La Historia como ciencia infusa
Una curiosidad notable del separatismo vasco –también del catalán– es el empeño en buscarle una legitimación histórica a su causa, mero ejercicio de voluntad.
«Quiero la independencia para mi pueblo»: he ahí una frase que se explica sola. Es lógico también que se aporte algún porqué: «Dios lo quiere. Se nos agravia. La metrópolis nos maltrata. Ser españoles es una rémora para nuestro desarrollo, somos mayorcitos» ..., cualquier cosa.
Cualquier cosa, menos apelar al veredicto legitimador de la Historia. Esto debe de ser herencia carlista.
Sabino Arana fue un legitimista histórico, antes y después de su conversión a la verdad. Verdad histórica que le reveló su hermano mayor Luis. ¿Y cómo así? Pues mire usted, por ciencia infusa. Porque Luis Arana, mal estudiante y nada lector, jamás tuvo idea de historia vasca, ni curiosidad por ninguna otra historia. Luis Arana, el Gran Revelador que con «tantas y tantas pruebas históricas y políticas» apabulló al Sabino carlista, fue un ‘deus ex machina’, y hoy en día un fantasma.
Tampoco Sabino fue nada leído, ni viajado. ¿Para qué? No tenía curiosidad. El Ebro, tan glosado por él y su alumnado como frontera de su Maquetania mental, Sabino lo conoce de paso y por los mapas escolares. ¿Qué se le había perdido a él fuera de su Vizcaya? ¿Del País Vasco, como mucho? En sus raras, rarísimas excursiones al ‘extranjero’, la cota más remota –aparte su residencia en Barcelona– creo que fue París (1899). También a Vichy acudió eventualmente como un burgués cualquiera a tomar las aguas.
Aun así y tan ligeros de bagaje intelectual los hermanos Arana, su punto de arranque fue apodíctico: «Vizcaya nunca fue España, ni por naturaleza, ni por historia». Tanto Luis, como Sabino, como todo el conjunto de vizcainos auténticos, no eran españoles más que por accidente administrativo bien reciente, desde la abolición de los Fueros en 1876.
Un decreto económico compactado, que en su momento dejó indiferente a la población afectada, y hasta fue aceptable a su burguesía, esta pareja de adamitas Arana lo convierten en fractura histórica, legitimadora de su rebelión contra el opresor extranjero, España. Oigamos a Juan José Solozábal:
«La interpretación sabiniana de la historia vasca tiene gran interés, al menos por dos motivos: En primer lugar, por la importancia que el mismo le confiere en el conjunto de su pensamiento… En segundo lugar, por su radical novedad que rectificaba sustancialmente en puntos cruciales toda la historiografía anterior, y que tan graves, por no decir desastrosas consecuencias ha tenido para la posterior.» [1]
El mismo autor se enfrente a «la opinión de quienes como ‘Bizkargi’ restan importancia a los juicios históricos de Arana, pensando que suponen una parcela “perfectamente accidental en el conjunto de afirmaciones del nacionalismo vasco que Arana-Goiri’tar Sabin proclamara”.» En efecto, si se van ocultando piadosamente una por una todas las genialidades del Maestro, al final nos quedará para la peana de su bronce sólo una obviedad: «La Patria de los sabinianos es Sabiniania».
Bien, ¿y en qué Academia de la Historia, en qué fondos archivísticos adquirió Sabino su autoridad para rectificar sustancialmente a todos los colegas que le precedieron? Sin duda, en la ‘Universidad de Basarte’, como compañero de pupitre de Peru Abarca, si como él pretende, algunas noticias las escuchó de boca de los viejos del lugar. El resto lo mamó directamente de los pechos de Clío. Bien entendido que la misma Musa del saber histórico corre también con la épica y con la mítica. Que por cierto, los mitos, ésos sí que han sido grandes legitimadores, fuentes de Derecho. Sin olvidar tampoco que el oficio de historiador está plagado de falsarios.
