miércoles, 7 de marzo de 2018

Madrid, Madrid, Madrid


Andoni Ortuzar e Íñigo Urkullu en preening recíproco
No es el chotis de Lara, no. Es la murga del Partido, la murga de Urkullu y de Ortuzar.
El nacionalismo vasco –así se llame ‘moderado’, con oxímoron, o ‘radical’, con pleonasmo– suele proyectar a su eterno Adversario político (‘ellos’) sobre un punto en el mapa: Madrid [1].
Esto no es de ahora, ni de hace un siglo, cuando se fundaba el PNV, ni tampoco es original del mismo. Es un resabio heredado de tiempos anteriores. En especial, desde el XVIII, cuando la burguesía de las Provincias Vascongadas y Navarra tenía sus respectivas agencias en Corte, para defender sus intereses y privilegios, a veces arcaicos, frente a los gobiernos de un Estado que procuraba absorber la modernidad igualadora de la Ilustración.  
Aquellos ilustrados caballeros vascongados de tricornio sobre peluca también se referían a ‘Madrid’ como eventual contratiempo. Lo suyo, sin embargo, era muy diferente de este tranquillo nacionalista. ‘Madrid’ era como hoy la sede del gobierno y el Gobierno mismo. Frente al cual y a sus intentos niveladores, la burguesías vascas de cada territorio por separado y hasta con rivalidad, buscaban y encontraban una defensa segura: el Rey. “Llegar hasta el Trono”, era la consigna. La lealtad reconocida de los vascos a la Monarquía española bajo el antiguo régimen les abría las puertas de la Real Cámara, para ventilar sus diferencias con los ‘secretarios’ o ministros de turno. “Los ministerios pasan, la Monarquía y sus Provincias Exentas permanecen”.
Desde aquel absolutismo regio, la democracia ha ido progresando en España. Hoy el País Vasco goza de amplísima autonomía, que a algunos siempre les parecerá poca, mientras a otros les satisface, y no pocos la vemos excesiva. ¿Excesiva, por qué? Una razón de peso es la forma patrimonial con que esa autonomía, mucha o poca, es administrada por los partidos creados con el objetivo de alcanzar la secesión del país, empezando por aquél que fundaron los hermanos Arana, el PNV.
Huelga recordar la confesionalidad extraña del Partido de JEL (o de DYF: Dios Y Fuero). Cristiano pero ultra católico ortodoxo, nacido de un odio teológico a España y todo lo español, empezando por las personas y detestando sus símbolos. En alarde patrimonialista (y por qué no decirlo, totalitario), sin referéndum ni consulta que valga, el PNV impuso al territorio que llama suyo sus propias señas identitarias: nombre,  bandera, himno, léxico y jerga político-administrativa, toponimia, ideario educativo, folclore... La consigna de Sabino [2]:
«Que todo cuanto vean nuestros ojos, oigan nuestros oídos, hable nuestra boca, escriban nuestras manos, piensen nuestras inteligencias y sientan nuestros corazones, sea vascongado.»
Inmersión no sólo lingüística sino total, totalitaria. Y esto tampoco es de ahora. Se hizo al comienzo de la Guerra Civil, cuando las Cortes de la II República –reducidas en número a su cuarta parte– aprueban por aclamación, y sin tiempo casi para leerlo, el primer Estatuto Vasco (Madrid, no todavía Valencia, 1 de octubre de 1936) según texto acordado entre el socialista Indalecio Prieto y el peneuvista José Antonio Aguirre. Incluía una disposición transitoria cuya mecánica ponía el nuevo ente presidencialista en manos del PNV, en la persona del propio Aguirre como lendakari (que no presidente). El mismo día la Junta de Defensa Nacional investía en Burgos a Francisco Franco como Generalísimo y Jefe del Estado.
La situación bélica hacía imposibles unas elecciones normales para formar la cámara vasca. La solución fue delegar en los ayuntamientos vascos todavía bajo control de la República la elección de Presidente provisional que formase el Gobierno de Euzkadi.
La máquina funcionó de maravilla. Las izquierdas entraron en el juego. El 5 de octubre de 1936 todos los partidos del Frente Popular (menos el sindicato anarquista CNT) emiten un comunicado conjunto:
«Estimando que el presidente de este gobierno provisional del País Vasco, esté revestido de la máxima autoridad, los partidos que integran el Frente Popular han acordado unánimemente que todos los concejales de las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava voten sin excusa alguna a don José Antonio Aguirre Lecube para ocupar la presidencia del referido Gobierno.»
