domingo, 11 de agosto de 2013

Los agotes (y 2), por Navarth



El papa León X con dos cardenales, por Rafael Sanzio


En 1514 los agotes de Navarra recurrieron al papa León X, quejándose de su situación, heredada de las persecuciones a cátaros y valdenses. El papa tomó bien el ruego, pero suspendió el juicio a mejor investigación. Así aburridos, en 1517 los agotes llevaron la queja a los estados de Navarra, sin mejor fortuna. Otros dos años de espera, hasta que el arcediano de Santa Gema decidió aplicar la bula y dar trato igual a agotes, so pena de censura eclesiástica y multa fuerte. También los estado de Navarra confirmaron lo mismo en 1520. Pero el pueblo siguió haciendo caso omiso. Entonces los agotes recurrieron a Carlos V, que en 1524 emitió orden imperial, apoyando la bula y elevando la multa a 1000 ducados.
En el siglo XVIII los agotes fueron ganando terreno legal. En este período tuvo lugar la intervención de Montesquieu como magistrado en un juicio promovido por los cagots de Biarritz (1723-4), asunto del que luego tratará en El Espíritu de las Leyes [4].
Un pleito interesante es presentado en el valle del Roncal en 1655:
Con ocasión de la cercanía que dicho valle tiene con Francia y con el Valle de Sola han llegado y hecho assiento en el dicho valle unas quantas familias de gentes que se dicen agotes y gente infecta que serán hasta una docena de casas y con la continua residencia han procurado y procuran introducirse entre los naturales de la tierra de que resultan y pueden resultar muy grandes inconvenientes (...) si no se provee y como dentro de un breve término sean expelidos porque ellos por calificar su naturaleza procuran casarse con naturales de la misma tierra, causa para que se obscurezca la nobleza de dicho valle y (da) motivo a muy grande confusión”.

En este pleito se pone de manifiesto lo que verdaderamente está en juego. Los vecinos denuncian la llegada a su valle de gentes de otros lugares sin demostrar la limpieza de su sangre. Y están muy alarmados porque los recién llegados, con el fin de integrarse en el lugar, buscan contraer matrimonio con gentes del lugar, lo que consideran un desastre porque contaminaría la pureza de su torrente sanguíneo.
 Torquemada intima a los Reyes Católicos
 la expulsión de los judíos de España (Emilio Sala)

