martes, 20 de abril de 2010

Babel-barbarie (1)




Acaba de aparecer un libro en vascuence titulado Babeli gorazarre (‘Un viva a Babel’), y el mismo libro en castellano, pero esta vez como Babel o barbarie. Se nos habla del ‘original’ en vascuence y de su ‘traducción’ al castellano. Así sea, si el autor del libro es de esa mini-minoría euscalduna, capaz de pensar directamente e hilar discursos de cierta complejidad en ambos idiomas. Patxi Baztarrika, ex vice consejero de Política Lingüística y autor de la obra, sigue así con su monotema de convertirnos a todos a las bondades del bilingüismo, el ungüento amarillo para la convivencia entre vascos.

No comento una obra no leída, y cuya moraleja ya me la sé. Es la doble etiqueta para un mismo producto –algo que debe de tener su misterio–, junto con la mención de Babel, el pretexto para mi comentario. Y voy a empezar esta vez por el principio.

Babel: Torre vistosa y Ciudad ignorada

El mito etiológico de la Torre Babel es una pieza clave del folclore. A nosotros ha llegado a través de la Biblia, en una historieta harto lacónica (Génesis, 11). Historieta, por cierto, metida como con calzador. Se está ofreciendo un panorama general de las gentes y pueblos del mundo restaurado tras el Diluvio. Y justo cuando se anuncia la raza humana más importante de todas –desde el punto de vista bíblico, se entiende–, los semitas, viene un cuentacuentos a interrumpir con su fábula.

Es como si, para aliviar la aridez de una lista de nombres, alguien hubiese interpolado esta noticia curiosa sobre el origen de las lenguas, que por otra parte, como acaba de decírsenos en el mismo libro (Génesis, 10), ya existían. ¿En qué quedamos? En todo caso, mal traído aquí, porque el episodio de Babel presupone un desarrollo cultural y técnico nada primitivo. Lo dicho, es un relato traído como de los pelos, aunque muy efectista, y muy bien aprovechado para lanzar una pulla contra el nombre de la ciudad maldita, Babilonia.

Pero ya se sabe, tratándose de cuentacuentos y patrañas no hay que ser demasiado exigente con la lógica. Es este un principio que en su momento tendremos ocasión de recordar y aplicar.

Veamos ya lo que cuenta el Génesis (11: 1 y sigs.):

«Todo el mundo era unilingüe y monoléxico.» Así comienza el mito. La misma gramática, el mismo diccionario para todos, mientras la humanidad posdiluviana en marcha nomadeaba desde Oriente, siempre hacia Poniente. Hasta que llegaron a la gran vega de Senaar, la antigua Sumer. Allí se asentaron, y allí desarrollaron una civilización avanzada, a base de ladrillos cocidos al sol y unidos con argamasa bituminosa.

Dispuestos a explotar aquel potencial arquitectónico, se dijeron:

–Ea, vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cumbre en el cielo, y nos haremos famosos, evitando dispersarnos por el ancho mundo.


Este parece ser el sentido literal de la frase hebrea. Aunque también puede entenderse así: «y dejaremos fama de nosotros, antes de dispersarnos» etc. Me convence más lo primero: el monolingüismo, clave de cohesión. La lengua primigenia común era para los hombres como el betún que unía los ladrillos.

Con que, «una ciudad y una torre hasta el cielo». Los primeros en enterarse del proyecto debieron de ser los vientos o espíritus del aire, cuando la torre empezó a subir invadiendo sus dominios. El alboroto trascendió a lo más alto, hasta el mismísimo Dios Yahveh.

«Bajó Yahveh a ver la ciudad y la torre que edificaban los humanos; y dijo Yahveh:

–¡Vaya! Un solo pueblo, con una sola lengua común, y este es su estreno. Ya no habrá proyecto alguno que les resulte imposible. Ea, pues, bajemos y confundamos su lengua sobre el terreno, que no se entiendan entre sí.

Y Yahweh les dispersó desde allí por todo el mundo, quedando suspendida
la construcción de la ciudad, que por lo mismo se llamó Babel, porque allí confundió (balal) Yahveh la lengua común universal, y desde allí les dispersó Yahveh.»

Babel (Bab-Ilu) en acadio significa ‘Puerta de Dios’ y filológicamente nada tiene que ver con ninguna confusión o revoltillo. Se trata de una etimología popular y de oído. Más importa al relato saber qué pasó realmente en Babel, cuando el Dios supremo con la hueste de demiurgos del espacio intervienen para frenar el desarrollo humano.

