Anteayer no tuve humor para escribir ni una línea, impresionado por la tragedia de Pamplona. Todavía bajo el efecto de la compasión, vuelve a mostrarse el callejón del encierro sanferminesco en toda su barbarie.
El bruto no sólo deja a su víctima herido de gravedad, sino que le quita donosamente los pantalones hasta dejarle culo al aire a vista del mundo entero. Si se tratase de una secuencia de dibujos animados, sería de carcajada. De hecho, si por ventura cualquiera de esos infelices tiene mujer e hijos, y un día repasan todos en familia el vídeo de la cogida, quién sabe, hasta puede que les dé la risa nerviosa. Aunque también podría haber algún pequeño que se avergüence del loco de su padre. De momento, es más para sentir lástima, deseando a todos los heridos el alta feliz y pronta.
Dicho así, no suena muy fino, lo reconozco. Pero es que no sabría expresar de otro modo toda la repugnancia mezclada de desprecio que me produce esa 'fiesta' y rito de vesania colectiva. Porque tiene que haber algo contagioso, en ese barullo multitudinario de hombres y toros. Más algunas mujeres, que nadie se lo prohíbe, salvo la sensatez femenina para declinar estos trances absurdos. Una fiesta que este año, el 25 de mayo, fue nominada candidata a la decena selecta de tesoros que constituyen el 'Patrimonio Cultural Inmaterial' de España. En fin, mejor no seguir hablando de lo que uno no entiende ni lleva en el corazón.
Quisiera 'cambiar el tercio'; pensar en cosas divertidas, curiosas. Estos días se ha celebrado mucho la salida de la política donostiarra Leire Pajín Iraola, sobre la 'masculinidad' del Producto Interior Bruto (PIB). Eso, y la andanada que trajo de chistes sobre los sexos y sus ventajas relativas, me pilló con un libro recién empezado, abierto precisamente por una página donde decía: Femina sexu, ingenio vir. Es la inscripción que figura en el monumento de la landgravesa Carolina de Hesse-Darmstadt (1752-1782), una urna funeraria que le dedicó su amigo Federico de Prusia en Darmstadt. Forzando el juego de palabras se puede traducir, como para una tarjeta de identidad: «Sexo: Hembra; Seso: Varón». Un elogio perfectamente serio entonces, imposible hoy en día.
En el Imperio Romano, por consideraciones filosóficas, el sexo viril se distinguí como sexus melior, aunque ya en el siglo I un Musonio Rufo defendió la equipolencia, especialmente en cuanto a educación y estudios.
Qué sexo es mejor, díganlo los que probaron los dos en plenitud, los hermafroditas simultáneos, y sobre todo los sucesivos. Ah, pero no los trásfugas al uso que salen en los periódicos, sino los transexuados de verdad.
¿Los hubo acaso? Uno de los argonautas, Ceneo, antes había sido mujer con el nombre de Cenis, y como tal fue raptada y desflorada por Neptuno. Cuando el dios le ofreció estrena para compensarla, ella le pidió la mutación viril. Se sentía ofendida, incluso bastante jodida, diríamos, y no tenía ganas de volver a verse en otra igual. Y en efecto, «mejoró de sexo». Y no sólo en cuanto a sexu (aunque en la nave Argos se guardó la máxima discreción, sin tocarse jamás el tema), sino en todo lo demás, porque Ceneo fue uno de los lapitas caídos con honor en la pelea contra los centauros. Al menos eso fue lo que contó Néstor a sus compañeros aqueos en la sobremesa de un banquete, aprovechando una tregua delante de Troya, y lo recoge Ovidio en las Metamorfosis. Una mudanza tan rápida, dice el poeta, que la petición iniciada por Cenis con su voz de vicetiple, terminó saliendo de su garganta en tesitura grave de barítono a bajo profundo. Ni hormonas ni trucos.
La supuesta excelencia del sexo viril no es sólo cosa de gentiles. También la cultura judeocristiana ha preferido al varón. Eva, según el Génesis, fue saludada por su marido con este protopiropo: «¡Virago!» (algo así como 'tiorra'). El Testamento Viejo no escatima las féminas viragos: Jael, Judit y otros nombres, más alguna anónima, como aquella lanzadora de piedras de molino desde la muralla sobre los atacantes, la que le acertó a Abimelec (2 Samuel, 11: 21). Para el Sabio, la mujer ideal es la 'mujer fuerte'. La que sabe llevar el PIB masculino de la casa, mientras su afortunado marido charla de política y juega a los enigmas con los demás notables todo el santo día, a la puerta de la ciudad.
San Pablo, como judío, recuerda que Dios hizo a la mujer a partir de Adán, y no viceversa. El día 9 de Av, todo buen judío recita una letanía donde bendice a Dios por una serie de favores: «Bendito seas, Señor…, por no haberme hecho gentil (nokrí); por no haberme hecho esclavo; por no haberme hecho mujer». Ellas, por su parte, introducen un pequeño cambio: «Bendito sea el Señor, por haberme hecho como le dio la gana (kirtzono).
Por lo visto, ayer tocaba coincidencias sobre el verdadero sexo de las mujeres. Lo de Carolina lo cuenta Kotzebue en su viaje De Berlín a París en 1804, que se tradujo para la Colección Austral. Es libro entretenido de un autor arrinconado, del que doy enlace inglés. El castellano de Wikipedia es infumable, copiado de la Espasa. Mejor hubiesen tomado el artículo de la vieja Hispano Americana, que también es de dominio público y está bien.
Bueno, pues casualidad que, de la misma colección Austral, abro a continuación curioseando otro libro de viajes, el Viaje a los Pirineos de Taine, y mira por dónde, a propósito de la madre de Enrique IV, doña Juana III de Albret , reaparece al pie de la letra el elogio supremo: «princesa que no tenía de mujer sino el sexo, el alma entera entregada a cosas viriles…» (Aubigné). Prueba de ello, haber atravesado toda Francia para cumplir su promesa de parir en el castillo de Pau. Y encima dicen que «cantaba ella una cántico bearnés cuando echó al mundo a Enrique de Navarra», el futuro rey de Francia. ¡Ya, ya! Una bruja es lo que era la señora, que al morir como hereje (1572), su alma en pena se convirtió en una segunda Holda, la salvaje Cazadora de la Noche, y bien que lo sabían todos los curas del País Vasco al norte y al sur de los Pirineos.
Por cierto, interesante el libro de Taine. Otro rato valdrá la pena releer en él una estampa antigua de Bayona. La que algunos tienen por «la más vasca de las ciudades de Euskal Herria» (otros ponen a San Juan de Luz, da lo mismo para el caso), bien poco tenía de vasca en tiempos del Príncipe Negro. ¡Qué indiferente es Clío, que cruel para con nuestros dulces engaños!
Deslumbrante, Don Belosti. Hay que saber mucho para contar las cosas con tanto tino, si señor.
ResponderEliminar¡Y que memorión tiene usted! Hasta se acuerda de que Leire Pajin es donostiarra, cosa que las mujeres de seso de esta ciudad no lo mencionan nunca. Les da vergüenza.
No es memorión, Pussy; lo de la Pajín donostiarra lo leí en su propio autowiki.
ResponderEliminarLo he puesto porque como bilbaíno, me parece de chiste, una broma del Destino a la ciudad. Ya puede perdonarme la maldad, usted y todas las donostiarras de seso.
Siempre es un placer leerle, Belosticalle. Cuando me vaya de vacaciones y no tenga ordenador a mano voy a echarle de menos.
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