lunes, 1 de junio de 2015

ISIS en Palmira


Palmyra-Ruinas y Castillo-Joseph Eid.jpg


A Juan A. Zubillaga Esperanza, ‘Zubi’,
que me dio aviso de cierto viaje maravilloso
por  Siria y Jordania, con etapa en Palmira


Palmira ha caído. Desde hace dos semanas, la antigua ciudad-oasis de Tadmor (Siria) es parte del naciente Estado Islámico (ISIS).  Una conquista cantada, confirmación de la impotencia indolente de dos regímenes árabes muy distintos: el sirio, autóctono, y el iraquí, resultado de una ocupación militar occidental.
El movimiento ISIS proclama un estado confesional nuevo, para lo cual empieza borrando las fronteras que el colonialismo europeo trazó de la manera más torpe posible, mediante líneas rectas, que a su paso por el ‘desierto’ dividen etnias, pueblos, tribus y hasta familias. De momento, ISIS aspira a unificar Iraq y Siria, sin los Altos del Golán anexionados por Israel, todo se andará. Este era su mapa, a 19 de mayo.

ISIS proclama su intención de restaurar el Califato. El califa ya lo tienen:  como tal se proclamó, o fue proclamado (en junio pasado), un hombre todavía joven –o lo que quede de él, tras reciente ataque americano que lo dejó malherido–, cuidadoso de su apariencia en público, con cierto toque Jomeini. Lo de ‘el Califa’ es sólo un apodo por ahora, igual que el sobrenombre de guerra, Abu Bakr al-Baghdadi, cuyo nombre civil es Ibrahim Awwad y otras hierbas. El Califato de Bagdad, mucho antes que la Casa de Austria española, adoptó el negro como color de etiqueta, y así es como actúa y posa este trasunto del primer sucesor de Mahoma.
¿Teocracia? No tan claro. Por el momento, ISIS es una fuerza militar de ideología religiosa aspirante a Estado Islámico sunita, aunque su fundamentalismo y la mención del califato evidencian una vocación universalista, ‘católica’.
Sin entrar en ello, lo más preocupante es la trayectoria victoriosa de ISIS y su aparente arraigo popular, gracias a una pedagogía eficaz no fácil de entender, pero resumible en la expresión ‘palo y zanahoria’. Una pedagogía siniestra, que en algunos aspectos recuerda la de ETA-Batasuna en el País Vasco: adoctrinamiento escolar y juvenil, politización de festejos populares, impuesto revolucionario, consignas, inducción al chivataje, en una población donde no falta el susurro comprensivo ante los asesinatos («algo habrán hecho»); adanismo redentor de faz austera y a la vez amigable, festiva, ‘nuestra’ (jatorra, que decimos por aquí).
Dejemos de lado la ‘zanahoria’ para centrarnos en el ‘palo’. Un palo multiforme en su uso y propaganda, según se dirija a la población local y regional, al mundo islámico o a Occidente. Sus dos aspectos más relevantes han sido el terror de las ejecuciones y la liquidación de patrimonio arqueológico. El terror, en nombre de lealtades y traiciones. La destrucción patrimonial, a título de religión agraviada.
En este sentido, para el Islam iconoclasta Palmira es un objetivo especial: sus ruinas son de las más populares y visitadas, y a la vez concentran el legado de toda una cultura desaparecida. Palmira es al pueblo mítico de Odenato y Zenobia, como Petra lo es al pueblo nabateo. Dos culturas árabes únicas, vulnerables por estar concentradas en sus capitales respectivas.
Petra, en Jordania, de momento no corre ese peligro, Palmira sí.  ISIS se ha cargado a Nimrud y el Museo de Mosul, reliquias de Asiria condenadas a nombre del Islam. Condena y ejecución con efecto retroactivo, sólo por ser anteriores al Profeta.
Vandalismo en el Museo de Mosul
Destrucción de un relieve asirio con inscripciones
Pero al fin, Asiria Babilonia, Sumeria, son culturas extrañas al pueblo árabe, y la última ni siquiera fue semita. Repetir lo mismo con Palmira sería cebarse, por la misma razón y retroactividad, en la propia cultura árabe. Destrucción estúpida, por otra parte, ya que si los otros monumentos más antiguos son (o eran) Patrimonio de la Humanidad, Palmira es también patrimonio y principal fuente de ingresos para la ciudad de Tadmor y para el propio Estado Islámico. Son zelotas, no idiotas, y harán según les interese.

