En un primer contacto con la pequeña Luca, sorprende saber que durante siglos ostentó el título pomposo de República Serenísima, con larga independencia efectiva, hasta que Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses, lo dispuso de otro modo.
Marlia-Ponticello - Cultura ligur Ánforas tumbales (s. II A. C) Museo Nacional de Luca |
Limítrofe entre Toscana y Liguria, Luca siempre arrastró cierta perplejidad etnocultural. Las vitrinas del Museo Nacional muestran raíces estruscas mayormente, sin negar apoyo a un asentamiento ligur. Pero este debate académico ayuda poco en la verdadera pregunta: ¿Cómo un simple municipio romano más bien modesta pudo llegar a tanto, en una Europa tan convulsa? Condición necesaria, la convulsión, aunque no suficiente, porque alcanzó a toda Italia. Y es que para los luqueses fue decisiva la Fortuna, propicia siempre a devotos tan cabezudos.
Entre la niebla de los tiempos bárbaros se perfila una nueva Luca medieval desde principios del siglo IX, que pronto se hizo famosa en la cristiandad como meta de peregrinaje a su ‘Voltosanto’. En tierra toscana, pródiga en grandes crucifijos pintados de madera a lo bizantino, en dos y hasta tres dimensiones, hubo uno singular, no por su belleza, sino por ser la vera effigies, el verdadero retrato de Cristo crucificado. Volto (vultus en latín) significa rostro. Volto o Vulto Santo es lo mismo que la Santa Faz, y es como se llamaba también a otros supuestos retratos de Cristo, como el polémico Santo Sudario de la Verónica en Roma y en otras partes. La ‘Cara de Dios’ fue para Luca su seña de identidad, y todavía hoy de una forma secularizada lo sigue siendo en sus grandes celebraciones.
El Volto Santo al natural, sin ornamentos |
Confirmada como ciudad autónoma por el emperador germánico Enrique IV de Suabia (1084), comuna libre reconocida por Federico I Barbarroja (1162), bajo Otón IV (1209-1215) acuñaba moneda –el groso luqués de plata– con el Volto Santo en el reverso. Luca se ganará su libertad de hecho en el XIV; y mira por dónde, a consecuencia de su derrota por la traición de un hijo suyo, Castruccio Castracani.
¿Qué tal individuo era este? Con el volto de su Castruccio, los luqueses tuvieron menos suerte que con su Cristo. Un códice de la Biblioteca Estatal de Lucca lo representa como condottiero a caballo en su armadura, pero sólo por la inscripción ‘Castruccio Interminelli’ podríamos jurar que sea el mismo, y no otro soldado de fortuna. También a caballo, pero desenlatado y bien trajeado, hay un supuesto retrato suyo en el Camposanto de Pisa, en la escena famosa de la cabalgata juvenil de paseo que se topa con tres cadáveres en descomposición. Otros ‘retrat0s’ son tardíos e idealizados por el influjo de Maquiavelo, que noveló su biografía. [1]Castruccio Castracani era un luqués que, en la pugna intestina entre ‘blancos’ y ‘negros’, había sido expulsado de la ciudad por los negros o güelfos (1301). Eso le dió ocasión de viajar y convertirse, de mercader y cambista, en acreditado militar a sueldo por Inglaterra, Francia, y de nuevo en Italia. Aquí se alió con otro colega exitoso y duro, Uguccione della Faggiuola, ayudándole por venganza en la conquista y saco de la propia patria, Luca (1314). Pero el Uguccione pronto desconfió de Castruccio, al que hizo detener con muy mala idea. Y fue entonces cuando los espabilados de Luca, para librarse del tirano foráneo, se entendieron con el conciudadano traidor, lo hicieron soltar y le confiaron la señoría. El Imperio por su parte le confirmó el dominio, con título de duque.
Desde entonces hasta la muerte de Castracani (1328) Lucca vivió sus días de gloria. Incluso se dio el gusto de humillar a Florencia en la batalla de Altopascio (1325, 23 de septiembre), donde los luqueses hicieron correr a los florentinos güelfos, mandados por el catalán Ramón de Cardona [2], senescal de la tropa pontificia por Juan XXII. Este papa de Aviñón se aguantó las ganas de excomulgar a Castruccio, hasta que el insolente no le dejó alternativa. Y eso fue cuando Luis IV el Bávaro, enemigo del papado y pretendiente al Imperio, bajó a Italia, entró en Roma el 7 de enero de 1328, y aclamado por la ciudad anunció su intención de coronarse emperador en San Pedro, sí, pero en insólita ceremonia laica y republicana.