El problema con la mitología vasca sabiniana era su novedad. Un mito sin pátina de tradición es fábula, puro cuento. Eso es ‘Bizkaya por su independencia’. La cuatropea sabiniana –Arrigorriaga (867), Gordejuela (1355), Ochandiano (1414), Munguía (1471)–, cuatro batallitas noveladas. Mentira parece que esas cuatro patas de banco sustenten toda la legitimidad doctrinal de un partido político serio, el Jeltzale, que por algo guarda en celofán alcanforado las ipsissima verba del Maestro, aun dando por buenas las mismas patrañas para los chiquillos de icastola.
Así por ejemplo, en su batalla de Munguía, Sabino Arana convierte un enfrentamiento señorial entre parientes mayores (el Conde de Haro y el de Treviño) en guerra nacional, entre Vizcaya y Castilla, cuando ya el Rey de Castilla ostentaba el título de Señor de Vizcaya. A lo mismo se reduce su tesis sobre la batalla de Gordejuela; con una diferencia: que tal batalla fue invención de su cosecha, pues nada registran las crónicas sobre el particular, ni siquiera hubo choque bélico en aquel año de 1355 [2].
La verdad es que el propio Arana no sabe dar detalle alguno de este encuentro. Y en cuanto a su interpretación, como siempre, pasa por alto lo que no le interesa. Por ejemplo, la respuesta del Señorío al rey Pedro I, cuando éste pide a los vizcaínos que reconozcan por señor al infante don Juan de Aragón, en vez de a don Tello: «Nunca habrá otro señor en Vizcaya, salvo el Rey de Castilla, y que querían ser de su corona dél, y de los reyes que después dél reinasen en Castilla».
Recordando estos ‘detalles’, Ortigosa censura de paso la ignorancia de Sabino cuando imagina que «la ruidosa caballería española fue saludada por las secas descargas de los arcabuces». El saludo de las bocas de fuego como freno a las cargas de caballería fue algo nunca visto con éxito desde la Guerra de los Cien Años hasta la batalla de Ceriñola (1503), ganada a los franceses por el Gran Capitán [3].
En cuanto a la legendaria batalla de Arrigorriaga (o de Padura), que ni se sabe dónde situarla, baste decir que se inscribe en la guerra de Castilla la Vieja «contra los reyes de León, porque les mató a los Condes, sus señores, y el rey de León guerreaba mucho con Viscaya, porque era de Castilla» [4]
La importancia de este mito de origen vasco se debe a que es nada menos que la legitimación del origen del Señorío de Vizcaya, de sus fueros y de los ‘derechos históricos’ que todavía dan guerra:
“En la victoria de Arrigorriaga es donde se decide la constitución del estado que propiamente puede llamarse Vizcaya.”
Esta afirmación de Sabino no le impedirá contradecirse a renglón seguido (ya que la institución señorial no es del gusto de nuestro historiador cuentacuentos), al lamentar que dicha fundación implicó «apartamiento de Vizcaya de su primitiva base, al adoptar la forma señorial con estatutos tan contrarios a su espíritu político, y alejándose gradualmente de su nacionalidad por la pendiente del españolismo». Y eso, ¿cómo lo sabe?
Aquí también Ortigosa ve materia para tachar a Sabino de plagiario, reproduciendo incluso motivos novelísticos a lo Walter Scott. En efecto, hubo en Padura un clímax de suspenso cuando, a punto de perder Vizcaya la batalla frente a los ‘españoles’, un sagaz baserritarra descubre en la parte inferior de la coraza del enemigo una abertura vulnerable, y grita a sus camaradas: «Sabelian, sabelian sartu» (¡En la tripa, entrar en la tripa!) [5].
Este ardid ya lo había contado Araquistain en ‘Los Cántabros’, frente a los romanos. Sabino ni cita esta fuente ‘histórica’, diciendo con desparpajo que tal frase «la he oído yo atribuir a ancianos bizkainos» (sic). Y puestos a recordar, uno también oyó en la escuela, a propósito de las Guerras Púnicas, que los temidos escuadrones de elefantes cartagineses quedaron en Zama definitivamente para el cine, desde que un mercenario de Escipión (seguramente vasco de Arrigorriaga) lanzó el mismo grito: «¡En la tripa, clavéis en la tripa, y salgáis pitando, no os caiga el bicho encima!».
