sábado, 8 de abril de 2017

Ante la 'Pastoral Zulotina'


Rememorante a un navegante y artillero de Luis XIV

La histórica ‘Pastoral Suletina’ es un género de drama popular tradicional vasco francés. Típica de Sola, nombre gascón de la provincia vasco-francesa de Zuberoa, a través de la forma francesa del topónimo, Soule, vino el epíteto suletino.
Aunque, como prácticamente toda la iconografía vasca, la auténtica pastoral ha sido explotado para la causa patriótica nacionalista a la sombra de la icurriña, sigue manteniendo su canon propio. Nada tiene que ver por tanto con otro espectáculo también teatral, representado hoy mismo, sábado a la mañana, en aquellas bucólicas tierras de Iparralde, y que por tratar de los zulos del armamento que entrega ETA podemos llamar la ‘Pastoral Zulotina’.
Esta semejanza fonética valga por una invitación para darle un repaso a la pastoral de toda la vida y a sus avatares. Nos acompaña como cicerone Francisque-Michel, o François-Xavier Michel (1809-1887), en un capítulo de su libro Le Pays Basque. Sa population, sa Langue, ses Moeurs, sa Littérature et sa Musique (Paris/ Londres/ Edimburgo, 1857). Es lectura amena y bien documentada del  gran medievalista romántico lionés, conocido por su Historia de las razas malditas de Francia y de España (Sèvres, 1846), su tesis doctoral. Claro que, como buen romántico y entusiasta vascófilo, en el capítulo de cantos pasa por buena alguna que otra moneda falsa; pero hasta en eso nos sirve para hacernos idea de cómo se veían o querían verse los propios vascos románticos y como se figuraban su pasado. Tampoco en el breve capítulo de música vasca afina demasiado.
El capítulo que nos interesa aquí es el de las pastorales suletinas o ‘tragedias’ (págs. 43 y sigs.). El nombre de tragedias es para distinguirlas de las ‘comedias’ ligeras, tema de otro apartado. Las pastorales son representaciones de cierto empaque (sin salirse de lo popular), sobre temas religiosos o profanos. Michel recogió 34 piezas con motivos sacados de la Biblia (Moises, Abraham, Nabucodonosor), de las leyendas santorales (san Luis, san Pedro, Santiago apóstol, Roque, Alejo, santas Inés, Catalina, Elena, Engracia y por supuesto, santa Margarita frente al Dragón diabólico, y santa Genoveva, la patrona de París y protectora de Francia). Las pastorales religiosas, como en otras partes de Europa, derivan del ‘misterio’ medieval, que primero se representó en las iglesias, hasta que los de Trento le mostraron la puerta de la calle.
La pastoral profana era mitológica (sobre Baco, Edipo), de historia antigua (Astiages, Alejandro Magno, Julio César), de historia medieval (Clodoveo) y el ciclo carolingio (Carlomagno y sus Doce Pares, los Cuatro Hijos de Aymón) etc. Hasta los anales del Imperio turco otomano contribuyen con Mustafá Gran Sultán. En tiempo moderno se renueva el panteón y Napoleón I sale a escena como héroe del recuerdo vivo, con una pastoral sobre el Consulado, otra más larga y cuidada sobre el Imperio, y una tercera sobre su destierro en Santa Elena.
Leo en la Wikipedia que desde mediado el siglo pasado la pastoral suletina renovó sus fondos para dar a conocer más la historia y cultura vasca. Más aún, se afirma que «actualmente la mayoría de las pastorales se representan en honor de personajes de la historia reciente del País Vasco». Y como botones de muestra figuran Sabino Arana y José Antonio Aguirre, sin olvidar a Telesforo Monzón. Ya se ve por dónde van los tiros, y no parece inverosímil que la ‘Pastoral Zulotina’ termine entrando en repertorio como suletina de pleno derecho.

