Como en el III Reich –salva
proportione–, ya todo despliegue de masas será aquí kolosala, por
imperativo legal. Todavía recuerdan los humanos la más reciente y colosalísima manifestapena,
el 7 de enero, colapsada la villa de Bilbao por una avalancha de 300 autobuses.
¿Que cuánta gente desfiló?
15, 30, 60 mil, ¿eso qué importa? Estaban los que debían. No tiene sentido
poner a lo colosal límites numéricos. Las guerras de cifras bien están para las
manifestaciones de humanos mortales, no para el plebiscito sobrehumano que el Pueblo autoconvoca
y a la vez promulga como kolosala.
Me ha llamado la
atención esa palabra. Pero no por sus resonancias germánicas que digo, sino por
su novedad en vascuence. Los puristas la han usado parcamente y en los
diccionarios apenas si entra. Mi admirado Ibon Sarasola ni la registra. No voy
a entrar en el porqué.
Y hete aquí que, de
pronto, una manifestación se anuncia a bombo y platillo como que «ha de ser
colosal» (kolosala izango da).
El lema, en vascuence,
es el título de un relato de Joseba Sarrionandia (2003), situado en la Guerra
civil. Y no deja de ser curioso que se refiere… al Krone. Al gran Circo Krone alemán que, para sobrevivir en la crisis de los 30 a base de giras, puntualmente
nos visitaba, con gran expectación de los niños de mi edad, como el pequeño
héroe de ‘Sarri’. Hasta la II Guerra Mundial, en que el circo pierde
su alma –Carl Krone Jr. († 1943)–, y luego se eclipsa.
Colosal
La afición al léxico y
al alma de las palabras invita a fijarse un poco en ésta. ¡Cómo nos atraen y nos distraen los
colorines que la lengua viva pone en sus figuras de escayola, que son
las palabras!
‘Colosal’ no es lo mismo que
grande ni grandioso. Implica desmesura, y de ahí para arriba, los ingredientes de
efecto para impresionar, sobrecoger, apabullar, despertando admiración no
exenta de papanatismo.
El colosalismo fue
típico del arte egipcio en su vertiente propagandística, herencia de las
construcciones megalíticas. Colosalidad y propaganda han ido muy unidas en
edificios y en estatuas.
Por otra parte,
colosalismo y kitsch tampoco se llevan mal. El Coloseo o Coliseo asombra
por su mole, su técnica y su arte, ¿para qué?: todo ello al servicio de los
espectáculos más brutales y de menor calidad artística que inventó Roma decadente:
gladiadores, fieras, naumaquias. A su lado, el circo con sus carreras,
exhibiciones ecuestres y de animales sabios, sus acróbatas, era refinado. Y no
digamos el teatro.
‘Coliseo’ y ‘colosal’
vienen de coloso, estatua gigantesca. De hecho, el Coliseo romano se
llamó así no por su grandeza propia, sino porque tuvo al lado un Nerón colosal
en bronce.
Pero la palabra en sí, ‘coloso’,
es de origen incierto. Hay quien lo ha buscado en el egipcio antiguo; y en
verdad Heródoto sólo la aplica a estatuas egipcias. Otros miran a la ciudad de
Colosas (Κολοσσαί), en Frigia. Pero su población, muy venida a
menos, de poco podía presumir salvo de tintorería lanera, cuando alguien a
nombre del Apóstol Pablo escribió a los colosenses una epístola que figura en
el Nuevo Testamento.
Excursión a Palestina con
desvío a Veleia
‘Coloso’ en griego se
decía κολοσσός, o κολοττός en dialecto ático. A mí
esta forma siempre me ha recordado a Goliat, el gigantón filisteo vencido por
David (1 Samuel, 17). Pura especulación mía. No obstante, especulemos un
poquito, no pasa nada.
David y Goliat pudieron
haber vivido hace 30 siglos, y todavía mucha gente sigue llamándose David. Goliat
es más raro en personas, aunque tampoco desapareció así como así. Hace más de
70 años se descubrió en el N de Sinaí una inscripción bizantina del siglo VII
con un nombre extraño. Era un trozo de estela funeraria que un tal Golot, hijo
de Diocleciano, dedicó a su hijo Esteban, fallecido el 1 de mayo de 668 o 670.
