miércoles, 3 de agosto de 2016

Rioseco: muerte y resurrección


Roberto Rivera, 'Amanecer en Rioseco'. Premio Concurso Fotográfico 'Vive Burgos' (1 julio 2016)


Hubo tiempo —de esto hace ya muchos años— en que cada temporada hacíamos una o dos escapadas a las ruinas de Rioseco. Y cada vez que teníamos visitas en casa, ésa era una de las excursiones preferidas, junto con la iglesia rupestre de San Pedro de Argés y otras curiosidades. Todo en el valle de Manzanedo, en Castilla-Vieja. Rioseco, sin embargo, nos atraía sobre todo lo demás por sentirlo un poco nuestro, como de la familia en sentido amplio. Adquirido por un Arquiaga (1855), a cabo de un siglo se les planteó a los herederos la posibilidad de ‘restituirlo’ a la Iglesia.
¿Restituirlo? ... ¿a la Iglesia?
Los Arquiaga de Villarcayo, en los siglos XIX-XX, fueron una saga de ilustrados y hombres de carrera, que conjugaban desarrollo técnico y política, sin descuidar los negocios. Su triste sino fue hallarse en el mal momento en el bando malo. Si D. Pedro Arquiaga, el liberal boticario de la villa, cayó defendiéndola  frente a los carlistas (1834), su descendiente del mismo nombre, Pedro Arquiaga Díaz, como socialista republicano perderá la vida un siglo después allí mismo, en su largo y tórrido veraneo en su tierra de origen, víctima del Alzamiento Nacional (1936). Fue ingeniero industrial, como su padre Rodrigo Arquiaga, pioneros ambos de la electricidad en la zona, con Hidroeléctrica Arquiaga, S. L., en el Congosto sobre el Ebro, cerca de Incinillas.
Entre el uno y el otro Arquiaga le tocó vivir al hijo del primero y abuelo del segundo, Francisco Arquiaga Rodríguez (1812-1882), ‘Don Paco’, farmacéutico en Villarcayo, como su padre, más radical en política y con sus ribetes de conspirador.
«En la desamortización de Mendizábal (1836), siendo este joven Arquiaga alcalde de Villarcayo y Merindad de Castilla-Vieja, Burgos fue de las provincias donde más bienes desamortizados salieron a venta, pero también donde hubo menos compradores. El mismo Don Paco, funcionario y diputado, en la nueva operación desamortizadora de Madoz (1855), más sistemática, fue comisario provincial de la subasta y remate de bienes ‘nacionales’. El eufemismo incluía bienes de la Iglesia, lo que situaba al agente Arquiaga en el limbo de la excomunión. Y más cuando, a falta de licitantes, él mismo cargó con aquella belleza inútil y desolada: el monasterio de Rioseco».
Francisco Arquiaga
El nuevo propietario desde luego cedió a la diócesis el templo de Rioseco perfectamente en orden para el culto, y permitió a los campesinos y ocupantes de la granja que fue monacal continuar en el sitio. A este Arquiaga, medio santo laico y notorio suscriptor de prensa libre —era accionista de la Institución Libre de Enseñanza (1876)—, sus ideas avanzadas no le llevaron a la tragedia, pero sí a un estigma casi peor, para la época. Los compradores de aquel ‘expolio’ anticlerical eran sacrílegos, señalados con una oscura aureola de réprobos para condenación eterna. (Sobre los Arquiaga, recomiendo los artículos de 'Lebato de Mena' en su documentado blog, 7 MERINDADES.)
A esta visión, inculcada al pueblo desde los púlpitos y catequesis por un clero integrista, es a lo que me he referido con el término ‘restitución’.
Margarita Merino, la viuda del infortunado Arquiaga Díaz, aunque también sufrió vejaciones graves  por su condición de esposa y madre de Arquiagas, fue mujer creyente y razonablemente religiosa, amén de la propietaria de Rioseco. Esto hizo de ella una presa ideal para el acoso de conciencia por parte de cierto canónigo de Villalaín, quien, para meritar ante su arzobispo, a cada encuentro con la señora la echaba en cara paternalmente la posesión de aquel bien no bien adquirido, instándola a ‘restituirlo’ a la Iglesia, como buena obra en descargo de la mala conciencia atávica de los Arquiaga.
«Que sí, que buena gente, doña Margarita —se limpiaba el clérigo los labios de chocolate con la vainica de la servilleta, en aquel despacho que fue de don Pedro, mantenido intacto en su morada de Incinillas—. Buena gente, ya lo creo. Pero, usted me entiende —mirando de reojo a la librería del despacho—, todos de la cáscara amarga. Recuerde usted lo que tanto se comentó, cuando hicieron la presa de la fábrica de luz; cómo metían allí santos de piedra de Rioseco. Y encima bromeaba don Pedro (q. e. p. d.): “Ése de las barbas y las llaves, que se llama como yo, ¡¡a lo más hondo y cabeza abajo!!”».
Así un día y otro, el canónigo con la viuda. Después de todo, ¿qué más daba, si aquello era imposible de mantener? Así que fue un tío de mi mujer y también ingeniero, Luis Rallo, quien como yerno de doña Margarita, por imperativo legal entonces, tuvo que poner su firma junto a la de su esposa, cuñados y suegra, en los papeles de cesión de Rioseco al Arzobispado de Burgos (1953).
La idea era, a lo que parecía, habilitar allí una residencia de verano para los seminaristas, tan numerosos en los años 40-50 del apogeo nacional-católico. Y en verdad, habría sido fantástico, y hoy tendríamos un Rioseco menos perdido. Lástima que el sueño tuvo mal despertar, porque «bastó la cesión de doña Margarita, con la tinta sin secar, para despeñarse todo en un proceso de expolio, saqueo y degradación, hasta un estado terminal».