El montaje
¿Cómo se montaban estas piezas? A golpe de afición y tradición, pues la lista de representaciones en diferentes pueblos nos lleva hasta el siglo XVII. En www.suazia.com hay larga lista que va desde 1634 hasta 2014. No las hubo todos los años, pero hubo año con dos o tres en diferentes pueblos. Lástima que no veo por ahora los títulos y textos que se anuncian. Michel dice que una vez acordado dar una pastoral, los mozos del lugar acudían al hombre de letras de alcance (tal vez el cura o el maestro) para concertar temas y honorarios. El escenario era y sigue siendo elemental.
Es de notar, dentro del moralismo típico del drama de raíz clerical, el carácter dualista típico de la pastoral suletina. Son historias de buenos y malos, a cuyo efecto intervienen sendos coros, el azul del bien y el rojo del mal, que compiten por ganar la voluntad del héroe o del villano. En el mismo sentido montaban a la izquierda del tablado un payaso monstruoso movible con sogas, cuyo papel era aplaudir las fechorías de los malos y, al contrario, hacer contorsiones ridículas ante los actos de virtud. Lo sorprendente es que el monigote se decía representar a Alá, el dios de Mahoma. El mismo figurón servía para distraer al público en los entreactos.
Entreactos que no eran tales, al menos en la pastoral típica, a base de escenas o cuadros seguidos. Más bien se trataba de interrupciones accidentales, mientras se reparaba algún desperfecto. Ahora bien, si se creaba una situación de perplejidad, por ejemplo en la tentación grave de un santo, entonces sí que se imponía un entreacto coreográfico, para que los coros o fuerzas azul y roja hicieran su labor.
Era derecho de las personas de respeto tener asiento arriba en el escenario y no abajo entre el público. En el tablado se instalaban también los responsables del vestuario, peluquería, decorados,  director-apuntador, más dos menestrales músicos, uno con el violín y otro de chistu y tamboril. Sólo acompañaban a los cantos, por lo general oraciones devotas. También un coro infantil intervenía en los puntos álgidos.
Por ejemplo, la Pastoral de Santa Genoveva termina por una lamentación de la santa que empieza así:


Nic ez diot erran,
Nic ez diot pentza
Bihotzean cer dudan.
Oi! neure hatsa
Doidoia ba doa
    Airera
Ceruetara;
Neroni banoha
Harekin batean
    Airean, etc.

Yo no puedo decir,
Yo no puedo pensar
Qué tengo en el corazón.
¡Oh! mi aliento
Apenas si se eleva
    Por el aire
     Al Cielo.
Yo misma me voy
    A una con él
    Por el aire, etc.


Una situación así no se puede alargar, y es donde entra el coro de ángeles a consolar a la pobre santa y llevarla al cielo, a los sones de la música.
La empatía entre actores y público era total. Cuenta el autor el caso de una Santa Genoveva que bordó la plegaria y arrebató a la gente de tal modo, que la pobre chica perdió la razón y quedó loca de por vida. Ya en su edad madura, era curiosidad ir a verla, embelesada en su canto y en ademanes teatrales, como una vieja actriz interpretándose a sí misma en público.
Añade el autor que, al igual que en algunas pastorales tirolesas, éstas suletinas que él recogió empezaban por un prólogo a la manera de las tragedias de Eurípides, explicando el argumento de la obra. También podía haber un epílogo, donde el mismo actor prologuista daba por terminado el auto, explicando la moraleja y repartiendo consejos a padres, madres, jóvenes y pequeños. El ritmo de declamación era yámbico (dice), «en todo conforme con las reglas del Arte poética de Horacio».
El vestuario, siempre llamativo, podía ser bastante rico, porque según costumbre antigua ningún señor ni noble del país podía negarse a prestar las prendas que se le pedían para estos eventos. Muy cuidado también el peinado, con profusión de cintas y alhajas. Cada actor era libre para acercarse a su personaje tal como él lo entiende, de donde resultaban efectos a menudo extraños en su convencionalismo. Así un rey cristiano se daba a conocer de ordinario por un traje de pantalón blanco con galones, un buen chaleco, una levita de burgués y botines, más la corona y una cadena dorada colgando atrás y delante, espada, bastón, guantes, un par de relojes de bolsillo (mejor que uno solo) y la cruz de la Legión de Honor, desde Bonaparte. Los cortesanos, por el estilo, salvo que sus gorras eran de gendarme con plumas y cintas. Los príncipes moros llevan grandes botas sobre el pantalón blanco galonado, casaca roja, sombrero cilíndrico con penacho y espejuelos. Tanto ellos como sus cortesanos portan grandes sables a guisa de cimitarras. En los danzantes de entreacto llamados satanases obviamente domina el rojo escarlata y se tocan con gorro triangular de cartón.
En fin, las pastorales como Dios manda siempre eran representadas por actores del mismo sexo, mejor del masculino. No faltaban troupes de chicas, pero entre ellas ninguna etcheco-alhaba, o hija de buena familia. Otros tiempos.
Antes de la representación, la troupe al completo hacía pasacalles, pasando luego a dar murga bajo las ventanas del alcalde y demás notabilidades. Entiendo que los actores iban a caballo al lugar de la representación, ya colmado de gente, y tras unos caracoleos echaban pie a tierra para subir luego al estrado; siendo siempre el primero en hacerlo el Demonio, seguido de sus diablos, y sólo después subían los demás personajes por orden de importancia en el reparto, ocupando cada cual su puesto.
Todo estaba listo para una representación agotadora de cuatro o cinco horas de silencios, emociones, músicas… Las máximas morales emitidas en el tablado, como si fuese un púlpito, eran recogidas con avidez y memorizadas por los padres y personas adultas, para soltarlas luego a los hijos, gente joven y vecinos llegada la ocasión oportuna.
Por poco se me olvida. La entrada era de suyo gratuita. La remuneración de los actores provenía en parte de los refrescos ofrecidos al público y correspondidos con propinas generosas. Chicas llenando vasos, chicos recogiendo las monedas. Otra fuente de financiación tenía lugar después de la representación, cuando se celebraba un baile popular, con subasta de varios aurrescus preferentes. Por su parte, una vez cubiertos gastos, los actores se hacían un deber de dedicar el remanente a pagar el vino que han bebido gratis durante los ensayos, y si algo queda, ofrecer un piscolabis a los ocho días de la pastoral.

