Irene Montero, ministra de Igualdad, en cabeza de manifestación con Victoria Rosell, delegada del Gobierno contra la Violencia de Género (Efe-Ballesteros)
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Ayer, fiesta del DIM o Día Internacional de la Mujer, ha sido buena fecha para preguntar qué significa eso. Las tres palabras son de suyo claras e inequívocas, aunque con el sustantivo mujer hay zaragata. El Diccionario de la Real Academia, por el momento, pasa de ella en su lema correspondiente:
mujer Del lat. mulier, -ēris. 1. f. Persona del sexo femenino. 2. f. mujer que ha llegado a la edad adulta. 3. f. mujer que tiene las cualidades consideradas femeninas por excelencia. ¡Esa sí que es una mujer! U. t. c. adj. Muy mujer. 4. f. Esposa o pareja femenina habitual, con relación al otro miembro de la pareja.
Añadamos, del mismo Diccionario, pez mujer como sinónimo del manatí, y eso es todo. Ni mujer cis, ni trans, ni cis/trans, que por ahí entra el enredo en el mundo.
Pero insisto: siendo claros los términos por separado –‘día’, ‘internacional’, ‘mujer’–, juntos en una expresión la hacen oscura hasta perderse el sentido. ¿Cómo así?
Cuenta el viejo chiste que un chiquillo, de noche, buscaba y rebuscaba algo en el suelo debajo de una farola.
–Chico, ¿qué buscas?–, le pregunta un transeúnte.
–He perdido una moneda y no la encuentro.
–¿Seguro que la perdiste ahí?
–No; se me cayó según venía.
–¿Y por qué no la buscas donde la perdiste?
–Porque aquí hay luz. Allí no se ve nada.
Buscando lo perdido ‘donde hay luz’, sea nuestra farola la Filología, esa rama del saber filosófico que cultiva el amor al logos: a la palabra y el lenguaje como expresión del pensamiento, partiendo del léxico.
Cierto, no todo está en el Diccionario. Nos lo recordaba a su modo la ministra Irene Montero, redefiniéndose a sí misma y congéneres con este hallazgo de su propia minerva: las mujeres «también (sic) somos seres racionales y podemos aportar, pensar y ser ciudadanas de pleno derecho». Toda una Eva descubriendo la manzana.
La lengua española, a juzgar por el DRAE en todas sus ediciones no es ningún prodigio de riqueza, comparado con el Webster's anglosajón, que a su vez es un indigente al lado de ese Diccionario General del Vascuence, el Orotariko Euskal Hitztegia que tanto admiro: 16 tomazos, más de 16.000 páginas enormes y repletas de 25.000.000 (leemos bien, seis ceros, 25 millones) de palabras.
Todo eso sin ser exhaustivo ni pretenderlo, pues viene a ser sólo la décima parte del Egungo Testuen Corpusa (ETC, etc. etc.), «el mayor corpus del euskera jamás elaborado»; y eso que está «formada únicamente por textos en prosa del siglo XXI». (2001-2013). En solos trece años, 200 y pico millones de palabras, sólo en prosa –cuando lo vasco-vasco es la improvisación oral en verso–, dan idea del espacio de la lengua vasca en el panorama de la filología mundial. Nadie habla de otra cosa, entendiendo por nadie los eternos descontentos que preguntan cuánto nos cuesta la broma. Ni caso: esa lengua es ‘nuestro’ patrimonio común, y punto redondo.
Lo dicho: pobre o rico, no hay diccionario completo, ni el Orotariko.
El modesto DRAE ya lo avisa: ni pretende incluir todo el vocabulario del español, ni tacha de incorrecto lo que no incluye. La palabra la crea el hombre, y no al revés como predica el nacionalismo. Con todo, hay situaciones en que se requiere un árbitro, no tanto de lo elegante como de lo preciso. Es el caso de las leyes, decretos, normas; o en los juzgados, donde el fiscal, el abogado y el juez, junto a los códigos, tienen como referente lingüístico el DRAE.
Pobre o rico, un diccionario registra voces con sus significados, a menudo definidos de forma circular inevitable, y su consulta invita a varios ejercicios que algunos diccionarios ellos mismos resuelven, o lo procuran:
1. Etimología. Para muchos diccionarios, DRAE incluido, «origen de las palabras». Por ejemplo:
etimología Del lat. etymologĭa, y este del gr. ἐτυμολογία etymología. 1. f. Origen de las palabras, razón de su existencia, de su significación y de su forma.
Así es, al menos desde Plinio el Viejo en su Historia Natural y san Isidoro de Sevilla en sus Etimologías u Orígenes. Pero en rigor (y también en griego), la etimología se ocupa del étymon, la acepción prístina de cada voz, que sería su significado legítimo, ‘verdadero’.
2. Asociación de palabras relacionadas de alguna forma: por su etimología, por su forma o sonido, por su significado, por su rima, etc. De todo ello hay diccionarios especializados en cada lengua. Sin entrar en ello, aquí nos interesan dos tipos de relación: sinonimia y antonimia. Según el DRAE, y como sustantivos masculinos:
sinónimo. 1. Dicho de una palabra o de una expresión: Que, respecto de otra, tiene el mismo significado o muy parecido, como empezar y comenzar.
antónimo. 1. Dicho de una palabra: Que, respecto de otra, expresa una idea opuesta o contraria, como virtud y vicio, claro y oscuro o antes y después.