Sólo el templo se mantuvo en uso hasta los años 60 del siglo pasado. Cerrado luego y desmantelado de mala manera, parte del mobiliario —retablos, sillería coral, órgano, cuadros, ajuar…— se trasladó, vendió o ‘regaló’, quedando el resto a merced de depredadores.
Fachada y Puerta del Monasterio,
tal como fue... (Arch. Diputación Burgos)
Así lo conocimos nosotros, y cada retorno daba más grima. Creo que fue un invierno recio cuando, al subir  al recinto, apenas pudimos entrar salvando una montaña de escombros. Toda la fachada principal, ya tocada por haberse arrancado tiempo atrás su ornamento arquitectónico —una portada clasicista jónica, que Dios sabe a dónde fue a parar—, se había venido abajo de golpe, arrastrando buena parte de la torre del ángulo SE, la que llamábamos por instinto ‘Torre del Abad'. .
Ante aquel desastre me juré no poner más los pies allí, no tanto por el peligro como por el disgusto. Por supuesto, falté al juramento, sólo para seguir viendo más ruina, las vidrieras emplomadas hechas trizas, las laudas sepulcrales partidas y removidas, elementos ornamentales desaparecidos, y no lo digo por la maleza, que también hacía lo suyo moviendo sillares y reventando muros...
Todavía quedaba en pie junto al coro, debajo de la tribuna donde estuvo el órgano, una buena pila bautismal románica, un monolito intacto con un relieve de obispo o de abad con su báculo. Traída de no sé donde y plantada allí en función de la  parroquia. El colmo fue verla un día desvencijada. La habían apalancado, lista para llevársela quien le viniera en gana. Notificado el caso a la familia, nadie sabía ya qué pensar ni qué hacer, donde ningún responsable daba cara ni título. ¿Poner la pieza a buen recaudo? ¿Dejarla desaparecer? Tengo entendido que la pila finalmente se salvó de chiripa. Enhorabuena al dueño de la joya por tanto desvelo.
El Tiempo sobre Rioseco
Santa María de Rioseco fue monasterio del Císter, si no de los importantes, sí uno de los más antiguos  de la orden en Castilla. En rigor hasta tuvo derecho al preciado título de ‘Real Monasterio’. Su cartulario se estrena con una serie de donaciones y prolijas confirmaciones (1135-1152) por Alfonso VII el ‘Emperador de España’ y de Alfonso VIII, más un magnífico privilegio confirmatorio del mismo (Soria, 28 de enero 1286). Por cierto, este es uno de los documentos más antiguos donde aparece como tal el nombre de Villarcayo (Villarcaio), junto con Horna. Claro está, suponiendo que las menciones sean auténticas.
Lo más curioso es que, morando los monjes o ermitaños primeramente arriba en el páramo, en Quintanajuar junto a Masa, la munificiencia real se extendía sobre todo por esta zona de las Merindades. Una invitación, sin duda, al traslado, con su cuenta y razón, que los historiadores algo suspicaces interpretan como deseo de la Corona de Castilla de meter en el valle de Manzanedo esta cuña monástica cisterciense, frente a los intereses del Señorío de Vizcaya y del reino de Navarra.
En contraste con la sencillez del edificio, su documentación revela gran actividad en adquisiciones, compraventas, permutas y demás tratos. En otras palabras, una avidez de patrimonio y señorío temporal a contrapelo del ideario del Císter en sus principios. No es que otras casas y otras órdenes monásticas en general hayan seguido el modelo evangélico de las aves y los lirios campestres a la hora de echar sus cimientos económicos, pero es significativo que esta fundación pronto se hizo amonestar por la superioridad en razón de sus operaciones crematísticas, y hasta algún abad parece haber sido depuesto por ello.
Estudiando la lista de abades perpetuos (desde el siglo XII hasta mediado el XVI, en que el abadiato pasa a ser trienal), Inocencio Cadiñanos, editor del Cartulario de Rioseco,  observaba que pocos monjes de la casa ascienden al cargo, lo que quiere decir que los abades vendrían impuestos por el Capítulo general de la Orden o por la Congregación de Castilla, mejor que imaginar que la propia comunidad se los buscaba fuera. Esta anomalía no dice mucho en favor del nivel comunitario. Y es que, lo dicho, cuando el cartulario se anima y jalea el nombre de algún abad o prior, es casi siempre «debido a su muchas actividad en compras, trueques y ventas» —explica este buen amigo mío. Le suscribo por mi parte con un ejemplo.
El año 1212 se celebró, como es bien sabido, la gran victoria de las Navas de Tolosa. La vanguardia central la dirigió el Señor de Vizcaya Diego López II de Haro. Fue aquí, junto a don Diego, donde se situó el contingente auxiliar francés con su caballería del Císter, señalándose nuestro ya conocido Arnaldo Amalrico, antes abad e inquisidor y ahora arzobispo de Narbona. Lo dicen las historias, e incluso la Wikipedia, aunque da más sabor leerlo en el castellano florido de tiempos del artífice de la batalla, héroe y cronista de la misma, el arzobispo Don Rodrigo de Toledo, quien compone el suceso conforme a modelos clásicos (Crónica, cap. 206):

