viernes, 27 de febrero de 2015

Qué dijo Mahoma (y 4)


Conquista árabe de Siracusa

El yihad, de ayer a hoy
«Dijo el Apóstol de Alá (SM, ‘El libro de la Fe’, 1: 129):
–Se me ha ordenado combatir a muerte a los hombres, hasta que confiesen que ‘no hay dios sino Alá, y Mahoma es el Apóstol de Alá’, y practiquen la oración y den la limosna. Si tal hacen, preservarán de mi rigor su sangre y su hacienda, y Alá se lo tendrá en cuenta.»
‘El libro del Yihad’, cap. 22: ‘El Paraíso bajo el destello del sable’ (SB, 4: 56, 22):
« Nuestro Profeta nos informó, de parte de nuestro Señor (cfr. Corán, 3: 195; 9: 11; 36: 26):
“El de los nuestros que cae va al Paraíso”.
Omar dijo al Profeta:
–¿No es verdad que nuestros caídos están en el Paraíso, y sus caídos en el Infierno?
–Así es.
Dijo el Apóstol de Alá (SB, 4: 2818):
–Y sabed que el Paraíso está bajo la sombra de las espadas.»
«El Profeta dijo (SB, ‘El libro del Yihad’, 4: 260):
–Al [musulmán] que repudia su religión, mátalo»
«Dijo el Apóstol de Alá (SM, ‘El libro del arrepentimiento’, 7: 7011):
–Cuando sea el Día de la Resurrección, Alá repartirá a todo musulmán un judío o un cristiano, y le dirá: “Este es tu rescate del fuego [del Infierno]”»
Variación sobre el mismo tema:
« El Profeta dijo (Ibíd., 7: 70122):
–No muere ningún musulmán sin que Alá meta en el infierno en su lugar a un judío o un cristiano..»
Del Corán, 8 (‘El botín de guerra’): 67. (SB, ‘El libro del Yihad’, cap. 150) [sobre hacer prisioneros infieles por el rescate]:
«Palabra de Dios (honrado y ensalzado sea) :
“No cuadra a mi Profeta  hacer prisioneros hasta que haya hecho gran carnicería en la tierra. Vosotros queréis lo que ofrece este mundo, y Alá quiere el más allá.”»  


La vida de Mahoma, como la de todo profeta, queda marcada por el evento de su vocación e inspiración. Esto ocurrió, según la tradición, viviendo en la Meca con su primera esposa Jadicha, cuando él frisaba los 40 años. Sin embargo, en su vida política el evento decisivo es la hichra , nombre harto significativo (ruptura, distanciamiento, huida) –castellanizado la hégira–, en junio de 622, cuando el Profeta y sus leales, como tantos puritanos en la Historia, sintiéndose amenazados en su patria emigran a la ciudad de Yatrib. Allí se les acoge bien, primero como refugiados, luego como conciudadanos, que finalmente se hacen los amos de la ciudad, ahora ‘la Medina del Profeta’, o Medina a secas.
Es debatible si Mahoma sufrió un cambio de personalidad, o si a partir de sus 50/52 años se manifestó la suya oculta. El Corán –lo que nos ha llegado de su producción profética– también refleja el correspondiente cambio de estilo y contenido entre sus primeros capítulos y versículos emotivos, visionarios o proféticos de la Meca, y los pronunciados en Medina, orientados éstos a la casuística y los preceptos legales [1].
Entre estos preceptos obligatorios para todo buen musulmán figura el yihad: empuje, ‘esfuerzo en el camino de Alá’, también entendido como ‘guerra santa’ [2].
Hoy se discute mucho sobre la esencia del yihad, en particular la posibilidad de un ‘empuje’ espiritual y no guerrero. El propio Mahoma habría dado algún pie a esta interpretación alegórica de su precepto. En alguna ocasión su mujer Aixa le pide permiso para tomar parte en las expediciones armadas, tal vez con la esperanza de alcanzar la palma del martirio. La respuesta que obtuvo de su marido fue a primera vista algo extraña: «El yihad de la mujer es la peregrinación». Extraña, porque la peregrinación es otro precepto islámico diferente. La extrañeza desaparece si nos fijamos en que Mahoma está haciendo uno de sus juegos de palabras, a los que fue aficionado: en árabe, guerra santa y peregrinación tienen cierto parecido gráfico y fonético (hach / chihad) [3].
