No es errata. El municipio de San Baudel es Casillas de Berlanga, lo sabemos. Pero aquí no se trata de eso, sino de pasar un buen rato contando cosillas sobre Berlanga de Duero. Entretenidas, sin mayor importancia.
En Berlanga dicen Yubería, con be, en vez de Yudería, la judería. Al barrio judío hay que dirigirse en busca de María Jesús, la guía de visitas a la Colegiata, en el compás de ‘las monjas’. El convento de franciscanas concepcionistas ocupa, eso dicen, el solar que fue de la sinagoga de esta aljama, una de las principales de Soria.
La idea del convento femenino fue de los Duques de Frías y primeros Marqueses de Berlanga, fundadores también del monumento colegial (1526-1530). Su objetivo, sin perjuicio de la devoción, fue enclaustrar a su hijita doña Juliana, que les había nacido sorda, igual que otros dos hermanos.
La sordomudez era defecto que, en principio, quitaba la esperanza de hacer a la mocita abadesa, aunque también es verdad que un Tovar-Velasco y una Enríquez-Portocarrero no reparaban en ciertas minucias.
Más tarde, la misma doña Juana Enríquez traspasó a la hija a las clarisas de Medina de Pomar (Burgos); digo, si sería para tomar lecciones de habla, como sus dos hermanos, por el nuevo método de fray Pedro Ponce, benedictino en Oña. Otro día recordaré esta invención maravillosa. Hoy sólo hemos venido a que doña María Jesús nos explique la Colegiata.
No es el menor atractivo de la visita la propia dama cicerone que, como su colega en la Catedral de El Burgo, utiliza el acreditado método de recitar un texto memorizado con sonsonete. Si el visitante hace alguna pregunta, la respuesta es en tono coloquial normal. Luego empalma el recitativo cadencioso, a veces repitiendo el último párrafo, si hubo interrupción.
Fray Tomás de Berlanga y su lagarto
Dentro del templo, junto a la puerta, cuelga de la pared ‘el lagarto de fray Tomás’. No son raros estos ‘monstruos’ a la entrada de iglesias importantes. A veces, como el gran ‘topo’ de la catedral de León, representan el poder maligno, que de noche destruía la labor de la jornada. Pero eso aquí no nos vale, porque este ‘lagarto’ es en realidad un caimán disecado. Muy apolillado, casi irreconocible hasta hace poco, hoy tras la restauración lo identificaría incluso su donante del siglo XVI.
Fray Tomás (h. 1490-1551) es una institución viva en el lugar, donde nació y vivió retirado sus últimos años. Fraile dominico, en 1510 pasó a la isla Española (Santo Domingo) y fue todo un personaje en la política de la conquista, encargado por Carlos V de componer (en vano) la discordia entre Pizarro y Almagro, sobre límites territoriales.
Para entonces (1535), fray Tomás era obispo de Panamá y hombre muy respetado por su prudencia y vastos conocimientos, también en ciencias naturales, cosmografía y náutica. Él llevó de Canarias a América el plátano (según Fernández de Oviedo), y a cambio trajo el tomate [1].
Con todo, su figura cayó en discreto olvido, del que emerge al divulgarse los programas televisivos sobre las Islas Galápagos, tan unidas a Darwin y el Origen de las Especies. Porque en efecto, el descubridor del Archipiélago fue el dominico de Berlanga. Durante su misión a Lima, una calma chicha en combinación con las corrientes de Humboldt y el Niño le llevó a avistar islas nuevas, que fue situando y bautizando, abordando también alguna (la Floriana, en marzo de 1535).
El descubrimiento quedó algo confuso, en parte porque las circunstancias, tal como se contaron, recordaban más o menos la leyenda de San Brandán. Fernández de Oviedo, que al parecer apreciaba a fray Tomás, aunque trata de la querella que motivó el viaje, no veo que diga palabra de aquellas islas. Finalmente la candidatura del dominico al descubrimiento queda confirmada por hallazgos documentarios recientes [2].