Pero es que hasta el mismo nombre de Arrigorriaga, como ha notado muy bien Jon Juaristi, diríase prestado de la batalla del Puente Milvio, ganada por Constantino contra Majencio, librada en el lugar llamado precisamente Peñas Rojas: en latín, Saxa Rubra, y en vascuence Arrigorriaga [6]. Seguro que el Baigorri (Río Rojo) tuvo su bautismo de sangre, como testigo de algún choque cruento. Ya se sabe que las batallas épicas tiñen las aguas de rojo y dejan mancha indeleble en el paisaje .
Afortunadamente, la mamada de Clío fue brevísima, y la Musa se dio buena prisa en destetar a su lactante Sabino, que muy rara vez volvió a las andadas. ¿Adivinamos por qué? La clave nos la da un íntimo suyo y sucesor a la cabeza del Partido. Según Ángel de Zabala (‘Kondaño’), al Maestro le daba grima escribir sobre Historia Vasca, porque estaba en desacuerdo fundamental con la actuación del pueblo vasco a lo largo de los tiempos. ¡Y si lo sabía Zabala de buena tinta! La tinta del propio Arana en carta a él mismo:
«Es tan desfavorable el juicio que la mayor parte de los actos trascendentales realizados por nuestros antepasados en el curso de nuestra historia me merecen, con acerbo dolor de mi alma, y tan terrible la calificación que a los actos les daría, y los cargos que le haría al sujeto, que tiemblo cada vez que me siento inclinado a tratar de la historia de mi patria. Cuanto más avanzo en edad, más aumentan ante mis ojos el número y la gravedad de los yerros históricos de nuestra raza, y sus defectos y vicios así en el pasado como en el presente… Yo la hablaría por su bien, porque se corrigiera, porque la amo: pero, ¿habrían de entenderme así mis compatriotas? Tal es la duda que me atormenta y me impide escribir sobre historia de mi patria.” [7]
Con ese escrúpulo, Sabino se sacudía de encima de un golpe dos cuidados: primero el de estudiar, y luego el de escribir sobre lo estudiado.
Con toda razón habla Zabala de «intuición asombrosa» de Arana. De otro modo no se explica «la verdad histórica» que descubrió, y que ningún historiador antes que él había formulado tan precisamente, a saber: «la total independencia política del pueblo vasco-peninsular, de la Euskalerría española, ‘desde la noche de los tiempos’ hasta octubre de 1839 en que fue sometido por el Estado español» [8]. ¿Y eso...? Lo dicho: de los pechos de Clío, sin intermediario.
El Vasco de la Piedra
Prehistoria, protohistoria. Este terreno especialmente arduo para todas las etnias y culturas no podía dejar de encandilar a Sabino, atento siempre al hecho diferencial.
Por supuesto, y por suerte para la ciencia y el patrimonio histórico, no le dio a él, como a otros aficionados de su tiempo, por empuñar el pico y la pala para arrasar yacimientos (y de paso llevarse algún recuerdo a la repisa de la chimenea). Él disponía de otra herramienta mucho más eficaz, aunque no más inocente o inocua: el lenguaje. Sabiamente explorada, la lengua éuskara rindió a Sabino una cosecha de información admirable sobre los ancestros vascos.
La etimología es ciencia y seudociencia, herramienta científica, riqueza cultural y juguete o pasatiempo. Sabino fue un etimólogo compulsivo, descifrador audaz de palabras que le llevaron a explorar nuestros orígenes en la Edad de Piedra.
Las vigilias sabinianas sobre el particular dieron como resultado un trabajillo leído en una velada científico-literaria en Bilbao (1899) y publicado en El Correo Vasco. Su título, ‘La Protohistoria de la Nación Vasca, deducida del Euzkera (1)’. Este numeral (1) parece indicar una primera entrega de una serie. No nos hagamos ilusiones. Otros cuidados reclamaron la atención de Sabino, y mejor así para la protohistoria [9].