Pero ese mismo juego, esa concesión al sexo débil, viene a decir que el verdadero yihad es cosa de hombres. Porque, curiosamente, siguiendo la costumbre árabe, los nuevos musulmanes en sus razias solían acompañarse de mujeres, en su papel como solaz del guerrero, como jaleadoras y rapsodas de cantos bélicos y como enfermeras. Mahoma en concreto solía llevar sobre todo a Aixa y a Hafsa [4].
« Contaba Anas :
–El día de [la derrota de] Uhud, la gente huyó dejando solo al Profeta, pero Abu Talha estuvo a su lado, cubriéndole con el escudo que tenía... Si el Profeta se descubría para observar al enemigo, Abu Talha le decía: “¡Oh Profeta de Alá! Tú eres como mi padre y mi madre, no te descubras y te alcance una flecha del enemigo. Mi pescuezo por el tuyo.
Por cierto, allí vi a Aixa hija de Abu Beker y a Umma Sulaimi. Y por cierto, las dos estaban haldas en cinta, de modo que vi los adornos de sus pantorrillas. Y ambas portando en brazos los odres de agua, vertiéndola a los sedientos, y vuelta a llenar los odres y a darles de beber.» (MSB, nº 1570)


De la Meca a Medina
El cambio más notable del profeta en Medina fue su paso decisivo, de la exhortación y amenaza profética, a la lucha armada para la expansión de su Islam (y ya de paso, para la rapiña). La deriva es espectacular.
Mahoma debuta en la Meca como restaurador del supuesto monoteísmo primitivo en el santuario nacional árabe, contaminado de politeísmo. El nuevo profeta colabora en la restauración material de la Caaba, el templo cúbico fundado por Abraham con su hijo Ismael, pero exige echar de allí a los dioses y diosas tribales, representados a la manera semítica por sus betilos (‘casas del dios). Jugando con las palabras, para Mahoma los betilos eran batil (juguetes, naderías), que la yahiliyya, la simpleza ignorante de sus compatriotas, había asociado al Dios único y verdadero. Tan sólo respetó el betilo de Alá, la Piedra Negra, que él mismo (según la tradición musulmana) incrustó en una esquina de la Caaba.
Aquella primera misión depuradora provocó burla y hostilidad, pero también ganó adeptos, formándose un embrión musulmán en torno al Profeta de Alá. En Medina, las cosas cambian, y la mansedumbre da paso a la fuerza, al yihad.
La historia de los primeros años de la Hégira, hasta la muerte de Mahoma, es una sucesión de razias y hechos de armas, donde el esfuerzo más visible es el manejo del arco y la cimitarra. Muy pronto se configura en torno al Profeta-Caudillo una clase guerrera, con la obsesión de formar una buena caballería. 
Carga de Caballería árabe contra los Bizantinos
Objetivo inseparable del servicio de Alá es el botín con que Alá premia a sus servidores, un quinto del cual corresponde al Profeta –ejemplo de moderación: lo acostumbrado era un cuarto–, sin contar su privilegio de elegir, antes del reparto, lo que más le guste: una armadura, un animal, una mujer. Objetos que luego tal vez regala a sus más adictos, en ejercicio de la generosidad típica árabe.
No tengo tiempo ni humor para traer aquí los textos probatorios, que hablan de codicia, crueldad, venganza implacable, sangre y exterminio, a menudo con detalles atroces. Véase por ejemplo el Sahih de al-Bujari, libro 53 (El Yihad), donde figuran ensartadas estas dos perlas (SB 4: 176-177):
«Según Abdalá ibn Omar, dijo el Apóstol de Alá:
–Combatid a muerte (qâtalû) al judío, hasta que si uno de ellos se esconde tras de una peña, ésta diga: “¡Siervo de Alá, hay un judío escondido detrás de mí, mátalo!”
