Al tan querido como admirado amigo Santiago González,
maestro de periodistas y Jasón de su Nave de los Locos Cuerdos, la ‘Argos’
El año que acaba de fenecer se ha señalado por un evento marcado con piedrecilla o cálculo no precisamente blanco. El 4 de diciembre, si mal no recuerdo, se propagaba con las ondas de Herrera que el Patrón de la Argos yacía fastidiado por un cólico nefrítico, que también aquella misma tarde le impediría leer en persona su gran presentación de un gran libro de Teo Uriarte, Tiempo de Canallas.
Hoy, con ese humor apotropaico que nos viene, o que sacamos, cuando el mal trago es pasado, yo quiero celebrarlo con esta patochada improvisada sobre libros y textos viejos, en torno a ese mal de piedra que tanto hace sufrir sin provecho alguno. Empecemos por el Talmud.
Un piojo en el Talmud
«Rabbí Yehudah, llamado Ha-Nesi (el Príncipe), padeció de tsemirthâ (cálculo de vejiga) durante 13 años, y cuando iba al excusado pegaba tales gritos de dolor, que se oían desde la playa. La enfermedad era un castigo, pues una vez un novillo que llevaban al matadero se soltó y corrió a esconderse detrás del rabí. El cual le rechazó: “Largo de aquí, que para eso fuiste creado”».
El gran historiador de la Medicina bíblico-talmúdica Julius Preuss, al referir la anécdota comenta: Summum jus… (el colmo del Derecho es el colmo de la injusticia). Y eso que el sabio Príncipe es conocido también como «nuestro Maestro Santo» [1].
El mismo autor prosigue:
«El Talmud lo describe en lenguaje ampuloso:
“El caballerizo del Rabí era más rico que el rey Sapor. Cuando daba el pienso a los caballos, los relinchos se oían a tres millas. Pues bien, él siempre hacía coincidir dicha operación con la entrada del Rabí al excusado, y entonces los alaridos de éste llegaban más lejos que los relinchos, de modo que los marineros le oían chillar: –Ya está el rabí meando sin echar gota.”
Contra la estangurria o retención de orina, el libro santo judío recomienda estas recetas:
1ª)
Sedimento de pez 3 gotas
Jugo de puerro 3 gotas
Vino puro 3 gotas
Introducir la mezcla en el meato urinario.
2ª)
También sirve para lo mismo un piojo aplicado de igual modo.
3ª)
Tómese el asa de una botella [?] y una hebra de hilo que haya sido hilada por una fulana, hija de otra fulana (*), y cuélguesela del miembro del paciente si es varón, o de los pechos si es mujer. Y cuando el enfermo orine, hágalo sobre un haz de zarzamora seca, en el umbral de la puerta, vigilando cuando salga la piedra para recogerla, porque es remedio contra toda clase de fiebres».
(*) Fulana, mujer de mala fama: literalmente, «una mujer de la que todo el mundo calla»; eufemismo para decir «de la que todo el mundo habla mal». Mira que eran retorcidos los talmudistas.
Acerca de las recetas primeras, Preuss supone que esos remedios irritan la mucosa, con efecto reflejo en la musculatura de la vejiga. Concretamente del piojo dice muy en serio que funciona, citando el testimonio de un médico americano («La Tercera plaga de Egipto como diurético», 1890):
«Llamado a atender a un hombre que llevaba dos días con retención de orina, le recetó infusión de zumo de digital (¡!). Al día siguiente se entera de que, tras un par de cucharadas sin resultado, la familia recurrió a su remedio tradicional: un «súbdito del Zar de Rusia» –es decir, un piojo–, introducida en la uretra, y loado sea el Señor, en 3 minutos hizo efecto.
El empleo de un insecto contra retención de orina fue bien conocido de los veterinarios romanos. Así Vegeto Renato en su Mulomedicina: “También introducen una chinche viva por la oreja del animal, restregando con otra chinche el orificio natural urinario. Ciertísimo, dicen”.
Lo que no recomienda el Talmud es el catéter; y eso que su uso era conocido por lo médicos gentiles desde los tiempos de Erasístrato s. III a. de JC)».
