martes, 5 de marzo de 2013

Eloísa debajo de sus velos




Íncipit de la 'Historia calamitatum' de Abelardo






       En el Roman de la Rose
Empecemos por la versificación de Juan de Meung en el Roman de la Rose. La tirada  no será un modelo de finura artística –mi traducción mucho menos–, pero la sustancia es fiel y bien elegida. Téngase en cuenta que el Cojitranco (Clopinel) escribe hacia 1280,  con perspectiva ya muy cambiada, pero aun así más próxima que la nuestra. 
La cita se inscribe, y eso aumenta su vis cómica, en el Razonamiento de una Marido Celoso que busca munición en contra del matrimonio. El tipo terminará confesando que este caso no lo entiende, ni cree que mujer tal haya existido. Salvo que los libros la hayan trastornado de su condición femenina (que para él no tiene secretos), «car certes se Pierres la creust / Oncques espousée ne l’eust» (pues si  Pedro la hubiese creído, jamás quisiera ser su marido). [1]


Pierre Abayelart or confesse
que seur Heloyse l’abesse
du Paraclit, qui fu s’amye
accorder ne si vouloit mye
pour rins qui la tenist a fame.
Ainsi li fasoit la bonne dame,
bien entendant et bien lectree
et bien amant et bien amee,
argumens pour li chastier
qu’il se gardast de marier ;
et li provait par escriptures
et par raisons vives et pures
condition de mariaige
combien que li fame soit saige,
car les livres avait bien leuz,
bien estudies et bien veuz,
et li murs femenins savait,
car testous en lui les avoit,
et requeroit que il amast,
mes que nul droit ne reclamast
fors que de grace et de franchise,
sans seignorie et sans mestrise,
et qui puet bien estudier
tout seul tout franc, sans soi lier,
et quil entendist a l’estuide
qui de science n’est pas vide,
et li redisoit toutes voyes
que plus plaisans ieres les joies
et li solas plus en cressoient
quant plus atart s’entreveoient.

Mes il si com escript nous a,
qui tant l’amait, puis l’espousa
contre son amonnestement
si li en mescheut malement
car puisque furent, ce mensemble,
a lacort d’embedues ensamble
d’Argentoil nonnain revestue,
fu la coille a Pierre tolue
a Paris en son lict de nuis,
dont moult ot travax et anuis,
et fu pour celle mescheance
moines a Saint Denis en France,
puis abbes d’un autre abeïe,
puis apres fonda en sa vie
une abeïe renommee
qui est du Paraclit nommee,
dont Heloys si fu abesse
qui devant iert nonnain professe.

Elle meisme nous le raconte
et escript, et n’en ot pas honte,
a son ami que tant amoit,
que pere et signor le clamoit,
une merveilleuse parole
que moult de gent tendront a fole,
et est escript en ces espitres
qui chercheroit bien les chapitres,
et li manda par lettre expresse
depuis ce quelle fu abesse
en celle forme gracieuse,
como fame bien amoureuse :

«Se l’Empereur que est a Romme,
soubs qui doivent estre tout homme
me daignoit vouloir prendre a fame
et faire moi du monde dame,
si vorroie je mieux ce dist elle,
et Dieu a temoin apelle,
etre ta putain apelee
qu’estre emperiere clamee.»
Pedro Abelardo nos confiesa
que sor Eloísa, la abadesa
del Paráclit0, que fue su amiga,
en menos tuvo que una higa
ser su mujer en mala hora,
y así le hacía la señora,
bien entendida y bien letrada
y buena amante y bienamada,
argumentos por le enseñar
que se guardase de maridar;
y le probaba por escrituras
y por razones vivas y puras
la condición matrimonial,
siendo mujer intelectual
y al mismo tiempo inteligente,
de muchos libros gran leyente
que de mujer las mañas sabía,
pues en él probado había,
exigiéndole que la amase
mas no derechos reclamase,
sino de gracia y por favor,
sin ejercer de amo y señor;
así podría bien estudiar
soltero y libre sin se atar,
a sus estudios aplicado
si se quería aprovechado;
repitiéndole en mil guisas
ser mucho más dulces las risas
y los solaces más crecieran
si más de tarde en tarde se vieran.

