El otro día visitamos un monasterio de clarisas. En una casa de esa Orden no puede faltar el Belén, de modo que aunque el trabajo ordinario es allí bastante duro, dos o tres monjas encontraban tiempo para montarlo.
Bromeando con ellas sobre el buey y la mula –tan de moda en relación con la veracidad evangélica–, estuvimos dando un repasitoo al resto de fauna belenística: vacuno, ovejas y cabras, aves de corral y palomas, bestias de carga, tiro y silla...
En esto, sor Raquel nos mostró una pieza notable. Aquí la vemos, en la palma de su mano: esa marrana hemosa y relajada, aliviándose de leche con sus tres gorrinos. Notable por su antigüedad y origen napolitano, notable también por la naturaleza de la especie. ¿Qué pintan cerdos en Belén?
El cerdo en la Biblia es prototipo de animal inmundo. En el Testamento Viejo, ni comerlo, ni tocarlo, vivo ni muerto. Excluido de la dieta humana, también lo está del sacrificio religioso. A Dios no le gusta el cerdo. Hazir: el hebreo bíblico no distingue entre el jabalí o cerdo montés y las variedades de cría. La hembra es hazirah y los lechones hazirón y hazarzir. La raíz HZR aludiría a la costumbre de revolcarse o revolverse, pero también a su terquedad comprobada.
Sin embargo, un Midrash apunta otra razón: «¿Por qué ese nombre, hazir? Porque un día volverá a nosotros.» Es decir, el cerdo prohibido nos será devuelto. Volveremos sobre esta etimología.
El Testamento Nuevo tampoco hace favor al bicho. Cristo recomendaba no tratar de distraer a los puercos hambrientos mostrándoles perlas (Mateo 7: 6). El Hijo Pródigo toca fondo de su degradación haciendo oficio de porquero (Lucas 15: 15-16). Todo eso era en parábola. Pero recordemos también el episodio tremendo de una legión de demonios expulsados de un poseso, que se alojan en un gran piara de 2.000 animales y la hacen enloquecer, despeñándose las pobres reses al lago (Marcos 5: 1-13). Tres demonios por cerdo, calculando en 6.000 soldados la legión romana.
¿Por qué el cerdo?
El origen de ese tabú es oscuro. Se habla de una relación con el culto babilónico de Dumuzi/Tammuz, dios titular de un mes del año solar. Una embestida de jabalí mató a Dumuzi, y no es casualidad que cerdo en turco se diga domuz. También entra en danza el dios egipcio Osiris, cuyo enemigo ritual Set se transformaba en cerdo.
Pero sea cual sea la explicación ‘racional’, si existe, el criterio dietético de la ley de Moisés es caprichoso y flotante. Para los animales terrestres, el Levítico 11: 7 (= Deuteronomio 14: 3-8) lo basa en dos características: 1ª) pezuña hendida o pezuña entera (casco), y 2ª) rumiar o no rumiar. Sólo las especie que reúnan el doble carácter, pezuña partida y rumia, son puras. La oveja, la cabra, el vacuno, por ejemplo, no dejan lugar a dudas. El camello en cambio es impuro, según ejemplifica la propia Biblia, porque si bien es rumiante, no tiene la pezuña partida.
Pero si el criterio de las pezuñas no es del todo claro, lo de la rumia ya causa perplejidad. No se basa en observaciones anatómicas y fisiológicas, en los compartimentos estomacales y su función digestiva. Los artiodáctilos rumiantes son puros, salvo el camello, por la dichosa pezuña. Ahora bien, la liebre y el conejo son impuros, porque (al revés del camello) aunque no tienen pezuña hendida, sin embargo... ¡¡rumian!! De no haber puesto el Legislador ejemplos expresos, difícilmente se habría entendido como ‘rumiar’ el frotamiento de dientes que se observa en los hiracoideos (damán) y sobre todo en los lagomorfos (conejo, liebre), para controlar por desgaste la longitud de unos incisivos en crecimiento continuo. Por supuesto, los lagomorfos en su caída a la impureza arrastran consigo a los roedores (cfr. Isaías 66: 17), aunque estos no son tanto de ‘rumiar’.