Mucho me place –después de lo escrito aquí sobre la Orden de Predicadores– destacar, entre muchos miembros interesantes, a este fray Tomás Martínez Gómez. Que así se llamaba, aunque también le ponen Enríquez: siempre la obsesión nobiliaria, para dar lustre a un hijo de labradores oscuros.
Nada más grato que conocer a los dominicos fuera del papel de inquisidores; al contrario, como fray Tomás y como su cofrade Bartolomé de las Casas, amparando a la población indígena frente a sus explotadores, los ‘encomenderos’. En mi opinión, con dos ventajas del berlangués frente a Las Casas:
1) todo indica que fue más ponderado y ecuánime en sus juicios; y
2) su atención a los problemas humanos no le impidió interesarse también por la Naturaleza y el desarrollo.
Fray Tomás fue ambicioso, tal vez por su sentido pragmático. Desde la Española, unificó bajo su mando todos los conventos de su orden en América, los fundados y por fundar. Ya de obispo, se hizo con la exclusiva de ciertos impuestos y empresas que le convirtieron en hombre de negocios muy próspero, remitente de oro y recursos a su tierra para obras pías y socorro de numerosa parentela de Martíneces y Gómeces. Cosa muy esperada entonces de los tíos indianos, y admitida incluso entre religiosos, mucho más si eran obispos.
De su vista empresarial da idea bastante su proyecto de canal interoceánico de Panamá, y el abandono del mismo, calculado el enorme costo.
En 1544 tuvo el buen acuerdo de renunciar al cargo, para disfrutar un otoño dorado en su patria chica, donde mucho se le recuerda. Todo hay que decirlo: en buena parte, gracias a su ‘lagarto’.
¿Cuál fue su intención para hacerlo colocar donde lo vemos? La costumbre de mostrar rarezas se extendió mucho en el Renacimiento y el Barroco . Algunas eran a la vez que vistosas utilitarias, como las conchas enormes de tridacna usadas como benditeras.
Pero a menudo había intención moral. Más moderno que este caimán es otro valenciano, en el atrio de ‘El Patriarca. Éste animal vino vivo a poder del arzobispo san Juan de Ribera, que lo crió, y finalmente lo mandó disecar y colgar en el atrio de la capilla, “para que los fieles aprendan a guardar silencio en el lugar santo”. Por lo visto, el saurio del santo arzobispo-virrey era de pocas palabras. No sería de muchas más el de fray Tomás, si vino a Berlanga amojamado.
Milagro en Berlanga
Aunque recuerde un título de película de García Berlanga, lo que voy a contar es historia verdadera. Qué digo, contar; casi revelar, porque esto lo sabe poquísima gente, incluso en la propia Berlanga.
La Colegiata se titula de Nuestra Señora del Mercado. Que no es ningún misterio mariano, sino el mercado o feria que allí delante se celebraba cada año por la Candelaria, del 2 al 9 de febrero, con gran golpe de público.
A la feria de 1587 llegan, entre los feriantes, dos hermanos plateros de Huete (Cuenca), Pedro y Bautista Rodríguez. Algo retrasados venían, porque al Pobre Pedro por el camino le había dado una jaqueca que le tuvo tres días perdidos, sin poder siquiera abrir el ojo derecho.
El día 9, último de la feria, que cayó en lunes, oyen misa en la colegiata. El doliente debía de parecer un jamelgo de picar toros, pues como buen jaquecoso se había encasquetado un ‘tocador’ que le tapaba el ojo y la parte dolorida.
Les habían hablado de las virtudes de un Santo Cristo nuevo, depositado en la iglesia hacía poco por su dueña, doña María Girón, mujer del Condestable y Duque de Frías don Juan Fernández de Velasco. Era una hermosa talla italiana en marfil, de poco más de un palmo, sobre cruz de ébano.
