sábado, 9 de julio de 2011

La columna de San Baudel: ¿Estilitas en Soria?




(A Pussy-Cat, con mi agradecimiento)






La ermita de San Baudel de Berlanga, vista por fuera, no promete la maravilla que es por dentro. Y eso sin contar la que sería en su esplendor pictórico intacto [1].

       Una vez dentro, sorprende la gran columna central palmeada por ocho arcos de herradura. Sorprende y desconcierta; porque ese sustentáculo es desproporcionado y funcionalmente superfluo, para tan poca techumbre.  San Baudel es en esencia un cubo construido en torno a un cilindro, sin otra función que guardarlo.
Esta impresión se confirma al ver que el fuste de la columna sostiene un historiado edículo con aberturas entre las nervaduras de la palmera. Qué pudo esconderse o mostrarse allí, no consta. Unos hablan de relicario o joyero, otros de un ‘ostensorio’…  Lo no creíble es que un espacio tan elaborado, con su cupulita interna de estilo hispano-árabe califal, casi invisible desde abajo, se hizo para nada.

Visité por vez primera San Baudel hace la friolera de 45 años, cuando los raros transeuntes acudíamos al ayuntamiento de Caltójar, donde estaba la llave en poder del secretario. Este señor, amable y servicial –no sé por qué, en mi recuerdo le llamo siempre “don Ángel”–, nos rogó le enviásemos algunas fotos del interior, que a veces se las pedían.
Salió a colación el tema de la columna; y fue entonces cuando le di al buen señor mi impresión: a mi juicio, fue la morada de un estilita. ¿Había oído él alguna vez tal cosa? Rotundamente dijo que no. Yo tampoco lo había visto en Mélida, Lampérez, Gómez Moreno, ni en la Summa Artis de Pijoan.
De entonces acá he procurado ampliar mis nociones sobre estilitismo, visitando también las ruinas grandiosas de San Simeón (Qalat Samán), en el desierto de Siria. Y siempre me ha rondado San Baudel [2].

Oír campanas
Casualmente di con un libro donde, junto con una foto como las enviadas por nosotros al secretario de Caltójar, se reproducía la idea de que en San Baudel, sobre la columna, pudo habitar un… estagirita.  Como suena; y que Atienza me sea testigo:

“Se trata, sin lugar a dudas, de un lugar concreto en el que se encerraría el caballero-freire para pasar un tiempo indeterminado en soledad meditativa. Un espacio equivalente a la columna de san Simeón el Estagirita.” [3]

“Sin lugar a dudas, … se encerraría…”. Es admirable el discurso de los ocultistas en sus cosas; con qué soltura saltan de la certidumbre a la hipótesis, y viceversa, sin más pértiga que una coma. Confieso que me divertí mucho imaginando una secta aristotélica perdida en el yermo soriano; los adeptos recorriendo por su orden los espacios iniciáticos de la capilla, hasta encaramarse por último en el Árbol de la Vida, encerrándose en el edículo a investigar en clave esotérica, ¡qué sé yo!, el Perihermeneias… o mejor, las Escuchas admirables… (¿Apócrifo, las Escuchas? ¡Pues razón de más!).
Aparte el lapsus –estagirita por estilita–, Atienza ha tenido lectores. Y como en la leyenda del racimo de uvas, que un anacoreta cedió a su compañero, y de mano en mano dio la vuelta al yermo para tornar a su origen, así pasó conmigo. En otra visita a San Baudel (1990), el joven guarda del monumento, Agustín B., a media voz y sin mucha convicción, me revelaba mi propia doctrina expresada allí mismo años atrás.
Ahora, en la Red, la cosa ya parece de dominio público, aunque por lo que veo, se repite de forma mecánica y no documentada. Un ejemplo:

“Incluso se ha apuntado la posibilidad de que fuera el lugar de retiro de algún ermitaño, que viviría subido en lo alto de la columna, al estilo de Simón el estilita.”

Veamos de traer algo de luz. Aquí puede ayudarnos el libro ya citado alguna otra vez, Las máscaras del santo, con capítulo especial sobre ‘Los santos estilitas’. El autor por su parte sigue a la autoridad en la materia, el jesuita bolandista Delehaye. Imprescindible es también la  Antioquía del dominico Festugière [4].  

