martes, 19 de febrero de 2013

La corrupción no tiene quien la alabe



Ingemuit totus orbis, et arianum se esse miratus est.
(Jerónimo, ‘Contra los Luciferianos’, 11)

       La frase más citada de un autor tan fecundo como san Jerónimo es la que encabeza esta página: «gimió el orbe todo, y se maravilló de verse arriano». Hipérbole retórica para describir la encerrona de un conciliábulo (Rímini, 359), donde por sorpresa se adulteró el Credo de Nicea (325). La ‘Constitución’ de la Iglesia, para entendernos. Fue acostarse católicos y despertarse todos herejes.
       Pero no toca hablar de credos y herejías, sino de aplicar una cita clásica  a la situación política actual. Absortos estábamos en el problema de la crisis económica y el paro, cuando de la noche a la mañana nos despertamos en nuestra propia hez y hedor, ciscados y vomitados en el catre y por los suelos. Estamos podridos.
       –Hombre, tampoco exageremos. Corrupción hubo siempre y en todas partes, no sólo aquí. Cabe incluso teorizar que cierta cuota de corrupción controlada es buena para la economía, como ciertas putrefacciones dirigidas producen excelentes quesos.
       No voy a refutar un sofisma donde niego la mayor y la menor. Pero hablando de ‘cuotas’, es verdad que así discurren los políticos, cuando se echan en cara entre ellos, no quién sea corrupto y quién no, sino quién se lleva la palma.
       A todo esto, nosotros el pueblo menudo We the People tampoco estamos limpios trampeando como podemos, ‘con IVA o sin IVA’, economía sumergida y todo eso que miramos con indulgencia, porque es casi en defensa propia y para resarcirnos por lo que ‘ellos’ nos quitan. Pero tampoco toca hablar de esa falta de civismo, donde al fin y cabo si te pillan se te cae el pelo.
       La corrupción que ha disparado las alarmas se concreta en una saga de  ‘casos’, medibles a escala pecuniaria. Entre los quince más sonados en lo poco que va de siglo, casi  7.000 millones de euros.
       Todos revierten en lucro personal ilícito. ‘Del Rey abajo’, esto es Sodoma, Gomorra y la Pentápolis al completo. Vale aquí de la corrupción lo que dijo Erasmo de la sífilis en su tiempo: ser de gente sin distinción no padecerla.
       Pero no es eso lo más grave, sino la implicación de instituciones: partidos políticos, sindicatos, poderes central y autonómicos, alcaldes pedáneos, monarquía…
       Y es que cualquier corrupción casuística resulta liviana, comparada con la institucional. Esa es nuestra pesadilla: acostarnos demócratas, y despertar con el aparato hecho unos zorros.