En vano el legado pontificio fulminó la excomunión, e incluso el entredicho sobre la propia diócesis del Papa, la coronación tuvo lugar el 17. En ella le correspondió a Castruccio, improvisado caballero, Conde palatino de Letrán y Portaestandarte del Imperio, el honor protocolario de portar la espada imperial y ceñírsela a Luis. Por tamaño sacrilegio le alcanzó también a él la excomunión, y años después el temible entredicho a Luca. [3]
La censura llamada entredicho era como un cierre patronal de la Iglesia en toda una ciudad, un territorio o un estado. Prohibidas las solemnidades religiosas, imágínese el quebranto de ciudades como la pequeña Luca o la gran Roma, dependientes de la afluencia de peregrinos.
La adhesión a Luis de Baviera fue para Luca un mal negocio, porque el emperador, en su desafío al papa, creo antipapa al franciscano ‘espiritual’ Pedro de Corvara, llamado Nicolás V. El haber reconocido Luca al antipapa, y haber expulsado a su obispo legítimo para recibir a otro antipapal, supuso para la ciudad un largo entredicho, hasta que el dignísimo papa Benedicto XII se lo levantó, no sin condiciones, en 1340.
El entredicho, ya de suyo una barbaridad en lo religioso, fue también para los papas el arma política más dura contra súbditos católicos rebeldes, hasta que estados ricos y orgullosos, como Venecia, empezaron a no hacer caso y prohibir su ejecución.
Mucho güelfo y hasta algún gibelino devoto se hicieron cruces, previendo el castigo de Dios para Castruccio, que desde su ascenso a la nobleza empezó a sentirse mal. Y aunque al fin se dio el gusto de conquistar la codiciada Pisa, fue como quien ve cumplirse el último deseo, porque el sábado 3 de septiembre de aquel año bisiesto dio el alma a los diablos, en expresión del papa, aunque no ex cathedra.
Con la muerte de Castracani se interrumpe para Luca la independencia de hecho, hasta 1369, en que la ciudad la compra de derecho al emperador Carlos IV, alcanzado de fondos. Con todo, la república ya nunca será lo que fue, comparada con la Florencia toscana o con Génova ligur. O con la enemiga Pisa, sin ir más lejos.
En Luca es recurrente el apellido Guinigi, que aparece por todas partes. Condenados al ostracismo bajo los Castracani, los Guinigi, gente acaudalada y banqueros, compran caro su retorno en 1369, y en 1392 controlan la ciudad medio siglo. Fuera de eso, los siniestros Guinigi no se parecieron en nada a Castracani, héroe de otra época.
Cuando Maquiavelo quiso ilustrar su idea del Príncipe con ejemplos vivos, el primero que se le ocurrió fue la Vida de Castruccio Castracani, donde el protagonista se ajusta al recuerdo ideal y filosófico que dejó de sí en el imaginario del Renacimiento. Los Guinigui le habrían servido, si acaso, como contramodelo. Intrigantes del poder utilitario sin escrúpulos y nada glorioso, todo a beneficio propio, incluido su mecenazgo, o dejémoslo en encargos artísticos. [4]
El citado Museo Nacional ocupa una antigua finca y palacio suburbano de esta familia, y la famosa Torre arbolada forma parte de su palacio urbano. Pero lo mejor que dejaron como obra de arte, o lo más recordado aquí, es el sepulcro con estatua yacente de Hilaria del Carretto, la segunda mujer de Pablo Guinigi, por Jacopo della Quercia (1406), actualmente en la sacristía de la Catedral.
Paolo Guinigi |
Por supuesto es broma, o tal vez no del todo. El apellido Bacciocchi suena como bachoqui y su grafía eusquérica bien podría ser Batxoki. ¿Por qué no? Si aquí tenemos Kintanas, Karrantzas o Gartzias, tal vez un día tengamos Batxokis tuneados en ejercicio de integración o pleitesía social. Mientras tanto, si el marino Txurruka fue un héroe de Trafalgar y el ilustradillo francés Txomin Garat tiene calle en Bilbao, no hay razón que impida escribir Elisa Batxoki (nacida Bonaparte), casada con Félix Batxoki, nombrada Princesa de Luca por su augusto hermano Napoleón I (1804). En la catedral de San Petronio de Bolonia vimos a la pareja Bacciocchi, ‘Félix y Elisa’, celebrando sus bodas de muerte bendecidas por un ángel (obra de C. Baruzzi, 1841).
El Volto Santo de Luca
Una ciudad tan pequeña como Luca, de 1,2 km2 intramuros, más un contado o campiña hasta 6 millas en redondo –‘república mirmidona’, la definió De Brosses [5]–; una república enana de 200 kilómetros cuadrados, pero celosa de su libertad y de hecho soberana independiente. Fenómeno capaz de encandilar a cualquier nacional-separatista de hoy, y que ya sorprendía a los viajeros de antaño: «Ciudad de una legua de contorno, que se mantiene como república soberana», la definió escuetamente un libro de viajes del siglo XVII. [6] Alguna que otra republiquilla o principado queda intocable, juegos de la Historia; pero el caso de Luca se consideró milagroso.