       Esto de la limpieza de sangre venía de antiguo. Por el Edicto de Granada de 31 de marzo de 1492 los Reyes Católicos ordenaron a los judíos que no fueran bautizados que abandonasen sus reinos en el plazo de cuatro meses. ¿Y los judíos conversos? En principio podían eludir la expulsión, pero ya desde antes del Edicto la Inquisición había establecido un periodo de sospecha que abarcaba a las dos primeras generaciones de conversos. Pero en el Señorío de Vizcaya y la provincia de Guipúzcoa se dio un paso más allá.
Guipúzcoa dirigió una petición en 1510 a la reina Juana, que fue atendida por Real Cédula de 24 de diciembre, según la cual también los conversos judíos y moros tendrían que abandonar la provincia en el plazo de 6 meses. Esta ordenanza fue confirmada por Carlos V a petición de la Junta General reunida en Cestona en 1527. Los cristianos nuevos veían así prohibida su permanencia en la provincia, lo que se consolidó en la redacción del Fuero de 1696:
Primeramente porque la limpieza de los caballeros hijosdalgo de esta muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa (en tantos años con tanta integridad conservada) no sea ensuciada con alguna mixtura de Judíos o Moros (...) ordenamos y mandamos que ninguna persona, así de Cristianos nuevos, que se hubieran convertido de Judíos y Moros a nuestra Santa Fe Católica, como del linaje de ellos, que estuviere o que viniere a morar y vivir en esta provincia de Guipúzcoa, o en alguna de las villas o lugares de ella, no pudieran estar ni morar en ellas, y si estuvieran que dentro de seis meses (...) vayan y salgan fuera de esta provincia (...) so pena de prendimiento de bienes y de las personas a merced de la Majestad Real.”
Vizcaya por su parte formuló la petición en 1511 con el mismo fundamento que en Guipúzcoa (no enturbiar la limpieza de sangre y debilitar así la hidalguía universal del Señorío) y fue atendida por Provisión Real de septiembre de ese año. La disposición fue incluida en el Fuero de Vizcaya de 1526 según el cual “los nuevamente convertidos de judíos y moros, ni descendientes, ni de su linaje, no puedan vivir ni morar en Vizcaya”. Así cualquier nuevo vecino tendría que acreditar la limpieza de su sangre en el plazo de sesenta días si quería permanecer en el Señorío. Es más, en caso de que se presentara algún sospechosos de converso amparado por una disposición real, el Fuero mandaba que esa disposición “sea obedecida y no cumplida”, y que se iniciaran las gestiones para que prevaleciera la Provisión de 1511 sobre la nueva instrucción.
Es decir, Vizcaya y Guipúzcoa consiguieron que no sólo fueron considerados expulsables los judíos sino también los conversos. Y la garantía de sangre no contaminada resultante de estas medidas justificaba la hidalguía de sus habitantes. A lo largo del siglo XVI el Consejo de Castilla trató de mitigar estas disposiciones. En 1561 un Auto ordenaba ”que no se ejecute lo dispuesto en las provisiones presentadas por el Condado de Vizcaya para que en él no haya judío ni moro y que los que hubiere salgan”. Y cuatro años más tarde un nuevo Auto reiteraba que “no se de provisión en el Señorío de Vizcaya para que los nuevamente conversos salgan de él.”
En este escenario los agotes eran un elemento de más que venía a perturbar la hidalguía general. A partir de ese momento todo el que quería gozar de privilegios inherentes a ésta debía demostrar “no descender de judío, moro, agote, ni penitenciado por el tribunal de la Santa Inquisición.”
Una de las características físicas de los agotes citadas con mayor frecuencia era la ausencia de lóbulos en las orejas, lo que se atribuía, por razones que se me escapan, al hecho de haber nacido de noche. Por esta circunstancia eran frecuentemente llamados belarrimochas (“orejas cortas”). Aunque también este término puede tener otro origen. Como los agotes habían cruzado los Pirineos desde Francia eran identificados con los landeses y labortanos, tradicionalmente considerados ladrones por los vascos. Dado que, en función de la gravedad del robo, a los ladrones se les cortaba una oreja o sólo media, se asumía que los agotes carecían de ellas, sospecha que se intensificaba si el sujeto en cuestión llevaba el pelo largo, sombrero o capucha. En cualquier caso belarrimocha era un mote infamante, que sufrió un cambió en sus destinatarios y ha durado hasta nuestros días como veremos.
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[4] Montesquieu entiende la segregación por motivos de salud, como en el caso de los leprosos, pero rechaza identificar leproso y agote sin base médica. En cuanto a limitar a una gente a un profesión única (la carpintería), para él es puro despotismo.



Publicado por NAVARTH


13 comentarios:

  1. ¡Vaya vaya!
    Comentario nuevo y sin avisar.
    Sólo decir que empiezo a comprender la utilidad de esos pergaminos acreditando la limpieza de sangre que guardaba en la biblioteca de casa, sólo como recuerdo-homenaje de abuelos y bisabuelos que lo tenían siempre a mano. Y que también empiezo a comprender la alarma de mis mayores, y sus negativas furiosas cuando yo les decía que en realidad, nosotros descendíamos de templarios , de herejes y de judíos. ( seguramente esos pergaminos les costaran carísimo ).

    Y, en cuanto a los recién llegados : el miedo de los locales viene, en mi opinión, también a demostrar que esos Agotes eran a menudo más ricos, más rubios, más altos, más guapos, y con los ojos más azules que los "de allí de toda la vida", porque de otra forma, las chicas que les hubieran aceptado como maridos hubieran sido las feas y sin tierras, o sea, las difícilmente casables, y esas bodas no habrían supuesto ningún peligro para la crema de la crema local, y su pureza racial.