O en otra versión:
–No llegará la Hora, hasta que acabéis con los judíos, etc. (con lo demás del hadiz).»
Masacre de los judíos Banu Qurayza

El acoso y aniquilación sistemática de las tribus judías o judaizadas fue un precedente del antijudaísmo más feroz –sin perjuicio de tomar para esclavas sexuales o esposas a las recién viudas del enemigo. Una de ellas fue la hermosa Rayhana, en la masacre de los Banu Quraytza. El año 5 de la Hégira, Mahoma ataca a esta próspera tribu judía so pretexto de traición, y tras un cerco de casi un mes se le rinden. Todos los varones –entre 500 y 900, según las fuentes–fueron ejecutados, y del rico botín en armas, dinero, bestias, bienes y hasta un millar de mujeres y niños pequeños (posible motivo verdadero de la empresa), el Profeta se reservó, usando de su privilegio aparte de su quinto, una joven judía a la que ofreció ser su esposa, aunque ella se negó prefiriendo quedar como su esclava. «Esto será más llevadero para tí y para mí, Apóstol de Alá», fue la explicación de la mujer.
El yihad como envite
Ciertamente el  ‘camino de Alá’ fue tortuoso, con sus vericuetos y atajos. «Juego de envite», así definió su guerra Mahoma, y así tituló Bujari, ‘La guerra como engaño’, un capítulo de su libro sobre el yihad (SB, 4: 268).
En teoría, a nadie se obligaba a hacerse musulmán –una profesión por lo demás bien sencilla: «(Confieso que) no hay dios sino Alá, Mahoma es el Apóstol de Alá». Afiliarse al Islam costaba poco. El verdadero esfuerzo era propagarlo por la fuerza de las armas.
La lucha contra los idólatras de la Meca se extiende ahora a infieles de todo tipo, incluso monoteístas cristianos y judíos. Estos ciertamente adoran al mismo Dios de Mahoma, pero no creen en su Profeta, y esto es serio, porque en adelante Dios ya sólo quiere ser adorado por musulmanes.
Dueño virtual de Medina, de la Meca, del Hedjaz con buena parte de Arabia, el ángel Gabriel visita ahora al Profeta para hablarle de conquistar el mundo para Dios. Es entonces cuando el yihad universal se promulga en Medina como precepto general religioso [5].
El sueño del Imperio da origen a una cancillería rudimentaria, casi ingenua. Alguien informa a Mahoma de que los magnates de la tierra se comunican por cartas selladas. De entonces data el célebre sello del Profeta con su inscripción, estampada en un manojo de correspondencia diplomática, sin olvidar a los mismísimos emperadores de Abisina, Persia y Bizancio. El mensaje es escueto: «Mahoma como Apóstol de Dios saluda a Fulano y le invita a convertirse y someterse con su pueblo a la religión verdadera, el Islam. De lo contrario, aténgase a las consecuencias en este mundo y en el venidero.» Hubo respuestas positivas, evasivas corteses y algunos silencios. Después de todo, la agitación de Arabia llamaba la atención y el Profeta de los árabes empezaba a ser conocido.
Pero de pronto, ¡ay! Alá llama consigo a su Apóstol. El mal clima de Medina sentó mal a un Mahoma que, todavía en plenas facultados, en un par de semanas sucumbe a unas fiebres. Deja asegurada la sucesión inmediata, pero problemática, y tampoco ha tenido tiempo de crear un verdadero estado. Lo único que funciona es la casta guerrera, muy bien preparada y entusiasmada por él, que hará posible el ‘milagro’ de una expansión fulgurante. Tras el califato ‘perfecto’ –Abu Bequer, Omar, Osmán y Alí– vendrá la división política y el cisma religioso. El imperio turco será el último avatar oficial del califato.
También la religión en sí tiene sus altibajos, como todas. Cuando las potencias occidentales intervienen en el gran mosaico musulmán, tropiezan con mayor o menor fanatismo, pero no con un yihad propiamente dicho. Este reaparece luego, aquí o allá, como resistencia de caudillos carismáticos al poder colonial. Ejemplo, el sudanés Mohamed Ahmed ‘el Mahdi’, vencedor del general británico Gordon en Jartum (enero 1885).