       1. La Política como holocausto
       El servicio público hasta el sacrificio es un ideal noble. Después de ‘morir por la Patria’, nada más dulce et decorum que inmolarse a la Política. Máxime si la entrega se convierte en profesión y carrera, porque sólo entonces el holocausto es medible en unidades ‘euro’, las que todo el mundo entiende.  Antes se valoraba así a un ricachón de Vitoria: 
«(Pedro de Isunza) vino a ser tenido por hombre de trescientos mil ducados, y dende arriba… uno de los mayores créditos de toda la Corte, entre los tratantes» (Garibay). 
       Pues hoy lo mismo, cambiando ducados por euros.
       Lo que resulta antiestético es que sean los propios políticos los que ponderen así la magnitud de su sacrificio, como si los demás fuésemos bobos para entenderlo. Es de mal gusto refregarnos con su ‘lucro cesante’ por servirnos, y lo muchísimo más que ganarían dedicándose a otra cosa. ¿Pues no quedábamos en que lo suyo era vocacional?
       Y eso los que pueden hablar sin demasiado cinismo. Porque pasando la vista por el hemiciclo, los más son politiquillos de bulto y comparsa, sin otra habilidad conocida que incubar escaño (el menor tiempo posible), aplaudir o abuchear cuando toca, y a la hora de votar darle al botón que se les ordene (suerte si aciertan).
       A los políticos hay que pagarles lo que se merecen. Como a todo el mundo.  Pero no para que no se corrompan buscándose la vida –eso los que pueden–, sino en función de lo que rinde cada uno de ellos a la sociedad. Por lo mismo, nada de blindajes y aforamientos, ley igual para todos.
       Poderes públicos y partidos políticos, en nuestro sistema es la misma cosa, pues los partidos monopolizan el poder, incluso el judicial. Dígase luego que no, que los partidos «no son Instituciones ni Administración pública». En efecto, doña Soraya S. de Santamaría. Pero por favor, un vistazo de nuevo a las Cámaras: su mapa es mapa de partidos, de modo que todo cambio  pasa por ellos. Razón para no excluirlos de una Ley de Transparencia, y para dotarlos de una Ley de Partidos que los haga incorruptibles, si no es mucho pedir.
       Tantos años oyendo al Caudillo denostar a los partidos políticos, sospeché que podían ser cosa buena. Y lo son, buena bonísima.. Pero como dicen los filósofos, corruptio optimi pessima. Instrumentos creados para que la máquina política funcione, terminan siendo ellos mismos la vice-máquina, parásitos sociales, fin en sí mismos.
       Una vez más, la peor corrupción de los partidos no es su oscura trama financiera. Lo más grave es su colusión permanente para funcionar como clase social gorrona y gorrina, a prueba de crisis. En sus manos tienen la llave de la reforma; pero, quis custodiet custodes? ¿quién se autoamputa? Es significativo que el novísimo proyecto de Ley de Transparencia deja fuera precisamente a los partidos (salvo aviso de última hora, poco convincente).
       Los partidos políticos recuerdan en algunos aspectos lo que han sido las órdenes religiosas en la Historia de la Iglesia, que en eso de las corrupciones puede dar no poca enseñanza.
       Aquellas instituciones con voto interno de obediencia, comparable a la disciplina partidista, nacieron todas con vocación de servicio (según los valores de cada época), y la sociedad en general las trató bien. El resultado fue la competencia entre ellas y la hipertrofia de unas cuántas, a golpe de privilegios, exenciones y prerrogativas, descuidando su fin institucional, y hasta la propia ética. Así la historia de las grandes órdenes es en gran parte la de sus relajaciones y reformas. Reformas que, por otra parte, apenas pasaron de la  sastrería: descalzos contra calzados, más corto o más largo, redondo o en pico, más la calidad y tono del paño. (Igual que hoy, cuando un partido político se arregla con un cambio de sigla o de logotipo.)
       ¿Regenerar los partidos? De Íñigo de Loyola cuentan que antes de decidirse a fundar orden nueva estuvo pensando en profesar en alguna de las antiguas, y desde dentro reformarla. No sé si fue él mismo u otro sabio el que le quitó de la cabeza este disparate. Hubo, pues, Compañía de Jesús. Pero la hubo, y muy exitosa, al precio de repetir con creces el abuso de los privilegios y franquicias, imponer a sus miembros la obediencia más ciega jamás conocida, y hacer gala de opacidad y maquiavelismo.  Sint ut sunt, aun non sint (‘sean los jesuitas como son, o no sean’) fue la respuesta seca del General de la Compañía al Papa, que para salvarla sugería unos retoques ‘a lo Gattopardo’.
       El mismo dilema incumbe al sistema de partidos. Renovar lo que hay sería trabajo hercúleo, pero tampoco los nuevos lo tienen fácil, en un espacio electoral copado por los grandes corruptos. Más luego el desengaño de tanto regenerador populista que pronto se revela de igual condición que sus congéneres.