«E veno ay [ahí] el arçobispo de Narbona Don Arnalte, que fuera otro tiempo abad de Çistel… Traxo consigo muchos criados de la Francia de los godos, que traían muchas armas e muchas sobre-señales, e venían bien guisados… E vinieron otrosí muchos cavalleros bien guisados, e muchas gentes de pie, mançebos bien guisados e ligeros, e mucho atrevidos de tierra de Portugal.»
Como arzobispo que era, el navarro don Rodrigo Jiménez de Rada pondera el aflujo de colegas,  nombrando a tantos, que más que víspera de batalla dijérase de concilio toledano . Educado por los cistercienses de Huerta, cuyo abad era tío suyo, enumera también a  las órdenes militares, tan ligadas al Císter, «e muchos otros religiosos de muchas e departidas órdenes, que eran todos en Toledo».
Por descontado, también hubo caballeros seglares. El principal de todos, alguien muy relacionado con Rioseco: el 'bien guisado' y muy poderoso Señor de Vizcaya (cap. 208, fol. clix):
«De los fijos dalgo de Castilla fueron estos Ricos omes: don Diego López de Faro;  el conde de Lara don Ferrando, el conde don Álvaro, el conde don Gonzalo su hijo, estos tres eran de Lara; Lope Díaz de Faro, Ruy Díaz de los Cameros… e otros muchos nobles e grandes del Reino de Castilla… E yvan los qu’eran allende los montes Perineos por sy, e dioles el Rei Don Alonso por cavdillo a don Diego Lopez de Faro».
Luego dirá (cap. 212, ff. clxj v y clxij);
«Entre los castellanos ovo la delantera don diego López de Faro con sus parientes e vasallos… E los primeros que dieron las primeras feridas en las hazes de los moros, fue Lope Días fijo de Diego López de Faro e sus sobrinos Sancho Fernández e Martín Muños, que eran en la primera haz de el dicho don Diego López de Faro.»
¡Ah, don Diego, don Diego! Llamado desde entonces ‘el Bueno’, aunque para otros siguió siendo ‘el Malo’, por su felonía de Alarcos (1195). Obviamente, no el fundador de Bilbao, sino su bisabuelo homónimo. Con él y su mesnada se halló y se distinguió su hijo Lope Díaz II, en aquella familia de los Haro, donde se alternaban los Diegos López y los Lopes Díaz en la guirnalda sucesoria.
Pues bien, si a algún abad cisterciense de Castilla se le pudo poner falta en el pelotón de don Diego, en aquella jornada del 16 de julio, ése fue don Miguel de Rioseco. Y eso que él y el de Haro hacían buenas migas. Pero nuestro abad debió de excusarse para no ir a matar moros, porque como cuenta el Cartulario, todo aquel mes y el anterior anduvo ocupado en tratos de tomaydaca, arrendamientos y, lo que suena más extraño, reducción de personas a la condición de vasallos tributarios del monasterio.
Esto, como digo, no impidió el buen rollo entre nuestros cenobitas de Manzanedo y el héroe de las Navas, que a más de señor de Vizcaya lo era también de Castilla-Vieja, con mando en medio Burgos. El año siguiente  en septiembre, sin ir más lejos, comparecen juntos del bracete don Diego y don Vicente, prior de Rioseco, en contrato frente a una señora propietaria:
«Yo don Diego López de Haro, de común acuerdo y voluntad con don Vicente, prior de Santa María de Rioseco, y todo el convento de la misma iglesia, hago permuta con vos doña Elvira Oriol de toda la heredad que ellos tienen en Castil de Lences, bienes raíces y muebles. Y yo doña Elvira Oriol, de toda mi buena voluntad, hago permuta con vos don Diego López de Haro y con vos don Vicente, prior de Rioseco y con todo el convento, de toda mi heredad propia y todo el mueble que tengo en Rioseco…»
A las formalidades del trueque se añade una cláusula de penalización —que aquí traduzco por su curiosidad—, para el caso de que alguien trate de burlas lo acordado:
«De primeras, tenga la ira de Dios, y pague a la caja del señor de la tierra 10.000 maravedís, y devuélvanse las dichas heredades dobladas o mejoradas en lugar semejante».
‘La ira de Dios’. No era broma, para los hombres de la Edad Media, aunque se usaban también amenazas más explícitas. Ya que estamos en ello, venga otro ejemplo. Uno de aquellos cambalaches del abad Miguel en el mes de las Navas —un simple trueque de un solar por otro entre el monasterio y una familia Ibáñez— se cerraba con esta amenaza:
«Si hombre alguno rompiere esta carta, de primeras tenga la ira de Dios y sea descomulgado y maldito, con Datán y Abirón, y como Judas condenado en el infierno».
Los rebeldes Datán y Abirón, en visión catastrofista postromántica (Biblia Holman, 1890)

