miércoles, 22 de octubre de 2014

ETA, la derrota pírrica




A Parmenio el Viejo y el Grande,
con quien comparto convicción de que ETA ha ganado.
A ver, si no, quién marca estilo en el País Vasco,
quién dicta  aquí las normas de la ‘normalización’,
y las condiciones para la ‘convivencia’ (que llaman).

«Derrota de ETA por el Estado de Derecho»: esta expresión, que hoy forma parte del lenguaje políticamente correcto, tiene la pega de no corresponder a ninguna realidad contrastada, al menos en el País Vasco. Es cierto que su contraria es falsa, porque la banda terrorista no ha puesto al Estado de rodillas, no le ha derrotado ‘militarmente’ –por decirlo en jerga etarra. ¿Entonces?
Lo que muchos creemos, y yo diría ser también moneda corriente en el nacionalismo vasco, es que el Estado ha desistido, se ha rendido. Con condiciones, pero se ha rendido. Una condición sería salvar la cara ambas partes: «Nosotros cantaremos victoria sobre ETA, mientras vosotros cantáis una paz sin vencedores ni vencidos». Como los críos tras la pedrea, gritándose los unos a los otros: «¡Os hemos ganao!».
El PNV y lo mismo EA, siempre han mantenido que la derrota de ETA no era deseable. Ahora bien, que una cosa así la diga el nacionalismo arzallusiano, aspirante a albacea y beneficiario del esfuerzo etarra,  eso se entiende. Más cuesta arriba se hace que lo reconozca y lo ofrezca como suyo la parte contratante gubernamental, en una hoja de negociaciones con la banda: «El objetivo final del proceso no es la rendición de ETA». Luego vemos el dislate al completo, pero de entrada, mal se puede alcanzar sobre el enemigo una victoria que ni siquiera es ‘objetivo final’ (?) de una guerra. ¿De que va esto? ¿un tongo?
Lo recuerdo como si fuese hoy. A fines del 83, un buen amigo socialista, colega de la Facultad, paseando conmigo y con mi señora entre clase y clase, nos revelaba el plan de la guerra sucia contra ETA. Después de todo, Ricardo Damborenea era gran admirador del industrial Luis Olarra, aquel que se jactaba de tener sicario pagado, si la banda se atrevía a tocarle a él o a los suyos. Estupefactos, preguntamos a nuestro amigo si los socialistas estaban locos. Y eso dando por supuesto que la cosa resultaría ‘bien’, para entendernos. Una guerra sucia podía ser el preámbulo de una rendición moral.
La rendición ante ETA, planeada por el Sr. X como consecuencia de la gran chapuza de su GAL y saqueo de la caja reservada para la lucha antiterrorista, la diseñó y materializó el socialista Zapatero, secundado por su correligionario el lendacari Patxi López. Todo vino por sus pasos, mediante el ritual de los contactos y capeas en tentaderos rocambolescos. Por supuesto, al mismo tiempo se apretaban las tuercas policiales tanto en España como en Francia en buena sintonía, como ya se venía haciendo desde 2001/2002. Era lo correcto y era lógico, pues en ningún caso se trataba de una rendición a lo ‘militar’, sino de un apaño político.
Sin ser experto en la materia, para eso están los expertos como Florencio Domínguez o Ángela Escrivá, entre otros, con sus relatos donde hallar pistas y llegar a conclusiones.
No sé si experto o no, aquí tengo abierto a Joaquín Leguina por las páginas 136-137 de su libro subtitulado, muy a cuento, ‘Zapatero, el gran organizador de derrotas’. El título también se las trae: ‘Historia de un despropósito’ [1]
Casualidad, esas páginas que ahora me interesan marcan  la mitad del libro exactamente. Y digo ‘casualidad’ porque no soy cabalista, que de serlo pensaría que lleva gato encerrado.
En esas páginas leo entre líneas que la rendición del Gobierno ante ETA se fraguó en cosa de un año, entre mediados el 2004 y 2005, consumándose en Ginebra el 14 de julio de este año cinco. He aquí el texto fundamental para la Historia. Es la introducción o preámbulo a un acuerdo firmado entre una representación del Gobierno Español (socialista) y otra de ETA, y dice así:
«Aun con diferentes consideraciones ideológicas, y aunque no compartamos el modelo estratégico y de construcción política, estamos de acuerdo con que existe una realidad con vínculos sociopolíticos, culturales, lingüísticos e históricos llamada Euskal Herria[2]
Tal vez la sancta simplicitas de algunas personas no vea en todo este párrafo nada parecido a una entrega a rendición. Puede que incluso vean aquí un inocente desarrollo de algo que el Estatuto de Autonomía vasco, erigido en intérprete de la Constitución, proclama como principio pre- y supra-constitucional por su naturaleza: la singularidad histórico-jurídica de la nación vasca.
Bien, en ese sentido, es posible que la derrota del Estado ante el separatismo vasco venía cantada de mucho antes: desde el «café para todos», aunque para algunos más cargadito y completo, con copa y puro y lo que ustedes manden. Que era borrar con el codo lo escrito con la mano, la igualdad de todos los españoles ante la Ley.
Los ciudadanos de aquí, con alguna experiencia sobre el jesuitismo y restricciones mentales del nacionalismo clásico, pronto entendimos que aquella distinción y premio a vascos y catalanes no significaba límite alguno para ellos; al contrario, lo tomarían como una invitación a más de lo suyo, la construcción nacional hasta la independencia. Pero no vayamos tan lejos.