Los filólogos relacionaron a este Gôlôt (Γωλωτ) con el viejo Goliat de
la Biblia, cuyas vocales en realidad no son seguras.
Olvidado tenía yo a ese buen
señor y buen padre, cuando veo que su nombre vuelve a sonar en relación con
hallazgos recientes. Se trata de un par de tejoletas grabadas –lo que los
arqueólogos llaman ostracos– de probable origen filisteo. Una de las piezas es de Gat y podría datar del
siglo X a. de C. ¡De Gat, la mismísima patria chica del Goliat bíblico, y más o menos de su tiempo! Demasiado. La escritura (sin vocales) podría
leerse GLWT o GLYT.
Por si fuera poco, el
mismo nombre podría leerse en otra pieza de Khirbet Quiyafa, 30 km SO de
Jerusalén, colina fortificada dominando un entorno del que se nos dice, nada
más y nada menos: «En esta área tuvo lugar una de los batallas más famosas
del mundo (sic), la librada entre David
y Goliat». Colosal, por tanto.
Al contemplar este par
de reliquias es inevitable el recuerdo de nuestra Veleia, con sus ostracos
y demás imposturas forjadas para apuntalar el identitario vascongado
nacionalista. Un fraude, por cierto, con extremos por esclarecer y
responsabilidades sin depurar hasta la fecha.
¿Son de fiar los
hallazgos filisteos?
La verdad, teniendo en
cuenta los puntos débiles de la Arqueología en Israel, tan mal guiada durante
décadas por prejuicios nacionalistas como los de por aquí, hay que andar con
pies de plomo. Además, una cosa es cada ostraco en sí, y otra la lectura
e interpretación de lo escrito, mucho más subjetiva. En todo caso, nos daríamos
con un ostraco en los dientes si los ‘hallazgos’ de Iruña/Veleia hubiesen sido
objeto de análisis técnicos tan rigurosos como los que parecen usados en estas
campañas judías de los años 2007-2011.
El Coloso de la
Entrepierna
El Coloso por excelencia
fue el de Rodas. Se contó entre las Maravillas del Mundo, más que por otra cosa
por su gran tamaño, para ser una estatua de bronce. Porque desde luego, lo de
situarlo sobre el ostial del puerto, abierto de piernas para dejar paso a las trirremes,
es fantasía pura.
Pero una fantasía muy
sugerente. Cuando se habla de manifestación colosal, como la del pasado día 7, y
a la vez se pretende que representaba a todo el auténtico Pueblo Vasco,
reclamando perentoriamente al Estado lo que éste no puede dar, se evoca de
forma subliminal el Coloso pasándose por
la entrepierna o arco de triunfo todo aquello que no le gusta, porque no emana
de su albedrío. Hoy es el Código Penal, mañana otro día será la
Constitución Española, el Estado español. Europa, la propia Carta de las Naciones
Unidas, ándense con ojo, si por lo que sea dejaren de complacernos.
«Kolosala izango da». Toda la reivindicación
programada estos días en torno a los ‘presos políticos’ de ETA invita a pasar por alto el origen circense del lema tomado de ‘Sarri’. Busquemos otro espacio imaginario. La
entrepierna del Coloso, por ejemplo.
Así la más kolosala de
todas las manifestaciones de la Historia vasca no pasará al Guinness por
su magnitud; ni de eso se trata, si el objetivo es humillar al Estado. Si
cuela, cuela. Todo depende del tamaño relativo. Si el Derecho se encoge, si el
Estado se achica lo suficiente, claro que pasará bajo el perineo de un figurón
que tampoco es excesivamente grande, porque no lo aguantarían sus pies de
barro.
Colosal entrada, maestro. Le agradezco asimismo su amabilidad para con mis ocurrencias en la Argos.
ResponderEliminarUn placer leerle
ResponderEliminarY una kolosala alegría haberle descubierto.
ResponderEliminarLa parte final de su brillante texto me lleva a la reflexión de que el intento de abordaje del 'Patiño' por parte de unos piratillas también tiene unas dimensiones colosales... que en el caso del 'Alakrana' dió resultado porque, precisamente, el Gobierno español era pacifista. Tragaba.
ResponderEliminarEs decir, para saber de qué material tiene los pies el gigante, hay que intentarlo.