Piedras ubicuas
«Nos podemos petrificar por cualquier parte». Eso viene a decir el comienzo de una disertación con el mismo título engañoso: Litotomía o Corte del cálculo. «Ninguna pieza de la máquina humana se libra de ello» [3] Empezando por el cerebro y otras partes de la cabeza, bajo la lengua, en las amígdalas, en la tráquea, pulmones –el viejo Paulo Egineta aseguró que un enfermo hético los expulsaba al toser–; en el corazón, hígado, bazo, intestino, etc. etc. Hasta el sexo se nos petrifica, a veces. Un caso exagerado: la anónima Señora de Lot, que se quedó todita de piedra, por curiosa.
Los cálculos más familiares son los hepáticos y los renales. De los primeros sólo recordaré el caso raro de Santa Clara de Montefalco.
Por lo visto, esta santa abadesa agustina, en sus sofocos místicos, solía repetir que llevaba la Pasión de Cristo grabada en su corazón. Algunas de sus monjas lo tomaron tan al pie de la letra, que al morir la santa (1308), sin pensarlo dos veces, con un cuchillo de cocina le abrieron el tórax –una operación no tan sencilla, pero tampoco difícil para una cocinera experta– y encontraron lo que cabe suponer: cuatro cavidades separadas por tabiques en cruz, con una serie de relieves y bridas donde fue fácil ver los clavos, corona y demás instrumentos pasionarios.
Animadas por el hallazgo, la emprenden también con el hígado de la difunta, y su premio fueron tres piedras esféricas iguales, las tres del mismo peso en la balanza; pero con la circunstancia de que cada dos, o las tres juntos, pesaban lo mismo que una sola.
Este claro misterio de la Trinidad vi pintado en un cuadro en Florencia, hace bastantes años, en la sacristía de la iglesia del Espíritu Santo –esa maravilla de Brunelleschi, gemela de San Lorenzo–, y tal fue la explicación que recibí del buen párroco.
A piedra abierta
Al tener yo noticia de la pasión de nuestro bienamado maestro de Covarrubias, acudí a la biblioteca digital para hacerme idea de la variedad enorme de objetos que entran en un mismo saco de ‘cálculos renales’ o urinarios.
La nefrotomía o extracción del cálculo renal abriendo la región lumbar y el riñón, ejecutada con éxito en el siglo XV sobre algún infeliz condenado a muerte (a cambio del indulto), aplicada a la gente honrada resultó un desastre. Muy otra cosa fue la mal llamada ‘litotomía’ –cistotomía en realidad– o incisión de la vejiga, conocida desde la antigüedad y mejorada por tanteo. Es la operación de la talla, que tampoco era lo mismo que la litotricia, operación de partir las piedras para facilitar su expulsión natural.
El final de la medicina barroca y del siglo XVII vio la aparición de un libro interesante, sobre Las piedras producidas en el cuerpo humano (1699). Obra del médico boloñés Juan Bautista Contoli, dedicada al célebre Cardenal de Bouillon (1643-1715) [4].
Manuel Teodosio de La Tour d’Auvergne fue un mimado de la aristocracia francesa, doctor por la Sorbona a los 24 años, cardenal desde los 26. Cortesano de Luis XIV y embajador suyo a la sazón ante la Santa Sede, aunque antes y después de ello estuvo peleado con el Rey Sol. No conozco las aptitudes gastronómicas del purpurado, aunque puede sospecharse que el tema del libro dedicado no sería ajeno a su interés.
El libro, muy bien presentado, como correspondía a tal mecenas, además del retrato del autor lleva una serie de planchas interesantes, por ser de las primeras observaciones de cálculos renales al microscopio, enteros y abiertos, con un intento de clasificación y proceso de formación, inadmisible hoy, pero de mérito para su tiempo.
Frère Jacques, Frère Jacques...
Contoli parece haber sido más de microscopio que de bisturí. Sobre el empleo del catéter y la cirugía de la vejiga investigaron otros muchos, aunque sólo doy un nombre mítico que ha quedado en los anales de la especialidad. Me refieron al contemporáneo de Contoli, Jacques Baulot o Beaulieu (1651-1719, más conocido como El Hermano Santiago, o Frère Jacques.
