salvación del creyente [1].
No hace falta ningún motivo especial para que Occidente se interese por el Islam, y menos que ninguno la reciente masacre yihadista, bajo pretexto de supuestas ofensas a Mahoma y su religión. Tampoco hay que mezclar ese interés con la islamofobia, aunque la relación exista, pero es otro problema.
Nadie debe poner en duda la buena fe de muchos creyentes musulmanes, como la de muchos cristianos y judíos, por ceñirnos a la llamadas ‘Tres Religiones del Libro’. Pero la buena fe no está reñida con el examen crítico de lo que se profesa. Si una religión preconizara el sacrificio humano y el canibalismo, la necrofilia, el robo a mano armada y la opresión del débil por el fuerte, sería cosa de investigarla, a la religión y a sus líderes, para proscribirla y ponerlos a buen recaudo, en una sociedad civilizada.


Religiones y razón crítica
El hecho es que en los libros sagrados de las tres religiones se leen cosas chocantes con la idea laica moderna de lo que es aceptable. La Biblia pone en boca de Dios preceptos de violencia, esclavitud e incluso exterminio del ‘otro’. El Nuevo Testamento fomenta el antisemitismo, tolera la esclavitud y consagra cierta inferioridad de las mujeres. Las religiones judía y cristiana tienen amplio historial de intolerancia y violencia, consecuente en parte con sus contenidos doctrinales.
Sin embargo, tanto el judaísmo como el cristianismo han aceptado para sus libros sagrados, sus instituciones y toda su ejecutoria religiosa y cultural,  una autocrítica racional liberal, con el resultado de una entente entre creyentes y no creyentes, admitiendo todos que la convivencia se basa en el laicismo político.
Muy otro es el caso del Islam. Esta religión todavía no ha pasado su sarampión crítico y por lo mismo no ha entendido el valor del laicismo. El Islam ortodoxo sigue tratando de imponer su norma religiosa (sharica) como base del ordenamiento civil –que en rigor no es ‘civil’ allí donde el Islam manda [2].
«Lo que uno cree es irrelevante para la Física», dice el protagonista de ‘La Teoría del Todo’. Cualquier creencia es irrelevante para la realidad. Incluso (y esto sí que es paradoja) lo que uno crea es irrelevante para la Religión. Desde un punto de vista racional laico, ninguna religión es más verdadera que otra, y ninguna está por encima de la libertad individual, lo mismo si se trata de aceptar o no aceptar religión, que de cambiarla o renunciar a ella. Esta es una de las cosas que, por falta de auto crítica, los musulmanes no han entendido.
El Islam en teoría no se impone por la fuerza. En la práctica, ese principio se ha violado muchas veces. Allí donde el Islam gobierna, la apostasía se castiga con la muerte, y en todo caso, con un rechazo equivalente a muerte civil. En cuanto a las demás religiones, se las contempla desde una superioridad nada proclive a las comparaciones, y las críticas que se hacen de ellas, para uso de los fieles, suelen ser muy displicentes.
En este sentido, como en otros más, es excepcional la secta islámica heterodoxa Ahmadiyyah [3]. Son proselitistas estudiosos que no rehúsan la confrontación y aprovechan todos los recursos de la crítica contra la Biblia (Antiguo y Nuevo Testamento) o contra los Vedas del hinduismo.
Desde hace muchos años tengo una edición ahmadiyyah del Corán [4]. En un estudio introductorio bastante extenso, presentando el Islam y su revelación , se entabla un análisis bastante racionalista de la Biblia y algo se dice también contra los Vedas.  Por supuesto, a los autores ni se les ocurre aplicar la misma criba a su propio texto sagrado. Tal proceder es normal en la divulgación y catequesis islámica que podríamos llamar más ‘abierta’. Es como decir que el Islam, el Corán y Mahoma no admiten crítica porque no tienen tacha, son intocables; cosa que el no creyente no tiene por qué admitir bajo palabra.
Aquí conviene prevenir un malentendido. Nadie niega que dentro del Islam en la Edad Media se aplicaron métodos críticos en el estudio de textos y tradiciones. Eso mismo ya existía también entre judíos y cristianos, discutiendo por ejemplo si una frase de la Biblia pertenece al texto ‘original’, o si es glosa interpolada, o cómo se interpreta. Aquí no se trata de esas ‘críticas’ internas de tipo técnico, usadas desde siempre en filología, derecho, medicina etc. La crítica racionalista, cartesiana, es otra cosa. Aquellas críticas buscaban la depuración y la concordancia interna del sistema. Esta otra busca contrastar el sistema con la razón más pura y objetiva a nuestro alcance.