       Vivir con fuste
¿Pero hubo alguna vez santos estilitas? La gente se lo pregunta, como Jardiel si hubo Once Mil Vírgenes [5]. La respuesta es que, en efecto, las 11.000 compañeras de santa Úrsula son leyenda, mientras que san Simeón Estilita el Viejo (h. 390-459) hizo escuela durante siglos.

La palabra estilita (literalmente ‘columnista’; de στλος, columna o pilar) aparece en la literatura cristiana desde el s. V, para designar a los ascetas que practicaban subidos sobre un fuste a cierta altura sobre el suelo. Podía ser un simple poyo, o una columna de verdad. Y desde Simeón hubo costumbre de cambiar de percha el asceta por otras más altas, como en señal de progreso. La mudanza podía resultar complicada, si para no pisar tierra el estilita había que montarle un andamio a modo de puente.
El plinto o capitel donde se instalaba el monje se rodeaba de un pretil en torno a una garita o cobertizo. Aquello era su morada fija. Simeón, que debutó como estilita en 412 sobre un pilar modesto, pasó sus últimos 17 años sobre una gran columna de 40 codos (18 m y pico), de la que sólo queda el muñón de la base.  
Para una vida así, el estilita dependía de otros. Para atenderle en lo material y espiritual, para hablarle en privado, tocarle o hacerse tocar etc., se accedía hasta él por una escalera de mano, aunque la iconografía conoce también columnas huecas con puerta y husillo.
La columna –en el caso de Simeón y otros– ocupaba el centro de una pista delimitada por una mandra o murete para separar al asceta del mundo exterior, de la gente, de su público [6]. Como en el circo. Un circo religioso.
A todo esto, el profano en el tema se estará preguntando qué género de chiflados fueron aquellos. Tiene razón, y más de la que él piensa, aunque el fenómeno no es tan simple de explicar. La literatura técnica mística hablaba en efecto de manía, locura por Dios, o por Cristo. A san Simeón acudía muchísima gente, por devoción, por curiosidad, y también por diversión y burla. De hecho, la pronunciación bizantina admite en griego juego de palabras entre ‘estilita’ y ‘empicotado’, expuesto a pública vergüenza.
Como locura o extravagancia colectiva, el ascetismo en Siria alcanzó cotas singulares. Los autores hablan de filosofía, pero nada de especulación; era sobre todo ascesis o entrenamiento, deporte, atletismo, competición y campeonato. Era su método de negarse a sí mismos y acercarse a Dios. Simón fue ‘pentatleta’ que destacó en varias especialidades, empezando su carrera en subterráneos, hasta coronarla en las alturas. De espeleólogo, a alpinista, diríamos hoy. El sufrimiento de aquellos hombres (y algunas mujeres) era sufrimiento atlético, más que penitencial. Su meta era trascender la realidad material ingrata y superar las limitaciones físicas. Algo que ver con el yoguismo, y también con sus ribetes de exhibicionismo.
El primer biógrafo y más fiable de Simeón fue su joven paisano Teodoreto, obispo de Cirra, que escribe hacia 440/444, esto es, en vida del héroe, que por cierto le sobrevivió. En la misma obra, titulada Historia religiosa, Teodoreto presenta una galería de santones del país. Son muestras de gente, casi toda ella rústica, que ‘huye del mundo’ en una época harto dura y deprimida.
Uno de los héroes es un tal Teleleo, que con dos ruedas de carro se hizo una jaula en forma de tambor, la colgó de una horca pública, y metido en ella estuvo diez años quieto en posición fetal. “Es obvio que no puede hablarse de personalidad ‘normal’, y nos gustaría saber cómo andaba de salud mental aquel atleta de Cristo, o qué se proponía demostrar.” [7]

Volver a San Baudel
¿Y en España?

“Que yo sepa, ninguna autoridad parece haber mencionado estilitismo peninsular. Y sin embargo creo que Castilla posee intacto el monumento más completo del mundo, en relación con este tipo de ascesis: la ermita de San Baudel en Casillas de Berlanga (Soria).” [8]

Delehaye conocía bien el culto que tuvo en España dicho santo. Lo que no conoció directamente fue nuestro San Baudel de Berlanga. Y dado que el mártir francés no fue ningún estilita, tampoco hubo razón para mencionarle en el libro.
Consta, por otra parte, que los mozárabes bajo el Islam reciben influjo de corrientes espirituales y ascéticas orientales. El orientalismo de San Baudel es patente (no digo ‘palmario’ por evitar el chiste malo). ¿Hay algo más? Pues sí, y qué gran paradoja: quien jamás vio el sitio va a ser nuestro guía.
Abrimos por una página donde “Delehaye, sin saberlo, parece estar describiendo nuestro monumento soriano”.

