jueves, 27 de mayo de 2010

Bilingües por amor, en el tormento de la diglosia


El histórico socialista vasco Ramón Jáuregui, con destino en Bruselas, ha publicado un artículo, ‘Idioma y nación’, de un buenismo desconcertante.

Parte el autor del conflicto lingüístico en Bélgica, en el contexto de una crisis más honda y general, de la que por lo visto se está ocupando allí la prensa estos días.

«Una cierta sensación de problema irresoluble lleva a muchos a pensar en la necesidad de configurar dos naciones diferentes, algo que se empieza a ver con entusiasmo en el nacionalismo flamenco y con inevitable resignación por la población francófona, entre los que no faltan los que no rechazan incluso su incorporación a Francia.»

Y aquí de pronto, entrando en materia:

«Me resulta imposible evitar trasladar esta realidad a nuestro país.»

«Trasladar esta realidad», no parece expresión adecuada, máxime si «nuestro país» es el País Vasco. Bélgica es un estado moderno (1830), federal desde hace poco (1994), nunca integrado, fruto de unas situaciones donde las identidades religiosas no han pesado menos que las etnolingüísticas. Sólo con el laicismo reciente, el nacionalismo lingüístico se ha erigido en identitario primario o exclusivo, con el ingrediente de la diferencia económica como pretexto que siempre suele aprovechar el más rico para desembarazarse del pariente pobre. Eso se da en Bélgica y también aquí, pero lo mismo en otras muchas partes. No veo qué más tenga que ver esa «realidad» con la vasco-española, más que cualquier conflicto nacionalista.

Los Países Bajos emergen tarde de la fragmentación feudal medieval. Desde las 17 Provincias Unidas que componían la Baja Alemania en el siglo XVI, todo ha sido un rosario de uniones y desuniones oportunistas, cuyo primer motor fue la rebelión protestante frente a España. Bien entendido que España no fue allá como conquistadora, pues se trataba de la herencia personal de Carlos I y Felipe II. Herencias por herencias, las intervenciones hispanas en Sicilia y en Italia sí que tuvieron mucho más de conquista, que no lo de Flandes. Hasta aquí, ninguna realidad trasladable a nuestro caso, a menos que apliquemos la falsilla histórica de alguna ikastola del Goyerri profundo.

Pero a qué vengo yo con este preámbulo, si no hace ninguna falta para leer a Jáuregui. Don José Ramón no va a entrar en el conflicto belga que compara con el nuestro. Lo de Bélgica ha sido sólo ocasión para recordarnos que él ‘trabaja’ en Bruselas, y de paso darnos una muestra de las tareas a que allí se dedica:

«Hace unos días tuve el placer de moderar una mesa sobre literatura vasca y Europa en el Parlamento Europeo, organizada por la UNED.» En unión de varios escritores vascos, «en esa mesa les oí hablar de su literatura. Confieso que toda la literatura en euskera que conozco la he leído en castellano, pero con la misma sinceridad declaro mi emoción con esa literatura que surge e identifica una realidad tan cercana como conocida y querida. Que se expresa en un euskera desprovisto de significados ideológicos y políticos…»

Bien, pero ¿a qué viene todo eso? ¿A dónde nos lleva Jáuregui con este artículo? Pues helo aquí, resumido en guisa de proverbio: «Cuando las melenas del León Belga veas pelar, pon tu euskera a refrescar.» Él no lo dice así, pero leídas sus propuestas literales, ya me dirán si le traiciono el pensamiento. He aquí su tesis:

«Mirando la dramática fractura belga», si quieremos evitar una igual entre nosotros:

1. Amemos al euskera, «ese euskera multiidentitario y plural..., sin apropiaciones ni exclusiones…, desnacionalizado, construido desde múltiples identidades.»

2. Por amor al euskera, accedamos «a su aprendizaje y a su dominio», haciéndonos bilingües al ejemplo de «Miquel Siguán, fallecido recientemente, padre intelectual del bilingüismo catalán-español que disfruta hoy Cataluña».

3. Si el esfuerzo de euskaldunizarnos no nos gratifica, aceptémoslo al menos como inevitable sacrificio, dado que «la integración nos es tan necesaria en el aspecto lingüístico como en cualquier otro».

4. Resumiendo, con Michelena (El largo y difícil camino del euskera): «No debemos caer en el infierno del ghetto por huír del purgatorio de la diglosia».