El Libro y la Palabra
En su día escribí un artículo, ‘Qué dice el Corán’. Hoy toca escribir este otro, ‘Qué dijo Mahoma’.  Los títulos marcan una diferencia: si el Corán se autoproclama  palabra de Dios, la sunna quiere ser la palabra de su Profeta.
Ya antes de Mahoma, entre los árabes regía la sunna: la regla de conducta marcada por la tradición de los antepasados. Al implantarse el Islam, junto con el Corán se implanta una nueva sunna: el ejemplo de Mahoma en sus hechos y sus dichos. Esa vida ejemplar se conocía gracias al hadîth, que en árabe significa ‘relato’ o ‘dicho’. En sentido técnico, es el conjunto de dichos, relatos o anécdotas de o sobre Mahoma, que no se escribieron entonces, sino que circularon como tradición oral.
Los hadithes [5] se citaban de memoria en la vida diaria, en la predicación, en la enseñanza, en el juzgado, según venían a cuento para ilustrar un tema, una situación concreta. Dado  que muchas veces se ventilaban temas conflictivos, aparecían nuevos hadithes como de encargo, incluso contradictorios. Muchos conversos al Islam eran judíos o cristianos de sectas muy diversas, o de otras religiones con sus tradiciones propias, y así no era raro sacar a Mahoma opinando sobre materias que en vida nunca llegó a conocer.
Pronto se sintió la necesidad de compilar y poner en orden tanta mole no escrita.  Las primeras colecciones se formaron con dichos sobre todo de origen medinés (Medina, la ‘Casa de la Sunna’). Esto ya marcaba un sesgo, el mismo que tomó el Profeta en su etapa de mayor autoridad y prestigio hasta su muerte.
El primer problema era distinguir lo auténtico de lo apócrifo, seleccionando además las variantes más seguras. Para la mentalidad de los tradicionistas musulmanes en el siglo III de la Hégira (siglo IX de la Era Cristiana), el requisito de garantía era la ‘cadena de transmisión’. Por eso, en todo hadîth se distinguen dos elementos: el texto (matn, cuerpo, sustancia) y el isnâd o cadena de testigos por orden ascendente, hasta el primero que citó el texto en cuestión.
Insisto aquí en lo dicho sobre ‘crítica’. Los especialistas en hadîth debatieron ásperamente la autenticidad, pero en su mentalidad les preocupaban sobre todo las minucias técnicas de la transmisión o isnad. Aquella crítica se cebó más en la cáscara que en el meollo.  
De tantas colecciones, algunas alcanzaron gran prestigio por su riqueza y método, sobre todo la de Al-Bujari y la de Muslim (siglo IX). Ambas pasan por sahih (sano, auténtico) y están disponibles en la red en texto bilingüe árabe-inglés. El Sahih de Muslim cubre 7 tomos. El Sahih de Al-Bukhari, 9 tomos, pero hay también una edición resumida bilingüe en un tomo de más de 1.000 páginas [6]
Quede bien entendido que en estas ediciones  lo ‘sano’ es el original árabe. El inglés, a menudo desconcertante, es responsabilidad del traductor, aunque sin duda alguna un doctor de Universidad Islámica conoce bien su trabajo, y así lo acredita el revisor parcial del resumen [7]. No en vano dijo Mahoma:
«Quien quiera que de mala fe me atribuye algo falsamente, ya puede ir  buscando su asiento en el Infierno».
Toda esta mole –y es sólo una parte del edificio– criba más de 5.000 anécdotas distintas, cada una con su cadena de transmisión oral. El material se distribuye en libros con sus títulos, y los libros en capítulos, pero los hadîthes llevan numeración correlativa propia .
El texto o sustancia suele ser un hecho o un dicho del propio Mahoma, o bien algo que dijo sobre Mahoma un testigo privilegiado: Aixa, la mujer y viuda del Profeta (conocida como ‘la Madre de los creyentes’); o bien alguno o varios de los ‘compañeros’ del Profeta etc.
Lo importante para el musulmán es el valor normativo de la vida y la palabra de Mahoma, como modelo de conducta y de interpretación práctica del Corán. En este sentido, también los cristianos primitivos recogieron sentencias (lógia) atribuidas a Jesucristo, y que no constaban en el Nuevo Testamento. La gran diferencia es que el magisterio de Jesús se recoge ampliamente en los Evangelios, mientras que el Corán dice poco del magisterio personal de Mahoma [8].

