viernes, 6 de junio de 2014

Abdicar en vida



Siempre que se me ocurre alguna palabra o expresión más o menos insólita o estrafalaria, antes de usarla procuro consultar con Google, casi siempre para ver que ya circula en la red, confirmando lo poco nuevo que hay bajo el sol. Un ejemplo:
Cuando Rodríguez Zapatero legalizó el matrimonio homosexual (2005), a mí me pareció impropio, no por la unión legal en sí de parejas homosexuales, sino por llamarla matrimonio. Cuando un término tiene un significado definido por el uso, aplicarlo a  otra cosa distinta o incluso contraria es abuso, salvo figura o licencia retórica, generalmente irónica o burlesca; como si alguien llama ‘intelectual’ al citado Zapatero. Matrimonio ha sido siempre un término preciso, tanto en lo civil como en lo religioso. Está ‘ocupado’, y decir ‘matrimonio homosexual’ era oxímoron, por lo mismo que ‘matrimonio heterosexual’ habría sido pleonasmo.
En aquella ocasión recuerdo que, en el Blog de Santiago González, me permití hacer  una propuesta de terminología con varios neologismos útiles, para distinguir la uniones de parejas uni- y bisexuales en general de las respectivas legales, así como gaymonio y lesbimonio para las primeras, etc. Pues bien, al punto hallé que prácticamente todo estaba ya inventado. Por su parte, la Real Academia salió del paso sacrificando el principio léxico de claridad (‘a cada cosa su palabra’), manteniendo la primera acepción propia y metiendo una segunda de compromiso, como un sensu lato («en determinadas legislaciones»):
matrimonio. (Del lat. matrimonĭum).
1. m. Unión de hombre y mujer, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses.
2. m. En determinadas legislaciones, unión de dos personas del mismo sexo, concertada mediante ciertos ritos o formalidades legales, para establecer y mantener una comunidad de vida e intereses.

Traigo esto a cuento porque me peta y me ha vuelto a ocurrir con la expresión «abdicar en vida». Otro pleonasmo ingenioso al que sacar punta, pues abdicar un rey muerto es oxímoron, según la definición:
abdicar. (Del lat. abdicāre).
1. tr. Dicho de un rey o de un príncipe: Ceder su soberanía o renunciar a ella.