Datán y Abirón fueron los atrevidos que, por desafiar la autoridad de Moisés y Aarón, fueron tragados vivos por la tierra (Números, 16-17). Lo irónico es que, dos párrafos más abajo, la amenaza de muerte y pena eterna, ya bastante terrible de por sí, se agrava con otra temporal de multa y compensación, tal vez por aquello de «largo me lo fiáis», o porque siempre puede haber gentes de poca fe en el más allá:
«Y si a alguno de nos o de vos (se le ocurre) romper esta carta, pague a la caja 100 libras de oro y (devuelva) la dicha heredad doblada.»  
Para más ilustración de las fórmulas antiguas de comminatio en los contratos véase aquí mismo, ‘Maldiciones bíblicas’.
Rioseco en claroscuro
Sinceramente, no quisiera yo dejar mal a los monjes de Rioseco. Diré, pues, que en 1217 reina en Castilla Fernando III, todavía bajo la protección de su madre Dª Berenguela, ex mujer de Alfonso IX de León. El papa Inocencio III se empeñó en anular el matrimonio, por impedimento de parentesco entre tío y sobrina. ¡Con lo sencillo que habría sido dispensarlo (aunque fuese cobrando), sin poner en brete la estabilidad política y social de todo un estado cristiano! Sin duda, era un modo de decir entonces quién mandaba en nombre de Dios sobre los reyes de la tierra.
Hecho y jurado rey don Fernando, su chancillería se vuelca en proteger a Rioseco, sin duda por amistad entre el rey y el abad don Rodrigo, convertido en prelado áulico. Esta posición de ventaja no durará mucho, pues ya en la segunda mitad del siglo XIII vemos en el cartulario a vasallos seglares de Rioseco que se le suben a las barbas al nuevo abad, poniendo su autoridad en solfa por minucias. Si algún abad fue destituido, como ya se dijo —aunque tampoco era una medida insólita—, en revancha, otro abad riosecano será promovido por tres veces al generalato de la congregación (1575, 1584 y 1596, al final de su vida): don fray Atanasio Morante Espinosa (1526-1596), palentino de Aguilar de Campoo y profeso en Nogales (León), de cuyos dos trienios de abadiato aquí (1563-66, 1593-96) fueron «de los más diligentes en los aspectos económicos y artísticos» (Cadiñanos). En el intermedio desempeñó otros abadiatos (Nogales, Osera, Palazuelos, Sobrado), con la misma disposición a invertir en arte cuanto pudo.
A este binomio ‘economía-arte’, como dos pies de banco, más un tercero de virtudes religiosas (que a todo buen abad se le supone, como el valor al soldado), bien quisiera yo añadir a modo de pie cuarto alguna actividad intelectual plasmada en elocuencia sagrada o producción escrita. Por desgracia, la búsqueda en esa dirección ha sido vana, y no porque se hayan perdido los tesoros literarios de Rioseco, sino porque diríase que el Señor no llamó por ahí a estos hermanos. Es verdad que en el siglo XV el bajo nivel cultural del Císter castellano era alarmante, hasta que en Santa María de Huerta el Capítulo decide promover los estudios en algunos centros (1498), obviamente no tan apartados como este.
Una excepción confirmará, en cierto modo, la regla. Fray Roberto Muñiz Rodríguez, en el siglo Antonio Dionisio (1709-1803), escribió lo suficiente para figurar en la Literatura Española. Eso sí, tienen que ser manuales más bien extensos y detallados, como el de Julio Cejador, que cita las dos obras principales de este autor, al que apellida Muñiz Álvarez Baragaña, él sabría por qué.
La excepción literaria del padre Muñiz tiene más mérito, porque además de escritor fue abad. Pero por eso mismo fue excepción sólo relativa, porque como queda dicho, los abades de Rioseco fueron aves de paso. Por lo demás, Muñiz no es lo que se dice una celebridad. No le veo en la Espasa, y aunque pongo su enlace biográfico a la Wikipedia, en la entrada Avilés a la fecha no figura entre los ‘Avilesinos destacados’. Yo creo que le merecería, como natural de Sabugo y amigo de la Ilustración asturiana (Jovellanos, Campomanes...).