¿De qué trata el hadîth?
El Sajij de Bujari comprende 88 libros. Desde un punto de vista profano, ofrece una panorámica de la cultura árabe en los siglos I-II de la Hégira, y para el antropólogo es una mina de información, pues el anecdotario cubre todos los aspectos de la vida privada y social, incluidos hábitos higiénicos, dietéticos, sexuales e indumentarios, buenos y malos modales, preocupaciones y supersticiones, eclipses, sueños, cuestiones éticas y rituales, deberes religiosos etc.
Según eso, llama la atención el ‘orden’ –o la falta de él, según nuestra lógica–, cuando a los tres primeros libros religiosos sobre Revelación, Fe y Conocimiento sigue un cuarto sobre Abluciones (incluidos problemas de retrete y sexo), un quinto sobre Baños (con otro  tanto de sexo), y en fin, un libro sexto sobre la Menstruación, antes de pasar a la Ablución en Seco (tayammum) y, de nuevo, al tema propiamente religioso de las Oraciones, cómo, cuándo y dónde hacerlas.
Ni la Biblia, ni el Talmud ni los moralistas judeocristianos se han librado de fantasmas sexuales y lustrales. Pero en general esos temas de pureza ritual ya sólo preocupan y definen a la ultra-ortodoxia. En el Islam en cambio, todo el mundo es ultra-ortodoxo en ese sentido. Un tema fisiológico como la menstruación sigue figurando entre las grandes preocupaciones del buen creyente, porque esa misma importancia tuvo para Mahoma.
Es hora de asomarnos a un pequeño muestrario de la Sunna. Desde luego, los dichos no los he tomado al azar, pero tampoco buscando el morbo. Téngase en cuenta que el lenguaje es de lo más escueto y desinhibido, sobre cualquiera materia por escabrosa que parezca. Hay un tema de actualidad, que es el yihad o ‘guerra santa’, la violencia en pro del Islam. No tiene entrada en este artículo [9].
Por lo demás, que el lector pruebe y saque sus consecuencias.



Sobre la Revelación
Mahoma pasó por ser un místico que recibía información revelada. ¿Cómo y en qué condiciones? Veamos:
Crisis de angustia  MSB, 1, 1, nº 2 (p. 49):
De Aixa:
En cierta ocasión, Al-Harith ibn Hixam preguntó al Apóstol de Alá:

–Apóstol de Alá, ¿cómo te sobreviene la revelación?
–A veces me sobreviene como el tañido de una esquila. Esta es la forma más difícil para mí, porque hasta que no se me pasa no me doy cuenta de lo que se me ha dicho. Otras veces el ángel se me aparece como un hombre que me habla, y yo entiendo lo que dice.

Añadió Aixa:
–También he visto sobrevenirle la revelación en día de frío intenso, que daba dientes con dientes del frío, mientras su frente  se cubría de sudor.
Los accesos no fueron iguales desde el principio. Diríase que Mahoma va adquiriendo técnica, y en el culmen de su carrera profética las revelaciones se vuelven oportunistas,  incluso previsibles, determinadas por la situación concreta. Aquí entran las famosas dispensas y contra órdenes respecto a lo ya revelado. Pero los comienzos fueron más trabajosos. El joven Mahoma estaba entonces casado con su protectora la viuda Jadicha, y lo que la joven Aixa, aún no nacida, pueda contar de entonces es de segunda mano:
Comienzos difíciles  MSB, 1, 1, nº 3 (pp. 50-51):
De Aixa:
–En los comienzos, la inspiración del Apóstol de Alá consistía en una visión feliz en sueños. Realmente no veía cosa concreta, sino algo así como el despuntar del alba, y entonces le entraba gran deseo de retiro y se encerraba en la cueva de Hira, donde pasaba en adoración noches seguidas, antes de querer volver a su familia. Al efecto, tomaba consigo ración de comida. Luego volvía a casa de Jadicha y tomaba la comida igual que ella, hasta que venía a él la Verdad, y de nuevo él a la cueva de Hira.

