lunes, 16 de marzo de 2015

Escapada a Tierra Santa (1)


Asentamiento tras el Muro
Varias veces en mi vida hice planes para visitar Palestina. O como también se decía, la Tierra Santa. Y no sólo de paso, sino con idea de residir algún tiempo en el nuevo avispero, ¿por qué no? El estado de Israel estaba todavía en su primera década. Hoy no puedo reprochar que un joven confuso y desorientado como yo se dejase tentar por la aventura romántica de moda, cooperando en algún kibbutz sionista.
Para entonces mi mentalidad era laica. Imposible sin embargo olvidar lo que siempre dijeron los curas. La mayoría –y en esto convergían curiosamente con el sionismo religioso– estaban convencidos de que el sionismo político y laico no estaba de Dios y sería un fracaso, pues sólo al Mesías le compete la reunificación del pueblo judío. Algunos sin embargo lo veían de otro modo: el retorno masivo de judíos a Palestina era designio divino para la conversión de este pueblo, anunciada por San Pablo. Si acaso, era señal de la II Venida de Cristo, previa al Fin del Mundo. (La profecía de San Malaquías sobre los pocos papas restantes se citaba en apoyo.)
Cuando el conflicto árabe-israelí se enconó de mala manera, no sé por qué me prometí a mí mismo no poner pie en aquella tierra, en tanto no hubiese visos de arreglo justo. Y he aquí que de pronto, este mismo año, se me ofrece una ocasión de faltar a mi promesa. Considerando, pues, que (como agudamente observó Job) «la vida del hombre sobre la tierra es breve», y que de aquí a poco Jerusalén se habrá perdido mi preciosa visita, me dispensé del voto.
Ahora me gustaría escribir impresiones del viaje. Sólo impresiones, pues ni su duración ni el recorrido han dado para más y los contactos han sido muy limitados. No puedo ni quiero meterme a politólogo, y menos a juez en litigio tan endiablado, donde no sé de la misa la media.