Pues bien, este puede ser el ejercicio adecuado para este confuso Día de la Mujer, o más exactamente Día de la Mujer confusa y desmadrada por obra y gracia del seudo feminismo machoide. Recordemos, hace años, cómo en los carnavales las personas religiosas y devotas se encerraban en las iglesias para rezar en desagravio por las blasfemias y excesos cometidos al amparo de las máscaras. Pues algo así conviene hacer hoy día, desagraviando a la lengua por los disparates que se prodigan en ofensa suya bajo careto de ministras.
Somos privilegiados de vivir este día en que una ministra de ‘Igual-dá’, empoderada por su antónimo, se apropia de la fiesta como Día Internacional de Sí Misma, para promulgar Urbi et Orbi su proyecto-panfleto de Ley Montero ‘Sola y Borracha’. Un borrón1 (acepciones 1ª, 2ª, 4ª y 5ª) redactado sin encomendarse, no sólo al Diablo, pero tampoco a ninguna de las Reales Academias afectadas: la de Jurisprudencia y Legislación, la de Ciencias Morales y Políticas, de la Historia, o la Real Academia Española con su Gramática y su Diccionario... Mucho menos a la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, de donde habría podido alcanzársele alguna idea correcta sobre sexo o ‘género’, lógica –principio de contradicción incluido–, y algo de estadística.
La vicepresidenta Carmen Calvo,
ayer ‘de gorra’ en la 8-M, según Atalanta |
Pues bien, mientras el Machismo, con Irene a la cabeza, «avanzaba ayer tarde hacia su tumba por las calles de Madrid», yo mataba el tiempo en modesta contribución filológica, que aquí ofrezco, para no perderse en esa procesión de autoflagelantes a lo Sancho Panza. De paso comprobaremos que el DRAE no es lo que se dice la Biblia.
Teorema 1º.
Teorema 1º.
Si sexismo es «discriminación de las personas por razón de sexo», y machismo (que viene de macho) es una «forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón», síguese que en el Diccionario falta su antónimo, y precisamente su parónimo, definible así:
hembrismo De hembra1 e -ismo. 1. m. Actitud de prepotencia de las mujeres respecto de los varones. 2. m. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia de la mujer. En el anteproyecto de Ley Irene Montero ‘Sola y borracha’ hay un claro hembrismo.
Teorema 2º.
Si feminismo (del lat. femĭna ‘mujer’ e ‘-ismo’) es 1. «principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre», como también 2. el «movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo1», síguese:
1º. En el Diccionario falta su antónimo, y precisamente su parónimo, definible así:
masculismo Del lat. mascŭlus ‘hombre, varón’ e ‘-ismo’. 1. m. Principio de igualdad de derechos del hombre y la mujer. 2. m. Movimiento, hoy por hoy inexistente y tal vez innecesario, que luche por la realización efectiva del masculismo1 en todos los órdenes.
2º. El antónimo o contrario de feminismo es masculismo, que no tiene connotación sexista, y no machismo, que sí la tiene, aunque también a veces se exagera.
Observación 1ª: Mi corrector de Google me corrige con pertinacia masculinismo, por masculismo, y aun temo que me lo cuele por narices. Pues no, señor. La pareja antónima respectiva sería masculinismo (de masculino) / femeninismo o femininismo (de femenino y femininus). Cierto que el Diccionario no reconoce ninguna de estas dos formas –como tampoco reconoce masculismo, lo hemos visto–, que en cambio tiene parónimos en inglés: feminineness y femininity (Webster’s TNID).
Observación 2ª: ¿Que no gusta masculismo? No pasa nada. En esto de los antónimos un apaño seguro es prefijar, anti-, contra-. En alemán tienen el wider-, pero sobre todo el gegen- que apabulla. El antónimo del feminismo, su preservativo más seguro, es el antifeminismo, no machista necesariamente.
Observación 3ª: En inglés se registra una acepción biológica de feminismo (la 1ª en el Webster’s): «Presencia de uno o más caracteres femeninos en el macho». Un ejemplo de feminismo, en ese sentido, sería la ginecomastia; y apurando, hasta la presencia normal de mamas rudimentarias en los mamíferos machos. En tal supuesto, también masculismo podría tener su acepción correspondiente biológica: «Presencia de uno o más caracteres masculinos en la hembra». Un ejemplo, la mujer barbuda; y también apurando, el clítoris como rudimento normal de pene. En castellano no tenemos esa acepción de feminismo (salvo en algún libro de texto traducido), pero sí el verbo afeminar y su participio pasivo adjetivado o sustantivado:
afeminar. Del desusado efeminar, y éste del lat. effemināre. 1. tr. Hacer que un hombre adquiera características propias de las mujeres, especialmente en el aspecto o el comportamiento. U. m. c. prnl. (afeminarse).
afeminado. Del part. de afeminar; cf. efeminado. 1. adj. Dicho de un hombre: Que en su persona, modo de hablar, acciones o adornos se parece a las mujeres. U. t. c. s. m. 2. adj. Que parece de mujer. Cara, voz afeminada. 3. adj. Dicho de un hombre: homosexual. U. m. c. s. m.