Beaulieu, de familia aldeana, vio practicar la talla y por su cuenta se dedicó a ayudar al prójimo perfeccionándola por ensayo y error, hasta descubrir la incisión perineal lateral que le haría famoso. Para entonces era un ‘donado’ dominico (ni siquiera hermano lego), y la propensión de muchos pacientes suyos a agravarse o morirse a sus manos le creo conflictos y prohibiciones. En 30 años de práctica, se dice que realizó unas 5.000 litotomías.
Todo el mundo conoce la cantinela gala, que también es música de relojes de cuco:
Frère Jacques, dormez-vous?
Sonnez les matines, din, dan, don!
Mucho se ha especulado sobre una posible identidad del fraile de la canción y el del catéter y bisturí. Y aunque nadie ha llegado a demostrarlo, no es poco que se haya investigado muy en serio.
Y ya metidos en música, la operación de la talla lateral, introducida por Frère Jacques fue puesta en solfa por el músico Marin Marais (1656-1728), discípulo de Lully y miembro de la Música de Cámara de Luis XIV. Virtuoso de la viola de gamba, escribe para ese instrumento una larga e innovadora serie de piezas hasta casi 600, en cinco libros. En el quinto y último, publicado en 1725, incluye un Tableau de l’Opération de la Taille, pieza descriptiva de las etapas de la operación, desde un preludio sombrío que refleja las angustias y emociones del paciente, pasando por la tensión de la intervención quirúrgica, el clímax de la extracción del cálculo, para terminar con el gozo de la vuelta a la vida. Desde luego, la minisuite no incluye para nada la melodía del fraile dormilón.
Cerraré con esta otra cantinela, que ya puse en el Blog de Santiago González el día de Nochevieja:
Y con esto ya termino:
Tres veces hurra al Jasón
de la Argos aventurera;
y que de una puñetera
vez (ya va siendo razón),
ocho años más de camino
nos lleven al Vellocino:
cálculo es, no de riñón.
[1] Curiosamente, el mismo título que los dominicos conversos del judaísmo aplicaron a Santo Tomás de Aquino.
[2] Julius Preuss: Biblisch-talmudische Medizin. 3ª ed., Berlin, S. Karger, 1923, págs. 264-265. Hay trad. inglesa: Fred Rossner (trad. y edit.), Biblical and Talmudic Medicine. New York, Sanhedrin Press, 1978; reimpr. London, Aronson, 1993.
[4] Jo. Baptista Contulo Bononiensi, De lapidibus, podagra, et chiragra, in humano corpore productis. Romae, 1699.
Querido Maestro D. Belosticalle: Entretenidísima y jocosa entrada sobre un aburrido y doloroso tema. Gracias por hacerme pasar un rato divertido con lo que para los que lo sufren es solamente motivo de dolor y sufrimiento.
ResponderEliminarNo sabía que se podía petrificar el cerebro. Ahora lo entiendo todo.
ResponderEliminarMagnífico, maestro.
Buena entrada pardiez.
ResponderEliminarA la espera de la 2ª entrega, que me imagino versará sobre los mayores entendidos de piedras de la historia de la humanidad: El Pueblo Egipcio.
No solo fueron capaces de construir monumentales tumbas, sino que su afición a tales construcciones devengó en que a la la presencia de cálculos en el conducto que va desde los riñones hasta el tracto urinario cercano a la uretra se le denomine científicamente como Cólico Nefertítico.
La verdad es que con esos cólicos se pasa fatal. Ahora te meten en una bañera, te bombardean con toda clase de ultrasonidos o así , y te convierten la piedra en arenilla expulsable con "simples molestias" ¡ Ja !.
ResponderEliminarPor si acaso, ahora tomo cada día 2 litros de agua de Solán de Cabras, o de Evian, y evito los líquidos con burbujas añadidas ( la cerveza no cuenta, que es buena para todo menos para conducir ). Y mantengo los dedos cruzados.
Pero me ha entretenido muchísimo la historia, y he disfrutado con la pieza de Marin Marais, que no conocía.
¡Muchas Gracias !
Maestro D. Belosti, hace ya algún tiempo pensé yo casi en lo mismo que usted: cómo sería aliviado, en la antigüedad, el sufrimiento -físico o psíquico-de algunas enfermedades que hoy tienen solución de una manera, digamos, no muy complicada, como la que nos relata; habría otras, quizás no tan dolorosas, pero igual de inhabilitantes, por ejemplo las cataratas, inclusive una simple presbicia.
