lunes, 2 de septiembre de 2013

‘Don Luis’, el hermano fabuloso de Sabino



Luis Arana Goiri fue una personalidad retraída, nada brillante, aunque muy en su papel de eminencia gris. Siempre detrás y a la sombra de su hermano, como su titerero.


«Pienso que don Luis sigue siendo un gran desconocido. Sabino fue un hombre muy importante, muy brillante, pero tengo la impresión de que ha hecho siempre lo que quería don Luis (Lezo Urreztieta) [1]
En lo religioso, no exteriorizó fervorines como el hermano, aunque también él era gran creyente:


«No he conocido hombre de más fe. Poseía una formación religiosa increíble. Sabía más historia sagrada que los evangelistas… Era un santo.» [2]


Muerto Sabino, Luis era el líder nato del PNV, aunque no se le entregó de pronto la presidencia (1908-1915). Su intransigencia, sus prontos, sus maneras, le crearon muchos enemigos domésticos –que hombre tan evangélico como él sabría son los peores (Mateo 10: 36)–, hasta verse expulsado de un partido, el suyo, en crisis y quiebra.
Escindido el PNV, Luis Arana preside la facción radical ‘Aberri’ (1922-1930).
Con la II República, reunificado el partido, repite presidencia (1932-1933); pero bien pronto vuelve a significarse en su radicalismo egocéntrico, no exento de extravagancias [3].
Todo ello, junto con su falta de carisma de bases, le llevó al retraimiento  y baja formal en 1936. Así no es extraño que, desde la tendencia pragmática dominante, cada vez se le miró más de reojo: integrista católico, germanófilo, enemigo del voto femenino y hasta de la voz femenina (la política activa no era para las emakumes); como también crítico del Estatuto Vasco pactado con la República, porque no incluía una reintegración foral completa...
La Guerra civil era para ‘Don Luis’ asunto entre españoles, por lo que defendió la no intervención [sic] de los vascos en la contienda, censurando ásperamente el alineamiento del partido y de Euzkadi con la República.
Refugiado en el País Vasco Francés, solitario, viudo..., con casi 80 años pide volver a Vizcaya y Franco se lo concede. A su muerte (1951), el ‘Euzko Deya’, boletín-órgano del PNV en el exilio parisino, envolvía en su habitual revoltillo de sueltos y gacetillas esta necrológica:


«A los 89 años ha fallecido en Santurce don Luis Arana-Goiri, hermano mayor de Sabino de Arana y su inspiración doctrinal en la fundación del Partido Nacionalista.» [4]



Necrológica de Don Luis
en ‘Euzko Deya’ de Buenos Aires (30-07-1951)

Mitología luisiana
Desde que muere Sabino, Luis pierde su vocación de segundón y su modestia taciturna para divulgar su automito. Él había creado la bandera y una serie de emblemas nacionalistas, así como el lema ‘Euzkadi, euzkotarren aberria da’ (Euzkadi es la patria de los vascos).
Si el mito de la iluminación-conversión de Sabino tiene toda la pinta de un constructo imaginario –como ya lo vio Juaristi–, tampoco es temerario ver detrás de todo aquello, y de mucho más, la mitomanía de Luis Arana Goiri.
Fábula sorprendente, pues aunque Sabino creyó que su hermano mayor había llegado a la verdad por sus propias luces y estudio, lo que menos imaginó fue que Luis también había tenido su ráfaga iluminativa. Y lo más increíble: el hombre que le abrió los ojos fue un nativo de Maketania, un anónimo santanderino.
Establecido el papel iniciático de Luis respecto a su hermano, la hagiografía peneuvista tambien quiso saber cómo fue el gran salto de aquél, desde su carlismo españolista fuerista hasta el nacionalismo antiespañol furibundo. Pero aunque muchos se lo preguntaron, él se resistía siempre a desvelar su secreto, ya que «Sabino fue quien había llevado a cabo la obra, y a quien la Patria debía eterna gratitud».
Ahora bien, tampoco pasarse de humilde, qué caramba. Así que, sabedor de que Ceferino de Jemein Lanbarri preparaba su Biografía de Arana-Goiri'tar Sabin (Bilbao, Edit. Vasca, 1935), Luis aprovechó para poner en este nido su propio huevo, enviando al autor un automito, que por cierto, el sabiniano celante que era Ceferino (o Keperin) desechó como de cuco.
No era para menos, porque el relato se las trae. El oficioso Luis debió de quedar muy corrido, pues sólo en 1954, después de su muerte, vio la luz aquella leyenda. Conozcámosla [5].