«Estamos de acuerdo… »: el arte del mal negocio
La afirmación resaltada en negrita, en una negociación con ETA, es de una ingenuidad sólo comparable a su temeridad. Es concederle al asesino que, sólo por dejar de matar, se le reconoce la legitimidad de todo aquello por lo que él dice haber matado. Porque no quepa duda, la exégesis de esa negrita la hacen ellos, no los pardillos gubernamentales. «Euskal Herría, una realidad con vínculos sociopolíticos e históricos», menudo regalo. De nada sirve marcar distancias, que si «consideraciones ideológicas diferentes», que si «no compartimos el modelo estratégico y de construcción política», ¡pues eso faltaba!
¿Quién era este estratega de la rendición ante ETA? No voy a presentar de nuevo a Jesús Eguiguren, ‘El Amigo Socialista’: «el socialista con más amigos en la Izquierda aberzale», según entrevista de 2011 con Jordi Évole. Mucho antes, en mayo de 2005, había concedido otra, también en San Sebastián y en un hotel, a Ángeles Escrivá, para revelarse el aprendiz de brujo que él ha sido en todo este despropósito. Porque la inepcia venía desde el milenio (el segundo, se entiende). Por lo visto, el presidente de los socialistas en su etiqueta vasca llevaba cuatro años reuniéndose en secreto con Otegi y compañía, por nada y para nada especial, sólo como Txus y por su condición de amigos de siempre. Pese a lo cual,
«–Todo dentro del ámbito constitucional –insistía»[3]
«Ámbito constitucional». Cómase como se coma ese sintagma, mejor que ámbito sería ‘escenario’, al gusto de Otegi, y tal como cuadraba a una comedia. Comedia de enredo, pero sin enredo. Un baile de máscaras con la máscara en la mano, a cara descubierta entre ellos. Amiguetes, coleguis, vecinos de abrevadero. Enmascarados sólo para el público. A ver, si no:
« Según dijo [Eguiguren], en sus encuentros no se abordaba de manera concreta la situación de ETA porque, en ese caso, Otegui estaría asumiendo que hablaba en su nombre o que tenía alguna relación con la banda terrorista. Por su parte, Eguiguren tampoco se arrogaba la representación del Partido o del Gobierno, para que nadie pudiera decir que alguno de los dos estaba involucrado. [4]
Pues vamos ahora con el estado de la partida en mayo de 2007, rota la « tregua permanente» que ETA había puesto como trampa el año anterior. Fue la última reunión entre Eguiguren y Otegi como cabezas de representación del Gobierno y ETA, y esto figuraba en los puntos gubernamentales (cito en extracto):
«1. Al Gobierno tampoco le gusta la Ley de Partidos… Esa ley responde a los asesinatos cometidos por ETA contra cargos políticos».
« 5. La situación política no permite un pacto de Estado con la oposición».
« 6. El objetivo final del proceso no es la rendición de ETA… El objetivo final es que la izquierda abertzale y ETA puedan defender su proyecto político en igualdad de condiciones, y que ETA desaparezca porque existen esas vías políticas. Finalmente desaparecerán los presos y los exiliados, porque ya no habrá motivo para que los haya» [5]
Pasan dos semanas:
«El 5 de junio de 2007, ETA anunció que daba por terminado el alto el fuego. A esas alturas, unos 34 ayuntamientos estaban ya en poder de ANV (la marca blanca que Batasuna utilizó en las municipales de ese año) … , y el etarra De Juana Chaos había salido de prisión… por una decisión del Ejecutivo que resultó ofensiva para las muchas víctimas de este matarife» [6].
Vamos ganando, pues. La contención política de Batasuna fue hábil. Mientras el brazo político se consolida, aprovecha (si no es que propicia ella misma) la que Florencio Domínguez ha llamado «la agonía de ETA». A finales del año se abre una grieta enorme en la cúpula, con excomuniones mutuas:
«‘Thierry’, que controlaba los zulos y el dinero, le cerró la espita al aparato militar. ‘Txeroki’ reaccionó expulsando de ETA … a quienes tachó de incompetentes; y éstos a su vez echaron de la organización al aparato político… Unos y otros se movieron … y así cavaron su tumba» [7].
En un odio tan africano, los ‘movimientos’ pueden ser de lo más ingeniosos para desbancar al contrario. Porque curiosamente en mayo de 2008 el brazo militar sufre uno de sus peores reveses, al caer en Francia el cabecilla ‘Thierry’ con otros tres de la banda, incautándose la policía francesa de documentos valiosos.
El Gobierno tuvo entonces la mejor ocasión para jugar sus bazas, también contra Batasuna en su incursión política –bajo nombres de conveniencia, Sortu, Bildu–, cuando el PNV como abogado del diablo fue a Estrasburgo por lana, denunciando la Ley de Partidos que estorbaba a la Izquierda radical, para salir trasquilado con una sentencia apabullante (30 de junio 2009):
«Por unanimidad, el Tribunal de Derechos Humano declaró que la ilegalización de Batasuna, de HB y de Euskal Herritarrok era “una necesidad social imperiosa…, porque su compromiso con el terror puede ser considerado objetivamente como una amenaza para la democracia».
El Tribunal Supremo –reforzado por esta sentencia y con pruebas contundentes suministradas por las fuerzas de seguridad– mantuvo la ilegalización de Bildu. [8]