Luca medieval, en las Crónicas de Sercambi |
¿Y a quién colgarle los luqueses el milagro, y toda su ventura, sino a su paladión sobrenatural, el Volto Santo? ÚNICO PADRE DE LA PATRIA = ESPERANZA Y SALVACIÓN ÚNICA: Eso decían viejas medallas con su imagen.
El delicioso cronista local que fue Giovanni Sercambi (1423), en una de sus digresiones, muda de pronto la punzante prosa por el metro, para recordar «cómo el Crucifijo, asistido por los dos santos patronos, Zita y Frediano, sostiene la ciudad»:
Ricòrdavi ch’elli ‘a le belle mura
Ed è piena di torri la ciptade;
D' oro e di seta v' è oltre mizura,
E sempre à avuto questa dignitade.
Santa Crocie la fa forte & sicura.
I’ prego la divina maestade
Che la nostra ciptade
Ci guardi santa Zita e san Frediano,
Le chastella col piano
Da ogni rubatori falsi e ingrati.
«Recordadla, qué hermosos muros tiene, y qué llena de torres»; pero recordad también que «en ella hay cantidad de oro y seda sin medida». Las defensas materiales no están de más, pero «es la Santa Cruz la que hace a Luca fuerte y segura». Y con tanta riqueza dentro, «Divina Majestad, que santa Zita y san Fredián nos la guarden, lo murado con lo llano, de todos los ladrones falsos e ingratos». [7]
Conocida en toda Europa la imagen luquesa, hasta en Bohemia y en la lejana Inglaterra los reyes, a porfía con los carreteros, juraban por el Voltosanto, y algunos vinieron a rezarle. A Guillermo II el Rojo ese santo nombre y juramento no se le caía de la boca porque, según él, obligaba. Desde que Luca se afirma en el siglo XI, los viajeros de la Vía Francígena –el sucedáneo medieval de la romana vía Emilia– lo tenían de paso, camino de Roma y Tierra Santa. Un abad inglés (siempre los ingleses por todas partes), antes de morir en 1065 encargó para su iglesia un voltosanto en madera de tamaño natural, como el que vio aquí de viaje a Roma. Pero el que nosotros vemos hoy en la Catedral de Luca, como de principios del siglo XIII, no puede ser el mismo que sirvió de modelo al abad, sino copia de aquel viejo madero, posiblemente muy dañado y hecho astillas por el afán de los devotos.[8]
«Luca siempre ejerció especial atractivo sobre los ingleses… Sus grandes santos fueron, si no todos ingleses, británicos. San Fredián y san Sillao, príncipes irlandeses; san Peregrino era inglés. También el enigmático san Ricardo, «rey de Inglaterra» (de creer su leyenda), enterrado en san Fredián. En el siglo VIII la hija de un rey sajón fundó un convento de monjas en Luca y nunca salió de él… En el siglo XIII hubo colonia inglesa en la ciudad, con un hostelero inglés que atendía a sus paisanos en su afición a la cerveza fuerte y las chuletas de buey… Desde el XVII, el Grand Tour no solía considerarse completo sin un rodeo a la mini-república…» [9]
Luca está en deuda impagable con su santo Cristo, que aparte de protegerla le llenó las arcas. Ganada la indulgencia, los peregrinos pudientes aprovechaban para tomar las aguas valle arriba, en los Baños de Luca, quedando como nuevos de cuerpo y de espíritu.
La OPA en un confesonario |
El santo Cristo de Luca amasó gran fortuna. Amén de las muchas y generosas donaciones, su santa Obra –la misteriosa OPA, que aparece aquí y allá, incluso en los confesonarios– se encargó de receptar restituciones de conciencia y recaudar multas.[9] Así en 1382 los bienes incautados por los Guinigi a sus masacrados Forteguerra, todavía goteando sangre, se adjudicaron por decreto a la Opera del Volto Santo. Más aún, de 1536 se registra otro decreto –incorporado nada menos que al Derecho Civil en De Testamentis [10]–, ordenando que en adelante «ningún notario ni escribano pueda redactar testamento o codicilo de cualquier vecino de Luca o de su distrito, si en el mismo no figuraba alguna manda para la Obra de la Santa Cruz», leemos con los ojos como platos en el abate Barsoquini [11]. Y no corrían los mejores tiempos en 1655, cuando Luca regaló a su Volto Santo una nueva corona de oro puro con diamantes y piedras preciosas, por valor de 5.000 escudos recolectados en tiempo récord, y estrenada en los fastos de la Cruz de Septiembre. Con aquella ocasión se añadieron a la imagen los dos angélicos putti de bronce, uno de ellos ofreciéndole un cetro, el otro como sonando tres grandes llaves de plata, por las tres puertas que entonces tenía la ciudad.