[Aquí el relato pasa de tercera a primera persona.]
Entonces le venía el ángel y decía:
–Recita [mejor que ‘Lee’].
–No soy capaz de recitar.
Entonces el ángel me agarraba y me apretaba hasta dejarme sin fuerza. Luego me soltaba y decía:
–Recita.
–No soy capaz de hacerlo.
Por segunda vez me agarraba y apretaba el ángel, hasta dejarme exhausto, soltándome otras vez mientras decía:
–Recita.
–Imposible.
Entonces me agarraba y apretaba por tercera vez, y soltándome decía:
–Recita: “en el Nombre de tu Señor que creó al hombre de un cuajarón”. Recita: “y tu Señor es el más Generoso”.

¡Por fin! Cobraban cuerpo las primeras aleyas o versículos del Corán. Como se ve, Mahoma compartió con profetas más antiguos (Moisés, Jeremías) las primeras angustias y la dificultad para expresarse.  

El Apóstol de Alá volvía a reunirse con Jadicha, y entrando a ella con el corazón palpitante decía:
–¡Tapadme, tapadme!
Y le tapaban, hasta que se le iba el espanto.
Entonces dirigiéndose a Jadicha le manifestaba:
–Temo por mi vida.
–No quiera Dios, por Alá, Él nunca te hará daño. Tú estás a bien con todo el mundo y te llevas bien con todos, ayudas al indigente, blasonas de hospitalidad, acudes a los desasistidos.

Entonces Jadicha le acompaña a donde Waraqa ibn Naufal Ibn Asad ibn Abdul-Uzza, un primo de Jadicha, que eventualmente había sido cristiano en tiempo de la ‘ignorancia’ [antes del Islam], y se dedicaba a copiar la Biblia Hebrea, como también textos del Evangelio, a la buena de Dios. Era muy anciano y estaba ciego.

Jadicha le dijo:
–Primo mío, escucha esto de tu sobrino.
–¿Qué has visto, sobrino?, preguntó Waraqa.
El Apóstol de Alá le refirió su visión. Waraqa le explicó:
–Se trata de la Ley, que Dios hijo bajar sobre Moisés. Ojalá vuelva yo a trabajar en ella, ojalá esté yo vivo cuando tu pueblo te expulse.
–¿Cómo, que han de expulsarme? –dijo el Apóstol de Alá.
–Sí. Nadie vino nunca con cosa como la tuya, sino a las malas. Si me indicas tu día, cuenta conmigo.
Sin embargo, Waraqa no tardó en morir, y entonces cesó la Revelación.

Pero la carrera del Profeta sólo había empezado. Tras una pausa, la Revelación se reanuda de repente y con nuevo brío:

Por fin, el Corán  MSB 1, nº 4 (p. 52):

De Jabir ibn Abdalá al Ansari: Esto es lo que narró [Mahoma] sobre la pausa de la Revelación:

–Iba yo andando cuando oigo una voz del cielo. Levanto la cabeza, y he aquí el ángel que vino a mí en la cueva de Hira, sentado en un trono entre el cielo y la tierra.
Yo me asusté de él y volví sobre mis pasos:
–¡Tapadme, tapadme!
Entonces Alá hizo bajar [los versículos] (Azora 74), «¡Oh tú el tapado, levántate y despierta, y a tu Señor engrandece. Purifica tus vestidos y abstente de versificar» etc.

«Abstente del ruchz»: lo que suelen traducir como ‘abominación’ (ídolos, manjares impuros etc.), también puede referirse a expresarse en verso, como los oráculos paganos. Aunque el Corán está compuesto en prosa rimada, Mahoma  siempre insistió en que él no era ‘poeta’.

El sello de la Profecía
Hemos visto al anciano copista cristiano Waraqa descifrando el primero las revelaciones confusas de su joven pariente, como reminiscencias oídas del Evangelio y de la Historia Sagrada. También según la tradición, Waraqa fue el primero que buscó y descubrió en Mahoma el  sello de la profecía.
En todo el folclore universal se ha conocido el sello,  la señal corporal o el amuleto que permite reconocer al héroe elegido. En el caso de Mahoma, la señal se refería a su calidad profética. El anciano buscó y rebuscó, hasta dar con un quiste abultado, del tamaño de un huevo de paloma, localizado en la espalda entre los omóplatos del visionario.
Sin embargo, una interpretación más elevada hará caso omiso de aquel estigma corporal, y se hablará de ‘el Sello de los Profetas’, como título del propio Mahoma. El último de los profetas después de Jesucristo, con él se cierra y sella la serie de enviados de Dios. El Islam, la religión definitiva.

