«Nos somos un hombre
de nuestro tiempo», dice el papa de la serie ‘Borgia’ a una de sus queridas.
Estoy tratando de seguir
el folletín de Tom Fontana en español, qué digo, en exuberante versión española, salpicada de giros
anacrónicos, sin poder decir en qué medida traducen el original. La frase transcrita
no es una de ellas, pues ‘homo nostri temporis’ es de lo más petrarquiano
[1].
No sé si el Alejandro VI
verdadero usó la expresión, o en qué
sentido. ¿Sería consciente de haberse inaugurado la ‘Edad Moderna’ –pólvora y brújula, papel e
imprenta, todo eso…? No, no lo creo. Sí se entiende, en cambio, como referencia
al nuevo tipo de élites que por entonces inspiraban ‘El Príncipe’ de
Maquiavelo (1469-1527) y ‘El Cortesano’ de Castiglione (1478-1529).
Aquella gente ‘de nuestro
tiempo’ se destacaba por contraste, gracias a su telón de fondo, la gente de
siempre. Pues bien, ‘los de siempre’, ellos y ellas, también percibían el ritmo
vertiginoso del cambio. Lo expresaba muy bien en la generación siguiente un
interlocutor muy joven de Castiglione: el Aretino (1492-1556).
Y no me refiero a su paródica ‘La Cortesana’ [2] aunque sí a otra del
mismo oficio, puta bien acomodada, nada más empezar el primero de sus Diálogos
o ‘Razones’ (Raggionamenti). Aquí la Nana, de palique con su comadre la
Antonia, le comenta lo deprisa que se les iba la vida a la mujeres de entonces
[3].
Nana. Me encuentro con que mi
Pipa cumple los dieciséis, y queriendo sacarle partido, me dice el uno, hazla
monja, que amén que ahorrarás tres cuartos de la dote añadirás una santa al
calendario. Otro dice, dale marido, que con lo rica que eres ni lo notarás.
Alguno me anima a hacerla cortesana de un soplido, con decir que el mundo va
mal; y aunque así no fuese, haciéndola cortesana de golpe la haces una señora;
y con lo que tú tienes y lo que ella saque en un pispás se convierte en reina…
La Antonia, que bastante
tiene con su ‘mal francioso’, no entiende el problema de su amiga:
Nanna. ¿De qué te extrañas?
Antonia. Pues que siendo tú
nacida y educada en Roma, a ojos cerrados deberías quitarte de la cabeza esas
dudas sobre la Pipa. Dime, ¿tú no has sido monja? –Sí. –¿No tuviste marido? –Lo
tuve. –¿No fuiste cortesana? –Fuilo. –Entonces, de las tres cosas, ¿no serías
capaz de escoger la mejor? –Virgen Santa, no. –¿Por qué, no? –Porque las
monjas, las casadas y las putas hoy viven como antes no se vivía.
Este serial ‘Borgia’,
además de flojo, tiene otra pega, y es que a cada paso distrae con sus devaneos
de la realidad histórica. Junto a aceptables reconstrucciones (a escala) del
viejo Vaticano, y algún otro acierto, de pronto te desconcierta con un despropósito,
como en un juego de errores. También fastidia
tanta maldad sin mezcla de bien alguno, como no se tome por tal a Ardicino
della Porta Jr. (1434-1493).
Servidor eficaz y honesto de Inocencio VIII, en junio de 1492, con
permiso del papa terminal, el purpurado Ardicino se había retirado a un monasterio
camaldulense [5]. ¿Temía acaso que a la
muerte del papa sus colegas cardenales iban a elegir al mas virtuoso, es decir,
a él? Cierto que en 1491 se había presentado en Roma un profeta ambulante,
anunciando mala racha hasta 1493, año en que vendría el Angelicus Pastor,
el buen papa espiritual, cuyos rasgos cuadraban a Porta. Cierto también que
1492 no era 1493, pero sí una aceptable aproximación profética. Cierto así
mismo que en el cónclave de 1492 hubo presiones para sacar al cardenal-monje de
su retiro; mas no para hacerle papa –que eso no requería su presencia–, sino
porque alguien necesitaba su voto, uno más, para el vice Canciller Borja. Porta
Jr. sobrevivió seis meses a la elección de Alejandro, para quien hizo un poco
de Pepito Grillo, al menos en la serie.