En lo afectivo, sin embargo, puede mucho lo que uno ve y palpa, y yo lo que he podido ver estos pocos días es opresión prepotente del débil por el fuerte, con algo que no tiene otro nombre que expolio.
Mi ideal no es la equidistancia. Ecuanimidad, tal vez, mucho más difícil. Con lo que tengo escrito aquí sobre el Islam, no creo que nadie me tome por partidario acrítico de la causa palestina, que bien a pesar de la minoría cristiana es ya es en parte una causa islámica, y a este paso puede acabar siéndolo radical del todo.  
Me gustaría no molestar a nadie, y menos a buenos amigos que tengo judíos o pro-judíos. Concédanme el descargo de estar desinformado, antes de tacharme de obcecado. Y créanme al menos esto: a ningún palestino de los que hemos tratado (cristianos sobre todo, pero también musulmanes) le he oído despotricar contra los israelíes en general –el término ordinario que emplean, en vez de ‘judíos’–. Y eso que el tema de conversación versaba tal vez sobre agresiones tan molestas como puede ser la ocupación de tu vivienda, la destrucción de tus enseres o el vertido de desperdicios e inmundicias en tu espacio vital. A la recíproca, del lado judío nada puedo decir, pues no tuvimos oportunidad de recabar su opinión sobre los palestinos.  
Israel es un hecho histórico, independientemente de cómo se lo interprete. Es una realidad sin más vuelta atrás posible que una catástrofe de efecto incalculable a escala mundial. Lo que está muy en juego ahora es la viabilidad del estado palestino, y lo que está muy en duda es la voluntad seria y eficaz de Israel para que la criatura no resulte al fin un aborto ni un monstruo.
¿Que dónde hemos estado?
Buena pregunta. En la Tierra Santa todo está muy complicado, y una cuestión tan simple para cualquier viaje normal no tiene aquí respuesta fácil. ¿Israel? ¿Palestina? ¿Canaán? ¿Dónde diantre hemos estado?
     1. En pura lógica, Canaán sería el nombre más genérico, el más antiguo y el más legítimo: el que en la Biblia empleó el mismo Dios para designar el territorio prometido  a Abraham y a su descendencia. (No a toda, ni todo, según resultó luego. Las promesas divinas son siempre enigmáticas.) [1]
     2. Palestina ha significado y significa varias cosas:
      2. 1. En origen y etimología fue la tierra bíblica de los filisteos: gente no semita procedente de Creta según se pensaba (Jeremías, Amós, Deuteronomio…) [2]. Toman tierra por Egipto y lo que es hoy la franja de Gaza y se adentran por territorios cananeos, donde chocarán militarmente con otros advenedizos, los israelitas. El episodio del joven pastor David venciendo al gigante filisteo acorazado Goliat es tan emblemático como irónico, traspuesto a la cuestión actual israelí-palestina. Según eso, Palestina debería ser poco más que la franja de Gaza, y esa es la tesis de algunos israelíes para negar cualquier entidad política llamada Palestina.
      2. 2. Sin embargo, y por impropio que sea, Palestina se llamó a toda la franja entre el Mediterráneo y el Jordán con el Mar Muerto, desde el Líbano por el norte hasta el Mar Rojo. Fue el nombre atribuido a esa zona en el Mandato Británico otorgado por la Sociedad de Naciones (1922), donde Palestina se distinguía del territorio «llamado Transjordania» –independiente desde 1946 como Reino Hachemita de Jordania, o Jordania a secas.
Esta idea de Palestina no era nueva. Aparece ya en Herodoto (siglo V a. de JC), como parte específica de Siria, y lo mismo en autores griegos posteriores. De modo que los romanos no inventan nada cuando, tras ahogar la segunda revuelta judía, destruir el Templo de Jerusalén y provocar una diáspora, replantean políticamente toda la zona como Palestina (año 135 E. C.).
¿Y en tiempos de Jesús? Todo parece indicar que el término Palestina estaba en desuso. De hecho, no aparece ni una sola vez en todo el Nuevo Testamento, donde tanto se habla de ‘Israel’ e ‘israelitas’, tal vez por ideología profético-política, luego lo vemos.
El nombre de la Palestina romana se fija pronto en el mundo cristiano para designar el país de Jesucristo, la Tierra Santa: Judea, Samaria, Galilea, más un poco de la Jordania y el Líbano actuales.  
2. 3. Palestina es también el nombre del nuevo Estado Palestino, surgido a consecuencia de la partición del territorio del Mandato británico, recomendada por la ONU (1947), con idea de formar dos estados, judío y árabe. Uno y otro se declararon de forma unilateral: Estado de Israel (1948) y Estado Palestino (1988) [3]. El territorio palestino comprendía dos espacios separados: uno en la orilla oeste del Jordán y Mar Muerto, con la ciudad vieja de Jerusalén, y otro costero mediterráneo, la Franja de Gaza.
En esta Palestina hemos estado. Mejor dicho,  sólo en una parte de ella (no en la Franja de Gaza, incomunicada con el resto y con el mundo), una semana, con base en Belén. Por Palestina hemos hecho excursiones a Hebrón, a Jericó, a Nablus. También un par de recorridos por Jerusalén y una visita a Qumrán, lugar arqueológico bajo control israelita, igual que los accesos al Mar Muerto.
3. Israel .  Fue el sobrenombre bíblico impuesto divinamente a Jacob, de significado fantástico: ‘El que pudo con Dios’, o más modestamente, ‘El hombre que vio a Dios’ (Gen 32: 28-29; cfr. 34: 10). Es también el nombre elegido por el nuevo estado judío (1948), Estado de Israel, mejor que Tierra de Israel, Judea o Sión, cuyos ciudadanos son los israelíes o israelitas [4].  
Históricamente fue también el nombre de las Doce Tribus confederadas, los Beni Israel o Hijos de Israel, así como del reino de David y Salomón (Casa de Israel), mil años antes de JC. Al romperse en dos, el reino del norte hereda el nombre de Israel, y el del sur pasa a llamarse reino de Judá. Esta restricción oficial no es del gusto profético y no es respetada: Israel es el ‘todo Israel’ como pueblo y como país. El sentido profético-político influye en el Nuevo Testamento, donde ‘Israel’ e ‘israelita’ eran de uso corriente, mientras que Palestina ni se nombra [5].
Curiosamente, el líder sionista Teodoro Herzl –el ‘Vidente del Estado’, así llamado como principal promotor de la creación de Israel–, en su manifiesto seminal Der Judenstaat (‘El Estado de los Judíos’, 1896),  para referirse al territorio de implantación del mismo estado habla de Palestina. Israel sólo aparece una vez, en esta expresión: «Israel rezará por nosotros y por sí mismo» (en relación con los rabinos como intermediarios entre la Sociedad y Compañía  de judíos sionistas y las comunidades respectivas).
¿Israel, Palestina? Allí todo está muy liado, entreverado, inextricable, y pongo un ejemplo que no viene de ahora. 



