No hace falta ser del PP en esta Comunidad Autónoma para mirar con expectación los primeros pasos de la renovada Consejería de Educación. Los 'populares' tienen acuerdos firmados con los socialistas vascos, y es de suponer que vigilen su cumplimiento. Pero al margen de la política entre partidos, existe también una ciudadanía variopinta con ideas propias. Como ciudadano, sea este es mi granito de arena en la playa educativa vasca.
Isabel Celaa ha hecho declaraciones necesariamente inconcretas todavía, pero que se remiten a materias disputables. Luego las enumero. Como punto de partida –y de llegada–, me quedo con esta frase suya, de fácil aceptación: «Con los niños no se juega».
Muy oportuna, porque si con alguien se ha jugado en los últimos años de forma escandalosa ha sido con la infancia. Un botón de muestra, enunciado por la propia Consejera: el Plan de Paz, cuyo «programa se va a modificar con urgencia, para deslegitimar el terrorismo, porque la sociedad no puede permitir que se justifique el asesinato por opinión política». ¡Pero cómo!, ¿es posible…? Pues sí. Hay cosas tan elementales, que ni se plantean, hasta que se constata cómo los oportunistas aprovechan para sembrar de lo suyo.
Hay un segundo botón, del que también habla doña Isabel Celáa en estos términos: «La mitad de la población hata los 25 años conoce el euskera, y hasta los 15 años llega al 80 % ».
Esto no diría mucho, de no tener en cuenta los valores de partida. Ya no gusta tanto airear en cifras la población euskaldún al implantarse la Ley de Normalización Lingüística en 1982. Tampoco se señala lo obvio: que la euskaldunización se ha logrado a fuerza de imponerla a los niños, frente a un éxito minúsculo con los adultos. Pues bien, según EUSTAT, en 10 años (1991-2001), la proporción de euskaldunes entre 15 y 29 años ha crecido el 17 %, cifra que se eleva hasta el 22 % si se incluyen los 'cuasi-euskaldunes'.
Estas cifras dan idea sólo remota de la presión enorme de un experimento esencialmente escolar. Presión que bajo Tontxu Campos ya se hizo intolerable. De este personaje baste recordar su testamento, firmando en plena agonía política un decreto de euskaldunización radical de la infancia: ¡hasta los 6 años, en la escuela, todos euskaldunes y sólo euskaldunes!
Pues aun así, hace sólo un par de años, el Kontseilua de Baztarrika daba la alarma: «dos de cada tres alumnos vascos terminan la etapa escolar sin euskaldunizarse». Una valoración que revela con crudeza la brutalidad del experimento realizado con nuestros niños, por no decir contra ellos.
Y todo en nombre de la ley, en virtud de un supuesto derecho, propio de gobiernos totalitarios, a imponer por ley o decreto determinados artículos identitarios, como quien estampa un tatuaje en las reses de su rebaño. «¿Acaso tienen derecho los padres a quitar de programa la Aritmética?», se ha dicho con arrogancia. Como si lo uno tuviese algo que ver con lo otro.
La nueva Consejera merece aplauso y apoyo en su esfuerzo por, digamos, normalizar la normalización lingüística, anormalmente sobrenormalizada bajo su antecesor. Veremos hasta dónde le alcanza un presupuesto exprimido in extremis por Campos, gracias a una ley que ella misma votó, conviene recordarlo.
Hace bien Isabel Celáa remiténdose a la legalidad del 82 y el 93. Mas no se olvide que es la misma legalidad invocada por Campos, interpretándola a su aire para euskaldunizar por la brava.
Siempre sobre el dichoso vascuence, la Consejera apela también al consenso y el acuerdo. Mejor dicho, a los consensos y acuerdos, en plural. Refiriéndose a su partido y al PNV, dice así: «En la última diputación permanente, sacamos adelante una propuesta para seguir buscando consensos, a la luz de los acuerdos alcanzados en el Consejo Asesor del Euskera». Sí, claro; aquel 'consenso unánime' entre todos los grupos, sensibilidades y vivencias, donde sólo se notó la ausencia de «esa ínfima minoría del 70 % de la población vasca monolingüe que no habla sino castellano», como ironizaba J. Mª Ruiz Soroa en su artículo , 'Curioso consenso' (El Correo, 09-02-19). Cierto que un socialista puntualizó (02-25) que su partido estaba por modificar el nombre y la normativa del Consejo Asesor del Euskera. Pero no menos cierto es que, como replicó el mismo Ruiz Soroa, «los eurodiputados socialistas se han unido a los nacionalistas, en contra de los populares (PP), para tumbar una propuesta europea sobre lenguas minoritarias, porque en la misma se defiende el derecho de las familias a elegir lengua vehicular para la enseñanza de sus hijos».