Por la misma vía casuística o de ejemplos, el cerdo es manifiestamente impuro por la pezuña hendida y el no rumiar. ¿Y los perisodáctilos? El caballo y el asno son de carne impura porque sí. No son rumiantes, pero como si lo fueran. Con que salgamos de semejante embrollo, dejando flotar la duda: por qué esa fama pésima del cerdo, mucho peor que la del camello, el asno o el caballo.
Una mala fama que no se limita a la dietética, sino a la estética en general (Proverbios 11: 22):
Arandela de oro en hocico de puerco,
eso es la mujer hermosa pero falta de gusto.
La impureza del cerdo se ha querido explicar por su suciedad y su familiaridad con toda inmundicia, lo que le hace vector de enfermedades graves, como la triquinosis y las tenias, quizá también la peste y enfermedades de la piel; sin olvidar que los lamparones se llaman escrófulas, ‘cerditos’ en latín, igual que en hebreo hazirith. Los rabinos comparan al cerdo con una letrina ambulante, un retrete con patas y hocico que recicla hasta su propio estiércol [1].
Ahora bien, el estigma de sucio es infundado para un animal que en libertad, fuera del confinamiento inmundo de la cochiquera, es limpísimo, amigo del baño y de los revolcones higiénicos en el lodo, mal interpretados como afición a lo sucio. Un prejuicio del que ni con asistencia del Espíritu Santo se libró san Pedro Apóstol, o quien fuese el que lo escribió (2 Pedro 2: 22):
«Han hecho verdadero el refrán:
el perro vuelve a su vómito,
y la puerca recién bañada a revolcarse en el cieno.»
Es verdad que los críticos no creen que esta carta sea de San Pedro. Para el caso da igual, sabiendo que el jefe del Colegio Apostólico fue una observante riguroso de la dietética judía. Recordemos aquella visión que tuvo de un mantel suspendido en el aire, cubierto de animales inmundos, mientras una voz le ordenaba: «Pedro, mata y come» (Hechos 10: 9-16). Espantado, rechazó la perspectiva de matar el hambre con aquellas porquerías, pero la voz le replicó: «No llames tú porquerías a lo que el Señor ha purificado».
El cerdo mesiánico
Ahí tenemos una posible pista del puerco como animal del Belén. Vamos a verlo.
En tiempos de Jesucristo, no todas las regiones judías eran observantes a rajatabla. Desde siempre los israelitas tuvieron familiaridad con el cerdo. En la época de adaptación cultural bajo los seleucidas, los tabúes ancestrales se relajan (de ahí la reforma macabea), y la cría de un animal tan rentable no fue rara, siquiera con fines comerciales y a cargo de pastores lumpen. El intento rigorista dietético en el llamado ‘Concilio de Jerusalén’ (Hechos, 15) no tuvo éxito en la diáspora, imponiéndose el aperturismo de Pablo en dietética y en la circuncisión.
Quedó claro que estas prácticas no tenían ninguna base higiénica o médica (eso pudo venir luego), ninguna explicación razonada. Eran sólo señas de identidad diferencial del judaísmo –un pueblo separado de todos los demás–, fijadas en el Talmud para preservar con ellas la supervivencia de una nación sin estado dispersa por el mundo.
En las crisis históricas con muchas ‘conversiones’ de judíos al cristianismo, las observancias del Talmud fueron piedra de toque para distinguir al ‘marrano’ (tornadizo) del converso sincero. El cerdo se hizo emblemático, en ese sentido. El converso que no prueba de cerdo, malo. Si no cata la morcilla, marrano seguro. El propio animal se llamó por antonomasia marrano –una palabra que nació en Castilla, tal vez a mediados del siglo XIII, y que Europa nos devolverá como insulto dedicado a todos los españoles [2]
La inclusión de cerditos en los belenes, empezando por los napolitanos –como el de la fotografía–, pudo ser sólo un rasgo de tipismo, como tantas figuras y actividades gratuitas o satíricas en ese escenario. ¿Gesto antijudío? Yo no lo veo.
La inclusión de cerditos en los belenes, empezando por los napolitanos –como el de la fotografía–, pudo ser sólo un rasgo de tipismo, como tantas figuras y actividades gratuitas o satíricas en ese escenario. ¿Gesto antijudío? Yo no lo veo.