Figúrate que estás en el templo del Santo Sepulcro, lugar santo para toda la cristiandad. Pues bien, si te dispones a entrar al sagrado edículo por la Capilla del Ángel, toda la gran rotonda que lo rodea, más el ambulatorio y girola, es de propiedad común; pero en la misma rotonda, detrás de una capillita copta, el ábside del fondo a poniente pertenece a los sirios, con un pasadizo armenio a la derecha y otro también copto a la izquierda; pero el terreno que pisas es católico latino, como lo que hay más al norte a tu derecha fuera de la rotonda, mientras que a tu espalda el gran coro y ábside principal del templo, aunque se llame el Catolicón y tenga en medio el ‘Ombligo del Mundo’, es ortodoxo griego; y todavía otra capilla axial absidal más al este es de los armenios, igual que toda la gran capilla o iglesia que hay detrás, titular de la fundadora Santa Elena, menos la capilla aneja de la Invención de la Santa Cruz por la misma santa, que es latina. Ahora bien, el edículo del Santo Sepulcro (1810) es de diseño ortodoxo y financiación rusa. Las lámparas que lo alumbran por dentro están repartidas entre griegos, latinos, armenios, más una que es copta… También la Iglesia de la Navidad en Belén está repartida entre griegos, latinos y armenios; et ita porro.
Aquella maraña religiosa tradicional tiene ahora también su versión política en el intríngulis de los territorios ocupados, donde la tan celebrada sapiencia del juicio de Salomón brilla por su ausencia. No sólo el cuerpo del niño, cada miembro de la criatura y cada porción de miembro vivo está en división permanente, y a no ser por los letreros, los controles y el muro divisorio, no sabría uno decir si está en Palestina, en Israel, o con un pie en cada territorio.
El cáncer palestino
La guerra de los Seis Días duró del 5 al 10 de junio de 1968. Desde entonces, la ocupación militar del territorio palestino por Israel es la más larga en nuestros días. También la más singular del mundo, por la demo-cirugía que el ocupante aplica en el suelo y pueblo ocupado. Una implantación y colonización progresiva, que es ya una forma de anexión descarada.
Y eso que la víspera de la victoria, el 9 de junio, el ministro de Exteriores de Israel Abba Eban tranquilizó a su aliado incondicional, Estados Unidos, asegurando que Israel no buscaba expansión territorial ni tenía aspiraciones coloniales. Si era verdad, se ve que desde entonces su política ha virado en redondo.
Hay una frase muy citada y que se quiere dar por apócrifa, del difunto Ariel Sharon al nieto de Churchill, sir Winston S. Churchill III, en un encuentro privado (1973):
–¿Qué piensan hacer ustedes con los palestinos?
–Un sandwich de pastrami.
–¿Y eso cómo?
–Pondremos una capa de asentamientos judíos entre los palestinos, y luego otra semejante todo al través de la Orilla Occidental, de modo que en cosa de 25 años ni las Naciones Unidas ni los Estados Unidos, nadie sea capaz de separarlo.
Auténtico o no, es muy del estilo de ‘Arik’, y en todo conforme con la estrategia del hombre que, tras sellar acuerdo como primer ministro para seguir la Hoja de Ruta hacia la Paz, en apretón de manos con su homólogo palestino (Aqaba, 2003), se restregó la suya alegando que eso de «congelar los asentamientos bien estaba como figura retórica». Los asentamientos son necesarios porque nuevas familias israelitas necesitan hogar; pero hogares seguros y bien comunicados, cada poblado con su entorno de ‘crecimiento natural’. Así lo explicó a Colin Powell, Secretario de Estado norteamericano, cuando éste visitó la zona (2003):
–¿O es que quiere usted que una embarazada tenga un aborto, sólo por vivir en un asentamiento?
Pues eso. Las gráficas hablan por sí solas. En particular muestran cómo en 2013 este tipo de ocupación se dispara de forma salvaje:
Licencias de construcción en asentamientos, por cuatrimestres (datos de Israel)
Bajo la ocupación, Palestina padece doble cáncer; o un cáncer de doble efecto, el de hoy y el de mañana. El cáncer palestino son los asentamientos judíos y su interferencia en el muro. Es como una metástasis generalizada. Puede empezar por una vivienda rodante, o un grupo de ellas. Aparecen luego luego las excavadoras y maquinaria pesada, se acondiciona el terreno, se levantan edificios, se traza la carretera, el tendido el eléctrico, la valla alambrada y electrificada, la conducción de agua…
El agua sobre todo. Israel controla los acuíferos de la zona, los explota en su beneficio y, salvo la lluvia en cada terrado, tasa a Palestina los recursos hídricos.  En Israel, el gasto diario de agua es de 300 l/persona. El colono o residente en asentamiento dispone de un 20 % más, mientras que un palestino ha de arreglarse con la quinta parte de un colono. Bueno, tampoco exageremos: también les cabe a los palestinos  el recurso de reciclar aguas residuales: las escasas propias, pero sobre todo las muy sobradas de los asentamientos, cuyos desagües suelen empalmarse a la red fecal palestina y sus arroyos.
Los ‘beneficios’ que ofrece el gobierno israelí a los ‘colonos’ por ocupar los asentamientos, más que aliciente o privilegio pueden llamarse soborno. Incluyen exención de impuestos, garantías varias, préstamos blandos… Los maestros, por ejemplo, gozan de antigüedad, facilidades de alojamiento, reembolso de desplazamientos etc. Nada tiene de extraño que últimamente se haya incrementado la demanda, con nuevo oleada de inmigrantes judíos de Rusia y Este de Europa sobre todo, pobres pero patriotas como ellos solos. También algunos de América Latina.
Llama la atención que un judío recién llegado a Israel se vea instalado de inmediato con una bicoca de ventajas en territorio palestino, en las tierras mismas que fueron del vecino árabe, expropiadas manu militari y recalificadas, o cultivadas tal vez ahora por los colonos. Para contraste, los refugiados forzosos palestinos tienen vetado el retorno a sus tierras de origen, y el palestino en general lo tiene fácil para verse bloqueado en el país o expulsado del mismo.
Por toda compensación, los palestinos de siempre disfrutan de un alto muro, sólido, alambrado y electrificado, con algún paso más o menos próximo que se abre y cierra a voluntad del ocupante. Un muro que, eso sí, si están de humor para ello pueden decorar a su gusto, sin propasarse, porque hay cámaras de seguridad a intervalos y torretas de vigilancia armada.
¡El Muro! Comenzado en 2004, ya dejó atrás los 700 km, y sigue... Nadie discute a Israel el derecho a asegurar su frontera incluso imitando a los chinos y su muralla. Pero eso no tiene nada que ver con el Muro, que se levanta fuera del suelo propio, con ‘redondeos’ siempre a favor. Allanando casas, calles, huertos, lo que encuentre en su trazado; y que en vez de bordear al propio Israel rodea y encierra a los palestinos.
Muro y asentamientos en Palestina, Ribera Occidental
(Abril 2007)
Es para meditar, cómo el pueblo humillado por los guetos y juderías durante siglos castiga a su adversario civil confinándolo en una cerca, mejor dicho, en un rosario de espacios cercados, a lo Bantustán. Pero de nuevo, no exageremos: en caso de disconformidad, cabe el recurso a la Justicia. Militar, por supuesto, aunque recurrible ante la Corte Suprema. La de Israel, obviamente [6].
La paradoja del muro es que sólo separa una parte. La parte palestina queda separada de la judía, del resto del mundo y hasta de sí misma. Para el turista que viaja por Israel, el muro es prácticamente invisible.  Del lado palestino, en cambio, es ubicuo, deprimente, exasperante. Con los asentamientos sucede lo mismo: desde Israel apenas se distinguen.
Aquella justicia sabia de Salomón, incluso en el reparto de bebés, se echa mucho de menos por toda esta parte de su reino que es hoy Palestina. Laberinto de enclaves, carreteras, fronteras, controles y muros, donde un árabe he de recorrer cada día 10, 20 km o más desde su casa a su huerto, que tiene al lado, o a la escuela, el hospital o dispensario, a la tienda que dista 50 o 100 metros, al puesto de trabajo. 
Al llegar a Belén, lo primero que se nos ofreció fue el muro. Fue nuestro primer recorrido, y objeto de otra visita especial, porque de verdad la merece. Entre las curiosidades del muro de Belén –que por cierto, marca ya el límite con Jerusalén–, tal vez la más notable sea el asa que forma, sólo para englobar la Tumba de Raquel. Gracias a él (y a la falta de tiempo) no he visto este monumento que nunca faltó en los libros ilustrados y guías de Tierra Santa, «a medio camino entre Jerusalén y Belén»:
Aquí se puso de mal parto la bella Raquel, con tiempo apenas de ver y nombrar a su pequeño, Ben ‘Oní (Hijo de mi Pena). Su marido Jacob se apresuró a cambiar al niño aquel nombre por otro de mejor agüero, Ben Yamín (Hijo de la Diestra, o de la Buena Ventura), y aquí dejó enterrada a la pobre difunta.
El muro sorprende visto desde cerca y desde lejos, desde tierra y desde el aire. Pero nada más sorprendente que verlo crecer a cámara rápida, como en este vídeo (7:13 min.):