Pero él, y escrito lo dejó,
tanto la amó, que la desposó
contrariando su advertencia;
de ello sufrió la consecuencia,
porque estando, y yo me fío,
ambos de acuerdo en el monjío,
 en Argentol ella enropada,
fuele a Pedro la bolsa cortada
en París con nocturnidad,
preludio de su adversidad,
siendo por esta resultancia
monje en San Dionisio de Francia;
luego fue abad de otra abadía;
más luego aún, fundó en su día
una abadía renombrada
que del Paráclito es llamada,
donde Eloísa fue abadesa,
desde anteayer monja profesa.

Ella misma nos lo cuenta
y así lo escribe sin afrenta
a su amigo, al que tanto amaba,
que padre y señor le aclamaba,
este dicho que tanto choca
y muchos la tendrán  por loca,
aunque figura en cartas ciertas,
si sus capítulos bien aciertas,
y le envió por posta expresa
tiempo después, siendo abadesa,
con expresión harto agraciada
muy de mujer enamorada:

«Si un día el César que allá en Roma
del universo imperio toma
me propusiera su mujer,
primera Dama del mundo ser,
preferiría (eso asegura
poniendo a Dios por cobertura)
antes tu puta ser llamada
que emperatriz verme aclamada. »


1. Edad de Eloísa
Abelardo nació en 1079 para morir en 1142, relativamente joven pero muy gastado. «Hecho una llaga en carne viva, consumido por la sarna», según el Abad de Cluny Pedro el Venerable, en carta Eloísa su viuda. Pero la sarna de entonces era bastante vaga y multiuso para diversas enfermedades cutáneas, siempre mal vistas.
¿Cuántos años se llevaban? Desde el siglo XVII la tendencia ha sido rejuvenecer a la amante, hasta hacerla casi una quinceañera, al gusto romántico. Una cronología más prudente sería: Eloísa (h. 1085/1100 – 1164). Nótese el intervalo natal, pues tiene su importancia. Muchos piensan hoy que la diferencia de edad sería de unos 10 años, incluso menos.  Yo no creo en una historia de ninfomanía, ni la propia Eloísa tampoco, la que en ningún texto reconoce a Abelardo como su iniciador. Todo el análisis que ella hace de su pasión revela una madurez impropia de una jovencita.

2. Origen de Eloísa
El origen ilegítimo es más que probable. En el obituario monástico del  Paráclito –o Paracleto, el último convento de Eloísa– figuran, junto con ella, su madre, su tío materno, su cuñada Dionisia, el hijo Astrolabio y por supuesto, Abelardo, pero no el padre de la abadesa.
La tesis ‘romántica’, siempre novelando, juntó la bastardía al incesto y sacrilegio, pues el tío clérigo Fulberto sería el padre, que lo mismo que había abusado de su hermana lo haría también con la niña.
El canónigo Fulberto,
uno de los figurines dibujados por J. Gigoux 

para la antología de Guizot (1839)
Seguro que no. Buena parte del clero en todos sus grados era poco ejemplar, y en muchos lugares no entraban las reformas gregorianas, sobre todo en los extensos ambientes rurales, con curas amancebados y casados. Ahora bien, eso no va con un señor canónigo de Notre Dame de París, respetado y rico, que mira mucho su honra y la promoción de su sobrina. Precisamente sus alharacas frente al abuso de confianza y su venganza ruin dicen de alguien que a su manera quiere a la sobrina y le prepara un estado decoroso.
¿Nobles? Se pensó que sí: Montmorencis, Garlandes…, todo sin pruebas. Ahora bien, el supuesto de un origen de plebeyos enriquecidos pierde terreno frente a otra hipótesis nueva tan sorprendente como convincente:  La madre de Eloísa, doña Hersenda, habría sido la compañera de fatigas del bienaventurado y muy discutido  Roberto d’Arbrissel (h. 1045-1116), cofundadora de Fontevraud, primera priora y primera abadesa in pectore, de no haberlo impedido su fallecimiento. [2]
De ser así, claro que era noble, nobilísima, del linaje de Champaña, el mismo del conde Teobaldo IV el Grande (h. 1090/1095 - 1152), protector de Abelardo y Eloísa.
Lo notable de la empresa de Roberto/Herisenda fue que su monasterio era doble, masculino y femenino, con los monjes supeditados a las monjas bajo la autoridad suprema de la madre abadesa. Aquella forma de monacato, tan común en la Península Ibérica hasta entonces, representaba en Francia una novedad con su parte de sorpresa y también escándalo. Tanto los monjes negros de Cluny como los blancos del Císter arremetieron contra aquel género de vida, y en España siempre que ocuparon un monasterio doble, su primera tarea fue expulsar a las monjas a su suerte.
Por otra parte, es conocida la preferencia de Roberto por las mujeres casadas y  viudas para gobernar sus monasterios: tienen más experiencia de la vida y suelen proceder con más sentido común que las monjas doncellas. Como también llamó la atención la especialidad de aquel asceta extravagante, de reclutar magdalenas, esto es, mujeres arrepentidas.
Otro día nos asomamos a aquella aventura que dio origen a la abadía y la orden de Fontevraud. Ese monumento románico, con aquella cocina fantástica, a modo de trullo coronado de chimeneas…


