domingo, 20 de septiembre de 2009

El Ganso de Praga (2)






       Hoy toca ser pesado. Me ocurre a veces, incluso sin darme cuenta. Ahora voy a ser pelmazo adrede. Queridos lectores, el que avisa no es traidor.

       Lo dejamos ayer descargando el manual del padre Ranst, para ver qué nos cuenta de Hus como heresiarca. Esa terminación -arca es esencial: nada de hereje a secas, sino archi-hereje. Condenado el Maestro Juan Hus por el Concilio de Constanza (1415), en la mitra o capirote que le pusieron para quemarle vivo se podía leer claramente: Heresy archa. Hay testimonio gráfico en la Crónica de Ulrico de Reichental (1483).

Para ser heresiarca, y no un hereje del montón, se precisan dos cosas por lo menos: originalidad y claque. Hus nunca presumió de original, confesándose de entrada discípulo de Wyclef, un inglés ya difunto (1384), antiguo profesor en Oxford, al que no conoció personalmente. De hecho, no creía que aquel tipo fuese hereje, como estaba convencido de no serlo él tampoco. Lo que sí le importaba era lo otro, tener cuantos más seguidores mejor, porque ellos eran la verdadera Iglesia de Jesús, frente a la otra oficial, la Iglesia Romana (o Iglesia Alemana, daba lo mismo) gobernada por el Papa-Anticristo.
¿Qué digo, el Anticristo? Dos anticristos, dos papas se disputaban la tiara desde 1378, y a ellos se añadió en 1409 un tercero. Iglesia tricéfala, monstruo de tres cabezas como Cancerbero.
Las coincidencias entre Hus y Wyclef no escapan a Van-Ranst, como tampoco las diferencias. Eso se ve en las listas de 'errores' de uno y otro, según el Concilio de Constanza. El inglés tuvo hasta cuarenta y cinco errores condenados, mientras que nuestro bohemio sólo sumó treinta.
La manía de acumular cargos y errores –frases sueltas sacadas de quicio y contexto– fue costumbre general en la Inquisición. Hoy esa forma de enjuiciar no es de recibo. Para remache del clavo, no faltaban descalificaciones personales, sobre todo en materia sexual. A Hus no le pillaron por ahí. Era un clérigo recto y piadoso, más bien rara avis para la época, y gran devoto de la Virgen María.
Con que treinta errores…
¡Y qué treinta! Cierto que en algunos puntos de doctrina Hus se perdió en camisa de once varas. Por ejemplo, sobre la predestinación de cada persona al cielo o al infierno, y los efectos de la misma. Pero en esa pista teologal resbalosa ha patinado todo el mundo, hasta el mismo santo Tomás.
Tampoco está bien mezclar el dogma con la cortesía. Por ejemplo, el Papa que hoy se llama simplemente Su Santidad, en la Edad Media tenía tratamiento de Su Santísima. Pura etiqueta, porque junto a papas santos y buenos, hubo no pocos santísimos granujas. Pues bien, he aquí el error Nº 23 de Hus:

«Al Papa no hay que darle tratamiento de Santísimo, ni siquiera por razón de oficio; porque entonces también el Rey debería titularse Santísimo, por la misma razón. Y lo mismo los verdugos o los pregoneros. Hasta el mismo Diablo debería llevar tratamiento de Santísimo, puesto que es un oficial de Dios.»

Más de uno querrá saber por qué los teólogos antiguos se complicaban la vida de ese modo y la complicaban al pueblo llano. No tengo respuesta, pues la misma pregunta me hago yo. Ellos sí que tenían respuesta para todo. Las universidades de entonces no daban más de sí, dominadas por la facultad de Teología y dedicadas a producir sobre todo teólogos, juristas y gramáticos. La Medicina, un desastre. Las Ciencias, en mantillas, arrinconadas como 'Artes' en facultad de rango inferior. La Técnica en bloque quedaba fuera de la Universidad, como cosa 'mecánica' y servil.

