miércoles, 13 de enero de 2010

Poesía de carne y hueso:


Los Reyes de Oriente en su último viaje

 Muchos santos se adoran por la peana, y muchas reliquias se hacen recomendables por un buen relicario. Los Reyes Magos en Colonia tienen como ataúd la pieza de orfebrería medieval más grande de Europa. Obra maestra del taller de Nicolás de Verdún (1181-1230), es un arca a modo de basílica en dos pisos, 2,20 m de largo por 1,10 de ancho y 1,50 de altura, plata dorada a fuego y oro puro, esmaltes, filigrana, 1.000 cabujones y perlas, , 74 figuras repujadas en alto relieve, 300 gemas antiguas y camafeos. Uno de éstos, enorme camafeo negro, hizo pensar que uno de los Reyes era negro. (Robada la joya en 1574, por suerte vino a parar a un museo de Viena).
Tanto lujo traslucía una intencionalidad política. En una época cuando los juramentos más solemnes se hacían sobre reliquias, los Tres Reyes serían testigos de excepción en la consagración de emperadores por los arzobispos de colonia, al margen de seguir o no el viejo rito de la consagración romana, según soplaran los vientos. ¿No prescindían del papa los emperadores bizantinos? Pues otro tanto podían hacer los germánicos, más próximos entonces a Bizancio que a Roma, políticamente hablando.
El nuevo rito se estrenó con Otón IV (1198), que tuvo su primera dieta en Colonia, el 6 de enero de 1200, regalando a los Reyes Magos para su arca tres coronas de oro, que luego figuraron en el escudo de la ciudad, junto con los armiños imperiales. Por ello, y para dejar fuera de juego a los arzobispados rivales de Maguncia y Tréveris, el de Colonia emprende la construcción de la catedral gótica más grandiosa (1248).
Sólo el piso inferior del arca está reservado a los Reyes, ocupado el superior por reliquias de otros tres santos mártires. ¡Pero cómo! ¿mártires los Magos? Si habían de ser testigos de la legitimidad imperial, mejor martirizarles. La leyenda al efecto no se hizo esperar, confirmada luego por el falso Cronicón de Dextro, inventado en Alemania por el falsario jesuita español Jerónimo Román de la Higuera.

El arca ha sido muy retocada y manipulada. Por ejemplo, en 1639 Egidio Gelenio escribía:

«Los Tres Reyes son visibles a través de una rejilla finísima gracias a un alumbrado perpetuo. El cuerpo de en medio conserva en el casco algo de cabello, a lo que parece de color castaño... A los pies, una inscripción explica el contenido de la tumba»

La inscripción, en tres versos hexámetros leoninos (bastante pedestres, por cierto), decía así hasta su retirada en el siglo XIX:

Corpora Sanctorum loculus tenet iste Magorum,
Indeque sublatum nihil est alibive locatum,
Sunt iuncti Felix, Nabor, Gregorius istis.

(Este lucillo contiene los cuerpos de los Santos Magos,
de donde nada se ha sacado, o en otra parte colocado.
Júntanse a ellos Félix, Nabor y Gregorio [de Espoleto]).

Estos y otros detalles de descripciones antiguas ya no son válidos. La pretensión de tener unas momias en perfecto estado se repetía sin fundamento, unos de oídas, pero otros como testigos de vista. Así el abad Isingrim de Ottobeuern, que visitó Colonia en 1168:

«Los cuerpos siguen enteros, como yo mismo los vi visitando Colonia, como conservados en bálsamo. Según cuentan las historias, la reina Elena los llevó a Bizancio desde Oriente, encerrándolos en tres tumbas perfundidas con plomo para hacerlas inamovibles.
El obispo de Milán [san Eustorgio], con ocasión de presentar sus cumplidos a la reina, en pago de sus servicios le pidió reiteradamente aquellos cuerpos, a lo que ella accedió, como pensando no ser posible moverlos, por causa del plomo. Pero aquel varón ingenioso, valiéndose de cierta arte, los hizo levantar entre unos pocos hombres y ponerlas en una rad o almadía para llevarlos así a Milán.»