Bajo otro aspecto, el choque con la cultura cristiana colonial provoca movimientos convencidos de la superioridad del Islam como religión universal. Hoy el más importante y preocupante, el salafismo.
Salafismo y buena gente
Salafismo (de salaf, ancestro) es, por etimología, el retorno a los orígenes del Islam, representado por las primeras generaciones de musulmanes fervientes [6]. Algo así como en el cristianismo el retorno a la Iglesia primitiva; con una diferencia: los testimonios sobre la vida real de los primeros cristianos son oscuros y confusos, mientras que aquel Islam quedó fijado en testimonios sin vuelta de hoja. Cierto, todos ellos son de parte, con escaso material adverso para contraste; pero siendo testimonios suyos, razón de más para reconocer en ellos el Islam auténtico.
Huelga decir que el salafismo es un integrismo teocrático, en cuyo ajuste de cuentas no podía faltar el tema del yihad. Y aunque la corriente salafista tal vez no sea mayoritaria dentro del Islam, es valor en alza por su puritanismo, su coherencia interna y como desafío al laicismo, propio de las religiones decadentes (incluído el propio Islam en la mayor parte de su historia).
Frente al salafismo y demás puritanismos se alzan voces liberales más o menos a coro, que reconocen que vivir hoy el Islam no es tan sencillo para todo el mundo: 
«Habiendo pasado toda mi vida como humilde estudiante de teología islámica y derecho, estoy totalmente de acuerdo cuando los musulmanes se quejan de la mala información y la ignorancia de los no-musulmanes acerca del Islam. Una verdad sin lugar a dudas. Pero al mismo tiempo, la verdad es que también muchos musulmanes están ellos mismo penosamente desinformados sobre su propia tradición. … Pienso que bien está decirlo, el sentido de frustración y alienación que yo siento como musulmán lo comparten muchos de mis correligionarios por todo el mundo. Como bien está añadir que la fuente primaria de tales sentimientos es que nosotros mismos, como musulmanes, vivimos sumidos en un profundo cúmulo de contradicciones…
«Entre esas contradicciones… está el hecho de que un artículo de fe básico y fundacional para todo musulmán es que el Islam es la religión de paz, compasión y perdón… No obstante, hay que admitir con franqueza que en las mentes de la mayoría de habitantes no musulmanes de este planeta, no son esos los valores asociados normalmente con la fe islámica. Paradojas así… podrían tener muchas causas y razones. ¿Falta de instrucción? ¿o simple falta de conocimiento de los hechos ‘verdaderos’ y ‘reales’?...» [7]
El libro del Dr. Abu El Fadl puede caer simpático, como otros suyos, en su esfuerzo bienintencionado de extractar y alambicar los valores humanísticos del Islam. Pero su descalificación del salafismo (o su variante wahabita) como corriente destructiva del Islam auténtico carece de base.
El terremoto del 11/9 hizo despertar a muchos musulmanes y no-musulmanes, que buscaron explicación, y muchos (musulmanes incluidos) creyeron hallarla en la miseria intrínseca del Islam. Fadl les reprocha, habla de islamofobia que parece englobarlos a todos. Y no es así. Islamofobia rechazable es la que se ceba en las personas de religión musulmana o incluso de ‘pinta musulmana’ (?). Pero eso nada tiene que ver con el choque o el rechazo que a muchos (también a musulmanes) les produce la primera noticia de la vida y milagros del Profeta y sus Compañeros y Auxiliares en la primera década de la Hégira (622-632), o el conocimiento algo detallado de la ley islámica al pie de la letra.
El propio Fadl, rememorando su infancia feliz kuwaití, cuenta cómo su buena madre cada mañana, a la hora del desayuno, rogaba a Dios por sus hijos: «Señor, acepta y bendice su yihad» – su trabajo y esfuerzo en la escuela. Y luego, con el mazo dando, les propinaba a cada uno un ‘sandwich super-yihad’: un par de lonchas de pan de pita con mucha miel en medio.  «La razón de llamar así, super-yihad, a aquel bocadillo no era por su propensión a inducir violencia. De hecho mi madre no nos criaba en la idea de violencia religiosa o guerra santa, y se habría horrorizado de saber que en el mundo occidental yihad se había convertido en palabra clave de Guerra Santa… Para mi madre, como para la inmensa mayoría de musulmanes, yihad significa perseverancia, empeño, sacrificio por la excelencia».