¿Hombres, o piedras?
Aquí viene a interrumpir el discurso una duda: ¿Preocupa más en Occidente esta barbarie contra-cultural, que la otra barbarie sanguinaria? Eso se ha dicho en medios de comunicación de por allí, al hilo de los comentarios vertidos por aquí. Mientras unos pronosticaban una reproducción inmediata de las hazañas anteriores de ISIS, otros recomendaban no hablar tanto de los monumentos palmirenos, que es como provocar a los bárbaros o darles ideas. ¡Como si las necesitaran!
Comparar masacres y voladuras es confundir lo incomparable. La vida humana es una unidad monetaria que lo mismo sirve para costear revoluciones infames que guerras justas y gloriosas. Con una ventaja sobre otras especies de cambio: es un bien renovable. «Bah!, todo lo más, una noche de París». Comentario cínico atribuido falsamente a Napoleón tras su victoria de Eylau a costa de muchas bajas (1807). Pero no una falsa ‘frase histórica’ más, pues el mismo Napoleón la daba como de Condé tras la carnicería de Senef (1674) [1]. Se aventura incluso que el presidente sirio Bashar al-Asad, maquiavélico él,  habría sacrificado Palmira como gambito, para implicar más a Occidente contra el Estado Islámico.
¿Qué va a ser de Palmira?
Van ya dos semanas de especulaciones, y todavía no hay noticias fiables de destrucción patrimonial. La voladura de la gran prisión estatal fue un gesto simbólico sin relación con el tema. Prisión vacía, por lo demás: el Gobierno sirio se había llevado  a los presos, junto con  las piezas más valiosas del Museo.