3. La cultura de Eloísa
De niña la ponen con las monjas benedictinas de Argenteuil, un monasterio elitista con internado de chicas que hacían vida de monjas. No tan difícil, pues aquellas damas vivían sabiamente, con bastante confort y libertad bien entendida.  
Argenteuil defendía la promoción cultural de la mujer. Eloísa recibe una formación excelente. Dominaba el latín y su literatura clásica, tal como se conocía y usaba en los monasterios de aquel siglo. Se dijo que también el griego y el hebreo, pero aparte rudimentos, aquí puede haber sobre todo reminiscencia literaria de un modelo ideal: San Jerónimo (m. 420) en Belén, como director de la institución femenina de Santa Paula, mujer erudita.
Por el año 1100 Eloísa deja el internado para residir con tío Fulberto en Notre Dame. No es que dé por acabados sus estudios; al contrario, en la Escuela Catedralicia hay buena biblioteca. Pero sobre todo, allí es maestro público Abelardo, como canónigo maestrescuela. No se piense en órdenes mayores, la tonsura era suficiente para disfrutar de cualquier beneficio eclesiástico, desde una capellanía a un obispado.
Es entonces cuando don Fulberto da entrada en su casa al colega Abelardo para que sea preceptor particular de la joven. Y el consiguiente idilio.
Un idilio muy peculiar, polarizado desde el principio entre dos sensibilidades opuestas: la carnalidad egoísta de Abelardo, y la entrega amorosa y consciente de Eloísa.

4. Eloísa enamorada
El enamoramiento de Eloísa añade una dimensión ética admirable. Desprecia el matrimonio tal como lo miraba la sociedad: contrato de conveniencia, con aquella cláusula tan sobada: «el amor vendrá después… si es que viene, bienvenido sea». Semejante servidumbre la subleva. Ella prefiere la amistad y las historias de amantes como en las Heroidas de Ovidio, que ella se sabe de memoria, sin otro comentario explicativo que el Arte de Amar, del mismo autor.
Ahora bien, es esencial para entenderlo tener en cuenta que Abelardo y Eloísa no se plantearon entonces ninguna teoría de su relación. Todo lo que se cuentan entre sí es parte de un carteo muy posterior, cuando ya son como tantas parejas de entonces, que de pronto se separaban para entrar en el convento.
El ejemplo lo tenían en los propios padres de Abelardo. Un buen día recibe él carta de su madre Lucía pidiéndole que deje París y vuelva a casa, porque el caballero don Berenguer la ha abandonado para hacerse monje. La pobre señora necesita consuelo y ánimo del hijo para dar ella el mismo paso. Desde luego, Pedro no se lo quitó de la cabeza. 
Fue una auténtica manía, en aquel siglo, imaginar que un hábito religioso aseguraba la vida eterna. A los monjes, por otra parte, les venían bien aquellos legos y donados que les mantenían como mano de obra sin sueldo. A menudo entregaban consigo su hacienda, dejando a la familia en la miseria. Y como el monacato se vendía como ‘segundo bautismo’, se repitió el espectáculo de aquellos cristianos antiguos, que no se bautizaban hasta la muerte, para gozar más de la vida. Así también los más cobardes en renunciar al mundo,  mandaban en su testamento pagar un hábito monástico para morir y enterrarse con él, como una forma decorosa de presentarse ante Dios.
Según eso, en el tiempo real, la relación entre los dos amantes sólo se expresaba en forma de cancionero erótico-galante. Abelardo de joven fue, además de gran profesor, popularísimo cantautor, lo que a un vanidoso como él le volvía loco. También ella componía trovas. Pongo aquí la réplica en forma de diálogo:

–Tanta era mi fama, tan guapo sobresaliente era yo, que de cualquier mujer podía permitirme encapricharme, sin temer su rechazo.
–Dos cosas, lo reconozco, tenías de particular, con las que al punto te ganabas la voluntad de cualquier hembra: tu gracia en componer letras y en cantarlas. Tus canciones corrían de boca en boca y tenían embobadas a las mujeres. Y siendo así que en su mayor parte trataban de nuestros amores, al  poco tiempo me conocían por todas partes, ganándome la envidia de muchas.

 Todo prácticamente se ha perdido. Tan sólo alguna que otra pieza goliardesca se quiere relacionar con Abelardo o Eloísa. De melodías, ni una.
Por cierto, otro que también pasó el mismo sarampión fue san Bernardo de Claraval, el gran enemigo y verdugo de Abelardo. Tenemos un carta del escolástico Berenguer, en defensa de Pedro, donde se burla del prolífico abad:

«Nadie tiene la menor idea de tu currículo escolar, y mira por dónde, tus escritos recorren el mundo… Asombra en sujeto como tú, ajeno a las Artes liberales, esa facundia inagotable como una marea que todo lo inunda… Aunque, a decir verdad, yo no veo nada de sorprendente. Lo contrario sería lo raro, que tu verborrea se hubiese agotado, cuando sabemos que tu parloteo pueril ya se desplegaba en chanzonetas bufonescas y en estribillos callejeros…»
  
En el artículo anterior comprobamos cómo un supuesto prior benedictino, Fulcón de Dueil, tenía ideas poco claras sobre los efectos de la castración masculina, como remedio radical de toda concupiscencia. Una razón más para mirar la carta como juego literario. Lo que sí parece lógico y real es que el pobre Abelardo contrajo un frigidez psíquica, que se manifestó también como apatía o indiferencia, falta de emotividad hacia las situaciones y las personas. Eso, más una insidiosa manía persecutoria en auge hasta la muerte.
La reacción de Eloísa fue, primero, tratar de ‘curarle’ despertándole la fantasía y la pasión. Luego, ante su rechazo, le promete no molestarle más con recuerdos que más bien le irritaban, y ensaya tentarle por la vía intelectual, pidiéndole consejos y proponiéndole problemas. Tampoco esta estrategia dio gran resultado, si no se toma por tal unos escritos desmayados, salvo cuando ella los anima con su talento.
¿Y el hijo? Astrolabio no fue para Abelardo el hijo deseado. La relación cordial que pinta el poema Astralabe, pieza gnómica en forma de avisos de padre a hijo, es pura ficción. Más parece que Abelardo se portó con indiferencia, también en esto. Tal vez hasta el sobrenombre fue ocurrencia de Eloísa, pues el nombre de pila del niño era Pedro, como su padre.
Se sabe que fue clérigo y sobrevivió a Abelardo. Debió de ser un tipo gris, pero siempre contó con el instinto maternal. Muerto el padre, la abadesa Eloísa recomienda el huérfano a su gran amigo el Abad de Cluny, para que le consiga alguna prebenda, lo que sea. El Venerable le responde con afecto que hará lo posible sin tardanza, aunque pintando la cosa difícil. No se sabe si lo logró –parece que en 1150 vivía en Nantes un canónigo de ese nombre–, ni se sabe más de Astrolabio, salvo que murió un  29 de octubre, según el obituario del Paráclito: «Quarto calendas novembris obiit Petrus Astralabius, magistro nostro Petro filius» (no dice también de Eloísa). [3]
________________________________________


[1] La numeración de los versos es convencional (8759-8832). La grafia también varía hasta el capricho, ésta me parece razonable.