Aliviando tensiones
¿Verdad que esto parecía el paraíso? Pues oigamos el fin de fiesta: «Los amores y odios que el público ha visto en escena a menudo se reproducen fuera de ella en todo su verismo. Que dos aldeas rivales coincidan a la vuelta en la misma dirección, y allí veis a los jóvenes enarbolando las maquillas, y el drama que parecía terminado tiene su desenlace en la gendarmería y el juzgado» (pág. 52).  

7 comentarios:

  1. ¡ Como me hubiera gustado asistir a alguna de esas pastorales , en mi juventud ! Me ha hecho gracia ver la foto de una dedicada a Telesforo Monzón, que pretendió para casarse a una hermana de mi suegra...
    Voy a buscar lo de Francisque Michel, a ver si lo encuentro en forma de libro, que lo de leer viejos ( y no tan viejos ) textos en el mac, cada vez me cuesta más.

    Y muchas gracias, Querido Profesor que cada nueva entrada suya es un nuevo disfrute.

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    1. Y, por supuesto, espero que lo del Zulotino no lo acaben festejando, que se den cuenta del ridículo que harían.

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  2. Ahora ya cayendo la tarde, me doy cuenta de que tenemos esta nueva entrada.
    Yo, de niña, anduve en medios nacionalistas, por vecindario y por barrio. Para más inri, todo el entorno, además, se desarrollaba dentro de la iglesia, entre sacristías y "acciones católicas". En alguna de esas circunstancias, no me acuerdo cómo, nos llevaron a ver una suletina a "Iparrrralde", y desde el punto de la mañana nos martirizaron con esa música monocorde, esos danzantes patosos, esos trajes ridículos y ese aburrimiento mortal, que duró tantas horas que me dió tiempo a coger la tirria más grande hacia semejante coñazo. Era tan simple, que sospeché que se me escapaba algo y que no lo entendía. Ahora, leyendo a mi querido Belosticalle, veo que no... que era un martirio al que nos sometían los que dirigían la educación nacional-católica de los cincuenta, tratando de preservar la "Kultura" vasca.Creo que aquellas excursiones se repetían continuamente, pero servidora quedó vacunada para los restos.
    Viejecita, no lamente el no haber asistido nunca a una Pastoral, no hay espectáculo más aburrido ni que dure más horas.

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  3. El anonimo anterior soy la Maite.No he sido capaz de poner ni mi avatar ni creo que ni demostrar que no soy un robot...