Por eso soy tan partidario de que, frente a la lógica e incansable constancia de los asesinos y demás compañeros finalistas, cuanto antes nuestro Gobierno fije las reglas constitucionales del juego independentista:
Il n'est pas possible et les changements constitutionnels relèvent de la souveraineté du peuple espagnol.
El quicio de la mancebía [EQM]
elquiciodelamancebia.lacoctelera.net
Me ha gustado mucho saber del nuevo voquible, kolosala. Y no será (¿o sí?) porque falten palabras vascas castizas para lo grande y desmedido, que es noción que suele tener un costado vecino de la fealdad y lo monstruoso, como tan bien dice. Aprecio que esta comunidad manifestante, o tal vez solo sus líderes, desean prosperar y ennoblecerse con matices, a la par que se bañan (mojan los pies) en la Europa clásica y en el internacionalismo de raíz grecolatina; cómo les aplaudo. Pero, sobre todo, la novedad léxica viene autorizada por un literato (que se están haciendo un parnasillo), igual que en las mejores y más prójimas y vecinas tradiciones.
ResponderEliminarHoy no me pilla: Sé que "¡Cómo nos atraen y nos distraen los colorines que la lengua viva pone en sus figuras de escayola, que son las palabras!", es "ironía apotropaica" (Belosticalle dixit) fina de la suya. (¿Andaba usted muy distraído mientras le sacaba a la palabra una biblioteca entera de su barriguita de escayola?).
P.D.: ¿Sabe que en 1960 Sergio Leone rodó en Laredo "El Coloso de Rodas"? Una de romanos (¿griegos?), con artistas conocidos y muchos figurantes locales, pero también llevaron una pila de autobuses. (Un péplum bastante discreto en comparación con la mani de Veleia, que me diga Bilbo).
Un saludo a todos y bienvenida doña Maralhino, el placer es mío de tenerla también por aquí.
ResponderEliminarVeo que a Blogger le ha dado por achicar los comentarios. ¿Habré pisado alguna tecla sin querer? Nos acostumbraremos.
Amigo EQM, yo creo que las reglas del juego independentista existen, y la primera y fundamental la enuncia usted en francés.
Frente al juego limpio cabe la alternativa de la ruptura unilateral.
Pero en el panorama que yo veo, muy pirado tendría que estar el caudillo que intentara aquí esa aventura (salvo de farolero), porque requiere un consenso –aparte de un carisma– que no se vislumbra.
Más negro parece el posible chantaje de volver a las andadas.
Lo que no va a faltar es murga, qué cruz.
Querida Elefante, vi la peli y vi las cachas del coloso, que creo recordar sobrevivieron algún tiempo al rodaje, como atracción turística.
Maestro: la manifestapena kolosala puede ser una estupidez; pero tiene una parte positiva. No hay nadie que haya sabido venderse como los vascos. Hay algo tan ingenuo en su alma sociológica como en la de un niño: todo lo suyo es único y maravilloso. Nadie es tan bueno, tan franco, tan hospitalario, tan trabajador, tan noble. Nadie cocina tan bien ni tiene tanta iniciativa. Ningún otro lugar es tan hermoso como su tierra. Lo creen con tanta fe, que pese a las evidencias de que sus cualidades y bellezas son comunes y equiparables a muchos otros lugares de España, lo creemos, aceptamos esa superioridad y nos inclinamos ante tanta grandeza.
ResponderEliminarEsa es una enorme cualidad. Tiene su lado chusco, pintoresco, incluso afrentoso en la manifestapena kolosala; pero fuera de los particularismos del clan de los trolls, es una gran ventaja para todos ustedes. ¡Ojalá los demás aprendamos de ustedes el arte de la autoestima y la venta kolosala de lo nuestro.
Magnífica entrada, como siempre.
Y no puede faltar mi afecto, también kolosala.
Magnífica alegoría: Kolosala pasándose por el arco de triunfo la ley, el estado y lo que haga falta. Por cierto, el coloso del grabado parece contemplar con preocupación el palo mayor de la nave que se desliza entre sus piernas. Ojala simbolizara el estado de derecho en España.