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  2. Ya dije el otro día que conozco un par de familias apellidadas Agote. Ya siento, pero todos ellos no son ni guapos ni altos ni gentiles. Gorditos, achaparrados y feos de c.j.n.s, Me falta fijarme si tienen las orejas sin lóbulo, cosa que haré atentamente en cuanto me cruce con alguno de ellos en la Brecha.
    De todas maneras, yo sufrí una tía política (mujer de un tío, claro), que en mis largas estancias en Azpeitia, donde ella vivía, cuando me oía hablar español, me llamaba belarrimotza, y yo ingenua de mí le enseñaba mis hermosos y despegados lóbulos para sacarle de su error. Y es una faena esto de los lóbulos, pues resulta que las orejas son apéndices que crecen durante toda la existencia y ahora, en esta provecta edad, cuelgan lamentablemente laxas afeando aún más las desventajas de la edad.

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  3. Doña Pussy Cat su comentario ha coincidido con el de Doña Viejecita en mi blog.

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  4. Sí, Dª Pussy
    Yo también pensé en lo de la vejez y las orejas.
    Tengo un cuñado, también donostiarra-madrileño, con nombre y apellidos vascos , que no tiene lóbulos de orejas ( yo creo que debe tener ascendencia Agote ) . Y era guapísimo de joven, y sigue siendo guapísimo ahora que ya han cumplido sus bodas de oro él y mi cuñada. Y desde luego, él nunca usó pendientes, que es muy chapado a la antigua, pero las orejas largas largas, con pendientes, me recuerdan a las mujeres de la tribu esa africana, que les hacen un agujero grande, y usan sus lóbulos para Sujetar el costurero, el monedero, y esas cosas. Por lo menos lo de las africanas es práctico, y a ellas puede que les parezca hasta bonito...

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  5. La limpieza de sangre en Guipuzcoa y Vizcaya...

    O sea que de aquellos lodos vienen ahora estos antimaketismos.

    Pues mi tio Frasco, QEPD, cordobés donde los haya tenía unas buenas belarris y nunca fue tratado como de akí, akí.

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  6. Esto de los Agotes resulta que no agota. Lo que aprende uno...

    Entiendo que el Tío Frasco era un belarrimucho y no quiero ni pensar porque le llamaban Frasco.

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  7. Envidiados míos y émulos entre ustedes, D. Neo… y D. Eltumbaollas: rían, ríanse de sus orejas, ya que ni pueden aplaudir con ellas. Rían, pero escuchen esto:

    Tengo aquí delante un fotomontaje de la primera Junta Directiva del ‘Euskeldun Batzokija’ –el primer bachoqui que vieron los siglos milenarios de nuestra raza (1894), sito en Bilbao, Calle Correo (nº 34, 2º piso) esquina Arenal–; Junta, digo, compuesta por Sabino Arana a modo de Cristo, rodeado de 12 zuzenkides como sus Apóstoles.

    (No sé de que se ríen. He escrito bien: zuzenkides, con u, no con e.

    Todos lucen hermosas orejas, aunque no a pares, pues siete de los discípulos ocultan una (la diestra, como norma). Y no me vengan con que algunas de las orejas manifiestas parecen retocadas; porque el retoque fotográfico, en aquella época, era de rigor. Además, al señor que está debajo de Sabino, mirando de frente, le falta la oreja izquierda, como si se la hubiesen cortado.

    El anuncio de la nueva sociedad o bachoqui (en el periódico de Sabino, ‘Bizkaitarra’, nº 16, 1 de octubre 1894) ponía esta condición para el ingreso:

    «Se requiere la presentación de la partida bautismal, á fin de hacer constar los datos genealógicos y de raza.»

    Tres años después, en ‘El primer amigo del niño’ –catecismo patriótico de adoctrinamiento infantil, por preguntas y respuestas pueriles (calificarlas de infantiles sería insultar a la inteligencia de los niños), remedando el catecismo de Astete–, Sabino no se arredra antes la corrupción de menores:


    – Todos los que nacen en Bizkaia, ¿son bizkainos?
    – No, si su sangre no es de la raza vasca.