Sí, el guionista se ha
documentado, a lo que se ve, para darse el mérito de la invención. Las pequeñas
libertades que se toma no tienen otro objeto, como digo, que poner a prueba al
espectador quisquilloso. De las más grandes, y no de todas, ya se va ocupando la
Wikipedia.
Si la novela histórica
tiene alguna virtud, fuera del mero pasatiempo, es enseñar con deleite lo que
se desconoce, o mostrar lo conocido bajo otra luz creíble. Lo que no tiene
sentido es la falsificación gratuita y mover los personajes como títeres. El
guión de cine o TV no tiene por qué reincidir en los disparates de los libretos
de ópera.
A estas alturas de un
relato que va de mal en peor, por poco hasta me olvido de que fue pretexto para
destacar en el reparto a los ‘papandos’, quiero decir, los personajes que intervienen
en ‘Borgia’ y que después de Borgia fueron papas. Son tres de los cardenales: Julián
de la Róvere (Julio II), Juan de Médicis (León X) y Alejandro Farnesio (Paulo
III).
León
León X (1513-1521) fue el irresponsable responsable de la división de Europa en católica y protestante. A este hijo de Lorenzo de Médicis le despachamos hoy en su alegre corte papal con este elogio del Aretino:
León X (1513-1521) fue el irresponsable responsable de la división de Europa en católica y protestante. A este hijo de Lorenzo de Médicis le despachamos hoy en su alegre corte papal con este elogio del Aretino:
Jamás los cardenales de Roma en las más
espléndidas orgías han comido con tanto placer sus currucas y hortelanos. ¡Yo
les vi en tiempo de León X, aquellos queridos cardenales del buen Dios! ¡Oh,
cómo sus almas cocineras henchían voluptuosamente sus respectivos corpachones!
¿Qué si estaban locos, decís? Dichosos locos, los que en su locura son gratos a
sí mismos y a los demás.
Veis aquel famoso papa. No sabría deciros si
apreciaba más el talento de los doctos o los chistes de los bufones. Les
dispensaba sus favores sin distinción, y los ensalzaba por turno. Si me
preguntan quién prefería yo haber sido, Virgilio o el ‘Archipoeta’, no
dudaré en responder: éste último. Sí, señores, y sin escrúpulo. El Archipoeta, bebiendo el morapio que le
tendía León X, ganaba más que Virgilio Marón lo habría hecho componiendo para
él dos mil Eneidas y un millón de Geórgicas. Tenedlo por cierto, señorías, y no
os lo quitéis de la cabeza: los grandes señores prefieren los buenos bebedores
a los hábiles versificadores [6].
Julio
El personaje que hace el actor Dejan Kucik a mí no me sugiere para nada a Giuliano della Rovere. Su físico no
se parece en nada al Julio II de las medallas, ni aun descontándole del perfil
heroico idealizado las facturillas de la sífilis crónica. Si le quito mentalmente
la púrpura y le visto de negro, a quien veo a ratos es a Ignacio de Loyola.
Como tantos cardenales,
Julián había salido de la nada. Le humillaba el recuerdo de su niñez, de
Albísola a Génova en barca familiar, a la ida peces, a la vuelta cebollas. De allí le
sacó su tío Francisco, general franciscano y cardenal, para meterle al convento
y darle carrera como la suya. Así fue. En cuanto el tío fue papa Sixto IV
(1471-1484), el espabilado nepote fue cardenal (1471) y finalmente papa Julio
II (1503-1513). Pero esto sólo tras mucho pelear y perder frente a su rival
Rodrigo Borja. De hecho, ni siquiera pudo sucederle de inmediato –sólo después
del brevísimo papado-interregno del octogenario Pío III (26 días de otoño de
1503)–, y una vez papa cumplirá su venganza en frío, con damnatio memoriae para la
odiada familia.
Pero
ni como Juliano ni como Julio el de la Róvere trató nunca de liquidar a quien
representaba su mayor peligro: César Borgia. Esta circunstancia ha caldeado
algunas mentes, ya desde el siglo XVII, haciendo imaginar que los dos
cardenales, Julián y Rodrigo, compartieron cama con Vanoza, la madre de César, y
que el padre biológico pudo ser el primero. Precisando más, el propio Róvere
habría vertido la especie al propio césar Borja, al objeto de confundirle y neutralizarle.
