El espejo soriano
La reseña más extensa sobre Luis de Marichalar a mi alcance es esta de F. del Campo García, ‘El Vizconde de Eza y la Cooperación’ [2], francamente hagiográfica. La pertenencia a la nobleza agraria conservadora condicionaba su visión del mundo obrero, y sin poner en tela de juicio la honestidad del prócer, todo indica que en ese campo de la sociologia era un diletante en sus pagos provincianos.
Dice don Luis: “Yo, que gusto de la ciencia experimental, …”
Con que un científico empírico, siquiera aficionado. Sigámosle:
… “aprovechando la coincidencia de haber estado tres días en un finca cercana a Soria, y teniendo allí grandes relaciones, por todo extremo cordialísimas, con los Centros Obreros, les pedí algunos datos que poder traer aquí, y aunque no pueden ser ni completos ni instructivos, no deja de tener alguna curiosidad el hecho de que, siendo una de las provincias tenidas por más humildes y menos industriales (aunque para mí no hay virtud más hermosa que la de la humildad), sea la única de que pueda –sin duda, por ser a la que más ligado estoy por toda suerte de vínculos– deciros algo respecto de cómo se plantea allí ese fenómeno…” (pág. 12).
¡Soria! La monotonía de un apresurado Madoz y su vulgar rasero fiscal hizo perder de vista tantas diferencias entre provincias y regiones de España, en todos los órdenes.
La ‘humilde’ Soria de nuestro Vizconde es singular en más de un aspecto. La repoblación desde el siglo IX por mozárabes, cántabros, vascos configuró una sociedad peculiar de rasgos arcaicos, con economía también peculiar en la extensa zona NE llamada ‘de pinares’ (aunque también hay hayedo y robledal), con reparto vecinal de ‘pinos de privilegio’ y ‘suertes’ en Molinos de Duero, Vinuesa, Covaleda, Duruelo de la Sierra, Salduero, Vadillo… [3]
El mismo sistema del NO pinariego soriano se extiende, con diferencias en lo jurídico, por el SE de Burgos, en una extensión total cercana a los 1.700 km2 con 34 municipios. Además, en esa ‘tierra pinariega’ la explotación forestal se combina con la trashumancia pastoril y la carretería [4].
No se olvida de ello el autor, que también recuerda , en los escenarios de la serranía de Piqueras y de Urbión, los hotelitos y chalets de los sorianos emigrados de niños, que volvían de hacer las Américas, dando su construcción trabajo a los parados de invierno. Era una emigración institucional y regulada, ‘de ida y vuelta’, podría decirse [5].
Pero fuera de aquellos paraísos serranos, es Soria capital donde nuestro experimentador científico toma el pulso a la cuestión social en el área de la industria, mayormente al servicio de una población flotante de empleados:
“Para que juzguéis de ese movimiento industrial…, según cálculos aproximados, el número de obreros clasificados… por oficios es el de 40 carpinteros y 80 albañiles, … agrupados en una Federación de obreros que comprende 14 de los primeros y 18 de los segundos, a pesar de haberse fundado el año pasado con el triple de socios, decaimiento que acaece corrientemente cuando no hay, en realidad, una resistencia, un choque, algo que promueva una causa de lucha… 70 es el número de zapateros, 41 de los cuales constituyen una Asociación de resistencia que lleva un año de vida; 25 son los tipógrafos, 10 los pintores, 8 los herreros; sastres, pueden considerarse todos patronos, porque tienen taller y sirven cada uno por sí a sus parroquianos. Los dependientes de comercio… y los oficiales de algunas barberías” (ibíd., págs. 12-13).
Así pues, hemos terminado con la industria y entrado en el sector servicios. Da igual, un parado es siempre un parado, aunque no estaría de más explicar la diferencia entre una crisis industrial o agrícola y una crisis específica de mostrador, o incluso de barbería. En todo caso es interesante saber que dichos trabajadores por cuenta ajena tenían una Asociación boyante, integrada en la Unión General de Dependientes de España, que conseguía “que se cumpla la Ley del Descanso Dominical”. Además –y aquí entraban de nuevo los referidos tipógrafos, que como gente leída solían ser de izquierdas–, la asociación soriana editaba La Voz del Dependiente, “de carácter socialista”.