Consenso entre convencidos. Todos ellos parten de axiomas comunes: el euskera, patrimonio cultural, nuestra lengua, factor necesario de cohesión, lengua rica y enriquecedora, milenaria y renacida, gracias al esfuerzo de todos... Euskaldunización = normalización.
Axiomas comunes, o lugares comunes. Con igual derecho y razón se pueden defender tesis contrarias: batúa, neolengua minoritaria, extraña, difícil, literariamente pobre e inculta, estudiada por obligación y olvidada con gusto. Discriminante hasta el atropello. Una curiosidad de museo, desempolvada al servicio de una construcción nacional. Euskaldunización = imposición. Todas las 'sensibilidades' quiere decir eso: todas. Por raras que nos parezcan. Pisamos suelo opinable. De todos, o de nadie.
En esta máquina de euskaldunización sin marcha atrás, pero ahora con freno, éste no lo han inventado los socialistas. El citado Baztarrika ha cubierto el último tramo de su carrera como asesor de política lingüística pisando freno. No porque no interese euskaldunizar; todo lo contrario, porque tan de prisa íbamos camino de dar al traste con una lengua débil, y encima aborrecida.
No ha sido el respeto al niño, o el respeto a la libertad; menos aún la Constitución, que prohibe discriminar por razón de lengua para acceder al trabajo; ni siquiera el sentido común, ante tamaño despilfarro. Lo que preocupa es el rechazo. Euskaldunizar, sí; pero sin escándalo.
«Este país ha avanzado mucho en el conocimiento del euskera… Pero resulta que la lengua vasca no pasa al uso en la misma proporción. No se está desarrollando el acercamiento al euskera. Desde la escuela vamos a cultivar esa vinculación de aprecio. Querer al euskera. Una lengua impuesta nunca será amada y una lengua querida será más usada.»
¿El Baztarrika de los últimos días? ¿el PNV del no a Tontxu Campos? ¿A que suena lo mismo? ¡Pues qué va! Es la nueva Consejera, que para mejor persuadir viene con un plan de educación trilingüe: castellano, vascuence, inglés. Cómo lo vamos a financiar, ya veremos. De momento, «rebajar el suflé en torno al tema lingüístico» –dice con humorismo de repostería– , donde la libertad de elección de una lengua (el castellano) «debe congeniarse con el necesario aprendizaje de la otra», para en definitiva «avanzar hacia ese trilingüismo de libre adhesión».
Pero entonces, ¿en qué hemos cambiado? Nuestros niños seguirán atiborrándose de euskera en el aula, para dejar de practicarlo en el recreo y olvidarlo al volver a casa. Porque si en la vida humana hay una edad con reflejos de supervivencia, esa es la escolar. Y si hay una sociedad masoquista hasta el extremo de quitarles a sus hijos de la boca su propia lengua materna, dejando que les impongan otra extraña, minoritaria, inculta, torpemente manipulada y manifiestamente inútil, sólo por si acaso algún día la necesitan para pedir de comer, esa sociedad sólo puede imaginarse en el País Vasco.
¿O sea que con Patxi López esto va a seguir como antes? No exactamente. Aunque el vascuence siga siendo obligatorio, siempre se podrá decir que no lo es para la construcción nacional. ¡Ya! Pero entonces..., ¿para qué…?
De acuerdo por completo. No sé qué he hecho, que se ha borrado todo. Le agrego a mis favoritos y le leeré a Vd., a ver si me animo y le cuento un día qué tal nos va a los de "a pie de tiza"
ResponderEliminarEsta mañana he consultado un problema de termitas con un amigo entomólogo experto en esa y otras plagas. Y este es un comentario que me envía:
ResponderEliminarFumigar sin EskandalizarEn realidad la normalización lingüística de un País Vasco seriamente afectado por el exceso de castellano recuerda mucho a los modernos tratamientos para combatir las termitas; y ¡ojo!, porque estos son muy efectivos en la eliminación de tales insectos.
La normalización maderística de una Casa seriamente afectada por termitas se consigue aplicando cebos de celulosa (en los que se reúnen estos encantadores bichejos) a los que se ha añadido un inhibidor de quitina que el insecto no puede identificar como peligroso. Los insecticidas clásicos son detectados por la “inteligencia” de la colonia rápidamente; la madera con ellos tratada se evita durante el tiempo necesario para que el tóxico pierda su efecto. Pero el inhibidor de quitina actúa lentamente, muy a largo plazo, sobre individuos que ni se acuerdan ya de lo que comieron, ni dónde lo hicieron. Afecta a los adultos cuando mudan y, especialmente, a los jóvenes y subadultos cuando crecen; estos últimos son los más sensibles. En un período de varias “generaciones” ya no hay quitina en la colonia, esta inicia un declive sin freno y se derrumba.
