Cuadro II. El arte del insulto (final)
La imagen que encabeza este artículo es sólo un torpe recurso mío para pedir disculpas por el retraso. Ya sé que cualquier alumno de Paleografía se lo lee de corrido. Pero yo no soy paleógrafo, sólo un suspicaz ante esos garabatos impresentables emitidos por toda una Sala de Hijosdalgo de la Chancillería de Valladolid. La chapuza jurídica no es cosa nueva.
Dejábamos la querella criminal recíproca entre el Tejada y el López Valle pendiente del fallo del Alcalde Mayor Palenzuela, juez de primera instancia en la Merindades, en nombre de su señor el condestable Velasco.
Pues bien, su actitud fue significativa: hace prender a la menor María, y no en cambio al también menor Pedro. Así lo protestó el padre de la chica, y en respuesta el alcalde metió presa también a la madre. En la cárcel les «fueron tomados sus dichos e confesiones», y esta fue la sentencia:
1) La niña María, en su pueblo de La Puente, ante dos personas elegidas por Juan de Texeda [sic], dentro de tres días pida perdón y reconozca que mintió llamando villanos a los Tejada, confesando que eran hidalgos. Cumplido este trámite, ella haría sus bártulos, porque era desterrada de La Puente,
«en una legua en derredor, por tiempo y espacio de tres meses… e más, cuanto fuere mi voluntad» (se dice pronto) «e que tenga e guarde el dicho destierro e no le quebrante, so pena que por la primera vez sea doblado, e por la segunda tres doblado, e por la terçera sea desterrada, e por esta my sentencia la destierro, por vn año cumplido…»
2) Lo de la madre salió más caro: Juana también debía desdecirse de haber llamado villano al hijo de Juan de Texeda; pero no en el pueblo, como su hija, sino «por ante mí e las personas que allí estuvieren», esto es, en audiencia pública en la Alcaldía de Medina;
«e en cuanto a la culpa…, le condeno en 500 maravedís de pena, la mitad para la Cámara y Fisco de Sus Majestades, e la otra mitad para los gastos y ejecución de la justicia; e le mando que los dé e pague al depositario de las penas de la Cámara antes que salga de la prisión donde está; e más le condeno a pena de destierro… del dicho lugar de La Puente, media legua en derredor, por tiempo y espacio de un mes, e por el tiempo que fuere mi voluntad; e que no le quebrante, so pena de 2.000 mrs. para la Cámara e Fisco...»
3) Vaya. ¿Y el mocito qué? Tomemos resuello, que lo vamos a necesitar:
«E más condeno a los suso dichos en las costas deste proceso, en esta manera:
A María. hija de dicho Juan López, e a Juana su madre, en las dos terçias partes; e al dicho Pedro en la otra terçia parte: la tasación de las cuales en mí reservo.
E por esta mi sentencia juzgando, así lo pronuncio e mando en estos escriptos, e por ellos. El Licenciado Palençuela.
Una sentencia tan antisalomónica deja entender que los López eran pecheros, que picados con hidalgos en puntos de honra llevaban las de perder. Y como, por otra parte, sabemos y comprobaremos que los Tejada eran hidalgos de poca monta, es de presumir que tenían muchas aldabas en el Alcázar de Medina. Juan de Tejada era un hombre, o como se decía, un ‘criado’ del condestable Velasco.
Con todo, aquello parecía escarmiento más que sentencia. Juan López apeló, y la corte de Valladolid falló contra Palenzuela,
«que juzgó e pronunció mal; por ende, debemos de revocar e revocamos la dicha sentencia… en todo e por todo como en ella se contiene, e la damos por ninguna e de ningún valor y efe(c)to».
Menos mal. La pena se redujo a que Juana y María,
«ante el dicho Alcalde Mayor…, e un escribano e testigos…, pidan y demanden perdón al dichos Juan de Texeda (sic) e su hijo de las dichas palabras…, e digan que no caben en ellos».
Pero ojo:
«Condenámoslas iten más en todas las costas diariamente hechas por parte de los dichos Juan de Tejeda e su hijo en seguimiento deste pleito e causa; la tasación de las cuales a nos reservamos».