Padre
o no de César, Julián tuvo más descendencia con otras mujeres, tres hijas al
menos. Por otra parte, en la serie ‘Borgia’ los dos rivales llegan a las manos
porque el genovés llama al catalán ‘marrano’, y éste le devuelve el cumplido
llamándole ‘bujarrón’. (Sodomita, para ser exactos; pero en italiano florido se
decía así, bugerone
[7]). La fama de prendarse de efebos acompañó a Julio II hasta la muerte. Fue
la explicación para el cardenalato inexplicable de su amigo Francisco Alidosi, su
tolerancia con aquel favorito desaforado, su luto por su asesinato (mayo 1511),
dejándose la barba que le pintó Rafael…
Verdad
o calumnia, tampoco Róvere se había quedado corto difamando a los Borgia, siendo
uno de los creadores de la leyenda negra de Alejandro. Que los historiadores
discutan el número exacto de hijos o de queridos de los papas, la verdad, significa
poco frente a la propia cuestión de base: que la actividad sexual fue entre
ellos cosa ordinaria, incluso sin discreción y con escándalo.
De
León X no se habló tanto en ese sentido, ni siquiera a propósito de su fístula
anal. Pasó por hombre devoto, pero al mismo tiempo se le atribuyeron bromas
impías, y haberse referido al Evangelio como «esa
fábula sobre Cristo, tan provechosa para nosotros».
Paulo
Ya que he mentado a san
Ignacio, recordaré también que Paulo III (1534-1549) fue el papa de la Compañía
de Jesús y del muy jesuítico Concilio de Trento. Lo cual da idea de cierta
anchura de mangas y tragaderas del santo varón guipuzcoano al elegirse a tal
amigo y emparentar con él, como emparentó con los Borja, siempre puesta la mira
en la mayor gloria de Dios y aumento de la Compañía.
Ahora bien, si el
parentesco del santo con los Borja fue político, mediante otro personaje santo,
Francisco de Borja, biznieto de Alejandro VI, en cambio el parentesco con el
papa Farnesio fue espiritual, cuando un nieto del papa, llamado como él AlejandroFarnesio, fue bautizado por san Ignacio de Loyola (1520). El neófito, ni que
decirlo, en el tiempo justo fue cardenal, sin perjuicio de tener también una
hija, la bella Clelia. Gran Cardenal, gran príncipe, gran señor, tuvo dinero
para vivir a lo grande en palacios de ensueño, y aun le sobró para promocionar
a los jesuitas, regalándoles además la iglesia espléndida del Gesù.
El abuelo Alejandro
Farnesio Sr., futuro papa, es en ‘Borgia’ el supuesto coetáneo, compañero de
estudios, crápula y púrpura de César Borja, como amigo íntimo suyo: una
falsedad gratuita, pues el Farnesio había nacido en 1468 y le llevaba siete
años. De todo ello la única verdad es que ambos fueron cardenales en la misma
promoción (septiembre 1493). César lo fue obviamente por ser hijo-nepote de
Alejandro VI. Farnesio, en cambio, por ser hermano de la concubina del papa, Julia
la Bella.
Esta elevación y
nombramiento se satirizó lo normal y se describió de varios modos: ‘Alexander
Cardinalis Farnesius, de Titulo Cunni Sororis’ pudo no ser la expresión más
fina, pero sí de las más exactas.
El borrachín astuto y
cínico de ‘Borgia’, siempre en la boca el vaso de vino y el silogismo oportuno,
el texto canónico o la sentencia moral, será en su edad senil Paulo III. En
esta situación remedó extrañamente ciertos rasgos de su predecesor y protector
Alejandro VI, sobre todo en su nepotismo y amor de familia, con especial
debilidad por su indigno hijo Pedro Luis. Padre e hijo estuvieron muy en boca
de todos, empezando por Pasquín, que no se para en barras poniéndoles como hoja
de perejil, juntando en el pontífice los vicios de un Alejandro y un Julio.
Margarita de
Austria, la hija natural de Carlos V y nuera del papa Clemente VII de Médicis,
a sus 15 años es ya viuda. Le han asesinado al marido, y al nuevo papa Farnesio
le falta tiempo para pedir su mano para su nietecito Octavio. Les casan, en
efecto, y bien a disgusto de ‘Madama’, que hasta posiblemente era de
preferencia lesbiana. La extraña conviencia desató rumores.
