lunes, 10 de octubre de 2011

Sorbete de lágrimas

(Leyendo el nuevo libro de Santiago González)





«[Rubalcaba]  va a concitar la capacidad de demostrar de lo que somos capaces…»

Esta frase de Zapatero no figura en las páginas de Santiago González, Lágrimas socialdemócratas [1]. Era yo el que tenía el libro abierto cuando la escuché por la radio, el 8 de septiembre a mediodía.
¡Pero qué está diciendo este hombre! He oído bien: «demostrar de lo que somos capaces», perfecto. Pero «concitar la capacidad de demostrarlo»…  
Concitar. Ese verbo transitivo entró en el idioma como cultismo latino, con el matiz peyorativo que recogía la Academia en su primer Diccionario, 1726 («alterar, conmover, excitar, estimulando e instigando a inquietudes y alborotos»), y por supuesto mantiene hoy en día:

1.  Conmover, instigar a alguien contra otra persona.
2. Excitar inquietudes y sediciones en el ánimo de los demás.
3. Reunir, congregar.

Sólo la tercera acepción es neutra, pero ni con calzador encaja en esa frase absurda. Y a todo esto, el orador ha logrado su triple objeto de siempre:
1. Rellenar un vacío con nada.
2. Hacer que el oyente pierda un hilo discursivo inexistente.  
3. No lo menos importante para Zapatero: jibarizar al elogiado hasta dejarle en ridículo. «Concitatus… ¿o era Incitatus? Porque Alfredo Pérez Rubalcaba ha sido corredor… ¡Ya, qué bueno!: el caballo favorito de Calígula, elegido senador a dedo por su amo para humillar al Senado… Rubalcaba/Concitatus, “concitando la capacidad de demostrar”… Genial. El gran Zapatero vuelve a las suyas, y mientras con sus manos eleva el ídolo para que lo adoremos, de pronto lo suelta a merced de la gravedad, y sin dejar de mirarnos con su rictus bobalicón, como si aún sostuviera la figura ya estrellada contra el suelo, nos arranca una carcajada.
Con que «Rubalcaba va a concitar… » He ahí otro culo de vaso en la bisutería oratoria del charlabarato que hace las veces de Presidente del Gobierno de España.

Toda esta reflexión sobre la marcha me demostraba a mí mismo hasta qué punto el libro de Santiago prende y cala. Porque en realidad estaba haciendo un simple ejercicio de lo mismo que él desarrolla a lo largo de 380 páginas sin despeinarse.
Ante todo, su lectura no nos sorprende a los adictos de la  ‘Argos’ –el ‘Blog de Santiago González’–. De hecho, casi nada nos resulta nuevo. Ha sido un libro gestado, en gran parte leído y comentado antes de ver la luz.  Aun así, un libro muy deseado, porque no es lo mismo ir recibiendo entregas y piezas sueltas, que tenerlo ya montado como un reloj en marcha.
El autor ya ha tenido una crítica de lujo escrita por Victoria Prego. Santiago la reprodujo en su blog, y recuerdo que puse este comentario fuera de lugar (2 octubre, 1:19 pm):

 Santiago González no teoriza: expone. […]
      Este no es, insisto, un libro teórico.
 (V. P.)
«¿Y cómo podía serlo, tratando de quien trata? Sería algo así como una teoría de    la vaciedad insustancial. Algo muy fuera del alcance y facultades del autor del libro.»

Si me vale de disculpa, yo no había conseguido aún mi ejemplar de Lágrimas. Ahora pienso lo contrario: el autor teoriza, y por eso el libro es de los de guardar y rumiar.
Lo que ocurre es que teorizar tiene sus modos y modos. Uno es a la manera geométrica de Spinoza o de Kant.  Otro muy diferente es el método inductivo casuístico que empleó Darwin en El origen de las especies, para demostrar cómo funciona la selección natural. Este ensayo de SG sobre el histrionismo ético como sistema de hacer política se parece más a los libros darvinianos. Cuestión de método, porque al final todo viene a ser lo mismo: un avance riguroso y sin titubeos hasta el Q. E. D. final.