Ahora sí, cualquiera diría que el Estado de Derecho había vencido, no sólo a la ETA moribunda, sino a su nuevo avatar político, muy crecido por sus perspectivas electorales. Hacía falta un milagro de incompetencia y felonía para perder la partida. Zapatero hizo ese  doble milagro, «con la ayuda impagable del Tribunal Constitucional y de su Presidente, Pascual Sala». En fallo memorable, enmendando la plana a Estrasburgo, al Supremo español e incluso a sí mismo, el TC anula de hecho la Ley de Partidos y legaliza a Bildu, que irrumpe triunfal en las instituciones democráticas.
Nadie ha sabido dar explicación convincente al comportamiento de  Zapatero, con su doble juego de acumular pruebas contra a disposición del Supremo, para luego tumbar al Supremo utilizando al Constitucional. La jugada le costó al partido su hundimiendo, ante una opinión pública casi unánimemente hostil. Insuflar gas en el globo de Bildu vaciando el propio es una generosidad tan estúpida, que sólo cabe atribuirla a motivaciones a cuál más negativa. La más obvia sería que Zapatero obró en cumplimiento de un pacto con ETA/Batasuna. Un pacto que Zapatero traspasará como herencia a su sucesor Mariano Rajoy.
ETA, por su parte, el 20 de octubre de 2011 –acaba de conmemorarse el trienio–, declaró de forma unilateral «el cese definitivo de la actividad armada». Esto viene a confirmar la hipótesis del pacto, ya que la banda, Bildu y todo su mundo esperan contrapartidas, en especial respecto a los presos de ETA, que ellos califican pertinazmente de ‘políticos’ y de ‘rehenes’ para el chantaje y la venganza.
Uno que se retrata
Uno de estos etarras es Josu Zabarte, preso hasta hace poco y liberado en aplicación de la sentencia de Estrasburgo, contraria a la ‘Doctrina Parot’. Asesino múltiple en serie –el ‘Carnicero de Mondragón’ le llaman– ha concedido a Ángeles Escrivá una entrevista publicada en ‘El Mundo’, que ha levantado ampollas sobre todo por el despliegue mediático, al aprovechar el estreno de un nuevo formato y portada.
Dejando esto aparte, el discurso de Zabarte es tan duro, tan desalmado, tan obsceno, que también se ha criticado su publicidad:

–¿Qué distingue a una persona que ha matado a 17 personas de un asesino en serie?
Yo no he asesinado a nadie, yo he ejecutado. Matar para mí es: nos enfrentamos a hostias y éste cae y muere; ahí, yo no quería ni tenía intención. Asesinar es cuando tú buscas lucro personal. Y cuando ejecutas es cuando lejos de obtener un lucro personal, encima, vas a tener que pagar con la cárcel o con lo que sea. Por tanto, yo no he asesinado a nadie. Y un asesino en serie será algún psicópata.
Y si me preguntas, ¿lo hacías para hacer daño? Yo te digo, sí. No tengo ningún reparo en reconocer el daño causado pero que él (el Estado) me reconozca sus hechos porque el que me ha empujado es él. Yo no he tomado esa decisión porque me ha caído polvo de Marte. He nacido aquí, he vivido aquí, he estado en la escuela ahí abajo, he tenido que cantar el cara el sol... Y llegas a un punto en el que dices, esto no puede ser y dices ¿cómo? ¿qué?: ETA. Y luego vas evolucionando.
Yo te digo, sí. Hacer daño. Ese era su objetivo.
La entrevista revela por parte del etarra un incapacidad para la reinserción, que no deja en buen lugar la coherencia del Tribunal de Estrasburgo exigiendo la libertad inmediata de los afectados por la Parot, por el principio de no retroactividad de la pena, sin tener en cuenta la peligrosidad social de un colectivo de malhechores orgullosos de sus actos: enemigos por tanto de derechos humanos que el alto Tribunal debe defender prioritariamente. No parece equitativo dejar a posibles, y aun probables víctimas a merced de un verdugo suelto, dispuesto a reeditarse, llegado el caso.
Algunos se han apresurado a decir que se trata de un caso singular, poco o nada representativo, y que no representa peligro alguno para el proceso en marcha. Esto lo he escuchado incluso chez Klaudio Landa, a algún contertulio siempre crítico para con el Gobierno, y siempre dispuesto a entender los motivos de ETA «y de todas las víctimas de un Estado torturador convicto».   
En cuanto a mi opinión personal, el discurso de Zabarte no me llama la atención. Es más, tengo la impresión de que en el fondo lo comparte mucha gente. No sólo etarras presos y ex presos, sino muchísima calle, simpatizantes del nacionalismo radical y del otro, el no tan radical.
Cuando decimos que Zabarte se revela incapaz de reinserción, podemos expresar lo mismo de otro modo: el individuo se siente perfectamente insertado en su sociedad, en su mundo; y esa sociedad, ese mundo, le corresponde acogiéndole como a uno de los suyos. No un hijo pródigo, ni una oveja que vuelve al redil. Un patriota, un gudari que ha dado mucho de su ser por la causa común vasca, al que se le debe gratitud, atenciones y reconocimiento. No se trata de un enfermo. El problema es la epidemia, toda una sociedad enferma.
Prueba de que ETA no ha sido derrotada. Nosotros hemos claudicado.
¿Estoy solo? ¿Seré yo el raro? Bueno, Ángeles Escrivá decía presentando su libro: «No conozco a ningún etarra que se haya arrepentido». Yo no digo tanto.
Sobre la derrota: matices y buenos deseos
No puedo terminar llevando en el zapato un escrúpulo. He tomado como una de mis autoridad sobre el tema a Florencio Domínguez. Florencio es autor del libro ‘La agonía de ETA’. Libro al que dediqué aquí un comentario, ‘ETA en agonía’, con la satisfacción de recibir su amable visto bueno. El libro habla de ETA derrotada. Florencio Domínguez participó en Bilbao en la presentación del libro de Ángeles Escrivá
En fin, ayer mismo publicaba un artículo en ‘El Correo’ (21-10-2014, La paz era esto). En todos estos textos se percibe el mensaje de una ETA derrotada. Yo no puedo llevar la contraria a quien sabe mucho más. Sin embargo, aun en mi reseña de su libro me permití dar a entender que me siento poco optimista sobre la evolución del proceso.
En las circunstancias presentes es muy difícil un repunte de actividad terrorista, cuando un brazo político afortunado controla al otro brazo militar en sus horas más bajas. El problema es, qué ocurrirá cuando, inevitablemente, la izquierda radical pierda el favor de las urnas. O bien, que ocurriría si un día el Gobierno de España se creyese obligado a tomar medidas de excepción, como surprimir la autonomía vasca. O si el Parlamento aprueba cambios en la ley electoral que rebajen la representación territorial; o un cambio constitucional que implique, qué sé yo, la abolición del sistema de Concierto Económico, o de la Policía autonómica, etc.
Hipótesis políticamente incorrectas. ¿Y…?
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[1] Planeta-Temas de Hoy, 2014.
[2] J. Leguina, o. cit., pág. 137.
[3] María Á. Escrivá, ‘Maldito el país que necesita héroes: Cómo los demócratas acabaron con ETA’.  Planeta-Temas de hoy, 2012; pág. 14.
[4] Escrivá, ibíd.
[5] Leguina, o. cit., págs. 139-140.
[6] O. cit., pág. 141.
[7] Escrivá; cit. por Leguina, pág. 142.
[8] Leguina, págs. 158-159.


Pueden ver también:

miércoles, 15 de octubre de 2014

Rebobinando ‘Ágora’ (y 2)



En ‘Ágora’, Amenábar se prometía dar al Cine un capítulo épico de ‘La Decadencia y Caída del Imperio Romano’, a lo Gibbon. Una gran caída pide al menos los vestigios de una grandeza todavía en pie. Esto es lo que representan, en Alejandría, el Serapeo con la Biblioteca, más el Faro, más Hipacia. Más Alejandro Amenábar.
El Faro - Mosaico s. III
(El Faro: Maravilla del Mundo, que ella como buena astrónoma debería odiar, por lo mucho que tales artefactos estorban al observador del firmamento. El director debió permitirse la humorada de hacerlo apagar las noches críticas de alguna efeméride celeste.)

