Las mujeres de Mahoma
El mujerío del Profeta siempre ha sido punto fuerte de controversia entre apologistas y detractores del Islam. Sólo que aquí no hay controversia. Este trabajo se ajusta a su título, ‘Qué dijo Mahoma’. Para ello acudimos al Hadiz auténtico en su texto original y la interpretación autorizada. Por lo demás, la información en la Red es copiosa, en pro y en contra de Mahoma y del Islam, allá cada uno.
La historia social de la Arabia pre- y proto-islámica, incluidos los hábitos sexuales de la época, formas de matrimonio (poligamia, matrimonio temporal…), divorcio, etc. no interesa aquí, como tampoco la base social de los cambios introducidos por Mahoma. En cambio, del propio Mahoma, como ‘modelo humano universal’ retratado en la Suna, nos fijaremos sobre todo en lo que supone una extrañeza para nuestra cultura occidental: su poligamia, su uso de esclavas sexuales, las reacciones de su propia gente ante su conducta, su pretendido privilegio sexual personal y sus medios de conseguirlo: oráculos cambiantes en torno al mismo tema, registrados en el Corán.
Un tema que no dejó fríos a los creyentes desde el principio. En la colección de biografías antiguas de Mahoma que publicó E. Sachau –con base en las Tabaqat (Categorías) de Inb Sa‘ad–, al llegar a la semblanza del personaje nos estrenamos con estos capítulos:
1) Descripción de Mahoma en la Torah y el Evangelio (!).
2) Carácter y costumbres de Mahoma.
3) Facultad del Profeta para el coito.
Luego se nos describirá su manera de hablar y su hermosa voz, su estilo de predicar, de andar, de comer, de rezar… para volver sobre su vida amorosa, siempre en ambiente perfumado [1].
Primer matrimonio
Mahoma nace oficialmente en 570 A. D. y muere el año 10 de la Hégira, junio de 632, entrado en los 60 años de edad. Algunos le han hecho 10 años más joven. Sea como fuere, su primera mujer fue su patrona Jadicha hija de Juweilid , una cuarentona dos veces viuda y con hijos, y empresaria mercantil autónoma, que se fija en las dotes de su joven empleado y le pide en matrimonio a su tío y tutor Abu Talib (595). Para esta embajada, una esclava de la dama, llamada Meisara, le sirve de tercera.
Tan apreciable diferencia de edad –unos 15 años–, algunos quieren rebajarla, mientras genealogistas como M. ibn Sa‘ad (siglo IX) establecieron que Jadicha era tía abuela materna de Mahoma [2]. Da igual. Matrimonio monógamo y feliz, no sin cierta relación matri-filial muy lógica, que marca al Profeta. Tuvieron tres hijos varones muertos muy niños, y cuatro hijas que se casaron (incluida la famosa Fátima).
Aquella boda desigual dio para comentarios. Según unos, el padre de Jadicha había muerto, y ofició la boda tío Amru ibn Asad. Pero pronto circularon por la Meca otras versiones más picantes, por el ingrediente folclórico. Un Juweilid vivo y bien vivo se opone a la boda de su hija con un pelagatos. Entonces ella le emborracha y el padre les casa sin saber lo que hace. Vuelto en sí. enfurecido quiere deshacer el entuerto. Riñen las partes, brillan las dagas, se apela al honor… todo en puro teatro, donde reconciliados unos con otros se abrazan [3].
Por diciembre del año 619 Mahoma enviuda en la Meca. En mal momento, pues Jadicha –la primera creyente y ‘Madre de los creyentes’– apoyaba con su prestigio la prédica reformista de su marido, frente a sus burlones paisanos. Porque el Islam empezó por una cuestión de culto local: la restauración de un monumento religioso antiguo, la Caaba, ligado a tradiciones judeo-cristianas y árabes paganas.