Lágrimas socialdemócratas y su género literario
Cuando los buenos escritores se deciden a escribir su autobiografía, nunca es por aumentar en un título su catálogo, sino para dar pistas y claves de su obra. SG todavía no está en ello, aunque su libro está impregnado de autobiografía, en lo que tiene de testimonio personal. Pero tiene además un primer capítulo  subtitulado ‘Explicación de propósito’, expresamente autobiográfico, y un epílogo, ‘Una lágrima por mí’, que invitan a leer el todo en clave de catarsis personal. Un trecho relativamente breve separa al joven creyente cristiano del menos joven creyente marxista y del adulto agnóstico crítico. Trecho, como digo, no largo, pero intenso en una ascesis que en pocos años le ha convertido en maestro.
¿Y cuál es su magisterio? Todo el mundo le conoce como periodista y profesor de periodismo, experto en economía. Pero para mí al menos, Santiago González es por encima de todo un filólogo. Una mente despierta, con una gran memoria y lógica potente, que manejándose a sus anchas por los vericuetos del lenguaje (incluidos los que él llama ‘efectos especiales’ de la retórica), se aplica al análisis de textos, con especial querencia por la deconstrucción de pastiches y muletillas.
¿Es posible? ¿Es esto serio? ¿Una cabeza pensante, ocupada en tales fruslerías? No sé si es serio o no. Es necesario. Estamos ante una especie nosológica muy grave, y alguien tiene que hacer el diagnóstico. Prosigamos.
El ensayo de Santiago González, con la dicha herramienta filológica, trabaja en el dominio de la Caracterología, ciencia que tuvo a uno de sus creadores en Teofrasto (fl. a 300 a. de JC).
El opúsculo de Teofrasto lleva por título convencional Caracteres éticos, y como primicia clásica sigue siendo un enigma [2]. Tras una presentación convencional –para el caso, de ‘un viejo curioso a un amigo’–,  entra sin más a trazar una serie de bosquejos literarios de caracteres-tipo, en número de 28 o 30, sin sacar de todo ello ninguna conclusión más allá de lo dicho en el prólogo:

«Como bien sabes, amigo Policles, soy viejo observador de la naturaleza humana. Noventa y nueve años cuento, y a lo largo de mi vida he tratado de tú a tú con gente de todas clases y aires, sin descuidar la observación de individuos de condición buena y mala… Es lo que me he propuesto describir  para tu ilustración, y con la esperanza de que nuestros hijos, con este legado nuestro, salgan  mejores que nosotros.»

Caracteres éticos, se podría traducir también Costumbrismo. Bien entendido que el ethos, sin descuidar lo moral, no pone en eso el acento,  sino en el modo de ser y actuar cada individuo según un patrón fijo y previsible: un ‘carácter’ irreformable, indeleble, grabado ‘en el ADN’, como decimos hoy con cursilería.
¿Tiene esto que ver con la Ética propiamente dicha? ¿Con la Comedia de ‘caracteres’?  ¿O tal vez con la Sociología o la Política? No se sabe, aunque todo puede ser. Teofrasto fue alumno y heredero de Aristóteles, y por tanto hubo de interesarle la Política vivamente. Recordemos que, para su maestro, el sujeto sensato (phrónimos) era la encarnación ideal del hombre bueno político. En este sentido bien pudo el discípulo divertirse con sus cuadernos de campo, donde de modo especial se dedicó a la Botánica, garabateando en las márgenes, en sus ratos libres, una serie de bocetos sobre desviaciones de la norma política, como caricaturas de los políticos reales, sátira en prosa.
El tarot de Teofrasto, desde luego, se puede jugar con provecho en clave sociopolítica. En este sentido, el libro de SG contribuye con una carta no del todo nueva, ya que varios caracteres teofrastianos se cruzan en el paradigma zapaterino –el fabulador, el gárrulo,  el impertinente, el inoportuno, entre otros–.

«La garrulidad es un desparrame de discurso prolijo que se improvisa sobre la marcha. El tipo gárrulo, apenas toma asiento junto a un desconocido, empezará contándole que tiene una mujer maravillosa, de la que se enamoró a primera vista en una cafetería y ¡plas!; para decirle luego lo que ha soñado la noche anterior, porque duerme fenomenal; eso sí, después de una cena sencilla, porque él cena siempre en casa, a menos que esté de viaje, y de niño sus padres nunca le pegaron, ni sus profesores le suspendieron…
«El impertinente no repara en inconveniencias. Al camarero del bar que le pregunta por sus hijas, le responde: “Ya ves, la mayor, convidada a la vida”. Invitado a una boda, se explayará en considerandos sobre la urgencia de liberalizar el divorcio y el aborto. En un atentado terrorista mortal, a los familiares de las víctimas les consuela explicándoles cómo comprende lo que sienten, porque a él también le fusilaron un abuelo, al que no llegó a conocer…
«Veamos ahora al inoportuno. Es aquél que, en presencia del servicio, se dirige a su madre: “Dime, mamá, ¿qué día y hora era cuando tuviste los dolores y me pariste?” El mismo que, a la cabecera de la moribunda, le pregunta: “Mamá, ¿tu crees que llegaré a presidente?” Y con desparpajo afirmará que ella le dijo que sí. En su casa siempre tienen agua fresca, gracias al aljibe. Su huerto produce las verduras más variadas y más tiernas jamás vistas. Como su cocinero, ninguno. Su hija mayor es demasiado de izquierdas, aunque toca bien la flauta. La pequeña no, la pequeña es muy guapa… »