Aprender viajando
Pues, señor, érase que se era el joven Luis Arana Goiri quien, tras estudiar en los jesuitas de Orduña, viajaba en tren a los jesuitas de La Guardia (Orense), a empezar el preparatorio de ingreso en Arquitectura. Esto debió de ser en 1880.


«Llevaba el colegial (sic) en la solapa alguna insignia de carácter ‘fuerista’.
Un viajero santanderino que lo observó entabló con el joven estudiante un diálogo, poco más o menos así:
— ¿Tú eres fuerista, muchacho?
— Sí, señor!—, contestó con la energía que le era característica el interpelado.
— ¿Por qué?
— Porque soy bizkaino.
— ¿Y eres español?
— ¡Sí, señor! (con la misma energía y convencimiento).
— Pues mira, eso es lo que no entiendo bien. Si los vizcaínos sois españoles y vuestra Patria es España, no sé cómo queréis gozar de unos fueros que los demás españoles no tienen, y eludor obligaciones que a todos los españoles deben comprender por igual ante la Patria común. Gozando de los Fueros no servís en el ejército español, ni contribuis con dinero al Tesoro de la Patria. Nos sois buenos españoles…
Luis se encontró sin saber qué contestar. Hervía su bizkainismo ‘fuerista’ en lo íntimo de su alma, pero no encontraba la respuesta adecuada contra (sic) el razonamiento del santanderino. Sintió deseos de abofetearle, como seguramente lo hubiera hecho si hubiese sido un compañero de colegio el que le ponía en tal aprieto
(…)
Durante aquel curso de 1880-1881 se hizo en su conciencia nacionalista vasco.»


Así de fácil: o patriota español sin fueros, o fuerista fuera de España. Nuestro vizcaino antepuso los fueros y se dio a leer historias de Vizcaya donde se hablaba de la independencia originaria, muy antes de que España existiera, y muy antes también de las ‘uniones’ de los vascos a Castilla. Con tanta lectura histórica anticuaria, no tiene nada de extraño que Luis tuvo que repetir preparatorio de Arquitectura, en Madrid.
Salta a la vista el formato ‘catecismo de Astete’, por preguntas y respuestas, del diálogo automítico. Donde el que pregunta, y en definitiva, el docente, no es ni siquiera vasco bueno ni malo, sino peor que eso, un despreciable ‘cuco’. Así llamaban en Vizcaya a estos vecinos cántabros, porque cuando los Fueros, muchas santanderinas de la parte de Castro y Laredo, Ramales etc. venían acá a parir, para que si era varón se librase de la mili.
Por lo que fuese, el biógrafo Jemein desechó la anécdota luisiana. Y por lo mismo, Luis no tuvo más remedio que inventarse otra no menos estrafalaria [6]:


El tertium exclusum: entre la lógica y la falacia
Pues, señor, habíase que se había en el colegio de jesuitas de La Guardia un padre profesor de Geografía, que era vizcaino. Con éste se encara Luis un día, y señalándole con el dedo el conjunto de alumnos y profesores oriundos de toda España le espeta:


— Padre, ¿usted cree que nosotros somo españoles? Yo creo que no, que somos distintos de todos estos castellanos, aragoneses, andaluces…, de todos esos españoles que veo aquí. ¿Qué cree usted?
— Pues ahora que lo dices… Mira, Luis, si todos esos son españoles, nosotros no lo somos. Y si nosotros somos españoles, esos no lo son…  
«Luis de Arana-Goiri había comprendido perfectamente el porqué de su derrota dialéctica ante el santanderino.»


De nuevo, así de sencillo. A golpe de vista, sin ilustraciones históricas ni zarandajas. No hay más que verlos: somos diferentes, y punto. Lógica sin otro fallo que ser válida para todos: el aragonés, el andaluz, hasta el  santanderino…  Cualquiera podía autodefinirse como diferente de los demás, y por tanto ‘no español’.
El resto lo conocemos. El recién converso no tuvo más urgencia que convertir a su querido hermano menor en la célebre escena del jardín pascual, dejándole entregado a su nuevo destino.