Hacia la poligamia. Aixa la favorita
¿Cuánto duró la viudez de Mahoma? Dos años, dato oficial. O dos meses, según otros. Dos años resulta excesivo: por muy enamorado doliente que se le suponga, no era su estilo. Cuando además, libre de la vieja y desdentada Jadicha, heredero suyo quizá, ya puede el acomodado Profeta seguir su vocación de polígamo. Sin dirimir la cuestión, observamos que cronologías muy ortodoxas sitúan en un mismo año, 619, el fallecimiento de Jadicha y las bodas con Sauda y con la niña Aixa. Mahoma ronda los 50 y lleva 10 ejerciendo de Apóstol de Alá.
Su primera esposa sera otra viuda con hijo, Sauda. Nuevo matrimonio desigual, esta vez porque él le lleva más de 15 años, mientras ella le aventaja en estatura y corpulencia, gruesa, nada bonita y de tez oscura, si su nombre quería decir algo: Sauda, la Negra. Por lo demás, una mujer jovial, buena ama de casa y un acierto para esposa única.
Mas he aquí que se atraviesa otra oferta. Abu Bakr, el futuro primer califa, propone a Mahoma ser su suegro casándole con su hijita Aixa, chiquilla de 6-7 años. Celebrados los esponsales, la pequeña queda en casa de sus padres a seguir jugando con sus muñecas.
En este negocio de Aixa también medió mujer tercera, aunque bien se podría hablar de alcahueta: Jaula, una buena amiga de Mahoma. No le costaría mucho a la celestina encandilar al Profeta, que ya para entonces no paraba de alabar y recomendar los matrimonios con vírgenes. Mahoma ha sido un feliz marido-hijo. ¿Por qué no un feliz marido-padre? Tres años después Mahoma reclama a su esposa y el viejo desflora a la niña.
Pero vamos con los testimonios sobre Aixa y Jadicha:
Aixa, revelada en sueños a Mahoma
Según Aixa (SB 5, 58, nº 235)
El Profeta le dijo:
–Tú me fuiste mostrada por dos veces en mis sueños. Te ví retratada en una tela de seda, y uno me dijo: «Es tu mujer». Al destapar el retrato vi que eras tú y dije: «Si es cosa de Alá, así ha de ser».
La misma Aixa lo contaba con ligera variante (SB 7, 9: nº 5078):
–Yo te vi en sueño un par de veces. Un hombre te traía envuelta en un corte de seda y me dice: «Es tu mujer». La descubro, y eras tú, etc.
«La pequeña que casó con viejo».
Lo pongo entre comillas porque es así como titula el Bujari las noticias (SB 7, 11: nº 5081):
El Profeta pidió a Abubeker la mano de Aixa. Éste le dijo:
–El problema es que soy tu hermano.
–Claro que eres mi hermano, en la religión de Alá y de su Libro; pero ella me está permitida.
Según Aixa, el Profeta se casó con ella cuando tenía seis años, y consumó su matrimonio con ella cuando tenía nueve (MSB 7, 62, nnº 64-65).
Hixam dijo: Tengo entendido que Aixa convivió con el Profeta nueve años [es decir, hasta su muerte].
Del Padre de Hixam (Ibíd., nº 236)
–Jadicha murió tres años antes de partir el Profeta para Medina [por tanto, en 619]. Él permaneció viudo un par de años [sic!], luego [sic!] se casó con Aixa, una niña de seis años, que tenía nueve cuando él consumó el matrimonio con ella.
Excelencia de Jadicha MSB, nº 1573 y 1575 (p. 732-733)
Decía Aixa:
–De ninguna de las mujeres del profeta estuve tan celosa como lo estoy de Jadicha. Y eso que no la conocí. Pero el Profeta la recordaba a menudo, y de vez en cuando mataba una oveja, la descuartizaba y enviaba los trozos a repartir entre las amigas de Jadicha.
A veces yo le decía:
–¡Como si no hubo en el mundo mujer alguna, sino Jadicha!
Entonces él decía:
–Ella era así y era asá. Y de ella tuve un hijo varón.
Dijo Aixa:
–Hala, la hija de Juwailid y hermana de Jadicha, pidió al Apóstol de Alá permiso para entrar. Él reconoció el estilo de Jadicha pidiendo entrada, y conmovido dijo:
–¡Dios mío, Hala!