El motor del político es la oratoria, el arte de persuadir y llevar a las masas al éxito o al precipicio. El orador prudente (phrónimos, una vez más) sustancia sus razonamientos con ejemplos válidos, tomados de la épica, de la historia, de la vida real. El majadero ejemplifica sobre sí mismo y sus fantasías, sobre su fruición autobeatífica, sobre lo feliz que es y lo bien que duerme y digiere. Como el Bien Sumo absoluto desde el empíreo, también su emanación de a pie se siente communicativum sui, y en eso consiste toda su acción política, en evacuar su nada. “Desparrame sentimental”, se subtitula el libro, donde se habla mucho de ‘desagües’, sin forzar mucho el tropo fisiológico. Generalizando, cabría hablar de ‘estructuras disipativas’, y que viva la entropía.

No sólo lágrimas
El título promete lágrimas. Pero no temamos ningún cataclismo, ningún diluvio, ni siquiera una gotera. Ese ojo en la cubierta del libro, enmarcado en el perfil de una gota y dejando resbalar una lágrima tan enorme como imposible, es un fotomontaje. El payaso no llora de verdad. Zapatero no ha llorado nunca por nada ni por nadie. 
La comicidad intrínseca de esta jeremiada de secano estriba en que su retórica contiene todo aquello de que carece y debería tener la retórica que se critica. Hay fronesis, hay prudencia reflexiva volcada en describir y analizar un seudo pensamiento incoherente, que a falta de recurso mejor, a veces gime.
Antes elegí el símil del tarot, para destacar la visualidad del estilo literario de SG; como también he señalado la expresión, ‘efectos especiales’, tomada del cine. En esto, él es gran catador y connaisseur, autor de guiones. Las evocaciones fílmicas son tan frecuentes como eficaces. Y la más ligada al título y tema de este libro es la secuencia de Quo vadis? (1951) donde Nerón pide ‘el vaso de las lágrimas’ y aplicándola a una y otra carúncula, hace como que llora y guarda unas pocas en el recipiente, que hace sellar para la posteridad: «Lloro por ti, Petronio. Una lágrima por ti, una por mí» (Cap. 2. ‘En este vaso de lágrimas’, págs. 50-51).
La escena se basa en el nombre de lagrimarios o lacrimatorios, dado gratuitamente a ciertos ungüentarios romanos diminutos, atribuyéndoles un uso ritual de recoger lágrimas vertidas por un difunto en sus exequias. De ahí pasó a la literatura y al drama (Shakespeare, en Antonio y Cleopatra). No hay referencia clásica que lo confirme, salvo un texto bíblico muy oscuro en hebreo (Salmo  56: 9): «[Señor,] pon mis lágrimas en tu odre». Un odre (נֹאד, no’d) de los de agua, vino o leche como recipiente para guardar Dios las lágrimas humanas es poco probable. Los únicos lacrimatorios de verdad han sido los frascos y botellas del vino llamado lácrima Cristi, supongo.
Un libro necesario. Vengan más en la misma línea, con otros caracteres igualmente aberrantes. Porque nuestro sistema político, la partitocracia, está propiciando una selección de aves de pésimo augurio en las cimas del poder. De la misma ‘Argos’ copio este axioma magistral (Rorschach, 2 de octubre 2011):

La grandeza de la democracia es que cualquiera puede ser presidente.
La miseria de la democracia es que un cualquiera pueda ser presidente.

Como quería Teofrasto, a ver si un día nuestros hijos tienen más suerte con sus políticos. Gracias a libros como los tuyos, amigo Santiago. 
___________________________

[1] Santiago González. Lágrimas socialdemócratas. El desparrame sentimental del zapaterismo. Madrid, La Esfera de los Libros, 2011, 395 págs., 21 €.
[2] La obrita seminal de Teofrasto influyó en la comedia y la sátira greco-latina. Traducida al latín por Casaubon (1592), La Bruyère la puso en francés y terminó haciéndola suya, como gran teatro tipológico del Siglo de Luis XIV.



20 comentarios:

  1. Belosticalle, un gusto leerle.

    La democracia se hunde en la miseria orgánica cuando facilita que un cualquiera pueda ser Presidente.

