lunes, 10 de junio de 2013

La doma blanda



A don Cándido, que escribió:
«Veo que termina Vd. la serie ‘Udaltop’, y sin embargo me gustaría saber cuales son las técnicas de seducción que se van a poner en marcha; aparte de los dionisíacos ibillaldis».



Mi reflexión sobre ‘UdalTop’ y sus topaketas subvencionadas con nuestro dinero público, al objeto de normalizarnos la vida en eusquera, ha suscitado comentarios coincidentes en calificar el tema de penoso, irritante, lamentable..., a lo que añade mi apreciado don Cándido, «repugnante (e ilegal, claro)».
Lo de ilegal, no quepa duda. Todo el montaje de la ‘normalización’, toda la política lingüística vasca en las últimas tres décadas, se fundamenta en un fraude de ley, como puede comprobar cualquiera que se moleste en leer el Preámbulo de la llamada ‘Ley del euskera’ emanada del Parlamento de Euskadi en 1982. Después hablamos de ello.
Pero hay otro juicio de valor explícito e implícito en las entradas y los  comentarios: «abocado al fracaso». Y esto no lo decimos nosotros, lo auguran las estadísticas, lo delata el apretón de tuercas frenético en Bildustán, lo reconoce UdalTop, al contratar a un experto en Psicología Social para que aporte soluciones... Y, lo que es más significativo, el mismo experto lo prevé para la nueva generación de euscaldunas:

«Hay que pensar otra vez en otras cosas. Todo es más dinámico de lo que creemos, y es difícil saber cómo serán los euskaldunes de dentro de 50 años, quiénes serán y qué pensarán de sí mismos.»

Ahora bien, como ya hemos visto, el experto de turno no se plantea si el proyecto normalizador es ético, o si es racional. «Es legal, y punto»: el argumento de todo aberchale, sea de a pie o de a caballo, gobernante o gobernado, lego o experto psicosociólogo. El problema es cómo llevarlo a efecto, cómo meter por el aro a toda una sociedad sumisa en apariencia, aunque cerviguda en la práctica.
Y aquí entra en juego la Psicología social y sus métodos, unos duros y otros blandos. ¿De qué se trata?
Aunque lego en Sociopsicología —me va más la Sociobiología [1]—, tengo entendido que esa disciplina se vistió de largo tras la II Guerra Mundial. Y lo hizo mayormente bajo el impacto de la Shoa‘ (el Holocausto), y el gran silencio cómplice que hizo posible aquel horror.  ¿Que mecanismos de influencia y cambio social funcionaron en el III Reich, para inducir tales extremos de sumisión y conformismo?
Por supuesto, la ‘nueva’ ciencia no se quedó ahí, ni se redujo al tema de los influjos sociales. Pero el recordatorio del rapto y secuestro de Alemania por la minoría nazi nunca es intempestivo en una situación como la vasca donde, desde hace 35 años —toda una generación y algo más—, la mayoría social reconocida por todas –repito, ‘todas’– las estadísticas se ve sometida a una minoría que la quiere ‘normalizar’ a su gusto, sobre todo en asunto tan sensible como es el cambio de hábitos lingüísticos.
Esas circunstancias no pueden olvidarse. Como tampoco un detalle nada casual: el interés sobrevenido por las técnicas de la psicosociología en el mundo de la ‘construcción nacional’ vasca.


Psicología social, para qué?
Una definición de la Psicología social sería ésta: Disciplina científica que busca entender y explicar cómo la psicología del individuo es influenciable por su entorno social. Algunos precisan que ese entorno puede ser real o imaginario. Y desde luego, la influencia (asimétrica) puede ser espontánea o procurada, pasiva y/o activamente.
La especialidad cubre, entre otros tópicos sociales, la percepción social, el comportamiento grupal, liderazgo, agresión, prejuicio... «No todo se reduce a estudiar influencias sociales». De acuerdo, pero en definitiva, es a lo que vamos. Sobre todo, de la mano de los patronos políticos y de los gobiernos [2].