Yo me puse celosa:
–¿Qué te hace recordar a una vieja de las viejas de Quraish, la de encías rojas [desdentada al completo], muerta hace un siglo? Por cierto, Alá te ha dado otra mejor que aquélla [señalándose a sí misma].
Harén modular ampliable
El año 1 de la Hégira (622), recién instalado Mahoma con sus ‘refugiados’ en Medina, se construye la ‘Mezquita del Profeta’. Una banda se reservó para levantar de momento dos viviendas, luego más, para las esposas sucesivas. Él no tuvo apartamento propio. El acceso era directo desde el harén del Profeta a la mezquita, y aunque todo está muy cambiado, todavía hoy la puerta oeste se llama Babu-n-Nisá, Puerta de la Mujeres (las de Mahoma), aunque fue él quien la usó en exclusiva.
En 624/625 Mahoma vuelve a casarse, con otra viuda llamada Hafsa. Si Sauda fue para Aixa como un madre, esta tercera esposa fue una rival. Debía de ser joven, pues sobrevivió a Mahoma casi 50 años.
Del cuarto matrimonio, con su nuera Zainab, ya vimos el escándalo que provocó y el desparpajo del Profeta resolviéndolo a golpe de oráculos. Cuatro mujeres legítimas era el límite para el musulmán. Pero no se había cumplido el mes cuando el Profeta se dispensa de la norma negociando quinta boda con nueva viuda, Umm Salma, madre de varios hijos. Se celebra en marzo de 626.
Es un período de razias y golpes de mano, cuyo botín saca a los creyentes de la penuria y, sobre todo, refuerza el prestigio del caudillo. En una de estas ‘batallas’, a finales de 626, toman a varias cautivas, una de ellas la bella Juwairiya, hija de un jeque. Mahoma pagará su rescate a modo de dote para casarse con ella. En aquella transacción estuvo presente y con mal disimulado disgusto Aixa.
Los comentarios en la ciudad ante la multiplicación de viviendas en el ala este de la mezquita exacerban los celos de Mahoma, y el Corán se enriquece con estas joyas (Azora 33: 6 y 50):
« El Profeta está más próximo a los creyentes que sus propias almas, y sus mujeres son sus madres…»
« ¡Oh vosotros los creyentes! No entréis en las moradas del Profeta sin aguardar un rato, y sólo si se os invita a comer pan. Cuando se os ordene entráis, y en cuanto hayáis comido os largáis. Y no os toméis familiaridades en la conversación, porque en verdad esto incomoda mucho al Profeta, y Alá no se corta de decir la verdad. Y cuando pidáis algo a sus mujeres, pedidselo desde detrás de un velo: esto será más puro para vuestros corazones y los de ellas. No está nada bien que incomodéis al Apóstol de Alá; como tampoco que os caséis con sus mujeres nunca. En verdad, esto sería grave pecado a los ojos de Alá…»
La misma discreción impuso Mahoma a sus mujeres fuera de casa. Cuando llevaba a alguna consigo a la guerra, la mujer viajaba perfectamente invisible en un camarín o litera sobre el camello. A la llegada o partida, el artilugio se arrimaba a la puerta de la tienda de campaña o a la puerta de casa.
Aixa bajo sospecha, rehabilitada
En la razia anterior ya hemos visto a Aixa como acompañante de su marido, y nada feliz por la nueva boda. Por si fuese poco, al regreso a Medina, cuando los criados bajan del camello el camarín velado y lo arriman a la puerta de la vivienda de Aixa resulta que ella no estaba dentro. Se había perdido por el camino. Pronto llega un refugiado llevando de la brida su camello con Aixa encima.
La explicación que dio ella fue que había echado de menos un collar y dejó su camarín para ir a buscarlo. Los porteadores por lo visto no se dieron cuenta cuando lo cargaron en el camello. Tan liviana era la muchacha. La cual remacha denunciando estar tan flaca porque Mahoma tenía a sus esposas a dieta superligera, a base de puches de cebada, sin dejarlas probar la carne.