El buen abate y académico lamenta que en su tiempo –el desalmado siglo de las desamortizaciones y otros desafueros laicos– el Volto Santo estaba en bancarrota, « por mala administración, o por malicia de los tiempos, o lo que es más verdad, por la codicia humana». Sea como fuere, y sólo para hacernos una idea de qué se trata: el gran edificio de ladrillo pegado a la torre de la Catedral, a mano derecha, fue la Banca del Monte de Piedad de Luca. Según algunos (con el mismo Barsochini), en aquel solar tuvo la imagen su primer templete, como despacho abierto al público; y en todo caso el Volto Santo vino a Luca con vocación de banquero popular, a hacerles la puñeta a los usureros.
Antigua Casa de la OPA de Luca (1291). Parcialmente restaurada como Banco del Monte, proyecto de 1890 |
Refocilados con este tentempié histórico, peregrinemos también nosotros al icono, entreteniendo el camino con su leyenda.
La Leyenda del Volto Santo
Leyenda del Volto Santo. Ms. s. XIV, Luca
(Foto: Ilaria Sabbatini)
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Nicodemo, el notable judío que visitó a escondidas a Jesucristo, y que luego intervino en su juicio en el Sanhedrín y en su entierro, siempre recordaba aquel cuerpo divino que él ayudó a bajar de la cruz. Obsesionado sobre todo por el rostro del Nazareno, una noche mientras dormía en Jerusalén le sobrevino el Ángel de los Sueños:
–Nicodemo, aunque eres fariseo, Dios te ha dado talento para la escultura. Levántate, baja al torrente de los Cedros y corta un tronco hermoso para tallar una imagen al vivo de Cristo crucificado.
Sorprendido quedó Nicodemo, pues como fariseo y maestro de la Ley le horrorizaban las imágenes, y lo que menos se propuso en la vida fue hacerlas de su mano. Obedeció, no obstante, y al aplicar la gubia al madero comprobó que el arte se le daba bien. Todo, menos el rostro de la estatua, que no le salía. Fatigado se durmió, y al volver en sí la obra estaba completa, con su faz verdadera. Por eso Nicodemo lo llamó el ‘Volto Santo’.[12] Antes de morir, lo confió a su fiel amigo Isacar, avisándole que vendrían tiempos difíciles para las imágenes sagradas, y que «por prevención contra los judíos» lo tuviese escondido. Isacar lo puso a buen recaudo en la cava debajo de su casa, y a su muerte allí quedó olvidado más de 700 años.
Hasta que, allá en el siglo VIII, el venerable micer Gualfredo, «obispo de Sobalfino»[13], peregrino en Tierra Santa, a punto de regresar a la patria tuvo una visión. El Ángel de los Sueños se le apareció una noche y le dijo:
–Despierta y ve a casa de Fulano, tu vecino, y dile que te baje a la cueva donde hallarás el Volto Santo.[14]
Tras la pista del sueño apareció la imagen, y Gualfredo ya sólo pensó en cómo hacerla llegar a Italia. Llevarla consigo no era posible, en país dominado por los infieles, así que el obispo y sus compañeros discurrieron una treta para su piadoso contrabando. Llevaron bien envuelto el Santo Volto al puerto de Jafo, donde encontraron, o tal vez mercaron un barco con una caseta de madera impermeabilizada con betún, a la manera del Arca de Noé, y allí encerraron su tesoro, junto con otras reliquias. Luego largaron cabos, dejando la nave sin tripulación a la deriva.
Por aguas del Mediterráneo, la barca bendita llegó al mar Tirreno, a la altura de Luni, cerca de La Spezia. Los de Luni, viendo el barco al garete, trataron de llevárselo a puerto sin conseguirlo, porque cada vez que lo perseguían «a remo y a vela», huía a la mar alta. Y en esas estaban, cuando el Ángel de los Sueños visitó al obispo de Luca:
–Obispo Juan, el Volto Santo ha llegado y está en aguas de Luni. Ve con tu clero y pueblo a tomar posesión del él y lo traes a Luca.
En Luni, tras saludar a su colega en el episcopado –que por la cuenta debió de ser don Apolinar–, micer Juan toma la iniciativa, manda parar la operación de rescate, a invita a pedir todos ayuda al cielo. Con esto, el barco misterioso y esquivo arribó por sí solo a la playa. Micer Juan subió a la nave, abrió la escotilla y encontró el Volto Santo con las otras reliquias. Todo como lo había puesto micer Gualfredo, sin haberse movido nada en la travesía.[15]
Surge entonces la habitual disputa: si el Cristo no se puede repartir, quién se lo queda. El obispo Juan, que para todo el negocio traía instrucciones de lo alto, propuso la prueba de ‘la pareja indómita’, tan conocida en el folclore:
–Traed un par de novillos inexpertos del yugo y una carreta. Pongamos en ella el Volto Santo, y lo mismo que sin piloto ha venido por mar, que las bestias sin carretero muestren la voluntad divina.