Pues bien, tanta ingeniosidad para nada, porque viene el Gran Oráculo y me la revienta. Porque resulta que algunos ya lo dicen así como así: «abdicar en vida». Diríase que la «abdicación en vida» es hoy la cosa más natural. Sólo el Príncipe Carlos de Gales tendrá que esperar a que su augusta madre fallezca in articulo mortis, y de ese modo abdique a la usanza antigua.
La abdicación implica frustración, y seguramente por eso en el papado es tan rara, pues es como pecar contra el Espíritu Santo, que es el que realmente gobierna entre bastidores la nave de Pedro. De Karol Vojtyla siempre se supo que moriría con la mano en el timón.  Joseph Ratzinger lleva más de un año como papa emérito, sencillamente porque su temple no es tan recio. (Por lo demás, tampoco es ningún enfermo terminal, salvo por el ‘criterio Bolinaga’.)
[Sobre la renuncia de Benedicto XVI ya hice mi reflexión –‘El Papa lo deja’–, repasando algunos precedentes. Recuerdo esto sobre todo porque mi querido y admirado amigo Santiago González, a propósito de la abdicación del rey Juan Carlos, ha escrito en su blog citado:  
«En una dinastía mucho más larga que la de los Reyes españoles, Benedicto XVI ha sido el primer Papa de Roma en ceder el solio en vida».
Ni el primero ni el segundo ni el cuarto. Ni siquiera vale decir que ha sido la primera abdicación bien vista, pues en la etapa final del Gran Cisma de Occidente (h. 1415) se impuso la abdicación o cesión de los papas en litigio, y la negativa de Benedicto XIII fue un escándalo. Fuera de eso, la renuncia espontánea de un papa no ha tenido predicamento, y eso se vio de modo especial en el caso de san Celestino V (1294). Dante no dudó en meter a este santo varón en el Infierno de los cobardes bellacos. Por lo demás, el heredero Bonifacio VIII ya se encargó de convertir a su antecesor en predecesor, a la mayor brevedad posible, cosas de entonces.]
La abdicación del rey es un poco frustrante también por la estética de los números. «Han pasado 38 años seis meses y diez días desde aquel 22 de noviembre…», recordaba el mismo Santiago González. Un poco más de aguante, y el 22 de noviembre del año próximo se cumplirían los 40 años de reinado. Pues bien, el 40 no es un valor cualquiera, sino un número preñado de misterio en la Biblia, donde se repite casi 150 veces, y referido a tiempos significa por lo general una temporada bien cumplida, sea de días, años o décadas.
Cuarenta días con sus noches duró el Diluvio. Otro tanto permaneció  Moisés en el monte Sinaí (llamado también Horeb), recibiendo la Ley de Dios; y eso no una sino dos veces, pues la primeras Tablas de la Ley duraron bien poco, por lo del Becerro de Oro.
El mismo plazo se tomó el profeta Elías en el mismo monte, ayunando sin comer ni beber. Con otro ayuno de 40 días en el Desierto inicia Jesús su vida pública, para cerrarla ya resucitado con una cuarentena de apariciones antes de subir al cielo.
«¡Dentro de 40 días Nínive será destruida!», tronó el profeta Jonás. Pero el Rey ninivita se cubrió de saco y ceniza, sus súbditos le imitaron, y la ciudad fue perdonada, para gran frustración del pobre profeta.
Pasemos de días a años. Cuarenta años en la Biblia vienen a ser una generación humana. Fue el reemplazo generacional de los israelitas errantes por el desierto, tras su cautiverio en Egipto que había durado 400 años (10 generaciones).
En el antiguo Israel, en tiempo de los jueces, el mandato típico era de 40 años. Luego viene la monarquía, y los grandes reyes David y Salomón reinan también 40 años cada uno, lo mismo que el rey bueno Josías. En cambio el primer rey, Saúl, fue un fracasado.
Para terminar, Jerusalén con su Templo fue destruida 40 años tras la muerte de Jesús, que lo tenía profetizado justo 40 días antes de ser crucificado.
Son cifras a disposición del rey cesante, que ahora tendrá tiempo de meditar sobre Tablas de la Ley, Becerros de Oro, duración de monarquías, ayunos, generaciones y demás cuarentenas.  Ya ve Su Magestad que todo ha sido uno, mentar su abdicación, y echarse el pelotón de republicanos a la calle, no sólo con la bandera tricolor sino con una guillotina bien engrasada. Por su parte, el matemático Juan Tardá, azote de monarcas, sacaba ayer una contabilidad creativa, demostrando cuántas Cataluñas nos gasta un Rey.
Da miedo, una caterva indocumentada creyendo saber que la Corona Real española fue un invento de Franco, con la inmensa mayoría del país en contra. La verdad es que España en su larga historia ha conocido muy poca República, y sin experiencia republicana milagro sería que aquí hubiese, no digo mayoría, pero ni siquiera un quórum significativo de buenos republicanos. Cualquier persona con experiencia ciudadana de lo que es República se percata de que estos vociferantes son republicanos de pega. Peor aún, su referente no es la buena República, encarnada en países que mayormente desconocen, sino nuestra II República, que para modélica le faltó mucho.
Se habla de abolir la monarquía porque no es democrática, porque no fue votada en referéndum. Si nos ponemos a enumerar todos los puntos de sustancia que figuran en la Constitución y en su desarrollo legal sin haberse votado en referéndum, la Monarquía se pierde en el montón. No se votó la bandera nacional, de acuerdo; pero tampoco la ikurriña vasca, por poner un ejemplo. Y esas y otras muchas cosas incluso más graves no se votaron, sencillamente porque los partidos políticos de la transición se lo guisaron entre ellos, escamoteando a la ciudadanía la oportunidad de escoger y decidir.
Sin ser en absoluto monárquico, y creyendo tener experiencia ciudadana de republicanismo –del bueno, como creo que es el francés, y por supuesto, del malo–, entiendo que el cambio prioritario que el país necesita no es precisamente la implantación de la República.
Desconociendo las razones profundas por detrás de esta «abdicación en vida», celebro que haya sido así, para que el rey nuevo tenga en el viejo un espejo vivo dónde mirarse, meditando a su vez sobre bíblicas cuarentenas. Y que sea por cuarenta años.



(Crédito de foto: EFE)



11 comentarios:

  1. La promotora impagable de este blog, Pussy Cat, me llama la atención discretamente por haber escrito Su Magestad, con ge. Fuerza de la costumbre, porque así lo leo y copio de documentos de archivo e impresos antiguos, muchísimo más que con jota. Y para que conste mi gratitud también por su aviso, así lo dejo.

    Gracias por todo, querida amiga.

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  2. Querido Profesor Belosticalle

    Precioso comentario.
    El último párrafo me ha hecho saltar las lágrimas.