Dijo también que el refugiado la había hallado por pura casualidad, y al reconocerla le rogó subiera a su camello mientras él se volvía de espaldas. Todo sin mediar palabra de Aixa, y con su salvador siempre en silencio y sin mirarla.
La gente escuchó el relato con escepticismo y poniéndose en lo peor. Tanto así, que Mahoma a punto estuvo de repudiar a la favorita, castigándola con su desvío. Aixa al principio se hizo la distrída, pero luego enfermó, y ante la actitud de su marido le pidió permiso para volver a casa de su padre Abubéker. Con esto, los murmullos se vuelven críticas abiertas, mientras los poetas ponen en solfa a Aixa y a su cornudo. De las otras esposas, ninguna sacó la cara por la honra del colectivo y alguna incluso se alegró.
Un mes aguantó el Profeta la rechifla incluso de gente amiga, hasta que no pudo más y desde el púlpito les reprendió en un sermón, con el resultado de un alboroto. El propio Mahoma pidió consejo a algunos íntimos. Su yerno Alí, el marido de su hija Fátima, le aconsejó el divorcio y exigió un examen físico por una matrona.
Finalmente fue el Profeta quien abordó a la sospechosa en casa y en presencia de sus padres: «Si lo que dicen es cierto, pide perdón de Dios» . Ella esperaba de su madre o su padre una palabra de defensa, pero callaron, y su silencio le provocó un acceso de dignidad. Jamás se arrepentiría de lo que no había hecho. Alá conocía su inocenia, sólo Él sería su ayudador.
Aquí tocaba al Profeta su turno de trance. Le acuestan, le ponen una almohada, le tapan. Al poco rato vuelve en sí: «¡Alégrate, Aixa! Alá me ha revelado tu inocencia». «¡Loado sea Alá!», contestó la joven.
Entonces Mahoma se dirigió al pueblo para recitarles el oráculo recién caído del cielo, que se incrustó en la azora 24 (‘La Luz’): vv. 4-5; 10 y sigs.:
«Los que calumnian a mujeres guardadas [casadas] sin aportar cuatro testigos, propinadles cuatro veces veinte azotes, y nunca más recibáis su testimonio, porque son prevaricadores… En verdad, aquellos de entre vosotros que urdieron mentiras, no les tengáis como un mal para vosotros, sino al contrario, un bien. Pues cada uno de ellos tendrá su merecido de culpa, y a mayor calumnia mayor castigo… »
Aparte algunos castigos, los historiadores notan la contención política de Mahoma, que dominando sus celos optó por la vía conciliadora. Aixa, siempre discreta, vuelve a su domicilio propio en el harén, en posición tan sólida o más que antes del percance. Hasta los poetas que la vilipendiaron, ahora la ponen por las nubes. Uno de ellos, Hasán, le dedica una oda, con unos versos que decían:
«Honesta, prudente, no le alcanza sospecha,
y hambrienta amanece, no metida en carnes como las vagas.»
Aquí ella le interrumpe con agudeza:
–Que no es tu caso, gordinflón [4].
Aixa era para Mahoma la reina del harén, bien entendido que si no le da un hijo varón nunca será digna sustituta de la difunta Jadicha. El divino contestador automático –Alá el más Sabio– no le quiere explicar a su Profeta las leyes de Mendel, la herencia del sexo o la disfunción del cromosoma Y. Todo su legado biológico queda depositado en su hija Fátima. Criatura sacralizada (su mano abierta es un talismán), pero mujer al fin y al cabo, con la mitad de inteligencia y discernimiento que un varón equivalente. El Corán no la nombra y el lugar de su tumba se desconoce.
Besos colombinos
Los motivos de disgusto para Aixa no terminaban en sus rivales. Según tradición recogida en la Vida de Mahoma por el autor de Las Señas de la Buena Dirección (A‘lâmu -l-hudâ):
« El Apóstol de Alá tenía por costumbre besar en la boca a su hija Fátima. Celosa Aixa le dijo:
–¡Oh Apóstol de Alá, veo que se te da besar a menudo la boca de Fátima metiéndole la lengua en la boca.