Vuelve aquí la mentalidad ‘yahvista’, atribuyendo a Dios una psicología ya conocida, celosa y envidiosa del talento innato que tanto distingue a nuestra especie. Como cuando aquellos mismos entes superiores decidieron bajarle los humos a un Adán prometeico, que había probado del Árbol de la Ciencia, y como primera precaución («no vaya a ser que coma también del Árbol de la Vida») le echaron del Paraíso (Génesis, 3: 22-23). Aquí lo mismo, la misma prevención contra lo listos que somos los bípedos implumes por naturaleza.

¿Y en qué consistió este nuevo (y todo hay que decirlo, mezquino) desquite del cielo?

La gran mayoría de los lectores u oyentes entiende que los humanos no pudieron sacar adelante su proyecto de ciudad y torre, por pura dificultad de comprensión entre los constructores. Como nos lo explicaban los viejos intérpretes: uno decía ‘plomada’ y otro entendía nivel; éste pedía, ‘prepara argamasa’, y el interpelado  ‘le montaba un andamio’…

Sin embargo, una traducción más literal del hebreo dice que Dios bajó a ver la ciudad que los hombres edificaron (o que habían edificado): una obra, según eso, acabada, lo mismo que la torre. De hecho, algunos intérpretes entendieron que la gran Torre se les derrumbó, con el natural sobresalto, tartamudeo y confusión traumática de lenguas, seguida de disputas, peleas y separación física de una gente frustrada, y a partir de entonces irreconciliable.

La contradicción en el relato bíblico es ahora patente. Una humanidad homogénea (según el mito) se divide en naciones en virtud de la lengua que les tocó en el enredo babilonio, independientemente de los linajes y familias etnolingüísticas que señala el mapamundi del relato principal, y que ya tenían cada una su idioma. La lógica de este mapa queda emborronada por el vigor de una patraña bien contada.

Demasiado bien contada, tal vez, ya que la dichosa Torre, monumental pero accesoria, casi no deja ver lo principal: la Ciudad-estado sumeria, la construcción nacional; la razón de ser de la propia Torre y de su fracaso. Cada ziqqurat o templo nacional era, en el corazón de la ciudad-estado, como la base de una torre inacabada o caída, que en ningún caso debía invadir el espacio aéreo y «llegar hasta el cielo».

Este injerto moralizante sobre la maldición de las lenguas no sólo es ‘injerto’ por lo incidental, sino porque en cierto modo es extraño a la ortodoxia mosaica. De hecho, hubo que inventarle un correctivo: el idioma hebreo quedaba a salvo. La lengua sagrada, lejos de ser una más entre las Setenta (o setenta y dos) malditas, fue la que tocó en suerte al pueblo elegido. Era la misma lengua de Adán en el Paraíso Terrestre (Génesis, 2: 19-20), y con toda probabilidad también la del Paraíso Celeste, donde Dios se expresa en hebreo, mientras los serafines le aclaman sin cesar en el mismo idioma: 
«¡Aleluya!».

Es notable que las representaciones icónicas de la Torre bíblica, desconocidas en la antigüedad y rarísimas hasta el siglo XI, se disparan desde entonces en un auténtico «diluvio de torres» (Umberto Eco, citando a Helmut Minkowski, 1983), junto con otro diluvio de especulación sobre el tema lingüístico. La razón es bastante plausible. La Europa culta, la Europa latina, se percata de una nueva invasión de ‘bárbaros’ analfabetos hablando nuevos dialectos. Era la eclosión de las lenguas modernas, que con más o menos fortuna se harán también ellas literatas (no todas), y algunas serán lenguas nacionales.

El Renacimiento adobará todo ello con sus cábalas y alegorías a la moda. Para España tendremos el mito de Túbal con su lengua de importación, el vascuence, que desde el Pirineo se hará primigenia para toda Iberia. No vamos a embestir contra el molino caído de la vieja tesis vasco-iberista tubalina , aunque tampoco conviene olvidar que esa tesis existió, tuvo predicamento, y todavía de algún modo colea.

Por lo demás, para el narrador bíblico y dejándose de injertos populares, la nación o pueblo se sustenta en dos pilares, el linaje y el idioma, a los que se añade un tercero menos constante, el territorio. La idea de ‘familia lingüística’ es tan bíblica como la de ‘familia étnica’ (entendida como parentela o familia de sangre). Ideas ambas consustanciadas en leyendas tribales y en observaciones, correctas unas, pero otras absurdas, como el error pertinaz e interesado de considerar camitas, no semitas, a los cananeos (Génesis, 9).

Con este preámbulo, ya podemos pasar a su aplicación, centrada no en un libro (que no he leído), sino en su doble título o etiqueta. Tocaré primero la incongruencia de alabar a Babel de puertas afuera, mientras en casa, con el euskera, se hace justo lo contrario, machacar sus dialectos. Y de segundo plato trincharemos el extraño dilema, Babel o barbarie.