Tengo para mí que Jáuregui se ha leído de cabo a rabo con aprovechamiento la Babel de Patxi Baztarrika, porque no cabe mayor coincidencia. Por desgracia, es una tesis que se derrumba sola por su base de arena.

No se discute la entelequia de una literatura vasca euskalduna de vocación apolítica universal. El problema es dónde hallarla, fuera del reducto literario que Jáuregui cita. El hecho de que los autores que cumplen el requisito entren holgados en la docena ya dice bastante sobre la rareza de ese euskera inocente, «que busca su lugar entre las lenguas».
Explíquese luego qué tiene que ver todo ese idilio con el pretexto y el mito del bilingüismo integrador ‘necesario’. Diga algo el autor sobre el impresentable identitario etnocentrista vasco, algo también sobre la praxis y los métodos para la euskaldunización coactiva.

En cuanto al tema del catalán, no me gusta tocarlo, porque tampoco le veo parecido con el vascuence, salvo la explotación nacionalista identitaria. Sobre el bilingüismo catalán-español que disfruta Cataluña, el optimismo de Jáuregui es ingenuo. La parodia del honorable Montilla el otro día en el Senado no va por ahí. En cuanto a Siguán (q. e. p. D.), alguna responsabilidad tendrá el promotor de un experimento aventurero como el de la inmersión lingüística infantil, sin justificación ética alguna. Miquel/Miguel Siguán, un poco como Luis/Koldo Michelena. Científicos de talla, por encima de todo partidismo... Pero no tan simples como para no darse cuenta de lo que se cocía en torno suyo, o en qué suelo caía la semilla que sembraban. Al ideólogo, al político, poco se le da del euskera ni de nada, salvo como instrumento para sus fines.

«El purgatorio de la diglosia»: ahí se retrató Michelena. ¡Pues mira tú que el infierno del ghetto! A primera vista, estos novísimos van dedicados a los euskaldunes, de modo que uno podría pensar: «allá ellos, no es mi problema». Pero el caso es que sí es nuestro problema. El nuestro, y no el de ellos. Aquí, ¡oh bienaventurado Michelena!, el único infierno es para los unilingües castellanos, sin que les sirva de consuelo el que la mera presencia castellana suponga para los vascos puros todo un purgatorio, nada menos. Y uno de los aspectos más cínicos de la euskaldunización es que su principal argumento sea el chantaje, la amenaza de que relegando el vascuence al ghetto –¡relegándole nosotros, por la simple omisión de aprenderlo!–, provocamos una fractura social irreparable.

Ahora, discurriendo por mi cuenta, voy a ver si completo el artículo de Jáuregui con lo que echo en falta: adaptar el paradigma belga al caso vasco.

Si Bélgica se parte en dos (flamencos y valones; el resto no cuenta), el Estado desaparece para dar lugar a dos naciones-estados sin problema lingüístico, porque ambas son básicamente unilingües (con el inglés como segunda lengua). La escisión no será la panacea de los males, pero al menos cada cual seguirá hablando lo que quiere, como toda la vida. Si la cuestión lingüística es determinante de separación, al menos habrá sido un problema resuelto.

¿Y nosotros? Si Euskadi se separa de España, y aun suponiendo que los teritorios históricos se mantengan unidos, 1º) la lengua habrá sido causa menor para el proceso; y 2º) el problema lingüístico seguirá presente, agravado por el revanchismo nacionalista, con recorte de libertades y sin poderse descartar el recurso a la violencia, dependiendo todo de quiénes se hagan con el poder.

No se haga ilusiones don Ramón. Si este destino llegare a cumplirse, pocas ocasiones tendrá ya de volver a disfrutar de esas mesas literarias tan apacibles y tan cultas, que casi le entran a uno las ganas de aprender vascuence. Pero sobre todo, no vea tan ingenuos a sus lectores como para creerse que con hacernos bilingües por amor habrá sitio para todos en el paraíso.

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P. S.: Al publicar esta entrada, veo que José Mª Ruiz Soroa replica a Jáuregui en el mismo sentido que yo. Celebro la coincidencia con Soroa en la sustancia, que él expresa mucho mejor. Por ello, con mucho gusto me remito a su artículo, ‘Un profundo desánimo’.