La razón de la sinrazón
En Alejandría todos admiran a Hipacia, muchos la respetan, algunos la quieren. Sabia y hermosa como Minerva, ejerce su magisterio con natural empaque varonil, incluso en el vestir toga. Los testimonios convienen en que ella superaba intelectualmente a su padre Teón [1]. Nadie parece reparar en la psicosis disociativa que padece, entre la concreción mundana y la abstracción etérea. Justo cuando su consejo aquí abajo es más necesario, su mente se evade  por los Cielos de Úbeda.
Las grandes crisis vitales o políticas se resuelven para Hipacia en un hallazgo científico. La noche antes de su pasión la emplea, a solas con Aspasio su esclavo secretario, trazando en el cajón del gato, sobre la arena, elipses keplerianas. Y aunque no irrumpan los sayones, como en el Huerto de los Olivos, a prenderla en pleno sudor de sangre, se insinúa el paralelo con Jesucristo. (También con la muerte de Arquímedes.)

Pues bien, la hija filósofa y matemática preparaba a la juventud de élite, futuros cuadros de la sociedad en lo civil (Orestes) y en lo eclesiástico (Sinesio). 
¿Y cómo les forma, qué les enseña? ¿Historia, Política, Economía…? ¡Qué va! Ella a lo suyo: astrofísica y curvas. Los principios que les inculca no están sacados de ‘La República’, ‘Las Leyes’, ‘Las Éticas’ o Plutarco; ni siquiera del sentido común. Para guiarse en sociedad tan turbulenta como la alejandrina, nada como el ‘Euclides’:
«Dos cosas iguales a una tercera son iguales entres sí». Ergo, «es más lo que nos une que lo que nos separa». Ergo,  «somos hermanos, ¡somos hermanos!, ¡¡somos hermanos!!».
Todo ello referido a las personas libres. Respecto a los esclavos, la filósofa comparte el prejuicio vulgar: no son personas. El otro día  iniciaba a sus alumnos en el equilibrio cósmico; hoy toca hablar de las curvas cónicas. Mientras, en la calle, estalla de nuevo la guerra civil.
Hipacia pastorea a sus chicos como una cofradía pitagórica. Los líderes naturales son dos: Orestes el pagano y el cristiano Sinesio. Orestes es irreverente, como cuando se apropia aquello de: «Si Dios me hubieses consultado al diseñar el mundo, le habría sugerido algo más sencillo». Expresión, como se sabe, atribuida a Alfonso X el Sabio y a Federico II Barbarroja, entre otros. Sinesio le reprocha que critique la obra de nuestro Señor.
Sinesio y Orestes. Opuestos en todo, salvo en lo mucho que les asemeja y les une el principio euclidiano. Los demás alumnos,  un hatajo de borregos que sólo saben tomar apuntes, y fuera de clase caminan en grupo tras la divina Pastora. No hay más que verles las caras. Así, casi sorprende que dos de ellos hayan salido espabilados.


Desde el principio se intuye un paralelo con Jesucristo y su colegio de apóstoles. El paralelo se hará explícito al final, cuando todos abandonen a Hipacia, mientras es conducida al matadero.
«Somos hermanos». Por supuesto, esa fraternidad no se extiende al esclavo Davos, por inteligente que sea. Él solito, con cuatro palos y un ovillo de lana, ha construido un modelo del sistema de Tolomeo. La propia maestra,  admirada,  le permite hacer demostración de su chisme ante los señoritos. Luego, a una señal de ella, todos le aplauden. Y eso es todo, no vaya él a pensar… La misma ama que le llama aplicado, pronto le llamará idiota. Y es que, como ella bien dice:
«Las personas, los objetos, los esclavos...»
«No discutáis entre vosotros. Las disputas son para el vulgo y los esclavos.»
El sistema de Hipacia es estanco. Para un esclavito ambiciosillo inteligente, el cristianismo es la única salida. Su destino llevará a Davos hasta el monje Amonio, y el cristianismo le llevará a romper su lealtad al ama. He aquí el punto de inflexión, a punto de caer la Gran Biblioteca en manos de Amonio:
–Señora, tenemos que irnos.
–¿Pero dónde estabas? Coge ese saco. ¡Coge el saco! ¡¡El saco!!... ¿Es que los esclavos nunca estáis cuando se os necesita?
–Señora, yo estaba…
–¡Vamos, muévete!...  ¡¡¡IDIOTA!!!

¡Idiota, él! Tras haber destrozado un ídolo, obedeciendo a Amonio, ahora despechado hace añicos su propio modelo mecánico del Tolomeo.