De esa Psicología, aquí nos interesa en especial lo que pueda enseñarnos sobre cambios sociales de gran calado, concretamente el experimento realizado aquí con una sociedad cobaya, sometida a un cambio lingüístico masivo, como seguramente se han visto pocos, salvo el caso especialísimo de la implantación del hebreo en Israel.
Al hablar de cambio social, y a pesar de la mención al ‘Holocausto’, el psicólogo social pretende ser objetivo y aséptico. De hecho, hay cambios aceptables y aceptados, como la educación en los valores y saberes tradicionales, a diferencia de las educaciones totalitarias, con sus modelos de ‘hombre nuevo’, normalizado desde arriba.
Los psicólogos sociales insisten en el carácter empírico y científico de su disciplina y método. No lo pongo en duda, aunque deberían ser más explícitos en cuanto a una nota tan carácterística de las ciencias experimentales como es la correlación causa/efecto y la consiguiente predicibilidad de resultados. Dado un proceso de cambio social —en proyecto o en curso—, ¿qué previsiones ofrece la sociopsicología, a corto y a largo plazo, según los varios modelos de influjo?
Dicho más llanamente: Para inducir a la sociedad vasca a que hable y viva en vascuence, ¿qué funciona mejor?: ¿Palo, zanahoria, un combinado científico de uno y otra? ¿Doma dura? ¿Doma blanda? ¿O mejor el ‘susurro’ mágico, el encantamiento que nos induce una voluntad irreversible, individual y colectiva, de pasarnos todos y cada uno al vascuence?
No hablo de casos triviales, sencillitos. Por ejemplo, cuando Patxi López se vio investido lendacari le entraron unas ganas sinceras de dominar el vascuence y volverse euscalduna. Sin embargo, no hacía falta ser psicosociólogo, ni siquiera psicólogo a secas, para adivinar que el gasto enorme en inculcarle unos rudimentos de eusquera era dinero tirado, y que una vez desalojado el sujeto de Ajuria-Enea no tardaría 24 horas en arrojar por la borda el liviano lastre. En cambio, no cuesta imaginar a un Juanjo Ibarretxe infligiéndose a sí mismo la penitencia de practicar en vascuence cuando el cuerpo se lo pide. Y es que Juanjo es un deportista, y el deporte lleva su parte de masoquismo.
Pasando del individuo al grupo, la cuestión es diseñar el modelo más eficaz de influjo para el cambio que nos atañe, con estimación predictiva de para cuándo y hasta cuándo.
Y aquí, a falta conocimiento psicosociológico, me atengo a la Sociobiología para augurar una travesía nada fácil, desde el cautiverio en Egipto (la impronta cuasi genética del español en la gran mayoría de los vascos y, sobre todo, de las vascas), hasta la conquista de la Tierra Prometida (la euscaldunización total, obviamente).
Difícil, aunque no imposible, e incluso mucho más fácil de lo que parece a primera vista. Trataré de explicar la paradoja.
Hablamos de un cambio social relativo al idioma. Un idioma, de entrada, sin afinidad con el español. Entremos en las motivaciones para un cambio tan fatigoso:

1) El vascuence es imprescindible para trabajar en la Administración.
2) El vascuence es necesario para la integración y convivencia plena en la C.A.V.
3) El vascuence es un patrimonio cultural común que debemos conservar entre todos.
4) El vascuence es nuestra principal seña de identidad nacional vasca.
5) La euscaldunización total es nuestro mejor instrumento para la construcción nacional.
       Podríamos alargar la lista de pros, pero con lo dicha basta para atisbar las posibilidades del método psicosocial.
De todas las cinco tesis, sólo la 1) es evidente por sí misma. Y en ese sentido, es percibida más bien como una imposición odiosa y prescindible, al menos mientras no se haya alcanzado la euscaldunización plena.
La 2) es falsa, en cuanto que choca con la realidad cotidiana. La mayoría de ciudadanos vascos que se expresan habitualmente en español se sienten suficientemente  integrados en la sociedad en que conviven. A menos que esta tesis implique una amenaza de segregación futura, para los desgraciados que no acepten la integración y asimilación a gusto de la minoría dominante. Y entonces sí que se pondría difícil la conviencia.
La propuesta 3) es equívoca. Si se toma al pie de la letra, ya nos vemos todos obligados, quieras que no, a contribuir con nuestro dinero y aguante, no sólo a la conservación, sino al derroche y capricho de la misma minoría beneficiaria de ese dispendio. Pero si se trata de conservar yo esa bendita lengua en mis propios labios y en mi propia boca, entonces no, gracias. Semejante ‘conservación’ de lo que nunca hubo ni fue no me concierne.
Por último, las tesis 4) y 5) son ideológicas partidistas, y como tales no tienen por qué ser compartidas por la ciudadanía en general, ni mucho menos impuestas por la brava.  Tan descaradamente ideológicas, que ellas dan la clave para entender el sentido falaz y coactivo de las tres primeras tesis, más ‘blandas’.
En resumen: lo que se pide a la gran mayoría social es un esfuerzo altruista importante, en beneficio exclusivo de la minoría. Una minoría que ya se ha revelado egoísta, ya que sólo de ella se reclutan los beneficiarios políticos y económicos de la bonanza del eusquera.
¿Causa perdida, entonces, la del vascuence? Ni muchísimo menos. Expertos psicosociólogos, déjennos de historias, con sus ‘nuevas identidades en torno al euskera’, el ‘confort psicosocial’ en su su uso, o la creación de ‘espacios confortables’ para hacernos ‘cambiar de actitud’ y ‘convertirnos’ a esa lengua. Eso suena a música celestial.
Mi propuesta es mucho más simple: hagan ustedes que todos los ciudadanos participemos  en la tarta del vascuence. ¡Sí, hombre (o mujer)! Vascuence para todos, para el bolsillo de todos.
Sin poner en tela de juicio el amor inmenso al euskera que profesan sus ‘normalizadores’, resulta ser que todos ellos, aunque de forma desinteresada, cobran por hacer su trabajo. Pues ea, extiéndase el beneficio a todo ciudadano de buena voluntad. Como en los antiguos telegramas, como en los anuncios por palabras, a tanto la palabra: que cada sílaba hablada en eusquera reporte beneficio al canto. Con la tecnología actual, no parece imposible diseñar algún chip registrador que, a fin de mes, arroje el montante por el eusquera hablado. Pueden incluso idearse bonificaciones, en función de la proporción eusquera/castellano. En brevísimo tiempo, hasta los sordomudos serán euskolocuaces, y entonces sí que el vascuence será nuestra lengua propia.
¿Que “vamos, anda”? Pues si no hay trato, no hay trato. ¿Por qué ni para qué voy a sumarme (¡como ‘protagonista’, nada menos!) a una causa que no es la mía? ¿Por qué  he de ser yo el altruista sin beneficio adaptativo, y tú en cambio el beneficiario sin altruismo? Porque la Sociobiología lo dice: el vascuence identitario nos mete en temás de territorialidad, agresividad y dominancia. Se impondrá una jerarquía, habra castas, habrá vencedores y habrá vencidos no convencidos. Y como dice el axioma, «lo violento no dura».
Pero sobre todo, como dice el especialista Eduardo Apodaka: «qué sabemos, cómo serán los euskaldunes de aquí a 50 años».
Yo se lo digo, don Eduardo. Con una anécdota de chiste, contada por san Agustín:
«Hubo un histrión famoso, ídolo del público a teatro lleno. Un día terminó su actuación invitando a la gente a no perderse la próxima. Y para más efecto les dijo:
—Mañana leeré el pensamiento a cada uno de vosotros.
Al día siguiente el espectáculo transcurría como de costumbre. El público empezó a silbar y patear, recordando al artista su promesa. El se les encaró. Pasó revista con la mirada y el índice al graderío en silencio, y les dijo:
—Todos estáis pensando lo mismo: comprar barato y vender caro.
El teatro se vino abajo, concluye el santo.» [3]
Pues eso. A cortísimo plazo, mi método de evaluación cremato-lingüística creará un reflejo condicionado («sonó el euro en el plato, a vascongarse tocan»); el euscaldumberri salivará cual perro de Pavlov, y vascuence llamará a vascuence. Sin esa perpectiva de la lengua como realmente ‘propia’ y auténtico ‘patrimonio común’ estimable en dinero contante, de aquí a 30 o 50 años el problema —si es que es  problema— seguirá igual que hoy, o peor. Si en cambio se hace lo que propongo, hasta sería posible que para entonces el vascuence se haya integrado en las neuronas límbicas de nuestra subespecie vascongada, como un virus, y ya ni haga falta el reflejo condicionado.