13 comentarios:

  1. Bab-el. O tal vez, El-Bab, "La Puerta".
    Fue también el nombre que se le dio al profeta de los Baha'is, una disidentes (en su origen) del islam que fueron sangrientamente perseguidos por Jomeini y por los que nadie hicieron nada.

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  2. ("nadie hizo nada", recoñes. Y "unos disidentes", que hay siglos en los que uno debería estar callado)

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  3. Pues eficaz sí que fue Dios con el castigo lingüístico. Hace bien poco ocurrió lo mismo con una sonda para explorar Marte: “El Mars Climate Orbiter había sido diseñado para estudiar el clima y la atmósfera de Marte y para ello fue enviado al planeta rojo. Sin embargo una vez allí se perdió totalmente el contacto, hasta hoy. La sonda se desintegró. Costó millones de dólares, pero la inversión en el proyecto no sirvió para nada y fue directamente a la basura. ¿La razón? Que mientras unos científicos estaban trabajando con unidades imperiales anglosajón, otros basaron sus cálculos en el sistema métrico decimal.”. Esta es una vieja noticia, que sin la carga simbólica de Babel, también resulta una perfecta metáfora del bilingüismo.

    *“el vigor de una patraña bien contada.” Extraordinaria frase, me la quedo. La épica nacionalista está llena de elementos bíblicos.

    Para leerlo unas cuantas veces, hay mucho que exprimir. Gracias Belosticalle.

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  4. El bilingüismo como elemento indispensable para la convivencia entre vasco garantizaría la superioridad jerárquica de los nacionalistas por unas cuantas generaciones. En realidad se trata de eso. Ellos seguirían cómodamente ocupando la cúspide de la pirámide social y los chalets con piscina. Para cuando la sociedad fuese igualitaria y todos supiesen eusquera habría que buscar otro elemento indispensable que garantizara “la convivencia entre los vascos”. O sea, lo que esta peña entiende por que todos les obedezcan sus caprichitos, seguramente los apellidos vendrían a ocupar el lugar de la lengua, o cualquier otra excusa susceptible de marginar y dinamitar la igualdad ciudadana.

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  5. Me gustaría añadir demasiados comentarios, pero creo que emborronaría el tema. Así que permítanme uno sobre los cananeos camitas.

    El hebreo es una lengua semítica noroccidental y se parece mucho a las lenguas de los fenicios o los moabitas, como se ve en la Piedra de Mesa. Sin embargo, los hebreos insistieron en la Biblia en manifestarse como distintos y distantes de los cananeos. Pero no tenemos razones para creer que los hebreos llegaron de fuera para invadir Canaán, salvo el folklore de la propia Biblia. Así que podemos hacer una hipótesis como ésta:

    Canaán, que corresponde al actual Israel, estaba poblado por gentes de etnia y lenguaje semita occidental y antepasados de los actuales hebreos. En la edad del bronce estaban sometidos al imperio faraónico, como se ve en las cartas de Amarna, el territorio estaba dividido en ciudades con reyes, similares a las fenicias y las zonas montañosas pobladas por agricultores pastores que explotaban la zona más pobre y emigraban con sus rebaños.

    Hay una época de inestabilidad en la que los reyes de las ciudades controlan con dificultad los alrededores agrícolas, seguramente productores de vino y aceite para la exportación y se enfrentan con los rebeldes montañeses a los que los egipcios llaman hapiru y caracterizan como siervos huidos.

    Así que siendo breves, los hapiru combaten con los reyes de las ciudades y se liberan de Egipto. Quizá por eso no hubo un exilio desde Egipto, salvo de los que estaban allí como esclavos del faraón o de los templos, sino una independencia, tomando los hebreos tribales, con su dios o dioses tribales, las ciudades que tenías su reyes y dioses propios.

    Podéis ver o descargar algunos libros en la dirección que daré en el siguiente comentario. Luego la borraré para que no sea tan pública.

    Se pueden ver "online" o descargar.

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  6. Dejo comentario de seguimiento para ver vuestras respuestas.

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  7. Sursum corda!, bienvenido su comentario y aportación bibliográfica.
    Tomo buena nota, pues aunque lo de los cananeos es aquí marginal, tiene su importancia para una valoración ética de la conquista hebrea de la ‘Tierra prometida’ y el genocidio o limpieza étnica, aunque fuese falsificando esa etnia mediante el mito de la maldición de Noé sobre Cam-Canaán (Génesis 9: 20-27).
    Por lo visto, al patriarca no se la había pasado la cogorza y trabucó nombres. Y de ser así, me pierdo: ¿qué valor tiene la maldición de un beodo?.