Nacionalismos de padre conocido
Algunos parecen creer que Israel se inventó como consecuencia del Holocausto. Cierto que Hitler sin quererlo contribuyó a su creación, y hasta cabe especular si de forma decisiva. Pero el Sionismo –incluido el político– venía muy de antes, y si Teodoro Herzl puede con razón ser considerado profeta, entre sus previsiones no veo que entrase la gran persecución nazi.
Israel fue el fruto de un nacionalismo sui generis. Y como nacionalismo, me resulta inevitable evocar otro nacionalismo contemporáneo que nos cae cercano, el vasco. También sui generis. Se dirá que todos los nacionalismos lo son, o pretenden serlo. Sí, pero unos más que otros.
No equiparo, ni siquiera comparo por vía de contraste, a dos personas con sus ideales. Siendo yo coautor (con Fernando Navarro) de ‘El Patriota insufrible’ (2014), supongo que nadie me crea capaz de equiparar a un Teodoro Herzl con Sabino Arana, ni el proyecto razonable y razonado de un Estado Judío, pensado para extinguir el odio antisemita, con el engendro aranista de Euzkadi, fruto de la ignorancia de lo propio y del odio al extraño imaginario. Aclarado esto, recordemos algunas coincidencias notables:
T. Herzl y S. Arana
Fueron dos personajes contemporáneos, Teodoro Herzl (1860-1904), Sabino Arana (1865-1903). Los dos estudian Derecho, aunque el primero acaba la carrera con grado de doctor, mientras Sabino abandona. Los dos cultivan el periodismo y, con menos fortuna, el teatro. Los dos son de buena presencia y lucen barba florida . Los dos tienen su clímax de ‘revelación y conversión’, idealizado y mitificado por ellos mismos. Para Herzl fue el ‘caso Dreyfus’ (desde 1894), con su marea de antisemitismo francés, que él conoció siendo corresponsal en París [7].  Arana por su parte, como san Agustín de Hipona, para su conversión elegirá  el tópos literario de la ‘voz en el jardín’ [8]. Los dos son activistas políticos; los dos videntes o profetas de un nuevo estado.
Herzl era un judío austrohúngaro de ascendencia en parte sefardita o española, pero de familia liberal,  ‘asimilado’ o ‘emancipado’ él mismo –germanizado, para entendernos–, y su contacto con la cultura judía tradicional era tan corto como su conocimiento de las lenguas yiddish y hebrea, un vacío que procurará llenar en parte. Arana, a su vez, de familia carlista y plenamente española, de cultura urbanita, en contacto muy superficial con la cultura campesina y con total desconocimiento del vascuence, que nunca llegará a dominar.
Herzl elabora su panfleto ‘El Estado Judío’ en la segunda mitad de 1895. Por entonces, Sabino Arana es huésped en la cárcel bilbaína de Larrínaga, en relación indirecta con haber fundado el mismo año su Partido Nacionalista Vasco.
En fin, aquí traigo una coincidencia curiosa y divertida. Como es sabido, Sabino Arana nace en Albia, ‘república’ anexionada luego a Bilbao. Teodoro Herzl en sus años mozos anduvo afiliado a un club estudiantil llamado precisamente Albia, del que se dio de baja cuando tomó la voz cantante un socio agitador antisemita.
Arana y Herzl no se conocieron, eso creo, aunque el judío visitó España en 1891. Tampoco conozco de Arana ninguna referencia al plan de Herzl. Otra cosa es que, tras la II Guerra Mundial, el nacionalismo vasco se encandiló con el nuevo estado de Israel, y no sólo en sus aspectos político-jurídicos y sociales, o su pedagogía lingüística del neohebreo, sino también y más por su prestigio en materia policial y de inteligencia. ETA por su parte admiró mucho el mapa sionista del Gran Israel, así como el terrorismo fundacional israelí y las  organizaciones marxistas pioneras.
Por lo demás, Herzl era laico y personalmente ateo, aunque su plan comprende al judaísmo en todas sus opciones, incluyendo a rabinos en su funcionariado. Arana en cambio era católico integrista, pero a su aire (como en todo): propugna la separación entre la iglesia y el estado, sin perjuicio de que su lema político sea ‘Los vascos para Euzkadi, y Euzkadi para Jaun Goikoa’ (para Dios). Algo de esa contradicción alcanza también al Estado de Israel.
Y es que, al fin, hablamos de nacionalismos, y de dos nacionalismos de raigambre religiosa y mítica; etnicistas ambos, con incidencia en los respectivos proyectos y ordenamientos políticos y cívicos. Dejémoslo así, que yo había venido a hablar de mi viaje. Otro día será.