Así se hizo, y la dócil pareja, como guiada por un boyero invisible, tomaron el camino de Luca. Mustios quedaron los de Luni, pero el buen Dios les compensó muy bien. Del hueco posterior de la imagen el obispo Juan sacó las reliquias, entre ellas dos ampollas con sangre de Jesucristo. Una fue para Luni, y la otra se la quedó para Luca.
El Volto Santo camino de Luca. Fresco de Aspertini |
La relación de Leboíno termina diciendo que el mismo año de su llegada, reinando Carlomagno con su hijo Pipino, el Volto Santo «se colocó en la iglesia de San Martín, cerca de las puertas de la misma, ad australem plagam (según se entra, a la derecha)». Sin embargo, muchos aseguran que la imagen estuvo primero en la iglesia de San Fredián, antes de pasar a San Martín. De hecho es allí, en la capilla de San Agustín, donde los frescos de Amico Aspertini (1509) incluyen la mejor recreación de la llegada del Volto Santo a Luca.
Volviendo a San Martín, o sea la Catedral, la imagen está encerrada en un templete octogonal con cúpula nervada sobre arquitrabe, columnas y plinto. Obra firmada por Mateo Civitali de Luca (1484), muy elegante, sin preguntar por qué se plantó precisamente aquí, interceptando la nave del evangelio.
Los tres lados traseros del templete están cerrados. El de en medio tiene por fuera un San Sebastián efebo de mármol blanco, del mismo maestro, según proyecto desnudo, al que la censura hizo cubrir el pudendo, que así quedó más vistoso, desquite de artista. (Historia tan repetida como para no hacer mucho caso.)
Los otros cinco lados se abren al interior, cuanto lo permiten tupidas rejas. Aun así estamos de suerte, comparados con el peregrino de antaño, cuando el Cristo estaba siempre oculto tras una cortina, menos en su tres días litúrgicos: el Viernes Santo a los oficios y las dos Cruces de Mayo y Septiembre; sobre todo ésta última que celebra la Exaltación de la Cruz. En estas fiestas aparecía el Volto Santo en pompa engalanado, con corona imperial, collarón y pectoral, manípulos de brocado y zapatillas de plata dorada, protectoras de unos pies comidos a besos; envuelto de cintura abajo en un faldón también de brocado rico, sobre la túnica de la talla. El rito de vestir imágenes siempre tuvo su función de impresionar y entusiasmar –también de alejar, disuadir y proteger el bulto–, al margen de la estética.
Un detalle típico del Volto Santo ‘vestido’ es que la zapatilla derecha se apoya en un cáliz sobre una bandeja. Alude a una leyenda, un ‘milagro’ al gusto del siglo de ‘Las Cantigas’.
Un juglar francés tan devoto como pobre venía a ofrecer al Volto Santo lo único que tenía, su arte, tocando la viola con unos aires y tonadas que no era del gusto de los clérigos. El Señor compadecido dejó caer una de sus zapatillas de oro a modo de obsequio. Al tomarla, o al tratar de venderla, el hombre simple fue acusado de robo, sin admitirse obviamente su historia. No pintaban buenas para el juglar, hasta que le salvó otro milagro. Cuando quisieron calzar al Cristo la zapatilla fue imposible. El pie la sacudía, como dando a entender que lo dado no se quita. Con lo cual, dejaron la zapatilla a medio meter, utilizando como apoyo un cáliz. Final feliz para el juglar, que fue indultado.
Versiones más optimistas aseguran que el francés de la viola recibió una propina, o incluso que le firmaron un contrato de músico en San Martín. Sea como fuere, el motivo popular coincide con el de la Cantiga VIII de Alfonso el Sabio: ‘Cómo Santa Maria hizo en Rocamador descender una candela en la viola del juglar que cantaba ante ella’.
Y para postre, Santa Librada
Es como la reducción al absurdo del Santoral Imposible. Por lo demás, se basa en el tema tan común de la chica que para librarse de ser casada, o violada, deja de comer y se maltrata hasta hacerse repulsiva.
Traspuesto a lo divino, allá por el siglo XV irradia de Flandes el culto a una doncella que, por defender su castidad, pide al cielo y consigue una barba masculina, por lo que muere virgen y mártir crucificada. La leyenda se sazonó con detalles populares sin cuidar la coherencia: ella era princesa, hija de un rey de Portugal que la quiso utilizar para un matrimonio político con el rey moro de Cerdeña, etc. etc. etc.
