Cuando Molière titulaba su última comedia El enfermo imaginario (1673), no quería significar que todos lo fuesen. Él mismo era un enfermo de verdad, que por poco no se murió en escena, mientras representaba a su personaje, el protagonista.
Del mismo modo –y guardando mis distancias con el gran farandulero–, lo vasco que nunca existió es, ni más ni menos, lo vasco que nunca existió, no lo que existió alguna vez, ni lo que existe. Que, por otra parte, no tienen por qué ser siempre y en todo la misma cosa.
¿Qué es lo vasco? Algo que es «hermético para el que no es vasco» (Caro Baroja). No nos agarremos a esta boutade del maestro, que dio de lo vasco otras señas y pistas bastante más positivas, al alcance de todo el mundo. Además, conociendo a don Julio, seguro que fue ironía de las suyas, para decir que si todos somos unos incomprendidos, salvo para nosotros mismos, el vasco-vasco es una incógnita incluso para sí, a nada que procure objetivarse, distanciarse de su ego. Sólo en el tercer cielo del ensimismamiento empieza el vasco a verse y oírse en esencia, del mismo modo que los místicos intuían el misterio trinitario sin poderlo comunicar, ni siquiera a su propio intelecto. Tan sólo la intoxicación patriótica –mejor en grupo y con ayuda etílica– puede dar idea aproximada de lo que es la vasquidad en sí.
«En el espantoso crimen de la guerra civil española nadie ha sufrido más que el Pueblo Vasco. Ninguna otra zona de España, ha dado más soldados a los bandos en lucha, ni más muertos, ni más exilados, ni ha perdido mayor riqueza, ni bienestar, ni corre el riesgo de ver exterminadas por la persecución implacable, características raciales ni espirituales, salvadas milagrosamente durante milenios, por la fortaleza moral, la tenacidad y la energía, que a los vascos de todos los tiempos ha distinguido en el cuidado y mantenimiento del patrimonio de su formación y tradiciones.»
He aquí un texto hermético trismegístico, ininteligible y vacuo para quien no sea vasco de pura cepa, o aun siéndolo, no sea el mismísimo vasco en persona que lo concibió. La vasquidad es incomunicable. Como para la Escolástica los ángeles, cada individuo vasco-vasco es una especie distinta.
En serio. ¿Puede alguien reconocer como ‘vascas’ las pinturas de Santimamiñe? ¿Cómo caristias, tal vez? Imposible. Eso nos llevaría a reconocer que nuestros rivales los cántabros –los artistas de Altamira– tuvieron una cultura muy superior a la nuestra. O tal vez nuestros antepasados estuvieron también allí. O tal vez… O tal vez…
En tiempos de Humboldt y del Volksgeist –el duende (‘dueño de’) cada pueblo– no se conocía el arte rupestre, y la expresión más auténtica de lo vasco era la lengua, vehículo de una cosmovisión exclusivamente vasca.
No es lo mismo, por ejemplo, decir:
Sagardoteitik irten det
txixa egitera
que decir:
De la sidrería salgo
a echar una meada
–Hacer (chis), echar (meada), dos mundos diferentes Y todavía aquí estamos a nivel muy superficial, fisiológico. El abismo se ensancha si ahondamos en el pensamiento, en la cultura, explorando por ejemplo la distancia en parsecs que media entre Eusko Jaurlaritza y Gobierno Vasco, ¿a que sí?
–Un pequeño problema es que Jaurlaritza es de ayer, concretamente de 1934. Anteayer era Gobernu (registrado desde 1571). Y en tiempos antiguos los vascos ‘prístinos’ (que diría Otegi), libres y no maleados por otros pueblos, a buen seguro ni necesitaban gobierno.
–¿Qué palabra se nos ocurre, entonces, que no pudo faltar en vasco desde lo más remoto? Ya está: el equivalente de ‘guerra’. Porque, como bien dijo el informadísimo Oihenart, a diferencia de «los oscuros e imbeles autrigones», los vascongados propiamente dichos fueron todos temibles guerreros.
–¿Y cómo decían ‘guerra’?
–Gudua. En euskera de siempre, guerra es gudua.
–Pues no señor; decían guerra.
–Pero guerra es palabra de origen gótico. A través del bajo latín pasó tal cual al romance y al vascuence.
–No pensaba lo mismo el padre Larramendi (Diccionario trilingüe, t. 1, pág. 406 San Sebastián, 1745):
–Cosas de Larramendi. También Covarrubias dice que es hebreo: גרה (garah), pelear. Pero hasta el Corominas sabe que viene del germánico werra, discordia.
–De todas formas, en euskera tenemos gudua y guduka. El propio Larramendi registra guda, como también burruka.
–Sí, para traducir ‘lucha’, no ‘guerra’. Burruka, o más antiguo, burreka: a mí eso me suena a gerundio, ‘haciendo el burro’, a coces. Algarada, como en la moderna kale-borroka. Aunque también podría venir de burru, el sayón.
–¿Y lo otro? Gudari significa guerrero; de gudu.