Empieza con un preámbulo donde funda una nueva ciencia, la Euzkeralogía, como el instrumento «de más eficaz aplicación, y a la vez de más autoridad… para guiarnos a través de la densa niebla que oculta los orígenes de nuestra raza». Y remacha: «Sintetizando más el concepto, el Euzkera, la lengua de nuestra raza misma».
Este mimetismo foráneo de escribir con mayúscula Euzkera, el nombre de una lengua aprendida de adulto, que nunca fue la suya ‘vehicular’, era para Sabino como personalizar el Vascuence, lengua con su vida propia –independientemente de sus hablantes–, con sus leyes, sus derechos y hasta sus caprichos de ‘prima donna’, que por supuesto, eran los caprichos y leyes de Sabino, poseído de su papel demiurgico. Tan persuasivo, que todavía hay quien habla de ‘los derechos del euskera’ con toda seriedad.
«La etimología… nos conduce… cuando comparamos los elementos euzkéricos con los erdéricos, a averiguar el parentesco que pueda unir a nuestra lengua con las otras, y por ende a nuestra raza con las demás conocidas. Pero si sólo en sí mismos estudiamos los primeros, y sin salirnos de la lengua, investigamos las causas [sic] de su formación ideológica, entonces la etimología puede llevarnos al conocimiento, si no cierto [¡menos mal!], siempre muy probable de las creenciasy el culto de los primitivos euzkeldunes, de sus costumbres, del grado de su civilización y cultura, de los países que habitaran, y hasta de los caracteres físicos de su tipo antropológico, tan inexcrutables [sic] aún para la misma antropometría.
Sólo una vez, si la memoria no me es ingrata, se ha deducido de la etimología de las voces euzkéricas un hecho protohistórico de este género:es la afirmación de haber usado el vasco, en época remota, armas e instrumentos de piedra.”
Efectivamente, los ‘euskerólogos’ clásicos del XVIII-XIX habían formado un pequeño conjunto de nombres de instrumentos aguzados o afilados, tales como aitzur (azada), aizkora (hacha), aizto (cuchillo), aizturak (tijeras) y alguno más relacionados por ellos con aitz (piedra). Sabino por su cuenta incluye otros nombres , curiosamente, éstos todos de armas ofensivas (izkilu, azkon, azaga, ezpata), invenciones según él de una edad de la piedra empeñada en hacerse recordar, eclipsando los avances del bronce y el hierro.
‘Levantador de piedra’ por Amancio González |
Conclusión: el vascuence se remonta por lo menos al neolítico, que se cerró hace 5.000 años. Tijeras de piedra, pinzas de piedra, ¿quién las ha visto en un museo? Pues sí, en el museo fósil del vascuence. Y en verdad, no se le puede negar al vasco su afición a las piedras, su levantamiento y su arrastre.
Hoy en día la tesis etimo-lítica tiene pocos seguidores. Sabino impertérrito pontifica: «El vocablo bajo-latino ‘ascia’… tuvo también su origen en el aitz eskérico». Y estampa su
Deducción I. Los vascos, en época remota, usaron armas e instrumentos de piedra.
Pasa luego a la indumentaria. Palabras como abarkak (abarcas), prakak (bragas), atorra (enagua), tal vez zapatak (zapatos), dan idea del avío éuskaro, no dice si en la misma edad de la piedra. Y mejor no; porque atorra es arábigo, y ni las bragas (que Sabino traduce púdicamente ‘pantalones’), ni los zapatos son vascuence. La abarca, entendida como calzado hecho de ramitas (abar) fue idea de Astarloa (1803), que vaya usted a saber. La palabra aparece por vez primera en el siglo XI como apodo de Sancho Abarca, primer rey de Navarra. Pero abarca y alpargata son etimológicamente la misma cosa. Sabino, por su parte, aventura que praka viene de abarka, «de suerte que abarka debió de significar primitivamente toda prenda de vestir, por razón de su materia». Así que ya tenemos al vasco neolítico vestido y calzado de ramitas, «como hoy todavía se calzan algunas naciones indias». De pieles, nada, ¿para que las necesitaban aquellos morroscos inmunes al frío? Resumiendo:
Deducción II. “La indumentaria del vasco primitivo consistió probablemente en calzado y ceñidor de tejido hecho directamente de algún vegetal. La prenda de vestir diferencial de la mujer era el atorr o túnica, cuya materia desconocemos. El hombre no se cubría la parte superior del tronco. Hombre y mujer usaban [sic] la cabeza descubierta.
