Aquel torneo académico de 1403 en la Universidad Carolina de Praga, entre maestros alemanes y checos sobre 'Wyclef sí / Wyclef no', nunca debió celebrarse, porque sin resolver nada enconó la hostilidad entre 'naciones'.
Ya vimos cómo la universidad de Praga, creada sobre la pauta de París y Bolonia, se dividía en cuatro naciones y votos: aquí, Bohemia más otras tres que votaban en bloque como una sola 'nación alemana'. ¿Cómo así, si la auténtica tradición parisina era que los naturales y súbditos del rey de Francia tuviesen tres votos, y las naciones extranjeras uno sólo entre todas? Aquella inversión y anomalía se debió, como vimos, al poco peso cultural de los checos, como también al carácter imperial y germánico de la Carolina. Y no sólo los votos, todas las ventajas habían ido quedando entre las uñas alemanas.
Claro que los votos eran para cuestiones académicas. Pero lo académico podía tener alcance político (como las propuestas de Wyclef), y de hecho las universidades eran referentes políticos, empezando por París. En una crisis sin precedente ni modelo, cuando la Iglesia no sabía quién era el verdadero papa, ni siquiera si lo había, o cómo salir del atolladero, los sabios de París hacían papel de oráculo. En 1408, para resolver el cisma, el viento francés soplaba en la dirección de la neutralidad entre los dos rivales, Benedicto XIII y Gregorio XII. Se prepara un concilio en Pisa (marzo 1409), y los reinos deben pronunciarse.
Al rey de Bohemia Wenceslao no le parece mal, y lo mismo a los checos, pero no a las otras 'naciones' universitarias ni al alto clero, todos alemanes o germanizados, obedientes al papa Gregorio. A todo esto, la Carolina está en su apogeo, con no menos de 30.000 estudiantes, 500 bachilleres, 200 doctores…
¿Cómo conseguir que la Universidad de Praga se declare neutral, con mayoría alemana? Cambiando el estatuto de votos. Se ha repetido mucho que fueron Hus y Jerónimo de Praga quienes indicaron al rey esta salida, aprovechando nueva elección de rector. Incluso se cree saber que Wenceslao se dejaba querer aceptando dádivas de ambos bandos: «Este Hus es la oca. Sí, la oca de los huevos de oro», dicen que dijo el ocurrente monarca. Como dicen también que, mientras se resolvía el pleito del rectorado, nombró rector al chef de la Real Cocina.
Para otros, la idea brotó de debajo de la corona. Wenceslao en sus momentos sobrios bien pudo descubrir por sí lo evidente. Aquel sistema no era fiable ni para su propia política nacional, reducida ya a conservar la corona de Bohemia. Da igual. Lo cierto es el real decreto de Kutna Hora (18 de enero 1409). En adelante, los cuatro votos universitarios se repartirían así: tres para la nación bohemia y uno solo para las otras tres germánicas (sajones, bavaros y polacos).
El decreto tuvo respuesta inmediata: la consabida protesta ante notario, y un mes más tarde asamblea de los alemanes que, «por razones de conciencia», acuerdan salir del país antes que aceptar el trágala. Hubo emigración en masa de estudiantes con sus profesores.
Así Hus fue rector por segunda vez, el primer rector de la universidad checa. Lo pagará en la hoguera.
¿Cuántos alemanes se fueron? Se barajan cifras sensatas, entre los 2.000 (Tritemio, Cocleo) y 5000 (Eneas Silvio), aunque otros exageran hasta 40.000 y más. Esto se explica porque la emigración no fue exclusivamente académica. La xenofobia de los radicales no perdonó a los nacionales tachados de tibios. Los bohemios, por su parte, dueños del terreno, mostraron proclividad a pelearse entre ellos y, por supuesto, con los moravos y demás checos. A esto se sumó la complicación del cisma. El mismo año 1409, el concilio de Pisa declaraba herejes a los dos papas y los deponía, para nombrar en 26 de junio a Alejandro V. Con lo que la Iglesia se hizo tricéfala.
Entre tanto, aquí y allá, se han registrado revueltas rurales. Por ejemplo, en Dithmarsch (provincia danesa de Holstein), los mal armados insurrectos de aquella peculiar 'república campesina libre' en 1404 derrotaron al ejército regular del condado. Tambien en Chequia eran de temer movimientos sociales, siempre animados por predicadores y curas, como los antiguos lolardos que se reclamaban de Wyclef. Era sólo el trueno avisador de lo que serían luego las terribles Guerras Husitas, cuya barbarie cargó injustamente sobre la memoria del predicador de Belén.