Más adelante (cap. 6, págs. 152 y sigs.) –tras citar el proverbio islámico, «quien se conoce a sí mismo conocerá a Dios»–  interpreta el yihad como el esfuerzo para superar toda  jahiliyya –la ‘ignorancia’ propia y ajena–; y pone un ejemplo:
«El yihad debería procurarse en ayuda del oprimido, sin mirar a su afiliación religiosa o ideológica. Si, por ejemplo, los musulmanes son perseguidos por no-musulmanes, esta jahiliyya hay que resistirla y eliminarla. Pero si son cristianos los perseguidos y maltratados por musulmanes, entonces son éstos opresores los que perpetran el estado de jahiliyya, y los demás musulmanes tienen la obligación de trabajar para poner fin a la persecución.»
Realmente hermoso y muy bien dicho, aunque por desgracia no responde al concepto más ortodoxo del yihad o santa violencia contra la jahiliyya o ignorancia estúpida de los idólatras y los que resisten al Islam y no se someten a sus portaestandartes.
En lo mismo abunda y sobreabunda otro acreditado apóstol de ‘Islam cristianizado’ (discúlpese la ironía, homenaje a un título famoso de Asín Palacios), el Dr. Mohamed Fathi Osman.  Vayan de muestra unos textos suyos, donde el yihad violento se deslíe y desaparece en una batea de textos coránicos pacifistas y ultrapacifistas: Dios llama a la humanidad a la paz, condena la destrucción de vida, invita a repeler el mal con el bien… ¡El Islam como «punto de encuentro de todos los creyentes en un Dios único»! (¿Y su Profeta?)
De su artículo ‘Dios es el Todo-Paz, el Todo-Misericordioso’ [8]:
«No cabe jamás compulsión en materias de fe», cita Fathi el Corán (2: 251; cfr. 10: 99):
« De haberlo querido así tu Señor, todos los vivientes sobre la tierra habrían creído a una. ¿Y tú piensas que puedes obligar a la gente a creer?»  
El texto es notable, pero no concluyente. El propio Libro y la Suna hablan de coacción, de conversiones por puro miedo a perder la cabeza, de ‘intimaciones’ al modo de las que siglos más tarde harán los conquistadores españoles a los indios de América.
Más difícil todavía:
«Los musulmanes nunca deberían empezar una guerra, y en defensa propia  deben hacer las paces si se les ofrece. La guerra no está permitida por la Sharîca o ley islámica, y en tiempos del Profeta nunca se llevó a efecto, excepto en defensa propia contra la agresión (Corán, 22: 39-40; 4: 75)... »  
Con todo respeto a estas y otras citas coránicas selectas, la tesis es sencilla y rigurosamente falsa, contraria a la Historia. Habla luego Fathi de «Mala práctica y malentendidos del Yihad» y remacha en el mismo error histórico: tras las guerras sólo defensivas de Mahoma,
«Bajo los dos primeros califas (632-644), no fue tan sencillo asegurar las fronteras de la península de Arabia, convertida enteramente en tierra musulmana…»
Ya, pero, ¿cómo ocurrió ese milagro? Mahoma fue buen diplomático como fue buen militar, y cosechó por diplomacia lo que había sembrado en guerras bárbaras. Ya vimos una frase suya jactándose de que al final vencía sin lucha, sólo por el terror que infundía. Ya hemos visto también que el mismo Mahoma, a favor del agotamiento entre bizantinos y persas, aspira a la expansión incluso universal. Eso desmiente a Fathi, cuando sostiene que «la expansión vino luego (Omeyas, Abasíes)».