Las termitas somos los castellanoparlantes en esta Comunidad Edáfica del País Vasco. La quitina es el castellano. Los ineficaces insecticidas clásicos eran los inocuos insultos de la época de la transición (maketo, por comején), las amenazas en los actos sociales (¡español el que no bote...! ¡ea, ea, ea!), etc. Los cebos de celulosa son la afirmación de la identidad nacional, el sentimiento de integración natural con el pueblo, las mayores facilidades para la contratación pública, etc. El inhibidor de quitina es la idea de que “lo retrogrado es no querer aprender el hermoso euskera en la gran tierra donde surgió”.
Dígame usted, señor Belosticalle, ¿qué termita va a ser capaz de detectar la trampa del inhibidor de quitina? Creo que muy pocas, desde luego un número insuficiente para salvar la colonia; la casa acabará siendo sólo para los ratones: ellos no tienen quitina, ni la quieren tener. Además ¿qué ratón vasco quiere termitas en su casa, por muy vascas que sean?
Como termita soy pesimista, y conozco ya termitas con diez apellidos vascos que se lamentan de la debilidad del exoesqueleto de quitina de sus larvas.
Esta claro que la quitina no va a desaparecer de la biosfera, pero ha iniciado el camino para hacerlo en nuestra particular Comunidad Edáfica (a muy largo plazo): los inhibidores de quitina son muy potentes, pero necesitan tiempo... La ciencia ratonil y sus asociaciones de defensa de la naturaleza empieza a especular con la posibilidad de conservar la termita salvando los raros mutantes que sobreviven sin quitina, en una especie de acto de buena voluntad y sacrificio por el bien de la cultura.
Perdone la rebuscada e incompleta analogía, pero es que en Euskadi se viva una realidad harto compleja. Imagínese en la primera década del siglo XXI un acuerdo entre el PP y el PSOE para que el segundo gobierne con la aquiescencia del primero: inimaginable...
Habría que preguntarlo todo el rato, en todas partes: ¿Qué ganamos aprendiendo vascuence? ¿Que ganan los chavales por saber una lengua más que no sirve para nada? ¿Para qué tanto gasto, tanto esfuerzo, y tan inútiles?
ResponderEliminar¿Ah, que es porque amamos el vascuence? Pues si hablamos de amor. entonces no hace falta obligar. Y si hablamos de sexo, entonces, cuando es por obligación, se llama violación.
Hay amores que pueden matar (de aburrimiento).
ResponderEliminarPLAZAEME, esa pregunta debe plantearse con valentía y de forma directa: ¿euskaldunización, por qué y para qué? A partir de las respuestas, habría que adoptar las medidas pertinentes.
ResponderEliminarSin embargo, se ha procedido justo al revés, dando al vascuence la consideración de 'lengua propia', y de ahí la obligación de 'reimplantarlo' (incluso donde jamás recuerda nadie que estuviese implantado). Es lo que llaman 'normalización' lingüística.
Unos 'por narices', otros por papanatismo y aceptación sumisa y acrítica, la euskaldunización se impuso y sigue adelante, con sacrificio de los más en beneficio exclusivo de los menos.
Sin nada a cambio, ab-so-lu-ta-mente nada, para esa mayoría: una lengua para ellos inútil, sin tradición ni calor familiar, sin literatura que valga la pena.
El vascuence, lengua hermosa (como todas), querida y entrañable (todas lo son), respetable (como cualquiera otra), pierde toda respetabilidad y simpatía desde el momento en que se impone.
Incluso los ciudadanos vascos partidarios del soberanismo para Euskadi, deben tener derecho a plantear los términos de la euskaldunización para un eventual estado independiente.
Ejemplo: Irlanda. Tiene una lengua gaélica (por cierto, mucho más literaria que el vascuence), pero no cometió la estupidez de convertirla en 'vehicular' frente al inglés al acceder a la independencia.
El responsable de esta bitácora dedica y dedicará parte de su esfuerzo a exponer sin apasionamiento esta idea de principio: la euskaldunización impuesta no tiene base, y la mejor política lingúística al respecto sería dejarse de política lingüística, que no ha sido otra cosa que un eufemismo para disimular un atropello.
Bienvenido, señor TOPILLO. Ya me contará, para todos los visitantes, eso de 'al pie de tiza', que promete ser experiencia interesante.
ResponderEliminarLa anormalización lingüística es una rara especie vegetal que crece muy bien en tierras melancólicas cuando se abonan con revanchismos reparadores de supuestos atropellos anteriores. Aun siendo una planta poco común, de cultivo muy difícil y nula productividad real, tiene un gran interés comercial y, sobre todo, político: sirve para filtrar personas.
ResponderEliminarQuerido Belosticalle, tiene usted la fuerza libeladora de un Matías Múgica haciendo confesión dolorida sobre el eusquera, oro puro. Y como me lo ha recordado, rescato el famoso escrito, que tan bien armoniza con el espíritu de esta casa. Para mi su lectura fué impactante.
ResponderEliminarLibelo sobre la cultura en euskera