    Genial lo de 'charlabarato'.

    El quicio de la mancebía [EQM]

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  2. Lácrima Crítica. La crítica literaria como una de las bellas artes.

    Un saludo, Belosti.

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  3. Yo también aprecio mucho de Santiago González la filología, la lealtad a la integridad de las palabras y su amorosa relación con ellas, miembro destacado de la Caballería del Idioma. Leo su blog (que, entre otras cosas, me ha traído a este), me gusta y, por lo poco que sé de él, también le admiro. Le felicito y le deseo todo el éxito.

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  4. D. Belosti, no conocía la expresión "charlabarato", pero le sienta muy bien a ^^, que siempre me ha recordado a los charlatanes del Rastro.

    Para los que piensen que Zapatero no encontraría un trabajo remunerado cuando deje la política, yo creo que tendría un gran futuro como vendedor de la Teletienda, sitio donde su verborrea estaría muy bien empleada.

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  5. Buenos días Sr. Belosti.
    Como siempre profundo en el ejercicio de su enseñanza a la par que amena la lectura de la misma.
    Charlabarato, es una palabra que me retrotrae a mi niñez en mi tierra.Palencia.
    Gracias una vez más.

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  6. (En Churdínaga, parlabarato. No sé si será el proverbial afrancesamiento de sus gentes, bien al contrario, casticismo, o una muestra más de irreductible hecho diferencial).

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  7. Magnífico análisis, señor Belosticalle. Voy a seguir leyendo...

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  8. Sigo por las ramas12 de octubre de 2011, 9:33

    Zapatero, la grima.

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  9. el medico de rubalcaba12 de octubre de 2011, 10:51

    Donde hay se nota.Con afectuoso agradecimiento por hacernos partícipes,saludos

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  10. Le doy las gracias, y a la vez le culpo, a Santiago González por hacer un link a su blog. Me parece que a partir de ahora tendré, obligatoriamente, que leer otro blog.

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  11. Le doy las gracias, y a la vez le culpo, a Santiago González por hacer un link a su blog. Me parece que a partir de ahora tendré, obligatoriamente, que leer otro blog más (quería decir), éste.

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  12. Garrulus glandarius, arrendajo (vulgo rondajo; V. Eskinoso)

    Puede levantar las plumas del píleo, dando forma puntiaguda a la cabeza. La cabeza muestra papos señalados y cejas circunflejas. Vuelo mariposeante y algo irregular.

    El canto que se oye entrado el otoño es una extraña mezcla de sonidos ásperos, maullantes, cacareantes; poco sonoro, de corto alcance.

    Es usted un monstruo, don Belos, un lujo necesario.

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  13. Uno procura leer mucho para ponerse al día…., para tratar de rellenar las lagunas de desconocimiento o ignorancia.
    Me abruma con su manera de escribir y con sus conocimientos, leerle es una gozada (si me permite la expresión) Señor Belosticalle.

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  14. D. Belosticalle, no tengo palabras porque las tiene usted todas...

    ... o casí.

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  15. Le (lo) releo porque es un auténtico goce y advierto que separa "seudo" de "pensamiento". Creo que lo podemos unir en "seudopensamiento" del mismo modo que "exministro", etc.

    Firmado: el maestro ciruela

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  16. No habrán mirado el contador, ni tienen por qué. De haberlo hecho, verían que esta jornada ha sido única en la vida de este blog, récord absoluto de visitas, que con toda seguridad no volverá a repetirse hasta que Santiago González publique un nuevo libro.

    Gracias a todos por venir, y en especial por los comentarios. De éstos, si pudiera permitirme destacar uno solo sin hacer de menos a nadie, sería el de Albatros (12: 08) sobre el Garrulus o arrendajo: una parodia de la parodia, que aún no he terminado de reír.

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  17. Recomendación del día:. Jordi Pérez Colomé, "Cómo escribir claro"

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  18. ¿Escribir claro? En mi tiempo no había ese libro de Jordi, aunque tampoco faltaban pautas y modelos. La tabla de multiplicar, sin ir más lejos. A la espera del ‘Decálogo de Jordi’, la tabla. Luego vendrían las fábulas de Fedro y de Samaniego, que aunque todavía relativamente simples, por ahí entró el prurito del enredo. Sólo porque era más divertido que la tabla, hay que fastidiarse.
    Un saludo, señor PETER.

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  19. Principios fabulísticos (Belosticalle, 13 de octubre, 17.09) de un fabuloso escritor (Belosticalle, ubicumque).

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