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    1. Pues ya lo siento, Maite, y a quienes le haya podido ocurrir. Por mi parte, he revisado la configuración y no veo que se pida ni siquiera identificación de palabra. Espero que sea algo accidental.

      Mil disculpas y un abrazo.

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    2. Se la reconoce perfectamente por el estilo, Dª Maite , aunque desde Pamplona no le aparezca la gatita .
      Un abrazo

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    3. El Grumete grumete es, que no maestro, y estaba muy, muy despistado. El menor ritmo de las últimas entradas (Pavia) me había engañado. ¡Que descuido, un mes sin acercarme al Maestro!
      Pero vayamos con orden: en primer lugar, enhorabuena, maestro por otra de sus creaciones léxicas. Lo de “zulotino” es una valiosa adición al Diccionario Belostino.
      Viejecita: ¿Sensación de ridículo? Nunca. Eso solo se aprecia desde fuera del grupo. En su interior esas cosas llegan a producir hasta un éxtasis que supera la transverberación teresiana. Y lo penoso es que se convierte algo que, sobre todo en su momento, tuvo un valor cultural de ámbito general en su entorno, en una herramienta al servicio de parte, con lo cual se mancilla y pierde su pequeña universalidad.
      Maestro: Con respecto a la entrada anterior. ¿Duración de las liturgias orientales? Tengo un hermoso ejemplo de primera mano. El Viernes Santo 9 de abril de 2004, estando en Assuan, Egipto, se nos ocurrió (a mí y a mi esposa) visitar al atardecer la catedral copta de esa localidad. No quiero tirar de la memoria y copio (copio y pego, que cómodo) directamente de mis notas de viaje:
      “A las cinco menos cuarto estamos frente a la Catedral. Es una construcción moderna, terminada no hace muchos años. Blanca, con dos torres que parecen minaretes. Fuera, en el patio de acceso, en las escaleras, hay un verdadero gentío. A duras penas conseguimos colarnos en el interior, por la puerta principal.
      “Es bastante diáfana y luminosa, toda ella blanca. No vemos detalles, pues toda la nave esta materialmente cubierta de gente apretujada y la zona frontal está cubierta de telas (aparte de la tradicional separación de la zona del altar normal en estas iglesias). Los hombres a la izquierda, las mujeres a la derecha. Nosotros nos colocamos en la zona de contacto. Rápidamente nos hacen sitio, no sé cómo. Los hombres van en su mayor parte en mangas de camisa, algunos con traje. Las mujeres van normales, ninguna lleva velo, y muchas pañuelo.
      “Todo el tiempo está entrando y saliendo alguien. Nos miran con curiosidad. Acaban de empezar a cantar pausada y rítmicamente “Kyrie Eleison, Kyrie Eleison, Kyrie Eleison”, así, en tandas de tres, y sin el “Kryste Eleison”, y cada vez que dicen “Kyrie Eleison” se santiguan y se inclinan hacia delante, más o menos, según el grado de flexibilidad y las ganas de cada cual. Una vez tras otra, y otra, y otra, . . . . . Nosotros, educadamente, imitamos. Cuando ya pensamos que van a seguir todo el día así, cambian una gota la entonación y se paran. Ufff, que Kyriada!!!!. Pero no, no ha acabado. Todos a una se giran noventa grados, miran la a la pared de la izquierda y comienzan otra tanda de lo mismo. Cuento. Es difícil, pues el mismo ritmo confunde. Pero he pasado de ochenta tríos cuando paran otra vez. Y claro, como no podía ser de otro modo, visto lo visto, repiten las tandas mirando hacia las dos paredes restantes. Cien tríos a cada punto cardinal: 1200 Kyries en salmodia uno detrás de otro.
      “Una breve exhortación del celebrante en jefe, y parece que todo ha terminado. Son las seis y cinco. Comienzan a salir. Y a la vez reparten entre ellos tortitas y dulces. Todos quieren darnos un trozo y nos dan palmaditas en la espalda. Al parecer llevan en la iglesia sin comer desde las siete de la mañana, así que no me extraña.
      Da una idea, ¿verdad? Perdón por la extensión, pero venía a cuento. Me detengo aquí. Tengo que releer bien sus últimas entradas y los comentarios, y si se tercia, reincidiré. Esto solo ha sido una reacción inmediata.

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