[2] Es la propuesta bien razonada de Werner Robl (2000). En el obituario del Paracleto, a 1 de diciembre: Hersindis mater dominae Heloise abbatisse nostre. Hersenda se llamaba la 1ª priora de Fontevraud, hija de Huberto III de Champaña, con fecha 30 de noviembre en el obituario fontebraldense. En dicho obituario del Paracleto, el tío Fulberto figura, a 26 de diciembre: Hubertus canonicus domine Heloise avunculus.
[3] Algunos pretendieron sin fundamente que Eloísa perdió el hijo muy pronto, a raíz de las primeras dificultades y entrada en el convento. No hubo tal, pues las cartas de Eloísa y el Abad son auténticas y posteriores a la muerte de Abelardo. Pueden verse en Opera Abailardi, edic. 1616, págs. 343-344.


(Concluirá)



12 comentarios:

  1. preferiría (eso asegura
    poniendo a Dios por cobertura)
    antes tu puta ser llamada
    que emperatriz verme aclamada.”

    “Como tampoco (busqué) mis placeres o quereres, sólo los tuyos, como bien sabes. Y si el nombre de ‘esposa’ suena como más santo y más poderoso, a mí me supo siempre más dulce palabra la de ‘amiga’; o si no te ofendes, tu ‘concubina’ o tu ‘puta’.


    En ambos textos se repite una actitud de sumisión de Eloísa hacia Abelardo, en la que ella manifiesta su intención de procurarle todo el placer que él requiera pero parece renunciar al suyo. Entonces ¿se trataba de una relación basada en la recíproca atracción amorosa y erótica, o más bien en el deslumbramiento, en la veneración intelectual de una alumna hacia el profesor?

    Nada sabía de Robert de Arbrissel. Veo que tenía un aspecto imponente

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    1. Coincidencia, Navarth, vengo de su blog y le encuentro aquí, con observaciones atinadas, como siempre.

      En el próximo artículo espero resumir mi pensamiento sobre Eloísa. Le adelanto que, en efecto, en esta mujer el hiperfeminismo enragé tiene poco que rascar. Con toda su excepcionalidad, nuestra heroína pertenece a su tiempo, no a la exégesis de la Ilustración, ni al escenario romántico, ni muchísimo menos a la reivindicación feminista.

      La rebelión de Eloísa es sobre todo interior, una forma de ver en mujer la libertad cristiana. Su referencia reiterada al modelo de la prostituta –la mujer ‘libre’, si las había entonces– no es de ningún modo ajena a ese ideal de libertad, religioso y humano juntamente.

      En cuanto a Roberto de Arbrissel (otro bretón en danza), lo tengo en programa. ¿Guapo, feo, regular? La imagen que usted enlaza es pura idealización, y encima ‘prerrafaelista’.

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  2. Profesor Belosticalle

    A mí también me impresionan mucho los dos pequeños textos de Eloísa que señala Don Navarth.
    Pero no me parece en absoluto una mujer sumisa, tipo la Griselda tradicional en la que tanto hincapié hacen los franceses. ( Y que me pone de los nervios. Una señora que acepta todos los "castigos" que le imponga su marido, humilde y mansamente... Y el desgraciado del marido, al final del todo la declara digna de él, y la hace su reina y la llena de honores. ¡ Puaf ! )

    Los textos esos me parecen mucho más un desafío al amado. Van de poder a poder. Y le demuestran al otro que ella le puede... Y le puede, precisamente porque es orgullosa, y le importan un pimiento el mundo, el status social, la respetabilidad. Sólo le quiere a él. Y sabe que por ello mismo es la más fuerte y poderosa de los dos.
    Al menos, así es como yo la llevo viendo desde que me topé con sus cartas.
    Lo que pasa es que el que me parece que no está a la altura es Abelardo. Aunque con la explicación de su vida anterior que nos puso usted el otro día, mejoraba un poco la cosa.

    Y me da pena del pobre Astrolabio, enchufado de lejos por su madre, pero siempre entre humo de velas e incensarios. Pero bueno, lo mismo le gustaba. Y el que tuviera una vida gris no la hace por obligación desgraciada...