El ‘Cristo de Lepanto’, le decían. Uno de tantos que para la ocasión bendijo el papa san Pío V. Uno de ellos se guarda en El Escorial, regalo del pontífice a Felipe II. Esto otro se lo había dado Sixto V al Duque en 1585. Y aunque pasaba (y pasa) por haber asistido a la batalla de 1571, blandido por un fraile capuchino en el fragor del combate, lo contrario era más cierto: que no estuvo allí, pues el fraile capellán no fué a Lepanto, sino a Chipre, y además se murió en el viaje. Es lo que me consta por documentos que, una vez más, pulverizan bonitas leyendas.
Este crucifijo pidió ver y tocar el migrañoso, con esperanza de curarse, pues perdido el negocio de Berlanga, todavía les quedaba la superferia de Tendilla, en la Alcarria, que se abría el 24 y duraba un mes, con mucho negocio de paños finos, joyas y plata.
El sacristán de la colegiata le mostró la imagen. Lo que después pasó entre el enfermo y el Cristo figura en un atestado expedido tres días después, a instancias de un clérigo en representación de doña María. Cuya sustancia es, que
“habiendo ido el dicho Pedro Rodríguez platero a le adorar, y habiéndole adorado al dicho santo Crucifijo, y puesta la corona de él en el ojo que tenía enfermo y malo, fue nuestro Señor servido que luego al punto se le quitó la dicha enfermedad y dolencia que tenía, y totalmente quedó y está sano y bueno; y nunca más ha tenido la dicha enfermedad.
De lo qual se vio y manifestó clara y distintamente, así porque el dicho Pedro Rodríguez se quitó luego el tocador que tenía puesto en la cabeza, y abrió y cerró y pestañó el ojo, lo qual no podía hazer de antes…”
Aquella instancia tenía por objeto que el Corregidor de la villa, licenciado Garibay Zuazola, ordenase una encuesta pública en forma, “para que conste… y venga a noticia de todos el dicho milagro”. Curioso: la dueña del Santo Cristo pide tal “justicia” al juez nombrado por su marido, de quien dimana el poder señorial –simbolizado aquí por el rollo de Berlanga, el más vistoso de la provincia–.
No menos curiosa la deposición de un fray Antonio Escudero, franciscano, comisario de la bula. El cual como ‘testigo’ (sic) declara bajo juramento:
“Que, el miércoles de la ceniza próximo pasado, este testigo confesó y comulgó al dicho Pedro Rodríguez, y en todo lo que le trató y comunicó en lo espiritual y temporal coligió de él ser un hombre muy honrado y buen cristiano…, y le tiene por persona que piadosamente [no] dejara de decir verdad, especialmente con juramento y en negocio tan grave como este.”
El tal “miércoles pasado” era literalmente “ayer”, la víspera de la declaración. Ese día de penitencia, el padre Comisario bulero andaría ocupadísimo, como un feriante más en su tenderete, voceando sus bulas para que las gentes pudiesen aligerar la abstinencia cuaresmal. Los feriantes a buen seguro no escaparon al celo del religioso, que aparte de colocarles las sendas bulas les invitaría a cumplir con pascua. Los buenos plateros, producida la curación el lunes y citados a declarar, obraron sabiamente acudiendo al fraile a confesarse con él y cumplir con Pascua a cambio de la papeleta correspondiente, y de paso captarían su benevolencia comprándole bula. Fuera de eso, el fraile no conoce a su penitente de nada, y así es bien poco lo que puede ayudar.
Las versiones del enfermo curado y de otros dos testigos, con ser tan pocas, tienen el mérito de ser divergentes. Como por lo demás suele ocurrir en estos milagros un poco embarullados. Según Pedro, lo que él hizo fue pasar un rosario por la cabeza del Cristo, y al hacerlo cayó rodando por el suelo la pequeña corona de espinas, que todos buscaron y él mismo, a pesar de su jaqueca, encontró y puso en contacto con el ojo doliente, quitándose el dolor al instante. Y lo que es más extraño, “nunca después acá ha sentido ninguna cosa de la dicha enfermedad”. Es decir, en dos días y medio no le repitió la migraña. Una curación definitiva, lo que vulgarmente se dice.
