lunes, 26 de agosto de 2013

Apunte breve sobre juventud y paisaje de Sabino

por Navarth

La familia de D. Santiago de Arana (1867)
Sabino en el regazo de Dª. Pascuala Goiri y Luisito sostenido por el padre
Sabino nace en enero de 1865 en la anteiglesia de Abando, aún no incorporada a Bilbao. Crecerá en un mundo agitado: la industrialización de las vascongadas, la derrota carlista, la abolición de los fueros,  configuran un mundo cambiante y conspiran para diseñar un escabroso paisaje emocional en el joven.
La familia Arana ha gozado de una buena posición en Vizcaya. Tanto el abuelo como el padre de Sabino han sido alcaldes de Abando, y este último mantiene un astillero en sociedad con un primo. Pero los Arana no se adaptan al rápido ritmo de la industrialización, y la familia experimenta un continuo declive. El padre de Sabino es carlista, y la derrota del pretendiente supone un nuevo revés. Dice Juaristi que Sabino guardará el resentimiento derivado de una derrota bélica y de una familia venida a menos, y su furibundo nacionalismo le servirá para canalizarlo: “sólo habiendo perdido un patria que nunca existió le sería posible curarse de sus humillaciones reales” [1].
Sabino estudia bachillerato en los jesuitas de Orduña. Desarrollará una gran admiración por el fundador de la Orden, y la Compañía de Jesús será el modelo de organización sobre el que pretenderá crear su partido [2].
Sabino ha sido carlista, pero caerá del caballo ayudado por su hermano Luis. Todo Saulo lleva un Pablo en su interior, y a partir de ese momento Sabino se consagrará fervorosamente a la nueva Fe:
“Disipáronse en mi inteligencia todas las sombras con que la oscurecía el desconocimiento de mi Patria, y levantando el corazón hacia Dios, de Bizcaya eterno Señor, ofrecí todo cuanto soy y tengo en apoyo de la restauración patria (...) Y el lema Jaungoikua eta Lagizarra iluminó mi mente y absorbió toda mi atención, y Jaungoikua eta Lagizarra se grabó en mi corazón para nunca más borrarse.”

Ferrer Dalmau: Una escena de la I Guerra Carlista
Sabino ha encontrado un papel protagonista para su drama vital: defenderá a la Patria amenazada por sus enemigos, sobre los que de paso podrá descargar su resentimiento. Pero ¿qué patria? ¿Qué enemigos? Más adelante contará: “a los diez años, recuerdo, era ya intenso en  mí el amor patrio: sólo que ignoraba cuál era mi patria”. Ningún problema: Sabino inventará ambos, Patria y enemigos. Para ello se documentará con los folletines disponibles.
A lo largo del s. XIX una serie de autores románticos se están dedicando a dibujar una visión idílica y misteriosa del pueblo vasco. Está por ejemplo el vasco-francés Joseph-Augustin Chaho. En su obra de 1836 Viaje a Navarra durante la insurrección de los vascos (1830-1835) presenta el conflicto carlista, no como una guerra civil, sino de independencia del pueblo vasco. Chaho contribuye a crear un estereotipo vasco ajustado al gusto de la época, en cuyo diseño la costumbre vasca más trivial y la manifestación cultural más anodina pasan a estar cargadas de significados profundos y misteriosos. El público francés, que más tarde adaptará a los españoles a los personajes de Carmen, no tiene la menor dificultad en aprender la existencia de un enigmático pueblo de las montañas venido directamente desde el amanecer de los tiempos, y los propios vascos se esforzarán por ajustar su comportamiento al arquetipo. Chaho culmina su aportación al folclore con la invención del patriarca vasco Aitor, apuntando además al enigmático origen de la raza:
“todos reconocieron la imagen de Aitor, el gran antepasado, el patriarca, el padre de la raza indoatlántida y el primer nacido de los éuskaros”.
Por cierto en la obra de Chao aparecen unos viejos conocidos:
“Para halagaros, vuestros historiadores han escrito que los godos cristianos, refugiados tras Pelayo en Asturias, comenzaron la gloriosa obra de la regeneración española; no hubo tal, ¡oh, castellanos! ¿Sabéis quién quedó en los Pirineos occidentales de aquellos visigodos a quienes vuestros reyes modernos quieren hacer remontar el origen de su realeza? La casta vilipendiada y poco numerosa de los agotes que los aragoneses y asturianos llamaban perros, en patois romance.”