Del atuendo pasamos al aspecto físico del tipo vasco, en la
Deducción III. El vasco primitivo era de nariz más o menos prominente.
Objetará alguno que toda nariz humana cumple ese requisito de ser más o menos prominente, a diferencia de un rinario animal. El propio Sabino sale al paso, con que
«pudierase hacer poco aprecio de esta Deducción, al ver que hoy la nariz del vasco, no sólo no es chata, sino que de ordinario y en el individuo típico sobresale notablemente del rostro. Pero es preciso, para apreciar mi afirmación, tener en cuenta que los caracteres físicos, si bien se conservan por largo tiempo dentro del mimo clima, varían con el cambio de éste, y se mudan y transforman también con el cruzamiento de razas, fenómeno al que, en los tiempos más remotos, probablemente no se sustrajo en absoluto nuestra raza. De que la nariz del vasco sea pronunciada, ¿quién podrá concluir que no fuese mocha y plana en la edad más antigua, en la época de formación de su lengua?»
Diríase que el charlista bromea para divertir a su público, si no fuese constante su carencia total de sentido del humor. Más serio que un difunto. Sigámosle:
«Mas no es ésta la única advertencia que debo hacer al exponer la presente Deducción, sino que he de prevenir también de lo erróneo que sería interpretar ésta en el sentido de que la nariz del vasco primitivo fue muy prolongada en el grado que hoy este adjetivo representa: pues mi Deducción limítase a afirmar que dicha parte del rostro del vasco, al tiempo de fijarse su lengua, que es el primer momento de la raza, era más o menos prominente, esto es, no aplastada, por decirlo así, como lo es la de algunas de las razas actuales.
Y esto quedará seguramente probado con hacer ver que el nombre con que hoy designa el Euzkeldun a la nariz significa etimológicamente (y vale tanto como decir que significó en su origen) ‘prominencia aguda’.
Llámala, en efecto, en bizkaino suurr o surr, y en vascón y pirenaico sudur… Ahora bien, suurr se compuso de dos elementos…: el sustantivo su o sun, que significa prominencia o protuberancia; y el adjetivo urr que significa saliente, agudo. Luego el origen ideológico de suurr, surr, sudurr (nariz) es prominencia aguda.»
No hay más que ver, para convencerse, la cantidad de picos y picachos que llenan de su(d)ures nuestro mapa. Pero no nos distraigamos, que acá viene la
Deducción IV. El vasco primitivo era de cabello más o menos rizado.
«A esta conclusión me ha llevado el examen de vocablo con que el euzkera significa el cabello, al descubrir que su origen es una raíz euzkerica cuya significación es redondo, circular, ensortijado, rizado.»
«Si los euskeldunes primitivos llamaron al cabello con un término que genéricamente significa circular, fue porque su cabello era ensortijado o rizado…»
Ahorremos el argumento, que sorprendentemente nos llevará… ¡al cordero, bildotsa! ¿Pues qué cosa más rizada que la lana de los corderitos? Mas no nos burlemos de Sabino, dejemos que él lo haga por nosotros:
«Este último vocablo, bildots, es un testimonio de mayor excepción aún que los anteriores, pues no sólo nos demuestra que bil significa aisladamente pelo, sino que el pelo al cual primeramente así habían llamado los euzkeldunes era rizado, el cual era su propio cabello.»
