Bula es palabra que todo el mundo conoce. ¿Sabe igualmente todo el mundo lo que significa? Para muchos es ‘privilegio’, ‘licencia especial’: tener bula para algo. La gente mayor sabemos que esta expresión viene de la Bula de Cruzada: privilegio papal al pueblo español, concediendo varias gracias a cambio de varias cosas, entre ellas dinero por vía de limosna entregada a la Comisaría de la Bula. De todo aquel dinero, sumas enormes, la parte del león era para la Iglesia, a repartir entre la Santa Sede y el Comisariado español. El resto, por concesión del Papa, se lo quedaba la Corona.
Las gracias o bulas más populares eran:
- Bula de difuntos. Para sacar del purgatorio almas de seres queridos.
- Bula de carne. Dispensa de abstinencias.
- Bula de composición. Para quedarse con bienes ajenos, retenidos de buena fe, si no constaba el verdadero dueño a quien devolverlos.
Esta última bula y la de carne eran las más escandalosas, o al menos las más criticadas por los extranjeros, tanto protestantes como católicos. Fuera de eso, ¿qué es exactamente una bula? Del Diccionario de la R. Academia extracto estas acepciones:
bula Del lat. bulla.
1. f. Documento pontificio..., expedido por la Cancillería Apostólica y autorizado por el sello de su nombre u otro parecido...
3. f. Sello de plomo que va pendiente de ciertos documentos pontificios y que por un lado representa las cabezas de san Pedro y san Pablo y por el otro lleva el nombre del papa.
4. f. Distintivo, a manera de medalla, que en la antigua Roma llevaban al cuello los hijos de familias nobles hasta que vestían la toga.
Sin discutir aquí el acierto de las definiciones, yo diría que, para entender bien lo que significa bula, las acepciones debe leerse en orden inverso, de la 5 a la 1. Porque bulla en latín significa burbuja (5), como también bola, más o menos aplastada, en forma de medalla. Como la que se imponía en Roma a los chicos de buena familia etc. (4). De ahí, el sello de plomo que va pendiente de ciertos documentos pontificios etc. (3). Y de ahí, finalmente, el propio documento pontificio…, autorizado por dicho sello u otro parecido (1).
Afinando un poco, la bula-sello de documentos solemnes no era exclusiva de la cancillería papal, ni era siempre de plomo. Hubo también bulas imperiales, como hubo bulas de oro. La Bula de Oro del emperador germánico Carlos IV (1356) fue la constitución fundamental del Sacro Imperio desde el final de la Edad Media.
Con esto entramos en materia: las bulas-sello pontificias, y su novísima emisión aquí en España.
Aunque vamos a contemplar un objeto cristiano, no olvidemos su origen pagano: amuletos contra el mal de ojo (fig. 1); amuletos de buena ventura, como uno etrusco con el genio de alas doradas, también llamado Fatum subridens, el ‘Destino sonriente’ (fig. 2). La celebrada sonrisa etrusca, un poco lela, ahí la tienen.
Pagana fue también la costumbre de emparejar figuras en una misma medalla conmemorativa; por ejemplo, los Dióscuros (Cástor y Pólux), o las testas enfrentadas del César y su Augusto, etc. Esto último lo cristianiza la iglesia, emparejando en medallas o bulas a los apóstoles Pedro y Pablo, ya desde el siglo IV. No se sabe el uso de estas medallas, tal vez amuletos religiosos que se vendían a los peregrinos en Roma.
Desde muy pronto en la Edad Media, la cancillería papal adoptó ese formato para los sellos de sus documentos más importantes. Estas bulas de plomo o de cera (según la importancia) iban sujetas al pergamino con cordón de cáñamo o de hilos de seda rojos y amarillos (fig. 3).