La primera obra algo importante de Muñiz fue Medula Histórica Cisterciense, en cuatro tomos que luego resultaron ocho (Valladolid, 1781-1791). Es pura propaganda del Císter, su origen y desarrollo, santos y santas, personajes ilustres.
Teniendo en cuenta que esa orden cultivó desde siempre la milagrería, diablería y cuentos de aparecidos, se entiende que este monje de la Ilustración se disculpe así:
«De buena gana pasaría en silencio todo aquello que la crítica de nuestros tiempos gradúa de inverosímil, o a lo menos de dudoso; pero creyendo que en esto ofendería a la piedad de mis cistercienses, y a las venerables tradiciones, … quise más anteponer la opinión piadosa a otra cualquiera que no sea evidentemente cierta en Historia…»
El resultado serán relatos que a menudo recuerdan la tramoya del popular ‘teatro de santos’. Sólo por la curiosidad de referirse a Rioseco cito esta noticia sobre San Malaquías. Éste fue un santo obispo irlandés del siglo XII, no cisterciense pero sí amigo de San Bernardo, y famoso por su supuesta ‘Profecía de los Papas’ , con los emblemas de los papas futuros hasta el fin de los tiempos (que ya toca, con este Papa Francisco, último de serie). Por alguna razón, san Malaquías tuvo virtud contra el paludismo las fiebres tercianas y cuartanas, y aquí tenemos un testimonio:
  «Por la [intercesión] del Santo Arzobispo de Hibernia Malaquías consiguen los tercianarios pronto remedio en sus enfermedades. Así lo puedo asegurar como testigo de vista, pues con sola el agua pasada por una de sus canillas, que con mucha reverencia se venera en el Relicario de este devoto Monasterio de Rioseco, han conseguido muchos verse libres de molestas enfermedades, y en particular de tercianas, y cuartanas.»
El ‘Relicario’ en cuestión es el bonito Retablo de las Reliquias (1669), que estuvo en la capilla del Cristo y hoy se halla en Nª Srª de las Nieves, en Las Machorras. Valdría la pena comprobar si la canilla milagrosa sigue allí.
Publicado el tomo cuarto de la Medula, se ve que para entonces nuestro autor le había tomado gusto a la pluma, o bien que para ciertas cosas todo es ponerse. De modo que hubo tomo 5 para las Huelgas de Burgos, el convento más importante del Císter femenino en España y uno de los más famosos de la cristiandad, por la jurisdicción señorial y cuasi episcopal que se atribuían sus abadesas. De paso escribe también la historia del Hospital Real, dependiente de las Huelgas.
Tres tomos últimos fueron para las Órdenes Militares hispanas filiales del Císter, pues san Bernardo fue muy de la guerra santa. El tomo 6 (1787) sobre Calatrava, y el 7 (1789) sobre la orden de Alcántara, los dedica a sus paisanos asturianos don Pedro Rodríguez de Campomanes y don Gaspar Melchor de Jovellanos, caballeros de Calatrava y de Alcántara respectivamente. En fin, siendo de nuevo Muñiz confesor de las monjas de Burgos, da a luz el tomo 8 (Valladolid, 1791), sobre la Orden de Montesa.
Aquí suspende su historia de las órdenes militares ibéricas para dedicarse a otra obra tambien de propaganda, y en parte de alta relación social: Biblioteca Cisterciense Española (Burgos, 1793). Abre fichero una mujer, doña Ana Francisca Abarca de Bolea Mur y Castro, abadesa de Casbas (diócesis de Huesca), de la familia del Conde de Aranda. «Consagrada a Dios en dicho Monasterio de edad de tres años», esta monja literata produjo vidas de santos, historias de milagros y otros escritos edificantes. Es un contraste notable el que se da entre el deseo de agradar a una alta sociedad ilustrada, regalista y masónica, cuyas mujeres a menudo seguían predestinadas al convento más tradicional.
La sigue muy de cerca una ficha que me ha llamado la atención, y es la de don Tiburcio de Aguirre Ayanz. Este sacerdote vitoriano fue un ilustrado y científico amateur, coleccionista de ejemplares y aparatos que daba a conocer en tertulias de sociedad. Muy vinculado a la Casa Real, fue ayo principesco y académico, pero sobre todo, para la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País que promovía el Conde de Peñaflorida, don Tiburcio fue el valedor decisivo en su aprobación como Real Sociedad, y lo mismo el Real Seminario Patriótico de Vergara. ¿Y por qué don Tiburcio en la Biblioteca Cisterciense? Porque, entre otros innumerables títulos y cargos, Frey Don Tiburcio era caballero de Alcántara.
Rioseco ha muerto: ¡Viva Rioseco!
Rioseco ya no es la pesadilla que ha sido, gracias (como siempre) al entusiasmo. Un voluntariado entusiasta y joven, muy bien orientado, se afana en la consolidación de esta reliquia insignia de Manzanedo. Estos días celebran su VI Semana del Voluntariado, pro recuperación y difusión de esta belleza tan desconocida.
Nadie piensa en reconstruir, sólo en consolidar y poner en uso y disfrute unas ruinas, digamos, ‘románticas’. Es el adjetivo que más veo repetido; y aun podría decir: yo lo vi primero así, una noche de luna llena iluminando el claustro y la espadaña. Sin caer en lugares comunes, renovemos un término desgastado para un romanticismo joven siglo XXI, ¿por qué no? Rioseco es escenario maravilloso para cualquier encuentro. Como por ejemplo, la gala ‘Fragmentos líricos’, el pasado 22 de julio, con arias de ópera poniendo a prueba con sobresaliente la acústica del templo y la solidez de sus bóvedas, que no se hundieron con los aplausos. Gala a beneficio de las obras en curso. ¡Bravo!