¿Satisfechos? Pues va a ser que no. Rizado, pero con medida; nadie nos confunda con los negros:
«¿Quiere decir esta deducción que el cabello del vasco fuese tan rizado como el lanoso del negro actual? No, tampoco: niego que fuera lacio, desde el momento que afirmo que fue más o menos rizado o blondo [¿?], pero no determino el grado de ensortijamiento, tan múltiple entre el dejar de ser lacio y el ser tan rizado como el del negro, o la lana del cordero.»
Y por si no estamos debidamente estupefactos, concluye, como testigo presencial de la estética protohistórico-neolítica:
«Debe también tenerse en cuenta que cuando los vocablos ule, ile, bul y bil se formaron, el vasco usaría cabello luengo, y que un cabello que, rapado a la moderna, no presenta rizos de ninguna especie, puede, abandonado a su natural crecimiento, convertirse en más o menos ensortijado.»
Firma: A.-G.’tarr S.
Sabino Arana murió en 1905, en la flor de la vida. De haber vivido hasta los años 30 (no demasiado pedir), habría visto como yo vi de niño a las ‘hilanderas’ neofolclóricas luciendo trenzas postizas rubias a lo valquiria bávara de Munich, porque así les lució el pelo a las vascas antiguas, antes de la invasión castaña-oscura maqueta. Eran los tiempos del lauburu rectilíneo, también conocido como la cruz gamada, qué se le va a hacer. Lo que se llevaba.
No sé si la conferencia protohistórica de Sabino Arana despertó hilaridad entre el público. Consta que estuvo presente el socarrón Azcue, quien se permitió luego alguna puntualización léxica, notémoslo, bien acogida por el conferenciante, por entender que confirmaba su tesis.
Quienes sí se rieron de buena gana fueron los adversarios políticos. Por ejemplo, el semanario socialista ‘La Lucha de Clases’ publicó en cartas al Director:
«‘El Correo Vasco’, órgano de la chifladura antimaqueta, sostiene que todos los que se ven por ahí con narices chatas y caras redondas son de allende el Ebro… No sabía yo que los vascongados teníamos la exclusiva de las narices afiladas y las caras largas. Este es un nuevo descubrimiento del fenomenal Arana…¡Y menudo lío se va a armar de aquí en adelante, en el seno de los matrimonios vascos!...: --¡Chato! Este no es hijo mío, Joshepha…»
“Sacerdotes de porte gigantesco…”
El Evangelio pone como ejemplo de imposible físico añadir un codo a la propia estatura (Mateo 6: 27; Lucas 12: 25). Como buenos cristianos, Sabino y sus nacionalistas se conformaron con algo menos: medio codo, o así, como mucho.
Sabino Arana, morrosko de buena planta, estaba orgulloso de su físico hasta el narcisismo. No digo que ante el espejo se viera como el autotipo de la raza vasca, tampoco lo excluyo. Pero un vasco como es debido tenía que ser alto y bien formado.
La testa sobre todo. Interesado en la Antropometría, Sabino impartía credenciales de normocefalia, qué digo normo-, hasta de mesaticefalia. Testigos los discípulos, el citado Ángel o Aingeru Zabala y Damián Gangoiti, rebautizados por el Maestro como Gotzon y Damen, según su nuevo ‘Onomástico bizkaino’. Una ficha timbrada con la ikurriña les da el visto bueno. (Pero ojo al aviso final, «manden retrato». Para el archivo de los elegidos, los vascos-vascos de marca apocalíptica):
Índice cefálico
___
Gotzon = 77,94
Damen = 79,37
Mesaticéfalos ambos, según Broca.
Manden retrato
Acreditada la mesaticefalia, al buen vasco ya sólo le faltaba una estatura procera y corpulenta. El himno lo exige: ‘Bizkaitarrak gara’.
Somos Bizkaitarras
Ezkara españarrak,
ez arrotzaliak,
ez maketuen edo
motzen adizkiak…
Ta motzen erderea
aldendukogula,
gure Erriko edonun
arrotz-etsiko da.