Babel, posible origen de Túbal
(La Torre de Babel, del jesuita A. Kircher, 1679)
Otra obra importante en la formación del mito vasco es Amaya, o los vascos en el siglo VIII, publicada por entregas entre 1875 y 1877 por el escritor Francisco Navarro Villoslada. Amaya continúa la línea de Chaho y presenta a los descendientes de Aitor (que para entonces ya se ha consolidado) viviendo felices e independientes y acudiendo para encabezar la reconquista contra los moros (el argumento es algo confuso, porque en él los verdaderos traidores son finalmente los judíos).
También está el sacerdote Pedro Pablo de Astarloa [5], que en 1803 ha escrito una Apología de la lengua bascongada en la que ha defendido, con total seriedad, que el vascuence era la lengua empleada en el paraíso:
“Se hará ver por la extraordinaria perfección del Bascuence ser la única lengua digna de ser comunicada por Dios al primer hombre.”
Parte Astarloa del hecho de ser el vascuence la lengua más perfecta que existe:
“Nuestra sintaxis es la escuela única a que pueden recurrir las lenguas para perfeccionarse en sus discursos. ¡Qué exactitud de reglas para no errar la colocación de letras en las sílabas, de las sílabas en las voces, y de las voces en los conceptos! ¡Qué economía en estas reglas!
(..) La perfección de nuestro idioma, demostrada con la mayor claridad en esta Apología, es superior a la de los idiomas más decantados. Ni la Hebrea, ni la Griega, ni la Arabe ni otra alguna lengua puede competir con el Bascuence en perfección, y de esta verdad se infiere que nuestro idioma fue formado por una nación superior en cultura a la Hebrea, a la Griega, a la Romana, a la Arabe y otras con cuyas lenguas lo hemos comparado.”
Ahora bien, el propio Astarloa reconoce que no son fácilmente reconocibles los testimonios de esa cultura vasca superior a la griega o la romana, por lo que, concluye, necesariamente el vascuence ha debido formarse mucho antes:
“Ninguna historia nos presenta la nación bascongada como superior en cultura a éstas, con que es forzoso confesar que esta nación bascongada, a quien debemos suponer sabia y culta según se ha indicado, lo fue en unos tiempos a que no puede llegar la memoria de las historias, y que por consiguiente formó su lengua en unas épocas remotísimas.”
Esto nos sitúa, cuando menos, en la Torre de Babel, desde donde vino Tubal para poblar las vascongadas. Este concepto no es extraño al público. Ya en 1756 el jesuita Manuel Larramendi ha escrito la Corografía o descripción general de la muy noble y leal Provincia de Guipúzcoa donde dice:
“La nación de los vascongados, y particularmente la de Guipúzcoa, ha tenido el ser mirada y atendida de Dios con especial cuidado entre todas las de España, y pudiera decir del mundo todo (..) Sabe, en fin, que viene, en derechura y sin cortaduras, de la familia y de los hijos de Tubal que poblaron a España: cuya sangre nobilísima y limpísima ha mantenido en tantos siglos.”
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¿Y qué hay de los fueros? Vizcaya y Guipúzcoa han gozado hasta ese momento de una situación privilegiada que, entre otras cosas, ha permitido a sus habitantes eludir el servicio militar y el pago de impuestos. En 1839 se promulga la Ley de Confirmación de Fueros:
Artículo 1º.- Se confirman los Fueros de las provincias Vascongadas y de Navarra sin perjuicio de la unidad constitucional de la monarquía.
En 1876 el gobierno de Cánovas acaba con los privilegios forales más conspicuos (la exención fiscal y del servicio militar) e inaugura un régimen de conciertos que favorecen el crecimiento económico vasco. En realidad, ante la evidencia de éste, la preocupación por la desaparición de los fueros no es mayoritaria. Sin embargo para los nacionalistas acabarán siendo una pieza clave de su mitología, en la que pasarán de ser un privilegio concedido por el monarca a la expresión de la soberanía originaria del pueblo vasco en tiempos remotos. Soberanía que puede legítimamente recobrar en cualquier momento.
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Portada del ‘Bizkaitarra’ (22-04-1894)
En 1883 Sabino se traslada con su familia a Barcelona, y estudia Derecho y Filosofía y Letras. No queriendo abarcar mucho se matricula en sólo unas cuantas asignaturas, que no aprueba. En 1888 regresa a Vizcaya, Ya ha comenzado a estudiar el vascuence, y ese año se presenta a una cátedra en el Instituto de Bilbao compitiendo, entre otros con Miguel de Unamuno y Resurrección María de Azcue, que finalmente será el ganador (con Unamuno de finalista y Sabino sin conseguir obtener un solo voto). Escribe algunos artículos y en 1892 publica su primera obra de calado, Bizcaya por su independencia, en la que cuenta nada menos que cuatro batallas, “las cuatro glorias patrias”: Padura/Arrigorriaga, Gordejuela, Ochandiano y Munguía. A pesar de tratarse de un relato sin restricciones, en el que el autor no se siente obligado a separar la batalla de la batallita y la historia de la historieta, el resultado es bastante repetitivo [6].