Sin embargo, cabe una posible intención profunda, no precisamente antisemita, sino lo contrario. La tradición judía contempla la Era del Mesías como regeneración total. Entonces se revelará la bondad universal en las obras de Dios.
Hasta el más inmundo de los animales, el cerdo, será un manjar kosher en el banquete de los sábados. Eso sí, para adquirir ese estado de pureza, el cerdo tendrá que pasar por una etapa de cambios adaptativos. Cambios que no afectarán a su hermosa pezuña partida, pero sí a sus entrañas: ¡se volverá rumiante! La Ley es inmutable, y ni el mismo Dios puede cambiarla [3].
Con todo, una diferencia veo entre el puerco mesiánico judío por venir, y el nuestro que ya es. Precisamente por ser su Ley inmutable, jamás podrán los hijos de Israel degustar la morcilla. Ellos se lo pierden.
Para los cristianos, la nueva Era ya llegó, con morcilla y todo. El cerdo es algo más que comestible. Exquisito tostón, podemos interpretarlo como ‘el otro cordero pascual’, el de la Pascua navideña.
A ello se suma la tradición germánica del ‘Cerdito de Adviento’, que por estas fechas se aparecía en los establos, como nuncio de ventura para el año nuevo. Representado en figuritas de bisutería, es talismán de buena suerte.
Ese podría ser el mensaje de los cerditos en el Belén. Como esta mamá puerca tranquila y satisfecha, después de haber sacrificado la mitad de su lechigada para el banquete pascual de Nochebuena, y así sacar adelante una prole reducida pero más vigorosa.
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[1] T. de Jerusalén, Berakhoth 1, 4c. El puerco sería especialmente propenso a contraer negaím, toda suerte de ‘plagas’ o enfermedades de la piel (¡!): «Diez medidas de negaím bajaron al mundo, nueve se las quedó el cerdo, y sólo una a repartir entre el resto de las criaturas» ; cit. por Julius Preuss, Biblical and Talmudic Medicine, Jason Aronson Inc., reimpr. 1994, p. 345. El mismo Preuss recuerda que, según Plutarco y Tácito, los judíos no comen cerdo por temor a la lepra; una afirmación sin base en el Talmud (o. cit., pág. 338). En el texto de Plutarco (Cuestiones de sobremesa, 4. 5) los interlocutores mezclan motivos religiosos y de salud. Tácito por su parte se refiere expresamente no a la lepra, sino a la sarna (scabies), que se suponía enfermedad común a los judíos y a los puercos (Historias, 5, 2 y 4).
[2] Cfr. Corominas-Pascual, Diccionario etimológico, 3: 858-862).
[3] Cfr. ‘Why will the Pig Become Kosher?’; en Mashiach.com. También en Ask Moses, ‘It is true that the pig will be kosher after Moshiach come?’
Siendo que la conclusión del Concilio de Jerusalén fue "que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación", y siendo el ingrediente principal de las morcillas la sangre, dudo mucho de la validez de esta frase que se puede leer más arriba: "Para los cristianos, la nueva Era ya llegó, con morcilla y todo".
ResponderEliminarGracias por su observación.
EliminarLa frase que usted cita será válida o tal vez no, pero se justifica por esta otra, que puede leer antes:
«El intento rigorista dietético en el llamado ‘Concilio de Jerusalén’ (Hechos, 15) no tuvo éxito en la diáspora, imponiéndose el aperturismo de Pablo.»
No sé decir de memoria cuándo las comunidades cristianas se fueron descargando del tabú de la hematofagia. Un tabú que, en definitiva, para los observantes suponía privarse de un aporte de hierro. Pero esa es otra cuestión.
Me ha venido a la cabeza que en el Belén de mi casa (la de mis padres), siempre había cerdos: una marrana, gorda y hermosa, acompañada de unos cuantos lechoncitos, alargados y delgados.
ResponderEliminarLa visión de Pedro en Hechos le da libertad para comer todo tipo de alimentos. Parece ser que Pedro se adaptaba a la concurrencia, algo así le echa en cara Pablo en Gálatas, comer o no comer según con quien. Por otro lado Pablo hace una recomendación nacida de la caridad en la primera carta a los Corintios 8, 13 Por tanto, si un alimento causa escándalo a mi hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo a mi hermano.