Aquel 3 de mayo de 1530 fue un día hermoso para Juan de Tejada. La friolera de 1.400 reales con 11 maravedís, decía en su declaración jurada de gastos. El cual aprovechó para pedir carta sobre lo pasado. Con ella en la mano, cualquiera diría que tenía el arma definitiva para no verse molestado nunca jamás. Pues diría mal, porque nueve años después el mismo Juan de Tejada vio su hidalguía como espada de Damocles, pendiéndole de un hilo.
Cuadro III. Dolores de cabeza de un caballero pardo
Una vez más, el César don Carlos toma le iniciativa de informarnos de cierto lance menor para la Historia Universal. Lo hace, como siempre, por carta con sello en placa, emanada de la Real Chancillería de Valladolid, el 13 de mayo de 1539.
El lector puede saltarse, si lo desea, la auto presentación del rey y su madre Dª Juana. No se pierde nada. Pero yo le invito a repasar la exhibición de títulos regios, que copio a la atención de Artur Mas y compañeros mártires en su aventura de separar a Cataluña de España. Verá que estos dos nombres no figuran en lista. Cataluña, porque no tenía entidad propia, al lado de Aragón, Valencia, Mallorcas, condado de Barcelona etc. Y España, porque se sobrentiende. La España de todas aquellas ‘autonomías’ –que eso era el mosaico de territorio peninsulares e insulares unidos bajo la corona–, España, como Alemania, Francia, Italia, Inglaterra … eran entes políticos no discutidos ni discutibles. Al menos por entonces.
«Don Carlos, por la dibina clemenzia Enperador senper Augusto, Rey de Alemaña; Dª Juana su madre y el mismo Don Carlos, por la mesma graçia Reyes de Castilla, de León, de Aragón, de las Dos Secilias, de Ierusalén, de Nabarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorcas, de Sevilla de Zerdenia, de Córdoba, de Córçega, de Murzia, de Jaén, de los Algarbes, de Algezira, de Gibraltar e de las Yslas de Canaria e de las Yndias, yslas e tierra firme del mar Ozeano; Condes de Barzelona, Señores de Bizcaya et de Molina; Duques de Athenas e de Neopatria; Condes de Ruysellón e de Zerdania; Marqueses de Oristán e de Goçiano; Archiduques de Austria; Duques de Borgoña e de Barabante; Condes de Flandes e de Tirol, etc.:
A vos Juan de Tejada, hijo de Pero Díaz de Tejada, vecino de La Puente de Valdivielso, salud e gracia.
Sepades que el Licenciado Tapia, nuestro procurador fiscal en nuestro nombre...»
Segun eso, el Lic.do Tapia llevaba ahora el papel que jugó el Dr. Villarroel –el de la espantada en el pleito de hidalguía de Tejada–; lo que significa una nube en el cielo anticiclónico de nuestro hidalgo. Lo indicaba D. Carlos en su carta, y lo expresa el fiscal en un papel que traía adjunto:
«Muy nobles señores Alcaldes de los Hijosdalgo y Notario de Castilla:
El licenciado Tapia, fiscal de sus Altezas, digo: que a mi noticia ha venido, por delación con fianza, que un Juan de Tejada, hijo de Pero Díez de Tejada, vecino del Concejo de Baldivielso, del barrio de Tejada, con testigos falsos litigó su hidalguía en esta Real Audiencia ante Vs. Mercedes, y hubo sentencia e posesion, e diz que se le dio carta ejecutoria de ella, siendo hombre pechero notorio, hijo e nieto de pecheros e deudos e parientes, tíos e primos de parte de su padre por línea de varón… Y es justo que, por la falsedad e perjurio que cometió él e los dichos testigos falsos que depusieron en su favor, ... sean punidos e castigados conforme a Derecho».
La denuncia, obviamente, no venía sola. Su efecto automático fue la emisión de un paquete informativo, parte para el Alcalde Mayor de las Merindades, y parte para nuestro interesado, Juan de Tejada, incluido un emplazamiento de la Audiencia vallisoletana para volver a visitar aquella ilustra Casa que ya conocía de años atrás.
