miércoles, 24 de enero de 2018

‘Arcanum imperii’



«El final de la República Catalana –una buena noticia, a juzgar por el empujón de los que al principio lo celebraron (votando masivamente a Ciudadanos)–, derivó en movimientos varios de opinión, no sólo en Barcelona capital, entre las autoridades, la ciudadanía y los mozos de escuadra, sino por toda Cataluña y su clase política, una vez hecho público el ‘arcano del gobierno’ (arcanum imperii), a saber: que el nuevo presidente podía ser investido en otra parte, fuera de Barcelona y de España.»
Este párrafo apócrifo es reconocible para cualquier iniciado en historia y filosofía política, como una parodia de Tácito a la coyuntura presente de Cataluña [1]:
«El final de Nerón, –una buena noticia, a juzgar por el empuje de los que al principio se alegraron–, derivó en movimientos varios de opinión, no sólo en la Urbe, entre los senadores, el pueblo o la soldadesca urbana, sino por todas las legiones y sus jefes, una vez hecho público el arcano del imperio, a saber: que el nuevo emperador podía ser investido en otra parte fuera de Roma.»
El texto olvidado de Tácito me ha venido a la memoria, de tanto escuchar la pretensión pugimontana de revalidarse, un justiciable común en rebeldía, como honorable Carles I del General de Cataluña a distancia, en su designación, su investidura y hasta en su ejercicio. Y no es sólo que él lo pretenda. Eminencias grises del proceso iniciado por Artur Mas, como Elsa Artadi y Rogelio Torrent, en su materia gris lo ven viable, en virtud del mandato ciudadano, plasmado en propuesta formal, y dada la inmunidad parlamentaria del candidato, como diputado.
Esto, como argumento ad hominem (en este caso, ad Marianum); porque para el propio Puigdemont y su feligresía, la legitimidad e inmunidad le vienen dadas de su mandato anterior al ‘ilegal golpe de estado’ del Estado contra Cataluña, como llaman a la enteca aplicación del Art. 155 por el Gobierno.
Y no es por dar ideas: lo más raro del rarísimo caso catalán es que políticos y jurisprudentes tan creativos no le estén sacando jugo al texto famoso de Tácito. Bueno, tal vez sí, pero no ha llegado a mi noticia que lo citen. En todo caso, para ocupar esta velada, propongo a mis invitados repasar muy por encima el texto en su contexto, y la expansión que tuvo el concepto desarrollado por teóricos tacitistas y maquiavelistas: el arcanum imperii entendido como ‘los secretos del poder’ y como ‘razón de estado’.
Ante todo: ¿qué quiso decir Tácito con esa expresión, críptica o arcana ella misma?
Casi al principio de sus Historias, Tácito nos enseña a distinguir dos tipos de información histórica: sucesos puntuales, inconexos y por lo general fortuitos; y sucesos encadenados por alguna relación de causa-efecto, los  únicos que sirven para construir una historia razonada:
«Antes de desarrollar mi plan, conviene dar un vistazo a cómo estaba la Urbe, qué se pensaba en los ejércitos, cómo andaban las provincias, qué había de sano y qué de enfermo en todo el mundo, para conocer no sólo el curso eventual de las cosas, que por lo común es casual, sino también el cómo y el porqué
Pues bien, la designación de Galba para suceder a Nerón ofreció dos novedades. La primera, no ser el interesado pariente ni adoptado por su antecesor, de la familia Julio-Claudia. La otra, haberse cocido y destapado el negocio fuera de Roma.
El aristócrata sesentón Servio Sulpicio Galba llevaba tiempo ausente de la Urbe, entre cargos y vacaciones, y recibe la noticia en España (abril de 68). No fue una promoción repentina al imperio, como luego otras, sino efecto de una trama en la que él mismo simuló no entrar, aunque se dejó querer, convencido de tener a la Fortuna en el puño. Y sobre todo, una trama militar urdida, no en la guardia pretoriana o en los cuarteles inmediatos al pomerium, sino en campamentos militares de provincias, y a espaldas del Senado. Después de todo, el imperium era función militar por excelencia.
La divulgación de una conjura en sí no tenía nada de particular, y podía entrar en la gacetilla de sucesos irrelevantes, lo mismo que el parto de una mula, o volverse cano de golpe un muchacho. Lo que, según los intérpretes, convertía la sucesión de Nerón en ‘el arcano del imperio’ fue que un emperador podía crearse fuera de Roma, y puestos a fantasear, hasta podría no ser siquiera romano. La rotura de un tabú sí que puede marcar un hito revolucionario [2].
A partir de ahí, el arcano de Tácito se ha usado como clave para descifrar otros ‘arcanos del Imperio’, desde el divo Augusto y sus melindres. Melindres y carantoñas para tomar el poder absoluto como haciéndole ascos, por respeto a las instituciones republicanas. Y melindres para ejercerlo fuera de la ley, guardando ciertas formas para despistar a la gente, como que lo hacía a disgusto porque no había más remedio.