El huevo de Pascua
Y venga mito. En relación con éste último, Luis inventa como efeméride aniversaria el ‘Aberri Eguna’ (Día de la Patria Vasca), cuya primera edición presidió él mismo, como presidente del Partido, el Domingo de Pascua, 27 de abril de 1932.
La razón que se dio para elegir esa fiesta no fija del calendario fue que la revelación de Luis a Sabino, 50 años atrás, tuvo lugar precisamente en Pascua. Y ya forzando el mito religioso, la resurrección De Cristo prefiguraba la de Euzkadi, en las personas de ambos hermanos.
Sin embargo, hay razones para sospechar que todo esto fue fabulación añadida, pues la pascua que desde años atrás traía locas a las Juventudes Vascas era otra: la de 1916, en que se produjo el alzamiento irlandés contra Gran Bretaña, y así la jaleaban en su órgano, titulado precisamente ‘Aberri’. Luis habría desviado esa atención hacia su ego y propia fábula, la del Jardín-Edén de ‘Sabin-Etxea’ la casa natal de los Arana-Goiri, que por entonces acababa él de restaurar e inaugurar para central del partido en Vizcaya.
Sabino y Luis, Luis y Sabino:  A ze parea, caracola ta barea! [7]


(Concluirá)
__________________________________________


[1] Citado por Elías de Amézaga, Biografía sentimental de Sabino Arana. Txalaparta, 2003, pág. 189.
[2] Ibíd.
[3] Por ejemplo, rechazó que la bandera bicrucífera (‘ikurriña’) se adoptara como emblema del nacionalismo vasco, pues si sabría él, su inventor, que era sólo para Vizcaya. De haberle hecho caso, la Comunidad Autónoma Vasca tendría hoy por bandera una barrada roja y verde.
[4 ] Euzko Deya de Buenos Aires (30 de julio 1951) fue más cortés, aunque reticente, desconociendo incluso la edad exacta del finado «Don Luis, el hermano del Maestro».
[5] Cfr. HNVD, 1: 105-106; texto de ‘Marcos de Urrutia’ (Manuel de Eguileor).
[6] Cfr. ibíd., pág. 106.
[7] «El caracol y el limaco, valiente pareja».

6 comentarios:

  1. Ameno e instructivo, como siempre, maestro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, querido Chigorin; también por su enlace en la ‘Argos’.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Interesantísimo. Es asombrosa la capacidad de fabulación de estos enfermos y es evidente la cepa de la que surge esa enfermedad: los evangelios. A Luis y a Sabino les pasa como a don Quijote, sólo que con otro tipo de narraciones, más o menos como a San Ignacio.

    La supuesta secularización es una transferencia narrativa de los evangelios a la patria. Son las mismas narraciones, los mismos mitos con diferente envoltura organizando la misma irracionalidad para ofrecer lo mismo: trascendencia, inmortalidad, significado… continuidad a través de una identidad colectiva. Que luego lo camuflen todo con argumentos y lógica es sólo para despistar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amigo mío, su apostilla da para más que una respuesta breve. De hecho, la próxima (y última, por ahora) entrega sobre la mitomanía religiosa que inspiró la empresa ‘Arana-Goiri, Hnos.’ pone el dedo en la misma llaga que usted toca: la tranferencia narrativa.

      El Evangelio -–aun reducido a los cuatro textos canónicos, sin contar los ‘dichos’ (logia) de Jesús, los apócrifos etc.–- es un mundo que incluso para el no creyente ofrece materia de reflexión y, por qué no, orientación vital.

      El Evangelio está ahí. Sencillamente, está. Para quien le interese.

      El problema, como usted dice muy bien, está en la mollera del que lee. Mientras el lector, religioso o no, se limite a instruirse para su propia vida sin meterse a redimir las ajenas, ni el Evangelio, ni el ‘Amadís’, ni tan siquiera los ‘Ejercicios’ de S. Ignacio representan un peligro social.

      Lo peligroso es que un fanático indigestado de Evangelio se atribuya una misión para salvar al prójimo metiéndole en un redil de su invención, al abrigo de los ‘lobos’. Y si esa misión y ese redil es ‘de este mundo’, o sea político, entonces que Dios nos ampare.

      En fin, como le digo, algo tengo que dejar para otro día.

      Eliminar
  3. Querido Belosti, estoy deseando leerlo. Después de la deconstrucción del Arca de Noé sé que nadie lo puede hacer como usted.

    ResponderEliminar
  4. Pues yo tenía entendido que: " si alguien tenía una Fe que movía montañas, pero no tenía Caridad, su Fe no valía para nada "; por lo menos eso les decía San Pablo a los de Corinto.
    Así que, con su odio y su desprecio al los maketos, y al resto de los españoles, si ese buen señor es un santo yo soy china.

    ¡ Pobrecito San Ignacio ! ¡ Que se le compare con los hermanos Arana !

    ResponderEliminar