    Centrándome en mi tema, no debería ser necesario aclarar que, no siendo yo escriturista calificado, mi exégesis es puramente literaria. Una especie de ‘midrash’ laico, usted me entiende, que voy a usar en una argumentación ad hominem.

    No quisiera envarar estos artículos, que escribo por puro placer (y con ilusión de que puedan darlo a otros), ajustándome a un rigor académico que, por otra parte, no poseo.

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  8. Querido Benja, lo de la sonda marciana (que desconocía) es una ilustración de lo más pertinente y da juego, pues pone en evidencia la seudo-identidad grupal afirmada a través incluso de ese lenguaje ten abstracto y neutro (en apariencia) que conforman los sistemas métricos y sus unidades.
    Qué duda cabe, que me siento más anglosajón midiendo en galones, millar y libras, o más castellano viejo hablando de duros y perragordas (el maravedí lo dejo, por obsoleto).
    Y es que el gregarismo identitario se agarra a lo que sea.
    Luego pasa lo que pasa (como con la sonda); pero eso es otra historia.

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  9. Belosticalle:

    Los libros son interesantes, especialmente "La Biblia desenterrada".

    Nunca es necesario decir todo de todo en una sola vez así que hay que seleccionar. Sólo pretendía mostrar el aspecto ideológico de la historia escrita. Los hebreos posteriores manifiestan su odio a los cananeos reclamándose hijos dignos frente a hijos reprobados, a una raza predestinada a servir.

    Lo significativo es que no hay apenas un gramo de historia en ello sino pura reinterpretación. Los cananeos eran tan afines en raza como en lengua a los hebreos, pero estaban sujetos a Egipto.

    Los nacionalistas vascos hacen un mejunje paralelo: los vascos inmemoriales han sido tan españoles como los de Avila, tan sometidos a los señores como los de Avila, pero se comenzó elaborando una teoría de la nobleza originaria que luego derivó en racismo y luego en independentismo romántico o marxista. Nunca se baña uno dos veces en la misma ideología sino que las palabras y las actitudes cambian sin cesar.

    Es muy interesante cómo se construye la leyenda de Jaun Zuria, cómo se afirma que el primer señor lo fue por pacto, luego cómo la lengua y la religión originarias prueban nobleza, luego cómo todo eso fundamenta leyes propias, luego independencia en Larramendi y de ahí en adelante, Arana y luego los marxistas.

    Ya seguiremos.

    Saludos.

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  10. Don Gato, por esta vez discrepo.

    El Ilu de Babel no tiene nada que ver con el artículo árabe. Es el nombre propio de una divinidad semítica concreta (El, Il), que en el panteón de Ugarit, por ejemplo, ocupa el segundo lugar (después de Dios-Padre).

    Para los filólogos, la etimología de Babel no ofrece prácticamente duda: Puerta de Il. Es la misma divinidad que algunos pueblos adoptaron como propia, el El/Eloah/Elohim de los hebreos. Identificado por los teólogos bíblicos con Yahu/Yahveh, otra divinidad panteónica reconvertida al monoteísmo.

    Quedar como Dios único tenía indudablmente su ventaja para el ente beneficiario, aunque también alguna pega: perder su paredra o pareja femenina. Algo de ese problema se refleja en el Génesis, cuando habla de la creación del hombre: «a su imagen los creó, macho y hembra». El nuevo Dios desparejado era ahora ‘él-ella’ en sí mismo.

    ¿Y el hombre? Bueno, amigo mío, a partir de aquí ya conoce usted los mitos del andrógino primigenio.

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  11. Mi ciencia predilecta es la papiniana " Ignorántica", amigo BELOSTI. Esta bitácora suya contribuye a disipármela, pero puedo dar trabajo como para que todo un Hércules pueda ser tildado de gandul.

    Por cierto, que el párrafo que ha mencionado del Génesis es anterior al de la aparición de EVA (lo que alimentó la leyenda de LILITH) y creo que lo de la famosa "costilla" es un error de traducción, cuando lo que debería decir es "costado". O sea, que el Adán primigenio andaba como el vizconde demediado de Italo Calvino, lo cual le debería de haber sumido en un estado profundamente confuso (Se suele decir: "Está más despistado que Adán en el Día de la Madre") hasta que Yahvé le proporcionó el "costado" que le faltaba.

    Es una "lectura" no precisamente lacaniana la que hago de esas hermosas estrofas, como la de que Yahvé culminó con HAWWA su "proceso" creativo. Terminó ahí, fue su último acto, su 9ª Sinfonía, el rien ne va plus.

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  12. (Pero, volviendo a los Baha'is, les leí en un libro que el nombre de El-Bab, su profeta, significaba, precisamente, "La Puerta". Por eso lo mencioné, debido a esa coincidencia que seguro que no va más allá)

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