       2. Autonomías privilegiadas y pulsión centrífuga
       De las autonomías no hay más remedio que hablar, porque por ellas pasa el culebrón casuístico. Se veía venir, con ese mapa disforme, y en el mismo esas manchas privilegiadas como ‘históricas’. Al bono representativo y otros gajes de origen, se ha sumado luego la interpretación más y más laxa, que las comunidades ‘históricas’ han hecho de su privilegio. Ahora bien, ese sistema y privilegio están recogidos en la Constitución, lo que pone difícil cualquier reforma no revolucionaria.
       Una de las puntas de la alfombra autonómica que más ha mostrado su parcela de corrupción es Cataluña. Como es lógico, ha escandalizado más lo pecuniario,  pero aquí con el añadido de la corruptela institucional admitida. La disculpa catalana hace hincapié en su agravio comparativo, en referencia al sistema fiscal vasco. Y lógicamente, todo el mundo ha mirado a Euskadi, como también a Navarra.
       ¿Hay menos corrupción en Vasconia? Si se mide por el escándalo mediático, eso parece, aunque haberla, hayla. Lo que ocurre es que mete menos ruido casuístico, por ser más institucional. Porque para un ojo crítico no nacionalista, la CAV sería el miembro más corrupto de todo el organismo democrático español. Suena duro, pero no lo es si se explica debidamente.
       Todo nacionalismo, y el vasco muy a su manera, tiene una noción patrimonial paternalista del ‘territorio-pueblo’, que unida al hecho de haber tenido un partido hegemónico tanto tiempo, ha propiciado un  clientelismo mafioso, que aquí se ve como natural, ni bueno ni malo.
       Ese es aquí el sentido del término ‘corrupción’, o si se prefiere (para no ofender), ‘disfunción’. Y no sólo en el ámbito económico. Toda la presión ‘normalizadora’ por parte del gobierno, en la toponimia, la lengua y el identitario en general, adolece de esa corruptela.
       Según la Constitución, art. 152. 1., cada Presidente de Comunidad Autónoma ostenta la ‘representación ordinaria’  del Estado en la misma. Sin embargo, en Cataluña o en Euskadi nadie diría que es así, ni que el Lehendakari o el President ejercen esa representación preceptiva, cuando ni siquiera se acompañan de la bandera nacional en sus comparecencias.  
       De hecho, en las comunidades ‘históricas’ vamos a la ausencia práctica del Estado. Se incumplen sus normas, se retiran sus símbolos, se exige el ‘repliegue’ de fuerzas del orden nacionales, como si fuesen de ocupación, etc.
       La lectura maximalista que los nacionalismos hacen de unos textos que, por lo demás, desprecian como ajenos a su meta secesionista, es un jaque continuo  al espíritu de la Constitución, sin que a los gobiernos centrales sucesivos parezca preocuparles, ni al Tribunal Constitucional tampoco.

       3. Mayoría absoluta
       El Partido Popular ha subido al poder, más que por mérito propio y solidez  programática, por la incompetencia de Rodríguez Zapatero. Más aún, tanta era la repulsa general a este personaje, que el electorado la expresó del modo más elocuente: con la mayoría absoluta. Y en democracia, la mayoría absoluta es lo más parecido que cabe a una dictadura.
       La dictadura en Roma era un poder discrecional extraordinario, que a veces se tomaba, como hizo Sila y luego César, pero otras se ofrecía incluso a quien no parecía desearla. Lo mismo se dio en ciudades griegas, donde la dictadura se llamaba tiranía.
       Pompeyo se negó a ser dictador en la crisis del I Triunvirato, el 54-53 a. de JC, cuando se llegó a la guerra civil entre el mismo Pompeyo y Julio César, que victorioso  se proclamó dictador perpetuo. Fue de nuevo el caso de Augusto el 22 a. de JC., cuando rehusó la dictadura, según dijo, «ofrecida en mi ausencia y en mi presencia, tanto por el pueblo como por el Senado».
       Traigo esto de la dictadura, porque en una ocasión (eso dicen, yo no lo oí) el comedido Rajoy reprochó a Zapatero ser «una especie de dictador comunista». Bromas aparte, la traigo sólo como ejemplo –en democracia no hay poder discrecional–, entendiendo la mayoría absoluta como mandato a la acción, sin la excusa de deberle concesiones a nadie.
       Bien, ¿y qué es lo primero que hace Mariano Rajoy Brey del Gran Poder? Pues condecorar a su vencido con el Collar de la Orden de Isabel la Católica, y al que ha sido ministro de aquél, Manuel Chaves, con la Gran Cruz de la misma Orden.
       ¿Pero no quedábamos en que los socialistas todo lo hicieron mal? Visto desde la oposición, sí. Pero ahora don Mariano toca (¡por fin!) la meta de su deseo, y por ende le toca pagar el rito de los honores recíprocos. Porque idéntico collar, en otro alarde obsceno de corruptela rampante, ha ido adornando de forma automática el pescuezo de Felipe González y José María Aznar, y en su día rodeará también el de Rajoy y sucesores, hagan lo que hagan o dejen de hacer. Tal vez por eso, don Mariano en su investidura se permitió lo nunca oído a él  desde el banco de la oposición: reconocer que Zapatero,  «como todos, tuvo aciertos y equivocaciones». Sólo le falto añadir, «al 50 por ciento, mitad y mitad».
       ¿Estamos por la labor de abrir el frente anti corrupción en serio, con todas sus consecuencias? Rajoy alardea de pulso firme y asegura que sabe lo que tiene que hacer y lo hará. Por nuestra parte, es tanto el apremio de que esta cuadra se limpie y el país funcione, que aun sin hacerme yo ilusiones, sería el último en pedir al jefe que se vaya, porque una ocasión como la que ofrece esta mayoría absoluta es irrepetible, hasta donde alcanza la vista.