[1] Canaán era el nombre de un nieto de Noé, hijo de Cam, el epónimo de los camitas. Cuando el patriarca diluviano se embriagó, a sus dos hijos menores, Cam y Jafet, les hizo gracia verle desnudo, mientras el mayor Sem le cubría piadosamente las vergüenzas. Por eso Noé vuelto en sí maldijo a los burlones. Pero fuese por trabalenguas etílico o por otro misterio, en vez de Cam dijo Canaán. Y esa fue la razón y pretexto de los israelitas, el pueblo elegido de Dios, para negar todo derecho a los habitantes de la tierra prometida cuando ellos la conquistan desde el este, cruzando el Jordán, más o menos al mismo tiempo que otro pueblo marítimo invasor, los filisteos, penetra desde el oeste.
[2] De hecho, una parte del litoral hacia el año 1000 a. de C. se llamó el Neguev de los Cretenses (1 Samuel 30: 14), relacionados con los filisteos (Ezequiel,  25: 16 y Sofonías 2: 5). Eran inmigrantes dentro del conjunto de los ‘Pueblos de la Mar’, para los habitantes de Levante.
[3] Al final del Mandato británico, las Naciones Unidas (1947) recomiendan la participación del territorio en dos estados, uno judío y el otro árabe, con Jerusalén como ‘cuerpo separado’ bajo régimen internacional especial.
[4] En fuentes no bíblicas, Israel es el Reino del Norte, con capital en Samaria, borrado del mapa por los Asirios (721 a. de JC). Anterior al reino es la Estela de Merneptah (Museo de El Cairo), celebrando una victoria del faraón sobre distintos pueblos (h. 1208 a. de JC), entre ellos un supuesto Israel (?) «aniquilado hasta su semilla» (?).
[5] por ejemplo Mateo 2: 20 21 («Muerto Herodes, he aquí que un ángel del Señor se aparece en sueño a José en Egipto: –Despierta, toma al niño y a su madre y pasa a la Tierra de Israel… » Tierra que, por lo que sigue, comprendía la Judea y Galilea, el espacio de Jesús.
[6] En 18 de febrero 2011 el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas votó un documento de condena de todos los asentamientos israelitas en territorios ocupados después de 1967, con apremio a Israel y Palestina para cumplir con el Mapa de Carreteras compatible con una solución de dos estados. Todos votaron a favor, menos EE. UU., que impuso su veto.
[7] No hay duda que el caso Dreyfus fue impactante para Herzl. Pero sus biógrafos admiten que no fue ni determinante ni detonante respecto a su proyecto sionista, aunque el propio autor aprovechará a posteriori el impacto del caso para sus fines, mitificando incluso su influjo en lo personal.
[8] San Agustín, Confesiones, 8, 12, 29. Para el caso Arana tenemos una supuesta charla de Sabino  con su hermano mayor Luis por el jardín doméstico de Albia, donde éste le abre los ojos sobre la contradicción de ser a la vez vasco y español. Esto habría sucedido «el año 82…, una mañana». (En  la versión y mito oficial del PNV, la mañana de Pascua, precisamente).