Aun así, los electores de derechas no nacionalistas fueron sustituidos por miembros del PNV. El resultado de la farsa fueron, para José A. Aguirre, un millar de votos edilicios, en representación de 291.471 votantes; y para su contrincante simbólico republicano Ramón Madariaga la consolación de 100 votos de su circunscripción [3].
De un estatuto de mínimos (como el catalán, su modelo), Aguirre hizo una aplicación de máximos, convirtiendo una región autónoma en un estado casi soberano, mientras el Diario Oficial del País Vasco no paraba de crecer, decretando a troche y moche. Y aunque aquel Estatuto nada decía del nombre, bandera o himno de este pedazo de España, una vez formado gobierno pluricolor o ‘de concentración’ –aunque todo era provisional por causa de la maldita guerra–, entre los primeros decretos promulgados no faltó la imposición identitaria nacionalista, y el nuevo ente político se bautizó como Euzkadi y se distinguió por la ikurrina como bandera, con el Gora ta gora como himno (o Abendaren ereserkia, en sabiniparla).  Caso único entre todas las democracias, si es que aquello lo era [4].
También se prodigaron las esvásticas curvas y rectas, dextrorsas y levorsas, tan del gusto nacionalista de entonces, y hasta veo en el recuerdo infantil aquellas trenzas postizas rubio-walkiria que se ponían las nescas asomando del pañuelo para bailar folclore vasco. Al mismo tiempo, la literatura oficial vasca competía con la franquista en el ensalzamiento de la raza, cada cual la suya, naturalmente, y ambas a dos al rebufo del eugenismo en versión  fascistoide [5].
Aquella autonomía duró meses, y su avatar como República de Euzkadi fue un fantasma visto y no visto. Cuarenta años bíblicos de travesía por el desierto llevaron a España al Jordán de la transición democrática (1975-1978). Y vuelta a cocinar el II Estatuto Vasco, y vuelta a los mismos errores, ya sin la eximente de la guerra, y agravados por la primera paz estable conocida por cualquiera de los españoles vivos entonces. Paz institucional, a pesar de la violencia ejercida por grupos de signo vario, incluido un intento de golpe de estado militar y el terrorismo implacable de ETA.
El nombre de las cosas
A la muerte del primer lendacari José Antonio Aguirre, en 1960 asume el cargo en el exilio Jesús María Leizaola, hasta febrero de 1978, cuando se constituye el I Consejo General Vasco, previo al futuro Gobierno autonómico. Su primer presidente, acordado entre PSEE y UCD, fue el socialista histórico Ramón Rubial (febrero 1978-junio 1979), quien por algunos respetos se llamó presidente, no lendacari, que para el PNV siguió siéndolo Leizaola a título honorario. Aquel I CGV decidió por su cuenta y sin consulta alguna que la bandera oficial del territorio fuese la icurriña (BOPV, 15-01-1979).  
Nuevas elecciones propiciaron un II Consejo General Vasco, presidido por Carlos Garaikoetxea, que a la vez seguía siendo presidente del PNV, no a gusto de todo el partido, porque contravenía las normas. Aprobado el Estatuto de Guernica (1979), el mismo Garaikoetxea  salió elegido lendacari del Gobierno Vasco (abril de 1980-marzo de 1985).
No voy a reescribir lo ya pergeñado en otros artículos, como ‘De patria y bandera’ (20-04-2017), del que sólo copio este párrafo, sobre la icurriñitis-anti-rojigualditis que nos aqueja [6]:
«Increíblemente, esa bandera partidista nos la colaron como oficial para la Comunidad Autónoma Vasca, sin consulta popular alguna, con el argumento especioso de que se usó como tal durante el Estatuto Vasco (1936) bajo la II República, silenciando que fue finalmente la bandera de una República de Euzkadi golpista y fantasmal, con lo que debió quedar deslegitimada para siempre dentro de un Estado español. Y más increíblemente aún, la misma bandera se está infiltrando en la Comunidad Navarra, como seña de su identidad vasca. ETA-Batasuna y su cuerpo político-social, que repudia el término Euskadi, con buen sentido práctico ha exaltado en cambio la ikurriña, hasta el punto de hacerla inviable como bandera neutral de una comunidad autónoma vasca española. [...] Ese logro del PNV, de imponer su enseña particular como la oficial de un territorio, sin renunciar a ella como tal partido, es otra de las anomalías pardillas de la Transición. Y aun suponiendo que fuese legal –ahí ni entro ni salgo, doctores tiene–, da un toque totalitario al régimen vasco, haciendo recordar el caso del estandarte nazi, que Adolfo Hitler diseñó de su mano para su partido, y finalmente lo impuso como bandera de Alemania. Algo parecido había ocurrido en la Unión Soviética y otros países con la bandera del PC.»  