Las matanzas en cambio se han cumplido religiosamente. Incluso en clave de humor macabro, si un elemento de las ruinas como es el Teatro palmireno ha sido teatro de un baño de sangre y escenario de cadáveres mutilados. El propio monumento, en cambio, sólo habría sufrido impactos de la metralla.
Además, a efecto de destrucción, tanto da un bombardeo como un precepto de la Sharia, y consuela poco saber si hubo de por medio una fetua religiosa o una decisión estratégica. Las dos Guerras Mundiales no fueron piadosas con el patrimonio cultural europeo; la II GM, sobre todo, nos ha dejado una Europa de copias, por mucho que se parezcan a los originales destruidos. En Alemania, reproducciones de barrios y de ciudades enteras, como Lübeck. Más antiguo, recordemos el caso de la Acrópolis de Atenas. En 1656 una explosión deja en esqueleto los Propileos. Fue como un ensayo. Tres décadas después, en 1687, el Partenón, convertido por los turcos en polvorín, salta en pedazos por un tiro de mortero veneciano.
Por lo demás, aunque Palmira tiene de sobra para destruir, no olvidemos que hasta un pasado reciente ha sido vandalizada y depredada por propios y extraños: árabes y turcos, pero también europeos y americanos. Los árabes culpan a los turcos, pero donde ellos dominaron tampoco se hizo mayor aprecio del legado cultural de la yahiliyah, la que para ellos fue ignorancia o barbarie hasta que vino el Islam. Los sillares antiguos eran aprovechables, las columnas de mármol eran buenas para levantar mezquitas; las estatuas en cambio sólo servían para el horno de cal, si no las compraba algún excéntrico faranchi.
Vino luego la era romántica de las ‘misiones arqueológicas’ y el mercadeo de piezas para los museos de Occidente, en compensación por las excavaciones y tesoros recuperados. Mucho se ha criticado el sistema, y no digamos las transacciones dudosas como la de los mármoles Elgin del Partenón. Benditos expolios, por lo que estamos viendo y temiendo.
Visité Palmira hará cosa de 25 años por lo menos. También Petra. Fueron etapas de un viaje increíble, de la mano de ‘Años Luz’. Llegamos al atardecer, lloviendo, y nos hospedamos en el ‘Hotel Zenobia’, un fondaco pegando a las ruinas. Desde la terraza se veía muy cerca el templo de Balshamín, una preciosidad que no me habría dejado dormir sin hacerle una ronda nocturna.
Palmira-Templo de Belo.jpg
La mañana siguiente, con buen tiempo, la dedicamos sobre todo al gran templo de Belo o Baal. El nombre es singular, aunque los dioses propietarios fueron tres: Belo, Aglibol y Yarihbol. Pero sería impropio hablar de ‘trinidad’, porque esa Tríada Palmirena, aun siendo tres personas distintas, que participaban de una misma naturaleza divina y eran objeto de una misma representación antropomorfa, no eran sin embargo la misma sustancia. Demasiado abstruso para la mentalidad de sus adoradores árabes, politeístas de espíritu abierto. Tal vez fue al revés: el sistema de tríadas, repetido aquí con otras divinidades y conocido en otros panteones, pudo inspirar el misterio de la Trinidad cristiana.
El templo de Belo es un edificio todavía grandioso, a pesar del tiempo y las agresiones. Como en Delfos y otros lugares arqueológicos, aquí estuvo un barrio de la población, con su mezquita en el propio santuario –todavía queda el mihrab en la capilla a la Meca–, que gracias a eso se salvó, no quepa duda.
Lo que menos esperaba, y me dejó estupefacto, fue encontrarme con una casi réplica del  Templo de Jerusalén, el III Templo construido por Herodes el Grande. La disposición es de lo más parecido, en pórticos, atrios, altar y santuario.  Yo los creía entonces más o menos contemporáneos, aunque parece que cuando en Jerusalén desaparecía el templo judío (año 70 de JC), este otro palmireno estaba en rodaje. Casualidad, uno de los personajes históricos del lugar, un príncipe hijo del rey de Palmira Odenato, se llamaba Herodes.
Palmyra-Templo de Belo-Cella Norte.jpg
También aquí, como fue en Jerusalén, el santuario propiamente dicho es de tamaño discreto dentro del conjunto. Allí el ádyton o  Sancta Sanctorum, sede del Dios invisible, estaba vacío. Aquí la pieza equivalente (cella) tiene doble ádyton, a los lados norte y sur. El de la izquierda o lado norte presenta en la pared el ‘tálamo’ o alcoba de la Tríada divina también vacío, sólo que por otra razón: los dioses han desaparecido. De pronto recordé que una Tríada Palmirena de ese tipo ya la tenía vista hacía mucho en el Louvre. Tal vez fue el precio de un trabajo arqueológico; o tal vez los jeques de Palmira, en intercambio cortés de presentes, cedieron con mucho gusto a Francia aquellas figuras despreciables para todo buen musulmán. Sea como fuere, entonces me pareció mal el expolio, me dió vergüenza ajena. Ahora lo veo de otro modo, O felix culpa! Porque si los de ISIS echan el guante a ídolos como estos, puede que ni los saquen a subasta.
Tríada palmirena – Baalshamín entre Aglibol y Malakbel
Hallada en Bir Wereb, carca de Palmira
(c) Museo del Louvre