       4. Corrupción sin elogios
       Antes de darme todo este mal rato y gasto,  por mi inclinación juguetona  andaba yo buscando para ofrecer alguna pieza divertida sobre la corrupción: una parodia, una sátira menipea, un ‘elogio’. El modelo definitivo es el Encomio de la Necedad, el mejor Erasmo.
       Y mira que se ha prodigado el género, celebrando con más o menos chispa a la pulga, a la chinche, el jumento, la calvicie, la sordera, el estrabismo,  la fiebre cuartana, la envidia, la embriaguez… ¡pero qué digo!, hasta la medicina y la jurisprudencia tienen su encomio; también la vida monástica, la laboriosidad y, por supuesto, Polonia. De todo eso se pesca hoy en la Red. Por eso animo a quien me lea: busque con más suerte que yo algún elogio de la corrupción, pues diríase que nadie gasta bromas con ella.
       Desesperado, también consulté a la vieja ‘Espasa’. Monumento catalán, al fin, a ver qué nos cuenta sobre corrupciones.
       ¿Y bien? Menudo chasco. El artículo ‘Corrupción’ sólo trae dos acepciones: la filosófico-escolástica, y la corrupción de menores. La corrupción filosófica desentraña el binomio ‘generación/corrupción’, según el axioma: corruptio unius, generatio alterius. La otra entrada, corrupción de menores, hasta se ahorra latinajos.
       En cuanto a la corrupción política, será por su pudor habitual, pero esa enciclopedia no le da entrada. ¿O sí? A lo mejor es la parodia buscada en vano, sólo que aquí viene en clave. Corruptio unius… Ya lo tengo: En politica nada se crea ni se aniquila, todo se corrompe. En cuanto a corrupciones de menores, lean y vean si cuanto allí se dice no será parábola sobre la corruptela educativa en el nacionalismo identitario.



22 comentarios:

  1. Don Belo, habría que empezar aceptando algunas cosas, y desde ahí empezar a buscar la solución. A la solución deberíamos exigirle tres cosas: Sencillez, economía y longevidad.

    Sencillez en su redacción y en su compresión. Economía en su creación, mantenimiento y ejecución. Y longevidad; cosa que se conseguiría dándole cuartel en un futuro Título tres que recoga los derechos y deberes fundamentales, para que el darle muerte o reforma se haga muy difícil a los padres de la criatura: Los políticos.

    Claro que habría que definir primero que es la corrupción política, y esa definición tendría que ser aceptada en un Referendum.

    No nos engañemos, eso de la corrupción tiene muchos eximentes y atenuantes entre la clase política y el pueblo, y posiblemente entre la clase judicial. Hay mucho político que tiene prácticas que se pueden calificar perfectamente de corrupta, pero que el protagonista no lo ve ni sospecha que alguien pueda ver esas mañas de ilegales y menos aún de corruptas. Y siendo triste lo dicho, aún lo es más el saber que entre seres del pueblo lo verían con el mismo ojo y razón que el político. Por tanto...una definición.

    Napo.

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    1. Tiene razón, don Napo, especialmente en la necesidad –y la enorme dificultad– de acotar el concepto de ‘corrupción política’ justiciable.

      Lo cual está muy por encima de mis alcances, porque sinceramente le digo, me ha costado hilvanar este descosido mal cortado (y hasta mal numerado, como me amonestan).

      Me ha costado sobre todo decidirme a publicarlo, incluso en espacio tan poco comprometido como el de este blog. Sólo como expresión espontánea de ciudano, y desde luego sin impartir criterios ni brindar soluciones.

      En este sentido, los comentarios de todos ustedes los recibo con grata sorpresa. Se lo digo como lo siento. Muchas gracias.