–Cierto, Aixa. Cuando fue transportado al Cielo en el viaje nocturno, Gabriel me introdujo en el Paraíso y llevándome al Árbol de la Dicha me ofreció una de sus frutas y yo la comí. Aquella fruta en mis testículos se convirtió en semen. De vuelta a la tierra, dormí con Jadicha, que concibió a Fátima. Así pues, cada vez que me vuelve la gana del Paraíso, yo la beso y le meto la lengua en la boca, y de ella siento la brisa del Paraíso y el aroma del Árbol de la Dicha, entre terreno y celestial.»
Ampliaciones en el ala este
No interesa aquí el detalle de todas y cada una de las mujeres que fue tomando Mahoma en Medina, hasta formar un harén que casi triplicaba el permitido al musulmán corriente. Pero el quincuagenario Mahoma no era un musulmán corriente. Era un líder político y un emisario de Dios. La verdad es que la cifra de 9 o de 11 esposas es más bien moderada. La opinión más común fijó el número en 21, tal vez en 26 legítimas, sin contar a cuatro concubinas esclavas.
De dichas mujeres, a 6 las repudió, 5 se le murieron, y al morir dejó viudas a Aixa y a otras más, incluidas algunas con las que no llegó a consumar el matrimonio. Y es que en aquella sociedad un jefe como él pudo tener muchos compromisos, porfiando los parientes mayores en emparentar con él, y hasta las mujeres libres ofreciéndose al Profeta.
Esta última circunstancia planteo problemas contemplados en la Sunna.
«¿Puede la mujer entregarse a uno?» A esta pregunta responde Bujari con este ejemplo (SB 7, 30: nº 5113):
Lo contó Hixem, recibido de su padre:
–Jaula bint Hakim fue una de las que se entregaron en persona al Profeta.
Dijo Aixa:
–¡Cómo! ¿Es que puede una mujer entregarse en persona al hombre?
Pero cuando vino la revelación: «De entre ellas, harás esperar a la que quieras, y recibirás a la que quieras» (Corán, 33: 51), yo dije:
–¡Oh Apóstol de Alá! Por lo que veo, tu Señor como que corre a tu deseo.
La ronda de la mujeres
Una historia bastante repetida se refiere a las costumbres sexuales de Mahoma, y en particular la ronda de visita a sus mujeres. Previamente Aixa le perfumaba y, lo que al parecer interesa más a los tradicionistas, el Profeta practicaba los coitos sin tomar entre uno y otro el baño purificador. Sin embargo, observaba la joven esposa:
«Tras esto, él amanecía revestido del ihram, esparciendo perfume»
El ihrâm es la vestimenta ritual de la persona en estado especial de consagración, como en la peregrinación a la Meca.
Ibíd., nº 268
Refiere Qatada que Anas Ibn Malik dijo:
–El Profeta solía hacer la ronda a todas sus mujeres en una hora de la noche y [otra] del día, y ellas eran once.
–¿Tanto podía?
–Solíamos decir que podía como treinta.
Sin embargo, Saíd puntualizó que, según Qatada, Anás les habló [sólo] de nueve mujeres.
Anas Ibn Malik refirió que el Profeta de Alá solía visitar a todas sus mujeres en una misma noche (SB 1: 284). O a todas menos a una: ¿tal vez un ejercicio ascético de continencia? El relato en cuestión no es nada explícito:
«Muchas mujeres» (ibíd. nº 5067)
Lo pongo entre comillas, porque es el título original en Bujari (SB, 7: pág. 21)
Nos encontrábamos con Ibn Abbas en el cortejo funeral de Maimuna, en Sarif. Dijo Ibn Abbas:
–Esa es la mujer del Profeta, así que cuando levantéis las angarillas no la sacudáis ni la meneéis, antes movedla con cuidado. Porque el Profeta tuvo nueve mujeres, de las que visitaba a ocho, y a una no la visitaba.