La relación iconográfica con el Santo Volto viene de antiguo. Santa Librada, Vilgeforte y otra media docena de nombres con que se la conoce según los lugares, habría surgido en parte por confusión, al tomarse a un cristo con enaguas por una mujer barbuda. Incluso en muchas imágenes ¡la ‘santa’ crucificada ha perdido una zapatilla y tiene un violinista a sus pies, qué coincidencia!
En suma, un hilo con mucho carrete, que guardaremos para otro laberinto.
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[1] El Castruccio Castracani de Maquiavelo es personaje de ficción. La biografía del mismo por Nicolò di Raffaele Tegrimi de Luca sería «la única monografía disponible sobre Castruccio al filo de 1520» (en Machiavelli, Tutte le opere, pág. 454, nota 16 a la ‘Vida de Castruccio Castracani’. Sobre su entronque de Castruccio con las familias Antelminelli (o Interminelli) y Streghi, cfr. la semblanza y genealogía, Le attioni di Castruccio Castracane degli Antelminelli, Signore di Lucca. Roma, 1590.
[2] Sobre Ramón de Cardona v. ‘Condottieri di ventura’.
[3] Cfr. G. Tommasi, Sommario della Storia di Lucca, Florencia, 1847, págs. 190-191, 205-206 y nota (9), pág. 198.
[4] Compárese la Vita di Castruccio Castracani según Maquiavelo con la escrita en latín por Nicolò di Raffaele Tegrimi de Luca, traducida al toscano por Gorge Dati. Esta Vita Castruccii es «la única monografía disponible sobre Castruccio al filo de 1520» (en Machiavelli, Tutte le opere, pág. 454, nota 16 a la ‘Vida de Castruccio Castracani’, ibíd. págs. 451-466.
[5] Charles De Brosses (1709-1777), L’Italie galante et familière au XVIIIe siècle (ed. 1885, pág. 114).
[6] Voyage d’Italie curieux et nouveau (Lyon, 1681), a nombre de Juan Huguetan y añadido por Jacob Spon, médico célebre, que también había publicado su propio Viaje a Italia, Grecia, Levante.
[7] Giovanni Sercambi Luchese, Le Chroniche (ed. S. Bongi), Lucca, 1892, 3 vols; cap. CCXXXV: «Aquí cuenta cómo Santa + y los otros santos [sic] mantienen a Luca» ( 1: 2o2).
[8] En España hubo altar del Santo Cristo de Luca en Madrid, en los dominicos de Atocha. También el santurrón Felipe III lo puso en la Capilla del Alcázar. Por lo demás, imágenes como el Santo Cristo de Burgos, en el convento de San Agustín y hoy en la Catedral –vulgo, ‘cristos de las enagüillas’– pertenecen a un ciclo artístico similar.
[9] Janet Ross y Nelly Erichsen, The Story of Lucca. London, 1912, Prólogo.
[10] Codex, libro 6, título 23.
[11] Domenico Barsochini, ‘Ragionamento sul Volto Santo’; en Memorie e documenti per servire alla Storia di Lucca, Vol. 5-1, Lucca, 1844, páginas 5-10.
[12] Aquiropito: no hecho de mano.
[13] No existe tal localidad ni diócesis. Sobalfino es deformación popular de «subalpino»: de bajo el Alpe, nombre del Apenino en el tramo entre Toscana y la Emilia.
[14] Aquí ponen nombres distintos: Silvano, Seleuco o Isacar (como el amigo de Nicodemo).
[15] Hay discrepancia sobre la fecha de arribada del Volto Santo. Antes se leía el año 742, hasta que Muratori demostró que era error de amanuense, por 782. Según esto, el obispo de Luca era Juan I (781-800), y el de Lodi se llamaba Apolinar.
[2] Sobre Ramón de Cardona v. ‘Condottieri di ventura’.
[3] Cfr. G. Tommasi, Sommario della Storia di Lucca, Florencia, 1847, págs. 190-191, 205-206 y nota (9), pág. 198.
[4] Compárese la Vita di Castruccio Castracani según Maquiavelo con la escrita en latín por Nicolò di Raffaele Tegrimi de Luca, traducida al toscano por Gorge Dati. Esta Vita Castruccii es «la única monografía disponible sobre Castruccio al filo de 1520» (en Machiavelli, Tutte le opere, pág. 454, nota 16 a la ‘Vida de Castruccio Castracani’, ibíd. págs. 451-466.
[5] Charles De Brosses (1709-1777), L’Italie galante et familière au XVIIIe siècle (ed. 1885, pág. 114).
[6] Voyage d’Italie curieux et nouveau (Lyon, 1681), a nombre de Juan Huguetan y añadido por Jacob Spon, médico célebre, que también había publicado su propio Viaje a Italia, Grecia, Levante.
[7] Giovanni Sercambi Luchese, Le Chroniche (ed. S. Bongi), Lucca, 1892, 3 vols; cap. CCXXXV: «Aquí cuenta cómo Santa + y los otros santos [sic] mantienen a Luca» ( 1: 2o2).