Este pasado 18 de febrero celebraban los socialistas vascos el XL aniversario de aquel I CGV que presidió su compañero el difunto Ramón Rubial. Entre los asistentes figuraba José Antonio Maturana, miembro socialista de aquel primer Consejo.
Este Maturana publicó en Berriak (23-02-1977) un artículo titulado ‘Alternativas socialistas para Euzkadi’ [7] Lectura sin desperdicio, típica del funambulismo que en los momentos más críticos los socialistas hispanos, vascos incluidos, saben lucir en las cuerdas más flojas. Unos extractos bastarán para hacerse cargo de cierta babel en la testa de un socialista en vísperas del I Congreso Socialista Vasco del PSOE:
«Euzkadi como nacionalidad de fuerte personalidad se encuentra… en situación muy diferenciada y especial respecto a cualquier otra nacionalidad o región, precisamente porque los graves problemas que afectan al pueblo vasco están todavía sin respuesta inmediata, como la amnistía total, las libertades autonómicas, la cooficialidad del euskera, etc, etc, añadiendo a todo esto que la situación de tensión permanente en que ha vivido el país durante tantos años no ha desaparecido del todo y ahí tenemos los perennes controles policiales en pueblos ciudades y carreteras, la suspensión de reuniones y manifestaciones y la descarada actuación de la extrema derecha…» [El abogado donostiarra por lo visto no ha oído hablar de ETA.]
Los partidos de masas vascos, socialistas, comunistas o nacionalistas ... han iniciado el camino de la negociación con el poder para conseguir la solución de los problemas que actualmente más sensibilizan al pueblo vasco y previo a cualquier planteamiento de democracia. Negociar …  es conducir un asunto pensando en la solución más favorable, en este caso la amnistía total y las libertades autonómicas …
Los socialistas no hemos renunciado a los principios marxistas … y seguimos luchando para que las libertades nacionales vascas sean una realidad, primero por el restablecimiento de un Estatuto de Autonomía para Euzkadi y más tarde por una conformación federal del Estado, sin olvidar el derecho de autodeterminación del pueblo vasco y la legitimidad del Gobierno Vasco en el exilio como depositario de la voluntad popular en tanto ésta no pueda manifestarse libremente.
Pensamos que este I Congreso Socialista Vasco del PSOE va a ser importante … para todos los trabajadores de Euskadi, como alternativa socialista no dogmática, ante el hecho nacional vasco y las exigencias … económicas y sociales de una sociedad democrática.
Cualquier extraterrestre que aterrice por aquí un día de estos, y se haga leer la Constitución Española y el Estatuto de Guernica, más algunas leyes orgánicas de aplicación, de entrada se imaginará que el PNV ha de ser gran entusiasta de esos dos textos legales que tanto le favorecen. Profundizando más y comparándolos, se le caerá la baba ante la sutileza de las cabezas políticas pensantes de ese partido, pues arte de magia es casar el uno con la otra, el Estatuto con la Constitución, y ambos en pareja con todo el desarrollo legal y práxis vigente.  «Nunca tan poco dio para tanto», se dirá al cotejar lo muy poco y lacónico que la Carta Magna dice sobre la singularidad y exención del País Vasco, y lo muy mucho y profuso que sus ojos ven, incluido lo que no ven, porque aquí como que no existe: la presencia del Estado, de su bandera y símbolos, de la lengua oficial común por delante siempre de la cooficial lengua vasca.
Pero a nuestro hipotético y ya perplejo alienígena todavía le aguarda la mayor de las sorpresas. El nacionalismo vasco está a disgusto con su Estatuto. Y en cuanto a la Constitución, no es que no la haga suya o no la aprecie, es que la desprecia como algo ajeno, un yugo a sacudir.
–¡Pero cómo!, ¿no fueron los negociadores del PNV los que, a favor de una tormenta atroz de presión terrorista, lograron en su provecho exclusivo introducir en la Constitución el germen de sus futuras libertades, estirables como la goma?
Así fue, en efecto; y para muestra de su idea de lealtad a lo pactado, después de tamaños  logros, todavía en el referéndum de la Carta Magna el PNV propugnó la abstención entre sus disciplinadas huestes.
2009: ¿Puede ser lehendakari un no nacionalista?
