martes, 30 de marzo de 2010

La escopeta tricolor




La sentencia del Tribunal Supremo contra la caza en ‘contrapasa’ me ha dado una alegría tan grande, tan grande, que no la sabría explicar si no es comparándola con la rabieta y la pataleta de Sarasketa y su compaña de la escopeta, condenados en costas. Tan así es, que pensé comentar algo.

Dejándolo, dejándolo, de pronto me topo con esta indecencia inefable que se despliega aquí arriba en todo su impudor. A primera vista pensé en algo tan inverosímil como una campaña a favor del trilingüismo, encabezada por algún reverendo de la Kristau Eskola. Muy lejos de eso, era la utilización de unos críos exhibiendo una jaula de palomas y unas pancartas a favor de cómo matarlas a contrapasa. Yo pensaba que ciertos modos de usar a los niños no están permitidos. Por lo visto sí, cuando una asociación privada como ADECAP se lo auto permite, y hasta lo auto ennoblece bajo la enseña oficial tricolor.

Todavía con el mal estómago en la boca, he aquí que la televisión me brindó un repaso de Stalingrado: El enemigo a las puertas, de Annaud-Godard. Tal coincidencia me ha permitido revivir el filme como lo viven sus dos protagonistas, cazadores recíprocos en estado puro, ellos a lo suyo mientras el mundo estalla a su alrededor. Dos duelistas que, aunque visten de soldado, no lo son ni hacen ‘la guerra’, sino ‘su caza’. Este estudio psicológico es todo un valor de la película, precisamente porque deja al espectador abstraerse –él, con los cazadores Zaitsev y König– de otros valores igualmente positivos, como las escenas bélicas, y no digamos las concesiones al folletín y final feliz.



Volviendo ahora al esperpento venatorio tricolor. La reacción de Sarasketa y su compaña de la escopeta, a cada uno de los fallos judiciales y administrativos que se han ido sucediendo, demuestra un autismo y cerrazón que hace inútil cualquier ensayo de diálogo. Lo digo por sus adversarios ecologistas, que son los que han llevado el caso a las instituciones y ante la justicia. Yo, como muchísima gente, voy por otro lado. ‘Contrapasa sí / contrapasa no’, para mí es como debatir la ventaja de la inyección letal sobre la silla eléctrica, si se está contra la pena de muerte. No a la caza, punto.

No discuto que, hoy por hoy, la caza legal es legal. Hasta ahí llegan mis luces, y me adapto. Simplemente, me ocurre lo mismo que a Sarasqueta y su compaña de la escopeta, sólo que al revés. Ellos hablan de «ir hasta donde sea, para cambiar la legislación europea» que no les gusta. Yo por mi parte también deseo que se cambien las leyes de caza, primero en el sentido de restringirla a cotos lo bastante herméticos, para que la actividad cinegética no suponga peligro ni molestia para el público (si es que tal hipótesis es intrínsecamente posible). Logrado eso, si la sociedad está dispuesta a seguir complaciéndome, yo le pediría la abolición de la caza. Alegaría diversas razones racionales, porque las hay; bien entendido que me principal motivo sería otro: porque no me gusta que se cace. ¿A Sarasqueta sí? Pues a mí no. Así que empatados.

Entre tanto, creo que somos legión los que pedimos apretar las tuercas en eso que llaman ‘caza’ Sarasqueta y su compaña de la escopeta. ¿Deporte tradicional ancestral? Sí, mire usted, como el fumar. Antes era libre, ahora cada vez menos, y algún día tal vez se tolere con escafandra autónoma.

Yo he visto a cazadores en el monte echar pestes (lo mismo que yo) al paso de unos motoristas de campo través a escape libre, metiendo ruido y arrasándolo todo. ¿Verdad que la naturaleza no es para eso? Por desgracia, ahí termina la solidaridad de los cazadores para con el ‘urbanita’, como ellos dicen. Aquéllos no tardaron en turbar mi paseo con sus disparos, tan molestos como las motos y más peligrosos.

Antes me he referido a la reacción de los escopeteros cada vez que les dan en la cresta. Son para enternecer. Primero fue contra el Tribunal Superior de Justicia del País Vasco: «Fallo injusto, ensañamiento», según el portavoz de ADECAP. El mismo portavoz que, convertido en boceras, se despacha ahora contra el mismo Supremo al que recurrieron:
«una injusticia como la copa de un pino»; de nuevo, «un ensañamiento de los jueces, que nos han humillado».
Hasta aquí el desahogo. Entrando en la sentencia propiamente dicha, la moteja de «humillante, porque no tiene ningún fundamento ecológico ni naturalístico», y ha dado la razón a unos contrarios que sólo han alegado «memeces». ¿Qué más se puede decir? Agotado su análisis jurídico del fallo, el meritado boceras vuelve a su tesis de la animosidad personal de los jueces: es un «ataque directo al cazador vasco», «un cazador que suda la camiseta…, admirado por el escritor Miguel Delibes».