El papa Farnesio era buen matemático y un fanático de la astrología. También por ahí le mordieron las pasquinadas. Una de ellas juega con un eclipse de sol, y el supuesto amorío senil incestuoso de Paulo con Madama Margarita[8]:
El papa Farnesio era buen matemático y un fanático de la astrología. También por ahí le mordieron las pasquinadas. Una de ellas juega con un eclipse de sol, y el supuesto amorío senil incestuoso de Paulo con Madama Margarita[8]:
Quítense
allá los de la Astrología,
que
mejor que ellos sé pronosticar
a
qué se debe el eclipse solar
y
de qué calentura el cielo ardía.
Este
coglion
de sol, que el otro día
se
dejó de la luna cabalgar,
haciendo
noche a tarde adelantar,
y
con asombro nuestro él se corría,
Qué
quiere eso decir, tú no lo ignoras:
lo
mismo que este papa pecorón
con
madama hace eclipse a todas horas,
Así
quitando al duquesín castrón [9]
toda
fatiga, que si a aquél divierte,
al
mocito le da terror de muerte.
El Castillo de Santángelo,
presidido no menos que por la estatua de San Miguel por el escudo del papa
Borja, es un lugar muy interesante para pasar una jornada entera. Tuve ocasión
de hacerlo, entreteniéndome sobre todo en los recuerdos de estos mismo papas:
Alejandro, que reconstruyó la mole de Adriano como castillo ‘de su tiempo’;
Julio y su Logia, el oratorio de León X… Y de Paulo III la otra logia y los
aposentos recién restaurados. Sorprendente el dormitorio del papa, con aquel
friso de escenitas más adecuadas tal vez para un viejo verde que para un
vicario de Cristo. ‘Hombres de su tiempo’. Hombres, sobre todo, aquellos buenos
papas. El Angelicus estaba por venir.
____________________________
[1] Petrarca, Epistolae de
Familiar., l. 23, 11 (Ed. I. Fracassetti, Florentiae, 1863, vol. 3, p. 213).
Carta a Juan de Bérgamo, peregrino a Jerusalén. Le llama «hombre cristiano de
nuestro tiempo». En las cartas, la expresión ‘nostri temporis’ menudea (reyes, literatos,
poetas, galenos, pintores, tiranos, legistas, gente en general; también ejemplos,
estudios, vicios… de nuestro tiempo...); igualmente de nuestro siglo («crimen
saeculi nostri»).
[2] Comedia dedicada,
no se olvide, al Gran Cardenal de Trento (Bernardo Clesio),
en ella la ‘cortesana’ de Aretino no es menos canónica que su correlato, el cortesano
de Castiglione.
[3] Raggionamenti, Cosmopoli, 1600. pp. 17-18 (‘Cosmópolis’
sería Leiden, donde imprimían los Elzevir).
[4] O como apuntó
el historiador dominico Alfonso Chacón, envenenado
por órdenes de la Serenísima, pues era Patriarca de Venecia y las instrucciones
eran estorbar al español.
[5] El mismo
Chacón dice que olivetano (benedictino, en todo caso); y otros hablan de un
convento franciscano. M. en febrero 1493 y está enterrado en San Pedro del Vaticano.
[6] El
auténtico Archipoeta fue un goliardo alemán del siglo XII, con alguna
pieza en Carmina Burana. Pero este otro fue Camilo Querno, poeta latino,
tan gran versificador como bebedor, que se introdujo en la corte de León X con
un poema, Alexias, en 20.000 versos, y fue coronado con aquel título en
el Capitolio.
[7] No suele
venir en los diccionarios pulidos; sí en cambio buggerone, en el sentido
de buggerar, decir trolas, ser un liante.
[8] V. Marucci, Pasquinate del Cinque e Seicento. Roma,
Salerno, 1988; XCIV (443), pp. 131-132.
[9] Octavio, duquesín castrón por su inmadurez
sexual, y como heredero de su padre el Duque de Castro. La pieza es un sonetocaudato, o ‘de cola’, que corto por abreviar.
Estos "hombres de nuestro tiempo" eran bastante sinvergüenzas, y algunos también muy simpáticos, como el Aretino. Que me he ido a refrescar en la Wiki y traía (¡apud Panofsky, sobre Tiziano!) el epitafio que se dice que mandó grabar: "Aquí yace Pietro Aretino, poeta toscano / que de todos habla mal, salvo de Dios, / excusándose diciendo: "no lo conozco".
ResponderEliminarMe encanta que se enfade con los guionistas de la(s) historia(s).