Pues bien, entre tan pocos, ¿a cuánto paro tocaban? Vaya por Dios, ni tan siquiera en Soria
“no puede determinarse exactamente el tanto por ciento mensual de obreros sin trabajo. Únicamente puede decirse que los que no trabajan son más jornaleros y braceros, pues los obreros de oficio, si no hallan colocación en Soria, la consiguen temporal en los pueblos de esta misma provincia”.
Eso sin contar
“el importantísimo elemento de vida que Soria tiene en la emigración, que organizada y reglamentada como se encuentra allí por las propias y exclusivas fuerzas sociales, va a la Argentina y Méjico, y trae constante y periódicamente un gran caudal de capitales y no menor de personas que vuelven con esos capitales a emplearlos en su provincia…”
Mal de pocos, medicina casera
Avanzando Eza en su investigación improvisada sobre el obrerismo soriano, que desconoce, se lo pregunta a un amigo, el presidente de la Sociedad de Obreros soriana: ¿cómo hacen frente al paro eventual? Y esta fue la respuesta:
“Existe en Soria una Sociedad de Socorros Mutuos de obreros, en la que hay mezclados patronos y obreros, que puede servir de modelo entre todas sus similares de España, y que difícilmente existirá en el Extranjero… Por la cuota de 6 a 8 reales mensuales, tiene derecho el socio y su familia a la asistencia médica, botica y cirugía menor; a poder sacar de los fondos de la Sociedad el 50 % de su cuota corriente; a tomar en préstamo sumas de 150 y 200 pesetas, con un interés del 4 % anual; a recibir durante su enfermedad 2 ó 3 pts. diarias durante 60 días, y 30 más si fuere necesario, en cada año; cuatro pensiones vitalicias a ancianos que no pueden trabajar, y por último, a que todas las cuotas que hayan ingresado durante su vida se la entreguen a su viuda o herederos, con sólo el descuento del 10 % por gastos de administración. La Sociedad cuenta con 500 socios y un capital efectivo de más de 40.000 pts., en su mayor parte repartido entre los socios al 4 %.”
Esta aproximación al Estado del bienestar, desarrollada en “ese lugar tranquilo, tenido por muchos como poco progresivo”, contenía sin embargo “en embrión, intuitivamente, la solución que más adelante habremos de ver preconizar a la Ciencia moderna como su última palabra” (pág. 14).
¿Sorprendente? Pues había más en Soria:
“… la Escuela de Artes y Oficios, donde los obreros y sus hijos pueden recibir gratis la enseñanza de las asignaturas de Caligrafía, Francés, Música, Aritmética… Maestros y profesores del Instituto desempeñan gratuitamente estas clases; la Escuela se sostiene con subvenciones del Gobierno, Ayuntamiento, Diputación y particulares…
Si a estos dos organismos añadimos la reseña de la Cocina Económica, admirablemente sostenida, que reparte diariamente, durante 6 meses, raciones, aprovechándose principalmente de su funcionamiento las familias jornaleras…” (pág. 15).
Ahora en serio: causas y remedios del paro
Sobre las causas del paro –el paro a lo grande, no los endemismos aldeanos–, fuera de banalidades poco se podía decir, “entre otras razones, por la desgracia o infortunio que hoy se padece de que nunca se llega a estar de acuerdo en ningún asunto, descubriéndose cada día alguna teoría nueva que echa por tierra a aquella que teníamos por novísima”.
Como para confirmarlo, el conferenciante acude a dos autores novísimos ingleses, Keeble y Beveridge.
El primero le facilita una lista de causas de paro [6]: mala distribución de la riqueza, la “cuestión de la tierra (land question), que tanto preocupa en Inglaterra, y que tanto debiera preocuparnos aquí”; sobreproducción, falta de preparación ante una revolución técnica demasiado rápida; trabajo femenino e infantil, desajuste profesional, paro estacional…
Para Beveridge –uno de los padres del ‘Estado del bienestar’–, eso era clasificar ‘tipos de desempleo’, no causas del mismo, eludiendo la raíz del problema: la desorganización del mercado de trabajo, corregible mediante la ‘reserva de empleo’ (bolsas de colocación o labor exchanges) [7].