Importante. Otro fruto de la actividad y vida nueva en Rioseco:

Varios Autores, Jornadas del Monasterio de Rioseco. El Monasterio a través del tiempo. Burgos, 2016, 235 págs., ilustrado.



17 comentarios:

  1. Interesante entrada, querido Belosti. Y para mi con la circunstancia añadida de que servidora posee, junto a docenas de familiares cercanos y lejanos un monte, en la Guipúzcoa profunda, allá entre Azpeitia y Beasain, un monte maderero procedente de la famosa desamortización, adquirido por mi bisabuelo y sus numerosos hermanos.No produce prácticamente nada, pues esta en manos de una sociedad, "Egurrola", de la que tenemos muy pocas noticias. Alguna vez llega una convocatoria de reunión a la que no hacemos caso. La propiedad de este monte me hace pensar que mis antepasados no temieron las ira de la Santa Madre Iglesia, cosa que me intriga, ya que los descendientes que yo conocí fueron bastante pacatos y sumisos a su mandato.Hubo un salto grande en esas generaciones... el porqué, sería razon para un análisis social. Gracias de nuevo por su trabajo.

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  2. He oido las canciones del video. Me ha gustado la notable interpretación de Gema Scabel del aria "la reina de la noche". Que suerte asistir a esta estupenda gala.

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  3. guisado, da
    3. adj. desus. Dispuesto, preparado, prevenido de lo necesario.

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    1. Así es, D. Vicente. Como también se registra ‘aparejado, da’, de ‘aparejar’:

      3. tr. Poner el aparejo a una caballería. (Más usado hoy que las acepciones 1. y 2.)

      Es instructivo, al par que divertido, observar la evolución del matiz semántico en el lenguaje. Oportuna su indicación.

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  4. Tuve la suerte de asistir. Fue mágico. Y hay otro concierto, ahoa de violín. Puede verse en la pagina del monasterio de rioseco

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  5. Maestro Belosti: Como apasionada de lo que vd. ya sabe, exclamo: ¡caramba que viajaban los irlandeses, que de Armagh fueron a Francia y luego se vinieron a Rioseco sin cabeza ni piernas, tan solo en canillas!
    Teniendo en cuenta que se trataba de un santo Cisterciano, no creo que haga falta que Los Condes se trajeran a Rioseco -en su asustadizo exilio del s. XVI- la reliquia de la que nos dan cuenta sus fuentes y que funcionaba tan bien, solamente con agua. El caso es que según el artículo que aquí enlazo (de JSTOR, que no requiere para su lectura -en inglés- más que un registro de usuario temporal) dice que las reliquias de Máel Moaedhoc y de su mentor, Bernardo, estuvieron en un lugar de la Francia, enteras y juntitas, hasta que en 1837 se mezclaron antes de ser despositadas en la catedral de Troyes.
    Morrison, Stanley S. "Saint Malachy of Armagh (1095-1148)." The Irish Monthly 76.906 (1948): 551-58.

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    1. Dª. Carmen, no me comprometa, que la conozco. En ‘Lipsanología’ (la ciencia o estudio de las reliquias), ‘canilla’ es un tecnicismo-comodín de efecto disuasorio para no entrar al capote del JSTOR. A los simples debería bastarnos el testimonio del abad Muñiz, máxime tratándose de un ilustrado y asturiano.