Amonio y los parabolanos
En todo este musea de cera, Amonio es la única figura viviente.  Demoníaco, mefistofélico, dionisíaco; también personaje lucianesco. En ‘Ágora’ interviene ya desde la escena segunda, precisamente como el amo del Ágora de Alejandría, donde actúa como predicador espontáneo, agente provocador y charlatán de feria, blasfemando de los dioses y retando a los rivales paganos con milagros trucados, como la marcha a la brasa [3]
Amonio, ¿personaje real, o imaginario? Amonio –del dios egipción Amón– fue nombre corriente entre coptos. En la historia de Hipacia hubo un monje Amonio, que en un tumulto hirió al prefecto Orestes de una pedrada. Sometido a tormento murió y el patriarca Cirilo, enfrentado al prefecto, le declaró mártir. Pero no le busquemos en el santoral, porque su canonización política fue una pifia. A diferencia de hoy, nadie tomaba entonces en serio que tirar pedradas a la autoridad merezca la palma del martirio.  
Aquel Amonio episódico, puntual, se crece aquí en un personaje clave, ejecutado por el actor cristiano galileo Ashraf Barhom, que lo borda. Amonio es un fanático, pero no ciego ni ignorante, al contrario: Amenábar lo hace diabólico. Cada victoria cristiana le produce placer a título personal, por lo que entraña de violencia destructiva. Por eso el Amonio de ‘Ágora’ no es un apóstol sino un seductor. Por él, Davos el esclavo se hará cristiano, ingresando en las filas de los ‘parabolanos’.

He aquí otro elemento gratuito de la fábula alejandrina. Claro que hubo parabolanos (o parabalanos), un cuerpo asistencial con organización paramilitar, posiblemente bajo la regla de San Pacomio. ‘Los arriesgados’ (eso significaba su nombre), se jugaban la vida por el prójimo en epidemias y catástrofes, impartiendo ayuda mientras imponían respeto para mantener el orden. Los obispos los utilizaron como fuerza de choque, incluso en sus disputas conciliares. De su implicación en lo de Hipacia no consta.

Sinesio de Cirene

De todo el reparto de ‘Ágora’, la figura histórica peor tratada es el discípulo cristiano de Hipacia, Sinesio de Cirene. Joven escurridizo, con sus ribetes de celo fanático ya en la escuela, en el cerco al Serapeo huye de noche con los compañeros cristianos abandonando el grupo. 
Hasta aquí todo mal, pero pase. Lo inadmisible es que Sinesio se va para volver tiempo después, ya convertido en obispo y perfecto canalla. Sinesio es el títere necesario para humillar y encanallar también a Orestes. Para eso Amenábar realiza el milagro de resucitarle; porque para entonces el obispo Sinesio había fallecido, sin siquiera conocer a Cirilo como patriarca.
Aun así,  lo peor es que para un papel tan ruin se haya fijado precisamente en Sinesio, de quien consta su carácter opuesto al de la película. ¿No pudo elegir a otro? ¿no pudo, mejor, inventarlo? Para mí es la cosa más gratuita y sin razón de todo el engendro. No hay derecho.
Caza a caballo - Museo del Bardo, Túnez
Sinesio de Cirene es uno de los caracteres más simpáticos y atractivos en la literatura cristiana de la época. Nacido hacia 370, muy joven escribe su primera obra sobre el primer amor de su vida: la caza a caballo. En 394 pasa a estudiar en Alejandría. Allí conoce y trata a Hipacia, aunque no por mucho tiempo, pues en 395 visita la decaída Atenas. Tras una aventura marítima, a fines de año es diputado por sus paisanos de la Cirenaica para representarles ante la Corte de Constantinopla. Tres años de trato con la nobleza más granada, y jornada de gloria cuando pronuncia ante el emperador Arcadio un discurso sobre ‘La Realeza’.
Agitación política y un gran terremoto en la ciudad le invitan a embarcarse para su Cirenaica, que encuentra en estado de guerra. Sin embargo, saca tiempo para concluir un tratado sobre ‘La Providencia’, que alterna con la composición de himnos religiosos. A fines de 400 o principios de 401 da a luz el ‘Elogio de la Calvicie’, divertimento erudito para burlarse de la suya prematura.
A comienzos de 403 decide residir en Alejandría. Allí se casa, escribe sobre ‘Los Sueños’, le nace su primer hijo… Pero dos años después regresa a su tierra y pronto le nace un segundo hijo. Sinesio es buen vividor, apasionado del campo y la caza, la familia y los amigos, sus libros, sus caballos, su jauría. Gobierna su gran cortijo apartado de la ciudad sin escaquearse del servicio cívico. En su finca tiene también su gabinete de trabajo, donde el filósofo aficionado piensa y escribe, escribe sobre todo cartas, mientras a ratos construye relojes, clepsidras, astrolabios y otros instrumentos científicos.
¿Feliz? Todo cuanto podía serlo en un país regido por los gobernadores más incompetentes y rapaces del Imperio, en rápida sucesión. En especial, el nuevo gobernador de la Pentápolis, Cerealio, es un desastre y mla persona, que ha llevado el país a la ruina, pero sobre todo ha envalentonado a los bandidos beduinos, empezando por la tribu de los maketos (ustedes leen bien).
Cercada la ciudad de Cirene, los hidalgos rurales como Sinesio tienen sus cortijos convertidos en fortalezas, con gente armada. Nuestro filósofo y poeta sigue escribiendo con una mano, fabricando armas con la otra. Por entonces (407/408) se hace formalmente cristiano. Se corre la voz (en la Pentápolis libia todos se conocen), y sólo un año después o poco más, el pueblo de Tolemaida le solicita para obispo.
La reacción de Sinesio es de rechazo. El empleo de obispo, que él toma muy en serio, no le atrae lo más mínimo. No está dispuesto a renunciar a su mujer y familia, pero ni siquiera a sus ideas filosóficas que los cristianos comunes entienden de otro modo. Por ejemplo, la resurrección del cuerpo es para el nuevo cristiano pura alegoría. Tampoco es ortodoxa su idea del alma, amén de otros dogmas y formulismos teologales. Además, la tarea episcopal le obligaría a dejar sus aficiones y a enemistarse con personas. Decididamente no. En ese sentido mantiene correspondencia con el que sería su patriarca, Teófilo de Alejandría.
Ahora bien, para sorpresa de los espectadores de ‘Ágora’, el Teófilo real no se parecía en nada al vejete obtuso de la película, pues llegado el caso sabía transigir. De hecho no dio importancia a las objeciones de Sinesio, y una vez ablandado y convencido le cita a la metrópoli, para administrarle el bautismo seguido inmediatamente de la consagración episcopal (409/410). [4]