“Y paso a los remedios.”
Con esta transición (pág. 20 y sigs.) el conferenciante, sin decirlo expresamente, deja al ambicioso Beveridge para volver a métodos descriptivos, más asequibles en estos pagos donde hasta el proletario urbano se reconoce campesino frustrado. De ahí que sin demasiada sorpresa veamos hablar con elogio del Ejército de Salvación, con sus farm colonies y otros expedientes de llamada y retorno a la tierra (back to the land, retour à la terre).
Aquí entran también las agencias de colocación (privadas), bolsas sindicales y oficinas públicas de empleo. En especial, sobre el ‘seguro de desempleo’, el Vizconde se remite a otro vizconde, Las Cases, y su tesis doctoral (1906), de la que dice: “libro no ya muy moderno, porque hoy en día, todo lo que no sean libros que lleven la fecha del año en que se leen, parece que no es estar al corriente de la Ciencia moderna”, etc.[8]
El optimismo de nuestro autor y de otros, sobre el adelanto alemán en este punto (agencias de colocación, seguro de desempleo; iniciativas sindicales retomadas y complementadas por el Estado etc.) es desmentido en parte por la crítica, pero sobre todo por la realidad histórica posterior [9]
Es tremendo leer:
“En Alemania hay más de 500 Hospederías y de 1.000 Estaciones de socorro, algo que un autor inglés llama con mucha oportunidad Clearing houses, que sabéis que, en términos bancarios, son las Cámaras de Compensación de los Giros en Inglaterra.
En efecto, a estas Hospederías, a estas Estaciones de socorro va a parar el obrero que sale de una población provisto de su ticket, su carta de identidad, para ir a otro sitio. Ese obrero sabe que en todo el recorrido que tiene que hacer hallará hospedería, albergue, Estación de socorro de viaje, en donde encontrará estancia durante el tiempo que le sea necesario permanecer allí para hacer por etapas su recorrido.
Además, todas estas Estaciones u Hospederías se hallan en comunicación telefónica con las Agencias de Colocación de todos los municipios y provincias, con los organismo centrales y directamente entre sí, de modo que pudiera decirse que al minuto se puede saber dónde hay un obrero sin trabajo, y en donde hay una colocación sin obrero…
La organización –como alemana–es sencillamente un modelo, y no nos puede extrañar que halle colocación anualmente a más de 150.000 personas. Inglaterra lo copia en su nueva organización de Bolsas de Trabajo… Nombrado Beveridge… Jefe de este servicio, de esperar es que traduzca en actos positivos sus no menos positivas teorías” (pág. 24).
Este modo de ordenar un rompecabezas y encajar un obrero como se localiza hoy un taxi vacío, pone los pelos de punta si se lo toma como sistema a gran escala. Si al desarraigo social se suma el familiar, vamos listos. El trabajador honrado y voluntarioso tal vez no se convierta en delincuente, pero sí en descontento con toda probabilidad, y permeable a las prédicas del reformismo radical de izquierdas.
Paro forzoso y orden público
Los miembros citados de la AIPLT y otros como Salustiano Olózaga, José Maluquer y Salvador, Salvador Crespo y López de Arce etc. llevan todos marbete conservador, en una época crispada (salvo en oasis como el soriano) por la inestabilidad política, y, en lo socio-laboral, por el ‘pistolerismo’, un método expeditivo y auto explicativo de ventilar diferencias en este campo entre patronos y obreros, o amigos vocacionales del obrero. Sobra decir que, a la hora de la represión, los gobernadores civiles solían ser más comprensivos con la patronal, interpretando su violencia como ‘respuesta’ a otra violencia injusta por definición.
En lo relativo al mundo del trabajo y sus luchas, resuena mucho más la epopeya de las izquierdas, cantada por ellas mismas, que lo que hizo la derecha, siempre paternalista y conservadora, pero no necesariamente ni siempre más estúpida. Con todo, llama la atención que, entrado el siglo XX, la primera autoridad nacional para Marichalar en la ‘cuestión social’ sean las Cartas a un obrero (1880), escritas treinta años antes (una eternidad) por Concepción Arenal, reformadora penalista. Entiendo que es una forma de decir Marichalar a sus consocios Dato y Canalejas que, en político, el puño de hierro ha de llevar guante de terciopelo.