Cuando se habla de patrimonialismo nacionalista sobre su terruño conviene aclarar que no es metáfora. Las elecciones autonómicas vascas en febrero de 2009 vuelven a dar al PNV la victoria, pero esta vez amarga, porque a los partidos constitucionalistas PSOE y PP les cuadró la aritmética de proponer al socialista Patxi López, para quitarle la vara a Juan José Ibarretxe.
Los nacionalistas no se hacían a la idea. Al estupor siguió el berrinche. Se habló de un gobierno paralelo de las Diputaciones, en manos del PNV y con las llaves de la Hacienda. Puenteando a López –como si fuese un delegado de su Partido y Gobierno de Rodríguez Zapatero–, ellas y el PNV se entenderían directamente con Madrid, Madrid, Madrid...
Daba igual que el PSE fuese más antiguo aquí que el PNV, o que el candidato fuese un natural del país, y no un maqueto. López no era vasco del PNV, y con ese defecto, ¿cómo podía ser lendacari?
Lo recogí en este blog (‘El gran fetiche: Lehendakaritza’):
«La semana pasada, un burukide excelso proponía que si finalmente Patxi López sucede en el cargo al lehendakari Ibarretxe, no se le llame así, lehendakari, sino presidente
Mi referido era Andoni Ortuzar –presidente entonces del BBB, y hoy más excelso que entonces, como cabeza del PNV–; y la razón de su propuesta era muy propia de su humorismo desangelado: «porque el bilingüismo se va a poner de moda». En efecto, López no poseía el vascuence.
Con todo, la ocurrencia del cambio de nombre no fue sólo de Ortuzar. Iñaki Anasagasti insinuó que incluso el enemigo español pensaba igual, y que el «antivasco Martín Ferrand… y algunos fachas de Madrid» también recomendaban dejar lehendakari por presidente.
Obviamente, el motivo de cualquier «facha de Madrid» para repudiar el título de lehendakari no podía ser el mismo que alegaban los nacionalistas. Lendakari –o Lehendakari (desde 1977)–, fue un muy prescindible palabro de regusto sabiniano, para decir en vasco algo que no sonara a presidente. Aparece en 1911, empleado luego  como sinónimo de buruzagi (caudillo) en este ejemplo de 1919 [8]:
Kristoren gudarosteko gudari lendakari ta buruzagiak
(Adelantados militares y caudillos  del ejército de Cristo)
Pero fue más tarde, a raíz del I Estatuto Vasco, cuando el término adquiere marchamo técnico, «calcado sobre los vocablos fascistas de los años treinta que se referían al caudillaje de masas, como führer, duce, conducator y, por supuesto, caudillo, de los que es estrictamente sinónimo», en palabras de Juaristi. Jon Juaristi, de los «fachas de Madrid», según Anasagasti.
Éste mismo recordaba también  que
«cuando [el socialista Ramón] Rubial fue elegido Presidente del Consejo General Vasco, a nadie se le ocurrió llamarle Lehendakari, ya que el Lehendakari era Leizaola, que seguía presidiendo un gobierno vasco en el exilio, y así lo ratificó Rubial yendo a visitarle a San Juan de Luz».
En fin, pasado el sobresalto, un programa humorístico de la ETV quitaba hierro al desalojo de Ajuria-Enea, donde unos del PNV retiraban todas sus pertenencias, incluida la icurriña y demás señas de identidad. Mostraban así, entre bromas y veras, el carácter patrimonial de esa Casa para el partido, ¿pasa algo?
Autonomía bicéfala: el Partido no gobierna, pero reina
Estos días –que van para meses–, los independentistas catalanes han admirado al mundo con su idea de una doble Presidencia: Puigdemont, President legítimo desde Bruselas teledirigiendo Cataluña, y otro president legal para cubrir el expediente y quitarse de encima el Art. 155 de la Constitución.
Por ingenioso y novedoso y hasta inviable que parezca –como tantos monstruos–, tomen nota los listillos y sepa el mundo que eso ya está inventado.  La Comunidad Autónoma Vasca, predestinada al PNV en el origen de los tiempos, funciona así desde que nació como un becerro de dos cabezas.
El partido de Sabino ha incrustado en la CAV su peculiar norma interna de ‘separación de poderes’. Aquí tenemos un Lendacari  del Gobierno Vasco, y un Super Lehendakari o Presidente del PNV, los dos frente a Madrid, la Villa Eterna, con su Parlamento y sus Gobiernos en tránsito con los que hay que negociar, ahora que ‘llegar hasta el Trono’ ya no tiene sentido.