(No somos españoles / ni amigos de extranjeros;/ no somos compañeros / de maketos ni cortos… / Y cuando de esos cortos / se expulse algarabía, / nuestra tierra vacía / de extraños quedará.)
Los ‘cortos’ (aquí de estatura), motzak: los españolitos.
Una preocupación de Sabino, reflejada ampliamente en los círculos nacionalistas, fue la estatura media de los adeptos, que en alta proporción dejaba que desear. Las fotografías patrióticas de entonces (danzaris, comensales, excursionistas, mitineros etc.) dicen lo obvio: que la gente era por término medio más bajita y enteca que hoy. ¿Y qué? Pues eso: que Sabino quería para su granja un ganado más a su medida. Por lo mismo, cuando había ocasión de orgullo antropopatriótico, no se desperdiciaba.
En agosto de 1903 se inaguró la Sociedad católico-nacionalista Euskal-Lagun Arte, de Ondárroa. Los actos empezaron con una misa solemne en la ermita de La Antigua. De la reseña publicada en el semanario Patria son estos párrafos, de inspiración sabiniana, aunque el propio fundador no pudo asistir, por su enfermedad [10]:
«El sermón estuvo a cargo del R. P. Jacinto, de la Orden Carmelitana, quien, con sentida frase euzkera… demostró las excelencias de nuestras perdidas libertades y la postración y olvido de su Jaun-Goikua en que se encuentra parte de nuestro pueblo por intrusión de ideas disolutas y anticristianas…
Al concluir se cantó la marcha de San Ignacio, cuyos profundos acordes y valientes frases musicales [La letra era de Sabino] infundían y despertaban ansias de independencia. La marcha de San Ignacio parece una sacudida a nuestra esclavitud indisculpable.
La ermita estuvo de bote en bote, ocupada por buenos vascos, fornidos hombrachones, bellos ejemplares de nuestra raza, y arrojados y rudos marineros… Hasta los sacerdotes que celebraban la Misa eran de porte gigantesco, de anchurosas espaldas y faz patriarcal: todos daban un mentís a los que creen en la total degeneración de nuestra raza.»
Reparemos: 1903. Culto al macho nacionalista vasco, superhombre, gigante de estatura, musculado y mesaticéfalo. En la ciaboga ‘españolista’ de Sabino Arana.
Con el enigma de ese giro y etapa ‘españolista’ de nuestro hombre del bronce y de la piedra daré por cumplido mi compromiso con Navarth y mi modesta, modestísima, contribución a esta serie, tan saladamente titulada por él: ‘El patriota insufrible’.
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[1] Juan José Solozábal, ‘El primer nacionalismo vasco. Industrialismo y conciencia nacional.’ Madrid, Tucar, 1975, págs. 346-347. Véase todo su apartado: ‘La Historia Vasca según Arana’, o. cit., págs. 346-353.
[2] «La falsedades contenidas en este mito creado por Sabino Arana pueden resumirse en los siguientes puntos: en ninguna fuente histórica relativa al Reinado de Pedro I el Cruel figura alusión alguna a esta batalla: el año 1355, en que sitúa la batalla, es el año en que las cronologías más detalladas no registran batalla alguna; por último, la guerra entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón no comenzó hasta el año siguiente (1356).» J. L. Ortigosa, La cuestión vasca. Visión Libros, pág. 454.
[3] O. cit., ibíd. Otra distracción de Sabino es patente en su obra teatral ‘Libe’, donde en el Acto III, Cuadro único, la torre banderiza de Villela (Munguía) se sitúa en anacrónico decorado campestre de maizales. Panizares o campos de mijo estaría mejor, ya que el primer maíz de toda la cornisa cantábrica fue americano.
[4] Lope García de Salazar, en Crónica de Vizcaya y en Las bienandanzas e fortunas, como proemio a la batalla y alzamiento del mítico Jaun Zuria (el Blanco), primer Señor de Vizcaya.
[5] O. cit., pág. 459.