ResponderEliminar“‘Colosal’ no es lo mismo que grande ni grandioso. Implica desmesura, y de ahí para arriba, los ingredientes de efecto para impresionar, sobrecoger, apabullar, despertando admiración no exenta de papanatismo.” magnífico otra vez. Seguro que nuestro amigo Benjamingrullo lo explicaría en términos de búsqueda de la inmortalidad: haré algo extraordinariamente grande para demostrar que puedo superar los límites naturales. Resulta por eso consolador que el destino de los colosos sea convertirse en Ozymandias. Un abrazo.
Maese Navarth, si os digo que «lo habéis clavado» no es metáfora, es literal.
ResponderEliminar¿Y qué impedía para que un navío de los años 300 a. de C. dispusiera de mástil extensible, un mastelero de cremallera terminado en punta? Unas vueltas de manubrio, y hasta el coloso más plantado seguro que se abría de compás.
Pero si mucho he reído la agudeza –y otra vez, nunca mejor dicho–, también he meditado en profundidad con vuestra evocación de Ozymandias, tan a cuento.
Aunque mi cultura literaria es muy de antologías, en la mía inglesa (Snyder & Martin) –comprada de lance hace siglos– no podía faltar esa maravilla de Shelley (1818).
Imagino al poeta contemplando alguna lámina de la Egiptología incipiente y ya tan de moda:
… Two vast and trunkless legs of stone
Stand in the desert. Near them on the sand,
Half sunk, a shattered visage lies…
«Naufragio colosal» (colossal wreck), flotando en el mar de arena.
Amigo Navarth, permita que aproveche para recomendar desde aquí con todo mi entusiasmo admirativo su nueva serie sobre el Volkish/Volkitsch germánico (¡genial!), y su asunción por la ‘Ahnenerbe’( La Herencia Ancestral), igualmente tratada por usted con maestría.
Un saludo.
Querida Carmen, no quisiera pasar en silencio su comentario, un poco desconcertante.
ResponderEliminarEstoy y no estoy de acuerdo.
La autoestima ponderada y el arte de vender lo propio son buenas cualidades, que no se pueden negar a los vascos de bien, a la sociedad vasca en conjunto.
Lo malo es cuando una sociedad que estuvo razonablemente sana se pone preocupantemente enferma. La fiebre sube y sube hasta el delirio y el desvarío. Delirio de grandeza; alucinaciones históricas, distorsiones del presente, espectros de futuro; desinhibición de los bajos fondos que todos tenemos.
No sería grave ni peligroso que el niño-morrosko febricitante se arrulle a sí mismo musitando sus laudes Vasconiae. Eso es inofensivo. Lo sintomático es que el enfermo se pase las horas recitando las injurias Hispaniae: «Paña, país de pandereta, pueblo de vagos, España nuestro lastre», y todo así.
Porque además, ¿a quién se lo cuentan? A sí mismos y a su tribu.
Dígame usted en qué foros periodísticos se alcanza ni de lejos la densidad de insultos a España y a las demás comunidades que se vierte en los foros del País Vasco, con más virulencia aquí que en Cataluña, y más soeces. ¿Es eso autoestima, o al contrario, un complejo de inferioridad de tamaño… colosal?
Llevamos más de una generación con la pedagogía y la batuta mediática en manos de beodos biliosos, ¿qué tiene de raro que mucha gente no sepa lo que es una sana autoestima?
Entiendo que le haya desconcertado mi comentario, Maestro. Es cierto lo que dice: la sociedad vasca, parte de ella, está enferma y aquejada, por añadidura, de un grave complejo de inferioridad.
ResponderEliminarPero esa es una parte, no un todo. Comparten con el resto ese sentimiento de orgullo por lo suyo y lo degradan, no puede ser de otro modo, ofreciéndonos una visión repugnante (nada en ese colectivo puede ser otra cosa), magnificando cuanto protagonizan y vertiendo su odio y su inquina, pregonando su ignorancia.
Por eso he querido realzar ante tanta basura la otra cara, la positiva, la que, de verdad, es capaz de crear progreso y llevar al País Vasco a la prosperidad, si logran erradicar esa lacra. Creo que es bueno, ante la intoxicación y la vergüenza que soportan los vascos de bien, que se rompa una lanza por sus valores como colectivo para reconstruir la autoestima que les niegan los beodos biliosos.
Reitero mi afecto.