Y más que decía Tapia, todo ello en letra clarísima. No contento con pedir a la Sala la anulación de la carta de hidalguía y la reducción del interesado al estado llano de los pecheros, del que nunca debió ser extraído, el fiscal empapelaba literalmente al desgraciado, exigiendo la exhumación de cierta escritura sepultado en alguna notaría de Valdivielso, con información nada favorable al presunto hidalgo Juan de Tejada.
¿Recordamos, en el Cuadro primero, las acusaciones tremendas del fiscal Villarroel? Que si hijo ilegítimo, que si pechero notorio etc. Todo quedó entonces en agua de borrajas, pero no en olvido. Uno de aquellos viejos trapos sucios era que el pícaro Tejada se las daba de hidalgo por no pechar, y no pechaba en virtud de cierto servicio que nunca cumplió. Sospechábamos que fue alguna deserción militar; ahora vamos a saber cómo y cuándo. Oigamos a Tapia:
«Otrosí digo que ha venido a mi noticia que por ante Alonso Ruiz, escribano defunto … en el dicho Valle de Valdivielso, pasó cierto auto e testimonio e una presentación que el dicho Juan de Tejada hizo de cierto servicio que había de hacer como caballero pardo».
¡Ta, ta, ta! Con que caballero pardo. ‘Pardos’ o ‘pardillos’ era el epíteto despectivo de los hidalgos a los del estado llano, por el color de su cruda lana. ‘Caballero pardo’ lo define la Academia. Pero mejor nos lo explique alguien tan gran entendido en nobleza española como Moreno de Vargas [1]. Tras los caballeros ‘de espuela dorada’ y los de privilegio real, todos nobles:
«La tercera cavallería, es de aquellos que dizen cavalleros pardos, a fuer(o) de León…; la cual no se ha dado ni da sino a hombres llanos, pecheros: y por ella se les concede privilegio, para que teniendo armas y cavallos, sean escusados de pechar…: y ansí estos no tienen nobleza y hidalguía…»
Estamos viendo cómo a Juan de Tejada se le abren las carnes. Porque lo peor para él ya no era ser pechero, sino no haber sido siquiera caballero pardo, porque desertó del servicio.
Prometí acabar con esta entrega y debo cumplir, resumiendo un viacrucis largo de cien páginas. Cuya primera estación es, quién puso la denuncia. Pues bien, en todo este acto, de principio a fin, el diablo acusador se llama Pedro de Sedano, escribano de La Puente y por tanto vecino de Juan de Tejada.
Sedano interviene como escribano titulado, y aunque primero se dirige al fiscal para que actúe de oficio, luego trabajan juntos, actuando aquél incluso como procurador de Tapia en Medina de Pomar. Pero es obvio que el escribano acusa en nombre de otros: los pecheros de Valdivielso.
En la acusación se ofrecen a nuestro interés tres puntos:
1º. Falsedad y perjurio cometido en el litigio de hidalguía de 1523.
2º. El servicio no cumplido: Juan de Tejada y su ‘parda caballería’.
3.º El enigma de Juan de Tejada: su identidad y nombre verdadero.
«Con testigos falsos». Este punto dio poco de sí. Se basaba en la presunta falsedad de los testigos. Gente ya mayor hacía 16 años, muertos unos o perdida la cabeza, a nadie se le ocurrió (parece) humillar a los venerables supervivientes con un careo.
Los otros dos puntos dieron más guerra, con rebusca febril por los registros dispersos de un notario fallecido, Alonso Ruiz, en busca de documentos presuntamente inculpatorios, tal vez obtenidos maliciosamente y quién sabe si hechos desaparecer adrede, según Sedano:
«y en los
dichos registros y escripturas diz que está un testimonio, que un Juan de
Texada el Biejo, morador en el barrio de Texada, tomó por ante el dicho
escribano, de como él abia hido a serbir, e se abia presentado ante un recibidor
de sus Alteças, que estaba recibiendo la gente e caballeros pardos que se abían llamado para la Guerra de
Salsas».