A Sarasqueta sólo le ha faltado pronunciar una palabra: prevaricación. Digo pronunciarla, porque implícita ya va en el desfogue.

Luego, con la deportividad a tono con tan buen perder, se insulta a la parte contraria –esos «grupos anticaza», los ecologistas de las memeces–, antes de anunciar que ADECAP «recurrirá a donde haga falta» y trabajará a los partidos para que se cambien las leyes.

Con tal corifeo, no es raro que a los secuaces se les calienten los cascos. Ahorraré los comentarios, por cierto, muy mal escritos. De esa basura sólo voy a recoger lo que suena a amenaza. La sentencio del Supremo salvará torcaces, pero pone a los humanos en la mira. Cualquier cosa semoviente podrá ser tomada por un ecologista, y ¡pum, catapum!, un enemigo menos. ¿Exagero? Yo no por cierto:
–« Hay que parar los pies a los ecofascistas. No tienen límite, habrá que ponérselo»– sentencia un tal Kepa. ¿Qué límite? El que acaba de trazar un colega suyo que se firma Pato:

–« Me hace gracia los ecolofascistas… Ahora habria que empezar a salir al monte a cazar ecologistas… »
Inquietante, ahora sí. Algunos opinantes tienen miedo, dado que «los cazadores o son violentos, o son raros, o les gusta demasiado matar; espero que sólo animales, aunque luego pasa lo que pasa». Se comenta «el ansia de sangre de un colectivo… disparando desde puestos palomeros a gavilanes, milanos, incluso grullas», y hasta a la milana bonita... Eso las escopetas calientes. Las frustradas llegan a ser peligro en potencia, o al menos es lo que cuentan las historias.

Me gustaría cerrar el comentario con alguna amenidad (que viene de ‘amén’). Pues ahí van tres:

1ª. Los amigos de la contrapasa apelan a la tradición, a las voces ancestrales. Por supuesto, no se refieren al historial del arma moderna, que de largo no tiene más que el alcance y la mira telescópica. Se trata de algo más antropológico, a lo Dersu Uzala, por poner un ejemplo. Y ahí les reconozco que tienen toda la razón. La contrapasa es un deporte recordado ya en la Historia Sagrada. El milagro que cuenta la Biblia de las codornices que alimentaron a los israelitas en el desierto no fue tal milagro, sino una contrapasa en toda regla. Lo recuerdo, por si les vale como argumento para el recurso ese que anuncian. Pueden llevar al estrado el libro del Exodo, 16: 13; Números 11: 31; y hasta el Salmo 104: 40. A lo mejor los jueces les hacen caso, que esos europeos protestantes son muy bíblicos.

2ª. «Los primeros interesados en la conservación de la naturaleza somos los cazadores», dice el coro de la escopeta. Por ahí no, señores. Ese argumento no vale. En este mundo conflictivo nunca faltan «primeros interesados» en llevar desinteresadamente el agua a su molino. Nadie negará al zorro su condición de «primer interesado» en que no le falten gallinas, lo cuál no es razón para confiarle la gestión del corral.

3ª. El hecho es que, a pesar del buen hacer de cientos y miles de cazadores, para que siga la diversión se necesitan cotos y repoblaciones muy costosas, un lujo que les pagamos entre todos, y mal que nos lo agradecen. Más bien lo contrario:
«Tenemos una espina grande, eso es verdad, la ilegalidad de la contrapasa. Pero por eso no nos podemos desanimar. Se han dado muchos avances. Más días de caza a la semana, cada vez hay más puestos de caza, hay más sociedades, tenemos 2 cotos intensivos buenisimos en la CAV, la afición esta en la sangre de las nuevas generaciones, etc. Tenemos motivos para estar contentos.
KONTRAPASA GEURIA DA!!!»
Aquí la contrapasa se vuelve patriótica, qué digo, gutarra, como sucede siempre con ‘lo nuestro’:
«Debemos influir en los partidos políticos y apollar (sic) A LOS QUE NOS DEFIENDEN. Yo soy de la izquierda abertzale, cazador hasta la medula. Sacrificaría (no me gustaría la verdad) mi voto por la caza. Que espabilen los alderdis, por favor.

Euskal Herri maitea, libre ta ehiztariz eta arrantzalez betea nahi zaitut. Tenemos que ser la vanguardia de la defensa del mundo rural y medioambiental del Pueblo vasco. Tenemos que estar únidos a EHNE y ENBA

«Amada Euskal Herria, te quiero libre y llena de cazadores y pescadores».

Un ideal patriótico lo tiene cualquiera.

1 comentario:

  1. Diría sin miedo a equivocarme que esta es una de las intervenciones más acertadas de las que he podido leer en torno a este tema.
    Una suerte haber llegado hasta su blog y un placer disfrutarlo.
    Gracias
    Fdo. Un endurero naturalista

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