Exclusivas de Mahoma, según Mahoma MSB 7, 1, nº 224 (p. 151)

Dijo el Profeta (ruegue Alá por él y tenga paz):

–Cinco cosas se me han dado, no concedidas a nadie antes de mí:

  1. Soy victorioso por el terror en 30 jornadas de distancia [literalmente, un mes = unos 1.000 kms a la redonda].
  2. La tierra me ha sido puesta como mezquita [lugar de oración] y como  medio de purificación [ablución seca con tierra].
  3. A mí me es lícito hacer presas, cosa no permitida a nadie antes de mí.
  4. También se me ha dado la abogacía [facultad de intercesión, el Día del Juicio].
  5. Cada profeta fue enviado a su pueblo en particular, pero yo he sido enviado a la humanidad en general.

La parábola del árbol perenne  MSB 3, 3, nº 56 (p. 83)

Dijo el Apóstol de Alá:

–En verdad, entre los árboles hay uno al que no se le cae la hoja, y es la semejanza del musulmán. Decidme, cuál es.
Todos se pusieron a discurrir sobre los árboles del desierto.
Luego dirá Abdalá:
–A mí se me ocurrió que era la palmera, pero me dio corte [y callé].
Finalmente dijeron:
–Dinos cuál es el árbol, Apóstol de Alá.
–La palmera.

Sueño del conocimiento  MSB 3, 14, nº 73 (90)

De Aben Omar. Dijo haber oído al Apóstol de Alá decir:

–Estando yo durmiendo, se me dio una copa de leche y bebí, hasta que ví que me salía el líquido por las uñas. Entonces pasé el resto a Omar Inb Jattab.
Dijeron [los compañeros]:
–¿Y cómo lo interpretas, oh Apóstol de Alá?
–El conocimiento.

Los portentos de la Hora  MBR 3, 13, nº 71-72 (p. 89-90)

Como tantas otras religiones, también el Islam tiene prevista su ‘hora baja’. De ello y sus síntomas habló el Profeta, en distintas versiones:

–He aquí algunos de los síntomas de la Hora:

  1. Faltará la ciencia y cundirá la ignorancia.
  2. Se beberá vino.
  3. Se fornicará abiertamente.
  4. Se multiplicarán las mujeres y escasearán los hombres, hasta llegar a cincuenta mujeres por cada marido.

Otros relatos precisan que la pérdida de ciencia no será porque Dios la borre del corazón de los creyentes, sino porque los sabios se irán muriendo sin reemplazo hasta no quedar uno, y el pueblo seguirá el magisterio de ignorantes.

Los mandamientos de Mahoma son cinco   MSB 2, 9, nº 18. (p. 62)
Dijo el Apóstol de Alá, rodeado de un grupo de compañeros:

–Convenid conmigo en que:
  1. No adoraréis cosa alguna además de Alá.  
  2. Ni robaréis.
  3. Ni fornicaréis.
  4. Ni mataréis a vuestros hijos.
  5. Ni levantaréis falso testimonio

La perfidia de las mujeres  MSB 2, 17, nº 27 (p. 67):
Dijo el Profeta:

–He visto el Fuego [del Infierno], y he aquí que la mayoría que lo puebla son mujeres pérfidas.
–¿Pérfidas a Alá?
–Pérfidas al marido; y pérfidas al bien que se las hizo.  Si te portaste bien con una de ellas algún tiempo, basta con que ella vea en tí algo [negativo] para que diga: «Nunca vi de tu parte cosa buena» .

No concluyamos de ahí a la ligera que el Cielo sea un refugio masculino. Según otro  relato, tal vez procedente de círculos sufíes y con tufo de apócrifo, un santo varón fue invitado al Paraíso y allí había pocos hombres:

–¿Quiénes son estos?
–Los maridos sabios, los que desconfiaron de sus mujeres.
–¿Y los demás?
–Ellos y ellas están en el limbo.

Asentimiento tácito  MSB 60, 14, nº. 1848-1849
Según Abu Huraira, dijo el Profeta:
–Una matrona no debe darse en matrimonio sin antes ser consultada; y lo mismo una virgen, sin pedirle su consentimiento.
La gente preguntó:
–¡Oh Apóstol de Alá! ¿Y cómo se sabe si consiente?
–Si calla, consiente.

Lo mismo, según Aixa:
Yo le dije:
–¡Oh Apóstol de Alá! Una virgen es tímida.
–Si calla, consiente.