La función primaria de todo buen lendacari es trasegar poder del Estado a la CAV, en forma de ‘competencias’, ‘cupo’ y en general todo lo que resulte ventaja. Viene a ser lo que  antes se decía ‘fueros’, aunque este término histórico se reserva en la santabárbara, como proyectil de efectos especiales. Ahora bien, un lendacari como Dios manda, o sea del PNV, debe mirarse bien al espejo del EBB y su presidente, un superlendacari que dirige su orquestina parlamentaria, pero sobre todo negocia en directo con Madrid.
Así no es raro leer cosas como esta: «Ortuzar y Rajoy desbloquean el Cupo y dan impulso al acuerdo presupuestario». O bien: «Ortuzar asegura que el Parlamento Vasco votará el derecho a decidir». El lendacari Urkullu es más modoso, dubitativo; su Superlendacari es tajante cuando se le atraviesa Madrid: «Madrid tendrá que aceptarlo».
(A propósito, fue gracioso de ver, bajo el lendacarichato de Patxilo –¿o se debe decir lendacarichasco?–, cómo los buruquides puenteaban al ‘coitau’ para sacarle ellos a Madrid competencias, a cambio de pocos pero necesarios votos.)
Y así seguimos. Ibarretxe, después de todo, lo hizo bien dando la cara en Madrid por su proyecto de independencia, o del derecho a ella, que le costó el cargo de lendacari y el protagonismo nacionalista vasco. Cabe la duda, si el PNV se dejó llevar de un carismático ‘Juanjo’ –cosa improbable en máquina tan segura–, o si más bien le largó cuerda para que él mismo se ahorque. La experiencia de aquel otro lendacari Carlos Garaikoetxea, que rompió el partido en dos, podría hacer pensar en lo segundo.
De poder a poder
Sabino Arana no perdió de vista al nacionalismo catalán, aunque mantuvo distancias porque su Euzkadi era diferente. Sin embargo, desde que los estatutos de autonomía bajaron de las musas al teatro, Cataluña y el País Vasco no han dejado de mirarse de reojo, a ver quién da un paso al frente. El ‘derecho a decidir’ –eufemismo para maquillar la bicha– se lo pudieron disputar Juanjo Ibarretxe y Arturo Mas, ambos del bracete en San Sebastián  en febrero del año pasado. No sé qué vendría a enseñar el catalán aquí, pero algo sí que pudo aprender del vasco: modales. Nuestro ex lendacari nunca pierde de vista que alavés rima con cortés.
Al  lado del desbarajuste catalán, aquí la burukidetza es la vera effigies de la Cordura en mármol de Carrara.
[¿‘Burukidetza’ he escrito? Al no encontrar el término en mi versión del OEH –el gran Diccionario General Vasco en 16 tomos–, pensé que era modesta contribución mía al acervo del idioma, pero no. La versión actual del Hiztegia en línea lo registra con la acepción un tanto extraña de ‘Consejería’,  y con dos únicos ejemplos en cultiparla sabiniana de aquel Diario Oficial del País Vasco (1936-1937). He aquí uno de ellos:
Guda Burukidetza eta Euzkadiko Gudarozte Burutza notin batengan izango diran bitartean.
(Mientras la Consejería de Guerra y la Capitanía del Ejército de Euzkadi estén concentradas en una persona [9])

El ‘notin batengan’ suena divino, tagalo como más cerca. Y nótese el púdico gudarozte, por gudaroste, que la gente euscalduna y la erdelduna o bárbara de entonces, nacionalistas y no nacionalistas, pronunciábamos y entendíamos gudarostia. Lo que fue.]

Siempre que el paciente catalán se revuelve en su cama, el vasco tuerce el cuello. «No somos iguales, su mal no es nuestro mal, su remedio no es el nuestro». No obstante, todo lo que parezca favorecer al independentismo catalán, y sobre todo, lo que debilite o moleste al estado Español, es bueno para el nacionalista vasco.
Además, ahora Madrid está de presupuestos, buena ocasión para chincharle con lo nuestro. Los ‘aberchales radicales’ (como les llama el DRAE) estarían dispuestos a hacer puenting sin soga. El PNV se conforma con una reforma del Estatuto, pero seria. Que reconozca al Pueblo Vasco como sujeto político con «derecho a decidir su futuro» . ¡Ya salió aquello! Vamos, un III Estatuto que permita a Euskadi tratar de igual a igual con Madrid, y le convierta de hecho en estado confederal voluntario, mientras el PNV no disponga otra cosa. Todo ello «dentro de los márgenes de la Ley y de la Constitución Española».