En Pisa el hombre fuerte era Baltasar Cossa, ´napolitano sin escrúpulos, del que se dijo y es creíble que envenenó a Alejandro para sucederle como Juan XXIII (mayo 1410). Por su parte, Segismundo fue elegido Rey de Romanos en lugar de su hermanastro Wenceslao, así como rey de Moravia. En su nuevo papel, decide acabar con el cisma, y de paso meter en cintura a los díscolos bohemios. Juan XXIII tampoco es santo de su devoción. Si lo que se lleva es el conciliarismo –el concilio general es una institución por encima del papa–, celébrese una asamblea definitiva en una ciudad germánica: Constanza. Así lo hace a regañadientes el papa de Pisa, como dejándose engañar por Segismundo, que con su autoridad imperial y diplomacia ha puesto a sus pies a la mayor parte de la cristiandad. A la orden imperial, en diciembre de 1413 Juan XXIII convoca concilio general para el año siguiente
La fuga germánica de Bohemia fue irreparable para el reino y desde luego para la Carolina, que entró en declive, mientras Alemania recuperaba cerebros, y ya el mismo año se fundaba la universidad de Leipzig. Los alemanes difundieron por Europa una opinión de Hus muy negativa. En cabeza de los emigrados estaba el último rector, el silesio Juan Hofmann, que luego fue obispo de Misnia (1413). Los dos rectores se verían de nuevo las caras en Constanza, donde Hofmann coreado por otros viejos colegas de Praga se despachó a su gusto contra el 'hereje'.
El Concilio de Constanza fue un evento que puso en el mapamundi a una ciudad provinciana. De aquella bonanza da una idea la cifra de huéspedes conciliares y asociados. Así (dejando por obvios a los cardenales, obispos, abades y clérigos), leemos en el registro de hostelería: «…72 banqueros y cambistas (campsores de florenis), 65 boticarios con sus mancebos, 336 barberos, 505 menestrales, 718 rameras, 27 embajadas de reyes, duques y condes…» El objetivo de la cita: resolver el cisma y reformar la Iglesia.
El emperador, a lo suyo, emplazó a Hus con garantía de salvoconducto. También Hus, como Juan XXIII, se dejó engañar a sabiendas. Tal vez estaba de Dios servirse de él, desconocido bachiller teólogo, para predicar la reforma a la asamblea.
Hus se presentó en Constanza el 3 de noviembre, y el 28 el Concilio decretaba su prisión, en ausencia de Segismundo, que no llegó hasta el 24 de diciembre, y no movió un dedo para hacer honor a la fe dada. El curso de los hechos hace pensar que todo lo tenía previsto, contra Hus como contra Juan XXIII. Y lo mismo que había hecho tiempo mientras prendían al checo, luego se irá de Constanza sin aguardar el desenlace.
El 6 de julio de 1415 Hus fue quemado vivo, en un momento excepcional de la Historia de la Iglesia. Depuesto Juan XXIII el 29 de mayo anterior por aquella asamblea de talante conciliarista, y tras la renuncia de Gregorio XII, no había más 'papa' que el español Pedro de Luna, el Benedicto que 'se mantuvo en sus XIII'. En tal coyuntura, la fogata de Hus, por muy hereje que fuese (lo que nunca se demostró), era un espectáculo gratuito, fuera de programa, y ya entonces para muchos un crimen de impulso político. Como para darles la razón, el año siguiente Jerónimo de Praga era puesto a disposición del Concilio para correr la misma suerte.
Tampoco puede interpretarse en clave de líder nacionalista. Otra cosa es que la muerte de Hus hizo vibrar la fibra nacionalista de sus seguidores bohemios, empezando por Jerónimo, que antes de ser quemado hizo profesión de chequismo. Pero tampoco como programa nacional, sino en el contexto de una querella académica; o sea, nacionalismo en sentido universitario. Con algún toque pintoresco, por cierto:
«Nadie me condena sino mis colegas bohemios, los bohemios germanos.
La razón de su odio es esta: Los checos son descendientes de los griegos; y así como hubo odio entre griegos y teutones, así siguió hasta que el reino vino a manos del emperador Carlos IV.
Este mismo Carlos, siendo rey de Bohemia, vio que era un país rico, no carente de alimento, oro o plata. Sólo estaba falto de gente educada, teniendo sus súbditos que salir del territorio para instruirse, a París y otros lugares, a conseguir el grado de maestro o doctor.
Por eso el señor don Carlos, deseoso de aumentar el reino de Bohemia y la ciudad de Praga, fundó y levantó allí una Universidad.
En ella, muchos alemanes se aseguraron prebendas y colegiaturas, dejando a los checos sin nada. Cuando un checo se graduaba de artes, si carecía de recursos tenía que ir a ciudades y villas a ganarse la vida enseñando en alguna escuela privada. Los alemanes tenían todo el control de la Universidad. de Praga y de todos sus beneficios. Tenían el sello de la fundación y todas las insignias.
Tenían así mismo tres votos en la Universidad, a saber, el bávaro y el sajón y más de la mitad del voto polaco, porque los silesios, incluidos en la nación polaca, eran todos alemanes, de modo que los verdaderos polacos eran minoría.
Los alemanes en la Universidad hacían cuanto querían. Los bohemios no pintaban nada...»