[6] Cfr. Jon Juaristi, ‘Mitológicas I. Marismas y pedregales’; en Espaciosa y triste. Ensayos sobre España. Espasa, 2013, págs. 39 y sigs.
[7] ‘Habla el Maestro’; en Patria Vasca, pág. 17; cit. por Solozábal, o. cit., pág. 348.
[8] Solozábal, o. cit., pág. 349.
[9] En HNVD, 4: 572 y sigs.
[10] HNVD, 3: 86-88.
Querido Don Belosticalle, no he podido parar de reír al ver a nuestro Sherlock Holmes etimológico descubriendo vascos ancestrales de largas narices, pelos rizados ma non troppo y bragas hechas de ramitas. Un abrazo.
ResponderEliminarGrande, muy grande. D. Belosticalle.
ResponderEliminarPara grandes-grandísimos, querido amigo, sus recordatorios (In memoriam), casi cotidianos en la ‘Argos’.
EliminarTriste verdad, también de no olvidar: estos lodos sangrientos, con todo el odio que los movió y ahora los celebra y aprovecha, todos vienen de un mismo polvo patológico: Sabino Arana. Que la gente lo sepa.
Muchas Gracias Profesor Belosticalle me he reído muchísimo con los textos de "el probe Sabino". Me han recordado al coro de doctores del "Rey que rabió",
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=9bbLnrPwRrw
explicando una cosa, y la contraria, para luego concluir como le diese la gana.
Pena que sus conclusiones finales tengan ahora tanta hinchada, y que sin embargo nadie conozca el proceso mental y sentimental-revanchista del personaje, que caería inmediatamente en los más absolutos ridículo y desprestigio.
¡ Ojala este trabajo conjunto de usted y de Don Navarth tenga una amplia difusión, que con su lectura desaparecería el nazionalismo , al menos, el que fuese pensante y razonado.
Muy señores nuestros, leida su inagotable investigacion sobre el siempre protagonista de sus desvelos el Sr Sabina, no saco conclusion alguna de tal lectura, o quizas mi entendimiento no este a la altura de sus ilustrisimas.
ResponderEliminarDisfruto de tal lectura por su contenido historico pero aveces ofensivo pues parece disparar contra algo que le corroe, no se si es el nacionalismo en si o en su biblia basada en sabinianicas bilbainadas. No parece haber nada provechoso en nuestra historia "falsa o verdadera" ...
Coincidencia, en esta misma fecha se produce otro comentario de D. Koldo Fernández, en un sentido parecido a éste, si es que no es la misma persona. Y aunque tampoco tiene mayor importancia, a mi respuesta remito al Sr. Anónimo, en Tartuferías.
EliminarSe refiere el Anónimo al «siempre protagonista de sus (es decir, nuestros) desvelos». Muy agudo, sí señor. Si realizas un estudio sobre Sabino Arana, el protagonista no va a ser Felipe II, se supone. Y en cuanto a «desvelos», tratándose de Sabino es más exacto poner «bostezos».
En cuanto a «disparar contra algo que le (me) corroe, no sé si es el nacionalismo en sí» etc., repito lo dicho al Sr. Fernández: no es buena exégesis la que ignora los géneros literarios.
Por ejemplo, una crítica textual, una epístola moral o una sátira no son necesariamente fruto de corrosión interna. Te puede indignar que el fundador de un partido nacionalista la emprenda contra el ‘maqueto’ , echándole la culpa de todos los males. Te puede dar risa que el fundador de un bachoqui, sociedad nominalmente recreativa (o incluso política, da igual), monte una inquisición sobre los apellidos de los socios y sus vidas privadas. Te puede parecer farisaico y nada ético que se utilice la religión (o incluso el fanatismo) como instrumento de captación y acción política. Todo eso no significa que «algo te corroe».
Lea el Anónimo, si le parece, la edición inminente de ‘El Patriota insufrible’, y sin gran esfuerzo intelectual comprobará que es un librito para ser leído como se ha escrito: de buena fe y con humor. ¿Algo duro a veces? Hacerse cargo, que el personaje fue bastante bestia.