      Y ahora que recuerdo, mi madre llamaba canillas a las piernas delgadas (cosa correcta, según el diccionario). ¿Y si la canilla de san Mael o Malaquías en Rioseco era una pierna incorrupta, que como usted sabe suelen quedarse más bien magras?

      Fuera de eso, en alguna parte tengo recogido que estos cistercienses de Rioseco, si no se distinguieron en el púlpito, el confesionario ni la literatura piadosa, sí tuvieron fama de sanadores, o más exactamente ‘saludadores’. En esta labor iban por los pueblos, y concretamente Cadagua abajo por Mena, hasta Valmaseda, saludando.

      ‘Saludar’ era eso: salud dar, a personas y a bestias, mediante soplos, persignaciones, saliva, aspersiones y ensalmos.
      Ya sé que el Diccionario de la Academia maltrata a los saludadores, definiéndolos de entrada como ‘embaucadores’. ¿Acaso los Evangelios no presentan a Jesucristo como un ‘saludador’?

      Una de las indicaciones para esa, digamos, medicina alternativa era la mordedura de perro supuestamente rabioso. Y aprovechando el viaje, supongo que nuestros monjes saludadores expenderían también el elixir o agua de San Malaquías.

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  6. Pues no encuentro el enlace a ese concierto de violin...

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    1. Parece que ese concierto, entre otros festejos, tuvo lugar al cierre de Jornadas del Voluntariado. Veré si encuentro el vídeo.

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  7. Qué divertidísimo, Querido Profesor
    Siempre es un lujo y un placer leerle, pero cuando no habla de Berzas, mucho más.

    Veo que estoy rodeada de descendientes de los de Mendizábal . Je je je.
    En mi familia en cambio solían ser muy de Iglesia. Con monseñores y obispos residentes en su casa. Y todos Maestrantes o Calatravos hasta casi hoy mismo.(Tengo en casa, heredadas de mi bisabuelo, la Historia de las Órdenes Militares de Torres, escrita en castellano antiguo, y también la de Guillamas, esa ya más fácil de entender ).
    Y he tenido incluso una sobrina en el Cister...
    Como diría una vieja amiga
    ¡ Y yo con estos pelos !

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    1. Por cierto : he ido a su enlace de las Maldiciones Bíblicas , que en esa época todavía no conocía yo su blog, y me las había perdido, y me ha parecido Genial.
      No estaría mal, que nuestros gobernantes, si no se atreven a hacer cumplir la Ley, al menos supieran echar las maldiciones apropiadas...

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  8. כִּ֛י בְּרֹ֥ב חָכְמָ֖ה רָב־כָּ֑עַס וְיֹוסִ֥יף דַּ֖עַת יֹוסִ֥יף מַכְאֹֽוב׃
    Entra el Grumete:
    Amigo Belos: como ya sabes llegué a tu blog por casualidad (prospección al azar por temas diversos en Blogspot), hace casi cinco años, desconociendo absolutamente su existencia y autor. Desde entonces he sido un polizón, agazapado en la sentina, nutriéndome, divirtiéndome y a veces jurando en hebreo, con tus muy diversas entradas y los comentarios y aportaciones del coro de tripulación, delfines, y tiburones. Un buen día (ver comentario de Anónimo 6 de febrero de 2013, 1:05 ), tras una recopilación y repaso de las entradas existentes hasta la fecha (ya se sabe,dada la problemática perdurabilidad de las cosas interesantes en internet, descarga beti y pajaro tierno de la olla no se escapa) me di cuenta que conocía a una persona que encajaba perfectamente en el perfil marcado por los temas tratados y la forma de tratarlos. Las entradas eran como oírle hablar. Ni corto ni perezoso escribí inmediatamente el enrevesado comentario anónimo mencionado. Y luego hicimos unas risas cuando, al llegar el verano y encontrarnos por las Merindades, confesé la identidad del Anónimo y supe de tus cabilaciones al respecto.
    En fin, todo ello unido, más mi ya culposa continuidad en la oscura sentina del blog, más esta entrada actual sobre Rioseco, que toca uno de mis puntos predilectos de las Merindades, me han hecho desear formar parte de la tripulación. Obviamente solo aspiro a ser el Grumete. Y prometo hablar solo cuando sienta que puedo aportar algo, aceptando el rapapolvo público si me paso de listo. Quien sabe: a lo mejor ni abro la boca. Pero el Grumete declara aquí su presencia, si la tripulación le hace un simple hueco en cubierta.