Eso prueba que el cristianismo de allí y de entonces tenía muy poco que ver con el que refleja Amenábar, en guerra a muerte con el pensamiento pagano. Tan cerriles no serían quienes se permitían elegir para obispo a un neófito de costumbres epicúreas y dogmas harto liberales. El hecho de haber bendecido su matrimonio el patriarca Teófilo no demuestra ni siquiera que fuese entonces catecúmeno (con ser cristiana la esposa era suficiente) [5]
La composición de himnos religiosos tampoco prueba que Sinesio fuese cristiano, entre otras cosas por el enfoque más filosófico que teológico, con no pocas ambigüedades. Cualquier neoplatónico abierto a alegorías y símbolos cristianas podría recitarlos sin problema. Y aunque parezca excesivo, hay quien piensa que el obispo Sinesio nunca fue cristiano del todo.
La estancia en su diócesis de Tolemaida fue la etapa más triste de la vida de un hombre inclinado por naturaleza al optimismo. Ante gobernadores y generales incompetentes, el obispo tenía que hacer de todo, incluso organizar la defensa e intendencia para resistir de nuevo a los bárbaros. Como Sinesio temía, su cargo le obliga a hacerse enemigos; como el gobernador Andrónico, al que tuvo que excomulgar. Y lo peor de todo, la desgracia familiar, perder a los hijos uno tras otro.
Aun así, el buen obispo saca fuerzas para escribir y pronunciar un discurso (Catástasis I), en homenaje ¡por fin! a un general joven competente y honrado, Anisio, que con un puñado de tropa de élite hace frente con éxito a los maketos y los ausurianos. También disfruta ahora el país de un gobernador, el sirio Genadio, buen economista.
Ese cambio a mejor no compensa las amarguras de dentro.  El año 413, tras perder al único hijo que le quedaba, Sinesio desaparece. ¿Se retiró a la vida monástica? Parece que tuvo intenciones al respecto, pero la opinión común es que ese mismo año murió, muy probablemente viudo. La última de sus cartas va dirigida precisamente a Hipacia, llena de afecto y añoranza, igual que otras anteriores. En ésta, ni un solo indicio de conocer los problemas de la filósofa con el patriarca Cirilo. Tampoco escribe a Cirilo, que ya era obispo desde 412 [6] Recordemos: el asesinato de la pobre filósofa tuvo lugar en marzo de 415.
Así, la cabalgata de Sinesio a Alejandría en ‘Agora’, sus intrigas untuosas ante su antigua maestra Hipacia, luego su empeño en amedrentar al condiscípulo Orestes hasta convertirle en un Pilato, mientras él mismo la abandona y condena en su condición de mujer:  ese mamarracho no es Sinesio, y su contrahechura es una de las mayores vergüenzas del filme. Para el caso, da igual una Hipacia más vieja o más joven. Sinesio, para nada. No hay derecho.