–Hombre, si no es más que eso…
–Sí que lo es. El Estado tiene que asumir la obligación de negociar y acordar los ajustes constitucionales y legales.
–Pero eso no depende sólo del PP. Y tal vez ni siquiera sea posible sin hacer saltar la Constitución.
–No es problema nuestro. Además, en el caso particular vasco, el derecho a decidir encaja en la Constitución, si se profundiza lo suficiente en nuestros Derechos Históricos, que la misma Constitución y el Estatuto de Guernica amparan en sendas disposiciones adicionales.
Disposiciones adicionales, letra menuda. ¿Lo ven, cómo era un trampa? Derechos históricos: otra vez los fueros, lo nunca escrito, el ‘abretesésamo’.
El argumento lo exponía el mes pasado Josu Erkoreka. Erkoreka es oficialmente portavoz del Gobierno Vasco, pero en este Parnaso bicúspide también habla por el Partido. Lo cual no impide al Partido hablar por boca de Ortuzar:
«Andoni Ortuzar, ha asegurado que su propuesta de "nuevo estatus" para Euskadi es legal, y ha emplazado a llegar a un acuerdo en la Comunidad Autónoma Vasca porque ahora en Madrid hay una resurrección del espíritu del Cid Campeador, hay un nacionalismo rampante españolista que lo está contaminando todo, y es un intento baldío intentar ir por allí e intentar que entiendan” el planteamiento jeltzale para reformar el Estatuto de Gernika.»
A Ortuzar no le hace gracia que su idea –«el planteamiento jeltzale»– se venda por ahí como ‘Plan Urkullu’, refrito del ‘Plan Ibarretxe’, «a rebufo del proceso catalán». ¡A rebufo, nosotros! «La vía vasca es la vía vasca», tautologizó.  Así pues, y si es preciso fumando
«espero que, cuando en Euskadi hayamos llegado a un acuerdo…, podamos ir a Madrid… para poder hablar… Nadie ha puesto sobre la mesa un proceso de ruptura, sino de permanencia, en determinadas condiciones, en el Estado español.»
Este Andoni. Va y dice, «Gran parte de la clase periodística y política madrileña están desquiciados». Qué obsesión con Madrid y su ‘clase periodística’: ¿a qué otra clase pertenece él mismo, si es que se reconoce en su titulación académica, y en el uso que hizo de ella como director de los grandes medios de comunicación vascos?
Pues sí. A la clase de los políticos serviciales. Hágase el experimento. Puesta la mirada en una foto suya (cualquiera sirve), pensar en el sacrificio inherente al servicio público. Y no lo diga yo ni nadie, que lo diga él mismo. Porque el hombre goza de vena histriónica, y en su comparsa carnavalera suele mimetizar ante los suyos los papeles que él se atribuye, según la política del momento. En 2010 debutó en la Aldea Vasca frente al invasor imperialista hispano-romano, como Obélix. Luego ha ido haciendo otros figurones, a cual más ingenioso, aunque alguno rayó lo obsceno: cuando se hizo retratar de Braveheart rodeado de niños (1912), pidiendo la anexión de Euskadi a Escocia. Por favor, nada de pederastia política, no es broma.
Este año salía en el ya ‘tradicional’ (¡nueve años, un heptamilenio!) carnaval’ peneuvero disfrazado de Bruce Springsteen,‘The Boss’, parodiando la matraca, ‘Born in the U.S.A.’. En ‘Born in the peneuvé’, evocaba el buruquide sus mocedades:
Yo tuve melena y un cuerpo estilizau,
luego fui al batzoki y buena tripa he sacau

No está mal, aunque el Falstaff de Verdi-Boito tenía más gracia:
Quand’ero paggio del Duca di Norfolk
ero sottile,
ero un miraggio vago, leggero,
gentile…


«Nacido en el P.N.V.». Muchos vascos pueden presumir de lo mismo, Andoni, aunque luego en el bachoqui no llega tanta tripa para todos, que este mundo es un valle de lágrimas.
Allí mismo Ortuzar (¿o es Otuzar?) anunciaba su intención de vivir siempre en Euskadi; eso sí, como un Diógenes:
Me compraré una pequeña mansión
tipo Waterloo, como Puigdemont.

Pues hala ya, y que sea en alguno de nuestros pequeños parques o reservas naturales. Y si le añade alguna altura para mejores vistas no pasa nada, la finca es toda suya.