Divergente es también el sacristán o ‘sagrariero’. Del incidente de la corona caída, lo que a él le importa es que volvió a su lugar en la cabeza del crucifijo, sin mayor protagonismo en la cura milagrosa, que fue obra de la imagen entera. Cada versión responde a las preocupaciones del testigo, como suele ser en estos casos.
Así, sin fiscal ni abogado del diablo ni informe pericial, el corregidor Garibay dio por concluido el expediente. No se llamó a ningún médico que dictaminase sobre el mal y la curación; y para teólogo fue suficiente el fraile bulero.
Nos quedamos con la curiosidad, o si se prefiere, con las ganas de saber si Pedro Rodríguez tenía antecedentes de jaqueca, que con tanta presteza se auto diagnosticó.
La jaqueca es una patología epileptoide, tan conocida como inciertas son sus causas, y aleatorios sus remedios. Entre estos, sin embargo, no se contempla el contacto con una corona de espinas, aunque sea la de un santo Cristo. También es sabido que los ataques remiten por sí solos, durando por lo general no más de tres días, y a veces el alivio se produce con rapidez. Fuese jaqueca “de libro”, u otra forma de cefalea seudo-jaquecosa, o en fin, alguna neuralgia facial, no entremos en ello, pues ni pone ni quita mérito al milagro.
En realidad, ni siquiera conocemos el objetivo real de la supuesta averiguación y “justicia” reclamada por la Duquesa. En plan especulativo, recordemos que en 1587 se tramaba la conquista de Inglaterra con aquella gran Armada que pasó a la Historia como ‘la Invencible’. En tal ambiente de entusiasmo religioso prebélico no quedaron sin promocionarse los “Cristos de Lepanto”.
El Cristo milagroso es inútil buscarlo hoy en la Colegiata de Berlanga. Doña María Jesús nada dice de él. Con buen acuerdo, su propietario don Juan, ya viudo de doña María, sopesó el riesgo que corría una pieza tan pequeña, de materiales preciosos como el marfil y el ébano, a riesgo de dejarse la corona, y quién sabe si el bulto todo, entre dedos demasiado devotos. Berlanga se quedó sin milagro.
El Cristo lepantino, o a lo menos elefantino, vino a parar al mismo convento que la sordomuda doña Juliana. En el museo de Santa Clara de Medina podemos verlo, entre el legado artístico de don Juan Fernández de Velasco. Por cierto, sin la corona de espinas. ¿Qué habrá sido de ella?
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[1] Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias. I p., l. 8, cap. 1, 10; ed. J. Pérez de Tudela, BAE, Madrid, Atlas, 1959, 1: 248.
[2] Estrella Figueras Vallés, Fray Tomás de Berlanga. Una vida dedicada a la Fe y la Ciencia. Soria, 2010.
[3] Archivo de Sta. Clara, Medina de Pomar, sig. 01.39 (Berlanga, 12 Febrero 1587).
[4] Ibíd., Perg. 150, 6): Certificación del crucifijo (Roma, 1 Mayo 1586).
Taniynim תנים : el "cocodrilo", catorce veces mencionado en la Biblia con diversas traducciones,cocodrilo, serpiente monstruo marino fluvial escamoso, lagarto, dragon... Si parece algo mas que una rareza de coleccionista propia de Fray Tomas.
ResponderEliminarhttp://thejawboneofanass.wordpress.com/2010/05/17/hataniynim-%D7%94%D7%AA%D7%A0%D7%99%D7%A0%D7%9E/
Es usted un gran narrador: muestra mucho afecto por sus personajes, Cervantes le habría bendecido. Mis favoritos de estas cosillas son los casi solo sugeridos: doña María Jesús, la cantarina relatora relatada, y el lagarto terrible o seco caimán de fray Tomás (que despierta en el anónimo hebraísta tantas evocaciones).
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