25 comentarios:

  1. ¡Que lujo leer a don Belosti! Deseándo que llegue la segunda entrega.
    (Por alguna razón mi primer comentario durmió el sueño de los justos. Vamos a ver si éste llega a buen puerto)

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    1. ¡D. Th/Th, cuánto bueno! Aprecio de modo muy especial su elogio, que procuraré no defraudar. Un fuerte abrazo.

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  2. Fascinante su artículo de hoy, Querido Profesor . Es un tema, el de Israel, que me encanta. Tengo antepasados judíos, aunque estamos llenos de libros de esos certificando nuestra limpieza de sangre como Cristianos Viejos, Pero no llego a comprender en mi terca cabeza eso de "El año que viene en Jerusalem". Al menos, no más de lo de "Las próximas vacaciones, en San Sebastián", cuando uno viviera lejos.
    El sábado mismo, aproveché que llevo una temporada con el virus , que me incapacita para nada serio, estuve viendo" Exodus" ( el antiguo, de Preminger, no el de Ridley Scott actual ). Y daba la sensación de que mientras los judíos volvieron a colonizar Palestina, llenos de vecinos árabes, no había habido problemas entre ellos ( al fin y al cabo, son primos hermanos ), pero que con lo de la partición, y la fundación del Estado de Israel, se había hecho un daño irreparable...
    Y les echo la culpa de todo a Herzl, a los Nacionalistas Sionistas, a los terroristas del Irgún, ... Y a los Nazis y a los Bolcheviques Rusos, con sus campos de exterminio, que hicieron que la ONU, y el RU, firmasen aquello, que me parece una injusticia, para arreglar otra injusticia anterior, y no sólo del Holocausto, sino del trato dado a los judíos, desde siempre... Y sigo pensando que sería mucho mejor un Estado Israeli / Palestino conjunto, siempre que fueran aconfesionales, y con las mismas leyes, civiles, para todos...
    Pero todos me dicen que me empeño en llevar el ascua a mi sardina, y que esa idea mía es pura fantasía...
    Por eso me gusta tanto leerle. Porque lo que cuenta es lo real, aunque a veces parezca que nos cuenta mitos, de tan bonito como lo cuenta...
    Espero con muchas ganas la continuación
    Muchas gracias

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    1. «Y sigo pensando que sería mucho mejor un Estado Israeli / Palestino conjunto, siempre que fueran aconfesionales, y con las mismas leyes, civiles, para todos… »

      Mi querida amiga, al llegar a este punto de su comentario (tan sabroso todo él, es usted una rompe y rasga irrefutable) he sonreído diciéndome que eso lo firmaría Netanyahu.
      Es broma, usted me entiende. Sería renunciar a la esencia del nacionalismo sionista.

      Pero tiene usted su razón: el Mandato Británico se cerró de forma irresponsable, atropellada. Como el artificiero que, llamado a desactivar una bomba, saliese de estampida. El ‘derecho (¡?) de veto’ en la ONU ha ido haciendo el resto de la faena.

      A ver qué sale de estas elecciones en Israel. Me es triste decirlo, espero poco.

      Un abrazo.

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  3. Don Belo, como siempre, encantado con sus formas; auque esta vez no tanto co el fondo. La historia de la escrita de la zona perdió hace tiempo la objetividad necesaria para que con el estudio del pasado poder solucionar lo presente. Ahora hace falta que alguien o algo de con esa solución que aunque no lo arregle todo termine parando los dígitos que suman muertos. No confio en ello, entre otras cosas porque el asunto ha sido y seguirá siendo herramienta política para todos los gobiernos de dentro y fuera de la zona ,y lo seguirá siendo.
    Me encanta leerle.

    Fulano

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  4. Prometo que la próxima vez leeré lo que escribo antes de publicarlo. Perdonen.

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    1. D, Fulano, no se preocupe, he entendido su comentario.
      Su pequeño baile de letras me ha sugerido la metáfora tipográfica del ‘pastel’, para describir la situación. Lo esencial es arreglarlo, en eso estoy de acuerdo y creo que lo doy a entender. Pero como usted dice bien, el negocio está en manos de políticos cortoplacistas, mala cosa.

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  5. Siempre es un placer leerle, sr. Belosticalle y más en esta ocasión, sobre un tema tan enmarañado como es el de la antigua Judea. Con respecto al nombre de la cosa, cabe decir que la confusión se debe en gran parte a los romanos, esos grandes creadores de identidades. Según tengo entendido, aunque puede que me equivoque, Palestina siempre fue el nombre de una pequeña región - la famosa Pentápolis filistea - hasta que los romanos acabaron con el reino de Judea después de las sucesivas revueltas de los siglos I y II d.C. Tras el levantamiento de Bar-Kokhba decidieron hacer damnatio con el propio nombre, por lo que llamaron Palestina a la nueva prefectura en que quedó convertido el antiguo reino. De no haber sido así Judea seguiría siendo la actual Palestina, lo mismo que llamamos Siria al territorio que, más o menos, coincide con la provincia romana de ese nombre. Los romanos siempre fueron muy aficionados al pars pro toto ... cuando ello iba en su propio beneficio.
    Muchas gracias

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    1. De acuerdo. Gracias a usted, por su comentario.