La bula-sello, por el reverso, lleva el nombre del papa. Pero lo más peculiar es el anverso, troquelado con las cabezas de ambos apóstoles mayores, Pedro y Pablo. Curiosamente, Pedro cediendo su derecha a Pablo –dicen que por humildad–. Los dos se presentan como retratos convencionales: Pablo calvo o con poco pelo y barba apuntada; Pedro en cambio, con cabellera y barba ensortijadas. Entre los dos hay una cuz. Encima, la inscripción SPASPE: o sea, S(an) PA(blo) - S(an) PE(dro), para que no haya duda de quién es quién.
Las dos cabezas típicamente se rodeaban de sendos collares de puntos, como se ve en la figura. Y no era tontería: como el rayado en los billetes de banco, aquí los puntitos, su número y disposición con otros detalles, han servido para detectar bulas falsas. No todas, desde luego. No las muchas que ya salían falsas de origen, de la propia cancillería papal con sus oficinas paralelas, pues el negocio movía muchísimo dinero, y por tanto había oficiales corruptos, buladores burladores.
Con estos criterios bien amarrados, ya estamos en condiciones de decidir si la emisión de bulas producida en España la semana pasada tiene visos de autenticidad, o puede tratarse de una falsificación. En favor obra la posición preferente de Pablo con respecto a Pedro, como también los collares de puntos. Lo demás es como el juego de los Siete Errores. Sospechoso es que Pablo no sea calvo, pero también es verdad que ni el Nuevo Testamento, ni los los Hechos de Pablo (apócrifos), ni tampoco las Clementinas con las Actas de Pablo y Tecla, niegan tajantemente que el Apóstol usara jamás peluca con coleta. Como tampoco es de fe que san Pedro nunca se afeitó.
Si de la bula-sello pasamos a la bula-documento, aquí sí parece más claro que podría tratarse de una bula-bola, que el delantero SPA quiere colar en la portería de su colega SPE, y no precisamente en la celestial. Tres ministros y otras tantas ministras –una de ellas con su rorro–, todos y todas al bollo, es mucha bola para un portero a la suya, ensimismado buscándose el ombligo que no tiene.
Recordemos también: no todo en las bulas se reducía a chollo y bollo. Las temidas bulas de excomunión, por ejemplo. Una de las más famosas, la que dedicó el papa León X a Lutero (1520). Otra, la que tenemos entre manos: el dueto SPASPE descomulgando a Mariano Rajoy Vaderretro, con todas sus PomPas y vanidades.
De Lutero se dice que quemó su bula. Desde entonces, la sátira protestante se cebó en la etimología del término: bulla = burbuja, pompa y vanidad. Bulla, bullanga, ruido. Bola, bulo, bolo, bollo, francobollo y demás... Aquel fraile dominico Tetzel, vendedor de bulas, pasó a ser el bulero-bolero… DRAE: bolero, de bola. 1. Que dice muchas mentiras; 3. Novillero (persona que hace novillos).
¿Y Rajoy? ¿Qué hace Rajoy? Por de pronto, novillos, como suele. Es su estrategia, que esta vez puede llamarse también táctica. Don Mariano es flemático –no como el Doctor Martín–, y no quema la bula, sea o no falsa. Sin leerla, la devuelve al remitente y listo, él a quemar otro puro, «yo no renuncio a nada».
(No renuncia. ¿Así que no tiene a nadie, no conoce a una sola persona de su confianza, a quien pasar el testigo? Pues muy preocupante. Por cierto, ¿alguien ha investigado la frecuencia del pronombre ‘yo’ en boca de Rajoy? A mí me suena que alta. Lo mismo que el adverbio ‘absolutamente’, siempre enganchado al ‘yo’ como a bestia de tiro. Todos o la mayoría de políticos son yoístas, pero los hay que se pasan).
En suma, que todos boleros. Algunos incluso escarabajos boleros. España, por bulerías. Todo tan hueco.
