martes, 23 de marzo de 2010

Bailando con ellos




«¿A qué comparo yo a esta gente? Son como críos sentados en la plaza, replicándose unos a otros la canción: ‘Tocamos la flauta, y no bailáis; cantamos endechas, y no lloráis’.» (Mateo 11: 16-17 = Lucas 7: 31-33)


Una de las características del discurso nacionalista vasco es la mixtura inseparable de victimismo y agresividad. Los psicólogos hablan de mecanismo compensatorio. En el trágico juego vital de ‘ser y aparentar’, el débil mimetiza al matón, mientras éste se disfraza de presa. Y todos tenemos algo de lo uno y lo otro.

En política es lo mismo, sólo que exagerando. La vida como farándula pide puesta en escena, donde el político-actor se entrega a la máscara (persona), que le convierte en ‘personaje’. Es ahí, en el escenario, en el mitin, en la entrevista, donde el actor-político, ya poseído de su papel, sobreactúa hasta el histrionismo, gesticulando y declamando lo que le dicta su impostado ‘carácter’.

El teatrillo vasco, desde hace un año, ofrece al público una representación la mar de chusca. Empezó como una obrilla menor, una improvisación sobre la marcha, y nunca mejor dicho: sobre la ‘marcha’ del inquilino de Ajuria-Enea. Desde entonces, el PNV no ha hecho más que denostar al PSE por felonía, al PP por intrusismo, y a entrambos a dos por españolistas teledirigidos desde Madrid. Siempre con el dejo victimista, pero en lenguaje grueso.

Esa misma agresividad victimista la han coreado, y en parte amplificado, los demás partidos abertzales, a quién desbarra más. Para dar una idea: La consejera de Educación, Isabel Celaá, anuncia una reforma educativa de mínimos, con no sé qué recorte del tiempo dedicado al euskera. Adivine el marciano la reacción nacionalista:
–Una reforma desacertada.                     Frío, frío, frío.
Retroceso en educación.                         Frío, frío.
El euskera perjudicado.                         Ni frío ni caliente.
Se perderá todo lo conseguido.             Caliente.
Se quieren cargar el euskera.                Caliente, caliente.
Van a la destrucción de Euskal Herria.      ¡Bingo!
Ni más, ni menos. Un par de clases perdidas para el euskera –o salvadas de la euskaldunización inútil, según se mire–, y ya lo ven: «la destrucción de lo vasco». Nuestros maniqueos son así. Al caerse de la silla lo llaman ‘golpe institucional’; cualquier alianza donde ellos no estén es ‘frentismo’ y ‘agresión política’; la fuerza de la ley española es ‘la ley de la fuerza’; la bandera nacional, una ‘imposición’ ofensiva; y así sucesivamente, en peculiar vocabulario.

El PNV con mucho gusto habría vuelto a «taparse la nariz» –en expresión amable de Arzalluz– alquilando de nuevo a los socialistas de lacayos naturales para las labores humildes, o para las que piden esfuerzo sin lucimiento rentable. En vez de eso, el desalojo del poder ha exacerbado la agresividad victimista de su lenguaje.

¿Cómo responden a eso los socialistas? Diríase que la agresividad victimista les acobarda, y no quieren dar pretexto al contrario para que la suelte. Llamar a esto ‘moderación’ suena bonito. ¡Por fin, un lenguaje político civilizado! Lenguaje, pase; pero político, muy poco. Sin dialéctica, sin vigor y contundencia, ese floreo no vale, y menos con adversarios poco finos.

Si el anterior gobierno ha hecho alguna cosa bien, nada más sensato que reconocerlo y obrar en consecuencia. Pero reconocerlo en privado, nunca en voz alta, y menos dedicando una reverencia a los ex. Con eso, lo único que la buena gente va a entender es que, si tan bien lo hicieron, por qué les echaron. Esperar algún tipo de gratitud, correspondencia o cortesía, es no conocer el percal.