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  2. Don Belosti, como se dice por aquí, me quito el cráneo. Aunque quiero comentar un pequeño párrafo:"El mismo dilema incumbe al sistema de partidos. "Renovar lo que hay sería trabajo hercúleo, pero tampoco los nuevos lo tienen fácil, en un espacio electoral copado por los grandes corruptos. Más luego el desengaño de tanto regenerador populista que pronto se revela de igual condición que sus congéneres."
    Casi con seguridad, tendrá usted razón, pero al menos espere a que ocurra, caramba.
    Y genial, la última frase: "En cuanto a corrupciones de menores, lean y vean si cuanto allí se dice no será parábola sobre la corruptela educativa en el nacionalismo identitario."
    Exacto, lo veo continuamente entre los jóvenes, aunque ya no tan jóvenes, alrededor de cuarenta años,que votan y viven según las directrices de aquellos maeshus que les adoctrinaron en las ikastolas montaraces de los setenta, y nadie les ha abierto los ojos, al contrario, nadie es ya capaz de ver el país de otra manera.

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    1. Querida Pussy, créame si le digo que hasta el último momento estuve ayer con los dedos en el teclado sobre la frase de marras, sintiendo que podía dolerle precisamente a usted.

      No. No va por UPyD, de entrada porque a ninguna de las personas que he tratado de esa formación las tengo por populistas. También digo que a Rosa Díez no la conozco.

      Y mientras espero a que no ocurra con ese partido lo que en ninguno deseamos, con un voto de confianza les auguro acierto y suerte, porque es necesario.

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  3. Sobre la percepción sobre la corrupción vasca le doy un ejemplo. En plena campaña de El País sobre los trajes de Camps, saltó el escándalo del PNV en Álava. La gravedad era extrema porque era una corrupción primero horizontal, que afectaba a muy diferentes parcelas con cuantías muy grandes y segundo tenía una ramificación en la Ertzaintza que incluyó las investigaciones y escuchas ilegales a oponentes políticos del PNV.
    Pues en dicho diario, cierto día que hubo importantes y graves novedades en lo alavés, se dedicaron 6 u 8 páginas al caso Camps y mientras los guarreos nazionalistas se despacharon con media página.
    Luego no se considera corrupción, casos que son corrupción política pura y dura. Por ejemplo, como a numerosos miembros de ETA les han regalado títulos universitarios. O como para optar a obra pública hay que presentar toda la documentación en euskera y con jefe de obras que hable euskera con máximo nivel. O que desde siempre en los concursos el de fuera tenga que llevar un socio local, con lo que se encarece todo...
    ¿Corrupción en Euskadi? A espuertas, eso si tapadita con la ikurriña.

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    1. Estimado Andrónico, lo ha dicho usted por mí, y la lista de ‘casos’ es tan larga como queramos.

      Yo me he fijado más bien en la que me parece otra seña ‘identitaria’, aunque no figura en lista de la propaganda del Régimen:

      El nacionalismo adolece de arcaísmo que ni se molesta en ocultar, de modo que, para criterios modernos, su democracia es intrínsecamente imperfecta.

      Por ejemplo, se enorgullece de que el voto individual no valga lo mismo en cada Territorio Histórico. Crea derechos e impone deberes lingüísticos arbitrarios. Su concepto de Policía Autónoma evoca los tiempos de la Santa Hermandad. Su idea de Justicia Vasca hinca sus raíces en la justicia señorial…

      Pero, si me permite, lo dejo; no me valga la distinción de ‘enemigo secular’ de lo vasco, cuando ni siquiera está uno en los 90.

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  4. Profesor Belosticalle
    A pesar de mi logorrea habitual, en este hilo me voy a abstener.
    Porque yo escarmenté en cabeza propia respecto de alguno de esos partidos novísimos, y ya sólo tengo confianza en lo que haga cada cual, como mucho reuniéndose en grupo para alguna acción o iniciativa determinada, y volviendo luego a la vida privada.

    Eso sí, digo que me gustaría que El Estado, fuera tan pequeño como fuera posible, y que nos dejase un poco en paz. Y que, cuando nos quitase nuestro dinero con coacción como es habitual, por lo menos no pretendiera convencernos de que lo hace por nuestro bien.

    ¡¡¡ Anda que si llego a decir que iba a opinar, lleno dos hojas . Ya siento !!!

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    1. «me gustaría que El Estado fuera tan pequeño como fuera posible, y que nos dejase un poco en paz».

      Amiga mía, déjeme alargar un poco su jaculatoria, y recemos juntos:

      «y que, a Estado menguante, no venga nube creciente de Estadillos de Taifas, a hacer sus veces con creces, amén».

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  5. D. Belosti, enhorabuena.
    Su porcentaje es mayor que el catalán el 25%, ¿dónde ha metido el punto 3?

