sábado, 26 de noviembre de 2016

De Pavía a la Cartuja en barco (Soñar poco cuesta)


El Naviglio Pavese en Pavía. Escala de esclusas y cuenco de desagüe al Tesino
Yo no sé si en Pavía interesa mucho la promoción turística. La ciudad y su entorno lo merece, y ellos lo saben. Tienen buena red de pistas para bicicleta, un medio muy adecuado en tierras tan llanas. Algunos recorridos a pedal bordean los canales, en esta Lombardía flotante sobre aguas alpinas. Son los antiguos caminos de sirga, por donde bestias y hombres tiraron de las barcazas ‘cuesta arriba’. Caminos que, por parajes de evocación histórica, llevan a monumentos tan imprescindibles como la Cartuja, que vamos a visitar. Alquilar una bicicleta pública sale barato, y algunas excursiones en grupo guiado se anuncian gratis. Bravo.
Bravo, sí; sólo que algunos tenemos la bici colgada de tiempo atrás, tan herrumbrosa como la armadura de Don Quijote, y más herrumbroso todavía nuestro físico. ¿Qué hay para nosotros?
Un turista de paso no es la persona más indicada para improvisar consejos a los responsables del ramo. Puede, eso sí, informarse y expresar sus impresiones, sugerencias, sueños. Y lo mío al respecto es que el Naviglio o Canal navegable Pavía-Milán (37 km) está desperdiciado. Y es una pena, si miramos esta galería gráfica de su recorrido.

Milán. Atardecer sobre el Naviglio Pavese
Esta situación acentúa el contraste entre ambas terminales del canal. En Milán, el Naviglio Pavese es de encanto. Su encuentro con el Naviglio Grande, la Dársena de Porta Ticinese –la Puerta de Pavía–, todo ello ofrece una atracción con vistas preciosas, de día como de noche pero sobre todo al atardecer, con sus cafés y restaurantes en las márgenes de esta vía acuática, con alguna que otra hostería flotante, con ánades y gaviotas, con vida.
Milán. El Naviglio Pavese en vista nocturna
Milán, gran ciudad sin río, llegó paradójicamente a ser ‘ciudad acuática’, gracias a su red de fosos y canales que la conectaban con el sistema fluvial lombardo intermarino, Adriático-Mediterráneo. Ese carácter como de urbe a flote se va perdiendo en los años 30 del siglo XX, cuando se cubren aguas so pretexto de higiene y urbanismo. No tardará en apreciarse la pérdida innecesaria, y los milaneses añoran una restauración siquiera parcial, que ya sólo es cuestión de dinero. Sólo, pero mucho dinero.
Pavía. El Naviglio, arriba de la escala de esclusas
Al otro extremo, en Pavía, el canal es bonito pero de otra manera. Melancólico, porque está desierto y abandonado, como un estorbo, desmanteladas las esclusas. A diferencia de la metrópoli milanesa, Pavía no se ha llevado del todo bien con su canal. O sus canales, porque son dos. Fue el primer ayuntamiento de la zona que firmó solicitud de «cerrar a la navegación el Naviglio»  –admirable oxímoron–, dejándolo en canal de riego (que tampoco hacía gran falta, en región tan húmeda), y algo también para fuerza hidráulica en su momento. A la orgullosa rival de Milán le bastaba con su Tesino. Y aun le sobraba, en tiempos de crecida, que no todo son ventajas con ríos como éste, el Adda o el Po, de narices hinchables. Díganlo los ticinometri (tesinómetros), algunos con las marcas de las grandes riadas.
Por eso, yo me pido… Yo sueño con ir en barco desde Pavía a la Cartuja, por lo menos. Es poco más de una legua. Daría para comer en el viaje, mientras una voz (femenina a poder ser, si habla en italiano) va revelando a los viajeros los secretos del paisaje mudo, sin olvidar la batalla más famosa que tuvo aquí su teatro.  La Batalla de Pavía (1525), que teniendo por objetivo inmediato levantar el cerco de la ciudad, sitiada por el rey francés Francisco I, tuvo como efecto cambiar la historia de Europa.
Yo creo que un viaje así llamaría gente. (Y mira por dónde, me estoy acordando ahora de Berlín, con sus vaporcitos de chimenea abatible a su paso bajo los puentes del Spree. Aquí también haría falta algo de ingenio para una travesía sin coscorrones y sin transbordos.)
Deposito, pues, en el buzón virtual de ideas del Broletto este sueño, que hoy por hoy, visto lo visto, parece delirio. Y para más cargarme de razón ante quien proceda, a modo de ‘memoria justificativa’ adjunto el siguiente informe.

