miércoles, 6 de enero de 2010

'Rey de los Judíos'




La leyenda evangélica de los Magos es lo que llaman técnicamente una haggada o 'historia sagrada'.
La palabra en hebreo corriente no tiene sentido religioso, pero como género tradicional es un relato bíblico, o construido sobre reminiscencias bíblicas, con un fondo de edificación, doctrina y entretenimiento. El oyente se puede quedar con todo, o con lo que más le guste. Esa intención didáctica es lo que importa, más que la verdad histórica de un relato que puede ser fantástico, inverosímil o históricamente imposible.

En este tipo de historietas, las reminiscencias bíblicas que se entreveran son sobre todo 'profecías': frases lapidarias, a modo de oráculos, que en el relato se auto cumplen.

El relato en sí suele ser folclórico. Tal es el caso de la leyenda de los Magos en el Evangelio de Mateo, 2. Elementos folclóricos son aquí que el héroe (Jesús) sea descubierto y reconocido por gente sabia, que lee e interpreta signos anunciadores, recibiendo él con tal ocasión algún objeto o regalo especial, indicador de su misión y destino.

Pero además de folclórico, el relato es infantil, en el sentido que damos nosotros a ciertos 'cuentos de/para niños'. Narrativa lineal, directa y plástica, despreocupada de anacronismos e incongruencias, con peripecias muy elementales, y donde no falta la truculencias o la crueldad que impresiona la mente infantil con el encanto del horror. Recordemos que la leyenda de los Magos termina en un baño de sangre, una matanza masiva de criaturas inocentes, que a modo de 'escudo humano' resguardan y salvan al héroe.

¿Cuál es el mensaje nuclear de la leyenda de los Magos? Supongo que éste: 'Jesús, Rey de los Judíos'. No por casualidad, la misma expresión escrita en una tabla sujeta a la cruz dando razón de su condena a muerte (Mateo, 27: 37). El mismo lema acababa de servir de cuchufleta a la guardia de Pilato, en la parodia de adoración imperial en el pretorio: «¡Salve, Rey de los Judíos!»

Ahora bien, la misma frase suena muy diferente en uno y otro contexto, el de la muerte y el del nacimiento de Jesús. En la leyenda de los Magos no hay parodia ni metáfora, sino referencia a un Rey de los Judíos de verdad. Con toda seriedad se barajan las profecías del Mesías Rey, restaurador del trono de David, indicado por la 'estrella y vara', es decir, por un cometa. El carácter terrenal político de tal Mesías se refuerza con la reacción de un rey Herodes turbado y sanguinario.

Según eso, la leyenda pertenece a una etapa muy temprana del cristianismo, todavía no desgajado del tronco y raíz judaicos, donde la parusía –la 'segunda venida'– se aguardaba como inminente y revanchista. Al antijudío evangelista Juan ese supuesto no le interesa lo más mínimo. Su único 'Rey de los Judíos' es el otro, el del sarcasmo y la condena injusta; bien entendido que 'su reino no era de este mundo'.

Origen de la leyenda

El carácter de los Magos no se hace explícito en el Evangelio. Todo indica que se trata de magos en el sentido medopersa, individuos de cierta casta sacerdotal especialista en especulación esotérica. No se excluye una relación con los 'caldeos' o sacerdotes astrólogos babilonios. Es fácil que en época tan tardía, decaído el culto de Marduk y del viejo panteón, la teología babilonia hubiese derivado por influencias persas. En cualquier caso, su arte no tendría mucho que ver con otro tipo de magia, la de los magos del Faraón, en la historia de Moisés, obradores de portentos y embelecos.

La religión de Zoroastro contenía profecías sobre el Saushyant, especie de 'Mesías-Salvador' escatológico y misterioso, nacido de virgen y anunciado por una estrella, el cual vendrá para fundar el reino del Bien. Por otra parte, Media y Persia estaban llenas de judíos que pudieron hacer llegar esas doctrinas a Jerusalén mucho antes de la Era Cristiana.

Ya después de Cristo, los reyes persas de la dinastía sasánida (224-651) tuvieron corte en Ctesifonte, muy cerca de Babilonia, que en el siglo IV era ya un lugar desolado, aunque sus monumentos principales seguían en pie. A aquella gente culta y helenizada, una leyenda como la de los Magos tenía que resultarle de lo más familiar. De hecho, en el pillaje de Palestina por Cosroes II (siglo VI), entre tanta destrucción, la basílica de Belén fue respetada, se dice que por el recuerdo de la adoración de los Magos, por la estrella de plata que la adornaba, y algún otro símbolo que tomaron por suyo.

Sabios, Magos, Reyes... Dos, tres o más... Sus nombres y países... Todos esos elementos se irán concretando en nuevas amplificaciones legendarias, sobre la haggadah de base. Para el siglo VI ya estaba fijado el número de tres, todavía sin preocupaciones étnicas. Es lo que vemos en Ravena, en dos mosaicos famosos del siglo VI. Tanto en el friso de San Apolinar como San Vital, en la orla del manto de la emperatriz Teodora, son tres los personajes vestidos de túnica corta, pantalón largo ceñido y capa corta, tocados con gorros frigios, que no era atribuirles ideales republicanos. Los tres de raza blanca, en cada una de las tres edades de la vida adulta: joven imberbe, hombre de barba oscura y anciano de barba cana.

Sólo desde el siglo IX se afirma en Occidente la idea de tres 'Reyes' y de tres razas diferentes (Sem, Cam, Jafet). Lo que, aparte del universalismo simbólico, representación de toda la humanidad, iba a tener connotación política insospechada, en relación con las supuestas reliquias de unos magos ya convertidos en Reyes y santos.

Quede esto para mañana. Creo que ya es bastante para hoy reflexionar sobre lo que pudo haber sido un Jesús 'Rey de los Judíos', en el sentido propio que parecía augurar la leyenda recogida por Mateo.

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