En 1893, tras la publicación de su libro, es invitado a emitir un discurso en el caserío de Larrazábal, en Begoña. En un tono grandilocuente habla de sí mismo, de su libro, critica a todos los partidos existentes hasta el momento, enuncia su proyecto nacionalista, y se presenta como mártir de la futura Causa. Entre los asistentes está el naviero Ramón de la Sota que, como el resto del auditorio, no muestra un gran interés por el asunto. Ese mismo año Sabino lanza el periódico Bizkaitarra, que publicará 32 números hasta su prohibición en 1895.

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[1] Jon Juaristi, El bucle melancólico. Este libro, y el que se menciona en la siguiente nota, son imprescindibles para entender la figura de Sabino Arana.
[2] Antonio Elorza, Tras las huellas de Sabino Arana.
[3] Con el tiempo los nacionalistas acabarán incluyendo a Zumalacárregui (Zumala-Careguy según Chaho) en el panteón de los precursores de la Causa, como si al recibir la herida mortal se encontrara sitiando Madrid, en lugar de Bilbao.
[4] La obra de Chaho continúa protagonizando episodios pintorescos en la actualidad. Sin duda atendiendo a una perentoria demanda social, en 2007 el alcalde de Biarritz subvencionó la traducción de Aitor. Leyenda cántabra de Chaho al armenio. Y en 2010 el armenio Vahan Sarkisian, profesor de la universidad de Ereván (Armenia), miembro de honor de la Real Academia de la Lengua Vasca, y autor de libros imprescindibles como El enigma del origen de los vascos y la meseta de Armenia (el problema de las relaciones armenio-vascas en las fuentes vascológicas y armenológicas) (2000), consiguió que la Diputación Foral de Vizcaya subvencionara a su vez la traducción de Aitor. Leyenda cantabra al euskera (tres años más tarde que al armenio). Pueden ver la edición aquí: http://hal.archives-ouvertes.fr/docs/00/79/65/08/PDF/aitor_cantabre_seconde_A_dition.pdf
[5] Dedico tanta atención a Astarloa porque Sabino le dedicará un encendido poema en el que lo calificará como ‘guía’ y ‘estrella polar’, y valorará su aportación histórica en la que brilla ‘el sol del euskera’.
[6] El argumento recuerda un poco a las películas de Jackie Chan (o de Jean Claude Van Damme) en las que el protagonista debe pasar toda la película aguantando las inverosímiles provocaciones de un malo antes de poder descargar virtuosamente los puños sobre él, que es lo que todos deseaban desde el comienzo. De modo similar, da la sensación de que Sabino quiere desde el principio ver manchadas de sangre extranjera las piedras de Padura, y a continuación configura el relato para que este sea el desenlace virtuoso.

12 comentarios:

  1. La foto de cabecera es todo un documento de época.

    Sabinito vestido de nena (porque todavía se hacía pipí).
    Y Luisito como de gaucho: ¿homenaje tal vez al bardo vasco carlista Iparraguirre –el cantautor del Guernicaco Arbola–, emigrante a la Argentina?

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  2. Es una cosa sorprendente la diferencia entre la historia del personaje y su leyenda, tanta como la que hay entre la patria inventada y la realidad.

    Produce asombro que semejantes teorías hayan enamorado a tanta gente. El acariciar los oídos de la masa tiene estas cosas.

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  3. Queridos Profesores Navarth y Belosticalle

    Me ha hecho mucha gracia que el joven Sabino se hubiera quedado tan epustuflado con San Ignacio, y que se identificara con él : Lo de la revelación de la fe, sustituyendo al conocimiento , lo de ponerse a estudiar en plan picoteo, y suspenderlo todo... ( Aparte, claro , de lo del clan familiar capitidisminuído por la derrota del carlismo, que le parecería del estilo de lo que les ocurrió a los Loyola cuando Nájera, su señor natural, estuvo en horas bajas... ).
    Pero San Ignacio vivió en otra época , en principio , mucho más de clases y de influencias , y, a pesar de ello, acabó estudiando en serio, para graduarse y poder sacudirse a los inquisidores.
    En cambio, este hombre no parece que se hubiera disciplinado gran cosa, ni que hubiera madurado...
    Claro que esto es lo primero que leo sobre el personaje, así que puede que más adelante mejore un poco.
    Veremos los siguientes capítulos.
    Me apetece muchísimo enterarme.

    Muchas gracias a ambos

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    1. Doña Viejecita, hay mucha reminiscencia ignaciana y jesuítica en la andadura de Sabino; mucha más de la que parece. Como que dicen que hasta pensó en hacerse jesuita, antes de entregarse en cuerpo y alma a esta otra patria, la terrenal.