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  6. Perdone, es solo del 20% se ha comido 1 de 5.

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    1. Muy bueno, Señor mío.
      Mi uso del ‘Word’ es un tanto rudimentario, no uso apenas (por ejemplo) la técnica de ‘listas’ que se auto renumeran.
      Harto amables son ustedes leyéndome, para que yo les alargue la tarea.

      Lo dejo así de momento, para que nuestros lectores entiendan su comentario. Muchas gracias.

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  7. ABC es muy indulgente...se ha olvidado de añadir todos los millones que han "desaparecido" en la reconversion del sistema financiero, convertidos en jugosas pensiones, indemnizaciones, casoplones, en aquende y allende, y otros "agujeros negros" de casi imposible recuperacion. Como dijo aquel, "son 10.000....." .

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    1. No me cabe la menor duda, D. Falco p.: aun redondeado es muy corto.

      Estamos como una tertulia de náufragos del ‘Titanic’ con humor para estimar el volumen total del hielo en su mar de icebergs.

      Como recomienda Rajoy, el 2014 lo vemos... si para entonces no nos ha rescatado ‘Carpathia’.

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  8. Querrán creer vuesas mercedes que en todos los días de mi vida, que ya no so pocos, nunca había parado mientes en que Íñigo e Ignacio son uno y el mismo nombre?
    Pues hasta hoy. Gracias, don Belos.

    Yo creo como mi admirado Lord Acton aquello tan repetido ... En consecuencia, la corrupción tiene paliativos, no remedios definitivos. Y, de todos, el mejor, es la reducción a sus mínima extensión de la tarta estal, en todas sus babélicas torres, plantas, pisos, recovecos, ramificaciones y radicalizaciones, anexos y derivaciones.
    Convendrán conmigo en que no es lo mismo el 3 % de cien que de veinte. Y eso me parece lo principal, aunque no haya que descuidar, ni mucho menos, los aspectos cualitativos.
    En definitiva -y tal vez por eso me ha parecido tan sagaz la mención de las órdenes religiosas- mi solución es esencialmente católica: para no pecar, lo mejor es tener las mínimas ocasiones posibles de hacerlo. Ya, ya, ... los socialistas (de todos los partidos) prefieren un magno estado, con vastos presupuestos con los que ejercer su acreditada virtud, pero eso es porque ellos son incorruptibles. Los demás, míseros pecadores, tenemos más segura el alma lejos de las tentaciones.

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    1. Como todas las doctrinas, la socialista no esta exenta de tener dos caras. Una seráfica, (libertad, igualdad, fraternidad) y otra siniestra, (corruptelas, pensamiento único, libertinaje). Y es que el ser humano tiende más a ser lo segundo, que lo primero, contradiciendo a Rousseau.

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    2. Por quitar escrúpulo, enlazo aquí un buen artículo de G. M. Verd sobre los Nombres de Íñigo/Ignacio de Loyola, en el Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús’, t. 3, pp. 2060-62. Muy documentado y más exacto que mi mala memoria.

      Había pensado retirar mi fatuah no vinculante, pero ya que está así la dejo (a continuación), remitiéndome al artículo de Verd.

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  9. Pues sí y no, Dª Carlota. Lo de Íñigo/Ignacio, quiero decir.
    Verá, como es duda algo recurrente, he confeccionado una chuletilla o fetwah para resolver el caso, tal como yo lo veo. Aquí la tiene:

    Sobre la relación Íñigo/Ignacio, esto me parece:

    1. Ignacio e Íñigo son de suyo dos nombre distintos, inconfundibles.

    2. Ignacio corresponde a Egnatius/Ignatius, nombre ítalo-samnita bastante común en Roma.
    En el santoral cristiano entra sobre todo con san Ignacio obipo de Antioquía y mártir en Roma (107), con fiesta el 1 de febrero.

    3. Íñigo es la forma vulgar en que paró un antiguo nombre pirenaico-vascón, que debía de sonar Éñeco, pues se latinizó como En(n)eco, -onis (por la 3ª decl.), mejor que E(n)necus, -i (por la 2ª). Claro que de la 3ª decl. el derivado lógico sería Enecón, y así es como figura, p. ej., en Bibliotheca Sanctorum (t. 4, col. 1207). Pero la deriva vulgar pasó por Énneco – Yéñego – Íñigo. Fue nombre común en el Reino de Navarra.
    En el santoral cristiano entra con san Íñigo abad de Oña (m. 1068), con fiesta el 1 de junio. Este personaje, oriundo de Calatayud según parece, fue monje en San Juan de la Peña (Huesca), y de allí le llamó, como a súbdito suyo, el rey de Navarra Sancho el Mayor para replantear el monasterio castellano-mozárabe de San Salvador de Oña (en la Bureba, Burgos).