Sigue desafiando a la evidencia cuando menciona a los juristas islámicos pacifistas, defensores de «un yihad sólo religioso» . ¡Pero si siempre lo fue, sólo religioso! Y a tenor de los tiempos, cuanto más religioso, más violento. La contraposición ‘religioso/violento’ es sencillamente falsa.
En fin, criticando el salafismo y su rechazo del secularismo a la moderna (siempre explicado como reacción frente al colonialismo):
«El secularismo del estado moderno no pudo ser entendido con objetividad ni bien juzgado por quienes se han autolimitado al modelo del pasado musulmán, o incluso al modelo del pasado primitivo musulmán. No han sido capaces de percibir ningún elemento positivo o constructivo en un estado seglar, ni tan siquiera una definición aceptable del término, que puede tener varias definiciones según tiempos y lugares. La civilización musulmana histórica, tal como se conoció en Damasco, Bagdad, el Cairo, Fez y Córdoba, bien podría llamarse secular en cierto sentido, por aproximación a la esencia del concepto. Pues bien, los salafistas la rechazan por anti-islámica, o al menos no-islámica; mientras los abogados de la modernidad, incluido el secularismo, en general la han ignorado por completo.»   
Otra trampa montada en el equívoco. Nadie ha ignorado nada. Se reconoce que esa cultura fue tolerante, como a veces también la cristiana lo fue. Pero tolerancia no es igual a secularismo, como intolerancia no es igual a religión, son categorías diferentes. El secularismo no ‘tolera’.
Yo no sé si el Islam del talibán o del neo-califato es el único verdadero. Lo que me parece es que no es menos verdadero que otras versiones o denominaciones de esa religión, y eso sí, mucho más verdadero que las versiones alambicadas y edulcoradas de un neo Islam censurado y expurgado: el Islam de la paz de Alá para el mundo entero [6]. En medio quedaría el Islam de los creyentes liberales, reflexivos, perplejos; el Islam de la contradicción en carne viva. El Islam de los que hacen preguntas («¿Seré yo por ventura un hereje, Señor?») [9].
Los muyahhidines salafitas del Estado Islámico, los restauradores del Califato, son reprochables por muchas razones, pero no por herejes del Islam, por más que se quiera vender lo contrario. De hecho se comportan como ultraortodoxos, apelando al ejemplo y mandato de su Profeta.
Conclusión
La Guerra Santa es un concepto muy extendido en las culturas antiguas, y el Islam pudo tomarlo del Testamento Viejo a través de sus contactos judíos, sobre todo en sus primeros tiempos de Medina. Dicho concepto pierde toda aplicación práctica con la destrucción de Jerusalén por los romanos (año 70 de JC), y no la recobra hasta la Edad Media, con las Cruzadas por la Tierra Santa, ocupada por el Islam. También las Guerras de Religión en Europa se avivaron con textos bélicos de la Biblia, en una Europa cada vez menos creyente. En nuestros días el sionismo ha empleado la misma munición para sus fines expansionistas, aunque ese movimiento judío es laico y muchos sionistas son ateos.
Hoy en día, en una sociedad secularizada, no se concede a tales gestas y retórica bíblica valor religioso. En ese sentido, el Islam es diferente.  No sólo es ‘pre-laico’; es que lleva traza de no reconciliarse con un laicismo que le resulta incompatible. Si lo es en absoluto, es problema suyo, y de rebote problema para los demás.
Hace poco leí una cita de Fátima Mernissi (Universidad de Rabat; Premio ‘Príncipe de Asturias’, 2003): ¿Por qué el Islam teme a la democracia? «Porque afecta al corazón mismo de lo que constituye la tradición: la posibilidad de adornar la violencia con el manto de lo sagrado.» [6].
Sí, pero no. La tradición islámica es esa, en efecto . Pero el Islam no teme a la democracia, la ignora. Porque, como bien dijo otra mujer (la historiadora senegalesa Penda Mbow), criticando a la Mernissi: «en el Islam, la noción de individuo en el sentido filosófico del término es inexistente» [8]. En el Islam, lo que cuenta es la Umma, la nación o pueblo, en que se disuelven las personas individuales. Ocurre en muchos grupos y sectas, también políticas, deportivas etc.