Recuerdo en mi lejana infancia haber visto a mi madre traer un papel de la iglesia de Santa María, seguramente a escondidas de mi padre, convencido ateo y anticlerical. El papel era un folio escrito en apaisado, de material pobre, en cuya cabecera se leía la palabra Bula.No se por qué razón mi pobre madre compraría aquello, si era para sacar algún familiar del purgatorio o para poder comer carne los viernes. Lástima que todo aquello se perdió, hoy sería un documento curioso. A mi ya entonces me pareció un verdadero chantaje, a mis seis o siete años ya sospeché que la Santa Madre Iglesia no era más que el brujo de la tribu que repartía su ilusoria protección a cambio del dinero que en aquellos tiempos de mucha escasez, entraba en casa. Ahí debió comenzar mi feroz escepticismo actual...
ResponderEliminar«Se expenden bulas en la sacristía»
EliminarEso decía el cartel, colgado a la puerta de las iglesias parroquiales en la temporada de la Bula.
Fue mi primer contacto con el verbo ‘expender’, que sin ir al diccionario (cuya existencia ignoraba) relacioné inmediatamente con ‘expendeduría de tabaco y timbre’, leído en los estancos. (Lo del tabaco estaba claro, el timbre no tanto.)
O sea, expender bulas, un sinónimo pudoroso de venderlas, aunque el precio se disfrazara de limosna.
La Bula de Cruzada da para una bonita historia; pero, ¿a quién le importan esas antiguallas?
Querido Profesor ¡ Lo que he disfrutado con su hilo y con el comentario de Dª Pussy
ResponderEliminarY es que : Ya he dicho cienes de veces que me crié con mi abuela Marichu, en un ambiente ultra católico ; de misa del alba, rosario en familia, viajes a Lourdes, la bendición, vidas de santos, etc etc, sin embargo, en casa sólo se hacía vigilia los viernes de cuaresma, y el viernes santo, y ayuno, a base de Ponerse como el quico de cocido, sólo en semana santa.
Yo pensaba que todo aquello había quedado abolido hacía tiempo, y me llevé una gran sorpresa, la primera vez que fuimos a Nueva York, a visitar a nuestro chico el pequeño, al ver que en casi todos los sitios, los viernes, el menú era sin carne. Sólo pescado.
Mi abuela debía comprar bulas de esas de carne para toda la familia.
Y eso tiene gracia ; porque a ella le encantaban las películas de indios y de vaqueros, por ver caballos en libertad, pero había hecho una promesa de no volver a ir al cine. Así que decidió que nos tenía que acompañar allí, que si no, yo no sacaba la nariz de mis libros, y nos llevaba a todas las películas de vaqueros y de piratas que pusieran.
Nosotras estuvimos años pidiéndole que nos acompañara, que nos daba pena, la pobre, y ella iba tan contenta, pensando en que como lo hacía por nosotras, no estaba rompiendo su promesa...
Lo de ser Ultra católico, tiene sus ventajas.
Dª Viejecita, usted sabe que en toda Europa se ha respetado (se ha ‘guardado’) la vigilia como una especie de gimnasia estomacal, sin relación alguna con los mandamientos de la Iglesia.
EliminarEl modesto restaurante laico de mis tíos Elena y Pablo en París, extramuros de Porte Saint-Martin –especifico ‘extra’ por razón obvia, aunque a ellos se lo traspasaron unas damiselas bien conocidas ‘intra’–, jamás se permitió ofrecer (otra cosa era dar) a la clientela carne en viernes Ni nadie lo pedía.
Por eso a los franceses y demás cristianos europeos les chocaba la facilidad española para saltarse el viernes mercando una bula.
Tremenda la sonrisa etrusca, Don Belosti. Y qué casualidad: yo también estoy hablando de bulas en mi blog. Dvertidísima entrada.
ResponderEliminarGracias, amigo Navarth. Me tiene atento a su nuevo trabajo
EliminarParece que ahora me deja... Crucemos los dedos.