Sinónimo de afeminado es amujerado, voz descriptiva neutral, no como marica y otras que pueden resultar ofensivas, sobre todo por el tono. Y otra vez, no sé por qué, el corrector inapelable me cambia amujerado por amanerado.
Observación: A propósito del desusado efeminar y su latino effemināre, el correspondiente masculino sería emascular, de emasculāre, con sus participios. Pero tanto en castellano como en latín posclásico significa capar o castrar. Y en latín igualmente «privar de la potencia viril» (evirare), no sólo por amputación sino también con pócimas, potingues o hechizos de todo género. Lo que en castellano antiguo se decía ligar: «14. transitivo desusado. Usar algún maleficio contra alguien con el fin de hacerlo, según la creencia del vulgo, impotente para la generación.».
En fin, este sendero nos llevaría al huerto de delicias sin puerta ni muros de la rampante libertad de género y derecho individual a decidirlo y elegirlo. Por ahí no me busquen. Tampoco en celebraciones como la de ayer en Madrid. Con la Biología me conformo. Será deformación profesional, pero la veo como más objetiva y acorde con la realidad y la naturaleza. Dicho sea con todo respeto a opiniones, conductas y libertades personales, mientras no se atente contra las ajenas.
Quien me haya leído hasta aquí se habrá dado cuenta de que fuerzo un poco las formas. Va en el espíritu de este divertimento, y tal vez sean ganas de provocar. La filología no es una ciencia exacta. Como enseñó Horacio, el lenguaje es como selva caducifolia, y como cosa nuestra que es, se debe a la muerte. Y aunque al hablarlo y escribirlo se cometen abusos, quien de verdad manda en él es el buen uso, «árbitro, juez y ley de la palabra» (Cfr. Arte Poética, 46-72).
La pancarta de Irene |
Y como de algún modo hay que acabar, vaya de anécdota rigurosamente verídica. Ya la conté aquí mismo, pero de eso hace ocho años. Para que nadie se moleste en buscarla, la reproduzco:
Aquel Basauri que se nos fue
¡Qué pena de Basauri! Porque para la pareja que hacemos mi mujer y yo, ese pueblo trae recuerdos muy gratos.
Recién venida ella a Bilbao, encontró su primer empleo en el Instituto de Basauri, casi enfrente del Cuartel. Cada año por Santa Bárbara, los militares ofrecían una recepción castrense, invitando siempre al Instituto. Unos caballeros.
Mi mujer desde el principio se sintió a gusto en aquel centro. Buen ambiente, cordialidad, respeto de los alumnos, buena relación con las familias. El Instituto era doble, chicos y chicas aparte. Ella daba clases en el femenino.
Los chavales del antónimo eran majos. Entre clases jugaban a guerras, las tizas como balas, y como artillería gruesa borradores de encerado, tomándolos a veces de las aulas del otro ‘género’. Por tal razón, el bedel del femenino tenía marcados sus borradores con tinta indeleble.
Pues bien, la nueva profesora, en su primer día de clase, con la tiza en una mano y el borrador en la otra, casi suelta la carcajada, porque en el dorso ponía: «INSTITUTO FEMENINO DE CHICAS». Visibilidad de género, ya entonces, y anoten: en Basauri.
Mira que no le pedí aquel borrador. «Total, pones otro»… Pero lo fue dejando, y lo sentimos, porque son cosas idas para no volver.
D. Belosti me ha recordado usted un mal chiste que dice así: El hombre es masculino y la mujer más culona (generalizando, naturalmente).
ResponderEliminarAhora más en serio. El adanismo de la izquierda no tiene límites, todo lo bueno, según sus ideas, lo acaban de inventar ahora mismo.
ResponderEliminarMe va a hacer cambiar lo de antimachistas por antimasculistas y pensarán que soy un vicioso o que las llamo viciosas; esa alternativa no me deja resquicio para dejar de ir a la cárcel.
ResponderEliminarUn zaragozano como yo comprende perfectamente que haya que precisar que el Instituto femenino es de chicas.
ResponderEliminarLos zaragozanos nos pasamos la vida subiendo para arriba y bajando para abajo
Un abrazo D. Belosti y cuídese mucho en estos tiempos de tribulación
Menudo "follón" han montado las hembristas feministas payasistas con la manifestación….hoy lo sufrimos con un Madrid disparado de contagios. Calladas están como puertas. con malas caras y sin fotos que despeinadas no dan en la pose. Calvo no se atreverá a ir a la peluquería ni Celaá y con sus malos pelos parecerán lo que han demostrado que son...
ResponderEliminarVengo de lo de Santiago y no debe de pagar la luz porque no chirula.
Siempre nos quedará Belosti….¿o era París?
Ata