      Pero insisto, la Palestina ‘romana’ no se la sacó Roma de la manga. Tenía copirray de cinco siglos, por lo menos.

      Tengo aquí delante el Índice Analítico de Herodoto, por Legrand, para la edición de ‘Les Belles Lettres’, donde define (pág. 201, con las referencias):

      «Palestina. Parte de Siria que comprendía al menos la Tierra Santa y el país de los Filisteos; localizada entre Fenicia y Egipto (1, 105, nota; 4, 39); en otros lugares habla conjuntamente de ‘Fenicia y Palestina’ (3, 91) y de ‘Sirios y Fenicios en Palestina’ (7, 89)» [esto último, como propietarios de ciertas trirremes, o sea, con razón social en Palestina].

      Un cordial saludo, con ruego de adoptar, si le parece, un alias de identidad, para poder entendernos.

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    2. Tiene usted razón en lo referente al uso de Palestina como corónimo genérico con anterioridad a los romanos. Heródoto es el primero que lo cita con esa acepción, dando a entender que se trata de una demarcación (Syria Palaestina) dentro de la satrapía persa de turno. Me ha picado la curiosidad y, yendo de un lado para otro, he acabado en dos artículos de D. Jacobson que echan por tierra la opinión común que se tenía sobre la materia: "When Palestine Meant Israel", Biblical Archaeology Review, 2001, Vol 27, No. 3, pp. 42-47 (comentado aquí http://theisraelconnection.blogspot.com.es/2008/09/origin-of-name-palestine-truth-is.html), y la versión académica,"Palestine and Israel" (http://www.jstor.org/discover/10.2307/1357617?sid=21105675981931&uid=70&uid=4&uid=2&uid=3737952&uid=2134), con el abstract. Parece que el nombre de Palestina fue a la vez la transcripción del término usado para designar a la tierra de los filisteos y la traducción literal del nombre de Israel (!). Los romanos únicamente darían el empujón final para consagrar el uso del término.
      Saludos cordiales

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    3. Gracias por partida doble, Sr. Tedeja , por su comentario y por el artículo de Jacobson en BASOR (1999). Lo he devorado con interés, de cabo a rabo.

      Hipótesis interesante (‘Palestina = Israel’); ingeniosa más que convincente, en mi humilde opinión. Cuesta entender que una etimología tan obvia y supuestamente popular (de otro modo no tendría sentido) no les dijera nada a un Josefo, Filón, Orígenes, Jerónimo y otros, siempre atentos a estas cosas, y más con su carga alegórica (como el autor señala). Tampoco veo que haga mención de las otras versiones griegas, en especial la del judío Aquila, tan literalista.

      Quien sí acoge la propuesta con entusiasmo, casi como verdad inconcusa, es Mid Stutsman, la dama del blog que usted enlaza, sionista militante. (¡Ah, si Palestina tuviera escritores así para su causa!)

      Un saludo.

      (Por cierto, muy evocador para mí su alias; ¿nos conocemos por ventura?)

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    4. Veo que, como buen profesor, sigue usted haciendo uso de JSTOR, ProQuest y similares; eso sí que es ventura. El alias se me ha ocurrido al acordarme de una foto suya tomada en los riscos de La Tesla, en la hermosa vertiente de Valdivielso. Me parece que no hemos coincidido nunca, aunque seguro que tenemos algún conocido común, relacionado quizá con el célebre castellum.
      Saludos, una vez más.

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  6. Hace ya algunos años, en 1967, un inquieto niño aficionado a la Historia devoraba un libro en el que, a modo de crónica periodística, se relataba la guerra relámpago, llena de audacia e ingenio, mediante la cual un pequeño David -Israel- había derrotado al gigante Goliath -mundo árabe-, combatiendo a la vez en el Norte, en el Este y en el Sur.
    Para ese niño, que era quien esto escribe, Moshe Dayan ocupó a partir de entonces un lugar en el Olimpo de los grandes generales, junto con Rommel, Belisario, Wellington, Aníbal, Leónidas, Alejandro o Julio César.
    Esa admiración infantil tenía mucho de excesiva. La desproporción de medios, enorme en teoría a favor de los árabes tanto en número de aviones, como en el de artillería y soldados, en realidad no fue tal, ya que no era lo mismo tener los medios que saber usarlos. Tampoco era igual la calidad de esos medios.
    Los años me han hecho ver el conflicto de Palestina de muy distinta manera. Por supuesto, el Plan de Partición de las Naciones Unidas fue un desastre y su ejecución, peor todavía.

    Conocí hace unos años a una profesional sanitaria oriunda de Perú cuya familia había emigrado al nuevo mundo desde Belén. Palestinos cristianos.
    Me ayudó a entender mucho mejor la envenenada situación de Palestina.

    Estupenda entrada, admirado maestro.

