viernes, 3 de julio de 2009

Como si ya



'Pintar paredes como queredes'(Garibay, Discurso de mi vida, 1, 2, pág.47)

Tratando del País Vasco no suelo traer a cuento a Cataluña. Mezclar referencias, lo mismo sean sobre cultura, lengua, historia etc., que sobre sentimiento o conciencia nacional, o sobre motivaciones centrífugas y separatistas, suele ser más tendencioso que ilustrativo. En esta puja reivindicativa se aprovecha todo, de modo que lo que hoy ves reclamado o usurpado por el nacionalismo vasco, mañana lo verás en versión catalana, y viceversa. Más bien viceversa, si de lengua 'propia' se trata; porque en eso los catalanes lo tienen más fácil.

Si la 'personalidad' de una lengua fuese vara de medir la pretensión nacional, esta lengua-isla arcaica que es el vascuence aventaja al catalán, lengua romance, simple dialecto latino hermano del francés, el castellano o el gallego. En ese sentido, el vascongado se siente mucho más diferenciado por su lengua críptica, impenetrable, ignota. Fue la situación vivida en el Siglo de Oro por tantos vascos, bien como secretarios en Corte, o como hombres de empresa en sus andanzas por el mundo, con su 'vizcaíno' como escudo paladión a prueba de paredes y oídos indiscretos.

El catalán, en cambio, 'lo entiende cualquiera'. O al menos, lo aprende cualquiera sin dificultad. Históricamente se oyó mucho en todo el Mediterráneo, y es ingrediente esencial de la 'lengua franca' en todo Levante. Su misma cercanía al castellano se presta a las presiones desaforadas del nacionalismo catalán para imponer esta lengua como privativa de Cataluña, con aparente sumisión de los castellano hablantes de aquel principado. Imposición que, por otra parte, tampoco busca ni desea la asimilación del advenedizo charnego, sobreactuando los nativos en la pronunciación y acento, ese hecho diferencial que o se mama o no se aprende jamás. Ese jugar al escondite lingüístico sería intrínseco a su modo de 'vivir en catalán', como dicen. Para el nacionalista de pro, la lengua es ante todo seña de identidad y coto privado. Que además sirva para entenderse, pues qué bien, oiga, tampoco nos pasemos...
En suma: que algunos catalanes querrían tener una lengua propia tan peculiar como la vasca, mientras que algunos vascos desearían estar en condiciones de ejercer presión similar a la catalana, para imponer la suya a toda la población de la CAV, en eso que por aquí llaman también 'vivir en euskera'.

Para mayor contratiempo del patriotismo vasco, la población 'erdérica' no está por el esfuerzo que supone pasarse a una lengua de estructura tan a contrapelo de su román paladino. Ni está, ni va a estarlo, por mucho que quiera engañarse o engañar al prójimo la talibanía euscaldunicienta. Y eso tanto vale para la población adulta, irrecuperable para el vascuence, como para la muchachada escolar euscaldunizada forzosa, y por lo mismo, presta a escupir la prótesis bucal en cuanto sale por la puerta del aula.

Cuando los sabios del Kontseilu han virado en redondo, pasando de instar la euscaldunización extensiva e intensiva a predicar la buena nueva de un euskera amable y amado por todos en unánime consenso, no lo han hecho mirando por la libertad ciudadana, sino por consideraciones de eficacia, ante el nubarrón de rechazo detectado por todas las encuestas objetivas. Las cosas como son.

Sin embargo, es un hecho empírico que cada vez que el Ostfront catalán abre fuego en su construcción nacional lingüística, el rebufo llega sin falta a Euskadi.