Así se abrió el canal
Abreviaré la historia del Naviglio Pavese. Los Visconti eran señores de Milán desde el siglo XIII, cuando Galeazo II, señor de Pavía, adopta esta ciudad como segunda capital de retiro y recreo, con un gran parque privado al norte del castillo-palacio. Para aquel latifundio, mitad cazadero, mitad finca de labor, se ideó un canal de riego (1359).
La familia, sin renunciar para nada a su apellido-mote (los ‘Vizcondes’), pronto decide superarlo y lo consigue, en la persona de Juan Galeazo. Hombre del Renacimiento italiano, sin reparar en medios toma el poder y compra a precio de oro al emperador Wenceslao el título de Duque de Milán (1395), como feudatario y vicario imperial en Lombardía. De ‘vizconde’ a Vice-Emperador, ahí queda eso. En adelante, la estirpe se adornará con el águila bicéfala y corona del Imperio. Pero los Visconti siempre serán ellos mismos, con su ‘bicha’ en zigzag zampándose un sarraceno.
El nuevo Duque se tomó muy en serio, impulsando obras grandiosas como el Duomo de Milán y la Cartuja de Pavía. La demanda ingente de material de construcción, sobre todo para aquella super catedral de nunca acabar, será decisiva para habilitar la vía de transporte acuático desde el Tesino.
En realidad, por Pavía desaguan en el Tesino dos canales, aguas arriba (el más antiguo, el Navigliaccio) y aguas abajo, abrazándola a manera de foso defensivo a partir de un punto donde convergen, cerca y al norte del castillo. Desde allí todavía hoy discurren los dos conductos paralelos hasta Binasco. Aquel proyecto de canal Milán-Tesino, paralizado por dificultades técnicas, de pronto llegó hasta Pavía, curiosamente, por iniciativa de un perturbado.
Felipe María Visconti
Hombre muy medroso el duque Felipe María Visconti (1412-1447), hijo de Juan Galeazo, cuando le daba por mudarse de un castillo a otro, huyendo hasta de su sombra, se veía más seguro en barca que a caballo o en litera por los caminos. Esto, y sus escapadas a los brazos de sus queridas, o a rezar en los monasterios, le inspiró abrir nuevos canales. Esa forma de complicarse la vida el duque forzó la inventiva de sus ingenieros para gestionar aquella red acuática, regulando los desniveles con esclusas más perfectas.
Ya bajo dominio español, Felipe II retoma el proyecto de navegación continua Milán-Pavía, salvando los 80 m de desnivel mediante esclusas más modernas (1591), pero no se hizo gran cosa. Fue en tiempo de Felipe III cuando el Conde de Fuentes –‘el Fuentes’, o sea D. Pedro Enríquez de Acevedo–, gobernador de Milán (1600-1611), adelanta las obras. Y  aunque no las acabó ni con mucho por falta de fondos, adelantó acontecimientos gastando buenos escudos en un monumento o ‘trofeo’ terminal, a su propia memoria; eso sí, pagando de su bolsillo. Detalle este último que no detuvo la mano de quienes retiraron el trofeo del fanfarrón. Y menos mal que algunas piezas artísticas quedan para muestra en los museos del Castillo de Milán.
En 1601, bajo ‘el Fuentes’, se construye en Milán una esclusa mal calculada. Los arreglos salieron tan caros, que para evitar protestas el nuevo gobernador Juan Fernández de Velasco, Condestable de Castilla y Duque de Frías, suspendió las obras de la que se llamó, y sigue llamándose, la ‘Esclusa Fallida’ (1611), esencial para el proyecto del Naviglio Pavese.
[Tres veces gobernador de Milán, ‘el Velasco’ le suena allí a todo el mundo, entre otras cosas por la plaza que se le dedicó en su tiempo, y desde los años 50 del siglo pasado por la inmediata Torre Velasca, un rascacielos en el perfil de la ciudad. Fuera de eso, en círculos cultos a D. Juan se le recuerda también como introductor del teatro lírico, con inciativas que dieron origen a La Scala.]
Pavía. El Naviglio en Borgo Calvenzano. Arquitectura napoleónica al servicio del canal
El dominio austríaco, sucesor del español, impulsó la obra de los canales milaneses; y aunque fue en el intervalo napoleónico cuando prácticamente se completó el de Pavía (1805), lo inauguran los austríacos (1819).
Pavía, 16 de agosto 1819: Inauguración de la escala de esclusas del Naviglio Pavese,
que abrió la navegación al Tesino y al Po. (Compárese la fotografía de abajo)
De Pavía a Milán, la tracción era a la sirga con caballos y bueyes. A la inversa, a favor de corriente, con las mismas bestias a bordo. El vapor trajo tractores y barcos de vapor para pasajeros, pero también el ferrocarril, que hizo inútil el transporte acuático. El uso industrial contaminó y degradó el Naviglio Pavese, cerrado a la navegación en 1965.
Lo que va de ayer a hoy
P. S.– Escrita y montada esta página, encuentro un blog italiano con esta entrada: ‘De la Cartuja a Pavía, navegando por el Naviglio Pavese.’ ¡Mi sueño hecho realidad! Pero, ay, su fecha: 6 de noviembre 2014. Con vistas a la Expo-2015. Tranquilos.
Otro soñador, que me ha pisado la idea, y sólo me queda celebrar que también allí haya gente que sueña. Soñar poco cuesta. Aun así, no está al alcance de todo el mundo.






2 comentarios:

  1. Que bonita entrada, querido Belosti. Y qué ganas dan de dar una vuelta en ese barquito imaginario, sentados en su restaurante, y contemplando la belleza italiana. Sueño con un viaje real, con tu compañía como Cicerone. Sería maravilloso.

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  2. Pues sí, una nueva entrada para disfrutar, Querido Profesor , y tanto más, cuanto yo me mareo incluso tumbada encima de una colchoneta en la piscina, y me tengo que tirar al agua, con lo que, si ese barquito existiera en realidad, y yo me subiera a él, lo pasaría fatal.
    Un poco como ocurre con los viajes espaciales, que lo bueno es verlos en película , cómodamente sentado en un sofá, y con una copa de algo, y unas almendritas. Y con alguna pared sólida para poderse agarrar a ella cuando a una le entrase el ataque de vértigo.
    Así que le vuelvo a dar las gracias encarecidamente, por este viaje imaginario que nunca llegaré a hacer en la realidad.

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