Paralelismos arqueológicos
Se trata de otro estilita más moderno que Simeón, san Lázaro Galesiota (968-1054), llamado así por haber vivido 41 años –la segunda mitad de su larga vida– en el monte Galesio (el Alaman Dagh), al norte de Éfeso. De aquello no queda nada, salvo una biografía con datos que nos importan.
Por ejemplo, que “al edificarse las iglesias, las columnas quedaban englobadas en la construcción.”
Para expresar la instalación de un estilita se decía: “Entró en la columna”.
Luego cada estilita acomodaba el habitáculo a sus preferencias o necesidades. En el caso de Lázaro, la columna, presidiendo el coro de los monjes, tenía una capillita aneja donde le decían la misa. (Compárese con el alzado de San Baudel.)
Para hacernos más idea, desde el coro y con una caña larga, de las de encender y apagar luces, se alcanzaba al estilita en su nicho. Lo sabemos por la anécdota de un monje joven que se dormía en el coro. El padre abad le reprende, y a la vez le indica una caña, con encargo de darle con ella si le ve dormirse. El novicio lo toma en serio, y a punto estuvo de dar cañazo al abad, sorprendido en la humana flaqueza, si no le detiene un compañero.
Precisando más la integración columna-coro-templo, Delehaye dice:

“No es mera hipótesis. Moribundo el padre, llaman al monje Jonás para que le visite. Sube por la escalera de mano, y se asoma a la celdilla estrecha dentro de la columna. Halla a Lázaro inmóvil, y creyéndole muerto abre la ventanilla y avisa a los hermanos.” 

En fin, un último detalle, muy en el espíritu deportivo o competitivo de aquellos hombres. Practicando en la especialidad, Lázaro oye hablar de una mujer estilitisa metida en una garita sobre su columna, con las piernas colgando por unos orificios. Deseoso de imitarla, introduce en su columna las modificaciones pertinentes.

¿Nos chocarían estos datos si los hallasemos en algún manuscrito relativo a San Baudelio? Pues tengamos en cuenta que al referirnos al Galesiota y a nuestro hipotético estilita soriano hablamos de  contemporáneos. La única diferencia es que del monte Galesio sólo queda lo escrito, sin monumento, y en San Baudelio tenemos  el monumento intacto, sin escritura. Ambos se completan maravillosamente.
Y aquí sí que podemos añadir, “sin lugar a dudas”, que de haber tenido Delehaye noticia de la columna soriana, toda nuestra especulación sería una verdad comprobada. Por desgracia, cuando el jesuita ultimaba su obra, para San Baudelio empezaba el calvario que condujo a su expolio (1922).   
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[1] Baudel(io),  Baudul(io)...: variantes del nombre de un oscuro mártir de Nimes, recordado en los calendarios mozárabes. Confundido a veces con san Baudilio de Zamora, también mártir, del que al menos se indica fecha (288). Otro Baudilio es san Baudolino, confesor y patrón de Alejandría, Italia (s. VIII).
[2] Teógenes Ortego Frías, La ermita mozárabe de San Baudelio en Casillas de Berlanga – Caltójar. Almazán, 1987. Agustín Escolano Benito, San Baudelio de Berlanga. Guía y complementarios.  Necodisne, Soria, 2005. De Ortego Frías es el alzado que nos sirve de referencia.
[3] Juan G. Atienza, La ruta secreta de los Templarios.  Martínez Roca, Madrid, 1979.
[4] Hypolite Delehaye, Les saints stylites. Bruselas, 1923; reimpr. 1962.  A.-J. Festugière,  Antioche païenne et chrétienne. París, 1959, págs. 388-401. J. Moya, Las máscaras del Santo. Madrid, Espasa, 2000, págs. 298-320.
 [5] Enrique Jardiel Poncela, Pero… ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? Novela del donjuanismo. Madrid, 1931.
[6]. En griego mandra es redil (de ovejas), nombre cariñoso que daban los monjes a su convento; de ahí archimandrita, el superior de la mandra.
[7] Las máscaras, o. cit., pág. 302.
[8] Ibíd, pág. 315.