Hus se portó como un valiente, con dignidad pero sin arrogancia. Nadie pudo convencerle de que aquel concilio de reforma que le condenaba por reformador sin haberse juzgado y reformado a sí mismo era la verdadera Iglesia de Cristo. Marchó al suplicio invocando a Jesús, proclamando su inocencia y perdonando a sus enemigos. Según una leyenda hagiográfica, habría muerto cantando como el cisne, con una tonada en la boca a la Virgen María. Más aún, jugando con su propio nombre, Hus, leído en público con la sentencia, habría dicho con humor: «Asáis el ganso, pero el cisne no lo podíes asar». El cisne y el ganso eran él mismo, obviamente. Pero no era cosa de echar en saco roto, y aquella frase se tornó profecía: «Dentro de cien años cantará un cisne blanco que no podréis asar». Lutero pensará que iba por él y, en vena libre de metáfora aviar, esa fue la versión adoptada por el Ruiseñor de Wittemberg.
Los checos en general y los husitas en particular siempre han reclamado la rehabilitación del personaje. Juan Pablo II de visita a Praga tuvo una ocasión de oro. Sin embargo, esto es lo que de momento vino a decir: «De veras que lo siento. No se debió dar a este hombre un trato tan cruel». Sólo en vísperas del año 2000, en un Simposio internacional sobre Jan Hus en la Universidad Pontificia de Letrán, el mismo papa abrió vía a la rehabilitación plena, a la luz de una investigación histórica objetiva.
La verdad, eso de las rehabilitaciones no se le da muy bien a la Iglesia. Rehabilitar a Hus, a Galileo…, ¿cómo se come eso? Ya el propio Hus dijo de los papas que llamarles infalibles es blasfemo. Eso no era herejía entonces, porque la infalibilidad del Papa no fue dogma de fe hasta 1870.
¿Y de entonces acá? Yo no sé si un día las señoras podrán quedar medio preñadas. Lo que no puede ser ni hoy ni nunca es que los papas sean infalibles a tiempo parcial. Sobran por tanto las rehabilitaciones y las palinodias. Además, cuando condenaron a Hus no había oficialmente papa en la Iglesia.
La muerte de Hus y Jerónimo de Praga no sólo fue una salvajada y un crimen, peor que eso, fue un craso error de calculo político. Si alguien necesita de rehabilitación no son las víctimas, sino sus verdugos.
Muchas gracias por estas amenas lecciones. Ando escribiendo algo sobre Praga, y en un momento dado, más por afán de simetría que por convicción, he unido a Havel y Hus como ejemplos del carácter checo, por eso de enfrentarse al opresor con dignidad y humor.
ResponderEliminarSu exposición me ha valido para aprender una vez más que las cosas no son tan sencillas; sin embargo, una vez leído todo, yo diría que esa bella muerte se impone a los hechos de su vida, y que Hus vale mucho como símbolo.
Un saludo.
Una deformación profesional crónica, ya incurable, estimado Ignacio, se ve que da empaque de lecciones a lo que sólo quiere ser una reflexión espontánea. Todo empezó sobre el terreno, partiendo de una perplejidad sobrecogida ante el mamotreto erigido a Hus en la Plaza de Praga.
ResponderEliminarHabiendo tanto y tan bueno sobre él, a nadie se le ocurrirá (espero) tomar esta miniserie como guía autorizada.
Por otra parte, el potencial simbólico de Hus sólo puede apreciarse a la luz de la tragedia nacional que siguió a su tragedia personal y martirio. Las Guerras Husitas y sus respectivas 'Cruzadas' son otro capítulo imprescindible para entender Europa. También eso me tienta para emborronar otra lección, digo, reflexión.
¿Y la Judería? Sin judíos no se entiende el carácter checo, supongo.
Praga da mucho de sí. Mucha suerte.
Bueno, lo mío son las impresiones a primera vista, balizadas de algún dato histórico que (de ahí mi agradecimiento a sus notas) no será erróneo pero muchas veces peca de superficial o falto de contexto por mi poca preparación. Ahora si me meto a hablar de Hus estaré vacunado de entusiasmos.
ResponderEliminarPero la excusa que yo quería agarrar para meterme siquiera de refilón en los terrenos del nacionalismo sentimental era otro monumento no menos aparatoso, el de Frantisek Palatky.
Ya le enlazaré algo, si le parece.
Sí, señor. Otro monumento pragués que se las trae: el de Palacky.
ResponderEliminarLeo que es obra de un tal Suchard. ¿Seguro que este escultor no tenía nada que ver con los Suchard chocolateros del Milka?
¡Qué barbaridad! La historia no le cabe en el pedestal y se lanza al vacío.
Sólo le disculpa el que se trata de Palacky, un monstruo de erudición. Con sabios así, los nacionalismos tienen otro aire.
Con mucho gusto leeré lo que enlace, Ignacio. Muchas gracias y un saludo.
Pues abusando de su amabilidad le enlazo (es un decir) un par de textos que tengo ya colgados, a ver qué le parecen:
ResponderEliminarUno de Praga nocturna:
http://nonwriter2.blogspot.com/2008/09/el-viajero-buscaba-oh-peregrino-praga.html
Otro, en dos trozos, de Karlovy Vary:
http://nonwriter2.blogspot.com/2009/06/la-eternidad-del-lujo-i.html
http://nonwriter2.blogspot.com/2009/06/la-eternidad-del-lujo-ii.html