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    1. ¡ No fastidie Don Anónimo !
      Que si ahora resulta que usted es el grumete, ¿ que lugar nos queda a los demás que ni sepamos hebreo, ni entendamos de Merindades, ni de Románico, ni de casi nada , o , al menos de nada que no nos hubiera afectado de primera mano ?
      Por si acaso, me pido el papel de rata de sentina. ( Las ratas no sirven para nada bueno, pero cotillas, lo son un rato, y se pegan festines con todo lo que haya...)

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  9. Grumete.
    Ah, vaya. Alguien ha reparado rápidamente en el Grumete, antes polizón. Y el Grumete se alegra de que sea Viejecita, uno de los personajes más humanos y entrañables que navegan en esta Belosticalle.
    Pero Viejecita ha caído en las astucias del polizón. El polizón se enmascara y envuelve en engaños, para ajustarse a su entorno y no destacar, o aparenta, siempre que es necesario, ser lo que no es para mantener la sintonía. Y el Grumete conserva sus hábitos. Por ejemplo ¿quien le ha dicho que conozco el hebreo? Desde luego se jurar en hebreo, y citar en esa lengua a Cohelet en Eclesiastes 1:18: "Porque mucha sabiduría trae mucha aflicción, y el que acumula ciencia, acumula dolor", solo requiere algunas habilidades básicas. Y en este caso a lo mejor solo pretende ser un guiño a Belos, la paz sea con él, صلي الله عليه وسلم, y yo de semíticas no sepa nada. ¿O sí?. De todos modos siempre he tenido cierta habilidad para los idiomas y una curiosidad infinita.
    Y en el Nirvana de la jubilación revoloteo y me refocilo por la arqueología, las artes y la historia y todo lo que, en el camino de la vida me produce curiosidad. Considero que he vivido en el mejor de los tiempos, digan lo que digan, y que difícilmente ningún tiempo futuro será mejor.
    Con perdón, no me parece bien que se autolimite usted a rata de sentina. En mi vida de polizón no he encontrado ninguna agradable, pero claro, es mi punto de vista, no el de la rata. Y eso de que las ratas no sirven para nada es absolutamente falso: influyen en nuestra historia enormemente, no hay más que recordar el siglo XIV. Así que le podría sugerir los papeles de gaviota, albatros, gatita de a bordo..... ¡uy, cielos, machista de mi!, . . . . así que, por qué no, segundo oficial o vigía en la cofa.
    Ah, y lo de comentar como Anónimo solo tiene que ver con la precaución y reluctancia del Polizón a tener registrarse en servicios de internet cuya última moneda de cambio es nuestra identidad. Así que Anónimo, pero Grumete.
    Saludos a usted y al resto de la tripulación, en este mi primer paseo por cubierta.

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    1. Bueno, Don Anónimo Grumete Lo que usted mande :

      Pero el caso es que yo, como buena rata cotilla, me tuve que ir a google a buscar la traducción de lo que usted había escrito en hebreo. Y me remitió al Eclesiastés, pero a un texto tan enrevesado, que no comprendí nada, pero nada de nada... Así que, ya vé.

      Y las ratas influirán, y para mal, en la Historia, cuando son muchas y traen plagas, pero de una en una, me parecen unos animales bastante simpáticos.
      En la astrología china , por año de nacimiento, no me corresponde la rata, que soy un mono ( mucho menos digno de confianza, según los chinos ), pero me hubiera encantado, de tener que ser un animal no humano, ser rata. Y, desde luego, tengo, y siempre he tenido, pelo de rata...( bueno, ahora, más bien de bruja, tengo que reconocer )

      En cualquier caso, sus posts , tanto llamándose Anónimo , como llamándose Grumete, son un buen añadido a los comentarios del Profesor Belosticalle , así que, yo, desde la sentina, como viejecita o como vieja rata, me alegro de que los escriba.
      Gracias, pues.

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    2. Ténganse sus mercedes, Dª. Viejecita y D. Grumete, y no se disputen compartimentos imaginarios en una embarcación con menos puentes, sollados y sentinas que la balsa de Géricault.

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  10. Conforme por mi parte , Querido Profesor en que este su blog, no es la Balsa de la Medusa de Géricault. Yo lo veo más bien como un jardín, con lagos, y fuentes, y ruinas, y toda clase de animales ( nunca me fijé bien cuando fuí a verlo al Prado, - donde voy de vez en cuando, en una visita cortita, a visitar a mi perrito de Goya, y a algún favorito más, - que cada vez me canso más en los museos, en si salía alguna rata ) Un jardín como este
    https://www.google.es/imgres?imgurl=https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/a/ae/El_jard%25C3%25ADn_de_las_Delicias,_de_El_Bosco.jpg&imgrefurl=https://en.wikipedia.org/wiki/The_Garden_of_Earthly_Delights&h=1574&w=2952&tbnid=jGc6X_v4mHTUtM:&tbnh=106&tbnw=200&docid=byw_Yi4N5XiaOM&itg=1&usg=__r468T5RLgLT1vmXVLSHL7c2vA3M=

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