lunes, 8 de junio de 2009

A vuelta con los neutrones



El jueves pasado escribí un comentario que hoy me gustaría puntualizar.

Rememorando la existencia y extinción de ARBI, aquel viejo reactor nuclear de la Escuela de Ingenieros que se nos fue, me permití expresar algún sentimiento de añoranza y melancolía.

«¿Añoranza, por un reactor nuclear?», habrá pensado alguno, enarcando las cejas y llevándose el índice a la sien como quien aprieta un tornillo. Espero, sin embargo, que los más hayan entendido otra cosa. Lo añorado en estos casos es el tiempo pasado; es nuestro Edipo-Yo cuando, todavía joven, se encontraba con la Esfinge a cada vuelta del camino.

Por lo demás, no éramos tan inconscientes y alocados como para no advertir lo mismo que hoy. Hoy sería impensable aquel emplazamiento para semejante ingenio.También antes se descuidaban cosas que hoy son de rigor; por ejemplo, fijar fecha de caducidad a las latas de conservas. Hoy se tiene, o debería tener, mucho más cuidado con lo tocante a la salud pública. Entonces eran tiempos de dictadura, con todo lo relativo a energía nuclear bajo control militar. Por cierto, si mal no recuerdo, en manos de la Marina. Por qué, no me lo pregunten.

El ARBI en pleno Gran Bilbao, en Olaveaga, cerca de la ría, no desentonaba más que, por ejemplo, el propio reactor de la Junta de Energía Nuclear en la Ciudad Universitaria de Madrid, no lejos del Manzanares. Había unas normas y controles ajustados a protocolo internacional. Sabido es que la familiaridad con el peligro puede invitar a bajar la guardia, aquí como en todas partes. La famosa secuencia de Homer Simpson seguro que es imaginaria, pero seguro también que no es de inspiración española.

Sin insinuar para nada que en la JEN se produjeran situaciones de riesgo culposo, tengo la convicción de que, en torno al reactor bilbaíno, fuera de la ocurrencia de ponerlo donde se puso, todo se llevó con rigor extremado. Eso sí, la discreción fue también grande, con cierto halo de misterio que hace sonreír al recordar que uno podía sentirse importante en su insignificancia, sólo por tener alguna relación con el ser mítico.

Relación por lo demás indirecta para la mayoría de usuarios como yo. No sé si allí se hacía investigación pura de física nuclear, cabe suponer que alguna se haría. Lo principal, sin embargo, era el ensayo aplicado. El análisis por activación con neutrones permitía identificar y medir elementos traza, en nuestro caso en muestras vegetales, para estudios de contaminación ambiental. Quiere decir que tanto la técnica como su aplicación y el proyecto en sí, en los años 60, era todo ello muy puntero, científicamente hablando.

De ahí esa añoranza y melancolía, porque éramos jóvenes; y también la pena y lástima de que no se continuara aquella línea de investigación nuclear, que hoy nos habría situado mejor para el concurso europeo.

Terminaba yo mi breve reseña bromeando sobre si la supuesta etimología nórdica de spall (esquirla, viruta), de donde viene espalación, habrá sido determinante a la hora de preferir Lund a Bilbao para el proyecto europeo de fuente de neutrones. Pues bien, debo cantar la palinodia, porque el argumento no corre. Mi amigo el profesor Jacinto Iturbe, de la Universidad del País Vasco, me recuerda que, curiosamente, ezpal o espala en vascuence significa exactamente lo mismo. ¿Casualidad? ¿préstamo normando (¡o viceversa!)? Quién sabe. El hecho es que, con esa coincidencia de por medio, lo mismo podíamos haber ganado.

El reactor ARBI de Bilbao no tuvo sucesión, y esto es lo triste. No su desaparición física, a la vez que su hermano gemelo Argos de Barcelona. Estas máquinas tienen su vida útil y su fecha de caducidad. Como las latas de conserva. O, hablando de reactores nucleares, como el de la central de Santa María de Garoña. Es todo lo que quería decir.

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