ResponderEliminarMe ha encantado, Maestro. Nada nuevo bajo el sol. La Iglesia en su momento recoge gran parte del legado de Roma, sobre todo de la Roma Imperial, tanto en rituales como en el Derecho Canónico que nace y se desarrolla en todos los aspectos asimilándolo como una campeona...
¡Incluso encaja la sonrisa etrusca; por Dios!
Muchas gracias por esta y tantas otras entradas, Maestro.
Dª Carmen, cuánto bueno por aquí. Su visita siempre reconforta.
ResponderEliminarDice usted bien. La verdad es que la Iglesia Romana se lo encontró casi todo hecho. A poco que se rasca en cualquier institución, aparece la impronta de Roma, en su versión bajo-imperial (esto último es importante).
Agradecido a usted, este maestrillo de nada. Mientras esta página pueda interesar a los amigos, servidor de ustedes.
Pues no crea, amigo y convencino vallevielsano, que somos pocos los aficionados a las antiguallas.
ResponderEliminarLeyendo su apunte, tan desopilante como pocos, me dio por revolver en mi antiguallería digitalizada (como habría escrito, de vivir ahora, la señora Pardo) hasta encontrar un indulto apostólico para que todos los fieles de ambos sexos y de uno y otro estado secular y eclesiástico ... puedan comer carnes saludables.
Está fechado en primero de enero de mil ochocientos sesenta y nueve y va firmado por Fr. Cirilo Cardenal de Alameda y Brea, Arzobispo de Toledo, uno de tantos personajes camaleónicos que salpican nuestra historia. Este, a tumbos entre el absolutismo, el liberalismo, el carlismo y las sucesivas pleitesías a la Constitución doceañista, a Fernando VII, Isabel II y sus regencias, a los pretendientes y a los papas de turno, llegó a ser arzobispo primero de Burgos y luego de Toledo, Cardenal y Senador vitalicio. Su valedor máximo fue Pío XII, cuyo cuerpo se conserva incorrupto en la basílica romana de San Lorenzo al Verano, según se dice; ignoro dónde y cómo se encuentre el de Fray Cirilo.
Lo que sí me ha extrañado de su apunte es que, si me permite la metáfora, no llevara el agua a su molino. Y es que la ocasión es pintiparada para traer a colación las máscaras del santo. No me negará que estos dos, Pedro y Pablo, nos ofrecen día a día mascarillas de todos los colores y figuras. Al tiempo, amigo profesor: ya tienen máscaras, devotos fieles y hagiógrafos, y pronto veremos los respectivos santuarios de peregrinación y, que Dios no lo remedie, enternecedores martirologios para la historia.
Cuídese de los fríos invernizos aún por venir.
Salúdeme a la señora presidente. Un abrazo desde la otra orilla del río.
Zevi
Corrección de horrores: Pío IX, y no Pío XII.
ResponderEliminarNo sabe cuánto alegrón me dio anoche verle, desde mi orilla, a usted por aquí.
EliminarY el buen rato que pasé, recordando a su personaje, el enorme Fray Cirilo de la Alameda. Franciscano huido del azadón (como tanto fraile de antes), metido en sociedad gracias a su labia fácil en el púlpito y fuera del mismo, casamentero real, político y en fin, usted lo resume de maravilla: camaleónico personaje. Que por cierto tuvo sitio en este blog, a propósito de su intriga catalana en La Revolta des ‘Agraviats’ (1827) (y 3). ¡Pues si hasta parece que fue masón!
Lo que sí fue en efecto, Arzobispo de Burgos de 1849 a 1857, aburrido de su anterior arzobispado-destierro en Santiago de Cuba. Burgos fue su trampolín a Toledo y al Cardenalato. Y porque falleció nonagenario, que si no, a lo mejor estaría el buen Cirilo en la lista de los papas. De novela.
Un gran rato, gracias, con un abrazo.