Todo apunta a dimes y diretes presentados a veces como vox populi. Algo remaneció, y algo no. Finalmente sale a luz un cuaderno misterioso de 12 hojas, que lejos de sacar de dudas pone la mosca en la oreja a todo el mundo. Hay que ver, la pesadilla que una sospecha tan sin fuste, sin base documental ni testimonio en forma, supuso para Juan de Tejada. Culpa, seguramente, de la torpeza de su primer abogado-procurador en Corte.
Caballeros pardos a la Guerra de Salsas. El problema con el cuaderno era que carecía de toda formalidad notarial. Por tanto, para tener en cuenta sus noticias, se buscaron testigos que pudieran cofirmarlas [2]. De todo ello pareció resultar lo siguiente: En 1497, Juan de Tejada en compañía de un
«Fernán Sánchez caballero, y Rodrigo su hermano, fueron a la ciudad de Santo Domingo de la Calzada, a presentarse como caballeros pardos, y se presentaron ante un receptor de sus Altezas. Y después de presentados (oyeron y oyó decir) al dicho Juan de Tejada cómo queda presentado, como quedaban los otros; y esto es público y notorio…»
Realmente oportuno el cuadernito. El paréntesis («oyeron y oyó decir») se refiere a que el nuevo caballero se cuidó de divulgar la noticia, incluido el testigo que responde a pregunta preparada por Sedano, sin mostrar el texto del cuaderno. Juan de Tejada (o del Olmo, como entonces se llamaba) era joven y yo diría que soltero. Desde entonces se hizo el sueco para las cosas del pechar, y por entonces se disfrazaría de Tejada, para despistar en los censos [3].
Aquellos tres valientes pronto tuvieron ocasión de lucir su espíritu de servicio y su bizarría. En octubre de 1497 las fuerzas de Carlos VIII de Francia entran en el Rosellón y sin mayor dificultad toman la la villa y fuerte de Salsas [4].
Un pequeño problema es que «guerra de Salsas» es término vago, pues Salsas vuelve a ser objetivo estratégico para Luis XII, en agosto de 1503. Y aquí me pregunto si la enrevesada historia de nuestro caballero pardo confunde tiempos, queriendo o sin querer. En esta otra ‘guerra de Salsas’, Zurita registra la intervención de «un teniente de don Íñigo de Velasco con algunas compañías de guarniciones», sobre todo de caballería. Es decir, gente suya, reclutada en sus estados, incluidas las Merindades [5].
De haber sido esta la ‘guerra de Salsas’ que figura en la denuncia de Sedano, cabría la excusa de que el caballero pardo Juan de Tejada era algo más viejo para aquellos trotes, pero sobre todo que para entonces ya estaba casado. De todas formas, sabemos en qué campo de batalla pudo cubrirse de gloria, y pongámonos en el año 1497.
Pues bien, por alguna razón, al Tejada no le parece interesante cumplir su compromiso en fronteras tan remotas, que vete a saber si de allí, saliendo vivo, no te llevan a Italia y a Nápoles. ¿Qué hacer?
Lo primero encerrarse en casa. Lo segundo, ponerse enfermo y meterse en la cama. Lo tercero, llamar a un médico práctico, un tal Gallo, al barbero de la Puente Juan Fernández y al notario de confianza, Alonso Ruiz, cada uno con los instrumentos de su oficio, más algunos testigos. Toda una representación. Si aceptamos la versión del cuaderno, era el 11 de febrero de 1497 cuando se estrenó la comedia:
«Un home que se dixo el bachiller Gallo, bachiller que se dijo en medicina, … le mandó sangrar del brazo derecho e de la vena de la arca. El qual en presencia de mi el dicho escribano, le sangraron e la sacaron hasta seis o siete onzas de sangre, poco más o menos. E le mandó ansi mesmo sangrar otra bez hoy dia a la tarde.