Donde la Ley atropella la legalidad
Este método de persuasión tiene además una virtud nada despreciable: es perfectamente legal y legítimo. No como lo de ahora. Prometí demostrar esto último y voy a intentarlo, sin alargarme repitiendo lo ya escrito en otros artículos. Tampoco me pago de original, ya que a falta de conocimientos jurídicos he de acogerme a la letra y al sentido común.
¿Qué título colorado exhiben las autoridades vascas y los grupos de presión patriótica para justificar su pretensión? ¿Cuándo, cómo, y en qué medida la sociedad vasca ha expresado en forma legítima e irrevocable su decisión de euscaldunizarse?
En 1980 el Gobierno Vasco promulgó la ‘Ley del Euskera’. Más exactamente, ‘Ley de normalización del uso del euskera’. La traducción al batúa [4] es horrorosa: ‘Euskeraren Erabilpena Arauzkotzesko Oinarrizko’ Legea (sic, con Legea fuera de las comillas) —algo así como Ley ‘de base para regular el manejo del vascuence’.
Dicha ley nuestra es muy diferente de la equivalente navarra. Esta ‘Ley Foral del Vascuence’ (1986) tuvo la coherencia de reconocer un mapa lingüístico real, estableciendo una zonación lingüística: zonas vascófona, no vascófona y mixta. Ello le ha merecido el rechazo frontal del abertzalismo. Por el contrario, nuestra ‘Ley del Euskera’ hizo tabla rasa de esa realidad, a beneficio sobre todo de los guipuzcoanos, que con mucha ventaja coparon las amplias áreas del castellano.
El Preámbulo de esta Ley contiene una serie de afirmaciones que no se ajustan a la verdad. De entrada:
«La Constitución y el Estatuto de Autonomía confían a los poderes públicos de la C.A.V. la adopción de las medidas encaminadas a asegurar el desarrollo y la normalización del uso del euskera.»
Mentira. En la Constitución, la palabra ‘normalización’ ni siquiera existe. El Preámbulo de la misma sí habla de «proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de... sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones». Pero la Carta Magna nada dice de que esa defensa se confíe o encomiende a los poderes públicos de la C.A.V.
La misma Constitución en su Art. 3. 3. dice:
«La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.»
‘Modalidades lingüísticas’, en su conjunto. Yo diría incluso que ese texto excluye la suplantación de los dialectos eusquéricos por la lengua unificada o batúa artificial, porque eso va en contra de la riqueza modal lingüística.
Y ojo al Art. 148:
«Las Comunidades Autónomas podrá asumir competencias en las siguientes materias:
17ª: El fomento de la cultura, de la investigación y, en su caso, de la enseñanza de la lengua de la Comunidad Autónoma.»
Esa es toda la competencia lingüística transferible, según la Constitución: la enseñanza de la lengua, digamos, propia. Nada de lo que implica el Preámbulo pretencioso e ideológico de la ‘Oinarrizko Legea’. Sólo la enseñanza de la lengua; lo que tampoco es lo mismo que controlar el uso de la misma. Y una enseñanza que, por pura lógica, sea respetuosa de los hechos y derechos lingüísticos, en una comunidad con mapa lingüístico complejo (vasco, castellano, mixto). Así lo entiende la Ley Foral Navarra del Euskera, justo lo contrario de la euscaldunización/normalización salvaje de la C.A.V.
Y sigue explayándose nuestra dichosa Ley:
«Se trata de reconocer al euskera como el signo más visible y objetivo de identidad de nuestra Comunidad y un instrumento de integración plena del individuo en ella a través de su conocimiento y uso
¡Pero de dónde ha sacado el legislador autonómico tamaños despropósitos! Si lo primero era falso, ahora esto de atribuir a la Constitución y al Estatuto esa  intencionalidad, ese reconocimient identitario, esa virtud de ‘integración plena’ del individuo en la Comunidad Vasca... ¡Hasta ahí podíamos! O sea que quien no sabe vascuence, o sabiéndolo no lo usa, no está plenamente integrado, es una especie de meteco o ciudadano marginal... Pues dale que dale, en pleno delirio ideológico, impropio de la ecuanimidad legislativa:
«Reconocida la lengua como elemento integrador de todos los ciudadanos del País Vasco» etc.
Trampa. En el País Vasco coexisten dos lenguas, no una; y buena parte del mismo País no es euscalduna desde hace generaciones, incluso siglos, donde alguna vez lo fue. Y digo trampa, porque aunque este párrafo habla del «derecho a expresarse en cualquiera de las dos lenguas oficiales», a renglón seguido se centra en
«la garantía de la defensa de nuestra lengua como parte de un patrimonio cultural, del que el Pueblo Vasco es depositario.»
¡Vaya! Hemos saltado del País Vasco y su ciudadanía al ‘Pueblo Vasco’, depositario de ‘nuestra lengua’: el eusquera, obviamente. Imparable, el ligislador deriva hacia la asimilación lingüística y a la integración plena de la ciudadanía en un Pueblo Vasco euscalduna.
¿Cómo es que nos han colado todo este alijo de matute?  Díganlo los pasteleos entre políticos. «Reconocida la lengua como elemento integrador de todos». ¿Reconocida por quién y dónde? ¿Ha habido algún referéndum, algún sondeo al respecto? Sólo el compadreo político y el desparpajo de unos ‘recolectores de nueces’ explica que textos legales de esta laya pasen así como así, ante una sociedad amedrentada por el terror de ‘los que sacudían el árbol’. No es de extrañar que, en el XXX aniversario de la ley, Íñigo Urkullu la declaraba (Julio, 1212)
«uno de los pilares ‘básicos’ [sic] de la convivencia y de la ‘construcción nacional’ de Euskadi en los últimos 30 años... Mucho más que una simple ley: es un acuerdo político y social, que refleja un modelo de convivencia.»