Canalejas y Dato (por este orden) caerán víctimas de sicarios anarquistas. Es aleccionador el papel del anarquismo violento en misiones redentoras de izquierda que, curiosamente, solían despejar el campo a la derecha.
José Canalejas era a la sazón Jefe del Gobierno desde el año anterior (1909), a raíz de la Semana Trágica de Barcelona. Católico practicante –hasta tenía en casa oratorio privado–, para el catolicismo clerical era la Gran Bestia Negra por su ‘Ley del Candado’ (1910). Una ley que, paradójicamente, retomaba propuestas reformistas de cuño eclesiástico, no sólo las del Sínodo de Pistoia (1786), sino del mismísimo Concilio de Letrán IV (1215), en cuanto a limitar la proliferación de órdenes religiosas.
Más afín político de Marichalar era Eduardo Dato, que siendo ministro de Maura en 1908 había creado el Instituto Nacional de Previsión y, como ya vimos, en el otoño de 1913 tuvo su primer encargo de formar gobierno.
No es cosa de resumir aquí la conflictiva etapa social española hasta 1921, año marcado por el asesinato de Dato (8 de marzo) y el Desastre de Annual (22 de julio), principio del fin para la Monarquía, y que ocurrió precisamente siendo ministro de la Guerra nuestro Vizconde de Eza. Éste, en 1919 había presidido lucidamente la delegación española al I Congreso Internacional de la Organización Internacional del Trabajo (OIT, Washington, octubre-noviembre), y el año siguiente se creaba el Ministerio de Trabajo.
El asesinato de Eduardo Dato, que guarda sus enigmas, pudo tener como pretexto su visto bueno a la llamada ‘Ley de Fugas’ (19 enero 1921), pero como explicación es simplista. La verdad es que al ejecutor material Pere Mateu (1898-1982) le salió relativamente barato sin arrepentimiento alguno de su ideal anarquista [10].
Cierre con estrambote
“Entrego el tema sin desflorar a la Ponencia que ha de dar forma a los proyectos anunciados por el Gobierno, a la cual he sabido que tengo el honor de pertener por el Instituto de Previsión. Ella hará seguramente una obra maestra de lo que a mí sólo me es dado presentar como boceto o apunte.”
No quisiera yo deslizar ni un asomo de ironía ante el discurso de un caballero que, por su parte, se abstiene de toda crítica negativa a sus adversarios políticos y hasta a los enemigos del orden social. El Vizconde de Eza se atiene al posibilismo dentro del mismo orden, y aunque se declara optimista, tampoco se hace grandes ilusiones:
“¿Podrá hacerse algo? ¿No cabrá llevarlo a cabo? No lo sé. Yo con mis optimismos me qued: ellos me bastan para darme una explicación de la vida y para retirar una satisfacción de vivirla; porque lo único que puedo aseguraros es que el problema será más o menos difícil o complicado, que tardaremos en darle una solución mayor o menor lapso de tiempo. Lo que sé es que hoy en día hay que vivir pensando en que no es posible ni hay derecho a formar parte de una colectividad… sin sentir y sin querer vivir la vida de relación, la vida del deber, la vida de la prestación personal a la obra de realización del bien.” (Grandes aplausos) He dicho.”
Semejante pachorra de espaldas a la realidad apremiante y vertiginosa no era, con todo, tan insultante para la inteligencia como pudiera parecernos hoy, y como desde luego denunciaban los agitadores de ayer. Si el problema social era insoluble sin revolución, tampoco un orden nuevo tenía futuro sin una humanidad nueva. Las utopías colectivistas no puede decirse que hayan fracasado, ya que para eso tendrían que haberse aplicado alguna vez a gran escala. El comunismo, como toda escolástica, se agotó criticando las contradicciones ajenas sin aplicarse a las propias: la primera y principal, pretender crear una sociedad de hombres nuevos sometidos a los hombres viejos de siempre.