–¿Desde cuándo? Aquí hay un malentendido. Seguramente en la Edad Media hubo un tiempo en que el vasco indómito se vio rodeado de godos por todas partes. Cada vez que desde sus riscos el vigía oteaba una hueste, tocaba el cuerno al grito de Gudua! gudua! ¡El godo, el godo!...
–Estará usted de guasa.
–No le quepa la menor duda.
Música en las esferas
¿Por qué será, que los vascos pioneros descubridores de lo vasco tuvieron que inventarlo? Como si no les bastara abrir los ojos en derredor y describir lo que hay, los entornan hacia dentro para soñar a pierna suelta.
A esta casta de soñadores perteneció Manuel Larramendi (1690-1766). Si construye una gramática y diccionario del vascuence, tendrá que ser ‘normalizando’, de acuerdo con su visión interior. Ya sesentón, el jesuita de Andoáin emprende una guía de Guipúzcoa. La tituló Corografía, que normalmente significa ‘descripción de un país (incluido paisaje y paisanaje)’, donde tampoco desentona decir algo del subsuelo, amén de la situación en el globo. Ya, ya. ¡Chitón! El soñador nos revela «una Guipúzcoa como nadie de nosotros haya visto jamás » (M. Azurmendi*):
«Aquí tenemos más cerca la Estrella del Norte que en Castilla. Vemos más cerca la Osa Mayor y Menor, y demás constelaciones boreales… Vemos a Bootes conducir su carro luminoso, oyéndole cantar la gloria de Dios, en metros iguales y celestiales…
Aquí las auroras boreales, a modo de decir, las tocamos con las manos… Aquí, al acercarse el Sol al Cangrejo, tenemos el gusto de verlo salir del mar y ponerse en el mar; y unos crepúsculos tan prevenidos y madrugadores, que en nuestros puertos parece día claro tal vez a las dos de la mañana. Aquí señalamos los puntos de la eclíptica, que no puede pasar el sol…
¿Ve Usted la cima de aquel monte? Pues es la raya que no pasa jamás el Sol hacia el Polo Ártico… ¿Ve Usted hacia ese otro lado la cima de aquel otro monte? Pues es la raya que no pasa jamás el Sol hacia el Polo Antártico… »
–¡Con que Corografía! Con tanta música celestial y danza estelar, no es extraño que para Google sea coreografía, y así nos lo enmienda, y hasta lo pone en la Wikipedia
–Claro está que si un pequeño país es el referente privilegiado de la esfera armilar tiene que ser por algo. La Providencia Divina tiene designios muy altos sobre ese pueblo…
–Y usted que lo diga. O mejor, que lo diga el padrecito:
«La nación de los Vascongados, y particularmente la de Guipúzcoa, ha tenido el ser mirada y atendida de Dios con especial cuidado entre todas las de España, y pudiera decir del mundo todo. Esta nacioncita siempre ha estado en este ángulo septentrional, jamás se ha confundido ni mezclado con ninguna de las naciones que vinieron de fuera, ni de moros, ni de godos, alanos, silingos, ni de romanos…
Y la demostración de esta verdad es el vascuence, lengua que evidentemente nos distingue de esas otras naciones. Sabe Guipúzcoa que la sangre de los suyos no tiene que ver con la de estas naciones, y que a ninguna de ellas tiene que recurrir en busca de su principio, de su alcurnia, de su genealogía…
Sabe, en fin, positivamente, que viene en derechura y sin cortaduras, de la familia y de los hijos de Túbal que poblaron España: cuya sangre nobilísima y limpísima ha mantenido en tantos siglos, a pesar de bárbaras naciones que inundaron el resto de España.»
«Abandonad, abandonad ese léxico traído de Castilla: pues existe demasiado sabor de moro, olor de sucio judío, de negro y de villano en esas tierras. Anotad que en vuestra casa, en Guipúzcoa, y sin ir a ninguna otra parte, tenéis una pureza que no encontraréis en ningún otro lugar. Y si esto es así, mejor haréis en casar esa vuestra hija limpia con un tratante de ganado de aquí, que no con muchos hidalgos haraganes de Castilla.»
Amén; que quiere decir: ‘esto me suena’.
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*) Mikel Azurmendi, Y se limpie aquella tierra. Madrid, Taurus, 2000, pág. 181.
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*) Mikel Azurmendi, Y se limpie aquella tierra. Madrid, Taurus, 2000, pág. 181.
El Vasco Imaginario.
ResponderEliminarLuigi, ¿resume o comenta?
ResponderEliminarOtro broche de oro impagable. Como suyo.
Belosti, si pretendiera resumir su sabiduría diría de menos, y si pretendiera comentarla, de más. Así que sólo intento atrapar un poco de ella. Un saludo.
ResponderEliminar(Txau Belosti! Balizko jakintsua.)
ResponderEliminarDon Belosticalle ¿Me permitiría enlazar sus artículos sobre "Lo vasco que nunca existió"?
ResponderEliminarSi le valen, doña Nikita...
ResponderEliminarMe valen d. Belos. Gracias.
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