La puesta en limpio
Cumplido el débito conyugal, y tras el baño purificador, el Profeta se dispone a pasar a la mezquita para la plegaria matutina. Pero los efectos de la proeza nocturna se le notan en el vestido, y es Aixa la encargada de ponérselo en limpio. Son sus palabras (MSB, 50: nº 172):
–Yo solía limpiar las manchas de semen de la ropa del Profeta, y él salía a la oración con las humedades perceptibles en la ropa.
La joven viuda del Profeta repetía la misma historia a instancia de distintos curiosos, introduciendo detalles como que unas veces la mancha era única, otras en cambio tenía que limpiar en diferentes sitios de la ropa. Y añadía que a veces, aun después de la limpieza, todavía los fieles durante la oración podían notar las preciosas manchas.
Algunos consejos de Mahoma sobre matrimonio
La mejor fuerza de choque que tuvo Mahoma en Medina y sus pretorianos fueron jóvenes valientes, incondicionales y muy religiosos, pero pobres como ratas. Las expediciones de pillaje a caravanas y secuestro de ganado pronto mejoraron su situación. Sólo el medro económico permitía crear familia. Para los menos afortunados, el consejo tampoco era alentador:
Si no puedes casarte, ayuna (SB9 7: nº 5066).
Dijo Abdullah:
Estábamos con el Profeta. Éramos entonces unos muchachos, unos pelados sin blanca. El Profeta nos decía:
–Jóvenes: el que pueda permitírselo, que se case, que el matrimonio ayuda a abrir el ojo, y es lo más decente para el sexo. Y el que no pueda casarse, que ayune, pues eso le enfriará los ímpetus.
Del mejor, el ejemplo (Ibíd., nº 5069)
De Saíd Ibn Jubair:
Díjome Ibn Abbas:
–¿Estás casado?
–No.
–Pues cásate. El mejor de este pueblo tuvo muchas mujeres.
Las mejores mujeres
Aunque personalmente Mahoma las prefirió matronas y viudas, según la Sunna se interesaba por las preferencias de los jóvenes novios, ponderándoles las ventajas de las doncellas, «a las que puedes acariciar y con la que puedes juguetear» .
Ahora bien, a la hora de decidir lo mejor del género, él no tenía duda (SB 7, 12: nº 5082):
«Las mejores de las mujeres, las jinetas de camellos. Son las más devotas de todo Quraish. Las más cariñosas con los hijos en su tierna edad, y las más diligentes custodias del marido, respecto a su hacienda.»
(Concluirá)
[1] Eduard Sachau (Ed.), Ibn Saad. Biographien Muhammeds. Tomo 1/2 (E. Mittwoch, E. Sachau, eds.) Biogr. Muhamm. (Eventos de su época medinesa etc.), E. J. Brill, Leiden, 1917, págs. 92-97 (Cap.: ‘Coeundi facultas prophetae’). En rigor no hay tal biografía, si acaso materiales para ella, una sarta de testimonios o hadizes no siempre fáciles de interpretar.
[2] Una tía paterna de Jadicha, Umm Habib bint Asad, era la bisabuela materna de Mahoma. También por línea materna estaba emparentada Jadicha con la madre de Mahoma. Puede consultarse a Ibn Sa’d, Kitab al-Tabaqat al-Kabir, 1/1: 12-14 y 36 (trad. inglesa). http://www.soebratie.nl/religie/hadith/IbnSad.html
[3] Cfr. W. Muir, The Life of Muhammad. London, 1861, 4 vols; 2: 207-208. Aquí se puede reconocer una reminiscencia de las hijas de Lot emborrachando al padre
[4] Muir, o. cit., 3: 252. citando a A. P. Caussin de Perceval, Essai sur l’Histoire des Arabes. Paris, Didot, 1848, 3: 174.Crédito de figuras: 'Mano de Fátima' (aldaba, por Bernard Gagnon); Mezquita del Profeta en Medina
En verdad la biografía del Profeta y la historia de la Revelación parecen escritas por un enemigo.
ResponderEliminarDifícil comprender que éste pueda ser el modelo de imitación para más de mil millones de creyentes.
Gran serie.
