sábado, 6 de junio de 2009

El negro del negro



 El Vizconde de San Albano, de Vere, Marlowe, o quienquiera que haya sido el autor de los dramas de Shakespeare, se habrá refocilado en espíritu. El público no va a tener más remedio que interesarse por los verdaderos autores de las piezas literarias o retóricas que consume, casi siempre sin importarle nada quién las ideó y plasmó, confundiendo a actores y recitadores con pensadores y escritores de talento.

Que los firmantes públicos disponen de escribientes privados (los llamados 'negros'), era más que un rumor, y bien parece que la cosa viene de antiguo. De los grandes oradores, fuera de un Demóstenes, que se escribía sus discursos él mismo la víspera, con aceite de la lámpara en vez de tinta; y posiblemente también Cicerón, que incluso sabía improvisar de memoria exabruptos, como aquello del Quousque tandem; los demás caen bajo sospecha. Hasta los discursos y las encíclicas de los papas, más acá del Espíritu Santo, suelen tener presuntos coautores humanos. Una hipótesis que se confirma como regla por la excepción, cuando alguna vez se asegura que tal o cual encíclica la ha redactado el pontífice en persona.

Aburridos del guiñol político, alguna vez nos fijamos en los hilos que mueven las marionetas, y ya nos preguntamos también por los cerebros que las hacen parlantes.

El títere popularizado con el nombre de Barack Obama lo anima un equipo en la sombra (hasta ahora), dirigido con mano férrea por un tal Jon, Jonathan Favreau. Esto se sabía, pero no había trascendido al gran público. El escribidor de discursos ideal no se asoma a las candilejas ni concede entrevistas. Y desde luego, si sus piezas oratorias cosechan aplausos, éstos no son para él. Este ostracismo, por lo visto, no va con Favreau, joven ambicioso y ávido de gloria, que para saltar a la fama se ha valido de una astucia ingeniosa: mechar en un gran discurso un gran disparate. Refiriéndose al Islam como religión tolerante, cita el ejemplo de «Córdoba durante la Inquisición» (Islam has a proud tradition of tolerance. We see it in the history of Andalusia and Cordoba during the Inquisition).

El anacronismo burdo de mezclar la Córdoba musulmana con una institución católica, la Inquisición, que en España no aparece hasta después de caer la ciudad en manos cristianas, brota de la boca de Obama y da la vuelta al mundo a velocidad de satélite. Aquel mismo día, el autor del discurso (y de la trufa) cumplía 28 años.

Sé que mi teoría es extravagante, pero estoy convencido de ella, y por lo mismo debo remacharla. Se dirá que cómo iba a atreverse el escribidor del Presidente americano a meter de matute algo tan fácil de descubrir. Una patraña que, en efecto, ha sido denunciada de inmediato, y pudo haber sido descubierta incluso antes de ser pronunciada.

Pues bien, notemos con qué habilidad Jon se cubre y se descubre, adosando a continuación una vivencia personalizada del propio Obama: «Eso mismo lo vi yo de primera mano siendo niño en Indonesia, donde cristianos devotos practicaban su culto con libertad en un país de gran mayoría musulmana». Si un Barack niño vio lo que vio en Indonesia, ¿qué pudo impedirle, ya adolescente o joven en viaje de estudios, haber visitado la Andalucía islámica tolerante?

La tolerancia islámica andaluza está en entredicho histórico, sobre todo por el episodio de los mártires cordobeses bajo el emirato, en la década de los 50 del siglo IX. No entramos en lo que hubo de provocación por la parte mozárabe, bajo instigación de san Eulogio. Se ha celebrado mucho la coexistencia pacífica de musulmanes, cristianos y judíos en Al-Ándalus, sin faltar discrepantes en una discusión a menudo anacrónica y no siempre informada. El título de «Rey de las Tres Religiones» se escribió con letras de oro en cuatro idiomas en el sepulcro sevillano del rey Fernando III el Santo, precisamente el conquistador de Córdoba (1236). Título heredado probablemente de antecesores musulmanes, es dudoso hasta qué punto pueda haber ayudado al rey cristiano –más bien lo contrario– en su carrera hacia una tardía santidad, pues muerto en 1252 no fue canonizado hasta 1671.



Una vez rendido tributo de admiración a la sagacidad del 'negro' del primer Presidente negro de los Estados Unidos, quisiera romper una lanza a favor de su discurso. Criticado desde diferentes puntos de vista, hay que reconocerle solidez estructural. A mí me recuerda un poco la Suma contra Gentiles de Santo Tomás de Aquino, por su construcción escolástica. Hasta argumenta por los cinco dedos de la mano: The first issue…, the fourth… , the fifth issue… Claro que el de Aquino no simpatiza con ninguna religión que no sea la suya. Por ello, recordemos también al gran Algazel, mucho más abierto de espíritu.

No sé lo que algunos esperan de este género retórico en ocasiones semejantes. Tras una etapa como la de Bush, a cara de perro, un discurso inaugural irenista dirigido al mundo Islámico no podía ser muy diferente del pronunciado por Obama, si aspiraba a ser buen discurso. Si se invocan frases del Corán, el Talmud y la Biblia llamando a la paz, tampoco falta el argumento racional de los derechos humanos, al afirmar que los países que los aplican funcionan mejor.

«Todos nosotros compartimos este mundo, pero por breve tiempo. La cuestión es si ese tiempo lo centramos en dividirnos, o si nos implicamos en un esfuerzo significativo para encontrar un terreno común, centrarnos en el porvenir que queremos para nuestros hijos, y respetar la dignidad de todos los seres humanos.»

«Estamos de paso». Sabia obviedad, raras veces oída en discursos seglares. Se crea o no en un más allá, cada generación dura poco, y sin embargo, de ella depende en gran parte la herencia de las generaciones futuras. Una llamada así a la responsabilidad individual y colectiva, ella sola vale ya por todo un sermón laico y religioso a la vez.

Grandes palabras… Vale. ¿Pues y qué otra es la materia de que se tejen los grandes discursos? Ahora bien, volviendo a lo primero: grandes o pequeñas, ¿palabras de quién, o de quiénes? Perlas de verdad, o imitaciones vistosas: el collar, ¿a quién se lo debemos? Oro u oropel, Tutanjamón lleva máscara.

1 comentario:

  1. Yo creo que la cita de Córdoba en el discurso estaba haciendo un guiño más a la mitología islámica. Porque como argumento de tolerancia se las trae, si para buscar un ejemplo de islam tolerante tienes que buscar mil años atrás.

    Pero necesitaban el guiño. El ejemplo de un islam culto y tolerante frente a un cristianismo atrasado e intolerante, en la mismísima Europa. Es el consuelo habitual de los islamistas, su manera de imaginar que no hay ninguna incompatibilidad entre el islam y la civilización. Pero claro, olvidan qué porcentaje de la "civilización occidental" se ha hecho en contra los dogmas de la religión cristiana. Civilizando la religión. Porque no quieren saber nada de entrar ellos mismos en un proceso igual.

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