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    1. Me ocurre igual que a usted, maese Gulliver. Es más, aunque no sé ni papa del arte militar, tengo entendido que al mismo Dayan, como a Sharon (el ‘Rey de Israel’) y otros generales hebreos, les critican los expertos algunas pifias.

      Es como algunas operaciones del Mosad contadas en el cine, bastante chapuceras.

      Por si no bastara la inteligencia y la eficacia de Israel, no se ha descuidado la propaganda y la aureola mítica. Muy humano. Un abrazo.

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    2. Don Gulliver:
      Cuando fue la guerra de los 6 días, yo ya estaba metida en casa, en plan imitación de madre de familia tradicional. Pero estábamos abonados a TIME. Recuerdo perfectamente como contaban en la revista, que en el aeropuerto militar de El Cairo, tenían los cientos y cientos de cazas y bombarderos en tierra. Mirando hacia Israel. Y toda la vigilancia, de radares, telescopios, etc, enfocada hacia allí. Hacia el Este.
      Y que Dayán dio órdenes para que los poquísimos aviones del ejército de Israel, dieran un largo rodeo, para no ser detectados, y atacasen desde atrás, desde el interior de Egipto. Desde el Oeste.
      Y cómo destruyeron, desde el primer día, toda la aviación egipcia que estaba en tierra...
      Tengo la revista encuadernada, año a año. Y tanto a la revista, como a Dayan, les guardo un enorme agradecimiento.
      Porque lo expliqué tal como lo había leído, en la comida familiar de mi familia política, y, a partir de ese momento, no sólo me miraron de otra manera, sino que me dejaban opinar con los varones...

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    3. Sin embargo, Dª Viejecita, el mérito del raid aéreo se debe atribuir también a Mordejai Hod, que se encontraba al frente de la Fuerza Aérea de Israel... y, por supuesto, al Mosad

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    4. Desde luego, Don Gulliver, pero es que
      ¡ Dayan, y con ese parche en el ojo , resultaba tan guapo !

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    5. Y, Don Gulliver:
      ¿ No se inspirarían también en Lawrence de Arabia, y su conquista de Ákaba desde detrás, habiendo atravesado el desierto del Mefud , mientras todos los cañones de la ciudad apuntaban al otro lado ?

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    6. No sé lo que opinará D. Gulliver, amigo mía; pero yo veo su hipótesis de lo más plausible. Se lo digo con mi admiración más sincera.
      Y es un honor para este blog registrarla por si resulta nueva, y encima cierta. Por ejemplo, si se descubre una conversación entre Moshé y Mordekhay diciéndose algo así como: «Al Nasser ese, por retambufa, como Lawrence a los turcos en Aqaba.» (Parece que los dos israelíes era lenguaraces en privado.)
      Servidor sería el primero en anunciarlo: «Eso ya lo intuyó Doña Viejecita».

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    7. La inspiración es muy probable. Seguro que Dayan y Hod conocían bien la acción de Lawrence.

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  7. he tratado de publicar dos comentarios sin lograrlo.
    El resumen del primero, vae victis!. Y que esta relación de su escapada a Tierra Santa me ha dado qué pensar, y qué repensar.
    El segundo, que la segunda entrega podría titularse tal vez "escapada de Tierra santa", tal como están allí las cosas.
    Y también le agradecía compartir sus impresiones con los que ni hemos hecho ni probablemente haremos nunca ese viaje. Añado ahora "para qué si ya me lo ha contado don Belosti mucho mejor de lo que yo lo hubiera visto"

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    1. «Me hacéis reír, Don Gonzalo», valiente excusa la suya para no ir allá, Doña Carlota.

      Por lo demás, razón tenéis sobrada: guay de los vencidos y vuelta a la barbarie.
      La ley de la selva es igual de dura, pero al menos no conoce la crueldad ni el rencor.

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  8. Gran crónica a pesar de su pesimismo abrumador.
    Ese muro es tremendo, ciertamente. Es el reconocimiento del fracaso por ambas partes, de la parte israelí porque es un crimen y de la parte palestina porque funciona.
    Ayer quizá eligieron los israelíes el gobierno que declarará la guerra a Irán...
    Los palestinos empiezan a querer realmente un estado propio, algo que no quería la OLP de Arafat que bebía panarabismo. La política de asentamientos indica que Israel no estará por la labor de consentirlo en mucho tiempo.
    En esa zona todo tiende a empeorar siempre.

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    1. Pues tampoco a usted se le ve muy optimista, D. lolo.

      Por un momento casi preferí una victoria más amplia de Netanyahu, que le hubiese permitido ser ‘magnánimo’ (por decir algo). Ahora, so pretexto de compromisos electorales, nadie le parará los pies. Está crecido, y lo ha demostrado en Washington, echándole un rapapolvo a Obama ante sus propias Cámaras, como si el presidente fuese Bibi. ¿Y por qué no, si EE. UU. se comporta como tributario de Israel?

      En cuanto a los palestinos, no va usted descaminado. La mayoría musulmana fue atraída al señuelo de la ummah supranacional.

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  9. Sobrecogedora y valiente entrada Don Belosti. Un abrazo.

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