    Y yo también creo que este es no es el momento de echarle las culpas al Rey, por lo que haya salido mal, sino más bien, de darle las gracias, por lo que sí ha hecho bien, de dejar que termine su labor, ayudando ahora a su hijo, y de darle a éste un tiempo para "faire ses preuves" , como dirían los franceses. Que si el hijo no da la talla, siempre hay tiempo de que él mismo abdique, " pero no ahora, todavía no..."

    Muchas gracias. Por todo.

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  3. Viejecita, que nos deja a Doña Leticia de Regenta!!!

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    1. Hombre, Anónimo:
      Espero que no, que eso sería un desastre.
      Yo espero que sí dé la talla, y no tenga que abdicar.
      Pero antes de que abdicara, se tendría que haber divorciado, y nombrado regenta a su hermana Doña Elena, que parecía la fea y la tonta, pero que me parece a mí que está saliendo muy bien...

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  4. Abdicar en vida, ja,ja,ja. La estupidez general aconseja decir en cinco palabras, por lo menos, lo que se puede decir en una. Así pisan todos los charcos, pero como no se enteran, se viven como seres extraordinarios. La verdad es que son bastante extra-ordinarios.

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  5. Sepa Don Belosticalle que disfrutamos mucho en vida con sus escritos.

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  6. Belosticalle...¿porqué no te callas? Eres un carca medieval. No te da vergüenzar defender al extrafalario de la Zarzuela. O lo haces porque es de lo poco que te queda de Franco?

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  7. Lo cojonudo del caso es que es un rey que no pinta nada. Que era tan lelo, que los legisladores le amarraron a tope (ver el titulo de la Constitución), no le dejaron hacer nada. Y, por si acaso, como no así se fiaban le declararon tonto últil, o sea inviolable.
    Pero cómo no os dedicáis a cosas algo serias?. Que ya sois mayores¡

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  8. De igual modo que no suelo responder a troles, tampoco a los ataques personales, máxime lanzados desde el anonimato. Es una norma que me cuesta poco cumplir, pues apenas hay ocasiones en este blog.

    Hoy por lo visto toca. Un ataque menor, pero de alguien que odia algo, no sé bien qué. Por eso, en vez de borrar la grosería (sería lo más práctico) la dejo como está, hasta que me fastidie, que será pronto. Y créame el anónimo, no es por virtud cristiana ni por poner la otra mejilla, sino por ponerle en ridículo a él, que entiende al revés lo que lee.

    En cuanto a la segunda intromisión (del mismo, supongo), me ha hecho recordar una anécdota:

    Mi difunta madre solía contar que, siendo ella joven, en su barrio bilbaino de La Peña la asistencia a misa guardaba relación con las ideas políticas en cada familia. Ya se sabía, ir a misa era de derechas (vizcaitarras, tradicionalistas, cedistas etc.), y no ir era de izquierdistas. En general, y aunque no faltaban comecuras en el barrio, la gente se respetaba. Se veía venir la República. Y vino.

    Por lo mismo llamaba la atención en el barrio cierta mujerona muy ventanera, la 'Moñoño', que los domingos a la hora de misa, desde su observatorio frente a la iglesia, criticaba a las de su sexo que subían por la escalinata, en voz alta para que la oyesen: «Mira tú las desocupadas, poco que hacer tienen en casa, las camas sin hacer y ellas a misa, mejor estaban barriendo y lavando la ropa, ya tendrán quien lo haga por ellas», y así sucesivamente. Por supuesto, una hora después, a la salida del acto religioso, allí que estaba todavía la ventanera, siempre tan ocupada en el arreglo de las casas ajenas.

    Saque de la Moñoño su moraleja el anónimo que, con tanto bueno como hay para leer, gasta su tiempo conmigo.

    Mientra este blog tenga lectores como Viejecita, como Candela, el maestro Chigorin y tantos que me honran inscribiéndose en el álbum, arriba a la derecha, o mejor personas en uso de razón que entienden lo que digo (no como este anónimo), «no he de callar, por más que con el dedo silencio avises o amenaces miedo».

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  9. Muchas Gracias Profesor Belosticalle
    Yo desde luego, no me canso de leerle, y espero que usted no se canse de nosotros, y no se calle nunca. Por lo menos mientras yo siga viva , ( y mientras no se me haya olvidado leer... )

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  10. (Sin dejar de lado la magnífica adjetivación de lo que va más allá de lo "falario". Hay que ver; como en lo cónclaves vaticanos algunos quisieran aplicar lo de "extra omnes" a todo lo que no encaje a la micra en su troquel. Procusto, el dios de muchos que se afanan en creer que el mundo es de ellos y sólo de ellos)

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