E le voilà, un Antxon rejuvenecido entre las vedettes ‘Adele’, Isábel Sánchez, diputada, y ‘Shakira’, la Presidenta del BBB Itxaso Atutxa. Atutxa… qué apellido tan raro, ¿verdad? Otra born in the peneuvé, pues «su relación con EAJ-PNV comenzó prácticamente desde la cuna. “Yo he vivido el partido desde que ama me vestía con ropita de perlé”, suele bromear». Nacida en 1967, sin embargo «fue en 1984 cuando formalizó su entrada en el partido». Hasta entonces militó en EGI, la organización juvenil vasca. Eso es biografía. Si la Atutxa fuese tan gansa como su protector Ortuzar, también ella podría cantar:
Yo sí que soy nacida en el peneuvé,
cuando ama me ponía ropita de perlé.
De muy joven en EGI yo me matriculé
y allí de Aitor Esteban me enamoré.
Mi aita burukide presidió el Bé-Bé-Bé:
como ovejita latxa, a balar me enseñé,
y una vez embalada, el cargo heredé.
Si era cosa de machos, yo lo feminicé.
Unos chalos a Itxaso. («Vivir el Partido», sin la d, tiene mérito.)
Volviendo a Ortuzar. El recurso al inglés para ningunear el español, un humorista que lo tiene como su lengua materna y se confiesa euscaldumberri, hace recordar un evento ocurrido poco antes de aquel show Ortuzar-Obélix.
En enero de 2010 –Patxi López lendacari– el contribuyente vasco no tuvo más remedio que contribuir a una feria  que se montó el PNV en América: Hidden In Plain Sight: The Basques (‘Ocultos a simple vista: Los Vascos’). Se eligió como escenario la Isla Ellis, Ellis Island, la que fue puerta de América en la bahía de Nueva York, con su descomunal y hoy turística Oficina de procesamiento de inmigrantes, que allí mismo podían renacer, trucarse  nombre y personalidad, con tal de convertirse en americanos, como en el cine.
De los más de 20 millones de individuos que pasaron por aquel torniquete, más bien rudo para nuestra idea del canon humano, una minoría fueron vascos de abajo y de arriba, legendario pueblo de pastores. Pescadores también, pero esta vez no tocaba El Labrador ni Terranova. ‘Ocultos a simple vista’ –lo decía muy bien el título de la Feria–, los más de ellos tenían por destino el lejano Oeste: California, Nevada, Idaho, Oregón. Su especialidad era el ganado, sobre todo la oveja.
«Los vascos raras veces han sido reconocidos por sus contribuciones históricas (¡!) o por su diferencia cultural (¿?). Así también, cuando pasaron por Ellis Island, los por lo demás voluntariosos funcionarios ignoraron su nacionalidad, apellidos y origen (heritage). Muchas veces se les inscribió simplemente como españoles o franceses.» [10]  
¿Muchas veces? Todas. ¿Pues cómo había que inscribir, sino por el pasaporte, a todo un aspirante a ciudadano americano? Personas todo lo vascas que se quiera, pero que por entonces las más ni sabían quién era Sabino Arana, ni estaban en deuda con el PNV. Y eso de que a los vascos no se les ha reconocido debidamente su contribución a la Historia es una majadería solemne, que Ignacio de Loyola y Francisco Yaso de Javier desde el cielo pueden desmentir, si les vale la pena prestar atención a discípulos tan torpes.
Todo emigrante merece respeto, supongo, como el emigrante que fui. Pero de ahí a ensalzar y mitificar aquella aventura compartida por gentes de toda ralea, a ‘hacer la América’, o por lo menos a huir del hambre, como si aquello fuese la eclosión de la raza vasca al mundo, media un trecho.
Eso de apropiarse el PNV indebidamente como la ‘diáspora’ vasca –sus votantes de los bachoquis de ultramar–  revela estrechez de mira, pues mucho antes de los Cenarrusa y otras hierbas de Boise (Idaho) hubo vascos inquietos, y alguno tan universal que hasta dio la primera vuelta al mundo, en servicio de la Corona de España. Tu primus circumdedisti me, fue la divisa que ganó Juan Sebastián Elcano. Y de aquel navegante tomó nombre el viejo bergantín español, casi tan antiguo como el PNV, que ha medido diez veces la barriga, no la de nuestro ‘Boss Springsteen’, sino del Globo terráqueo.