Otro gran recuerdo de Palmira es la gran necrópolis con sus torres funerarias típicas, lo primero que ve el viajero  antes de llegar a la ciudad. Recorrimos luego el paraje, con visita a un par de torres y algún hipogeo. Aquí no se trata de hacer una descripción, sólo notar que entre tanto banquete funerario hay muchas figuras decapitadas, y entre tanto nicho hay multitud de ellos vacíos. Las figuras que faltan andan dispersas por museos y colecciones particulares.
Pues bien, la misma impresión desagradable sentí años después en el Ermitage, admirando una gran serie de retratos funerarios, al conocer su procedencia: Palmira.  Hoy celebro que estén allí, en San Petersburgo, a buen recaudo.
Volviendo al parecido entre ambos templos, de Jerusalén y Palmira, aquella sorpresa mía era efecto de ignorancia. Palmira la misteriosa salió de su oscuridad a una luz espléndida poco antes de la Era cristiana, para volver a la sombra del olvido en los siglos III/IV, por lo que respecta a Occidente. En aquella etapa tan breve como fulgurante, su posición de oasis grande y único en mitad del desierto sirio la convirtió en paso obligado de caravanas, centro bancario y aduana recaudatoria. Y quien dice recaudación y banca dice judíos.
Los hubo en Tadmor desde los tiempos bíblicos. Aquí arraigaron, viendo pasar a conquistadores, subir y caer reinos, y aquí seguían en el siglo XII, cuando Benjamín de Tudela se detiene en Baalbek o Baalat (Líbano), ponderando su ‘palacio’ colosal –el templo de Baal–, «que sólo el diablo Asmodeo pudo levantar, eso dicen». Y prosigue:
«En Tarmod (Tadmor) del Desierto, edificada por Salomón, hay construcciones semejantes, de grandes piedras. La ciudad de Tarmod está cercada de murallas. Se encuentra en el desierto, lejos de los lugares habitados, a cuatro jornadas de la citada Baalat. En Tarmod hay como 2.000 judíos, valientes en la guerra, lo mismo con los cristianos que con los árabes…, y ayudan a sus vecinos ismaelitas. Dirigen la comunidad el rabino Elí Hakohen, el jeque Abu Gálib  y Mujtar…»
Los propios judíos hicieron correr la leyenda de que Palmira/Tadmor había sido fundada por el Rey Salomón, con o sin ayuda de diablo Asmodeo. Prueba al canto, citaban la Biblia. Dice, en efecto, hablando de la fiebre constructora de este rey, que también «edificó a Tamar (o Tamor) en el desierto» (1 Reyes, 9: 18). Tamar en hebreo es lo mismo que en castellano La Palma o El Palmar, lo mismo que Palmira. Por si hubiera duda, el autor de Crónicas precisa: «y edificó a Tadmor en el Desierto, así como todas las ciudades-almacén que edificó en Hamat» (2 Crónicas, 8: 4). Hamat –la Émesa helenística y actual Homs sobre el río Orontes– era primera estación de caravanas al oeste de Palmira/Tadmor. (De Homs vinimos nosotros aquí, si mal no recuerdo).
Sobre esos textos,  el historiador judío Flavio Josefo afirmó –y san Jerónimo le copió– que la Tamar/Tadmor bíblica era Palmira, fundada por Salomón (o tal vez sólo reconstruida) mil años antes de la Era cristiana. ¿Por qué aquí precisamente? En honor de su padre David, triunfador por estos pagos, con una gran victoria sobre los arameos «en el Valle Salado», que debió teñirlo de rojo, pues las bajas del enemigo fueron 18.000 (2 Samuel 8: 13) ¿Y quién ignora que al sur de Palmira se extiende un amplio valle de sal?
Por si fuese poco, el cronista bizantino Juan Malalas (siglo VI) hizo crecer la bola, afirmando que Palmira fue el palenque donde David venció al gigante Goliat. Un disparate, pues todo el mundo sabe que eso fue en el Valle del Terebinto (1 Samuel, 17: 2), en Israel.


¿Tiene futuro el Estado Islámico?
Sobre el futuro del Califato, hay para todos los gustos. El hecho es que por ahora nadie les para los pies, y el pesimismo lleva la voz cantante. Pero no todos concuerdan en el mal pronóstico. Rastreando la marcha   triunfal de ISIS y las claves de la misma, hallo este artículo de febrero pasado, donde por el contrario se afirmaba que esa fuerza, lejos de ganar, «está perdiendo» (‘ISIS is losing’) :
«ISIS has lost the element of surprise… ISIS is congenitally incapable of making allies… ISIS's self-destructive ideology is its greatest weakness...»
Totalmente de acuerdo en lo primero: ISIS ha perdido el factor sorpresa. Sus victorias vienen cantadas, a nadie sorprenden y cualquier día dejarán de ser noticia.  Ésta misma habría pasado inadvertida, o casi, de no tratarse de Palmira.
De acuerdo también en lo segundo, aunque menos: «Incapaz de hacerse aliados». ¿Y para qué los quiere? ¿sólo para compartir ganancias? Una fuerza que crece en sí y por sí misma no necesita alianzas, ella sola se lo guisa y se lo zampa.
En cuanto a eso de la «ideología autodestructiva», no entiendo qué quiere decir. ISIS tiene de autodestructivo lo que el cáncer. Su mapa no dibuja un estado consolidado todavía, pero es lo más parecido a una metástasis cancerosa. ¿Autodestructivo, el Islam radical? No veo que el autor explique por qué; y menos como «un hecho fundamental».
«Su modelo de gobernanza es insostenible, y corre peligro de colapsarse a la larga.» «Como ISIS no empiece a adaptarse, es muy posible que su llamado califato vaya camino de desintegrarse.» Sin ánimo de polemizar, porque ya digo que no lo entiendo. Confiar en que este yihadismo fanático pero astuto y sinuoso, económicamente firme, capaz de ensanchar su base popular, mientras pueda abastecerse de armas y combustible se venga abajo por sí sólo, gracias a su vis autodestrutiva y sin que nadie le ayude a caer, es de un optimismo admirable.
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[1] «Bah! c’est tout au plus une nuit de Paris»; cfr. Ch. Doris, Chagrins domestiques de Napoléon Bonaparte à l’isle Sainte-Hélène. Paris, 1821, págs. 25-26. En casos parecidos, parece que Bonaparte se limitaba a decir: «Voilà, un consumo grande de hombres».