Me parece que esa visión de Pedro en Hechos está siendo algo malinterpretada. Nada tiene que ver con la comida (que no es más que parte de una metáfora), sino con la evangelización. Pedro tiene un problema, y es que no considera que el mensaje de su maestro deba ser compartido con los gentiles (los no judíos, los que no son parte del pueblo escogido por Yahweh). Y es por eso que recibe la visión: en ella hay todo tipo de animales, limpios e inmundos, y descienden en un lienzo (o mantel) anudado en sus cuatro extremos (entre los judíos es la señal de que lo que hay en esa mesa se puede comer). Pedro está perplejo porque ni siquiera puede comer de los animales limpios, puesto que (según los preceptos de la Torah) al estar en contacto con los impuros se han hecho también impuros. Sin embargo, los extremos anudados del lienzo indican que sí se pueden comer.
EliminarLa voz que le habla resume esta lección gráfica: lo que Dios ha limpiado no lo llames tú inmundo. Y esto debería haber terminado con los prejuicios de Pedro hacia los gentiles, limpiados por Dios y por tanto no hay derecho a que Pedro los considere impuros. El episodio siguiente que puede leerse después de la visión es la predicación en casa del gentil Cornelio, el centurión. Esto se hace explícito en los versículos 28 y 29 del mismo capítulo 10, así que no es necesario interpretar ni suponer nada distinto.
Bien, y aunque parece que Pedro hubo aprendido la lección, sucede que Pablo aún tiene que tirarle de las orejas en alguna otra ocasión en que el discípulo se comportaba de forma diferente según estuviera con judíos o con gentiles.
Celebro, Sr. Güdrün, que su comentario vaya como respuesta al Anónimo, porque a mí, que me registren.
ResponderEliminarCualquiera que lea entero el cap. 10 de Hechos de los Apóstoles entiende sin dificultad la visión como metáfora: ‘inmundicia es a gentilidad como limpieza es a judaísmo’ (y apurando, a fariseísmo o estricta observancia judaica).
Pero, señor mío, lo metafórico no quita lo literal (sin la letra, ¿qué valor tendría cualquier metáfora?). Y lo literal aquí es el repelús dietético del buen Pedro.
Por eso creo que quien «algo malinterpreta» le incluye también a usted, cuando dice que la visión de Pedro «nada tiene que ver con la comida». Pues claro que tiene que ver, aunque la intención sea otra, como usted bien dice.
Lo que se aprecia en esta parte del libro bíblico –prologado por ‘Lucas’, que lo dedica a un Teófilo, pero que es obra compleja– es que los judeocristianos de distintas escuelas andaban pero que muy liados sobre muchas cuestiones, entre ellas su propia vinculación ritual con el pasado –sus señas identitarias, para entendernos–, centradas en la circuncisión y la dietética, sobre todo. (Obviamente, el nudo de la cuestión era si el cristianismo iba a continuar la vieja distinción judía entre oriundos y prosélitos; si habría cristianos de primera y de segunda.)
Yo pensaba que, a estas alturas de cultura cristiana, hasta los creyentes tenían resuelto aquel contencioso. Veo que sigue apasionando y, la verdad, no es ese el tema de mi divertimento civil sobre una marranita preciosa de belén napolitano.
Entiendo que tal contencioso acerca de la comida tal como se está presentando aquí es más interpretación actual que de aquella época. Trataré de explicarme: cuando Pablo habla acerca de la comida, no se refiere tanto a qué sino a cómo. Es decir, Pablo tiene claro que los alimentos que se consideraban no aptos para el consumo, según la Torah, lo siguen siendo. Eso no le supone ningún problema. El problema es que en aquella época se tenía la costumbre de sacrificar a los ídolos lo que luego se vendía en las carnicerías. Es decir, un ternero (que según el Levítico es apto para el consumo), según los más estrictos observadores de las normas, dejaba de ser apropiado para comer si se lo había sacrificado a los ídolos paganos. Y es por eso que Pablo aconseja: "no preguntéis [acerca de la procedencia de esa carne]". Caramba, no hace falta preguntar para distinguir una carne de pollo, de oveja o de cerdo. Eso ya se ve a simple vista. Pero si uno se hacía "el despistado" acerca de si esa carne se había sacrificado o no a los ídolos, Pablo entiende que no había que ser tan tiquismiquis. "Si coméis o bebéis, hacedlo todo para la gloria del Señor", había aconsejado.