Esta piedra filosofal de gobernar sin dar explicaciones (como mucho, comparecencias, entrevistas o ruedas de prensa) será uno de los pilares del llamado, con o sin razón, tacitismo político. Revuelto a menudo con el maquiavelismo, y a veces bien llamado jesuitismo.
Entre sus teóricos, estoy picoteando en el afamado Arnoldo Clapmario (1574-1604), que tal vez otro día nos dé aquí mismo alguna velada de recreo con su obra sobre Los Arcanos de las Cosas Públicas [3].
«Yo defino así los arcanos de las cosas públicas: Son los modos o procedimientos íntimos y ocultos que emplean los que obtienen el poder en la República, tanto por razón de su propia continuidad, como también por la de la República en su estado presente, y eso por razón del bien público. Como dice Veleyo, ‘se dice así, se entiende asá’; o como escribe Servio del engaño, ‘se hace una cosa, simulando que se hace otra’
Maestro Clapmar: saltarse el derecho es lo malo que tiene, que le tomas gusto, y con la misma copla del bien público, gobernar es como saltar a la comba. Lo explica usted de maravilla, por toda la casuística imaginable. Hoy los gobernantes siguen preocupados por el bien público, pues cómo, si no. Pero su referencia más socorrida es el mandato ciudadano, que una vez recibido, les convierte en intérpretes de lo que pide el pueblo.
Dejando, pues, para mejor ocasión algún pique en este Manual del Político Perfecto Caradura, digámonos que eran otros tiempos, en que la democracia sólo era una voz prestada del griego. Y como rezaba el axioma: Graecum est, non legitur (lo que está en griego se salta).
En griego está toda la Constitución Española para una mayoría del parlamento catalán,  donde sólo se lee el Reglament. Un reglamento de cámara local, a merced de su mesa y su presidente circunstancial, ayer la Forcadell, hoy el Torrent. Y a los señores letrados, gràcies, vagin amb Déu.  Todo un arcano de gobierno.
«Lo que no está prohibido está permitido», glosaba otra lumbrera jurisperita del arcanismo catalán, el diplocéfalo Rull-Turull, «y ningún texto legal prohíbe la investidura de un presidente catalán en ausencia».
Cierto, pareja. No sólo la imperfecta carta magna española, tampoco ninguna de las pluscuamperfectas constituciones del mundo contempla todas y cada una de las ocurrencias posibles a un catalán en trance de procés arcano-creativo. Cierto que hasta las más democráticas suelen incluir artículos tocantes a la unidad de gente y suelo, pero como es sabido, se redactan en griego.
«Hoy la telemática permite la intercomunicación audiovisual en tiempo real, y no hay razón para que un discurso de investidura y jura del cargo presidencial ante el parlamento catalán reunido no pueda realizarse a distancia, por videoconferencia», tiró a puerta, tras driblar a los letrados, superwoman Artadi.
El argumento hace aguas por varias vías de hecho, pero es que también se da de bruces con la lógica. Porque si usted se fija, nimis probat; y lo que prueba demasiado no prueba nada. La conclusión, a todas luces excesiva, es que con la tecnología de hoy sobran los parlamentos. No es cuestión de tecnología, doña Elsa, es de cortesía. Las formas.
Ante estos genios de la innovación política, ¿qué hacer? Todo menos nada. Y una primera medida sería aplicar al procesismo catalán su mismo método, en recetas innovadoras extraídas del arcanum. Por ejemplo, al rebelde Puigdemont, anularle su pasaporte español y DNI, que tanto le disgusta. Como también, antes de que él denuncie a España ante Derechos Humanos por maltrato, al hacerle padecer ciudadanía española, quitársela sin más, y viento fresco.
¿Caerán estas brevas? Ni de broma. Es nuestra debilidad como demócratas. No es que la democracia nos merme la imaginación, es que nos obliga a leer también el griego.
Arcans del Procés, que diría Tácito, si viviera estos dislates.
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[1] Tácito, Historias, 1, 4.
[2] El senador Tácito no había leído al caballero Suetonio y sus Vidas de los Césares, donde a menudo es difícil separar veras y bromas, biografía y caricatura, noticia histórica y sátira política. De todas formas, aplicando la dicotomía tacitiana, casi todo el anecdotario de Suetonio es «eventual y mayormente fortuito», incluidos los prodigios y augurios que se dice marcaban el destino de aquellos amos del mundo. A propósito de Galba se cita, entre otros, el parto de una mula y el encanecimiento súbito de un esclavo (Galba, 4 y 8). Este truco propagandístico se hizo significar la sucesión de un emperador joven (Nerón) por otro anciano (Galba).
[3] De arcanis rerum publicarum libri VI. Brema, 1605; 1.5. Publicación póstuma, un año después de morir este jurista y humanista alemán, Klapmaier o Clapmar, latinizado Clapmarius. Cita a Veleyo Patérculo, l. 2, y a Servio, el comentarista de Virgilio. Las ediciones elzevirianas de Amsterdam, como la de 1644, se ampliaron con otros autores.