Así sobraba tiempo para disputas y sutilezas. La enseñanza era puro cotorreo. La investigación se reducía a comentar comentarios de otros comentarios de textos. La ocupación principal, inventar argumentos con que apuntalar la escuela propia y minar la ajena. La caza de errores dialécticos era el deporte universitario por excelencia. Cuando alguien estorbaba por cualquiera razón, se le buscaban las vueltas por algo que dijo o escribió, extrayendo proposiciones sospechosas, erróneas, mejor si eran falsas, y ya en el colmo de la suerte, heréticas.

Juan de Hus = 30 errores. «¡Pero oiga, que yo no he dicho eso!» «¡A callar! Es lo que se ha encontrado en sus discursos. A rajarse tocan, o lo va a tener usted crudo.»

Algunos errores en la lista de Hus son desconcertantes. El Nº 4, por ejemplo:

«Dos naturalezas, la divina y la humana, hacen un Cristo.»

Aquí entramos en pleno jardín bizantino. Pero vamos a ver, ¿no dice el catecismo que Jesucristo tiene esas dos naturalezas? «Dios y hombre verdadero», decíamos en el Señor mío Jesucristo (acto de contrición). ¿Dónde se esconde el dichoso error husita Nº 4?

¿Qué dónde se esconde? Entre líneas. Como lo oyen, sí señor; está en la letra pequeña, escrita con tinta invisible. Aunque cueste creerlo, el escribano distraído 'se comió' lo más gordo, que venía a continuación y decía así: «…un solo Cristo, que es la cabeza única de su Esposa la Iglesia», etc. etc. Estos etcéteras también forman parte del error, pues de hecho hay que leerse todo el capítulo 4 del tratado de Hus Sobre la Iglesia, para ver que el pobre anda metido en un jardín o laberinto barroco. De allí saldrá diciendo lo que de verdad molestó a sus superiores: «Eso que ustedes dicen Iglesia no es tal. En la Iglesia verdadera están todos los que son, pero no son todos los que están. Y en esa Iglesia, el que manda de verdad es Cristo, no el Papa. Dios habla al cristiano en la Santa Biblia. Lo que digan papas y obispos tanto vale cuanto lo apoye la Biblia.»

Porque en suma, de eso se trata en todo el discurso de Hus: qué es la Iglesia, quién la gobierna y cómo. Por eso le condenarán, y todo lo demás sólo será leña para la quema.

En una época de confusión ideológica, muchos buscaban una referencia que la Iglesia no podía ofrecer, dividida entre papas rivales que se excomulgaban mutuamente. ¿Qué referencia? La Palabra de Dios, entendida por el creyente en su propia lengua. El magisterio eclesiástico debe ayudar a entender esa Palabra, sin suplantarla

Con todo, el husitismo (como se llamó a la secta de Hus) tuvo otro punto clave que tampoco fue ningún 'error' dogmático: la comunión bajo las dos especies, pan y vino; lo que en el programa se llamó «el cáliz para los legos».

Una cosa tan simple como repetir la Última Cena, para la ortodoxia medieval se había complicado enormemente: especies sin sujeto, accidentes de pan y de vino sin sustancia, transubstanciación, presencia real de cuerpo y sangre indivisibilidad, multilocación, etc. Todo ese galimatías Hus se lo sabía de carretilla, pero a él le interesaba el espíritu. Eso sí, pensaba que las enseñanzas de Cristo y los Apóstoles, tal como se leen en el Nuevo Testamento, con el tiempo se habían ido envolviendo en mucha hojarasca.
 Esta observación no era nueva. Ya en la generación anterior a Hus, aquel inglés Wyclef había pensado lo mismo. ¿Cómo llegó la noticia del profesor de Oxford hasta la lejana Praga?