EliminarEl otro tema que causaba tantos problemas entre los judíos que se convertían al cristianismo y los nuevos conversos procedentes del paganismo estaba en la circuncisión que, evidentemente, nada tenía que ver con la comida. En este caso, los judíos entendían que si la circuncisión era una señal perpetua, un pacto eterno entre Dios y su pueblo, no debía suprimirse tal práctica así por las buenas. Aunque en el cristianismo, ese rito se sustituyó por el del bautismo. Esto ya no merece explicarlo porque nada tiene que ver con el artículo que se está comentando.
En efecto, los problemas ‘resueltos’ suelen verse con otra perspectiva.
EliminarUn cordial saludo.
Igualmente. Y felicitaciones por un blog con unos contenidos tan cuidados. He estado leyendo varios artículos y me ha resultado muy interesante y placentero.
EliminarUno no es teólogo y ni aspira a comprender en gran medida las palabras de Pedro o Pablo. Pero hay cosas que no me las tomaré en su literalidad.
ResponderEliminarAnónimo nos recuerda una carta de Pablo: "si un alimento causa escándalo a mi hermano, nunca comeré carne para no dar escándalo a mi hermano." Según esto si al entrar en supermercado veo a un musulmán me debería abstener de comprar chorizo. No creo que Pablo pensara ni en el chorizo ni en el supermercado y menos en mí. Y si comparto mesa con un no fumador me abstengo de fumar no por escándalo sino por que se fumarían gratis mi humo.Si como con alguien que está a dieta procuro no excederme y no pido natillas pero echaré una cucharadita de azúcar al café porque es mi costumbre. Entiendo la entrada de don Belosticalle como algo risueño y amable que aporta algo de luz a ignaros y ceporros como un servidor y bien traído a colación de las fechas navideñas que se acercan y de la sorpresa que nos dio a muchos su Santidad con lo del buey y la mula que entiendo simbolizan los animales más humildes que existen al no poder reproducirse. Muchas gracias señor Belosticalle y por favor continúe con sus magníficas entradas que tanta claridad nos aportan.
Soy el mas ceporro de los habituales, pero despues de haber tenido una educacion predominantemente religiosa, reforzada por una madre muy creyente, he alcanzado un estado de escepticismo que me impide comprender como se puede estar dando vueltas a textos que no son otra cosa que interpretaciones de hechos mas o menos fabulados, sino fabulosos, y que suponen la base para sustentar creencias por las cuales se llega a matar.....
ResponderEliminarPuedo llegar a entender que todos esos textos forman un cuerpo etico y moral que permite relacionarse a las diferentes culturas....mientras no fuercedemasiado la parte contraria.
En fin...entretenida materia.
Pues en casa cuando yo era pequeña, lo de poner el nacimiento era una maravilla. Y cada día íbamos adelantando a los Reyes, y el niño no aparecía hasta el 24 después de la misa de gallo. Y teníamos muchísimos cerditos, y una cerda grande. Nunca nos preguntamos por su derecho a estar allí.
ResponderEliminarMe rompí la rodilla en casa de mi hermana, por no querer destrozarle el nacimiento, y no agarrarme cuando me resbalé delante de él. Ya no tengo figuritas, que se las quedaron todas mis hermanos. Porque yo dejé la Iglesia hace más de 40 años. Pero igual que me sigue gustando el gregoriano, y la música litúrgica rusa, y la música religiosa de Bach, y que me gustan mucho también las pinturas de tema religioso del renacimiento italiano, y Zurbarán, también disfruto muchísimo con un nacimiento bien puesto. Sobre todo con los de tipo popular, con muchísimas figuritas, caganer incluido, como el que poníamos con mi padre cuando yo era pequeña.
Y me parece que tomar en plan dogma de fe lo que ha dicho el papa sobre la mula y el buey, o negar el derecho de los cerditos a ir al portal, es un desperdicio tan grande como lo de haber quitado la misa, el rosario, las letanías, y los cantos gregorianos en latín. Que en cualquier lugar en el que estuvieras, ibas a la iglesia y estabas en tu casa...