     Crédito foto de cabecera: Joseph Eid

4 comentarios:

  1. Palmira y Petra forman parte de un viaje pensado en mi juventud como algo adecuado para cuando mis hijos fueran mayores y existiera en mi hogar una mayor holgura económica. La banda de los 55/65 años me parecía ideal para el proyecto.
    Pues bien, héteme aquí que he llegado a ese punto vital y me voy a quedar con las ganas.
    Al menos, intentaré visitar Tierra Santa
    Estupendo y, también, deprimente relato.
    Un abrazo, maestro.

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    1. Querido maese Lemuel, su confidencia refleja un espíritu ordenado y metódico, que planifica la vida a largo plazo. Ya lo hubiese querido para mí, sinceramente se lo digo.

      Algo más nos une, yo diría, un romanticismo juvenil viajero, que en su día nos descubrió qué viajes y lugares eran de más interés. Hoy el turismo se ha banalizado, y las ofertas son como un menú de restaurante de carretera. (De los cruceros masivos ni hablo.)

      De todas formas, un gran viajero como Gulliver ya sabe que los vajes más sabrosos son los imaginarios e improvisados. Recordemos también a grandes novelistas que fueron jóvenes en la 2ª mitad del XIX (Verne, Salgari, May, Galopin etc. etc.), que metían al lector en escenarios exóticos donde ellos mismos no pusieron los pies. No serían exactos, eso faltaba, pero le sacaban gran partido a la biblioteca municipal. En el siglo de la Red virtual no habrían conseguido la misma hazaña.

      Y que no le depriman mis relatos. Yo no me considero pesimista, sólo algo ‘malencónico’.

      Un abrazo.

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  2. Querido Profesor Belosticalle
    Estupenda entrada. Entretenidísima. Sobre todo para mí, que sé que ese tipo de viaje sólo lo puedo hacer ya a base de lecturas.
    Respecto de esto que dice usted arriba
    Aquí viene a interrumpir el discurso una duda: ¿Preocupa más en Occidente esta barbarie contra-cultural, que la otra barbarie sanguinaria?
    Yo, desde luego soy de los malos ; de los que piensan que una catedral, una escultura de Fidias, una tumba de Miguel Angel, un dibujo de Leonardo... valen cientos y cientos de vidas ( la mía incluida, por supuesto, pero no las de mis nietos, por ejemplo. . A ellos los defendería contra todo, pero no porque tuvieran valor para la humanidad, sino porque me importaran a mí más que el mundo entero ).
    Me llevé un disgusto tremendo cuando aquél millonario japonés se compró "los narcisos" de Van Gogh, para quemarlo ensu pira funeraria. Y sólo me consolé cuando me dijeron que el tío se había arruinado y había tenido que revender el cuadro.( Igual era una mentira piadosa que me habían contado para quitarme el disgusto. Por si acaso, no he hecho averiguaciones )

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    1. Querida amiga, ‘malos’ o ‘buenos’, tengamos tranquila la conciencia, pues ya digo que el dilema ‘o personas, o monumentos’ es falaz.
      Por otra parte, tampoco veo yo a mi Viejecita decrépita, ni mucho menos, como para no poder visitar en persona los lugares accesibles que desee – cosa muy distinta es que no le apetezca viajar y sí leer.

      Siempre agradecido por sus palabras de aliento, con un fuerte abrazo.

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