En 1910, cuando don Luis disertaba, la población mundial sumaba unos 1.500 millones. A su muerte, en 1945, ya pasábamos de 2.500. Este año llegamos a 7.000 millones y para mediados de siglo se contempla la cifra de 9.000. Alarmante por varias razones, y no la más leve, que con toda probabilidad los herederos de la tierra serán más pobres que mansos. Sombría ‘bienaventuranza’.
Qué pueda significar el ‘paro’ en un escenario así, más parece cosa de profetas que de científicos.
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[2] Estudios Cooperativos, 16 (1968): 27-40.
[3] Regina Mª Pérez Marcos, ‘El derecho de suertes en la zona de pinares de Soria’, BOLETÍN DE LA FACULTAD DE DERECHO, 4 (1993): 151-169.
[4] Cfr. José Luis Moreno Peña, ‘La Tierra Pinariega de Burgos y Soria’. Medio Ambiente en Castilla y León, 6 (1996): 22-35.
[5] A aquella emigración tradicional ha sucedido, desde los años 60, un éxodo paulatino, que junto con el descenso de natalidad ha dado en crisis demográfica, aunque no tan grave con en otras áreas rurales.
[6] Samuel E. Keeble, The citizen of to-morrow (Londres, 1906). Disponible en la Red (Open Library).
[7] Sir William Henry Beveridge (1879-1963). Unemployment, A problem of Industry (Londres, 1909).
[8] Philippe de Las Cases, L’assurance contre le chômage en Allemagne (Paris, 1909). Se tradujo tardíamente al español: F. de las Cases, El paro forzoso. Madrid, S. Calleja, 1920.
Si, como se dice, el verdadero objetivo del anarquista Manuel Pardiñas era el rey Alfonso XIII, a quien de hecho apuntó y abatió con su pistola el 12 de noviembre de 1912 fue a Canalejas, el hombre más odiado por la derecha conservadora, y con él a todo el partido liberal.
[9] Cfr. B. Zimmermann, La constitution du chômage en Allemagne: Entre professions et territoires. Pág. 3
[10] “Yo soy el asesino. No he matado a Dato, sino al presidente. He hecho justicia, ahora háganla conmigo”. Condenado a muerte, el rey le conmutó por cadena perpetua (1924), de la que sólo cumplió 10 años, hasta la II República. “... Éramos tres jóvenes trabajadores , con vida sindical intensa y quisimos redimir al proletariado catalán de la represión....” (PM desde Francia, en declaraciones al diario franquista Pueblo, 1967).
Llego aquí tras una inmersión en la obra póstuma del Doctor Casal (no puedo enlazarle; porque nadie ha introducido una reseña sobre él en Wikipedia) «Historia Natural y Médica del Principado de Asturias» (para articular un argumento en la entrada de mi blog) facsímil de la publicada en 1762, tres años tras su muerte, y me sorprendo al experimentar con la lectura de su entrada la misma sensación que me produce leer los informes del doctor Casal: la inmersión en otro tiempo, en una mentalidad y un escenario tan lejano al que encuadra nuestra vida, que resulta chocante, incluso risible en ocasiones, su discurso.
ResponderEliminarEl referente del doctor Casal era Hipócrates, aunque estaba al corriente de las aportaciones de otros médicos contemporáneos de prestigio, ahí estaba el techo de la medicina en su época. Aún así, he de reconocer que en su obra hay un esfuerzo genuino para avanzar en la ciencia a través del estudio y la observación que le eleva muy por encima de su protagonista.
Sin embargo, Luis de Marichalar tiene a su favor el intento de comprender los cambios que experimentaban los tiempos que le tocó vivir. Estuvo condicionado por su educación, su posición, su pasado, que como le ocurría a Casal con Hipócrates, no le habilitaban para diagnósticos certeros en muchos aspectos; pero al menos, intentó informarse, contribuir, comprender.
Mañana regresaré para leerle de nuevo, libre del cansancio que siento ahora; pero lo haré porque sé muy poco de la etapa que aborda y me ha encantado su entrada. Gracias, Belosticalle, por abrirme parajes nuevos.