Praga tenía universidad desde 1348, fundada por el emperador Carlos IV. En 1382 Ricardo II de Inglaterra se casa con Ana de Bohemia, hija de Carlos. Ambos tienen sólo quince años, pero ella es una mujercita culta y políglota como su padre, y se interesa por Wyclef, ya apartado de su cátedra por diferencias con la Iglesia, pero muy respetado. El mismo interés se contagia a los muchos bohemios que acuden a Oxford incluso después de morir la joven reina (1394), entre ellos Jerónimo de Praga (1398-1401). Este amigo de Hus regresa a Bohemia con libros de Wyclef, algunos copiados de su puño.
Los eruditos checos nacionalistas han minimizado la influencia teológica de Wyclef sobre Hus, reduciéndola casi a aspectos filosóficos. Hasta qué punto tienen razón, no lo sé. Lo cierto es que en el Concilio de Constanza se trató del uno y del otro casi conjuntamente, relacionando ambas doctrinas. Por otra parte, en ningún país había tenido el oscuro Wyclef tantos adeptos como en Bohemia. Lo que Juan Hus y Jerónimo de Praga hicieron luego con Wyclef o sin él, y lo que pasó luego en aquella Universidad Carolina, quédese para la siguiente entrega.


 «Siempre pasa lo que tenía que pasar». Esto, dicho por mi abuela, es un refrán. Puesto en boca de Wyclef, es otra cosa: es el error Nº 27 de su lista (Omnia de necessitate absoluta eveniunt). En cristiano, la frase correcta es: «que sea lo que Dios quiera». El mismo 'error' se lo quisieron colgar también a Hus, que fue tajante: «Ni lo mantuve, ni lo mantengo». El propio Wyclef seguramente habría respondido igual, de no estar ya muerto. Hus también lo estaba, a efectos prácticos. Su suerte estaba echada y lo que tenía que pasar pasó, aunque no por lo que tenía que pasar. La causa fidei, o proceso por herejía, una vez más, tuvo fondo político.
El año siguiente, en el mismo lugar y por la misma razón se repetirá la misma escena. No exactamente igual, porque Jerónimo de Praga, amigo y discípulo de Hus, era lego, lo que ahorró la ceremonia de la degradación clerical infamante que sufrió su maestro. Por lo demás, política.
Y como en políticas nuestro buen padre Ranst no entra ni sale, cerraremos su manualito, no sin antes leer su versión de la muerte de Hus. Dice así:

Arrimado a la alta pira, en medio de las llamas crepitantes, más de una vez repetía: «Señor, en tus manos entrego mi espíritu.»
Con estas demostraciones de valor, pero también de adulterina piedad, trataba de convencer a los presentes de su inocencia, fortalecer a sus secuaces en la herejía, y alcanzar entre ellos fama de mártir.
Pero como bien dicen los santos Padres, «no hace mártir la pena, sino la causa». Si te fijas en la pena, también el diablo reivindica a sus mártires, armándolos de falsa fortaleza, constancia y valor.

Ya dije que con este heresiólogo flamenco no peligra nuestra fe. A un buen inquisidor dominico, esos herejes no se la dan con queso.

3 comentarios:

  1. Belosticalle:

    Me deja usted con la boca abierta, cosa inconveniente llegada ya la hora de comer.

    Le felicito por su blog y me felicito por encontrarlo.

    Ánimo y siga adelante.

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  2. Se agradecen los ánimos, amigo Sursum. Un cordial saludo y me alegro de verle por aquí.

    Recuerdo con satisfacción su comentario del 26 de febrero, sobre el texto que uso como lema del blog. "Un poco de luz inteligente": ya me gustaría, aunque me conformo con no andar a trompicones con nadie.

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  3. El que es incapaz de disfrutar con un poco de arte y de historia no sabe lo que se pierde. Hay algo como un vaso comunicante entre la inteligencia y la autocrítica, de manera que el que no aprecia el conocimiento tampoco estima lo que no tiene.

    Pero ay de nosotros, los que tenemos un discernimiento decentito: nos damos cuenta de cuánto no sabemos y apreciamos a los que nos traen píldoras de buen gusto o de erudición.

    Por ejemplo, yo me aburro soberanamente con unos tíos en camiseta dando saltos, pero me admira leer cómo las controversias religiosas vestían por fuera los conflictos nacionalistas y sociales o eran asumidas como bandera por ellos. Es curioso que las revoluciones hayan seguido siempre trayectorias similares, comenzando con ideologías contestatarias como los Valdenses, los lolardos de Wycliffe o los protestantes, mientras que la élites de poder central se enrocaban tras la ortodoxia.

    Bueno, de eso quizá podríamos hablar en otra ocasión.

    Un saludo.

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