Dos enlaces me han llevado a sendos artículos sobre una misma noticia: el Parlamento Catalán sanciona, con carácter de 'ley', la exclusión del castellano en la enseñanza.
  1. José García Domínguez, en 'El español, por fin, ilegal', habla de Cataluña como «laboratorio de experimentación sociológica» donde «la mitad de la población se presta dócil y gustosa a aculturizarse, renunciando de grado a su propia lengua en pos de una quimérica lengua propia».
  2. Hermann Tertsch, por su parte, no puede ser más explícito, ya en su título, 'Putsch en catalá'. Golpismo, desafío al Estado de Derecho, atropello a la Constitución… «Como tenemos gobernando a generaciones de políticos surgidos de las más oscuras madrigueras de la ignorancia, que no tienen la más remota idea de lo que es un Estado de Derecho, aquí cada cual se hace de su capa un sayo y después a tirar millas.» Nada de tremendismo. Sencillamente, tremendo.
A esos textos magistrales nada cabe añadir más que una sencilla glosa. Llevamos mucho tiempo en el 'como si ya', jugando en política al juego de 'pisar la raya'. En qué punto concreto, da igual. Hasta el mapa del tiempo ha valido para hacer como si Euskal Herria fuese ya un ente político soberano, bajo el cielo de los meteoros aéreos, acuosos y eléctricos. También en el universo de los símbolos se juega al 'como si ya', pintando escudos arbitrarios donde hasta los vacíos son estridentes, tal ese cuartel 'navarro' de Euskadi, como a la espera de la fruta madura. Cualquier parlamento autonómico decide qué leyes 'de Madrid' le valen y cuáles no, como se hizo en la CAV poniendo en solfa la Ley de Partidos, la misma que hoy vemos amparada por Estrasburgo.

El mal ejemplo de la cabeza se contagia a parte de la gente, la más vocinglera, mientras la ciudadanía de bien se desmoraliza. A cada paso se oyen o leen frases como la de Arzalluz: «Españoles, si no os gusta este País, ancha es Castilla». Fácil la réplica: «Nacionalistas, guste o no, España y su Constitución es lo que hay». Mientras esa realidad no se cambie por vías democráticas, ese es el campo de juego y ese el reglamento.
¡Con que 'fácil la réplica'! Ya, ya. Si el Estado es el primero que no cree en sí mismo como custodio de una Carta Magna, la misma para todos, lógico será que cada taifa siga jugando a su particular 'como si ya'.

4 comentarios:

  1. Le sigo con entusiasmo, señor mío. Gracias por sus reflexiones y sus enlaces.

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  2. Como si ya, en efecto.
    hasta qué punto han llegado las cosas que hoy José María Aznar, en una entrevista de Federico J. Losantos, también dice taifas, a propósito de otra cuestión -aunque todo es lo mismo-:
    "El presidente de la Fundación FAES remarcó la necesidad de una "reforma financiera" pero dejó claro que "debía hacerse con criterios económicos y no territoriales, pero me temo que la van a hacer las taifas autonómicas"."

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  3. Es que ni siquiera se cumplen los planes de estudio en las ikastolas, en los que el castellano entra como asignatura. Yo misma he podido ver en niños próximos, como no tienen ni una sola clase de castellano hasta los diez u once años, contraviniendo lo planificado. Se pasan los planes por la entrepierna, y perdón por la grosería. La razón es simple; el castellano se considera como la lengua a eliminar, no les dejan usarla a los infantes ni siquiera en el recreo, ¡Euzkeraz! les conminan si les oyen hablar en español, por lo que difícilmente tienen las andereños cuajo para enseñarlo en las aulas. Luego he podido comprobar la lamentable ortografía y redacción que tienen esos alumnos incluso tras haber pasado por la universidad.

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  4. Sobre el mismo tema pero en sentido contrario mi hijo adolescente de quince años encuentra en el euskera la excusa perfecta para justificar sus notas mediocres.
    El chavalote saca un seis y medio y cuando le digo que cada esfuerzo añadido al ya realizado le supondría un punto más en la calificación y que podría mejorar esa nota con facilidad en dos o tres puntos me dice hábilmente que en euskera le cuesta mucho más.
    Notazas no saca pero de tonto no tiene un pelo.

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