ResponderEliminarEn relación con los cólicos nefríticos, la causa de la muerte del Papa Inocencio XI, cuyo muerte fue festejada por los franceses, se descubrió tras su autopsia: un enorme cálculo renal
(Jachuspa)
Don Jachuspa
ResponderEliminarHace muchos años ( cuando yo era pobre de solemnidad, y todos los libros que leía eran de bibliotecas, y había que devolverlos, con lo cual no tengo el libro para buscar el nombre del protagonista ), leí un libro de Mary Renault sobre un actor de teatro clásico de la época dorada de Grecia . Ya sabe que actuaban detrás de una máscara, y que mantenían unas posturas hieráticas obligadas, y, por tanto, todo el trabajo de interpretación y recitado lo hacían con la voz.
Pues bien, el protagonista de la historia se consideraba un privilegiado, porque, a su proyecta edad de más de 30 años, conservaba toda su dentadura, y por tanto, su carrera activa en el teatro ( que de perder algún diente, hubiera tenido que abandonar ).
Así que tiene usted toda la razón. Antiguamente, ( aunque no tan antiguamente, que los antiguos de la Biblia seguían hechos unos pimpollos, y tenían hijos incluso, a los chorrocientos años ), el simple hecho de ir envejeciendo era temible. Los viejos de ahora lo tenemos mucho mejor.
Dona Viejecita
EliminarHace muchos anos lei un libro maravilloso, que quizas Vd. conozca: El siglo de los cirujanos de Jurgen Thorwald. Tengo, ademas, una buena biblioteca digital medica, principalmente sobre enfermedades tropicales. ¿Sabia Vd quen en el siglo XIX se produjo un brote-epidemia de fiebre amarilla en nuestro querido puerto de Pasajes?
(Jachuspa)
No tenía ni idea de lo de Pasajes, Don Jachuspa. Ni tampoco he leído el libro de Jurgen Thorwald, que me apunto ahora mismo para buscar y comprar. Y ya le consultaré sobre otros libros de historia de la medicina, si no le importa.
EliminarMuchas gracias
Dª Viejecita
EliminarLo que Vd. necesite, si está a mi alcance, cuente con ello
(Jachuspa)
En efecto, D. Jachuspa: el brote de 1823, traído de la Habana a Pasajes, se menciona en la Historia general de Guipúzcoa de N. Soraluce y Zubizarreta, t. 1, pág. 27.
Eliminar¡Genial! Un saludo, Maestro.
ResponderEliminarGracias a todos por su valoración positiva.
ResponderEliminarDª Candela, genial su comentario: «Ahora lo entiendo todo». Añada usted que también se petrifica el corazón, y entenderá mucho más.
D. Neo, feliz cumpleaños, extensivos a D. Andoni. Suerte ustedes, que con el truco del sosias necesitan otros tantos para ser quintañones. Aunque por ahí, tampoco llegarán a centenarios, con lo que se lleva.
D. Asturianín, D. Jachuspa, Dª Carmen: el sufrimiento físico acompañará al hombre por siempre, pero es verdad que las ‘unidades de dolor’ representan hoy uno de los aspectos más positivos de la Ciencia. Y lo mismo vale para tantos campos de la Medicina y Cirugía, aunque insisto en el dolor por lo que tiene de inútil y cruel.
Dª Viejecita, si tanto le gustán las historias de enfermedades y médicos, alguna vez traeré en honor suyo algún otro potaje como este, donde se vea cómo los galenos escondían su ignorancia en corporativismos sectarios. La historia de Frère Jacques es aleccionadora: un iletrado sin título facultativo ni privilegio regio, y a la vez un auténtico carnicero, al que nadie osaba meter mano porque la misión que él se había otorgado era ante todo salvar las almas de sus víctimas.
Con mis deseos de un Año Nuevo sin estrangurias ni zangarrianas.
Por cierto, Querido Profesor He tenido que buscar en el google la palabra "apotropaico", Me he encontrado con su significado, y con una petición para apadrinar palabras como ésta , en peligro de extinción.
ResponderEliminar¡ Que estupendo ! Me la he apuntado, intentaré utilizarla alguna vez, y si lo consigo, me sentiré orgullosísima por ello.
¡ Muchísimas Gracias !