4 comentarios:

  1. Como siempre, entretenido, interesante y divertido, querido maestro.
    Gracias

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  2. Y todo lo que no está expresamente permitido, está prohibido. Un mundo repartido entre lo expresamente prohibido, lo expresamente permitido y el caos.

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  3. La doctrina de la "positive Bindung" (Merkl, Kelsen) afirma que los poderes públicos no pueden hacer mas que aquello que el ordenamiento jurídico expresamente les autoriza, en contraste con los ciudadanos que, ellos sí, pueden hacer todo aquello que las normas no les prohiben expresamente("negative Bindung").

    Se trata de una de las claves de bóveda del Estado de Derecho y tiene una bella formulación en el artículo 20.3 de la Ley Fundamental de Bonn: "El Poder Ejecutivo y los tribunales están vinculados a la ley y al derecho".

    Nuestra Constitución, muy inspirada en la alemana, plasma el mismo principio en el artículo 9.1: "... los poderes públicos están sujetos a la Constitución y al ordenamiento jurídico” , y en el art. 103.1 “la Administración Pública actúa ... con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho”.
    Estos términos suponen para el gran jurista español García de Enterría la necesidad de la conformidad total a las normas en la actuación de los poderes públicos y no una mera libertad básica de acción con el sólo límite externo de las mismas.

    Me da a mi que el diplocéfalo jurista catalán Rull-Turull no asistió a clase el día que les explicaron esto en la Facultad.

    Estupenda entrada, querido Maestro

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  4. Gracias, amigos D. Envite, D. Bruno. Gracias en especial a maese Lemuel Gulliver por su glosa ilustrativa.

    Tan sencillo, que hasta lo aprendimos en la escuela: el recreo no es la clase.
    Pero luego a los políticos se les olvida que ellos, en la elaboración de sus programas, y más aún en el ejercicio de un cargo político jurado, ya no están en el recreo, sino en un espacio de actividad reglada.
    No pueden apelar al mandato de la ciudadanía que les eligió desde el recreo, seguramente porque ellos en su programa engañaron a la gente con guiños y promesas de ‘asueto total’. Se echa en falta control de los programas políticos.

    Pero lo dejo, no vaya a oscurecer con mi torpe símil su aclaración luminosa, querido Gulliver.

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