    Espero con ilusión la conclusión.
    Por Favor y
    ¡¡¡ Muchas Gracias !!!

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    1. PS
      Por cierto:
      Me han gustado mucho los versos transcritos que nos ha puesto, así como su traducción.
      ¡Gracias de nuevo !

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    2. Las gracias a usted, querida amiga doña Viejecita.

      Los dos textos citados por Navarth son uno mismo, continuación uno del otro, el segundo reforzando el primero por vía de ejemplo o ‘caso-límite’ (Si el mismísimo Emperador Agusto… ).

      El psico-análisis (no psicoanálisis) que usted hace de Eloísa lo veo de lo más acertado. La conciencia de fortaleza moral en aquella mujer es rebosante. Y lo más admirable para mí es que (al revés de Abelardo) ella no tiene la menor conciencia de culpa, no digamos de pecado. Incluso la sublimación mística forma parte de su naturaleza.

      En algunos aspectos me recuerda la personalidad de Teresa de Ávila.

      En cuanto a Astrolabio, pienso que pudo ser bastante feliz a su modo. Sobre todo si fue un mediocre. De entrada, yo diría que hasta puso de moda el nombre, pues los eruditos han descubierto varios Astrolabios de aquel tiempo (uno de ellos, abad en Suiza).

      Por otra parte, veo muy posible que el hijo de Eloísa y Abelardo, tras disfrutar de su prebenda, terminara en el Paráclito, al lado de su anciana madre. Porque, se lo adelanto: Eloísa convirtió aquel su refugio en un monasterio doble, a la manera de Fontevraud. Y muy próspero, por cierto.

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    3. Profesor Belosticalle
      Dice usted
      En algunos aspectos me recuerda la personalidad de Teresa de Ávila.

      ¡ Como que son dos mujeres de bandera, de Rompe y Rasga !
      Que no se adaptaban a la imagen de señora humilde sumisa y buenecita que les hubiera correspondido por su época. Que Teresa hubiera querido ser El Cid, o Gonzalo de Córdoba, y se tuvo que dedicar a reformar conventos llenos de mujeres ¡La Pobre !. Eso sí, consiguió que no la tratasen como a una chica, ( Pero también escribía poemas encendidos a su Amado.)
      ¡En fin! Es que con Teresa, ha tocado usted uno de mis puntos sensibles...

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  3. Querido Belosticalle, supongo que no recuerda la dirección de esa casa. Me gustaría mucho verla.

    Por cierto, tiene usted un e-mail.

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    1. ¡Qué va! Ni siquiera recuerdo el arrondissement, quizá por Les Halles desaparecidas (‘El Vientre de París’), pero todo es muy lejano. Sí que era un piso grande, por lo demás corriente, anunciado en una placa junto al portal. Y sin pensarlo dos veces, subí. Muy correctos.

      Con todo, supongo que en un París deben de quedar fósiles de ese tipo. Si encuentro algo en Internet se lo paso sin falta.

      ((¡El e-mail! Amigo Navarth, todavía estoy con el bocado en las fauces. Mañana le respondo.))

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  4. Sabe don Belo, antes, no hace tanto, estas cosas tan curiosas y tan bien escritas sólo podías leerlas comprando libros. Esto es de lo poco que le veo bueno a la internet.

    Gracias

    Napo

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    1. «… de lo poco que le veo bueno a la Internet»

      Yo no diría ‘poco’, don Napo.
      Ni poco ni mucho. Internet es un maremágnum, feria inmensa donde hay de todo. En la misma proporción que en el mundo real, más o menos.

      De mí, le aseguro que sin Internet no me sería posible componer estas páginas, y lo bueno que pueda haber en ellas es en parte un destilado de materiales pescados en la red. «Una red (como dice la parábola) que barre peces de todo género y tamaño, para que luego los pescadores elijan, y el resto se devuelve a la mar».

      Internet, buena para el que lee y también para el que escribe, si lo hace por el gusto de compartir noticias e ideas. Publicar libros es una aventura y los periódicos no se abren a cualquiera.

      Un saludo.

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  6. Nada, no hay manera de colocar mi avatar gravetiense de wordpress. Total, para decir que he enlazado sus dos posts de la historia de estos dos en mi blog ya vagamente medievalero.

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