    4. Este san Íñigo tuvo mucho predicamente en la región, hasta las Asturias y hasta el País Vasco-Navarro. En su honor fue bautizado Íñigo López de Recalde, el futuro fundador de la Compañía de Jesús. A todo esto, el nombre Ignacio era prácticamente ignoto en España, no figurando en el Pasionario Hispánico ni el antiguo Calendario Mozárabe, ni tuvo iglesias. Abundaron en cambio los Íñigos, todos derivados del Abad de Oña.

    5. El de Loyola en su juventud fue conocido como Íñigo, lo mismo siendo paje en la Corte, como de Capitán en Pamplona, o de estudiante en Alcalá. Todavía como estudiante en París (1528) era Íñigo, como consta por su matrícula y por testimonio de Rabelais, que en el ‘Pantagruel’ (cap. 7), al catalogar la biblioteca burlesca de San Víctor, incluye ‘Le faguenat des Hespaignols supercoquelicanticqué par Frai Inigo’ –seguramente parodia del folleto que el converso guipuzcoano impartía como Ejercicios Espirituales.

    6. En un momento de su vida, Íñigo de Loyola se cambia el nombre de pila Íñigo por Ignacio. Esto fue definitivo en Roma, si no lo había hecho ya en París.
    ¿Por qué razón? He visto autores jesuitas, como el padre Astrain y lo recoge el historiador jesuitófilo L. Pastor, afirmar que Íñigo creía de buena fe que era el mismo nombre. Eso no es creíble.
    Algunos dijeron que se cambió en París, porque los estudiantes más jóvenes, que ya se le burlaban por otras cosas, también lo hacían por aquel nombre tan raro.
    Otra explicación que me convence es que, sin quitar aquello, nuestro hombre en Roma quiso ahorrarse explicaciones, y adoptó (o le adoptaron) la forma de nombre más familiar. Eso sí, desde entonces se acabó el Íñigo de Loyola.

    7. El nuevo Ignacio (el de Loyola) fue canonizado como Ignatius/Ignacio. Los jesuitas lo promocionaron así, y el Íñigo se arrinconó. De hecho es muy tarde cuando los eruditos ignacianos lo ‘redescubren’ y divulgan el ‘verdadero’ nombre del hidalgo Iñigo López de Recalde y Loyola. Pero para entonces en el País Vasco los niños se bautizaban como Ignacio/Inacio/Inasio, y raramente como Íñigo (todo por influencia de los jesuitas). De aquí se inventó luego el híbrido Iñaki.

    Es mi parecer, salvo meliori.

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  10. Querido Profesor:
    ¿Quiere creer que ayer mismo ponía yo de ejemplo de corrupción la que supone el concierto vasco?; haciendo mención de una frase del Sr Urkullu, a saber: "el concierto es el petroleo del país", lo dijo en el día del partido, cómo quién dice en "petit commité", por que a mí me parece el argumento ideal a sensu contrario para desprestigiar la estafa.
    Muchas gracias.

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  11. Le creo, Señor mío. Y tan gráfica es la frase –toda una vomitona de subconsciente–, que no fue usted el único en recordarla.

    No olvidemos que los ‘derechos históricos’ vascos fueron privilegios reales otorgados en atención a la aspereza y pobreza de la tierra. No ‘por ser vos quien sois’, sino porque este país alegaba cortedad de recursos. Eso es así históricamente, aunque hoy nos lo quieran vender como fuero autóctono desde la venida de Túbal.

    Eso sí: cuando seamos independientes, ¿quién alimentará la gasolinera del cupo?

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    1. Esa pregunta suya yo la respondí durante mucho tiempo asegurando que, en el fondo, tanto CiU como PNV no reclamarían nunca la independencia más que de mentirijillas, pero henos (de Pravia)aquí, que no tengo respuesta.
      E incluyo a CiU en el lote por que a los listos de la coalición no se les puede escapar que de hecho el "Espanha ens roba" es falso de toda falsedad y que son de hecho beneficiados con muchas más inversiones que las regiones pobres, como la mía.

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