      Pues y ya que usted ha sido lectora tan aprovechada de mi pequeña serie, 'El alumbrado en su sombra' (1, 2, 3 y 4), déjeme copiar aquí para usted –con la venia de nuestro amigo Navarth– un texto del más auténtico Arana en vena jesuitófila:

      «Creo puede afirmarse que quien está con la Compañía de Jesús está con Dios.
      Pues si es cierto que no puede decirse ‘a priori’ que esta Orden religiosa es infalible, sin embargo prácticamente resulta infalible.
      De esta índole de la Compañía se desprende su necesidad, y de ésta su inmortalidad.
      La Compañía de Jesús vivirá tanto como la misma Iglesia de Jesucristo.»
      (Marzo de 1890)

      Con ser de bulto lo escrito, algo se le quedó en el tintero, pues justo un año después redondeaba, sin inmutarse:

      «La devoción a Jesucristo es necesaria para salvarse; pero la devoción a María es señal de predestinación.
      De la misma manera, el amor a la Iglesia de Cristo es indispensable para salvarse, pero el amor a la Compañía de Jesús es signo de predestinación
      (Marzo 91).

      Por muchísimo menos que eso, el Ayuntamiento de Bilbao le ha puesto estatua en la Gran Vía al prócer norteamericano John Adams; cfr. ’Papanatas a la bilbainada’ y ’¡Bienvenido, Míster Adams!’

      Elogios como los transcritos de Arana, no sé cómo no le han merecido de la Compañía algún bronce en la Universidad de Deusto.
      Por ejemplo, qué tal un busto de Sabino en el regazo del Corazón de Jesús que preside la Escalera de Honor.

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  4. Entodavía no la he leido, ya que no me da tiempo.Pero no lo puedo resistir.

    Señor, señor, que entenderá este hombre por apunte breve...

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  5. Entodavía no la he treminado de leer pero... ¡qué pesaos! Saulo no se cayó de ningún caballo.

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    1. Diga usté que no, don Neo.

      Mira que no habremos insistido, usted como yo, en que el relato de la conversión de Saulo no menciona cabalgadura. Ni caerse del caballo, ni caer del burro.

      Claro que a pie tampoco iría Saulo, desde Jerusalén a Damasco, que es una tirada.
      ¿Viajaría en silla gestatoria? (porque iba en misión oficial). También había ‘currucas’ de posta, solución más barata para la crisis económica de aquellos años...

      Por eso, cuando Navarth y yo discutíamos sesudamente este punto, yo le hice una propuesta: donde dice «todo Saulo lleva un Pablo en su interior», poner «todo Saulo viajero lleva un caballo entre las piernas». Así se justificaba la caída.

      Pero el colega no me ha hecho caso. Con que, amigo Neo, su rapapolvo le está pero que muy bien empleado. y ahora mismo se lo transmito al interesado.

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  6. Acabé.
    Sí la verdad es que ha sido breve. Estoy esperando ya al siguiente.

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  7. «todo Saulo viajero lleva un caballo entre las piernas»

    ¡Pero si eso es genial! Me recuerda, inevitablemente, a la ácida descripción de una mujer sobre algunos aguerridos moteros a lo "Hell Angels": «Sí... es la única oportunidad que tienen los pobre de tener algo vibrante entre las piernas».

    Pero no nos encalabrinemos en demasía con lo del caballo, que tampoco es manca la inexistente manzana de Eva. La culpa la tienes los pintores, que fijan arquetipos a su antojo.

    Estupendas pincelada, NAVARTH. Que digo yo si el Padre Astarloa, dada la probada superioridad de la lengua vasca sobre la griega, se preguntó alguna vez por qué no había alguna "Ilíada", siquiera una "Odiseíta" que llevarse a los ojos.¿Dónde están los Menandro, Sófocles, Eurípides vascos? Hay que buscar por el Amboto, a ver si alguna cueva de por ahí cumple la función de Qumran... perdón Kunran.

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  8. “el amor a la Compañía de Jesús es signo de predestinación”

    Ya ven, los calvinistas creyendo que el trabajo, la prosperidad y la vida ordenada eran los signos de la predestinación, y el buen Sabino encontrando una vía contemplativa mucho más cómoda. La historia podría haber sido otra si Sabino hubiera nacido unos siglos antes (aunque yo preferiría que hubiera sido unos siglos después), y Max Weber se había ahorrado su libro sobre la ética protestante.

    Don Belosti, me ha encantado eso de que todo Saulo lleva un caballo entre las piernas.


    Don Neo, no sea usted cruel. De verdad que lo he intentado.

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  9. Estupendísima serie ¿Que no es serie?, pues que lo sea. Queremos más.
    El pueblo heptamilenario siguiendo a pie juntillas en el siglo XXI las directrices de un rentista, vago y con el cerebro bastante desocupado: ole.

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