Epílogo
Quisiera olvidarme cuanto antes de una película olvidada también por el público. Con toda razón. Resulta confusa, aparte de falsa. Aburre tanto diálogo de balde, expresando lo que se ve.
En fin, un terror me asalta: ¿maquinará Amenábar un ‘Ágora-2’? No se me rían, también parecía imposible esta primera.  Pues bien, para tal evento, seamos constructivos. ¿Qué nudo ha quedado por desatar? ¿qué rabo por desollar? Davos. Muerta Hipacia, muerto Amonio, Davos se ha quedado huérfano. ¿Qué fue de él? Queremos saberlo. Mejor aún, ya lo sabemos, a falta sólo de recuperarlo para la memoria histórica de Euscalerría y para el cine.
En efecto, tras su asesinato de Hipacia, Davos huye de Alejandría. De tumbo en tumbo, por Italia y la Septimania, da con sus huesos en Iruña/Veleya. En este óppidum éuscaro-romano se establece y abre un paedagogium, que en breve alcanza cierto renombre. Davos, que ahora se hace llamar Aegidius Elysius, además de la escritura normal presabiniana imparte también rudimentos de jeroglíficos, ganando entre los alumnos el sobrenombre de Ped-Horro («Horus se explaya», en lengua egipcia). Jeróglíficos que él nunca entendió, pero que contenían todo el saber esotérico de su tierra.
Una vez aquí, por lo visto, la proverbial desidia várdulo-caristia hacia la palabra escrita se le pegó a nuestro hombre. Así fue como toda su obra literaria quedó reducida a una morralada de óstracos o tejoletas cubiertas de grafitos. Son las que trajo consigo, como reliquias, de las que usó la turba fanática para desollar a la pobre Hipacia. En algunas se repiten las cinco letras: DAVOS.
¿Aparecerá algo más? Nuestros arqueólogos trabajan en ello. Nuestros expertos exigen algo más que palabras sueltas, frases, páginas, alguna obra en eusquera, aunque sea traducida. ¿Qué tal ‘El libro de los Muertos’? Traducido del egipcio por Davos, esa sí que sería gran primicia para la lengua viva más vieja de Europa.
Termino esta elucubración uniéndome en espíritu a ‘Ágora’, como un extra más,  en una de las escena más grotescas del filme, cuando la turba arroja contra la estatua de Minerva lo que parecen tomates.


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A la atención de Navarth, sobre el ‘ped’ de ‘Ped-Horro’:


Alan Gardiner, Egyptian Grammar, 3ª ed. London, 1957, pág. 566.Roger Lambert, Léxique hyéroglyphique. P. Geuthner, 1925, pág. 260.



Créditos. Fotos de Janzur-Sabratha (Libia): Jona Lendering.




[1] De ahí a hacer a éste medio bobo va un trecho.  Pobre Michel Donsdale, qué le habrás hecho a Amenábar en tu carrera artística para que te maltrate así.
[2] El Serapis de Briaxis que presidía el Serapeo al parecer era sedente.
[3] 


Este episodio evoca el texto bíblico: «¿Puede uno caminar sobre ascuas sin quemarse los pies?» (Proverbios, 6: 28). La pregunta retórica se refiere a otro fuego: la mujer ajena. «Nadie que la toque sale ileso.» En cuanto al otro fuego, el material, la respuesta comprobada es «sí». El Horno de Babilonia respetó a Daniel y sus dos compañeros, y desde entonces no ha dejado de rendirse ante los creyentes. El padre teatino  Bonifacio Bagatta, en su enciclopedia de milagros cristianos, recoge cantidad de casos sobre el fuego que no quema a los siervos de Dios (Admiranda Orbis Christiani, lib. 2, cap. 1; edic. 1700, t. 1: pp. 61-105.) Y no solo el fuego. San Pedro anduvo sobre el agua. «Andarás sobre el áspid y el basilisco, pisarás al león con el dragón», dice el salmo.
La prueba del fuego para demostrar la verdad aparece ya en alguna historia cercana al siglo que nos ocupa, aunque en general ese rito fue más moderno, empleado como ordalía purgativa. Valga el ejemplo de Pedro Aldobrandino, llamado el Ígneo, monje de Vallombrosa, que para demostrar que el arzobispo de Florencia era un simoníaco que se  había mercado la mitra anduvo paseándose en público por una hoguera. Más tarde fue cardenal. El milagro habría ocurrido en 1063.
Más folclórico, en el lugar de San Pedro Manrique (Soria), el 23 de junio víspera de San Juan, marchan los mozos descalzos por un camino de brasas sin quemarse, esa es la costumbre; y lo hacen pisando fuerte y llevando a su moza a cuestas, ese sería el truco.





[4] Estas prisas no eran raras en casos urgentes. San Ambrosio de Milán fue consagrado obispo en 374, dentro de la misma semana de su bautismo; y lo mismo ocurrió con Nectario, patriarca de Constantinopla en 381, pocos días después de ser bautizado, «vistiendo los ornamentos episcopales encima de su túnica blanca de neófito» (cit. por Crawford, Synesius, pág. p. 41.
[5] El docto jesuita Dionisio Petau, primer editor de Sinesio allá por el siglo XVII, aseguraba tener muchas pruebas de que era cristiano viejo, aunque el buen padre no se molestó en aportar ni una sola.  
[6] El Cirilo de alguna carta  de Sinesio no tiene nada que ver con el patriarca alejandrino .