Aliviado así de malos humores, Tejada recordó a los presentes cómo se había presentado en Santo Domingo de la Calzada, al llamamiento de hidalgos de carta y de caballeros pardos,
«e que él así mesmo había de bolber allá hoy día para estar en la dicha guarnición e servicio y guerra que sus Altezas mandasen, según e como hidalgo de carta; e que él, a causa de la dicha dolencia e enfermedad… no podía ir al dicho servicio» etc. etc.
Reconociendo con cierto cinismo que su intención era no perder sus derechos de hidalgo, el hombre que exhibe ante notario su sangre en la bacía de un barbero se declaraba presto, una vez sano, a derramarla por los campos de batalla, no ya como pardo, sino como caballero de carta, ya que no de espuela dorada. El único problema es que, en aquel entonces, el Olmo/Tejada no tenía carta de hidalguía. Dichoso cuaderno.
3. Y de pronto, la luz
Quien busca halla, dice el proverbio. El celo de Sedano fue dando nuevos frutos documentales que no voy a detallar. Una cosa era evidente: que la estrategia de Tejada no iba bien servida.
Interviene entonces una cabez lúcida. Un Diego Ruiz, vecino de La Puente, se le ofrece como apoderado, y como tal interesa en la causa a un equipo de tres procuradores de la Chancillería.
Con éstos cambia todo. La Sala había emitido carta de hidalguía en favor de su cliente. Era por tanto cosa juzgada. La reclamación no ha lugar, pues la Audiencia no puede volverse contra sus propios actos. Y bien mirado, si Sus Altezas llamaron una vez hidalgo a Juan de Tejada, hidalgo es por privilegio real, al margen de razones o sinrazones. Así lo acreditaba para perpetua memoria de la cosa la
«Carta Executoria de su hidalguía, emanada de los Alcaldes de los Hijosdalgo e Notario de Castilla…, con el Sello Real de Su Magestad ympremido en metal de plomo colgado con filos de seda acolores…, escripta en pergamino de cuero e refrendada de Alonso de Santa Cruz», ¿quién podía mover tal monumento?
Tapia y Sedano han hecho bien su trabajo, y como en su día el fiscal Villarroel, aquí lo dejan. Pícaro Tejada, pechero notorio, tu condición es la del rey desnudo.
[1] Moreno de Vargas. Discursos de la Nobleza de España, disc. 8 n. 8 (Madrid, 1622, fol. 46).
[2] Citemos a Pedro Sarmiento, vecino de Enzenillas de los Ocinos (sic). También a Juan Sánchez (Villarcayo), Francisco Torres (Boxos o Bocos), Fernando de Hudobro (Santa Olalla).
[3] No sé si caballero era apellido o indicaba la pretensión social de los hermanos.
[4] Jerónimo Zurita, libro 2, cap. 36 (Zaragoza, 1580, t. 1: f. 104 y sigs.).
[5] Zurita, o. cit., lib. 5, cap. 50; 1: 304 vº.
¡Genial! Tan divertido como instructivo. Feliz Navidad, Maestro.
ResponderEliminarCarmen
Como siempre, muy entretenido, querido Profesor Belosticalle.
ResponderEliminarY Muchas Gracias.
Lo he tenido que leer varias veces, hasta convencerme de que el pleito no era en realidad por las injurias, sino que era uno de esos pleitos nobiliarios , como los que tanto abundan ahora.
Y bueno, en aquél entonces, si uno era valiente y estaba dispuesto a entrar en las guerras de su señor natural, le declaraban hidalgo y le libraban de impuestos.
Pero, hoy en día, en que los únicos que se libran de impuestos son los Diputados y los Miembros del Gobierno , de los distintos gobiernos , (porque leí unas declaraciones del Rey, diciendo que él tenía que pagar a Hacienda como todo Blas, aunque puede que su asignación en el Presupuesto del Estado también estuviera exenta, y sólo pagase por su fortuna privada ), hoy día pues:
¿ Que pintan, y qué sentido tienen tantos pleitos nobiliarios ?
No he puesto el obligado
Eliminar¡ Felices Pascuas !