Fuera de eso, ¿recordamos cómo el primer maestro, san Simeón, se ejercitó primero bajo tierra, antes de ascender a su plinto? Pues como para recuerdo de aquello, en el ángulo S de San Baudel, a pocos pasos de la columna, se abre una cueva muy adecuada para el retiro.

6 comentarios:

  1. Gracias querido Belosti, por su dedicatoria. No me tiene que agradecer nada, el enlazar sus artículos es algo que hago encantada para propagar estos tesoritos que usted elabora. Más bien soy yo la agradecida, desde luego. El post de hoy me trae a la memoria un delicioso viaje que hicimos hace cuatro años con una pareja de amigos muy queridos y añorados, pues ella falleció poco después. Vijando de Castillo Pedroso en Cantabria hacia Sigüenza, una de las paradas que hicimos (aparte de la de Aranda por su cordero) fue precisamente en este monumento, fascinante tanto por él mismo como por su ubicación, en medio de la nada. Hoy me lo ha evocado usted y ampliado de sentido. Gracias.

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  2. Mi nombre es un testimonio de amor por uno de esos frescos, el inocente y prodigioso elefante pintado en los sueños esteparios del maestro de Berlanga, o uno de ellos. No he visitado San Baudelio, pero ya no podré dejar de pensar en su eremita. Gracias.

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  3. Habrá que hacer una escapada para ver la iglesia. Es muy interesante lo que cuenta de ella, con o sin estilita. Gracias por acercarnos a estas joyas de nuestra arquitectura.

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  4. Interesantísima entrada.

    Lo de convertir a Simeón en estagirita es notable, pero si busca en google verá que muchos lo han convertido en “estilista”, que es aún más chocante. Saludos.

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  5. Precioso comentario, ya que tengo una "pequeña pedrada" con la etimología hebrea, como alguna vez ya ha sufrido, no puedo dejar de citar en ese Baudel a Ba(padre) Hudel הָאדל(Mirto, Arrayan)un simbolo clave en la religiosidad judaica. Y como la preciosa columna central lo evoca, también recordar la palabra Tamar תמר donde se funden los significados de Palmera y Pilar a la vez.

    Sucot .- Las cuatro especies:

    El “Etrog” -cidro- tiene forma parecida a un corazón. Al cumplir con él el precepto de tomarlo en la fiesta de Sucot, actúa como medio expiatorio de los pecados cometidos a través de pensamientos salidos de nuestro corazón.

    El “Adás” -mirto- tiene las hojas similares a ojos. Al cumplir con él el precepto de tomarlo en la fiesta de Sucot, actúa como medio expiatorio de los pecados cometidos a través de nuestros ojos. Como está escrito: no os desviéis detrás de vuestros corazones y detrás de vuestros ojos (Números 15: 39)

    El “Arabá” -sauce- se parece a los labios. Al cumplir con él el precepto de tomarlo en la fiesta de Sucot, actúa como medio expiatorio de los pecados cometidos a través de nuestros labios, que pronunciaron palabras inadecuadas.

    El “Lulab” -palma de palmera- tiene un solo corazón. Así también Israel, tiene un único corazón, dirigido solo hacia el Padre Celestial –Di-s-. (Taamei Haminaguim 791)

    La verdad, antes de leer esto no había caido en el simbolismo de la palmera como un organismo sin ramificaciones, un solo tronco común, un solo corazón que se eleva buscando el cielo.

    Hemos perdido por el camino, toda la carga simbólica que puede ser preciosa y que explicaría esa palmera central excesiva arquitectonicamente y tan adecuada en lo espiritual, ¿quizás por no ser exclusiva de una sola interpretación religiosa?

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  6. Gracias a todos por seguir investigando en el gran misterio de San Baudelio. Me parece interesantísimo lo que comenta el creador de este blog, afianzando mis hipótesis, fui guía de San Baudelio, y esta información es muy valiosa para un futuro proyecto que pienso desarrollar. GRacias. Para cualquier duda o consulta, estoy aquí. SORIA=SIRIA

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