Todo el mundo considera a Idoia Mendia como «uno de los miembros del Ejecutivo mejor valorados por la ciudadanía». Buena persona, qué duda cabe, oigan esto:
–Cuando habla de falta de transparencia, ¿quiere decir que el PNV les ocultó información?
No voy a acusar al Gobierno anterior porque no se trata de mirar hacia atrás, pero sí puedo decir lo que hacemos nosotros, y la información que se da ahora es mucho mayor que antes…
Más adelante sale el tema del ‘blindaje’ foral, y ella dice:
En el caso del blindaje, nosotros transmitimos cuál es nuestra posición, que coincide con la del PNV.
Es usted un ángel, consejera. Un querube perdido en el Infierno de Dante. Ahí tiene en bandeja el último caso de imputada corrupción a lo grande en el PNV de Álava. ¿Qué reproche le merece a la portavoz del Gobierno Vasco? Pues algo así como que «en todas partes cuecen habas», y «eso ocurre hasta en las mejores familias». ¿Exagero? Pues citaré al pie de la letra:
El PNV también tiene ovejas negras… Lo que pone de manifiesto este caso, si es cierto, es que el PNV… es un partido como los demás, también para lo malo. Parecía que quería tener esa imagen de limpieza absoluta, de gestión perfecta, de que en su seno no había casos de corrupción. Y en todas partes hay ovejas negras… La permanencia en el Gobierno durante tantos años puede tener su influencia, pero no me atrevo a decir que es una cuestión que está sistematizada en el PNV.
Esta mujer es una santa. Si no va al cielo, el limbo por lo menos no se lo quita nadie. Pero vamos a ver, los escándalos del PNV ¿no son ya tan viejos como la democracia? La Sra. Mendia debía de ser muy joven cuando aquello del ‘enchufismo’, o el escándalo de las tragaperras. Un escándalo, por cierto, que no llegó al Parlamento Vasco gracias al capote socialista, bien porque había alguna vergüenza propia que tapar, o simplemente por devoción a san Martín, el santo caritativo que cortó su capa para vestir a un desnudo. Por lo demás, para historia edificante, la del PNV. Escándalos en oposiciones, en nombramientos a dedo, en subvenciones y asignaciones, en fundaciones pías, en objetos perdidos, en clientelismo, en la vox populi y en la vox Dei...

«Una oveja negra, una»… ¡Que no doña Idoia! Eso es insultar a la inteligencia de esos caballeros, que por otra parte son beneméritos de su cosa suya. Usted confunde vulgar ovino con exquisito porcino, churras con animales de bellota, ovejas negras con ibéricos pata negra.

Esa mansedumbre suya, tan cristiana, con esa buena gente no conduce a nada. Menos mal que la grey socialista todavía tiene un Pastor que maneja la onda. Éste y alguno más, son los únicos que acompañan al PP en la crítica de cierto calibre a los jelkides burukides (imputados) lapurkides, y encima kejakides de gran vozarrón («Nos han robado el gobierno para poner a López, ese inútil. Pueblo de Euskal Herria, pronto volveremos. Los de siempre»).

En el libro de los Proverbios se lee (cap. 26: 4-5):
4. No respondas al bobo según su necedad, para no parecerte a él.
5. Responde al bobo según su necedad, para que no se tenga por sabio.
Estos dos consejos han llamado la atención, no por contradictorios, sino por ir juntos. No es raro que la Biblia se contradiga, pero tampoco es normal decir el Espíritu Santo una cosa, y a renglón seguido la contraria. Pues bien, en este caso, no sólo no hay tal contradicción, sino que el mismo emparejamiento de aparentes contrarios encierra la miga filosófica. Es así como hay que templar la gaita abertzale. Es así como hay que entrarles al baile.



2 comentarios:

  1. el médico de rubalcaba23 de marzo de 2010, 10:45

    Cuando se quiere hacer política de cambio no se puede gobernar con encuestas, se gobierna con criterio político de cambio. Pero dudo mucho, no sólo de la capacidad política de hacerlo,sino de la voluntad de quererlo.
    Como siempre, me parecen sus comentarios magníficos.Un abrazo

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  2. "Kejakide". Un hallazgo, amigo BELOSTI.

    Hace pocos días el actual presidente autonómico vasco rendía culto a la memoria de su antecesor José Antonio Aguirre. Tampoco parece el señor López conocer que el exiliado Lendacari se dejó querer en el homenaje que le dedicó la embajada española en París, cuyos diplomáticos estaban en la inopia, no sólo ya de las querencias filonazis del vasco, sino de las conversaciones con Mussolini, en su nombre, para redondear la traición a la República que culminó con el Pacto de Santoña.

    Los gobiernos españoles siempre han sido un poco panolis con los vascos. Deben de creer que Santayana es la patrona de las ideas simples, por eso desconocen la afirmación más sabida del filósofo madrileño.

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