Ya siento
Aunque me he apuntado aquí como aporavaldivielso, mi analfabetismo en estos menesteres hace que me persiga y descubra el recurrente juanra, aunque por lo menos parece que respeta el avatar de aquel-el del pariente cura envenenado hace casi un siglo-. Bueno a lo que iba, después de una primera lectura y varias relecturas de todo el conjunto de prólogo y cuadros, decirle que me ha encantado y que, como siempre con todo lo que escribe, he aprendido mucho.
ResponderEliminarRespecto de su deferencia con los convecinos (me gusta más paisanos) del Valle y los apellidos valdivielsanos, apuntarle que sólo tenemos localizado a uno de los testigos que cita, en concreto a Juan Reluego "El Viejo". Creo que el aplleido es en realidad Reluengo. Mi pariente Paco García de la Yedra, llega por este apellido hasta un Pedro Reluengo nacido en Toba de Valdivielso sobre 1530, que bien pudiera ser nieto de dicho Juan de Reluengo el Viejo (nacido sobre 1470, al parecer en la Puente o vecino de este pueblo) e hijo, lógicamente, de otro Juan Reluengo el Joven (nacido sobre 1500). Familia que entronca con las más viejas estirpes de Valdivielso que tenemos identificadas, pues el tal Pedro casa con una de las Ruiz de Valdivielso, familia de la que hemos hablado recientemente en mi busqueda de los jerarcas de la Iglesia Católica nacidos en el Valle (en concreto con María Ruiz de Valdivielso nacida en Hoz sobre 1535). De una biznieta de estos (Casilda Saravia de Rueda y Reluengo, nacida en el Almiñé en 3 de Abril de 1659 en una casa de este pueblo que usted conoce muy bien y casada con Juan Ruiz de Huidobro y Alonso de Castilla, natural de Panizares) es hijo el que en 1722 fue designado como alcalde San Luís de Potosí en Mejico por Felipe V, Don Antonio Ruiz de Huidobro y Saravia de Rueda. Seguiremos investigando aunque los ancestros de Puente Arenas, incluso los que se apellidan García de la Yedra de su Casona, los tenemos muy poco estudiados. .
Querido Juanra, cuánto bueno.
EliminarDisculpe la tardanza en responder, si me vale el pretexto de estas fechas.
Desde luego, el apellido es Reluengo. Creo que no me fijé en la tilde que representa la ene (o, en su caso, nn=ñ).
En cuanto a doña Casilda Sarabia de Rueda y Reluengo, precisamente en su casa natal hemos celebrado la Nochebuena y Navidad.
De los García de la Yedra vamos juntando noticias, que compartiremos.
Un personaje que me llama la atención en esta historia es el Diego Alonso que cito, el que vino a poner buen fin a las zozobras del Juan de Tejada, o del Olmo. El apellido aparecerá también como Alonso de la Calle, y con ese distintivo sefardita es como lo usó nuestro Juan García de la Yedra, el del víctor (1682).
Por otra parte, siempre he creído que el fundador de La Casona se llamaba Diego, por el motivo decorativo de venera o concha que eligió para el arco del portón, de la puerta de su cámara y de las ventanas de asiento de la fachada (cámara y antecámara), es decir, sus espacios más personales. Este tipo de claves o emblemas eran cultismos considerados de buen gusto. Lo mismo que el escudo: un León de Judá emparejado a una Cruz que ase con las garras, bien podría ser emblema de un converso.
Para mí que el fondo del ‘caso Tejada’ fue inquina antijudía a un lobby de conversos o criptojudíos en el Valle. En el lance de las injurias, el escribano transcribe sin dificultad una obscenidad y una mención de hechicería, nada menos, y en cambio no se atreve con ‘otras imputaciones gravísimas’, que por lo visto eran para dichas y no para escritas.
Otra de las imputaciones era el matrimonio irregular de los padres, una vox pópuli que luego no se tiene en cuenta para nada. Quiere decir que no estarían casados por la iglesia, pero pudieron estarlo por otro rito.
En fin, amigo Apora, lo más hermoso de estas anécdotas es que llevan nombres y apellidos, antepasados de carne y hueso.