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10 comentarios:

  1. Excelente artículo, BELOSTICALLE.
    Un placer leerlo.

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  2. el medico de rubalcaba27 de mayo de 2010, 13:14

    La coincidencia entre argumentos sólidos es una simple certificación de en qué lugar se encuentra la diagnosis correcta.Es un placer coincidir con Ruiz Soroa y Vd.Se siente uno más seguro cuando el propio criterio se ve tan respaldado.Un abrazo

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  3. Gracias, don Belosticalle. Pocas veces he hallado mi propia opinión tan rápida y cabalmente reflejada en un texto ajeno, eso sí, mucho mejor expuesta, razonada y documentada que si hubiera llevado mi firma. Una sola cosa añadiría a una magnífica reflexión que D. Ramón Jáuregui debería leer con atención para entenderse a sí mismo. Creo que el PSE entero se siente preso del estigma de culpabilidad por desconocer el euskera, y con sus cadenas arrastra por el mismo camino a la sociedad.

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  4. Jáuregui insiste en lo de siempre: "Debeis aprender vascuence. Si no queréis hacerlo, declararé rota la paz social y la culpa será vuestra." Almíbar en las formas y agresividad en el fondo.

    Muy atinadas sus observaciones sobre el caso belga. Las comparaciones superficiales con situaciones de conflicto lingüístico diferentes a las que sufrimos en España son una de las especialidades de nuestros nacionalismos.

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  5. Me sumo a las felicitaciones. Sigo con fidelidad sus entradas, nunca defrauda. ¡Ah! Y las archivo como tesoros.

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  6. Una frase de Jáuregui: "Los francófonos de la Valonia hablan en francés y viven en francés." (Subrayado mío). Recuerdo que hace meses Josep Ramoneda escribía que en Cataluña "es más difícil vivir en catalán que en castellano" ¿Un idioma se usa o se "vive"? Este lenguaje me suena a jerga publicitaria: "BMW X3, vive la carretera." Trucos verbales de pacotilla para cargar de un dramatismo existencial impostado la elección (prosaica, dictada muchas veces por el azar) de hablar un idioma u otro. Cuánto daño hace el lenguaje "poético" en la política, qué higiénico sería deshacernos de toda esta colección de retoremas. Pero entonces quizá todo el mundo vería con claridad que el emperador está desnudo.

    P.D.: En el post anterior, "sus observaciones" se refiere a las de D. BELOSTICALLE, no a las de Jáuregui (a ver si un día de éstos aprendo a redactar como Dios manda, narices)

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  7. De todos los amables comentarios, señalo en especial el de Ben Gunn, donde ridiculiza la expresión «vivir en… », unida al nombre de una lengua.

    Estoy tan de acuerdo, que aquí mismo he ironizado repetidamente sobre ello, concretamente sobre eso de «vivir en catalán», o «vivir en euskera». Vean por ej.:

    2009 julio 3 (‘Como si ya’).

    2009 noviembre 22 (‘Trilingües para la convivencia’).

    En fin, por no cansar, en 2010 febrero 18 (‘Peluquería francesa’) bromeé sugiriendo la conveniencia de traducir al vascuence toda la mole documentaria de nuestros Archivos Forales (rigurosamente en español o castellano), «en nombre del derecho que nos asiste a investigar nuestros archivos en euskera, y vivir en euskera nuestra Historia».

    ¿Qué quiere decir la frase, exactamente? En el segundo artículo citado hablé de cómo “el Kontseilua de turno arbitra medidas para imponer a todo el mundo su dichoso «vivir en euskera a 100 %», como ellos dicen”.

    Pienso que quienes así propugnan en esta comunidad hacernos «vivir en euskera a 100 %» no dejan lugar a dudas: la otra lengua oficial no les interesa, y mejor arrinconarla.
    Esa el la amable convivencia sin fractura: el bilingüismo como etapa de paso al unilingüismo euskalduna.

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  8. Me alegro de que coincidamos, D. BELOSTICALLE. De todas estas expresiones que sugieren un vínculo orgánico con la lengua (casi como si el idioma fuese una extensión del propio cuerpo) una de las más singulares la leí en una columna de Manuel Rivas, que calificaba de "autófagos" a los gallegos reacios a hablar o aprender el gallego.

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  9. ¡‘Autófagos’, por comerse la lengua! ¡qué metonimisinécdoque más forzada!
    Una exageración.

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  10. El nacionalismo antepone supuestos derechos de territorios o lenguas a los derechos del individuo. Es una ideología perversa, que debería estar denunciada desde la UE y debería exigirse responsabilidades a sus difusores.
    Y en la realidad española, sólo ha dado lugar a enfrentamientos y a la creación de un caciquismo regional, que controlando la mitad del sistema financiero, las Cajas, han llevado a España a la ruina.

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