    – ¿En qué se conoce la raza de una familia?
    – En sus apellidos.
    – ¿Cómo?
    – Si los apellidos son euzkéricos, el que los lleva es vasco; pero si no son euzkéricos, el que los lleva no es vasco.


    ¡Ingenuo Sabino! Los apellidos, menudo coladero. Féminas domésticas incorruptas hasta la cuarta y la séptima generación… ¿Pero de qué guindo se cayó este buen hombre?

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  8. D. Belosti.

    Sabino: Ecce homínido. Vasco, eso sí, pero homínido. Descendiente por parte de las ramas (materna y paterna, ambas dos)de su ancestral árbol genealógico.

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  9. Don Belosti y don Navarth:

    En Diario Vasco, entre el 22 y 25 de mayo de 1962 se publicó una interesante serie de artículos sobre los agotes. Muy completa incluía numerosos datos. Este diario se puede consultar página web de la bibliteca Koldo Mitxelena de San Sebastián.

    Una de las cosas que más me llamó la atención y que podía dar para un análisis más en profundidad, es ver e interpretar desde el punto de vista de hoy, cual fue el papel de unos y otros.

    Como historiador soy consciente que no es muy ortodoxo examinar sucesos antiguos con bajo nuestros puntos de vista, pero dado que en el paisito el nazionalismo y la giliizquierda descerebrada que tenemos que sufrir, practican esto de forma habitual, si no quieres que te machaquen, al final hay que terminar por usar algunas de sus tácticas.

    Y ya que usamos su metodología, nos encontramos en el caso de los agotes una realidad sorprendente a la vista de lo que hoy es políticamente correcto y dogma sagrado sobre la bondad innata de los "derechos históricos".

    En esta "película" los representantes de la monarquía, los odiados virreyes, los tribunales españoles aparecen como los defensores de la igualdad de los ciudadanos. Ellos, que no debemos olvidar tenían poderes muy limitados en virtud de los privilegios forales y a pesar de que esto les supone conflictos con los caciques locales, defienden a los ciudadanos, a la gente común, para que tengan los mismos derechos que los demás.

    Los caciques forales, representantes de esa "arcadia democrática" que también nos ha vendido los nazionalistas y toda la patulea giliprogre, los que se amparan en los "privilegios", son los que discriminan, acosan y hasta perseguen a los que ellos consideran diferentes.

    La lectura que se puede hacer de tema de los agotes en el fondo es muy actual: de forma asombrosa (o no tan asombrosa) se mantiene una situación mediante la cual hay unos defensores de "esencias" que en nombre estas que deciden restringuir derechos ciudadanos y si es necesario perseguir a estos. Y frente a ese modelo arcaico, carca, reaccionario, es "España" la que representa la libertad y la modernidad tal como la entendemos hoy.

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    1. Don Andrónico L, mil gracias por su aportación. No sólo la referencia bibliográfica, sino de modo especial su síntesis de la trastienda sociológica de la foralidad real, histórica. Y esa conclusión suya, tan certera (por desgracia), sobre el talante feudal de los nuevos ‘parientes mayores’.

      Bienvenido. Un saludo, con la esperanza de seguir contando con sus luces y experiencia en el tema que nos ocupa.

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  10. Gracias por su comentario. Me gustaría poder participar más, pero siempre ando muy, pero que muy justito de tiempo.
    Actualmente estoy revisando, a paso de torturga, todo Diario Vasco de los años sesenta y seguro que saldrán más cosas de vuestro interés.

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    1. Le tomo la palabra.

      Por cierto, y en la línea de su argumento sobre el papel histórico del Estado y sus representantes como amparo contra desafueros forales, olvidé citar este caso chusco, aquí en la Bilbao del XVIII: ’Peluquería francesa’. Tal vez le agrade, si no leyó el artículo.

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  11. Vaya, lo que me había perdido. Muy pertinente esa interpretación, Don Andrónico. En realidad es la ‘casposa’ España el refugio de la libertad frente a esas Arcadias nacionalistas que, excelentemente empaquetadas con vistosos envoltorios, ocultan una caca en su interior. Cordiales saludos.

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