El artículo de Fathi Osman, citado arriba, termina hablando de «la dificultad en el manejo de las ‘Fuentes Sagradas’», para interpretarlas y aplicarlas a la modernidad seglar.  De acuerdo. El Corán, sobre todo. «En el Corán –distinguen los ulemas (los entendidos)– hay versículos claros y otros oscuros: con los primeros basta para ser buen musulmán y salvarse».
Extraña alternativa –frases ‘claras’/frases ‘oscuras’– para un libro donde apenas hay contexto, porque (salvo un puñado de relatos) lo que no es exclamación o latiguillo es alusión velada, sin orden lógico ni cronológico, como tras un terremoto.  Bien entendido que el Profeta no lo dictó así. Fueron los primeros califas los que hicieron recoger el material disperso y editaron el Corán tal como lo conocemos. El libro destinado a ser el más leído de la Historia. ¿Por qué lo hicieron así, si Dios lo dictó para que todos lo entiendan?

De acuerdo, por tanto: lo que es difícil de entender no puede ser fácil de interpretar, y menos de aplicar a lo que nada tiene que ver con el tema. Porque el argumento de Fathi implicaría el uso de un espíritu crítico ajeno al Islam del Corán y la Suna (las ‘Fuentes Sagradas’), donde no se contempla el libre examen.

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[1] Ya antes, pero sobre todo desde el abandono de la Meca, los oráculos coránicos se mecanizan (si se me tolera el calambur) y el vate pierde fuelle. Por lo demás, todo viene revuelto en el Santo Libro, y el material mecano y medinés se distinguen sobre todo por la tradición, o por criterios internos de forma y contenido
[2] La transcripción vulgar varía según lenguas: jihad, djihad o dyihad; incluso en castellano valdría la aproximación chihad. En un trabajo como este prescindo de la transcripción científica, como también de la grafía arábiga.
[3] También está el caso de la aspirante a mártir, Umm Haram, que recordábamos en otra entrada (SB, 4: 175).
[4] A Aixa, hasta que la cesó por el incidente del extravío y regreso en compañía de xxx, como ya vimos en la entrada anterior.
[5] Aunque el yihad es preceptivo, su condición de ‘pilar de la fe’ es discutida y mayormente se niega. La afirman sin embargo los extremistas violentos. El Mahdi, por ejemplo (véase luego), sustituyó el precepto de la peregrinación a la Meca por el de la guerra santa.
[6] Khaled Abou El Fadl: Reasoning with God: Reclaiming Shari‘ah in the Modern Age. (Google eBook) Rowman & Littlefield, 2014.
[7] Es su aportación al libro Beyond Violence. Religious Sources of Social Transformation in Judaism, Christianity, and Islam (J. L. Heft, ed.), Fordham Univ. Press, 2004, págs. 57-73.
[8] Una crisis sociorreligiosa similar a la actual en algunos aspectos produjo la obra monumental de Algazel (m. 1111) conocida como Ihyá o ‘Reanimación de las ciencias religiosas’. Dicen que es el libro más leído en todo el Islam, después del Corán. Algunas partes son muy populares. Algazel abogaba por una religión piadosa y sencilla, sin escolasticismos ni  complicaciones rituales, admitiendo en cambio el toque místico.
[9] En José A. Marina, ‘El Islam y la educación’. (El Confidencial, 13/01/2015).
[10] “‘Le harem politique: Le Prophete et les femmes’, de Fatima Mernissi, Albin Michel, 1987. Ethiopiques, 6/1 (1989), nº 52.
Conquista árabe de Sicilia








Créditos:
‘Sinopsis de Historias’ por Juan Skylitzes. Miniaturas del Cód. Skylitzes de Madrid (B. N. M.), manuscrito siciliano en vitela (siglo 12). MS Gr. Vitr. 26-2.
Masacre de los prisioneros Banu Qurayza por Mahoma y su gente: ilustr. de un texto mss. s. XIX, British Library.
Fotos de  los Drs. Kh. Abu El Fadl y M Fathi Osman, Dras. F. Mernissi y Penda Mbow: de Internet.