El ferial de Ellis, tan concurrido como muestra la foto, tuvo su minuto épico, cuando los danzantes vascos se humillaron ante dos banderas: la icurriña y la de barras y estrellas. Homenaje a las banderas, y homenaje también al anfitrión, el vasco-americano Pete Thomas Cenarrusa y Gardoqui (1917-2013). El padre de Pete, de soltero, entró en América por aquella puerta, y de ser José Cenarruzabeitia pasó a llamarse lo que el funcionario, con la mejor voluntad del mundo, registró de oído:  Joe Cenarrusa. Ni el anónimo oficial ni su joven inmigrante vizcaíno podían adivinar entonces que la escritura ‘normal’ de Cenarruza sería, andando el tiempo, Zenarrutza. Tampoco a la madre, Dª Ramona Gardoqui, igualmente inmigrante pero más alfabetizada que los varones (era muy corriente), le pasó por la cabeza desfigurar con k un apellido que con qu ya era ilustre [11].
No hagamos chiste fácil con el Cenarrusa graduándose en Moscow, Idaho (1936). Casado Pete con la escocesa Freda, nacida Coates, del mismo gremio ovejuno y muy identificada con el nacionalismo escocés, él también  oyó un día las ‘voces ancestrales’. Y siendo como era en los años 70 un veterano político en su estado de Idaho, donde el lobby vasco tiene peso, pronto fue objeto de deseo para el PNV, que desde entonces no dejará de cortejarle.  
Y termino, que va siendo hora. Los danzantes de Ellis Island, en presencia de Cenarrusa, se reconocían en dos banderas, una la icurriña. Llegará el día –palabra de Yahweh– en que los vascos se humillen bajo dos banderas, una rojigualda. Y eso será en la Era Mesiánica que profetizó Isaías, «cuando las ovejas pasten con el lobo, y la vaca con la osa, mientras sus crías se acuestan juntas, y cuando el león coma paja como el buey». Cuando Madrid, o Madril, se quite del Mapamundi. O sea.
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[1] No va tan descaminada la Real Academia cuando define en su DRAE, sin distingos: aberzale (Del vasco abertzale 'patriota') 1. adj. Nacionalista radical vasco. Apl. a pers., u. t. c. s.
[2] Sabino Arana, ‘Regeneración’; El Correo Vasco, nº 8 (11-06-1899).
[3] Véase la documentada relación de Carlos Mª Olazabal Estecha en Negociaciones del PNV con Franco durante la Guerra Civil. Fund. Popular de Estudios Vascos, 2014, págs. 139-142 (“El PNV se decanta por el Estatuto»).
[4] Lo mismo que icurriña sólo hay una, siendo todas las demás bandera, en vascuence los demás son himno, salvo el ereserkia. Con este término quiso traducir Arana algo así como ‘poema musical’, en principio para su ‘Gora ta Gora Euzkadi’, aunque luego lo extendió también a otros poemas suyos, sobre todo religiosos (el mismo Gora ta Gora lo es). En ese sentido es paradoja que sigan llamándolo ereserkia incluso después de suprimida la letra original. Huelga decir que D. Resurrección Mª de Azkue no incluyó esos neologismos de Sabino en su Diccionario.
[5] La gimnasia escolar –obligatoria en Euzkadi desde enero de 1937– «derivará automáticamente en una superación de nuestras aventajadas características raciales». Un Consejo de Higiene Rural se había creado en noviembre del año anterior, «por ser en la zona rural donde con mayor pureza se conservan las características raciales del pueblo más viejo de Europa, Euzkadi; y nuestra obligación primordial, bajo los puntos de vista higienistas y vascos, es conservarla, por medio de la ciencia higienista, lo más pura y robusta posible, fuera de las taras sociales y patológicas, esta raza que ha podido llegar hasta este siglo con su peculiaridad propia».
[6] Este artículo tuvo el honor de verse reproducido en ‘Fundación para la Libertad’ el día siguiente, 21-04-2017.
[7] Iñaki Anasagasti lo reprodujo en su Blog con regodeo (09-06-2012) sin otro comentario que éste titular sarcástico: Cuando Maturana creía en la autodeterminación.
[8] OEH, Gud-Jab, s. v. Gudaroste, p. 5 (sólo el vascuence).
[9] A falta del original, la retraducción tentativa es mía.
[10] Hidden In Plain Sight: The Basques (Febrero-Mayo 2010). El párrafo siguiente dice: « Hoy en día, si bien los Vascos, políticos, científicos»  etc. Pues menos mal, y gracias a la feria.
[11]  Su Eminencia D. Francisco Antonio Xavier de Gardoqui y Arriquíbar (1747-1820), hermano menor de Diego María de Gardoqui (1735-1798), Secretario del Consejo de Estado de Carlos IV y primer embajador de España ante los Estados Unidos.