Sorprendente. En lo de ‘acuerdo político’, no entro, porque ya he salido. Lo del ‘acuerdo social’, dígasenos dónde y cómo se expresó. La expresión «mucho más que un simple ley» está reconociendo una decisión política de tan gran calado, que no se entiende (o se entiende demasiado) por qué jamás se ha sometido a referéndum en toda regla.
Comparando los magros textos de la Constitución y el Estatuto relativos a la cuestión lingüística, el gran salto adelante que implica la Ley del Euskera y su posterior  regulación práctica ha sido una transgresión y prevaricación, con absoluto desprecio a la legitimidad y al supuesto acuerdo social que preconiza.
Lo demuestra el atribuir a la Ley el carácter de ‘pilar básico de la construcción nacional’ —expresión original de la izquierda patriótica—, ya que en ningún momento el Parlamento Vasco ha podido recibir de nadie mandato alguno de tal naturaleza. Y lo confirma la alusión cínica a los efectos benéficos en la convivencia ciudadana, cuando esa Ley ha sido todo lo contrario, un botón de fuego a la convivencia. A menos que se entienda como ‘consenso’ el silencio de los corderos, y el ‘modelo de convivencia’ aquí sea el trágala de los menos impuesto a la mayoría.
Lo corrobora aún más el que, promulgada la Ley del Euskera, la política en torno a la  lengua se ha señalado por el maximalismo y el apremio, unidos a la opacidad en cuanto a los costos materiales de la aventura.
Para terminar. El Estatuto Vasco de Autonomía —éste sí (a diferencia de la Ley del Euskera) aprobado en referéndum, según B.O.E. de 9 de noviembre 1979—, en comparación con la Constitución, es naturalmente más explícito y más generoso en lo nuestro. Aun así, nada que ver con la desaforada Ley de Base para el uso del Eusquera, amplificada luego a mansalva a golpe de decretos [5].
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[1] Sobre todo en el sentido de Edward O. Wilson, Sociobiology: The New Synthesis (1975). Hay traducción española.
[2] Como digo, en mi currículo no figura dicha ciencia. El programa de mi tiempo sólo incluía un curso de Psicología experimental, que estudiábamos por el texto híbrido de La Vaissière y Palmés, dos autores jesuitas (desde 1924). El padre Fernando Mª Palmés,  pionero de esta ciencia en España, por su cuenta publicó un texto notable, Psicología (Barcelona, 1928) aprobado como ‘edición oficial’ en el plan de la Dictadura de Primo de Rivera. Allí dedicó amplio espacio a la ‘Psicología diferencial’ (según W. Stern, 1911), especialidad precursora de la Psicología social.
Debo decir que la Psicología experimental me gustó mucho más que su homóloga filosófica-escolástica, no porque el dato en sí interese a nadie, sino por el impacto de lo positivo, material y concreto. Cuestión de mentalidad, deformación de biólogo, tal vez.

[3] San Agustín, Sobre la Trinidad, 13, 3. La  historieta es muy citada en libros de economía, por el principio del histrión, comprar barato y vender caro’ (vili vultis emere et care vendere).
[4] No es lapsus. La redacción castellana es a todas luces el original. Y eso ocurre no sólo en esta ley, ni muchísimo menos. Yo diría que aquí lo normal ha sido pensar los textos legales en castellano, y luego pasarlos a expertos puristas que los pongan en batúa tan rebuscado como incomprensible. La obligación de publicar dichos textos a dos columnas ha sido acertada, y no sólo por respeto a la cooficialidad lingüística, sino por sentido práctico.
       [5] Cfr. Art. 6; cap. 3 (‘De la Administración de Justicia’), Art. 35, 1. y 3. En cuanto al Título I (‘Competencias del País Vasco’), el Art. 10 define taxativamente las materias en que esta comunidad autónoma las tiene exclusivas, sin perjuicio de determinados textos de la Constitución (¡pues faltaría más!). Aquí es donde el Parlamento y Gobierno vasco puede fijar normas para su funcionariado propio, concretamente en cuanto al conocimiento de la lengua vasca. El Art. 16. se refiere a la enseñanza, siempre sin perjuicio de otras disposiciones de rango superior. Tan sólo una vez se menciona la ‘lengua propia’, y en ningún caso la expresión ‘lengua vehicular’ o similares.