[8] En España hubo altar del Santo Cristo de Luca en Madrid, en los dominicos de Atocha. También el santurrón Felipe III lo puso en la Capilla del Alcázar. Por lo demás, imágenes como el Santo Cristo de Burgos, en el convento de San Agustín y hoy en la Catedral –vulgo, ‘cristos de las enagüillas’– pertenecen a un ciclo artístico similar.
[9] Janet Ross y Nelly Erichsen, The Story of Lucca. London, 1912, Prólogo.
[10] Codex, libro 6, título 23.
[11] Domenico Barsochini, ‘Ragionamento sul Volto Santo’; en Memorie e documenti per servire alla Storia di Lucca, Vol. 5-1, Lucca, 1844, páginas 5-10.
[12] Aquiropito: no hecho de mano.
[13] No existe tal localidad ni diócesis. Sobalfino es deformación popular de «subalpino»: de bajo el Alpe, nombre del Apenino en el tramo entre Toscana y la Emilia.
[14] Aquí ponen nombres distintos: Silvano, Seleuco o Isacar (como el amigo de Nicodemo).
[15] Hay discrepancia sobre la fecha de arribada del Volto Santo. Antes se leía el año 742, hasta que Muratori demostró que era error de amanuense, por 782. Según esto, el obispo de Luca era Juan I (781-800), y el de Lodi se llamaba Apolinar.
Los restos de Santa Librada (o al menos una parte de ellos) reposan en la Catedral de Sigüenza, que alberga un hermoso retablo renacentista dedicado a ella.
ResponderEliminarEl erudito alcarreño Antonio Herrera Casado realiza una interesante reseña -Santa Librada desvelada- en la que se glosa el libro “Santa Librada, lo que se esconde detrás”, del investigador Marcos Nieto Jiménez. Aparte de la evidente conexión con Wilgefortis, cuya devoción pudo ser traída por los franceses que acompañaban al obispo Bernando de Agen en la reconquista de Sigüenza, apunta también Nieto la posibilidad de que Santa Librada sea el residuo devocional de una tradición que enlazaría con el culto a Minerva en el valle de la Varenosa, entre Sigüenza y Pelegrina.
Santa Librada está muy vinculada a mi primera juventud ya que una de las más recurrentes excursiones que hacía con mi pandilla era a una pequeña ermita de fines del siglo XVII dedicada a la Santa en las cercanías de Sigüenza. Entre las muchas ventajas que apreciábamos en ella estaba la cercanía a la ciudad (menos de 2 km), el frescor de su arboleda y una estupenda fuente (los chicos además valorábamos su proximidad a un paraje llamado "los Chorrones" en el que había algunas simas.
Amenísima entrada, querido Maestro
Gracias, querido maese Gulliver. No me extraña que la evocación de Santa Librada le emocione, si le devuelve juventud, y ¡en Sigüenza! La catedral me enamoró desde la conocí, en una excursión que organizamos los del curso en la Complutense: nunca había visto rincones como aquellos para perderse.
EliminarSobre la Santa Librada de Sigüenza, vale la pena hojear el libro de Baltasar Porreño (1629), Discurso de la vida y martirio…, muestra de la hagiografía patriotera que se llevaba, movida por los Falsos Cronicones. Una de nueve hermanas nacidas todas de un parto, así se empieza.
Muy bueno el reportaje de la restauración del retablo de don Fadrique portugués.
Un abrazo.
A ver si lo he entendido...
ResponderEliminarTe vas de viaje, pasas por Luca, echas un vistazo, haces unas fotos y cuando cuentas el viaje, te sale "esto"?
Chico, a ver si me recomiendas tu agencia de viajes. Tiene que ser cara pero no importa lo bueno hay que pagarlo...
Ya veo tu "extra vagancia", una delicia acariciar tu relato...
Un saludo. Ata
¡Ay, ay, ay! que me has pillao el truco, pillísima Atalanta. Cartas boca arriba.
EliminarMi ‘agencia de viajes’ es cualquier cosa menos cara. Es una tableta con tarjeta extraíble, donde cabe una porrada de libros y artículos, todo en PDF bajado de la Red. Una biblioteca portátil de información mayormente obsoleta, que es la que más inspira para entender y soñar. Allí se puede marcar y anotar sin duelo lo que interesa. Y entre lo ingerido antes, en y después, da para regurgitar estas egagrópilas.
Hala, ahora que estás en el ajo mirarás con reparo esta escritura. Normal. Sólo no lo vayas contando por ahí, que sería mi ruina.
Gracias y que disfrutemos. Con un saludo.
Efectivamente, bebo con re paro (vuelvo a parar a leerla) tu escritura....
EliminarGracias y que la disfrutemos.