Gracias y bienvenido de nuevo, D. lolo.
EliminarEn efecto, los que seleccionaron las tradiciones y recuerdos de Mahoma no se anduvieron con remilgos.
De hecho, en el Islam hay un movimiento ‘sólo Corán’, que rechaza la Suna por absurda, ridícula, repugnante y otros adjetivos descalificativos.
El problema es que el Corán está íntimamente ligado a la Suna, y ambos son la base de la shari‘a o ley islámica.
No parece, pues, que la ortodoxia pueda cambiar a medio plazo.
Un cordial saludo.
Cambiar la ortodoxia. He ahí la cuestión. El Cristianismo de los primeros siglos fijó los textos por expurgación de diversos evangelios apócrifos. Pero lo pudo hacer porque desde el principio constituyó y defendió una autoridad celosa de su competencia y jurisdicción. No hay nadie en el Islam que tenga tal autoridad. Al gran imán y rector de la universidad de Al Azar lo designa el rais egipcio desde los años sesenta. Al final la ortodoxia es lo que la Umma acepta en cada momento histórico y no hay nada más reaccionario que la comunidad.
EliminarSaludos.
Dª Viejecita, leído y suprimido su comentario, conforme a sus deseos.
ResponderEliminarY no, no creo que nadie se pueda molestar por la traducción literal de unos textos que son de dominio público y son base y jurisprudencia para una ortodoxia.
Es verdad que no resultan familiares en castellano, pero en otras lenguas (incluida la original árabe) están todos en la Red.
P.S.: Habría guardado parte de su comentario, pero eso no es posible, y bien está que yo ni nadie pueda manipular lo que usted escribe.
Tampoco me agradan esos vacíos: "Comentario suprimido" (por el autor, por el administrador o por Perico de los Palotes).
Muchas gracias
EliminarMe arrepiento frecuentemente de las cosas que digo, y no por lo que digo, sino porque no lo escribo suficientemente claro y bien, y pueden resultar ofensivas.
Fui al enlace de las chicas islámicas, pero pedían que una diera primero una opinión sobre su Profeta, su Religión, y su Libro, y si no les gustaba, sería expulsada. Y, la verdad, me puse en el lugar de ellas y lo comprendí. Así que me fui de allí más que deprisa.
ResponderEliminarDon Belosti, me dejan francamente escandalizado las andanzas del profeta, que desconocía. No sé si el desfloramiento de niñas de 9 años era entonces habitual, pero sospecho que no debía de serlo el beso con lengua al apropia hija. Y las tragaderas de sus fieles para envainárselo todo por la vía de los oráculos (como usted dice “el desparpajo del Profeta resolviéndolo a golpe de oráculos”) no dicen mucho a favor de ellos.
Vayamos ahora a la performance del profeta. ¿Treinta veces por noche? Entiendo que en sus rondas practicaba el coitus reservatus excepto con la última (o últimas), porque de otro modo verdaderamente no era de este mundo. Ignoro, por último si sus preferencias por “las jinetas de camellos” nos pueden dar pistas sobre sus posturas sexuales favoritas. Lo dejo ahí.
Con sumo gusto inserto aquí, a modo de comentario, este texto que acabo de recibir de una buena amiga y seguidora de este blog:
ResponderEliminar«Por razones técnicas no puedo introducir comentarios en tu blog.
Por eso utilizo esta vía para felicitarte calurosamente por la serie sobre Mahoma.
Me ha encantado. Ese personaje era una laguna en mi cultura, nunca me interesó, y no
puede ser más valiosa e ilustrativa la información que nos has ofrecido.
Gracias. Un abrazo.
Carmen Quirós»
Gracias a tí, querida amiga, por el aliento que das a un trabajo (bien poco agradable, lo reconozco) sin otro objetivo que mostrar una realidad histórica, frente a la abstracción de una religión idílica de paz e igualdad entre los humanos.
Precisamente hoy –para alivio de mis lectores y mío– pongo mano al último capítulo de la serie, sobre el yihad, tradúzcase como 'guerra santa' o con el eufemismo que se prefiera.