Nuestro ya conocido abad de Mont-Saint-Michel cuenta lo mismo a su manera:

«Los cuerpos, por estar preparados en bálsamo y otros pigmentos (sic), en cuanto a la piel y cabellos se mantenían íntegros por fuera. El primero, según me refirió uno que aseguraba haberlos visto, a juzgar por el rostro y cabello reprsentaba unos 15 años, el segundo 30, el tercero 40 [sic]. San Eustorgio los había llevado a Milán desde Constantinopla, como regalo de cierto emperador [sic], junto con la losa donde estaban colocados. El transporte se hizo en un vehículo pequeño tirado por dos vacas, por la vitud y voluntad divina.»

En fin, el cronista de los godos Jordanes de esta versión:

«Los cuerpos de los tres Magos fueron traslados primero por el emperador (sic) desde Persia a Constantinopla, y de allí transportados milagrosamente por san Eustorgio a Milán.
Una vez que Constantino le hubo concedido el arca, el mismo san Eustorgio la botó en la mar, y embarcado en ella, el arca pilotada por Dios navegó hasta Italia.
Ya en tierra aquella arca de peso incalculable, la colocó en una carreta comprada al efecto, ante la general admiración, pues no sólo aguantó, sino que una yunta de vacas la arrastró sin dificultad hasta cerca de Milán.
Aquella noche, mientras Eustorgió fatigado dormía, un lobo acabó con una de las dos vacas. El santo le echó mano y le obligó a reemplazar a la vaca.»

Un caso más de periplo en barca de piedra sin vela ni timón. Por otra parte, el incidente del lobo sirvió para explicar por qué una aldea próxima a Milán se llamaba Vacca.

Cada cual adornaba la historia a su manera. Guillermo de Neuburgo, por ejemplo, recoge (ut dicitur, según dicen) esta circunstancia impresionante: 

«En el momento de su hallazgo, según dicen, los cuerpos aparecieron literalmente empaquetados por un círculo de oro a modo de sujetador que los rodeaba.»

Estas fantasías resistieron a diferentes aperturas e inspecciones del relicario, quedando aventadas definitivamente sólo en el siglo XIX. Aunque los últimos retoques se acaban en 1973, la teca interior de madera se abrió por última vez de manera oficial en 1864, con interesantes resultados.
Respecto a los Reyes, este fue el diagnóstico de sus cráneos:

1. Varón pequeño de 25-30 años.
2. Varón muchacho de 10-12 años.
3. Varón de unos 50 años. 

A esto se añadió la sorpresa de algunos restos de osamenta infantil, interpretada como reliquias de los Santos Inocentes.

Mayor es la incertidumbre respecto al punto principal. El viaje de los Reyes de Oriente a Occidente nos lleva hasta Constantinopla. Cómo llegaron allí, es un misterio. Se hace mención vaga de su hallazgo y donación por santa Elena, incluso por su hijo el emperador Constantino. Pero todo esto es imposible, porque el viaje de Eustorgio a Milán (de creer a la leyenda tardía) habría tenido que ser el año 344/345, cuando Constantino había muerto (337), y no digamos santa Elena (328/330).

 Por otra parte, ¿desde cuándo y cómo se hicieron éstos con las reliquias de los Magos? La versión más aceptable habla de un cambalache con el rey de Persia Sapor II (309-379), cediéndole las reliquias del apóstol santo Tomás, con destino a los cristianos de aquel país. Es posible, ya que entre romanos y persas formalmente hubo paz casi hasta la muerte de Constantino.

Aquí me despido de los pobres Reyes Magos. Cuando el verbo de la poesía se hace carne y hueso pasan estas cosas. Aquella haggada evangélica de los Magos de Oriente (según Mateo), que hacía bello contrapunto con la de los Pastores de Belén (preferida por Lucas), se leyó como historia al pie de la letra, y no hubo más remedio que dar cuerpo a los héroes. Se les ponen caras, biografías, leyendas... Al final se vuelven polvo, triturados por la crítica, aventados por la ciencia, o convertidos en 'novela histórica'.



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