¡Caramba qué coincidencia! A esa pequeña ermita de fines del siglo XVII dedicada a la Santa en las cercanías de Sigüenza fui muchas veces. Pasé cinco años de mi juventud en Siguenza cuando las nevadas eran espectaculares y jugué todos los días en el Oasis aunque en cuarto de bachillerato ya lo hice en el Campo de San Pedro. El organista de la catedral fue mi profesor de francés y el deán, de historia.
ResponderEliminarEsa catedral la he visitado innumerables veces. Quizás, incluso, cabría la posibilidad de haber coincidido con maese Gulliver.
Conozco a Herrera Casado y a la cronista oficial de Sigüenza de quién fui amiga allá por mis catorce años. Además de disfrutar de los textos de don Belosti encuentro estas alegrías. Thomson & Thompson
¡Qué sorpresa, D. Thomson & Thompson, no sabía que fuera usted un “Safo”!*
EliminarEl Oasis lo disfruté algunos veranos de los años setenta en los que asistí a unos cursos de inglés que organizaba D. Juan Antonio Sánchez con profesores británicos que aprovechaban la ocasión para traerse a sus familias a veranear a España.
Pilar Martínez Taboada, cronista oficial de Sigüenza, es un poco mayor que yo. La conozco, pero sólo de vista. Es hija de Juan Antonio Martínez Gómez Gordo, médico y erudito seguntino, que trató más de una vez mis dolencias y averías infantiles.
Mi familia lleva muchos años veraneando en Sigüenza. Es muy probable que en nuestra juventud nos hayamos topado más de una vez por el Oasis, el Manolo, el Pecas o las terrazas de la Alameda.
Un gran abrazo
* “Safo”.- Apelativo que reciben los alumnos del colegio episcopal Sagrada Familia (SAFA)
Así es, don Gulliver. Estudié en la Safa cinco años y frecuenté todos esos sitios que nombra mas el cine Capitol al final de la Alameda. Pilar es de mi edad y por eso salíamos juntos en el grupo de amigos de la Safa y de las Ursulinas. ¡Qué tiempos!
EliminarEsta coincidencia requiere ser comentada en persona, si le parece. Seguro que recordará la larga estancia en Sigüenza de Javier Krahe y de su "profesor de guitarra", Alberto Pérez, que después formarían grupo en La Mandrágora con un desconocido Joaquin Sabina. A éste le frecuenté cuando cobraba por actuar sólo las copas,..lo que, permítaseme la maldad, no salía a cuenta.
Un gran abrazo, don Gulliver.
Esperaba la visita de D. Th&Th, pues sin haber nombrado yo a Sigüenza, Santa Librada era reclamo infalible, como lo ha sido también para D. Gulliver.
ResponderEliminarLo que no imaginaba era esta sorpresa. Que aprovecho para decirles a los dos cuánto me gustaría concertar un encuentro allí, para conocer de su mano esa maravilla que apenas conozco.
Eso está hecho D. Belosti. Será toda una delicia pasear con usted por las Travesañas seguntinas y sus plazuelas.
EliminarProponga usted fechas.
Soy un poco más joven que D. Th&Th, aunque solo un par de años, así que tengo muchos recuerdos de Alberto Pérez (creo que de familia seguntina, con tienda de ultramarinos "Pérez" en la calle Guadalajara), Javier Krahe (de familia de veraneantes)...y de la "movida" musical de los setenta con su epicentro en "el Molino".
Don Belosti, sería un verdadero placer hacer esa visita. Com dice don Gulliver, ponga fecha y allí estaré encantado. Además, el antiguo deán que nombré todavía vive, don Felipe, porque tiene un pacto con el diablo pues sigue tan joven como cuando le conocí. Estaría encantado de acompañarnos y la visita se convertiría en un lujo.
EliminarLo dicho, ponga fecha querido maestro.
Don Belosti, don Gulliver, mi correo: cmtgcmtg@gmail.com
ResponderEliminarEl mío, imurillog@yahoo.es
EliminarD. Belosti, quedamos pendientes de su convocatoria.
Un abrazo a ambos
¡Olé! Y con deán y todo, qué ilusión.
EliminarPara esta primavera buscamos fecha. Siempre que no coincida con las elecciones...
¡ Qué Gozada !
ResponderEliminar¡ Este Sitio es "La Repera" !
El hilo, con sus enlaces, y los añadidos de Don Gulliver y Don T&T.
( Mención especial para el video sobre la restauración de la catedral de Sigüenza )
En este Blog suyo, Querido Profesor , hay que entrar cada día, aunque ese día sólo tenga uno tiempo para leer, porque se va enriqueciendo con cada visita que le hacen.
Espero que hagan ustedes esa Xuntanza en Sigüenza, y que lo cuenten. Y que Don Gulliver le dedique algunas espinelas nuevas en su propio blog.
Un abrazo y Gracias
viejecita