Crimen y Castigo
La siguiente terrible historia procede de uno de los compañeros de Mahoma. El título del capítulo en la colección de Bujari es así de simple:
«Orines de camello, de ovino y ganado menor, y sus apriscos.»
Un título perplejizante para el lector moderno ajeno al Islam. Porque el relato dice así:
      MSB  , p. 131 (c. 51, Nº 173):
Cierta gente de los Ukal o de los Uraina vino a Medina, pero como no les pintaba el aire, el Profeta les mandó al rebaño de las camellas, y que bebieran de su orina y de su leche, pues con eso mejorarían. Pues bien, una vez sanos, mataron a los pastores del Profeta y secuestraron el ganado.
A primera hora de la mañana llega la noticia. El envió gente tras sus huellas, y a medio día se los trajeron. Él mandó cortarles las manos y los pies y vaciarles los ojos [otra lectura: quemárselos con hierro candente], y fueron confinados en El Harra, donde pedían de beber pero no se les daba.

Por hoy, más que bastante. Que aproveche.



[1] Sahîh Muslim. Darussalam, Riyadh, 2007; t. 1, pág. 16.
[2] «El Islam es un sistema (o régimen) celestial para todos los moradores de la tierra… En el mundo entero, la humanidad sufre muchos desastres, calamidades y guerras, por causa de sus diferencias en la fe y de organizaciones que la han fracturado de la peor manera. Así pues, no queda otro camino de seguridad, de salvación y de paz, si no es con el Islam, es decir, poniendo en práctica las Leyes de Alá su Creador (a saber, el Corán y la Suna).» Muhtasar Sahîh al-Bukhâri / Summarized Sahîh al-Bukhâri. Arabic-English. Darussalam, Riyadh, 1994, pág. 12 (‘A Note from the Publisher’).
[3] La Ahmadiyyah, fundada en la India por el visionario Mirza Gulam Ahmad (1876), debería considerarse ‘ortodoxa’ por su origen sunita y porque su intención primaria fue refutar críticamente el cristianismo y sus contradicciones. Sólo cuando Ahmad se declaró mahdi (caudillo), profeta, califa y mesías, se puso enfrente a propios y extraños. Como profeta, no se le daba mal, pues las calamidades que anunciaba a sus contrarios se cumplían con exactitud, irritando por igual a musulmanes, cristianos, hindúes, sijs y, por supuesto, a las autoridades británicas, aunque él muy juiciosamente recomendó la sumisión al poder colonial. Esta actitud no violenta le convirtió en hereje. La Ahmadiyyah es muy proselitista y misionera, y representa una variante abierta y liberal dentro del Islam, rechazando la pena de muerte para los apóstatas.
[4] Al-Qur’ân al-Hakîm / Der Heilige Qur-ân. Arabisch-Deutsch. Ahmadiyya-Mission des Islams, Wiesbaden, 1954.
[5] El plural de hadîth es ahâdith; el plural españolizado, hadithes, es para entendernos.
[6] Sahîh al-Bukhâri / The Translation of the Meanings of Sahîh Al-Bukhâri. Arabic-English. Darussalam, Riyadh, 1997; 9 tomos (SB9). Sobre el Muhtasar o Resumen, v. nota [2] (MSB). Sahîh Muslim. Darussalam, Riyadh, 2007; 7 tomos (SM7).
[7] M. Amin al-Misri, de la Univ. Islámica de Medina: «He revisado una porción de esta traducción, encontrando que el traductor ha salido airoso expresando el sentido del original en un inglés sencillo y comprensible sin complicaciones. He observado también que ha sabido escoger la mejor interpretación y la más auténtica de algunos hadithes interpretados de distinto modo por los estudiosos… Estoy perfectamente seguro de que la traducción, con el favor de Alá…, raya la perfección» (MSB, pág. 6).
[8] El propio Mahoma prohibió a los escribas del Corán interpolar en él nada que hubiesen oído sobre el Profeta. Cada cosa en su sitio (SM7, Nº 7510).
[9] En SB, el libro 53 se titula el Jihad. En MSB ocupa las págs. 580 y sigs. Este mismo Resumen lleva un apéndice final explicando el yihad, pág. 1081.



Créditos de figuras:
Mahoma instruyendo a su gente. De Vestigios del Pasado, de Al-Biruni. Miniatura persa (s. XIII). Edinburgh University Library, Scotland.
Mahoma recibe la primera revelación del ángel Gabriel. De la Crónica de Rashid al-Din (1307). Miniatura persa. Edinburgh University Library, Scotland.
Fuente:   ‘Islamic Depictions of Mohammed in Full’